Capítulo 37
Uzi, N y Alvirian estaban de vuelta en la mansión. Afuera, la lluvia caía de manera casi torrencial, golpeando las ventanas y creando un murmullo constante que inundaba el ambiente. Dudaban que Thad fuera a volver ese día a llevarles comida, pero, por mientras, Uzi se mantenía en la biblioteca con los dos chicos. N la abrazaba por la espalda, tenía a Uzi sentada entre sus piernas, aunque Uzi realmente no sabía muy bien cómo habían llegado a ese momento.
La biblioteca era imponente, una reliquia de tiempos pasados. Aunque el polvo la cubría casi por completo, no podía ocultar su grandeza. Estaba situada en la parte más alta de la mansión, como si fuera un secreto guardado por siglos, olvidada por el tiempo, pero aún conservando su esencia. Los estantes que alcanzaban el techo eran de una madera oscura, posiblemente roble, envejecida y carcomida en algunas partes por la humedad, pero aún así firme y resistente, casi como si se negara a ceder ante el paso de los años.
Los libros que llenaban aquellos estantes eran viejos, muchos de ellos encuadernados en cuero agrietado y otros con cubiertas tan frágiles que parecía que se desharían si alguien intentaba abrirlos. El polvo se acumulaba en gruesas capas sobre cada tomo, volviéndose parte del mobiliario en sí. El ambiente polvoriento hacía que cada paso que daban levantara una fina nube que flotaba en el aire, reflejando la poca luz que entraba por las ventanas cubiertas de suciedad. Las paredes de piedra, frías al tacto, estaban cubiertas de tapices desgastados que en otro tiempo habrían sido de un color vibrante, pero ahora solo eran sombras de su antigua gloria.
El olor a humedad y papel envejecido llenaba el aire, una mezcla que resultaba curiosamente reconfortante para Uzi. Aunque la biblioteca daba la impresión de estar abandonada por años, había una belleza innegable en su decadencia. La luz tenue de las lámparas de aceite, que parecían ser tan antiguas como los libros mismos, proyectaba sombras largas y oscilantes que daban vida a las paredes. Los altos ventanales, aunque empañados y opacos por la suciedad, dejaban entrever destellos de los relámpagos que iluminaban el cielo tormentoso, creando un espectáculo de luces y sombras que bailaban en la sala.
El suelo de madera crujía bajo el peso de cualquier movimiento, produciendo un eco que resonaba en la vasta habitación. Algunas partes del suelo estaban cubiertas por alfombras antiguas, una vez espléndidas, ahora deshilachadas y manchadas por los años de abandono. Las mesas y sillas, aunque simples en su diseño, tenían una elegancia en su construcción que revelaba su antigüedad. Sin embargo, el polvo las había cubierto con una fina capa, como si nadie las hubiera tocado en siglos.
A pesar de su apariencia polvorienta y su atmósfera casi lúgubre, la biblioteca poseía una serenidad que Uzi encontraba fascinante. Era un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido, y aunque los años y el descuido la habían dejado marcada, no había perdido su majestuosa presencia. Cada rincón de la biblioteca parecía tener una historia que contar, un secreto oculto entre las páginas amarillentas de los grimorios que llenaban los estantes.
Uzi leía el grimorio que tenía frente a ella, aquel que N le había dejado quedarse hace unas cuantas noches. El libro era enorme, con páginas de pergamino grueso y bordes dorados, ahora deslucidos. El cuero de la cubierta estaba agrietado por el paso de los años, pero aún mantenía la robustez suficiente como para haber resistido el tiempo. Los símbolos grabados en la portada eran incomprensibles para cualquiera que no estuviera familiarizado con la magia antigua, pero para Uzi, eran un recordatorio de que el conocimiento que albergaba ese libro era tanto peligroso como valioso.
Las páginas, cubiertas de runas y escritos antiguos, parecían guardar un poder dormido que solo esperaba ser desatado. Uzi pasaba las páginas con cuidado, buscando entre los hechizos algo que pudiera servirle o asistirle de alguna forma. Cada palabra que leía parecía resonar en el aire, como si la biblioteca misma respondiera al antiguo conocimiento que contenían esos escritos. Las palabras estaban escritas con una tinta que, a pesar de los siglos, no había perdido su intensidad, lo que le daba al grimorio un aire de misterio que cautivaba a Uzi.
El sonido de las gotas de lluvia golpeando las ventanas era lo único que rompía el silencio en la habitación. De vez en cuando, un trueno retumbaba en la distancia, pero dentro de la biblioteca, todo permanecía en calma. N, abrazándola por la espalda, observaba en silencio, permitiendo que Uzi se sumergiera en el mundo de hechizos y encantamientos que tenía frente a ella.
La biblioteca, con su aire polvoriento y su atmósfera cargada de siglos de historia, parecía ser el lugar perfecto para leer ese tipo de libro. Cada rincón, cada estante y cada libro parecía susurrar secretos olvidados, esperando a que alguien los descubriera. Aunque el polvo lo cubría todo, la belleza del lugar era innegable. Había algo casi sagrado en esa decadencia, en ese abandono. Los libros, aunque envejecidos y algunos deteriorados, aún contenían el conocimiento de tiempos antiguos, como si la biblioteca misma fuera un guardián de secretos que no podían ser fácilmente desenterrados.
Uzi seguía pasando las páginas, inmersa en los hechizos y runas, buscando respuestas. La biblioteca era su único refugio, un santuario lleno de misterios, conocimiento arcano y secretos olvidados. La luz de las lámparas de aceite parpadeaba ligeramente con cada corriente de aire que lograba infiltrarse por las ventanas mal selladas, proyectando sombras danzantes sobre las estanterías llenas de libros antiguos. El sonido del viento exterior aullaba, chocando contra las paredes de piedra, creando una melodía inquietante. Pero dentro de la biblioteca, el tiempo parecía haberse detenido. Todo parecía suspendido en una calma antigua y mística, como si los ecos de los magos del pasado aún estuvieran presentes, observando en silencio.
Cada vez que Uzi pasaba una página, el crujido del papel seco rompía el silencio. Era un sonido sutil pero persistente, un recordatorio constante de lo frágil que era el conocimiento contenido en esos textos. Esos libros, muchos de ellos escritos en lenguas olvidadas o encriptados con runas mágicas, contenían siglos de sabiduría. Sin embargo, también eran peligrosos. Sabía que no todos los hechizos debían ser leídos o pronunciados en voz alta sin las precauciones adecuadas. Un solo error, una pronunciación incorrecta o una intención mal dirigida, podía desencadenar desastres inimaginables. Pero Uzi era persistente. La curiosidad y la necesidad de respuestas la impulsaban más allá del miedo.
Finalmente, tras horas de búsqueda, sus ojos se detuvieron en algo que llamó poderosamente su atención. Era un hechizo antiguo, con runas tan arcaicas que apenas podía reconocer algunas de ellas. Sin embargo, con paciencia y concentración, logró descifrar su significado. "Hechizo de Teletransportación", rezaba el título en la parte superior del pergamino. Aunque el papel estaba descolorido y las palabras apenas visibles, supo de inmediato que ese era el hechizo que había estado buscando. Un hechizo para trasladarse instantáneamente de un lugar a otro, desafiando las leyes del tiempo y el espacio. A pesar de ser consciente de los riesgos, Uzi sintió una oleada de emoción recorriéndole el cuerpo. ¿Cuántas veces había soñado con tener el poder de estar en otro lugar con solo desearlo? Ese hechizo podría ser su respuesta, su escape o tal vez, la clave para resolver los enigmas que perseguía.
Sin dudarlo más, comenzó a leer su contenido en voz baja, asegurándose de no omitir ningún detalle. A medida que sus ojos recorrían las palabras, podía sentir la antigua energía del hechizo despertando. Una vibración casi imperceptible, como si las runas en el pergamino estuvieran vivas, pulsando con una magia que había permanecido latente durante siglos. N, quien hasta ese momento había estado absorto mirando los libros en otra parte de la habitación, se acercó con curiosidad. Al principio, simplemente observaba por encima del hombro de Uzi, pero pronto, al notar la seriedad con la que ella leía, comenzó a prestar más atención.
—¿Qué es eso? —preguntó N, aunque ya sospechaba la respuesta.
—Es un hechizo de teletransportación —respondió Uzi sin apartar la mirada del pergamino—. Según esto, puede transportarnos tanto a cortas como a largas distancias.
N frunció el ceño, preocupado. La teletransportación no era una magia que debiera tomarse a la ligera. Los errores eran comunes, incluso entre los magos más experimentados, y los resultados de un fallo podían ser catastróficos. Sin embargo, Uzi parecía confiada, o al menos lo suficiente como para no vacilar.
Decidida a probar el hechizo, Uzi se concentró profundamente. Cerró los ojos y sintió cómo la energía mágica comenzaba a fluir a través de su cuerpo. Era una sensación extraña pero familiar, como si su propio ser estuviera siendo envuelto por la esencia de la magia. El brillo morado que comenzó a emanar de su cabello, ojos y manos era un signo claro de que el hechizo estaba funcionando. A medida que su concentración aumentaba, el brillo se intensificaba, llenando la sala con una luz púrpura que bailaba en las paredes y techos.
N dio un paso atrás, observando con creciente preocupación. No podía evitar sentir una punzada de miedo. La magia, aunque fascinante, siempre traía consigo un grado de incertidumbre. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si Uzi no controlaba el hechizo? Pero antes de que pudiera decir algo, Uzi desapareció en un destello de luz morada.
El silencio que siguió fue ensordecedor. N se quedó paralizado por un momento, mirando el espacio vacío donde Uzi había estado solo un segundo antes. El aire parecía más denso, cargado con la energía residual del hechizo. Durante lo que parecieron minutos interminables, N no supo qué hacer. ¿Debía intentar seguirla? ¿O tal vez buscar alguna pista sobre a dónde había ido?
Finalmente, rompiendo su inacción, comenzó a moverse. Se levantó del suelo con agitación, sus pensamientos revoloteando desordenadamente mientras buscaba desesperadamente a Uzi. Miraba a su alrededor, esperando encontrar algún rastro de ella, algún indicio de que había tenido éxito en su intento de teletransportarse. La biblioteca, a pesar de su vasto tamaño, de repente se sintió más pequeña, más claustrofóbica, con la ausencia de su compañera.
De repente, una pequeña luz morada apareció en el rincón más alto de la sala. N levantó la vista justo a tiempo para ver a Uzi, sentada precariamente en lo alto de uno de los libreros, tambaleándose ligeramente. Aunque parecía un poco desorientada, en su rostro se dibujaba una enorme sonrisa de victoria. El hechizo había funcionado. Lo había logrado.
—¡Lo hice! —gritó Uzi, radiante de emoción. Pero su júbilo fue breve.
Al darse cuenta de lo alto que estaba, su sonrisa se desvaneció rápidamente, y su expresión se transformó en una mezcla de pánico y confusión. Se quedó paralizada, incapaz de moverse, mientras trataba de pensar en cómo bajaría de allí sin romperse un hueso.
N, conteniendo una risa nerviosa, se apresuró a ayudarla.
—Tal vez deberíamos practicar un poco más antes de intentar saltos más grandes —dijo, mientras intentaba calmarla y buscar una solución para bajarla del librero sin incidentes.
A pesar de todo, ambos sabían que ese era solo el principio.
Pero N vio que Uzi no se movía, permaneciendo inmóvil en su lugar, con los ojos aún muy abiertos por el susto. Sonrió un poco, tratando de no reírse abiertamente ante la situación, y con un pequeño impulso de sus alas, subió con ella, flotando con suavidad hasta quedar a su lado en lo alto del estante.
—¿Estás bien? —preguntó, mirándola con una mezcla de preocupación y diversión—. No me digas que le tienes miedo a las alturas.
Uzi, todavía un poco mareada, sacudió la cabeza con una mueca de desagrado.
—No son las alturas —murmuró—, pero me da vueltas la cabeza... Creo que el hechizo fue más intenso de lo que esperaba.
N soltó una leve carcajada, pero rápidamente adoptó una expresión más comprensiva. Sin decir nada más, la abrazó suavemente por los hombros, acercándola a él para que no perdiera el equilibrio en esa incómoda posición. Uzi cerró los ojos por un momento, tratando de estabilizarse, pero el mareo persistía, y sentía que el mundo giraba a su alrededor.
—No te preocupes —dijo N, con un tono tranquilizador—. Ya te tengo.
Sin mucho esfuerzo, la cargó en sus brazos en estilo nupcial, asegurándose de que estuviera bien sujeta antes de impulsarse nuevamente con sus alas. Con un salto controlado, descendió suavemente desde lo alto del librero, aterrizando con gracia en el suelo de la biblioteca.
Uzi, aún un poco mareada, pero agradecida por la ayuda, soltó un suspiro de alivio cuando sus pies tocaron el suelo. Se aferró al brazo de N durante unos segundos más, tratando de recuperar el control completo de sus sentidos.
—Gracias... —murmuró, sin poder evitar una pequeña sonrisa—. Eso fue... interesante.
N, todavía sosteniéndola suavemente, respondió con una sonrisa traviesa.
—Más que interesante, diría yo —bromeó—. Pero tal vez deberíamos trabajar un poco en los aterrizajes la próxima vez.
Uzi lo miró, intentando poner una expresión de reproche, pero la risa que estaba conteniendo la delató, y terminó soltando una leve carcajada junto a él.
A unos metros de distancia, Alvirian, quien había estado observando la escena en silencio, no pudo evitar fruncir el ceño. Aunque no solía mostrar emociones abiertamente, su sorpresa ante lo que acababa de presenciar era evidente. Uzi había logrado algo impresionante, un hechizo que pocos podrían controlar con tanto éxito, especialmente en su primer intento. Sin embargo, fiel a su naturaleza amargada y reservada, no dijo nada. Se limitó a observar, con los brazos cruzados y una expresión impasible, como si no quisiera admitir que, en el fondo, estaba algo impresionado.
El silencio en la sala volvió a llenar el espacio, interrumpido solo por el suave murmullo del viento que se filtraba por las ventanas mal selladas.
Uzi seguía practicando, intentando perfeccionar su hechizo de teletransportación. Se encontraba en la inmensa biblioteca, rodeada de estanterías repletas de libros polvorientos y olvidados. La luz suave que se filtraba por las ventanas apenas iluminaba las esquinas del lugar, creando una atmósfera de calma y serenidad. Entre los antiguos tomos, el eco de sus pasos era el único sonido que rompía el silencio, pero lo que la mantenía verdaderamente concentrada no era la magia, sino la presencia de N, quien se escondía entre las estanterías, esperando que ella apareciera.
Habían convertido las prácticas de teletransportación en un juego. N, con su naturaleza tranquila y alegre, la desafiaba a encontrarse con él a través del hechizo. Él siempre se escondía en algún rincón de la vasta biblioteca, y Uzi debía concentrarse para teletransportarse a su lado. A medida que sus habilidades mejoraban, el juego se volvía más divertido, más íntimo. Cada vez que Uzi lograba aparecer junto a N, él la atrapaba en sus brazos antes de que pudiera perder el equilibrio. Ambos reían, sintiendo una calidez que iba más allá de la magia. Era como si estuvieran creando algo propio, algo único entre ellos.
Uzi respiró hondo, cerrando los ojos por un momento mientras murmuraba las palabras del hechizo. Su mente se enfocaba en la presencia de N, en la energía tranquila que él siempre emanaba, y trataba de imaginar dónde podría estar. Los latidos de su corazón se aceleraron ligeramente, no por el hechizo en sí, sino por la anticipación de volver a verlo. La conexión que sentía con él era nueva y emocionante, y aunque ninguno de los dos lo había dicho abiertamente, ambos sabían que estaban empezando a enamorarse.
De repente, el familiar brillo púrpura la envolvió, y en un parpadeo, Uzi desapareció de su lugar frente al gran libro de hechizos. La sensación de teletransportarse siempre era extraña, como si el mundo alrededor de ella dejara de existir por un segundo. Pero esta vez, cuando reapareció, lo hizo justo donde N estaba, escondido entre dos estanterías. Antes de que pudiera tambalearse, los brazos de N la rodearon con firmeza.
—Te tengo —murmuró N con una sonrisa, su voz baja y suave.
Uzi levantó la vista, sintiendo un leve rubor en sus mejillas. Era inevitable. Cada vez que se encontraba tan cerca de él, su corazón latía con fuerza, y sus pensamientos se volvían un caos. La mirada de N, siempre tan tranquila, la hacía sentir segura y nerviosa al mismo tiempo. Le devolvió una sonrisa tímida, notando que él no la soltaba de inmediato, como si ambos disfrutaran de esa breve cercanía.
—Creo que estoy mejorando —dijo Uzi, tratando de romper el silencio sin mostrar lo nerviosa que se sentía por estar tan cerca de él.
—Definitivamente —respondió N, su sonrisa ampliándose un poco más—. Cada vez lo haces más rápido. Aunque no me importa tener que atraparte cada vez.
Uzi se rió suavemente, bajando la mirada mientras una oleada de calidez la invadía. N, aunque siempre tan alegre y calmado, tenía una forma de decir las cosas que la desarmaba por completo. No sabía si lo hacía a propósito o si simplemente él también estaba descubriendo estos sentimientos, pero en cada palabra, en cada mirada, sentía que había algo más, algo que no necesitaban decir en voz alta para entenderlo.
—Vamos, inténtalo de nuevo —sugirió N, soltándola finalmente, pero dejando su mano descansar un segundo más sobre la de ella antes de retirarla por completo.
Uzi asintió, dándose la vuelta rápidamente para que él no notara cuánto le afectaba ese simple toque. Se alejó unos metros, buscando un lugar en la biblioteca desde donde comenzar de nuevo. El hechizo de teletransportación era más complicado de lo que parecía, pero con N, todo se volvía más fácil. No era solo la magia, era la sensación de estar conectada con él, de saber que él siempre estaría ahí para atraparla cuando llegara a su lado.
Después de unos momentos de concentración, Uzi repitió el hechizo, enfocándose en la energía de N, en su presencia tranquila y familiar. Una vez más, el brillo púrpura la envolvió, y en cuestión de segundos, estaba de nuevo frente a él. Esta vez, sin siquiera tambalearse, N la atrapó entre sus brazos, pero en lugar de soltarla de inmediato, la sostuvo un poco más de lo necesario, sus manos firmes en su cintura, asegurándose de que estuviera bien.
—Cada vez lo haces mejor —dijo N suavemente, con una calidez en su voz que hizo que Uzi levantara la vista.
Sus ojos se encontraron, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. La biblioteca, los libros, la magia, todo desapareció, dejando solo a ellos dos, sumergidos en esa conexión que iba más allá de las palabras. Uzi sintió cómo su corazón latía más rápido, pero no se apartó. No podía. N la miraba de una manera que la hacía sentir que, por primera vez en mucho tiempo, había encontrado un lugar al que pertenecía. No por la magia, sino por él.
—Creo que deberíamos seguir practicando —murmuró Uzi, sin apartar la mirada, aunque la timidez comenzaba a apoderarse de ella.
—O podríamos quedarnos así un rato —respondió N en un susurro, casi como si temiera romper el momento.
La risa de Uzi fue suave, pero genuina. Aunque todavía estaba nerviosa, ya no sentía la necesidad de huir de esa sensación. Sabía que había algo entre ellos, algo que crecía con cada práctica, con cada sonrisa compartida, con cada mirada. Y aunque aún no eran pareja, lo que sentían el uno por el otro estaba claro.
Finalmente, N la soltó, pero solo lo suficiente para que pudiera moverse libremente. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso atrás, él tomó su mano, sujetándola con suavidad pero firmeza.
—Vamos a seguir practicando —dijo él, con una sonrisa que hizo que Uzi sintiera mariposas en el estómago.
Y así continuaron, teletransportándose y riendo, atrapándose el uno al otro en ese juego que habían creado juntos. Pero ahora, sabiendo que lo que realmente estaban practicando no era solo la magia, sino la forma en que sus corazones se iban encontrando, paso a paso, hechizo a hechizo.
Unas horas más tarde Thad había llegado a ellos, milagrosamente había logrado abrirse paso por el bosque hasta llegar a la mansión, les llevo la comida, y N después lo llevó de vuelta al pueblo, bueno a la salida del bosque, donde se despidieron de él con una nueva promesa de que volvería con más comida.
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Buenasssss con túnel del carpo y todo pero actualizando >:D
aproveché y me traje la lap a la escuela Jkdsjvbhsdfr
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