Capítulo 36
Los cuatro salieron de la habitación en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos. Al descender por las escaleras, el sonido de sus pasos resonaba en el vacío de la casa, llenando los pasillos con un eco que parecía susurrar los secretos que sus paredes ocultaban. N lideraba el grupo con determinación, sus ojos vigilantes escaneando el entorno. El vestíbulo era un espacio amplio y oscuro, con viejas pinturas colgando de las paredes, sus marcos dorados cubiertos por una capa de polvo que atestiguaba los años de abandono. Mientras avanzaban, N les hizo una señal abrupta para que aceleraran el paso.
- Apúrense -dijo en un susurro que apenas se distinguió. Y apenas decir eso la risa de V fue escuchada desde algún recóndito lugar, así que no hubo necesitad de repetir la orden.
El exterior les dio la bienvenida con un cambio drástico en la atmósfera. El cielo estaba cubierto de nubes grises que prometían una tormenta inminente. La brisa era suave y húmeda, como una caricia fría que les recorrió la piel, erizándoles los nervios. Para sorpresa de todos, N se veía inusualmente feliz bajo aquel clima desalentador. Sus labios se curvaron en una amplia sonrisa, y sus ojos, parecían brillar con un entusiasmo infantil. Era como si la tormenta que amenazaba con desatarse reflejara algo en su interior que no podía ocultar. Sus cabellos se alborotaban juguetonamente con el viento, y su abrigo, ese largo y oscuro abrigo que tanto le caracterizaba, se abría de par en par, revelando su pantalón negro y la camisa del mismo color que llevaba debajo.
Uzi no pudo evitar mirarlo. Sus ojos estaban fijos en él, estudiando cada detalle con una mezcla de admiración y desconcierto. Había algo en la forma en que N sonreía que la hacía sentir extraña, como si estuviera viendo a una persona completamente diferente. Observó la curva de sus labios, sus ojos ambarinos que reflejaban la luz difusa del cielo nublado, la manera en que sus rizos se movían al compás del viento. Incluso el gorro de piloto que llevaba puesto parecía formar parte de esa imagen perfecta. Era como si N estuviera hecho para ese momento, como si el universo entero conspirara para mostrarle a Uzi una faceta que ella jamás había imaginado. La joven no pudo evitar sonrojarse al darse cuenta de que lo estaba mirando con una expresión boba, embelesada por su presencia.
N, quien rara vez pasaba por alto algo, notó la mirada de Uzi. Giró la cabeza y la miró directamente a los ojos, con una sonrisa cálida que desarmó todas las barreras que ella había construido. Uzi sintió cómo su corazón se aceleraba, como si estuviera a punto de saltar de su pecho, y de inmediato apartó la mirada, incómoda con la intensidad de sus propios sentimientos. Gruñó por lo bajo, tratando de disimular el torrente de emociones que la embargaba.
- No te hagas ilusiones -murmuró para sí misma, como si esas palabras pudieran disipar la calidez que se había instalado en su pecho.
Mientras tanto, Alvirian, que había estado observando la interacción de sus compañeros de reojo, fruncía el ceño con evidente irritación. No era el tipo de persona que disfrutara de esas exhibiciones de afecto, por muy sutiles que fueran, y mucho menos cuando había asuntos más importantes en juego. Dejó escapar un gruñido de frustración y pateó el suelo con fuerza, dejando profundos surcos en la tierra húmeda. El barro salpicó sus botas y el dobladillo de su pantalón, pero no pareció importarle. Su mente estaba ocupada con pensamientos mucho más oscuros, con la sensación de peligro que aún se cernía sobre ellos como una sombra.
Thad, por otro lado, mantenía la calma habitual que lo caracterizaba. Con las manos en los bolsillos, miraba el bosque que se extendía ante ellos. A pesar del peligro mortal que habían enfrentado apenas un día atrás, había algo indudablemente hermoso en aquel lugar. Los árboles eran altos y esbeltos, y sus hojas, verdes y frescas, danzaban suavemente con el viento. A la luz del día, el bosque parecía un refugio seguro, un santuario que les protegía de las amenazas que acechaban en las sombras. Sin embargo, Thad sabía que esa belleza era solo superficial, que el verdadero rostro del bosque era uno de terror y oscuridad, y que, aunque estuvieran fuera de peligro por el momento, la amenaza nunca desaparecería por completo.
- Tenemos que seguir adelante -dijo N de repente, sacando a todos de sus pensamientos. Su voz era firme, y su sonrisa se había desvanecido, reemplazada por una expresión de seriedad que no admitía objeciones-. No podemos quedarnos aquí.
Uzi asintió, aún sin atreverse a mirarlo directamente, mientras Alvirian soltaba un resoplido de desdén.
- Sí, sí, lo que digas -murmuró, aunque sus acciones demostraron que estaba dispuesto a seguirle el paso. Thad simplemente sonrió, como si todo esto fuera una especie de juego para él, y comenzó a caminar detrás de N.
El grupo avanzó por el sendero que se abría paso entre los árboles, rodeados por el sonido del viento que soplaba a través de las ramas y el crujir de la tierra bajo sus pies. La humedad se hacía más palpable a medida que se adentraban en el bosque, y el olor a tierra mojada llenaba sus pulmones, recordándoles lo vivos que estaban. Cada paso que daban parecía alejarlos un poco más del horror que habían dejado atrás, y, sin embargo, no podían ignorar la sensación de que algo, o alguien, les estaba observando desde las sombras.
De repente, N se detuvo y levantó una mano, indicándoles que hicieran lo mismo. Los demás aguzaron el oído, intentando identificar lo que había llamado su atención. Durante unos segundos, no oyeron nada, solo el murmullo del viento y el crujido de las hojas secas bajo sus pies. Pero entonces, un sonido apenas perceptible llegó a sus oídos. Era leve, como un eco lejano que resonaba entre los árboles.
- Algo nos sigue -susurró Uzi, y su voz tembló al decirlo. N asintió, sus ojos ambarinos brillando con determinación.
Mientras avanzaban, la lluvia finalmente comenzó a caer, lenta al principio, pero luego en forma de un torrente que empapó sus ropas y les hizo sentir el frío hasta los huesos. Y, sin embargo, ninguno de ellos se detuvo. Porque en medio de esa tormenta, con el viento ululando a su alrededor, encontraron la fuerza para seguir adelante. Porque a pesar de todo, aún había esperanza, aún había un camino que recorrer, y mientras tuvieran el uno al otro, sabían que podrían enfrentarse a cualquier cosa que se interpusiera en su camino.
N, abrumado por la intensa presencia que sentía en el ambiente, no dudó ni un segundo en reaccionar. Sus alas, de un tamaño imponente y llenas de energía, se desplegaron con fuerza en un solo movimiento, levantando una ráfaga de aire que hizo crujir las ramas de los árboles cercanos. Sabía que no podían quedarse allí, la sensación de peligro era demasiado abrumadora. Con agilidad, cargó a Uzi y a Thad en sus brazos, mientras que Alvirian se aferraba con firmeza a su espalda. Sin dar más explicaciones, N se elevó rápidamente, emprendiendo el vuelo a una velocidad casi vertiginosa, dejando atrás el suelo apenas un segundo antes de que algo terrible sucediera.
De repente, un rugido estremecedor resonó en el aire, un sonido grave y gutural que hizo vibrar la tierra. N apenas había logrado ascender lo suficiente cuando, en el lugar exacto donde habían estado segundos antes, apareció una criatura de pesadilla. Era una araña, pero no cualquier araña. Esta era descomunal, tan grande como un caballo. Su cuerpo estaba cubierto de un espeso pelaje negro que brillaba bajo la luz del entorno con un matiz aceitoso, y sus patas, largas y articuladas, se movían con una rapidez y agilidad inquietantes.
Los ocho ojos de la criatura relucían como pequeñas canicas negras, carentes de emoción, pero llenos de una mirada depredadora e implacable. Aquellos ojos parecían capaces de ver en todas direcciones al mismo tiempo, escaneando el área en busca de su próxima presa. Eran fríos, calculadores, pero lo que resultaba más inquietante era cómo brillaban de manera intermitente, como si una inteligencia retorcida habitara detrás de esos globos oscuros.
Uzi, quien normalmente no se asustaba fácilmente ante los insectos, y mucho menos ante las arañas, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No podía apartar la vista de las monstruosas pinzas que se abrían y cerraban con un chasquido fuerte, como si estuvieran probando el aire, anticipando el momento de capturar a su presa. Las pinzas eran tan grandes que podrían haber triturado un tronco de árbol sin el menor esfuerzo. El sonido que emitían al chocar entre sí era un recordatorio del peligro inminente, un aviso claro de que cualquier ser que cayera en sus garras no tendría escapatoria.
El cuerpo de la araña, además del pelaje negro, era robusto y poderoso. Las patas, cubiertas de pequeños pelos erizados, se clavaban en el suelo con cada paso, dejando profundas huellas en la tierra húmeda. A pesar de su tamaño descomunal, la criatura se movía con una rapidez sorprendente, como si el peso no fuera un impedimento para su agilidad. Las patas terminaban en afiladas garras que, con cada movimiento, desgarraban el terreno con facilidad.
Uzi se estremeció involuntariamente al ver aquella monstruosidad.
- No le temo a las arañas -murmuró para sí misma, intentando convencerse-, pero esta... definitivamente es la excepción
La gigantesca criatura representaba algo más que un simple peligro; parecía encarnar los miedos más primitivos de la humanidad, la fusión perfecta entre el depredador implacable y una oscuridad insondable.
N, consciente de la amenaza que se cernía sobre ellos, batió sus alas con aún más fuerza, impulsando su cuerpo a una velocidad casi vertiginosa. La tensión en sus músculos era evidente mientras ascendía por el aire, tratando de aumentar la distancia entre ellos y la araña gigante que los había acechado segundos atrás. El sonido del viento silbaba alrededor de ellos, mezclándose con los latidos acelerados de los corazones de Uzi, Thad y Alvirian, quienes se aferraban con fuerza a N, incapaces de apartar la mirada del suelo que quedaba atrás.
A pesar de la seguridad relativa que el aire les proporcionaba, sabían que no podían bajar la guardia ni por un segundo. La araña gigante no era más que uno de los muchos peligros que acechaban en aquellos territorios, y cualquier descuido podría costarles caro. El vuelo de N continuó por un largo rato, el grupo avanzaba rápidamente por el paisaje cambiante que se desplegaba bajo sus pies. Los humanos que llevaba consigo, Uzi, Thad y Alvirian, miraban hacia abajo de vez en cuando, fascinados y cautelosos por lo que podían encontrar en la vasta extensión de tierra y bosque.
Una de esas veces, mientras Uzi miraba hacia el suelo, sus ojos captaron un destello de luz que provenía de un pequeño claro en medio del bosque. Allí, en un espacio despejado entre los árboles, vio algo que le arrancó una sonrisa leve. Pequeñas hadas revoloteaban en el aire, brillando como diminutas luces de colores hermosos. Algunas tenían tonos rosados, otras azul celeste y algunas verde esmeralda, cada una desprendiendo una luz cálida y suave que hacía que el claro pareciera un rincón sacado de un cuento de fantasía. Las hadas jugaban entre sí, riendo con un sonido cristalino, como campanitas que tintineaban al viento, despreocupadas de los peligros del mundo exterior.
- Haditas... -murmuró Uzi para sí misma, su tono entre asombro y ternura. A pesar del peligro que los rodeaba, esa pequeña visión de belleza efímera le daba un respiro a su mente cargada de tensión. Pero la calma no duró mucho, y el grupo pronto dejó atrás el claro iluminado por las hadas mientras seguían su vuelo hacia terrenos más inciertos.
A medida que avanzaban, el paisaje comenzó a cambiar nuevamente. El espeso bosque empezó a dar paso a una zona más abierta, con menos árboles y una vasta extensión de agua que se desplegaba frente a ellos. Era un lago de aguas cristalinas, tan transparente que desde el aire se podía ver el fondo rocoso y la vegetación acuática que danzaba suavemente bajo la superficie. El sol, oculto tras nubes dispersas, lanzaba destellos plateados sobre el agua, creando un juego de luces hipnótico.
Al acercarse al lago, Uzi y Alvirian notaron algo aún más interesante. En medio del lago, danzando con una gracia inusitada dentro del agua, se encontraba Dopa, aquel tritón conocido y amigo. Su presencia era inconfundible: su cola, de un profundo tono aquamarina, brillaba con cada movimiento que hacía, reflejando los colores del agua y las luces del cielo como si fuera una joya viva. La textura de su piel se fusionaba con el entorno acuático, creando la impresión de que el tritón era una extensión natural del lago mismo. Dopa tenía el cabello castaño, corto y rizado, que se movía ligeramente con el ritmo del agua. Cada vez que giraba su cuerpo, los rizos se sacudían, brillando con una ligera humedad.
Sus movimientos eran elegantes y fluidos, como si el agua fuera su hogar natural, lo cual, de hecho, lo era. Sus brazos se movían con gracia, acompañando el movimiento de su cuerpo mientras danzaba, realizando figuras complejas y fascinantes. A su alrededor, pequeños peces seguían su danza, como si fueran atraídos por su carisma natural.
A la orilla del lago, echado en una posición relajada, se encontraba un centauro, cuya presencia no pasó desapercibida para Alvirian. Su mitad equina era de un profundo tono castaño rojizo, un pelaje brillante y bien cuidado que contrastaba con el verde de la hierba a su alrededor. Su cabello, corto y del mismo color, caía en suaves mechones sobre su frente, dándole un aspecto salvaje pero noble a la vez. Alvirian lo reconoció de inmediato: era W, aquel que hace días lo había salvado, un centauro de carácter sereno y fuerte, aunque con una actitud bastante reservada.
Dopa, con una sonrisa en los labios, emergió del agua y nadó hacia la orilla, donde W lo esperaba con una expresión de calma. Los dos compartían una conexión profunda, evidente en la forma en que se comunicaban sin palabras. El tritón sacó una flor del fondo del lago, una flor de un color azul pálido, casi traslúcida, que parecía haber sido creada especialmente para ese momento. Con delicadeza, Dopa se inclinó y colocó la flor en el cabello de W, justo por encima de su oreja, en un gesto de ternura que hizo que incluso el centauro, normalmente serio, esbozara una pequeña sonrisa.
El contraste entre ambos era notable. Dopa, con su alegría y energía desbordante, representaba la fluidez y la libertad del agua. Cada movimiento suyo irradiaba vida y entusiasmo, como si el mundo a su alrededor fuera una celebración constante. En cambio, W, con su porte firme y su naturaleza reservada, parecía una encarnación de la tierra misma, estable y segura. Su mitad equina, con sus poderosas patas y su postura orgullosa, le daba una presencia imponente, pero su interacción con Dopa mostraba un lado más suave que pocos conocían.
Alvirian observó la escena con atención. Reconocía en W a un guerrero formidable, pero también sabía que bajo esa armadura de fuerza se escondía un ser profundamente leal y protector. La forma en que Dopa y W interactuaban le hacía recordar que, incluso en un mundo lleno de peligros y caos, todavía había espacio para la conexión y la ternura.
Uzi apenas apartó la mirada de la escena, fascinada por la tranquilidad que emanaba de aquel rincón del mundo. A pesar de las circunstancias, aquella imagen de Dopa y W en el lago le brindaba una paz que hacía tiempo no sentía.
N, que seguía volando con los tres a cuestas, lanzó una mirada rápida hacia el lago antes de concentrarse nuevamente en el vuelo. Sabía que no podían detenerse por mucho tiempo, pero aquel pequeño respiro, aquel oasis de calma en medio del caos, era algo que todos agradecerían.
El grupo, con los recuerdos de las hadas, Dopa y W grabados en su mente, continuó su trayecto por el aire, conscientes de que el peligro no estaba tan lejos como les gustaría, pero también sabiendo que en medio de tanta oscuridad aún existían lugares y seres que irradiaban luz y esperanza.
A los pocos minutos de volar, el grupo finalmente llegó al linde del bosque. N aterrizó suavemente, y los humanos bajaron a tierra con un ligero tambaleo. El aire fresco del exterior les envolvió, una brisa ligera que parecía agradecerles por haber salido de las profundidades del bosque.
Uzi se estiró, sintiendo cómo sus músculos se relajaban tras el vuelo. Luego, sin pensarlo mucho, se recargó un poco en N, apoyando su espalda contra el pecho del chico. Era un gesto sencillo, pero el contacto físico le brindaba una sensación de seguridad y calidez. N sonrió al sentirla cerca, acariciando su cabeza con ternura. En respuesta, Uzi le dio un suave manazo, una mezcla de juego y molestia que solo fortalecía su conexión.
—Vuelve y trae comida —dijo Uzi, dirigiéndose a Thad con una expresión seria, como si estuvieran tratando un asunto de suma importancia. El chico rubio la miró un poco confundido al principio, como si estuviera sopesando el significado de su petición.
Thad se tomó unos segundos para reflexionar sobre la solicitud, sintiendo la presión de ser el encargado de esa tarea. Finalmente, asintió con la cabeza, reconociendo que no tenía otra opción.
—¿En serio no pueden salir de aquí? —preguntó Thad, frunciendo el ceño mientras miraba a sus amigos.
Uzi, N y Alvirian negaron con la cabeza al unísono, una respuesta firme que dejaba claro que no había espacio para la duda. El bosque tenía sus propias reglas, y sabían que no podían romperlas.
Para que no quedaran dudas sobre la veracidad de su afirmación, Alvirian se acercó a la salida del bosque. Sin embargo, apenas intentó cruzar el umbral, algo invisible lo repelió con una fuerza sorprendente, lanzándolo varios metros hacia atrás. Cayó sobre su trasero con un ruido sordo y un leve gruñido de frustración por el impacto. La escena, aunque cómica, les recordó a todos que no estaban en un lugar ordinario.
—No preguntaré qué fue lo que hicieron, pero está bien, les traeré comida —dijo Thad, con una sonrisa que se desvaneció al ver a N. El chico se puso un poco nervioso, como si estuviera midiendo las palabras que saldrían de su boca. —A ti no puedo traerte comida; no pienso matar a nadie.
N gruñó un poco en respuesta, pero, en un instante, se calmó y sonrió, mostrando que entendía la situación de su amigo. Sabía que Thad estaba hablando en serio, y aunque su naturaleza podía ser intimidante, había un respeto mutuo entre ellos que siempre prevalecía.
—Le pediré a Cyn que me traiga algo cuando ella coma. Estaré bien —afirmó N con confianza, tratando de tranquilizar a todos. Uzi lo miró, su expresión llena de preocupación, aunque intentaba no mostrarlo demasiado.
N bajó la mirada hacia Uzi, quien, a pesar de estar tan cerca, parecía tener su propio mundo. En ese momento, N pudo sentir un pequeño bufido de Uzi sobre su piel, un sonido que le hizo sonreír. En respuesta, se inclinó un poco, tocando la punta de la nariz de Uzi con la suya. Fue un gesto juguetón y cariñoso, algo que sabía que a Uzi le gustaría. Sin embargo, ganó un golpe por parte de la pelimorada; no fue un golpe fuerte, pero sí lo suficientemente firme como para que N se alejara de ella, sorprendido.
Uzi sonrió de manera victoriosa, sintiéndose satisfecha por haber conseguido hacer retroceder a N, aunque en el fondo sabía que su juego era solo una forma de acercarse. Era una dinámica que siempre tenían, un baile de miradas y gestos que solo ellos entendían.
Thad, observando la escena con una mezcla de diversión y complicidad, decidió que ya era hora de partir. Se colgó la mochila al hombro, preparándose para su pequeña misión de regreso al pueblo.
—Prometo regresar mañana después de la escuela para llevarles comida —dijo, con un tono que combinaba la determinación con un toque de emoción. Sabía que no sería fácil volver allí, pero la idea de ayudar a sus amigos le llenaba de propósito.
Alvirian, que todavía estaba recuperándose de su pequeño incidente, se acercó y le dio una palmadita en la espalda a Thad, una señal de aliento.
Thad sonrió y asintió, consciente de los peligros que acechaban más allá de la seguridad del pueblo, y que al volver ahí volvería a exponerse a ellos. Con un último vistazo a sus amigos, dio un paso atrás, y luego comenzó a caminar hacia el sendero que llevaba fuera del bosque, listo para enfrentar el mundo exterior una vez más.
Uzi y N se quedaron observándolo alejarse, con una mezcla de esperanza y preocupación. La amistad que compartían era fuerte, pero también sabían que cada vez que uno de ellos salía al mundo exterior, había riesgos que no podían ignorar.
—¿Crees que estará bien? —preguntó Uzi, mirando a N con una expresión de duda.
N, sintiendo la tensión en su pecho, se inclinó hacia ella y le dijo con confianza:
—Sí, estará bien. Siempre lo está. Además, tiene que regresar, y no creo que le guste decepcionarnos.
Uzi asintió, tratando de convencerse. Aunque el bosque era su hogar, o al menos se estaba convirtiendo en eso, sabían que la vida más allá de los árboles tenía sus propios desafíos, pero su conexión era más fuerte que cualquier obstáculo. Aun así, mientras observaban la figura de Thad desvanecerse entre los árboles, la sensación de vulnerabilidad se instalaba en el aire.
Básicamente capítulo de hueva HJAJAJA y de gays de fondo >:3
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