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Capítulo 33

Cuando el Devorador de Carcajadas emergió de entre los árboles, su figura descomunal hizo crujir las ramas a su paso, como si la misma naturaleza retrocediera ante su presencia. Era una criatura grotesca y deformada, con un cuerpo que se retorcía y alargaba de formas imposibles, sus garras curvadas hacia adelante y su rostro desfigurado por una sonrisa permanente, deformada en una mueca que parecía burlarse de todo a su alrededor. Un gélido viento acompañaba su llegada, impregnando el aire con una tensión casi palpable.

N, con sus instintos afilados como los de un depredador en alerta máxima, se adelantó sin dudarlo, colocando su cuerpo frente a Uzi en un movimiento protector y calculado. Su silueta vampírica contrastaba con el claro nublado, sus alas de murciélago completamente desplegadas detrás de él, como un manto oscuro que cubría el suelo bajo su sombra. Las alas se estremecieron, dejando escapar un suave silbido al cortar el aire. Las garras largas y afiladas de N, lo suficientemente peligrosas para atravesar carne y hueso con facilidad, brillaban con un destello amenazante, mientras su cola ácida se movía de un lado a otro, con una inquietud que reflejaba su preparación para el combate.

Los colmillos de N, más pronunciados que de costumbre, sobresalían levemente por el borde de sus labios, afilados como dagas listas para desgarrar. El vampiro respiraba de manera profunda, sus músculos tensos y preparados para la lucha. Había algo en su postura que desprendía una mezcla de ferocidad y control, como si cada fibra de su ser estuviera enfocada en proteger a Uzi a cualquier costo.

Uzi y Alvirian, situados unos pasos detrás de él, observaban la escena con una mezcla de fascinación y tensión. Uzi mantenía sus ojos fijos en N, estudiando cada uno de sus movimientos, admirando su ferocidad y determinación. Era como si el vampiro estuviera hecho para situaciones como esta, un depredador nacido en las sombras, cuya única misión en ese momento era enfrentar a la bestia que amenazaba su seguridad. Alvirian, por su parte, miraba nerviosamente entre la criatura y N, sin saber exactamente qué esperar de la inminente confrontación. Su mente corría en todas direcciones, buscando una salida, pero sabía que lo único que podía hacer en ese momento era confiar en N y Uzi.

El Devorador de Carcajadas emitió un gruñido gutural que resonó por todo el claro, su monstruoso cuerpo convulsionándose con una energía casi incontrolable. Su risa, espeluznante y distorsionada, comenzó a resonar por los alrededores, como si estuviera disfrutando del miedo que provocaba. Su sonrisa, un gesto macabro y grotesco, permanecía fija mientras se lanzaba hacia N con una velocidad aterradora, sus garras extendidas listas para desgarrar. El suelo retumbó bajo sus pesadas pisadas, y el aire parecía vibrar con la fuerza de su embestida.

N estaba preparado. No retrocedió ni un solo paso mientras la criatura se abalanzaba sobre él. Con una maniobra ágil, bloqueó el ataque, sus garras chocando contra las del Devorador en un enfrentamiento feroz. El impacto fue tan fuerte que los árboles cercanos temblaron, y aunque N se mantuvo firme, fue arrastrado varios metros hacia atrás, sus pies arañando el suelo y levantando polvo mientras intentaba contener la fuerza de la bestia. Su expresión no mostró sorpresa, solo una determinación fría. Cada músculo de su cuerpo parecía estar calculando el siguiente movimiento.

Las garras de N, tan afiladas como cuchillas, se hundieron en la carne del monstruo. Un chorro de sangre oscura y espesa brotó del Devorador de Carcajadas mientras N lo empujaba con todas sus fuerzas. El vampiro utilizó el impulso para lanzar al monstruo por los aires, proyectándolo con una brutalidad calculada. El cuerpo del Devorador voló hacia atrás, sus extremidades agitándose mientras caía pesadamente al suelo, dejando una estela de sangre oscura en el aire.

Pero antes de que el monstruo pudiera siquiera tocar el suelo, Uzi intervino. Con una gracia etérea, levantó una mano y dirigió su energía hacia el punto exacto en el que el Devorador estaba a punto de caer. El cuerpo de la criatura, que ya descendía con fuerza, fue golpeado por una ráfaga de poder invisible que intensificó el impacto de su caída. El sonido del cuerpo del monstruo chocando contra la tierra fue ensordecedor, como si hubiera caído una roca gigante. El suelo tembló levemente bajo el peso de la bestia, y una nube de polvo se levantó en el aire.

N, que había retrocedido un paso para observar el resultado del golpe, se detuvo y miró a Uzi, sorprendido por la magnitud del daño. No había esperado que la caída fuera tan devastadora, pero ahora, observando con más atención, vio algo que le hizo sonreír. El cabello de Uzi, normalmente oscuro y suave, brillaba con una intensidad sobrenatural, como si estuviera imbuido de la misma energía que había utilizado para intensificar el ataque. Sus mechones ondeaban suavemente a su alrededor, como si estuvieran vivos, y sus ojos, de un color morado profundo, resplandecían con un fulgor luminoso y casi hipnótico. Era una visión poderosa y enigmática, una bruja en pleno control de sus habilidades.

N dejó escapar una risa suave, llena de admiración. "Nada mal", pensó, sus ojos aún fijos en Uzi. Había algo increíblemente atractivo en su presencia en ese momento, como si se hubieran sincronizado en una danza letal sin siquiera planearlo. A pesar del peligro que los rodeaba, N se sintió extrañamente cómodo, confiando en las habilidades de Uzi como si hubieran peleado juntos toda la vida.

Después de ese breve momento de conexión, N enderezó su postura, girando su cuello para liberar la tensión acumulada en los músculos, el sonido de las vértebras crujientes fue audible en el silencio repentino que siguió al ataque. Era como si el tiempo mismo hubiera detenido su curso por un segundo, dándoles una pausa antes de que la bestia, imparable, volviera a levantarse. Y N sabía que lo haría.

El Devorador de Carcajadas, aunque dañado, comenzó a moverse lentamente. Sus extremidades se retorcían de manera antinatural, como si no estuvieran acostumbradas a una forma física estable. Se levantó sobre sus patas traseras, tambaleándose mientras lo hacía, y la sonrisa grotesca permanecía inalterada en su rostro desfigurado. Era como si nada pudiera borrar aquella expresión burlona de su cara.

N entrecerró los ojos, sus colmillos todavía expuestos, y sus alas se movieron ligeramente mientras se preparaba para el próximo asalto. El vampiro no mostraba signos de cansancio, a pesar de haber soportado el peso y la fuerza de la bestia momentos antes. En su mente, ya había calculado la mejor manera de terminar el enfrentamiento. A su lado, Uzi también estaba lista, sus ojos aún resplandecientes con ese brillo morado y su cuerpo emanando una energía que era imposible de ignorar.

Mientras tanto, Alvirian, que hasta entonces había permanecido en segundo plano, observaba con una mezcla de miedo y asombro, incapaz de intervenir. Sabía que este no era su combate. Todo lo que podía hacer era mantenerse al margen y confiar en que N y Uzi, en ese momento, eran la única barrera entre ellos y una muerte segura.

El monstruo lanzó un rugido estremecedor, y en cuestión de segundos se impulsó hacia adelante con una velocidad alarmante. Su cuerpo grotesco y escamoso se movía con una agilidad sorprendente para su tamaño, y sus garras extendidas parecían listas para destrozar todo a su paso. El aire alrededor del claro se llenó de una sensación de inminente peligro, como si la misma atmósfera se tensara ante la presencia de la criatura.

Pero Uzi no se inmutó. De hecho, en su rostro se dibujó una sonrisa que, bajo otras circunstancias, podría haber sido descrita como casi burlona, desafiando abiertamente al Devorador de Carcajadas. Sus labios se curvaron hacia arriba con una confianza desbordante, como si ya supiera cómo terminaría la confrontación, como si todo fuera parte de un juego que ella controlaba. Sin previo aviso, se movió rápidamente, interponiéndose entre N y el monstruo sin el menor atisbo de duda.

N, sorprendido por la acción repentina de Uzi, dio un paso hacia adelante, instintivamente extendiendo una mano para apartarla. Su primera reacción fue protegerla, alejarla del peligro que se acercaba con garras y colmillos listos para desgarrar. Sin embargo, justo en el momento en que N estaba a punto de interponerse entre Uzi y la bestia, algo sucedió que lo detuvo.

El Devorador de Carcajadas, a escasos metros de alcanzarla, no tuvo la oportunidad de tocarla. Con un movimiento ágil y preciso, Uzi saltó en el último segundo, elevándose por encima de la bestia con una destreza casi imposible. Mientras pasaba por sobre el monstruo, su mano rozó suavemente su lomo, apenas un toque, pero ese contacto fue suficiente para desencadenar lo que ocurrió después.

Las patas del Devorador, que un momento antes habían estado cargadas de energía para atacar, de repente quedaron inmóviles, como si estuvieran atadas por cuerdas invisibles. La criatura, que había sido imparable un segundo antes, cayó pesadamente al suelo, sus extremidades amarradas en un lazo invisible que lo dejó indefenso, luchando por liberarse. El sonido de su furioso rugido resonó en el claro, pero era inútil; las piernas de la criatura estaban atrapadas, y por mucho que se retorciera, no lograba deshacerse del hechizo que Uzi había lanzado con un simple toque.

- ¡N! -gritó Uzi, su voz clara y decidida, cortando el aire.

N, quien había estado observando todo con una mezcla de asombro y admiración, entendió de inmediato lo que ella había hecho. Uzi, con su rapidez y astucia, le había proporcionado la oportunidad perfecta para atacar. Sin perder un segundo más, N desplegó sus alas de murciélago con un poderoso batir, elevándose en el aire con una velocidad que desmentía su tamaño. Sus ojos se enfocaron en su objetivo, su mente clara y centrada en el próximo movimiento.

Con sus garras extendidas y sus colmillos expuestos, N se lanzó en picada hacia el monstruo, su cuerpo cortando el aire como una flecha disparada con precisión. Su objetivo era claro: la cabeza de la criatura. A pesar de la resistencia de su piel escamosa, N sabía que debía intentar perforarla. Descendió sobre la bestia con toda la fuerza que podía reunir, sus garras impactando directamente en el cráneo del Devorador.

El sonido del impacto fue brutal, pero la piel del monstruo era increíblemente dura, como una armadura natural que protegía su cuerpo. A pesar de la fuerza del ataque de N, apenas logró rasgar la superficie de las escamas. El vampiro retrocedió levemente, sus alas agitándose mientras evaluaba la situación. Observó con frustración cómo el daño que había infligido era mínimo; apenas una ligera marca se había formado en la cabeza del Devorador de Carcajadas.

N no tuvo tiempo de recuperarse o de planear su próximo movimiento. La criatura, enfurecida por el ataque, comenzó a retorcerse con una fuerza renovada. Su risa espeluznante, distorsionada y gutural, resonó nuevamente en el claro, como si se burlara del intento fallido de N. Las cuerdas invisibles que Uzi había conjurado para inmovilizar sus patas empezaron a debilitarse, como si la voluntad de la bestia fuera demasiado fuerte para mantenerlas atadas por más tiempo.

Con un crujido desgarrador, el Devorador de Carcajadas se liberó del encantamiento. Sus patas, ahora libres, golpearon el suelo con una fuerza que hizo temblar la tierra. N apenas tuvo tiempo de alejarse antes de que la bestia se pusiera de pie, lista para atacar nuevamente. Los ojos de N se encontraron con los de Uzi por un breve instante, y en ese intercambio silencioso, supieron que la batalla no había terminado.

El aire del claro estaba cargado de tensión, como si la misma naturaleza contuviera la respiración. El cielo, gris y nublado, bloqueaba los rayos del sol, permitiendo que N se mantuviera en el campo sin preocuparse por el brillo mortal de la luz solar. Pero incluso sin el sol, la amenaza era palpable. El Devorador de Carcajadas se erguía frente a ellos, su monstruoso cuerpo oscuro y escamoso moviéndose con una inquietante combinación de fuerza y agilidad. Su rostro, una mueca de dientes afilados y ojos vacíos, parecía burlarse de cualquier intento por derrotarlo.

N extendió sus alas de murciélago al máximo, las garras de sus manos alargándose mientras flexionaba los dedos, preparado para el ataque. Su mirada oscura y decidida se mantuvo fija en la bestia. Uzi estaba a su lado, sus ojos morados brillando con una intensidad peligrosa, su cabello flotando como si una energía invisible lo envolviera. La joven no parecía tener miedo, sino más bien una curiosa calma que contrastaba con la ferocidad del enemigo que enfrentaban.

El Devorador de Carcajadas no esperó. Con un rugido que hizo eco entre los árboles, se lanzó hacia ellos. Su enorme cuerpo se movió con una velocidad aterradora, y en cuestión de segundos, estaba casi sobre Uzi. Las patas de la bestia destrozaban el suelo bajo su peso, levantando fragmentos de tierra y raíces mientras avanzaba.

N reaccionó primero. Se interpuso entre Uzi y la criatura, sus garras alzándose para recibir el impacto. La fuerza del choque fue brutal. El Devorador lo embistió con tal ímpetu que N fue arrastrado varios metros hacia atrás, pero se mantuvo firme, clavando sus garras en el suelo mientras luchaba por sostener a la criatura. El crujido de las garras de N hundiéndose en la carne del monstruo resonó en el aire, seguido por un rugido de dolor de la bestia.

Uzi, mientras tanto, se movía con una agilidad casi sobrenatural. Al ver a N manteniendo a raya al Devorador, extendió su mano hacia el aire y susurró palabras oscuras, invocando encantamientos arcanos del grimorio que había memorizado. La energía gris, fría y densa, comenzó a envolver a la bestia, formando cadenas invisibles que atraparon sus patas y cuello, restringiendo sus movimientos.

- ¡Ahora, N! -gritó Uzi, su voz firme y clara en medio del caos.

N no necesitó más indicaciones. Con un movimiento rápido y fluido, se alzó por los aires con un poderoso batir de sus alas. Su cuerpo surcó el aire con precisión, y en un abrir y cerrar de ojos, estaba sobre el Devorador. Con un rugido propio, lanzó sus garras hacia la cabeza de la criatura, buscando el punto débil en su cráneo. Las garras afiladas de N impactaron contra las escamas del Devorador, creando un sonido metálico, pero la piel del monstruo era más dura de lo que parecía. Aunque logró dejar una marca visible, no era suficiente.

El Devorador de Carcajadas soltó un gruñido gutural, lleno de rabia y frustración. Con un movimiento violento, sacudió su cuerpo, rompiendo las cadenas arcanas que Uzi había conjurado y arrojando a N hacia atrás. El vampiro logró girar en el aire y aterrizar sobre sus pies con gracia, pero no pudo evitar que la bestia comenzara a girar su atención hacia Uzi.

La criatura, ahora libre de sus ataduras, soltó una carcajada aguda, como si se estuviera riendo de ellos. Esa risa maldita resonó en el aire, distorsionada y antinatural, y en ese momento, Uzi sintió una presión en su pecho, como si el sonido estuviera tratando de penetrar en su mente. Ella apretó los dientes, resistiendo el poder de la risa, mientras sus ojos morados parpadeaban con furia. Con un movimiento rápido, levantó ambas manos y lanzó un encantamiento que había perfeccionado en sus estudios oscuros, algo que aunque Nori nunca quiso enseñarle ella había terminado aprendiendo por cuenta propia. No era elemental, pero su magia gris era poderosa en los dominios arcanos: una serie de símbolos flotantes aparecieron en el aire, rodeando al Devorador, cada uno brillando con una luz tenue y sombría.

Los símbolos comenzaron a girar rápidamente, formando un torbellino de energía que aprisionó al Devorador. Por unos instantes, la bestia se quedó inmóvil, atrapada en el poder del encantamiento de Uzi. La criatura luchaba, intentando liberarse, pero el conjuro arcano lo contenía... al menos por el momento.

- ¡No va a durar mucho! -advirtió Uzi, su voz cortante mientras sus dedos temblaban bajo la presión de mantener el hechizo, y su cabello crecía sin que ella se diera cuenta.

N, consciente de la oportunidad que le daba Uzi, volvió a lanzarse contra la criatura, esta vez con más precisión. Se impulsó con un batir de alas y descendió sobre el Devorador con toda su fuerza. Sus garras penetraron en el cuello de la bestia, donde las escamas eran más finas, y esta vez logró hacer que la criatura sangrara. Un líquido oscuro y viscoso brotó del corte, y el Devorador aulló de dolor.

Pero incluso herido, el monstruo no se rendía. Con un movimiento desesperado, logró romper uno de los símbolos que Uzi había conjurado. El círculo arcano que lo mantenía inmóvil comenzó a desvanecerse, y con un gruñido feroz, el Devorador se liberó completamente. En un abrir y cerrar de ojos, se abalanzó sobre N, sus colmillos amenazantes dirigidos a su cuello.

N apenas tuvo tiempo de reaccionar. Levantó un brazo para defenderse, pero las fauces del Devorador se cerraron con fuerza sobre su antebrazo. El dolor fue agudo y repentino. N soltó un grito de rabia y dolor, tratando de liberarse, pero la mandíbula del monstruo era como una trampa de acero.

Uzi, viendo a N en peligro, cambió rápidamente su enfoque. Dejó de lado el conjuro que ya se desvanecía y lanzó un nuevo encantamiento. Con un gesto rápido y decidido, proyectó una ráfaga de energía oscura directamente hacia el Devorador. No fue suficiente para dañarlo gravemente, pero logró distraerlo lo suficiente como para que N pudiera liberarse de su mordida.

El vampiro retrocedió unos pasos, su brazo herido sangrando profusamente. Pero en lugar de retirarse, N gruñó y, con una furia renovada, se lanzó nuevamente hacia la bestia, dispuesto a no dejar que la batalla terminara sin dar todo de sí.

Mientras N se lanzaba sobre la criatura, su brazo herido sanaba rápidamente gracias a la capacidad regenerativa de su sangre vampírica. Su piel se cerraba y el dolor disminuía a medida que la herida se curaba, pero el proceso era visible: la carne se reconstruía en un tono pálido y brillante, como si hubiera estado esperando ese momento para recuperarse. Mientras se movía, sus ojos se volvieron completamente negros, con las pupilas doradas bien dilatadas, reflejando una intensidad feroz que apenas se había visto antes. El cambio en sus ojos no solo era físico, sino que también mostraba su concentración y determinación en el combate.

En medio de la batalla, N echó un rápido vistazo a Uzi. Lo que vio le sorprendió: el cabello de la chica había crecido considerablemente. Ahora caía en cascada por su espalda en una masa de hebras largas y onduladas, como si una energía mágica estuviera transformando su aspecto. N dedujo que el crecimiento del cabello debía estar relacionado con el uso intensivo de magia que Uzi estaba empleando. Era evidente que ella estaba canalizando un poder considerable, y eso requería un gran esfuerzo físico y mágico.

Mientras la batalla continuaba, Uzi se movía con una agilidad asombrosa. Se deslizó bajo las patas de la bestia con una precisión que parecía casi sobrenatural. Cada movimiento era fluido y calculado, como si estuviera bailando en medio del caos. Se agachó y tocó el estómago de la bestia, su mano rodeada por un brillo grisáceo de magia arcana. Al hacerlo, notó que el estómago del Devorador era sorprendentemente más suave en comparación con el resto del cuerpo, que estaba cubierto de escamas duras y afiladas. Esta vulnerabilidad fue un descubrimiento crucial, y Uzi no tardó en entender su importancia.

- ¡N, su punto débil es el estómago! -gritó Uzi con urgencia, su voz atravesando el estruendo de la batalla.

N asintió con la cabeza, su expresión endurecida por la determinación. Comprendió de inmediato la importancia de la información que Uzi le había proporcionado y no perdió tiempo en ponerla en práctica. Se movió rápidamente hacia ella, sus garras extendidas y su cola ácida lista para el ataque decisivo. Mientras corría, su mente procesaba el plan: la mejor manera de aprovechar la debilidad del Devorador y causar el mayor daño posible.

Al llegar al lado de Uzi, N desplegó su cola ácida y la dirigió hacia el estómago expuesto de la bestia. Con una fuerza implacable, perforó la carne blanda de la criatura. El ácido amarillo de su cola se deslizó dentro de la herida, provocando una reacción inmediata. El jugo gástrico del monstruo comenzó a salir a borbotones, mezclándose con el ácido y creando un cóctel corrosivo que hacía que la piel alrededor de la herida se quemara y burbujease. El ácido causó un dolor evidente en el Devorador, y la criatura rugió con una intensidad que parecía sacudir los árboles a su alrededor.

El monstruo trató de sacudirse, intentando usar sus patas para rasgar a N, pero la combinación del ataque de N y la información de Uzi estaba dando resultados. La piel del Devorador se estaba erosionando bajo el ataque ácido, y aunque el monstruo continuaba luchando con furia, la herida se estaba haciendo más grande, exponiendo el interior más vulnerable del estómago.

Mientras la batalla seguía en su intensidad, Uzi se mantenía cerca, lista para intervenir con más magia si era necesario. El crecimiento de su cabello era ahora casi un manto, una señal visible del poder mágico que estaba canalizando. Observaba cada movimiento de N y la respuesta de la bestia, preparándose para ajustar su estrategia en función de cómo se desarrollara la lucha. La combinación de su magia arcana y la destreza de combate de N estaba poniendo a prueba al Devorador de Carcajadas de maneras que la criatura no había anticipado, pero la batalla estaba lejos de terminar.

En un intento desesperado, el monstruo se levantó sobre sus patas traseras, erguido como si quisiera usar su enorme tamaño y fuerza bruta para aplastarlos. Su rugido resonó en el claro, haciendo temblar el suelo bajo los pies de N y Uzi. Por un momento, la criatura parecía indomable, pero N y Uzi intercambiaron una rápida mirada de complicidad, una comprensión silenciosa que no requería palabras. Ambos sabían lo que debían hacer.

Uzi cerró los ojos, concentrándose profundamente. Una oleada de energía mágica comenzó a rodearla, vibrando en el aire a su alrededor como un aura grisácea con matices violetas. Sus manos se movieron con precisión, y en un segundo, el poder arcano que fluía de ella se dirigió hacia N. Las garras del vampiro se alargaron aún más, volviéndose increíblemente afiladas, mientras un resplandor morado las envolvía, dotándolas de una potencia devastadora. N bajó la mirada hacia sus garras, y una sonrisa cruzó su rostro.

Sin vacilar, N se lanzó hacia la criatura, impulsado por sus alas y la fuerza sobrenatural de su cuerpo. Con un rugido propio, desgarró el estómago del monstruo, atravesando la carne blanda y vulnerable del Devorador de Carcajadas. El ataque fue brutal y preciso, cortando profundamente y exponiendo los órganos internos de la bestia. El monstruo soltó un alarido estremecedor mientras su cuerpo se desplomaba pesadamente sobre el suelo, derramando jugos gástricos y un líquido verdoso por todas partes. En un último espasmo, la criatura intentó moverse, pero pronto quedó inmóvil. Había muerto.

Uzi abrió los ojos lentamente, y sus miradas se encontraron de nuevo, ambos aliviados por haber sobrevivido a la batalla. N dejó caer sus brazos a los lados, sus garras aún resplandeciendo débilmente con la energía mágica de Uzi. Por un momento, el claro quedó en completo silencio, roto solo por el suave crujido de las ramas y el sonido lejano de hojas agitándose con la brisa. Sin embargo, el alivio duró poco.

De repente, algo cayó pesadamente al suelo, haciendo un sonido húmedo y pegajoso al salir del estómago destrozado del Devorador de Carcajadas. Ambos se tensaron, volviendo su atención hacia el cuerpo inerte de la criatura. Lo que vieron los dejó momentáneamente sin palabras.

Los ojos de N habían vuelto a la normalidad, sus pupilas doradas contrastando con la oscuridad que dejaba sus iris. Aunque sus alas y cola seguían presentes, las primeras se plegaron contra su espalda, mientras que su cola se movía de un lado a otro, de manera inquieta, como la de un gato que necesitaba calmarse después de una intensa pelea. Observaba la escena con cautela, pero no estaba preparado para lo que sucedió a continuación.

Los ojos de Uzi, en cambio, aún brillaban con un resplandor morado, y su largo cabello ondeaba levemente, impulsado por la energía mágica residual que aún la rodeaba. Su expresión de sorpresa era evidente mientras sus ojos se fijaban en lo que acababa de caer al suelo.

- ¡¿Thad?! -exclamó Uzi con incredulidad al ver la figura empapada en jugos gástricos y cubierta de una sustancia verde y pegajosa. 

El chico rubio, que acababa de salir del estómago del monstruo, parecía completamente aturdido. Uzi lo observaba, esperando una respuesta, pero Thad no parecía haberla escuchado. Estaba en shock, su cuerpo temblaba ligeramente mientras intentaba comprender lo que acababa de ocurrir.

- ¡¿THAD?! -repitió Uzi, esta vez con más fuerza, su voz clara y directa.

Finalmente, el chico levantó la mirada y la enfocó. Sus ojos estaban vidriosos, pero al ver a Uzi, una chispa de reconocimiento apareció en su expresión.

- ¡¿Uzi?! -murmuró, aún aturdido. Intentó levantarse tambaleante, mientras sus manos trataban de limpiar la sustancia viscosa que lo cubría, aunque sin mucho éxito. Su camiseta estaba completamente empapada, y su rostro era una mezcla de desconcierto y horror.

La mirada de Thad pasó de Uzi a N, y lo que vio lo dejó aún más confundido. N lo observaba con una sonrisa sincera, como si la situación fuera menos extraña de lo que realmente era.

- Hola, Thad -dijo N con una voz tranquila pero irónica-. ¿La señorita Heggins no se molestó porque no entregué mi parte del proyecto? -añadió con una leve risa.

La mención de la profesora de biología fue lo último que Thad esperaba escuchar en ese momento, y mucho menos de N, que solía ser alguien tranquilo y agradable en la escuela. Pero lo que más lo perturbaba no era solo la mención casual del proyecto, sino el aspecto de N: cubierto de sangre, con garras, alas de murciélago plegadas, una cola moviéndose detrás de él y colmillos afilados que sobresalían de su boca.

Por otro lado, estaba Uzi, su cabello largo y brillante como nunca antes lo había visto, y esos ojos fluorescentes que parecían irradiar un poder extraño.

Fue demasiado para Thad. Su mente no pudo procesar todo lo que estaba ocurriendo. El choque, la confusión y el miedo se acumularon en su interior, y, sin previo aviso, sus piernas cedieron bajo él.

Con un suave susurro, Thad se desmayó, cayendo al suelo en un montículo inerte de confusión y moco verde.

Uzi y N se miraron con una mezcla de preocupación y entendimiento en sus ojos. La batalla había sido dura, y aunque el Devorador de Carcajadas había caído, no podía evitar que la tensión aún flotara en el aire. Ambos sabían que tenían que actuar con rapidez para asegurarse de que Thad estuviera bien. N, con un movimiento ágil y decidido, se agachó y levantó a Thad en sus brazos, cargándolo con una facilidad que contrastaba con la pesadez del momento. La expresión de N era de concentración y preocupación; sabía que la situación era grave y necesitaba actuar de inmediato.

Mientras tanto, Alvirian permanecía a cierta distancia, su mirada fija en la escena. Sus pensamientos estaban enredados en una maraña de emociones: admiración y envidia por la magia de Uzi, y una creciente frustración por su propia incapacidad para moverse. El miedo que lo había paralizado en el momento crítico lo hacía sentir extremadamente impotente, y esa impotencia era una carga pesada que lo molestaba profundamente. Sentía que no estaba a la altura de las circunstancias y que no podía ofrecer la ayuda que la situación requería.

Alvirian observó mientras N se preparaba para partir, y aunque su orgullo se veía herido, sabía que tenía que actuar. Se acercó con paso decidido hacia ellos, sus pasos resonando en el suelo del claro. A pesar de la incomodidad y el desdén que sentía, se inclinó para tomar el pulso de Thad. Sus dedos se posaron con delicadeza sobre la muñeca de Thad, palpando con precisión.

- Tiene el pulso débil -dijo Alvirian con voz grave, su preocupación evidente en su tono. Las palabras parecían pesar en el aire, cargadas con la urgencia de la situación. Miró a N, que ya estaba en proceso de desplegar sus alas, preparándose para levantar vuelo y regresar a la mansión. Era claro que N estaba decidido a llevar a Thad a un lugar seguro lo más rápido posible.

Uzi se acercó a ellos, sus ojos aún resplandecientes con el brillo mágico de antes. Se inclinó hacia Thad, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y tristeza. No había mucho más que pudiera hacer en ese momento, pero su presencia ofrecía una especie de consuelo silencioso. Sus manos, aún temblorosas de la energía mágica que había usado, se posaron en el hombro de Thad, mostrando un gesto de solidaridad.

N, con una determinación feroz en su expresión, extendió sus alas en toda su magnitud. Los pliegues de sus alas se movían con un leve susurro, creando un viento suave alrededor. Se preparaba para elevarse, para llevar a Thad a un lugar donde pudiera recibir la atención adecuada. Su cuerpo estaba en tensión, listo para el despegue, cada músculo y cada membrana pareciendo vibrar con la energía que necesitaba para el vuelo.

Alvirian, con una expresión de resignación y frustración, se acercó a N. Aunque le costaba aceptar su propia debilidad, sabía que debía cooperar. Se aferró a uno de los brazos de N, mientras que Uzi se aferraba a la espalda del vampiro, con una determinación que ocultaba su malestar interno. La sensación del vuelo inminente le provocaba una mezcla de nervios y anticipación, pero también un tenue sentido de esperanza. El impulso de N, aunque rápido, fue suave y calculado, y pronto se alzaron al cielo, dejando atrás el claro y la escena caótica que había marcado el final de su enfrentamiento con el Devorador de Carcajadas.

Mientras ascendían, el viento cortaba a través del aire, y el paisaje se desdibujaba en un manto de colores que se mezclaban con la luz del día nublado. El vuelo de N era ágil y preciso, cada batir de alas mostrando la fuerza y la destreza que lo caracterizaban. Aunque el futuro aún era incierto, el acto de volar hacia la seguridad y la esperanza de una solución ofrecía un rayo de esperanza en medio de la oscuridad de la tan reciente batalla.

5050 PALABRAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSSS >:D

No he hecho la tarea pero tenía que escribirlo y me dejé llevar JAJA

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