Capítulo 1.
Cuando Uzi despertó, la luz tenue del amanecer apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas de su habitación. Se sentía completamente aturdida, como si un velo de pesadez envolviera cada rincón de su cuerpo. La alarma de su celular, que había sido programada para sonar con una estridente melodía de rock, parecía gritarle al oído con una insistencia que solo incrementaba su deseo de quedarse en la cama. En medio de un bostezo, apagó el celular con un gesto torpe, casi sin abrir los ojos. La idea de levantarse era tan abrumadora que pensó en simplemente esconderse bajo las sábanas y olvidar el mundo exterior.
Uzi se estiró lentamente, intentando hacer que el cansancio se desvaneciera. Sin embargo, su cuerpo no parecía colaborar. Sus piernas, que se sentían como si estuvieran hechas de plomo, no querían responder a su llamada. Así que, en lugar de arrastrarse hasta el baño, decidió utilizar su magia. Con un leve movimiento de su mano y un murmullo apenas audible, hizo que su ropa se moviera hacia ella. Primero llegaron unos pantalones negros, amplios y desgastados, seguidos de una sudadera negra igualmente amplia. La ropa flotó por el aire, girando en un torbellino hasta que se colocó cuidadosamente sobre su cuerpo. Finalmente, su gorro tejido, a rayas negras y grises, apareció mágicamente en su cabeza. Mientras la vestimenta se acomodaba, Uzi no dejó de quejarse, su voz un constante murmullo de frustración.
—¿Por qué tiene que ser tan temprano? —murmuraba entre dientes—. ¿A quién se le ocurre enviar cartas a las universidades? Todavía no tengo ni idea de lo que quiero estudiar.
Con un último esfuerzo, Uzi se levantó de la cama, tambaleándose un poco al poner los pies en el suelo frío. Se dirigió lentamente hacia el armario para tomar sus botas. Eran unas botas negras con muchas hebillas, bastante pesadas y robustas, que le daban un aspecto más imponente de lo que se sentía en ese momento. Mientras las ataba con torpeza, sus pensamientos se enfocaron en la agitación de la mañana y en el hecho de que, a pesar de estar despierta, aún no sentía el mínimo indicio de energía.
Salió de su habitación y se dirigió hacia las escaleras. Al bajar, su padre la saludó con un enérgico "buenos días", a lo que Uzi respondió con un habitual gruñido. Su padre, un hombre de carácter afable y siempre dispuesto a ofrecer palabras de aliento, no se dejaba desanimar por las respuestas de su hija. Uzi caminó hacia la cocina, con pasos pesados, y se encontró con su madre, que estaba en medio de la preparación del desayuno. Al verla, Uzi no pudo evitar lanzarse a abrazarla, recargando su cabeza en el pecho de su madre como si buscara un refugio cálido y reconfortante. El gesto, aunque cargado de cansancio, tenía una calidez genuina.
La cocina estaba llena del aroma del café recién hecho y del tostador trabajando, con un brillo dorado en las tostadas y el ruido sutil del vapor.
Mientras se sentaban a la mesa, Uzi sacó su teléfono y, en medio del bullicio matutino, revisó los mensajes. Había uno que no había visto aún, de su compañero de clase Alvirian. El mensaje, con el escueto texto "Sé tu secreto", la hizo fruncir el ceño. Aunque su contenido era intrigante, Uzi decidió no darle demasiada importancia en ese momento. La escuela y el caos del día la aguardaban, y el mensaje podría esperar hasta que estuviera en mejores condiciones para lidiar con él.
Durante el desayuno, Uzi intentó concentrarse en la comida mientras la conversación fluía entre su madre y su prima Doll. Los temas iban desde las últimas noticias del vecindario hasta el inevitable tema de los exámenes y las aplicaciones universitarias. Cada vez que alguien mencionaba algo relacionado con su futuro, Uzi sentía una creciente presión en el pecho. No estaba lista para tomar decisiones sobre su vida, y el peso de esas expectativas la aplastaba.
—Tienes que apurarte si no quieres llegar tarde a tu primera clase —dijo su madre con una sonrisa cálida mientras le pasaba un vaso de jugo de naranja.
Uzi asintió con una mueca, sabiendo que la escuela la esperaba con un horario apretado. Se levantó de la mesa con el mismo desgano con el que había comenzado la mañana, recogió su mochila y se preparó para salir. A medida que se dirigía hacia la puerta, el sonido del reloj de pared en la cocina parecía aumentar su sensación de urgencia.
—No olvides que hoy tienes química —le recordó Nori, mientras le daba un pequeño empujón en la espalda.
—Lo sé, lo sé —respondió Uzi, intentando sonar más animada de lo que realmente se sentía.
Salió de la casa y se dirigió hacia su bicicleta, estacionada en la entrada. El aire fresco de la mañana la recibió con un golpe revitalizante, aunque no lo suficiente como para mejorar su estado de ánimo. Mientras pedaleaba hacia la escuela, los pensamientos sobre el mensaje de Alvirian y las incertidumbres sobre su futuro seguían rondando en su mente. A pesar de la frialdad del aire y la calma de la mañana, una sensación de inquietud la acompañaba.
Al llegar al Instituto Brookside, Uzi sintió una mezcla de alivio y tensión. El bullicio de los estudiantes y el sonido de las charlas y risas la rodeaban, y mientras entraba al edificio, el peso de la rutina escolar comenzaba a desvanecerse, aunque el pensamiento de las aplicaciones universitarias seguía latente. Se dirigió rápidamente a su casillero para dejar su mochila y luego se dirigió al aula de química, con la esperanza de que el día se desarrollara con menos complicaciones de lo que su desgarradora mañana había prometido.
El aire fresco de la mañana le daba a Uzi una sensación de alivio al momento de estacionar su bicicleta. La escuela estaba a la vista, con sus edificios de ladrillo rojo y ventanas grandes reflejando los primeros rayos del sol. En el aparcamiento para bicicletas, el chirrido de los frenos y el tintineo de las cadenas creaban una sinfonía matutina familiar. Uzi empujó su bicicleta hacia el lugar donde la guardaba, un rincón sombreado cerca de la entrada principal.
Mientras desaseguraba su bicicleta, observó a lo lejos a su prima Doll acercándose. Doll estaba montada en una bicicleta de un flamante color rojo, un modelo que parecía recién salido de una tienda. Aunque no eran cercanas, Uzi entendía que, tras la muerte de su madre, Doll se había mudado con ellos. Su padre, del que apenas conocían el nombre y del que no sabían casi nada, no sería un tutor adecuado para ella. El padre de Doll, de hecho, era una figura ausente en sus vidas, y la cercanía de Nori con su hermana hacía que su sobrina encontrara refugio en su hogar.
Uzi pensó en su tía fallecida mientras miraba a Doll, quien se detuvo a unos metros de distancia, bajando de su bicicleta y asegurándola con cuidado. Doll llevaba un abrigo largo y una bufanda color mostaza que contrastaban con su cabello oscuro y sus ojos vivaces. Mientras se acercaba a la entrada de la escuela, Uzi sintió una mezcla de nostalgia y resignación.
De repente, algo le llamó la atención. Un chico alto pasó a su lado, envuelto en un abrigo marrón que parecía de otra época, y llevaba una gorra de piloto aviador, la cual acentuaba aún más su altura imponente. Era una figura llamativa, con una presencia que destacaba incluso en medio de la rutina escolar. Su piel era increíblemente pálida, casi albina, y el contraste con el sol naciente la hacía parecer aún más clara. Su cabello era de un gris claro, casi blanco puro, y sus ojos amarillos profundos se destacaban como dos faros en la penumbra.
Uzi sintió un escalofrío recorrer su columna cuando se cruzaron las miradas. Sus ojos amarillos parecían atravesarla, como si pudiera ver más allá de su superficie, penetrando en lo más profundo de su ser. El chico albino continuó su camino sin mostrar ninguna expresión particular, mientras Uzi lo observaba por encima de su hombro. Su presencia era inquietante y enigmática, y Uzi decidió no darle más importancia, apurándose para entrar en el edificio de la escuela.
Se dirigió hacia su casillero en el vestíbulo principal, el cual estaba decorado con anuncios escolares y posters de eventos próximos. Los pasillos estaban comenzando a llenarse con estudiantes que charlaban animadamente, preparándose para el día que les esperaba. La luz del sol entraba a raudales a través de las ventanas, creando patrones de luz en el suelo del pasillo, mientras el bullicio escolar se iba asentando.
Uzi dejó su mochila en el casillero y se encaminó hacia su salón de clases. El aula estaba en el segundo piso, al final de un pasillo que siempre parecía más largo a primera hora de la mañana. El sonido de los pasos y las voces se desvanecía conforme se adentraba en la tranquilidad de los salones. Cuando entró al aula, el sol comenzaba a entrar a través de las ventanas, llenando el espacio con una luz cálida. Sin embargo, Uzi se dirigió rápidamente a su lugar habitual, cerca del escritorio del profesor, una ubicación estratégica que le permitía evitar distracciones y mantener un perfil bajo.
Al llegar, notó que el chico albino estaba ya allí, sentado al fondo del aula. Su postura era relajada y su expresión, sorprendentemente tranquila. Sonreía con una calma casi inquietante, como si el mundo a su alrededor no tuviera importancia para él. Su presencia era un contraste con la energía vibrante de los otros estudiantes que llenaban el aula. Uzi se dejó caer en su asiento, tratando de sacudirse la sensación incómoda que el chico albino le había causado, y concentrándose en preparar su material para la clase.
Mientras se acomodaba, escuchó el sonido familiar de alguien acercándose. Era Alvirian, su compañero de clase, quien siempre encontraba la manera de hacer su presencia conocida. Alvirian se sentó a su lado con un gesto despreocupado, sus cabellos verdes a juego con sus ojos esmeraldados que brillaban con el reflejo del sol. Su actitud era desinhibida, y su voz tenía un tono amigable pero cargado de curiosidad.
—Buenos días, Uzi —dijo con un tono que era una mezcla de familiaridad y desenfado.
Uzi, aún lidiando con el cansancio de la mañana, respondió con una mirada cansada y una mueca de desdén.
—Oh, por favor, no tienes que tener ese genio tan temprano —dijo Alvirian, ajustando su cabello verde y mostrando una sonrisa que no lograba ocultar su satisfacción—. Supongo que viste mi mensaje...
Uzi soltó un gruñido, dándose cuenta de que no estaba en el estado de ánimo para una conversación complicada. Su mente aún estaba en la etapa de aceptación de la rutina matutina y en cómo lidiar con la nueva presión de las aplicaciones universitarias.
—Sí... —respondió con un tono que no invitaba a una conversación prolongada.
Alvirian alzó una ceja, notando la falta de interés en la respuesta de Uzi. La conversación parecía no satisfacer su necesidad de interacción, y la expresión de Uzi solo provocó una sonrisa más amplia en él.
—Oh, bueno, entonces no tendrás inconveniente en que le diga a toda la escuela que eres una... —dijo, bajando la voz lo suficiente para que solo Uzi pudiera escuchar—. bruja.
Uzi se sobresaltó ligeramente, un escalofrío recorriéndole la espalda. Intentó aparentar indiferencia, pero Alvirian notó el cambio en su expresión y se rió suavemente, con un tono de victoria. La revelación de su secreto era una amenaza que no había anticipado, y el peso de la amenaza le hizo pensar en las consecuencias.
—Si quieres que no diga nada tendrás que ayudarme —continuó Alvirian con una sonrisa juguetona.
Uzi soltó un nuevo gruñido, dejando que su cabeza cayera sobre sus manos en el escritorio. La idea de tratar con la demanda de Alvirian a primera hora de la mañana era abrumadora. El sonido del reloj en la pared parecía más fuerte, marcando el ritmo de la espera y del estrés.
—Hablaremos de eso en el recreo, ¿sí? —dijo Alvirian con un tono que no permitía réplica, su entusiasmo palpable mientras se acomodaba en su asiento.
Uzi asintió con otro gruñido, sintiendo que el día no había comenzado de la mejor manera posible. Alvirian, por su parte, sonreía como si hubiera ganado la lotería, su expresión llena de una satisfacción casi infantil. El aula comenzaba a llenarse con más estudiantes, y el ambiente se volvía cada vez más animado a medida que el profesor entraba para comenzar la clase.
Mientras la clase de química se desarrollaba, Uzi trató de concentrarse en los temas del día, aunque sus pensamientos se mantenían en la conversación con Alvirian y el enigmático chico albino. La interacción de la mañana había agregado una capa de tensión a un día que ya prometía ser complejo. Mientras los minutos avanzaban, Uzi se preguntaba cómo resolvería la situación con Alvirian y qué papel jugaría el misterioso chico en el resto de su jornada escolar.
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