I
Bueno, me presento, mi nombre es Sariatu, soy una Sergahumana de piel pálida, cabello lacio y dorado y unos ojos azules, cualquiera que me mira me dice que parezco lo que llaman una muñeca de porcelana, vivo en el reino de Holewerk, uno de los tres reinos de luz, mi madre es una sirvienta del castillo y mi padre es el general del reino, bajo su mando se encuentra una orda de 50 hombres, todos leales a la corona.
Me gusta mucho la medicina que usaba plantas y especias diferentes. Otra cosa que me intriga, es la historia de los tres príncipes de oscuridad, lo único que sabía de ellos eran el orden en que habían nacido y sus edades, el primero tenía veintisiete años, el segundo, veintitrés y el tercero veinte. Había escuchado que el de en medio había nacido bajo la luna maldita, una luna teñida de rojo puro como la sangre, y por lo tanto, había heredado más cosas del dios Umbra, como su caótico temperamento o su magia, pero solo eran rumores.
-Sariatu- escuché la voz de mi madre, por lo que me gire en su dirección
-Madre, ¿qué se te ofrece?-
-Necesito que me acompañes al castillo, los príncipes darán un evento importante hoy-
Acepté y empaque mi libreta de hechizos, el día de hoy, los príncipes de luz elegirían y traerían a sus consortes al reino, o al menos el mayor de ellos, cada principe tenía la libertad de decidir a qué edad tener una consorte.
Llegamos al castillo, más precisamente, al gran salón donde se llevaría a cabo la fiesta esa noche, mi madre me pidió que ayudara con las bebidas, así que fui a la cocina y tomé un tazón de ponche de frutas, pero antes de que pudiera irme, alguien me tapó los ojos
-Adivina quién soy- esa voz de tono alegre la reconocería muy fácilmente
-Hola Zed- mi amigo me quito las manos de los ojos, por lo que pude girarme a verlo
Zed era muchacho alto de piel ligeramente bronceada, cabello rojizo y con ojos marrones, era delgado y solía ser muy alegre, siempre llevaba una sonrisa en su fino rostro, tenía una mandíbula marcada pero tenía los dichosos ojos de presa como se le conocen, aún así, traía a una que otra chica tras él
-¿Qué haces aquí? Yo te hacia en tu taller preparando no sé qué cosas-
-Mi madre me pidió que viniera a ayudarle con los preparativos de la fiesta del castillo, créeme, ni yo quería estar aquí- mi buen amigo soltó un bufido, era obvio que su padre lo había traído a la fuerza
-Bueno, ¿te puedo ayudar en algo?-
-Sí, lleva el otro tazón de ponche por favor- tomé uno de ellos y empecé a caminar
-Lo que tu digas jefa-
Iba caminando, centrada en varios pensamientos sobre las pociones que haría después de ayudar en este lugar, pero mis pensamientos hicieron que, sin darme cuenta, chocara contra alguien y diera contra el piso, lo que ocasionó que el tazón se rompiera y el ponche se desperdiciara. Por Sefora, el tipo con el que choque tenía el pecho duro como roca o solo que realmente me haya estampado contra una pared, me erguí y sostuve mi cabeza. Por impulso miré hacia arriba, topándome con unos ojos morados
-Lo siento, no me fije por donde iba- me puse a recoger los pedazos del tazón mientras el tipo se ponía de rodillas a ayudarme
-No te preocupes, yo tampoco me fije por donde iba- su barítono y voz grave me tomaron de sorpresa
Al terminar, me levante y él hizo lo mismo, sacudiendo un poco de líquido que derramé sobre su vestimenta, era un tipo alto, yo apenas le llegaba a la parte superior de su pecho, era musculoso, con la mandíbula bien marcada, una mirada de cazador y cabello oscuro. Tenia un torso ancho y unos brazos... parecía lo que nuestros hermanos humanos conocían como "dios griego" por Sefora, jamás había visto a alguien así
-Ten más cuidado a la próxima- el tipo se fue
Zed llegó poco después, preguntando por el alboroto que se había escuchado, así que le conté lo que había pasado, por lomuqe su reacción fue una gran carcajada, siempre he sido torpe desde que eramos niños
-Tú tienes algo con chocar, recuerdo la vez que chocaste con el director de nuestra escuela y vaciaste tu jugo de naranja sobre su pantalón y toda la clase pensó que se había orinado-
-No me lo recuerdes, que vergüenza- fui por otro tazón y ambos nos dirigimos al gran salón
El lugar era de un piso de mármol pulido con pilares enormes que llegabam hasta el techo, decorados con toques azules, y sobre una escalinata de unos cinco escalones, se encontraba el trono del príncipe. En la estancia se encontraban alrededor de cuatro mesas, las cuales se llenarían de comida y bebida para los invitados, dejamos los tazones y fuimos por más cosas a la cocina.
En el camino nos encontramos con nuestros padres, quienes charlaban de la dispersión de los guardias ante cualquier inconveniente, ambos al vernos, se giraron hacia nosotros. Jilkor era el padre de Zed, y Roulett, era mi padre
-Muchachos, hasta que los encontramos, solo para advertirles que tengan cuidado esta noche- habló Jilkor
-¿Por qué, papá?-
-Porque el día de hoy no solo viene la consorte del príncipe, sino también los príncipes de oscuridad-
Eso nos heló la sangre, si estaba pálida, ahora lo estaba más, esos seres eran como los demonios de nuestro mundo, y era la primera vez en años que los demonios estarían este reino y que conviviriamos con ellos
-Tengan cuidado, y manténganse alejados de ellos, uno de los príncipes finalmente se ha interesado en buscar consorte- dijo mi padre
Los dos se retiraron dejándonos solos, por suerte mi padre no se fijo en las manchas de mi ropa, no quería decirle lo que había pasado.
Termine de ayudarle a mi madre y ambas regresamos a casa, yo iba a empezar a buscar algunas cosas para empezar a practicar mi magia, sin embargo, mi padre irrumpió en mi pequeño taller, llevaba un traje elegante pero que resaltaba su puesto en el castillo, no creía que me diría algo sobre la fiesta, pero me equivoqué
-Deja eso y ve a cambiarte, asistiras esta noche al palacio junto con nosotros, órdenes del príncipe-
-Sí padre, estaré lista en unos minutos-
Era mejor no contradecilo, así que fui a mi habitación y empecé a hurgar en mi closet hasta que encontré un vestido largo, con una combinación de blanco que llegaba a la cintura y a partir de ahí comenzaba a tener un tono azul pálido que aumentaba de tono con forme bajaba hasta llegar a mis tobillos, tenía unos tirantes de tres dedos de gruesos que se ponían a la altura del hombro, era ajustado, por lo que no se caería ni resbalaria, además de que resaltaba mi cintura por lo ajustado que estaba de la parte superior, y de la parte inferior estaba más holgado pero no tan ampón, era un vestido hermoso. Mi cabello lo arregle en una media coleta con dos mechones que caían a los costados de mi rostro y me pinté los labios de rojo y mos ojos de un azul añir, el cual resaltaba mis ojos azul eléctrico, un tono de ojos extremadamente raro, otra cosa que me distinguía.
Me reuní con mis padres y los tres salimos en dirección hacia el castillo, durante el camino, el ambiente comenzó a sentirse tenso, y eso era por la presencia de la oscuridad en nuestro reino. No le di mucha importancia, quería simplemente pasar la noche bien, y que mejor que con mi hermano del alma. Entramos al salón del trono, el cual estaba lleno de invitados, pero de entre toda aquella multitud, tres resaltaban, eran los príncipes del otro reino. El que suponía que era el mayor, tenía un aspecto rudo y fuerte, se veía musculoso y tenía unos rasgos amenazantes, sobre todo por sus ojos rojos, su cabello era de color negro con una franja gris oscuro a la mitad del cabello y llegaba un traje gris oscuro, casi negro, el que estaba a su derecha se veía un poco más joven, tenía un rostro más sereno y sus ojos eran verdes, su físico, era delgado, se veía atlético pero no tenía el mismo aspecto que los otros dos, seguramente era el menor, llevaba un traje color azul marino con detalles dorados y el que estaba a la izquierda del mayor tenía un físico parecido a éste, estaba de costado, llevaba un traje negro con detalles morados, no podía ver su rostro pero su aspecto era amenazante, seguí estudiandolo hasta que se dio la vuelta y..... ay no.. era el tipo con el que había chocado hacia unas horas atrás, había chocado con el príncipe... que Sefora me proteja.
No supe en qué momento se acercó hasta apoyar su barbilla en mi hombro, pero Zed me asustó
-¿Qué estamos mirando?-
-¡Idiota!- por impulso le grite y salte a un costado, llevándome una mano al pecho, sentía que el corazón se me saldría por el susto
-Tranquila, sólo soy yo, en fin, ¿qué te pasa? Te quedaste con una mirada de susto-
-¿Recuerdas que te dije que había chocado con alguien hace rato?- dije con un poco de miedo en mi voz
-Sí, ¿por qué?- estaba muy confundido, un simple choque como ese solo me debería causar vergüenza
-Es uno de los príncipes que están enfrente- le dije en su oído para que nadie más nos escuchara
-Por Sefora, Sari- dijo agudamente pero en voz baja
-Ya sé, no se que hacer, si me ve, de seguro vendra- volví a girarme hacia el frente, observando a los príncipes
-No creo que hagan algo, relájate, sonará feo, pero para ellos, nosotros los plebeyos somos insignificantes- agaché la cabeza y cubrí mi rostro con mis manos -Además, creo que uno ya te hecho el ojo-
Miré de nuevo hacia el frente y note que el que suponía que era el mayor estaba mirándome mientras tomaba un sorbo de su copa, pero luego el que estaba a su izquierda me miró momentáneamente también, sus ojos morados era lo que me dejaba confundida
-Según dicen, aquellos que nacen bajo la luna maldita tienden a heredar algo del dios Umbra, su poder y sus ojos, los ojos de la maldad y la oscuridad, su madre tenía los ojos verdes y su padre los ojos rojos, pero él.. es obvio que la leyenda sobre él era cierta- explicó lo suficientemente bajo para que sólo yo lo escuchara
El mayor me seguía mirando, y me incomodaba un poco, hasta que el menor le habló y le dijo algo con una sonrisa en el rostro, a lo que él también se río y me señaló, pero por alguna razón volví a mirar al otro, quien estaba recargado contra un pilar con una copa en mano, él también me miraba y después volteaba a ver a sus hermanos, como si lo que estuvieran hablando no le agradara
-Se ve que también lo trajeron a la fuerza- me sobresalte ante el comentario de Zed
-¿Por qué lo dices?-
-Se ve al instante que no le agradan las fiestas, se dice que no está interesado tampoco en buscar una consorte-
Eso explicaba su humor. Antes de que lo supiera, anunciaron que la consorte del príncipe había llegado y como era de esperarse, se le presentó ante los invitados, era una chica de piel ligeramente bronceada, cabello ondulado que caía en cascada por su espalda y un vestido negro escotado de mangas largas y sus ojos de color rojo, su rostro era hermoso, tenía que admitirlo, el príncipe tenía gustos muy exigentes a mi parecer. Después de la presentación, los músicos comenzaron a tocar, lo que no me esperaba era que ellos tres príncipes se acercaran a nosotros, dos de ellos por voluntad propia y el otro era casi arrastrado por su hermano, el pulso se me aceleró lo suficiente como para pensar que me desmayarse en ese preciso momento; Sefora, apiadatede mí.
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