✦Dos: Amistad
Los desconocidos no son amigos
Prefiero no conocerlos
Prefiero hundirme sola, que con alguien que no lo merezca
Las semanas se fueron con normalidad. Pudo entregar dos reportes y una maqueta, obteniendo una buena calificación. Sumida en su cuaderno con los cronogramas de estudio, se encontró con huecos en su horario.
A veces, y sólo a veces le gustaría tener algo más en lo qué invertir su tiempo libre. Pero las relaciones sociales eran un tema más complejo para ella que la física. Aunque probablemente exageraba.
Ignorar al mundo podría tomarse como un acto arrogante, fingir que las demás personas no existen o la indiferencia a la vida del prójimo suele ser motivo por el cual los abusivos buscan de molestarla. Más ella prefería mil veces dejar de sentir empatía, a ser una odiadora de la paz ajena. Como esos gusanos cabezas huecas que se divertían a costillas de personas de las que incluso desconocían sus nombres.
El día anterior no terminó muy bien, quizá no haya tenido la culpa de la tachuela en el asiento. Pero al terminar la jornada escolar intentaron lanzarle una balde de agua sucia, que por mala o buena suerte, cayó sobre un profesor que apareció de quién-sabe-dónde en el momento exacto para interceptar el baño antes que ella. Razón por la cual el abusivo terminó en dirrección y ella con una amenaza de que no se salvaría nuevamente.
Genial, una nueva razón para no estar tranquila.
Para no ser tan negativos. Hanaki creyó que si lo peor ya había pasado, ahora sólo quedaba lo mejor. Más nunca vio venir lo que pasaría ese día durante la hora del almuerzo. Cuando fue asaltada en su solitaria mesa por alguien desconocido.
—Uhm... Disculpa que te moleste. —un chico castaño y con mejillas llamativas apareció en su campo de visión. —Me gustaría saber si estás interesada en asistir al club de dibujo
La azabache en tanto terminaba de tragar su bocado, se limpió las comisuras sin apartar la vista de él. El mayor se removió un tanto intimidado por la chica, pero ella tomó la planilla que le ofreció.
—Me llamo Harua y soy el presidente del club. Estoy reclutando participantes
Una pequeña reverencia y una sonrisa comercial completaron su pequeño monólogo. Fue ahí cuando Hanaki se acordó que las personas normales hablan.
—¿Es nuevo el club? No había oído de un club de dibujo antes —su voz carecía de emociones, al contrario de sus ojos revelaban una pequeña luz de ilusión.
El chico sonrió.
—¡Oh, sí! De hecho es por eso que busco participantes, a partir de diez aprobarán el club... —Hanaki lo miró en silencio. —Somos gente agradable, si te unes prometo que no la pasarás mal —sonrió grandemente.
La chica mordió su labio, quería aceptar, lo tenía claro. Sin embargo...
—Vi tu cuaderno, lamento lo que les pasó, a tí y a él —ella le dedicó una mirada impávida.
No era que le molestara su comentario, pero por si no lo habían notado ya, Hanaki no actuaba para nada normal.
—Lo pensaré
—¡De acuerdo! Si aceptas, las inscripciones están disponibles hasta el viernes —eso pareció bastar para el mayor, quien emocionado continuó con su tarea.
Hanaki miró la hoja entre sus manos con duda ¿Qué tan malo sería aceptar? Después de todo eso era lo que estaba buscando, y llegó a ella en el momento adecuado.
—¿Cómo te llamas, chica?
Ella miró al chico quién se había vuelto en su dirección.
—Soy Murata Hanaki
•••
—Bienvenida, Murata Hanaki
Ya frente al presidente del club de dibujo, Murata agradeció la cálida bienvenida. Ese día era el último chance de inscripción para el club de dibujo y la verdad, se sentía más emocionada de lo que estaba dispuesta a admitir en voz alta.
Con el paso de los días, la rutina se volvía un hábito y todo resultó menos aterrador de lo que su mente elaboró.
Tres semanas más tarde, el club se había convertido en el momento favorito del día para la azabache. Todos sus compañeros eran ciertamente agradables. Otros más extrovertidos y bromistas. Ella siendo una de las más calladas y sin embargo Harua resultó ser alguien muy integrador. Siempre hallaba la forma de no dejar a nadie por fuera y sus opiniones y dinámicas eran democráticas.
El presidente al notar el lento acoplamiento de la azabache, se empeñó en ser su guía personal por éste tiempo dentro del aula. Para Hanaki fue bastante extraño al principio, sin embargo Harua lograba hacerla entrar en confianza para hablar de algún tema que tuviesen en común. Pasando del dibujo a otros temas como la música, y sus gustos por el sabor de helado preferido.
En menos de lo que canta un gallo, Harua se había vuelto su primer amigo real. Uno bastante encantador, simpático y algo lerdo para captar palabras en clave. Pero que se complementaba bien con la personalidad introvertida pero enigmática de Murata.
Ni hablar de sus otros compañeros, aunque no participaba activamente de las conversaciones entre el grupo, disfrutaba silenciosamente de ser una espectadora de los comentarios ocurrentes y siendo foco de halagos por su gran desempeño en el área del dibujo a blanco y negro.
—Sabes, cuando entraste creí que me costaría acercarme a tí
Eso le dijo Shigeta un día, en el que se quedaron a limpiar el salón después del club. Hanaki sacudió sus manos viendo al mayor guardar sus lápices.
—¿En serio?
Preguntó ella, al no saber qué decir. El mayor asintió con una pequeña sonrisa, como esas que te da tu abuela cuando te quiere elogiar.
—Sí. Y la verdad, que seamos amigos ahora me hace sentir cómo un especie de guerrero —Una pequeña carcajada lo abandonó. Hanaki, al conocer su pésimo sentido del humor negó como si Harua no tuviese remedio.
—Tampoco soy tan dura o seca —se defendió. El mayor entrecerró los ojos. —Bien, sí lo soy. Pero es porque no he tenido amigos antes
El mayor le dió una sonrisa más sincera y reconfortante. Dando pasos hacia ella contaron miradas.
—Pues que sepas, que yo soy tu amigo ahora, y tendrás muchos más. —aseguró. —Nunca más tienes que estar sola
•••
—Te han roto el corazón alguna vez.
La mirada del castaño la encontró. Confundido al no captar la afirmación, pues no fue pregunta. Unos segundos después se vio avergonzado y la azabache se dió cuenta que había dado en el clavo.
Seguido del sentimiento de culpa, no debió soltarlo de golpe.
—Lo siento
Harua sonrió y negó suavemente. Tocó su hombro de forma amistosa y la fémina dedujo que no estaba molesto en realidad. Quizá sólo un poco nostálgico.
—No te preocupes. Ya es pasado
Aunque sus ojos vacilaron, Hanaki decidió no opinar. Era evidente para ella que no era del todo cierto, pero tampoco del todo falso.
¿Cómo saberlo? Harua era una persona que se encariñaba rápido, y le costaba soltar. La azabache dedujo que intentaba olvidar pero le era difícil.
Basarse en esa interminable lista de novelas románticas a veces no era buena idea, pero notar los ojos llenos de brillo de alguien y esas particulares señales de lo que se expresa del amor, no pudo evitar llegar a esa conclusión.
Murata nunca ha pensado en enamorarse, lo ve muy lejano, pero si se lo preguntaran ahora de seguro diría que, de existir tal sentimiento en su corazón, definitivamente no querría asumirlo. La acción de amar se torna complicada para ella a su corta edad, y a una más avanzada se vuelve una misión imposible.
Porque no puede amar algo sin que le sea arrebatado de su lado
Las personas fueron llegando de a una al salón. Harua no perdió tiempo de darles la bienvenida sin apartarse de Hanaki, en el escritorio más grande de la sala.
La dinámica de hoy consistía en hacer parejas para dibujar algo que fuera indicado por el otro, en un mismo lienzo. Según la organización al azar, Hanaki quedó en pareja con su compañero más cercano. Hubo pequeñas bromas acerca de que hubo mano peluda pero todos saben que no fue así.
—Harua, Hanaki —la pelirubia del grupo, Danielle, se acercó a ambos jóvenes con invitaciones. —Espero tengan tiempo libre, este fin de semana estoy de cumpleaños ¡Espero verlos ahí! —se marchó muy alegre, repitiendo la acción con el resto de compañeros.
El mayor se quedó mirando la tarjeta entre sus manos para luego prestar atención a Hanaki, quien seguía dibujando como si nada la pudiese perturbar.
—¿Iremos?
—¿Me lo preguntas a mí? —Hanaki despegó los ojos por un instante de su lienzo.
—Claro, boba. No quiero estar sólo
—No lo estarás, todos los del club estarán. Te la llevas bien con todos —apretó los labios en una línea, borrando el carbón. —La pasarás bien
—¿Eso es que no irás? —la desilusión era palpable.
La pelinegra detuvo su tarea para mirarlo de frente.
—Lo siento, pero no es mi ambiente. —se disculpó sincera. —Trataré de enviarle un regalo
Todos estaban concentrados en sus tareas, con murmullos de fondo entre cada pareja de trabajo. Harua suspiró.
—Al menos piénsalo
•••
Un par de horas más tarde todos abandonaban la sala, con bullicio dejando rastro de júbilo de cada jóven orgulloso de su trabajo. Hubo una pequeña votación a modo de concurso entre los resultados. Hikaru y Jo se llevaron el primer puesto por elección unánime.
A modo de premio improvisaron dos canastillas con dulces y flores artificiales. Murata no recordaba haberse divertido tanto en un buen tiempo.
—Es de Hikaru... De quién estabas enamorado.
Murmuró de repente. Harua no tardó en atar cabos esta vez. Ya ambos estaban solos en el salón, como siempre eran los primeros en entrar y también últimos en salir.
—¿Cómo te diste cuenta?
—Soy muy observadora... —Hanaki empezó a hacer trazos con el lápiz, Harua miró sus expresiones con atención. —Me doy cuenta de muchas cosas... que no digo
Los trazos sobre el papel iban tomando formas ovaladas, luego puntiagudas. Ramificaciones se extendían a lo largo, Harua arrugó la nariz intentando descifrarlo.
—Además de que ví una foto de ella en tu cuaderno —agregó.
El mayor se rascó la nuca siendo descubierto. Miró a la chica con asombro una vez el dibujo cobró más forma.
—Eres alguien interesante, Hanaki
Ella le sonrió. Había escuchado eso por primera vez en años, causando un pequeño deja vu en ella. El movimiento del lápiz cesó y la hoja fue deslizada hacia su compañero.
—¿Puedes hacerme una promesa, Harua?
Los dedos del nombrado se detuvieron en el dibujo, y sus ojos en la fémina que le acompañaba.
—Claro —afirmó con una sonrisa dentada.
—Nunca dejes que apaguen tu esencia. —sus palabras fueron dulces, aunque con un trasfondo amargo. —Eres como un ángel, y el mundo necesita de personas cómo tú
No hizo falta añadir más. Hanaki observó la flor de loto en el papel. Y la palabra Nankurunaisa escrita en ella.
Harua por su lado en su inocencia, no supo el verdadero significado tras aquél pedido, siendo tomado como un consejo de amiga.
—Lo prometo
Publiqué el capítulo 3 por error :v
¿Cómo están? ¿Cómo están celebrando sus festividades?
Me gustaría saber si alguien lee ésto, para que comente si le gusta y poder seguir actualizando
No me dejen en flop o lloro :(
Gracias por leer, bai ❤️
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