9
Despedí a Henry en la entrada del edificio, sonriéndole agradablemente. Cuando él entró al auto y por fin se fue, respiré profundamente.
Qué día tan ajetreado.
Mi cabeza no paraba de dar vueltas alrededor de mi mejor amiga. Yo también tenía mucho miedo. El bienestar de mi mejor amiga es muy importante para mí, y si ella está mal emocionalmente, yo también terminaré estando mal. Ella siempre ha sido mi soporte y que la haya encontrado de esa forma es muy difícil para mí. Ella no se derrumba por cualquier cosa, tiene que ser algo que la haga sentir tan abatida para lograr derrumbar su ánimo y estabilidad.
Kim Dahyun siempre ha sido una mujer fuerte.
Tengo miedo por ella. Que su maravillosa vida acabe, y con ello, su felicidad. Le costó mucho lograr ser feliz.
Iba tan dispersa que no noté a la pequeña frente a mí, que ella chocó con mi pierna. La niña cayó sentada, tratando de retener su lágrimas.
Rápidamente salí de mi trance y me arrodillé.
—Oh, Dios, pequeña. —La miré, alarmada. —Perdóname.
Ella negó y huyó de mi contacto visual. —N-No se preocupe.
Me sentí mal al ver que sus ojitos rasgados estaban cristalizados y su voz estaba quebrada.
Ella se levantó y se abrazó a sí misma. Yo seguí de rodillas para estar a su altura.
—Estaba distraída y no me fijé del camino. Discúlpame. ¿Te duele mucho?
Su ropa estaba descuidada, con algunos rotos y partes desteñidas. Su falda era más corta de lo que debería, puesto que parecía ser una talla más pequeña de lo que era ella realmente. Su cuerpecito era muy flaco y, viéndola mejor, noté hematomas y algunas heridas y cicatrices. De inmediato me preocupé por ella.
—¿Te encuentras bien?
Finalmente ella me miró a los ojos. El contacto visual fue como una respuesta. Su mirada estaba llena de tristeza, decepción, miedo... Todo lo malo. Me estaba pidiendo ayuda.
No pude reaccionar porque una mujer se acercó corriendo y la abrazó como si su vida dependiera de ello. —¡Haewon!
La niña, por su parte, se dejó abrazar sin corresponder. Era demasiado raro, pero pude notar las lágrimas de la mujer y, de cierta forma, logró bajar mi nivel de sospecha.
Noté la presencia, a unos pasos, del vecino que siempre me acosa. El mismo que me insultó hoy. Esta vez no traía una botella, ahora era un cigarrillo. Las miraba, aburrido, inhalando el humo.
La mujer cargó a la niña entre sus brazos y me miró con el ceño fruncido. Di una reverencia. —Por error la niña chocó contra mí y cayó. Le pido disculpas por mi falta de atención.
Me enderecé al escuchar la carcajada sarcástica se mi vecino. ¿Él por qué seguía aquí?
Me resultó curioso que nunca había visto a esa mujer y aquella niña. Nunca las vi, a pesar de todo el tiempo que tengo viviendo en este edificio. Tal vez es porque trabajo mucho, o soy despistada, o no viven por aquí.
De lo que sí era consciente es que son pobres. La vestimenta de la mujer es igual de desgastada que la de la niña, e incluso, ella ya tenía mal olor y su ropa estaba sucia. Su presentación personal era totalmente deplorable.
—¿Acaso no tienes ojos? —Intervino el hombre.
Éste botó el cigarrillo y lo pisó, para después dirigirse a mí. La mujer estadounidense lo vio aterrada y de inmediato caminó a él con la niña en brazos. Presionó con su mano libre el pecho del señor y le susurró algunas cosas.
Él bufó y dejó de hacer repulsa.
Vi a la niña mirarme atentamente. Le di una sonrisa y ella la correspondió melancólicamente antes de esconderse en el cuello de su madre.
Qué locura.
No dije nada. Tampoco hice algo. Dejé que ellos se retiraran y se metieran al elevador. Suspiré profundamente cuando dejé de verlos.
No iba a correr el riesgo de volverlos a ver, así que maldije internamente y me dirigí a las escaleras. Solo subí un piso cuando mi celular empezó a vibrar y el nombre de mi mejor amiga relució en la pantalla.
Mi queridísima Kim Dahyun.
Debe ser una maldita broma. No he podido respirar con calma desde que salí de su puta casa.
No dejé de subir las escaleras cuando deslicé mi dedo por la pantalla y llevé el celular a mi oreja.
—Dahyun.
—Chaeyoung, qué bueno que contestas.
Arrugué el entrecejo. —¿Por qué? ¿Te pasó algo?
—Chae, ¿puedo ir a tu departamento?
Oh... Mierda.
—No me digas que...
Paré en seco. No escuché nada detrás de la línea, y empecé a preocuparme.
—¡Es una broma!
Froto mi frente y vuelvo a respirar. —Qué bueno. Pensé que tendría que compartir departamento con una soltera desquiciada.
Sigo subiendo, pero más lento de lo habitual.
—Bastarda.
—Gracias por el halago.
A pesar de sólo ser una llamada, estoy segura que rodó los ojos.
—Momo y Sana tomaron bien la noticia. Tenías razón. Siéntete feliz, por fin pudiste ser buena en algo.
—Eso no me hace tan feliz como el hecho de saber que no tendré que convivir contigo.
—Ellas dejarán un poco el trabajo para compartir en familia... y están programando el viaje que ayer hablamos en la cena.
—Bien por ti.
—Creo que no entiendes, tontín. Carajo, ¿tanto te gusta ser la versión real del enano más idiota de Blancanieves?
Buen golpe, lo admito.
—Sólo era una broma. Si te enojas tanto te saldrán canas, Dah.
—Y todo por tu culpa.
Grité al ver una silueta de repente justo en el piso de mi departamento. —¡Demonios! —Me agarré del barandal tan rápido como pude para no caer por las escaleras.
Subí mi mirada y fruncí el ceño. Mi alma desapareció cuando vi a mi vecino ahí parado, exhalando el humo con una sonrisa cínica.
Al parecer le gusta mucho el cigarrillo.
No le demostré mi miedo por su presencia. Puse mi mano en el pecho, traté de estabilizarme y que el aire volviera a mis pulmones y lo miré mal.
—¿Se encuentra bien, señorita? —Su tono burlesco e irónico provocó que le tuviera más enfado.
Dejé de mirarlo cuando escuché la voz de mi mejor amiga por el celular. Me olvidé de ella. Era obvio que gritaba mi nombre como loca.
Regresé el aparato a mi oreja. —Lo siento, Hyun. Tuve un altercado. —Cuando paso a el otro escalón, él no se movió para darme paso. Fruncí más el ceño y traté de escalar otro para comprobar que se moviera, pero no lo hizo.
Okey. Esto ya me da miedo.
—¡Ey! ¡Chaeyoung!
—Eh, ¿Sí?
Mantuve mi contacto visual con él para ocultar mi miedo. Me dio una sonrisa -bastante siniestra a mi parecer-, y luego se movió un poco. Yo alcé una ceja y pasé por su lado, chocando nuestros cuerpos.
Esto es demasiado raro.
—Espera, Dahyun.
Dejé de mirarlo y seguí por el pasillo hasta parar enfrente de la puerta de mi departamento. Él seguía en el mismo lugar. Como una estatua mirándome fijamente.
Mis manos empezaron a sudar y mis llaves no aparecían dentro de ni mochila.
Empecé a desesperarme por no encontrarlas y jadeé cuando lo vi caminar hacia mí.
Agarré las llaves y las introduje en la puerta cuando sentí el metal frío. Abrí la puerta y me metí a mi departamento. Antes de cerrar la puerta, él pasó enfrente mío y dedicó una mirada espeluznante.
Me dejé caer de espaldas contra la puerta, deslizándome en ella con lentitud mientras ponía una mano en mi pecho que no paraba de subir y bajar fuertemente. Sentí el corazón querer salir y golpear duro contra mi pecho. Me dolió.
El terror no paraba de llenar mis venas y pasar por todo mi cuerpo.
Con las manos temblorosas y el corazón a mil, llevé mi celular a la oreja.
—Dahyun...
—¡Chae! ¡¿Qué pasó?!
—Y-Yo... Creo que me voy a desmayar. Mis piernas se sienten muy débiles y todo mi cuerpo está temblando...
—¡¿Qué ocurrió?! —Su tono era desesperado.
—T-Tengo náuseas, Hyun. —Dije en un hilo de voz.
—Voy para allá.
Fue lo último que escuché en el teléfono. Ella colgó luego de decir eso.
Me tomé de la cabeza y miré hacia arriba, tratando de procesar todo. Mis manos bajaron hasta mi rostro y no pude contener mis lágrimas.
Me siento mal.
Sin pensar correctamente y guiada por el temor, agarré de nuevo mi celular y empecé a deslizar mi dedo en la pantalla en busca de un contacto en particular.
No sé por qué.
Cuando vi su nombre, presioné el botón de llamar y llevé el aparato a mi oreja.
Myoui Mina.
Dos timbres para que escuchara su voz.
—¿Chaeyoung? ¿Eres tú? —Preguntó al no escucharme.
Me sentía demasiado débil para hablar.
—Hey, ¿estás ahí?
Tomé un respiro y con toda mi fuerza hablé. —M-Mina... —Mi voz entrecortada y baja salió por sí sola.
—¿Chaeyoung, estás llorando? —Sentí su preocupación en mi oreja.
—¿P-Puedes venir?
—¿Dónde estás? —Ese es un "sí" inmediato.
—En mi departamento...
—Dame la dirección, preciosa.
—No la recuerdo... —Mi tono de voz cada vez desaparecía más.
Mi cabeza y cerebro no estaban funcionado. Todo estaba nublado.
—Okey. No te preocupes. Estaré allá en cinco minutos.
Colgó.
No me animé a preguntarle cómo llegaría sin la dirección. Ni tampoco por qué aceptó tan rápido. Nada. No dije nada.
Me mantuve en silencio y miré a un punto fijo. Toda era tan lejano a mí. Los ojos azules y mirada de ese hombre me penetraba el cerebro. Me nublaba. Es como si por sus ojos pudiera expresar todo lo que pasa por su mente. Es como si él quería que yo lo supiera.
Él quería eso.
Cerré mis ojos y respiré profundamente.
Me amenazó, de eso estoy segura.
Y no sé por qué.
Cada segundo fue como largos minutos para mí.
No me moví. Sólo escuchaba el sonido de mi respiración y mi corazón golpear con fuerza.
Al cabo de unos minutos, detrás de mí, escuché golpes a la puerta. Luego, sin tener mi respuesta, la oí.
—¡Chaeyoung, soy yo! ¡Mina!
No sé de dónde tomé fuerzas suficientes para abrirle la puerta. Tal vez mi cuerpo lo hizo por sí solo.
La miré. Me concentré en ella. Su corbata estaba desarreglada, su camisa blanca tenía los primeros tres botones desabrochados, y estaba fuera del pantalón. Se veía como si hubiera corrido un maratón. En sus ojos se podía ver su preocupación y desesperación por mí. Su cabello negro era rebelde y por la frente bajaba capas de sudor que se deslizaban por su cuello y clavícula hasta perderse por su pecho que se movía sin control por la respiración descontrolada.
—M-Mina...
Mis piernas flaquearon y ella se movió rápido hacia mí para no dejarme caer. Me sostuve de su omóplatos y bíceps débilmente.
Ella, aún sosteniendo con firmeza, con su brazo alrededor de mi cintura, entró y cerró la puerta tras de sí.
—Dahyun me dio tu dirección. —Aclaró sin yo pedírselo.
Me alejó un poco de ella, ya que se inclinó hacia mí para poder verme a los ojos. —Dime por qué estás así.
—Perdón p-por molestarte. —A pesar de mi aturdimiento, me disculpé con ella.
—No me molestaste. Ahora eres la prioridad.
Sollocé y me abracé a su cuello. Escondí mi rostro en el hueco de su cuello y hombro. No me importó que estuviera sudada. Su perfume permanecía allí y, de cierta manera, lograba distraerme de la intrusión de pensamientos indeseables.
Solté un chillido cuando ella me tomó de las piernas e hizo que yo abrazara su cintura con éstas.
—¿Dónde está tu alcoba?
Señalé con mi cabeza mi la habitación. Ella asintió y me llevó con sumo cuidado y delicadeza.
No me bajó de ella. Me mantuvo en su regazo cuando se sentó en la cama. Yo tampoco deshice mi agarre en su nuca.
Su mano grande reposó con cuidado sobre mi espalda y la otra en mi pierna. No lo sentí atrevido ni con dobles intenciones, así que no me alejé del contacto ni lo sentí incómodo.
De hecho, fue todo lo contrario.
Su contacto se sintió bien. Cómodo. Correcto.
Era como un calmante que poco a poco hacía efecto.
—¿Quieres decirme qué pasó? —Me preguntó suavemente. Fue un tono bajo, solo para que yo lo escuchara. Solo yo.
Todo se sintió íntimo. Como si no hubiera nada más que ella y yo.
Asentí. —Fue todo muy raro...
Es verdad. Todo es muy raro. Era como si hubiera sido un misil a mi cabeza.
Primero el embarazo de Dahyun; la niña y su actitud contraída; y, por último, el hombre que vive en este mismo edificio.
—¿Qué cosa fue rara?
—Todo.
—Entonces me gustaría saber "todo".
Subí mi mirada y la conecté con la de ella. Tenía toda su atención en mí.
—En la mañana Dahyun me llamó y me pidió que fuera a su mansión..., y no sé si sea correcto decírtelo...
—¿Qué Dahyun está embarazada? —Yo la miré sorprendida y ella sonrió un poco. —Sí, ya lo sé. Momo y Sana me llamaron emocionadas.
Asentí y tragué saliva fuertemente.
Deshice nuestro contacto visual cuando bajé un poco ni cabeza y mis ojos pararon en su corbata desarreglada al recordar las escenas tormentosas. Empuñé su camisa encima de su pecho y cerré los ojos.
Mina, con su mano en mi espalda baja, me acercó un poco más a ella. Su cabeza estaba baja y la punta de su nariz rozaba ligeramente mi frente.
—Tranquila...
Tomé un suspiro y abrí los ojos. —Primero me choqué con una niña. Ella parecía demasiado... rara. Cohibida. Era como si no hubiera visto a una persona en toda su vida. —Tomé una bocanada de aire. —Luego llegó su madre. Ambas vestían mal. No de manera atrevida, sino de manera humilde. Pobre. Las dos estaban muy delgadas. —Sollocé y Mina me dio un apretón en el muslo. —y puedo apareció él... Él iba a mí, pero la mujer no lo dejó. Ambos se fueron en el ascensor y yo decidí subir por las escaleras. Estaba hablando con Dahyun cuando lo vi... Estaba parado en mi piso... Él me estaba esperado... —El agarre de Mina se intensificó y su respiración se volvió más fuerte. Mi mano subía y bajaba junto su pecho y la respiración chocó contra mi frente. —Al principio me asusté porque no lo vi, pero luego fue porque él me miraba y no me dejaba seguir con mi camino. Su mirada era... frívola. Amenazante. Era como si me quisiera devorar viva. —Intensifiqué mi agarre. Esa mirada... —Y él me dio una mirada llena de odio cuando cerré la puerta. Dios, Mina, él sabe perfectamente dónde vivo.
—Chaeyoung, espera... ¿él te tocó?
—No.
—¿Sabes su nombre? ¿Su piso?
Pero algo que pude distinguir a la perfección, fue cómo Myoui Mina estaba conteniendo su enojo. Una vena estaba perfectamente marcada en su cuello y hacía el gran esfuerzo por no agarrar mi muslo con fuerza.
—No... Siempre lo veo tomando y fumando afuera, pero nunca lo había visto en mi piso. Siempre que me lo encontraba...
Me detuve. Mina parecía no estar realmente bien.
—¿Qué? Termina.
—... siempre que me lo encontraba me insultaba y acosaba. Ya sabes..., piropos sucios.
—Dame algo que pueda identificarlo.
—Tiene una cicatriz, grande, debajo de su ojo. No recuerdo cuál con exactitud. Y tiene un tatuaje en el cuello.
Asintió. —Ya no temas, Chaeyoung. Estoy contigo y no dejaré que ese sujeto vuelva a dirigirte la mirada. Me haré cargo de esto.
—Gracias.
Ella no respondió porque fuimos interrumpidas por el sonido de la puerta principal abriéndose y cerrándose acompañado de los gritos por parte de mi mejor amiga.
—¡Chaeyoung! —Dio su último grito antes de aparecer en el marco de la puerta.
Sus dos esposas pararon detrás de ella, ambas tomando aire.
Mina me bajó de su regazo discretamente y se hizo a un lado cuando mi mejor amiga se abalanzó a mí. No pude reaccionar cuando ella me tenía aprisionada entre sus brazos.
Sus dos manos me tomaron del rostro y me miró. —¡Lloraste! —Pero ella también estaba llorando. —¿Qué te pasó? Estábamos hablando normal cuando de repente cambiaste de actitud.
Vi a Mina dirigirse al lado de Sana y Momo, con quienes compartió unas palabras que no fueron audibles para mí. Ambas mujeres asintieron, para después Mina y Sana salir de la habitación.
—Lamento preocuparte, Hyun. —Volví a mi amiga. —Prometo explicarte todo.
—¡No lamentes nada, tonta!
Momo se acercó cuidadosamente a nosotras y puso su mano en el hombro de mi mejor amiga. —Cariño, cálmate.
Dahyun resopló y se sentó a mi lado. Me hizo un gesto con sus manos para que yo empezara a explicar, así que empecé a hacerlo. Momo estaba recostada en un esquina, también escuchando atentamente. A medida de que mi relato avanzaba, las expresiones de Dahyun aumentaban.
—Ese hijo de puta... —Soltó con enfado.
La presencia de Dahyun lograba animarme a gran escala.
Momo se acercó a mí. Se sentó a mi lado y me tomó la mano. —Lamento que hayas pasado eso, Chaeyoung. Creo que lo mejor para ustedes dos es un descanso de todo esto.
Dahyun asintió. —En la llamada, quería pedirte que tuviéramos un viaje, Chaeng. El que hablamos en la cena. Portofino sería unas bonitas "vacaciones".
—Y no te preocupes por el dinero. Sana y yo nos haremos cargo de todo lo que ustedes dos requieran. —Se apresuró a aclarar Momo cuando vio mi intención de negar por la falta de dinero. —Considéralo como un regalo por ser la mejor cuñada. —Me guiñó el ojo.
Miré al frente y pensé seriamente. No podía darme vacaciones así como así. Mi trabajo aún no me permitía semanas libres.
Pero también estaban mis ganas por darme un descanso. Es verdad que me sentía demasiado cansada.
—Okay. Iremos.
Dahyun me abrazó otra vez. —Prepara las maletas porque en dos días salimos.
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