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VIII.

CHAPTER EIGHT

═════"Killer looks"═════

Su mente no dejaba de trabajar. No podía dejar de pensar en ella.
Cada pensamiento rondaba en torno a Rochelle; su pálida y suave piel, que todavía no había tenido el placer de tocar. Lo deseaba; deseaba poder recorrer cada centímetro de su piel con la lengua, probar cada rincón de su cuerpo, para después hacerla correrse en su boca mientras gritaba su nombre. Quería enterrarse en lo más profundo de su cuerpo y penetrarla salvajemente, tomándola del pelo mientras la hacía gritar hasta que sus cuerdas vocales se rompieran del placer que le hacía sentir.

Lo estaba volviendo loco. Especialmente por aquello que no deseaba aceptar

Rhys y Cassian también habían podido notar aquel cambio en el olor de Azriel cuando vio a Rochelle entrando en el comedor. No tardaron en bombardearlo con preguntas en el momento en el que pisaron Velaris.

Lo iba a volver loco.

Aun acostado en la cama; después de autosatisfacerse con las fantasías en las que Rochelle era la protagonista, se preguntó que más debía hacer para quitarse esa desesperación. Nada lograba satisfacerlo.

Le iban a reventar las bolas.


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Llevaba horas sin dormir, sus pensamientos seguían rondando a la Archeron y sabía que la única manera de calmarse; seria verla.

Tenía claro que no podía y que, si Rhys se enteraba que estaba husmeando en las tierras humanas, se llevaría un gran regaño. Pero no le interesaba.

Necesitaba verla.



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La ventisca de nieve se colaba entre sus alas. El invierno en las tierras era agresivo y gélido, hacia que sus huesos le calaran, si para él era malo; no podía imaginar como seria para los humanos.

Con las manos en los costados y Truthteller en una de las vainas de su ropa de cuero; desplego sus alas, alzándose en el vuelo hacia la casa de la Archeron.

Esta era gigante, haciendo que fuera fácil perderse, pero sabía perfectamente cual era el cuarto de la menor. Lo había descubierto el día que pasaron la noche en la propiedad.

Sus alas se plegaron cuando aterrizo en la pequeña terraza de piedra que daba al cuarto de la chica. Los ventanales se encontraban cerrados y tapados por cortinas color crema, por las que lograba ver ligeramente el cuarto de la chica.

Se cuestiono por un momento como entrar. No podía entrar a la habitación por el gran ventanal; no quería que el frio la despertara. Al final se decidió por transportarse hacia esta.

Silenciosamente— y con ayuda de sus sombras—, apareció en el interior de la habitación.

Esta era amplia y espaciosa para una sola persona, pero con la cantidad de dinero que tenían; podían darse muchos lujos. Las paredes se encontraban cubiertas por un hermoso papel tapiz azul claro, con flores impresas en este, era hermoso; como ella.

Justo en el centro de la gran habitación, se encontraba una gran cama con cortinas de dosel color crema, haciendo juego con las cortinas; y justo en medio del gran colchón, entre las sábanas de seda; se encontraba ella, descansando plácidamente junto con su pequeño gato negro.

No tenía ni idea de la presencia del cantor de sombras en su habitación.

Con lentitud y pasos cautelosos, se acercó al borde de la cama de la chica. Las sombras rápidamente se acercaron a ella, metiéndose debajo de sus mantas, abrazándola y envolviéndola.

Azriel se quedó parado a un metro de la cama, observando su rostro mientras esta dormía. Sus facciones se relajaban con cada respiración de su pecho que subía y bajaba. Dio un paso hacia adelante para verla mas de cerca. Analizo su rostro incontables veces. Conto cada una de sus pestañas y observo cada movimiento y suspiro que salía de sus rosados labios. Memorizándola

No sabía cuánto tiempo había estado ahí, pero supo que era hora de retirarse cuando el sol comenzaba a asomarse.


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Los días ultimadamente se habían vuelto mas tranquilos.

Había empezado a disfrutar mas sus horas de calidad con Elain en la cocina.

La respuesta de las reinas humanas había llegado hacia poco; esperaba pronto recibir una visita de Feyre.

Esa tarde se quedaría en casa, como lo había estado haciendo últimamente desde su accidente.

No había sido nada grave. Se había roto la pierna escalando un árbol en el bosque con Ruby. Ya se encontraba relativamente mejor, simplemente necesitaba ayuda para caminar y estar parada; lo cual sería bastante molesto, si no fuera por Elain que la ayudaba en todo.

A Nesta no parecía importarle demasiado, y no es que le importara mucho la atención de su hermana, pero eso hacia que tuviera que pasar mas tiempo acompañada de ella.

Las dos se encontraban en el salón principal; leyendo en silencio. Ambas sumidas en su lectura de preferencia. Mientras Rochelle prefería algo de misterio; Nesta disfrutaba de algo de romance. Ella también solía disfrutar del romance, pero últimamente le aburria demasiado.

La mirada de Nesta despegaba su libro de vez en cuando para mirarla de reojo. Revisándola.

Cada una se encontraba sumida en sus pensamientos, hasta que unos golpes interrumpieron su momento. Ya era tarde, y la servidumbre se había ido hace rato.

Nesta dejo su libro en el asiento a su lado; un suspiro salió de sus labios cuando se paró del sofá, para después dirigirse a la entrada de la casa. 

Rochelle no se molesto en levantarse de su asiento, quien quiera que fuese; se asustaría con la mirada de Nesta.

Los primeros minutos no escucho murmullo alguno, pero después de un buen rato; logro escuchar un fuerte gruñido por parte de Nesta. Eso le altero los nervios hasta la medula. Se paro de un salto haciendo que casi se cayera, pero logro sostenerse del reposabrazos en el sillón.

Con rapidez tomo las muletas de madera que se encontraban recargadas a su lado, y con dificultad se apresuró al recibidor de la casa. Cada paso le costaba más que el anterior; por lo general Elain la ayudaba a desplazarse alrededor de la casa; pero esta se encontraba en la cocina.

Cuando llego al recibidor, lo primero que pudo notar; fue a Nesta de espaldas con los brazos cruzados y una postura tan rígida como una tabla. Delante de ella se encontraba Cassian, que le dirigía una mirada de ira pura, era una mirada de un guerrero que haría que cualquiera saliera corriendo. Menos Nesta.

—¿Esta todo bien? —. Pregunto la menor acercándose un poco.

Cassian no despego la mirada de Nesta. Seguía mirándola intensamente.

—Esta todo bien Rochelle —hizo una pausa. — Regresa al salón.

Le ordeno.

La chica hizo caso omiso, y se acerco hacia ellos dos. No lo hacia con intenciones de chismosear; Le preocupaba que algo le sucediera a su hermana.

Las tablas del piso rechinaban a cada paso lento y tortuoso que Rochelle daba hacia ellos.

—¿Se encuentra todo bien? — Insistió cuando se plantó frente a ellos.

Cassian la miro por primera vez, desde que había aparecido en el recibidor de la casa. Su mirada la recorrió de pies a cabeza, deteniéndose en las muletas debajo de sus brazos y su pie lastimado.

—Perfecto. —dijo clavando su mirada a Nesta.

Nesta simplemente se dio la vuelta y se retiro del umbral de la casa, dejando a Rochelle y Cassian solos.  La postura rígida y los brazos cruzados de Nesta jamás flaquearon.

—¿Discutieron? —le pregunto la menor después de unos segundos.

Cassian gruño y se dio la vuelta hacia la puerta.

—No es tu problema.

Rochelle levanto una ceja con una pequeña sonrisa, mientras veía a Cassian alejarse de la puerta.

—Uy..., lo siento florecita — murmuro entre dientes.

Le parecía gracioso como un guerrero illyrio de cientos de años, se molestará por lo que una mujer de veinticinco años, como su hermana le dijera.

Cassian se detuvo abruptamente.

—¿Disculpa? —pregunto el macho en un gruñido.

Se dio la vuelta, pero antes de que pudiera llegar a la puerta; Rochelle ya la había cerrado de un golpe.

Lo único que pudo escuchar, fue la risa maliciosa de la chica del otro lado de la puerta.



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Esa noche recibirían a las reinas y a los miembros de la corte noche.

Las tres hermanas se encontraban en sus respectivas habitaciones, arreglándose con sus mejores vestidos.

Rochelle opto por un vestido azul cobalto ajustado al pecho con un doblez en el borde de este; sin mangas, que dejaba a la vista sus hombros y clavículas. Era un vestido sencillo, ligeramente abullonado de las faldas, que eran de una suave de seda ligeramente brillosa. Decidió acompañar el vestido con su joyería de perlas.

Su pelo lo dejo suelto, dejando que sus rizos cayeran por sus hombros hasta sus caderas.

Desde su habitación, pudo escuchar los golpes en la puerta principal de la casa. Supuso que era su hermana junto con los integrantes de la corte. Los pasos apresurados de sus hermanas bajando a la puerta resonaron fuera de la habitación.

Se apresuro a atarse los zapatos. Su pie seguía mal, y no podía caminar todavía, pero por lo menos ya podía usar zapatillas que se ataban al tobillo.

Cuidadosamente salió de la habitación con el apoyo de sus muletas, llegando al borde de las escaleras, donde pudo ver a Feyre, Rhys, Cassian, Azriel y una mujer rubia que no conocía.

Un sonrojo se extendió en su rostro cuando los vio a todos al pie de las escaleras; mirándola.

Su sonrojo, pronto se convirtió en sonrisa cuando encontró la mirada de Feyre. Sus manos se apoyaron del barandal a su lado, usando su pie sano para tratar de bajar un escalón.

—Deja que te ayude —le dijo su hermana, levantándose el vestido para subir las escaleras.

Ella simplemente asintió y permaneció en su lugar.

Pero antes de que Feyre tocara el primer escalón, Azriel la detuvo, tomándola del brazo.

No dijo absolutamente nada, simplemente se dirigió hacia la mujer en la escalera con pasos decididos.

La cara de Rochelle se puso diez veces más roja que antes, al ver como Arzriel se acercaba a elle. Con cada paso que daba Azriel parecía hacerse másalto, haciéndola sentirse como un ratoncito pequeño. Cuando llego a su lado dejo escapar un pequeño gritito en el momento que el macho la tomo en brazos. Estos se deslizaron por debajo de sus muslos y el torso de la chica, levantándola como si fuera una simple pluma.

Los ojos de Rochelle chocaron con los del cantor de sombras cuando envolvió sus brazos alrededor del cuello de este. La mirada del hombre era profunda y oscura, parecía que sus bellos ojos avellana habían adquirido una cierta oscuridad y hambre en el momento en el que se posaron en ella. La miraba como si fuera la ultima gota de agua en la tierra.

Sus pasos fueron lentos mientras descendía por las escaleras, pasando de largo las personas que se encontraban paradas al pie de esta mientras se dirigían al salón principal.

Los ojos de Feyre se clavaron en la espalda de Azriel, analizando cada paso que daba con su hermana en brazos. Sus ojos casi se habían salido cuando Azriel se ofreció a llevar a su hermana.

Cuando llegaron al salón principal, el cantor de sombras se encargó de depositar delicadamente a su compañera en uno de los sillones individuales de la estancia.

—Gracias...— susurro la chica con una pequeña sonrisa en su boca. — Espero no haberte molestado. — Su rostro se enrojeció cuando miro al macho illyrio.

Azriel clavo su mirada en la chica nuevamente. Esta acaricio sus clavículas desnudas y el valle visible de sus senos, poniendo a la chica más nerviosa de lo normal.

Una sonrisa maliciosa se extendió en su rostro al escuchar el palpitar de su corazón.

—Eres mas ligera que una pluma —dio un paso hacia ella — Podría cargarte con un solo brazo.

El corazón de la Rochelle casi se sale del pecho al escuchar aquellas palabras. No mentía, y ella estaba segura de eso. Aquel hombre era grande y musculoso. El musculo de sus bíceps se marcaba en la pieza de cuero en los envolvía, haciendo que cada movimiento marcara sus musculosos brazos.

Alejo sutilmente su mirada de los músculos de el hombre al escuchar sus propios pensamientos indecentes sobre él.

Un cosquilleo se envolvió en su brazo derecho, haciendo que la dirigiera su mirada a este.

Una especie de sombra se posaba en su brazo desnudo. La envolvía y bailaba alrededor de su extremidad; como un gato que saludaba a su dueño.

Su mirada volvió a posarse en el cantor de sombras, tratando de descifrar la mirada que este le dirigía.

El sonido de pisadas acercándose interrumpió las divagaciones de ambos, haciendo que sus miradas se separaran.

Cuando todos llegaron al salón, cada uno se encargó de tomar asiento en sus lugares correspondientes, mientras Cassian y Azriel se encargaban de monitorear todo, desde la pared mas lejana a la puerta, sin armas a la vista.

Después de unos minutos dieron las once.

Se alzo un viento en la habitación y aparecieron cinco figuras flanqueadas por dos guardias.

Las reinas habían llegado.

Pero sin su sexta integrante.



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Las reinas mortales eran un grupo muy variado en cuanto a edad, color, peso y temperamento. Había cinco de ellas una era la más vieja, dos parecían de edad intermedia, y había dos reinas mas jóvenes; unos pocos años mayores que ella. Pensó.

—Bienvenidas —dijo Rhysand y se quedó inmóvil mientras los guardias los miraban con ojos de piedra. Y las reinas también los estudiaban.

Rhys dio un paso hacia ellas. Las reinas respiraron hondo, como si se prepararan.

—Les damos las gracias por haber aceptado nuestra invitación. —dijo Rhys levantando una ceja. —¿Dónde está la sexta?

La reina anciana dijo solamente:

—No está bien, no podía hacer el viaje. — Miro a Feyre intensamente —. Usted es la emisaria.

—Si. Soy Feyre. — Su espalda se encontraba tensa ante la mirada de la reina vieja.

Le lanzo una mirada filosa hacia Rhysand.

—Y usted es el alto lord que escribió esa carta interesante después de que no contestamos las primeras.

Rhys se había encargado de enviar muchas cartas a través de las hermanas de Feyre.

—Si — dijo Rhysand con un mínimo movimiento de cabeza—. Y ella es mi prima Morrigan.

La mujer hermosa envuelta en sedas purpuras, se acercó hacia el sofá donde se encontraban Rhys y Feyre.


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El ambiente era tenso y crítico. Las reinas mortales no confiaban en los inmortales de la habitación, y cuestionaban cada detalle de la reunión. Empezando por Feyre.

—Una emisaria con una corona de oro. ¿Eso es tradición en Prithyan? — pregunto la reina vieja.

—No —dijo Rhysand con suavidad —. Pero le queda tan bien que no pude resistirme.

Rochelle lo miro desconcertada desde su asiento cuando esas palabras salieron de su boca. Desde la ultima visita de Feyre había notado las miradas de deseo que Rhys le lanzaba a su hermana. La forma en la que la miraba era única. Como si Feyre fuera una diosa a la que debía alabar y como si ella fuera dueña de su corazón.

Una sonrisita es dibujo en su rostro. Le alegraba que alguien mas amara a su hermana tanto como ella lo hacía.

—Este territorio —. La reina dorada interrumpió sus pensamientos —es una franja de tierra diminuta si la comparamos con la vastedad de continente. No nos interesa defenderla. Estaríamos desperdiciando recursos.

El corazón de Rochelle se aceleró.

Estas mujeres pensaban dejar morir a cientos de personas inocentes, por su egoísmo, por que eso era. Egoísmo.

Solo se preocupaban por ellas mismas y sus reinos y no tomaban en cuenta a la gente de la aldea y el pueblo, toda esa gente que tenía familia y amigos. Era inconcebible.

El miedo en su pecho comenzó a transformarse en impotencia e ira. Se mordió el labio tratando de reprimir el montón de groserías que tenia en la punta de la lengua, listas para lanzarse como veneno hacia las reinas presentes.

Feyre le lanzo una mirada reprobatoria, advirtiéndole de no abrir la bocotá que solía tener cuando se enojaba.

Apretó con más fuerza su labio en respuesta. No le parecía quedarse callada.

Feyre trato de explicarle a las reinas la cantidad de gente buena e inocente que las habitaba, pero está insistió en que los fae deberían defenderla.

—Tenemos sirvientes aquí. Con familias. Hay niños en estas tierras. ¿Y usted quiere dejarnos en manos de los Fae? — La voz de Nesta se alzo a las espaldas de la menor.

—No es una opción fácil muchacha...

—Claramente no es una opción para unas cobardes como ustedes. —Le Rochelle desde su asiento.

Si las miradas mataran, las reinas ya estarían tres metros bajo tierra.


》✧《


La reunión había terminado con las reinas exigiendo una prueba de que Rhysand era un macho de paz. Feyre rogándoles por el libro y Morrigan revelando el secreto de la ubicación de Myriam y Drakon.

Feyre y Rochelle se encontraban despidiéndose con un cálido abrazo.

—No te preocupes —dijo la menor mientras se separaba de su hermana — La vieja esa ya está senil, no sabe lo que dice.

Una risita salió de los labios de Feyre.

—¿Sabes? — le susurro la menor a su hermana en el oído — Me sorprende que tus amigos los vejestorios no estén seniles, considerando su edad. — El comentario juguetón de la chica le resonó en la cabeza. Poniéndola nerviosa

La cara de Feyre era una obra de arte. Pensó Rhysand.

Rochelle todavía era ignorante de la aguda audición de los machos a unos metros de ella. O tal vez no era tan ignorante como creían.

Una risita sutil salió de los labios de Azriel al escuchar como la castaña los llamaba vejestorios seniles.

Hacia tanto que alguien no lo hacía reír con bromas estúpidas.







Oigan no sean groseros y voten.
Bueno byeeeee









-MAGIKSM

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