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III.

CHAPTER THREE
"Rochelle"


═══════" El lobo"═══════

Mi mano se movió a la daga en mi muslo; un movimiento un suave pero rápido. La bestia rabiosa de pelo dorado se acercaba lentamente hacia nosotras; como cazador a su presa. Los gritos agudos de mis hermanas y el frio desgarrador que entro en cascada en la habitación y la cara de mi padre golpeada por el terror.

La bestia era más grande que un caballo, y aun que tenía un cuerpo felino, la cabeza parecía más de un lobo. Los cuernos en su cabeza eran curvados como los de un alce. Pero león o sabueso o alce, no había duda del daño que podían hacer esas garras negras, filosas como dagas, y esos colmillos amarillos.

De alguna forma termine pegada a la espalda de Feyre mientras la criatura se levantaba apoyándose en sus patas traseras y aullaba a través de la boca llena de dientes:

–¡Asesinos!

El eco de su voz hizo eco en las paredes de mi mente, como si pusiera sus palabras directamente en ellas, sin la necesidad de pronunciarlas a través de esa boca llena de colmillos.

Era un inmortal.

Esos guardianes ridículos del umbral eran como telas de arañas contra él.

Mis hermanas gritaban detrás de mí, arrodilladas contra la pared del hogar, papa en canclillas frente a ellas. Feyre dio un paso hacia el inmortal, con la mesa entre los dos, mientras luchaba con el temblor que le sacudía la mano.

–¡Asesinos! –rugió la bestia de nuevo, tenía el pelo erizado.

–P..., por favor –balbuceo mi padre detrás de mí; no tenía el coraje de ponerse a nuestro lado–. No sé qué hicimos..., pero fuera la que fuese, fue sin intención.

Nesta trato de alegar nuestra inocencia ante la bestia rabiosa que invadía nuestra casa, mientras se protegía a sí misma y a Elain bajo el brazo en el que llevaba ese brazalete de hierro que había comprado hacía ya tanto tiempo. No serviría de nada.

–¿Quién lo mato? –la criatura dio un paso hacia nosotros. Puso una pata en la mesa y la mesa crujió por debajo las garras hicieron un ruido seco cuando las hundió en la madera, una por una.

Con un rugido la bestia exigió saber quién había matado al lobo.

El lobo.

Todo hizo clic en mi cerebro. Esa piel era demasiado grande para ser de un lobo común.

El inmortal exigía un pago, uno que suponía era muy grande, que ni siquiera trabajando por el resto de nuestras vidas podríamos pagar. Nos moriríamos antes de pagar aquella deuda.

–El pago que tienen que ofrecer es el que exige el tratado entre nuestros dos reinos. –dijo la criatura.

–¿Por un lobo? –pregunto Feyre y le pellizque el dorso de la mano reseca como advertencia.

La bestia se giró hacia Feyre.

–¿Quién mato al lobo?

Un resoplido salió de las fosas nasales de la criatura.

–Yo. –dije sin titubear. No permitiría que algo le sucediera a mi hermana.

Feyre volteo y bajo su vista hacia mí, una mirada de súplica se instalaba en sus ojos.

–No. –Dio un paso con determinación hacia la bestia. –Yo mate al lobo.

Trate de alegar, pero mi hermana me mando a callar.

El tratado daba dos opciones de pago. Morir u ofrecer su vida a Prythian viviendo ahí para siempre; tendría que abandonar las tierras mortales.

Mi padre se arrastró a la criatura con pasos temblorosos rogándole que perdonara las acciones de Feyre. Era la primera vez en mucho tiempo desde que caímos en la pobreza que mi padre trataba de defender a alguna de nosotras. Mi padre trato de ofrecerle el oro que no teníamos; la bestia se negó.

Nesta seguía sosteniendo a Elain bajo sus brazos; la cara de Elain estaba tan pálida que parecía combinar con la nieve que entraba a ráfagas por la puerta abierta.

–¿Cuándo nos vamos? –inquirió Feyre.

El pánico me inundo. Mi hermana se iría con aquella bestia de cabellos dorados que había destruido nuestra puerta; se iría a una tierra conocida por las atrocidades que eran cometidas hacia los humanos.

–Ahora.

Ahora

Ahora

Ahora

La palabra se repitió en mi mente como eco en una cueva desolada.

Mire a Feyre con lágrimas en los ojos. Pero ella no conseguía mirarme.

La bestia se paseaba en el umbral de. No podía dejar de pensar en el lugar a donde se llevaría a mi hermana, y las cosas que le harían ahí.

–El venado va a durar dos semanas– dijo mirándome finalmente–. Empiecen con la carne fresca, después con el charqui... ya sabes cómo hacerlo.

–Feyre..., no– mi voz era temblorosa y se cortaba con cada palabra que trataba de pronunciar.

–Deje el dinero de las pieles en la cómoda –me dijo–. Les va a durar un tiempo si tienen cuidado. – Inspecciono mi cara cuidadosamente, como si quisiera memorizar cada detalle de ella –. Cuando venga la primavera, caza en el bosquecito... Ya sabes donde, junto a la curva del arroyo.

–No... –. La rabia me inundo súbitamente. –No puedes irte... ¡No te la puedes llevar!

Me acerque a zancadas a la bestia, inclinando mi cara hacia su aliento caliente.

–No te la puedes llevar, maldito perro sarnoso– mis palabras salieron como el veneno de una vibra, disparadas directamente hacia el inmortal.

Un rugido salió de su garganta. No me inmute por ningún motivo.

Levante con determinación la daga que aún seguía en mi mano, y de un rápido movimiento, clave la clave en la pata que aún seguía en la mesa. Pude sentir como la filosa hoja de esta rompía cada capa de la piel y los músculos del miembro del animal. Un rugido furioso abandono el hocico de la bestia.

Yo no pude prevenir el zarpazo de su otra pata que se avecinaba hacia mí. El golpe me lanzo contra una de las paredes de la choza golpeando mi cabeza en la fría madera debido al invierno.

Lo último que pude sentir fue a Nesta tomándome de la cara, mientras un líquido espeso y caliente recorría mi brazo.

Odio a Tamlin.





















-MAGIKSM

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