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𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑋𝑋𝐼𝐼𝐼 : 𝐸𝑙 𝑏𝑜𝑠𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒 𝐵𝑟𝑜𝑐𝑒́𝑙𝑖𝑎𝑛𝑑𝑒

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˗ˏˋ ♞ 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝑁𝑇𝑌 𝑇𝐻𝑅𝐸𝐸 ˎˊ˗ ━━━━━ ♛
𝔒𝔫𝔠𝔢 𝔲𝔭𝔬𝔫 𝔞 𝔱𝔦𝔪𝔢... ❛ 𝔗𝔥𝔢 𝔅𝔯𝔬𝔠𝔢́𝔩𝔦𝔞𝔫𝔡𝔢 𝔉𝔬𝔯𝔢𝔰𝔱 ❜

❛ 𝔏𝔬𝔰 𝔪𝔦𝔰𝔱𝔢𝔯𝔦𝔬𝔰𝔬𝔰 𝔭𝔞𝔯𝔞𝔧𝔢𝔰 𝔡𝔢 𝔅𝔯𝔬𝔠𝔢́𝔩𝔦𝔞𝔫𝔡𝔢 𝔱𝔯𝔞𝔦́𝔞𝔫 𝔡𝔢 𝔳𝔲𝔢𝔩𝔱𝔞 𝔩𝔞𝔰 𝔡𝔦𝔰𝔱𝔦𝔫𝔱𝔞𝔰 𝔥𝔦𝔰𝔱𝔬𝔯𝔦𝔞𝔰 𝔡𝔢 𝔠𝔯𝔦𝔞𝔱𝔲𝔯𝔞𝔰 𝔪𝔞́𝔤𝔦𝔠𝔞𝔰 𝔮𝔲𝔢 𝔩𝔬𝔰 𝔠𝔞𝔪𝔭𝔢𝔰𝔦𝔫𝔬𝔰 𝔞𝔤𝔲𝔞𝔯𝔡𝔞𝔟𝔞𝔫 𝔢𝔫 𝔩𝔬 𝔪𝔞́𝔰 𝔭𝔯𝔬𝔣𝔲𝔫𝔡𝔬 𝔡𝔢 𝔰𝔲 𝔰𝔢𝔯 ❜
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✠ ⎯⎯ 𝖂𝖗𝖎𝖙𝖙𝖊𝖓 𝖇𝖞 𝕭𝖗𝖎𝖓𝖆 ⎯⎯ ✠

📜 «𝄞» ¡Cuando veáis el símbolo de la
Clave de Sol
poned la música del vídeo!

—𝖃𝖃𝕴𝕴𝕴—

𝑺𝑰𝑻𝑼𝑨𝑫𝑶 𝑬𝑵 𝑼𝑵 𝑽𝑨𝑳𝑳𝑬 𝑴𝑨𝑮𝑵𝑰́𝑭𝑰𝑪𝑨𝑴𝑬𝑵𝑻𝑬 𝑨𝑳𝑷𝑰𝑵𝑶 𝑪𝑶𝑵 𝑺𝑶́𝑳𝑰𝑫𝑨𝑺 𝑪𝑰𝑴𝑨𝑺, se encontraba el inverosímil bosque de Brocéliande, albergando en lo más profundo de su ser, un inmenso y mágico lago con una paz bonancible, rodeado de aguas oscuras y calmas. Cuenta la leyenda que este lugar fue antaño una zona donde la magia estaba muy presente, incluso en los tiempos más presentes muchos campesinos decían que estas tierras estaban llenas de criaturas mágicas y dones que jamás alcanzarán la mente humana a comprender.

—Bretaña la menor, lugar de origen de grandes eruditos y ermitaños que años remotos albergaban grandes proezas en estas tierras —murmuró Gadea al bajar de los escamosos lomos del dragón con suavidad, observando el hermoso paraje que se cernía ante ella.

—Nunca debes olvidar a los druidas —continuó Mordred, siguiéndole el paso.

Muy pocas veces el mozuelo podía contar abiertamente sobre su pasado aunque tampoco tenía a muchos a quien contarle excepto a Gadea quien había abierto un ligero vínculo de amistad en su corazón, después de tantos años. Ambos estaban descubriendo las distintas sensaciones que se albergan en el cuerpo cuando sientes que te importa alguien, en tan poco tiempo, eso se reflejaba en las acciones, todas llenas de emoción, pasión y con un gran apego recóndito que llenaban sus almas.

—Quiero enseñarte algo.

Mordred dirigió una de sus manos hacia delante, en dirección a lo más profundo del bosque.

—Un segundo, ¿qué hay de Leuksna y Sol? Llevada por la emoción no pude despedirme de ellos, ¿estarán bien?

—Ahora están galopando por el bosque, no te preocupes, están a salvo. —El chico sonrió por aquello, admirado por la preocupación y delicadez de la muchacha y continuó con la mano sostenida firmemente en lo más denso del bosque.

Luego, apenas unos instantes de segundos, sus ojos verdes se tornaron nuevamente a un color ambarino suave pero potente que, resaltados a la luz de la luna le daba un aspecto celestial y con una voz apenas audible susurró:

— «Gorffennol dewch ataf, gwaed fy ngwaed, bywyd fy mywyd, dewch yn ôl a llenwi'r lle hwn â doethineb a dewrder. Pasado ven a mí, sangre de mi sangre, vida de mi vida, regresa y llena este paraje de sabiduría y con bravía»

Tras esto, unas criaturas diminutas aparecieron de distintos umbrales que poseía la estancia, muchos detrás de los árboles, otros de la densa hierba que allí se alzaba y crecía a una velocidad llena de afección —como los pequeños mirlos que alzan sus alas a volar a una tierna edad—, llenando todo el bosque de una luz llena de esperanza y brillante que desprendían pequeños haces de un hilo dorado que daban la sensación que cada movimiento suyo cobraba vida. Empezaron a haber muchos más y con tan solo un chasquido de dedos en las suaves yemas de Mordred todos empezaron a hacer figuras tales humanas como criaturas jamás vistas a ojos de Gadea. El dragón observaba con admiración desde la entrada del paraje pues sus alas y cuerpo podían cubrir una ciudad entera y el acceso era limitado, aún así, la belleza la podía ver y a través de sus ojos enormes y resplandecientes un hilo de alegría cubrió su hermosa mirada.

—Ahora —Mordred pausó y se dirigió a Gadea mientras acercaba su mano hacia la de ella— ¿Me acompañas?

—Después de todas las sonrisas que me has dado, siempre —continuó Gadea, aceptándole la mano. El contacto fue un gesto lleno de magia y se llenaron de distintas sensaciones que jamás habían sentido; suave, delicada y pasional, sus sonrisas llenaron sus rostros que ardían con fulgor de aquella conexión tan especial que tuvieron desde el primer instante en el que compartieron la mirada.

𝑮𝑨𝑫𝑬𝑨 𝑺𝑰𝑮𝑼𝑰𝑶́ 𝑪𝑨𝑫𝑨 𝑷𝑨𝑺𝑶 𝑫𝑬 𝑴𝑶𝑹𝑫𝑹𝑬𝑫 por el fantástico bosque de Brocéliande con esa unión que había recibido, nuevamente sintió como su pasado envolvía su mente, acto por acto, sentimiento por sentimiento, por un momento volvió a ser esa niña que correteaba por los vastos campos de un lugar incógnito pero lleno de armonía, paz y felicidad siempre acompañada de ese anciano tan familiar que era fuente de inspiración para sus nuevos saberes.

Pudo volver la realidad cuando Mordred se volvió hacia ella y le explicó que esas aladas y celestiales criaturas se llamaban luciérnagas, unos insectos coleópteros de cuerpo blando capaces de brindar luz, vida y alegría al hogar.

—Observa allí. —La muchacha se dirigió al lugar y pudo ver como Mordred lo contemplaba con una mirada llena de distintas emociones, observando su pasado, mirando lo que un día fue su morada.

De repente las luciérnagas se juntaron y volvieron a hacer figuras más trascendentales adoptando distintas figuras con aspecto humano, Gadea pudo reconocer a una mujer con cabello trenzado y ligeramente mojado como una hermosa cascada que se cernía en las tierras de Inglaterra llegando a rozar el suelo, estaba llena de flores y de hierba seca, a su lado, dos niños correteaban —Gadea pudo intuir que uno de ellos era Mordred, pues su mirada y sus ojos no habían cambiado—, y un hombre que jugueteaba con ellos como si volviera a sus años de prima juventud.

—Mi inocente hermano, Ossian, mi valiente padre, Marvin y mi hermosa madre, Arwen —susurró Mordred mientras una gota llena de sentimiento resbalaba en su jovial cara, Gadea al darse cuenta le aferró más la mano, haciéndolo saber que no estaba solo, contando con su apoyo.

Continuaron por grandes senderos, hasta encontrar un amplio paraje que se alzaba a la luz de la luna dentro del propio bosque y una acogedora hoguera se formó con imágenes traslúcidas como si el pasado recobrará su alma aunque no estuviera físicamente. La luz y el calor que residía en ella daba seguridad incluso en la noche fría que se cernía, pues no era un lugar cualquiera, era encantador donde la magia antigua aún moraba.

Alrededor de la hoguera y el despertar de las llamas, hombres y mujeres danzaban desnudos mientras bebían, cantaban y comían. Las mujeres tenían coronas de flores sobre sus cabellos. Ambos jóvenes se sintieron contagiados del ardor, querían vivir en libertad como los hacían ellos pero quisieron contenerse pues había mucho que enseñar.


—Mi pueblo, antes de la llegada del dios único, realizaba las hogueras de Beltane. Principalmente en las colinas, a la vista de todos pero después de un tiempo nos acostumbrábamos a hacerlas más disimuladas pues no eran pocos los que deseaban masacrarnos. Mi poblado fue grande una vez, inigualables en saberes de alquimia, curaciones y distintos métodos para vivir mejor, no deseábamos la guerra, éramos gente que tan solo anhelábamos vivir en libertad en plena naturaleza pero a veces la ignorancia es el peor de todos los pecados, aniquilaron a todos pero mi padre pudo salvarme a mí, de entre los últimos que habían sobrevivido a las armas ensangrentadas de los hombres de la guerra. —Puso sus rodillas en las densas hierbas y cerró los ojos, llevándose la mano hacia el pecho con la mirada baja—. La religión antigua nos guiaba a cada paso que dábamos, era nuestra salvación para recordar nuestros orígenes, nuestros antepasados, los dioses antiguos, que así lo llamaban.

«𝄞» Gadea se agachó y aferró sus manos con las de él y con apacibles murmullos, continuó:

—He estudiado sobre ellos. Sin duda, este lugar está lleno de sus presencias, de sus espíritus. Dagda, padre misericordioso del alimento, aquel que les ofreció el sustento; Morrigan, la terrible señora de la muerte más su valentía es digna de un mundo entero; Danu, amorosa diosa madre, aquella que con su sabiduría y su pureza les regaló el arte de amar y servir a los vuestros.

Mordred sintió como poco a poco una calidez en su interior se abría paso pues aquellas suaves palabras que murmuraba la chica le recordó a su infancia, a los cuentos que su propia madre le contaba en la reconfortante fogata que todas las noches hacían, protegidos de las llamaradas, envueltos en la calidez de las llamas. Volvió la mirada hacia arriba y sus profundos ojos verdes se clavaron en los avellanos de Gadea y por propio instinto y llevado por muchas emociones se acercó a sus labios femeniles. La mozuela acarició su suave cara y se distanció de él con ganas de corretear de un lado a otro y que vaya en su búsqueda.

Ambos se levantaron y Gadea se alejó de él, dirigiéndose a distintos parajes ancestrales, ocultandose ante la maleza, refugiándose detrás de las sombras nocturnas de los ancianos robles a la luz de la luna, por otro lado, Mordred, la seguía a una distancia muy corta, apenas cuatro pasos, mientras poco a poco la alcanzaba.

Cruzaron grandes piedras, inmensos troncos que se depositaban en los suelos producto a lo mejor de su longevidad, las luciérnagas daban una sensación de afección divina, tornándose con distintos colores tales como el naranja apagado de una hermosa puesta de sol, el dorado intenso que desaparece en las puntas doradas de las llamas hasta la luz ambarina que se cierne en todo Camelot cuando daban las horas primas de una dichosa jornada. Sus armonías, sus recuerdos y sus pasados brindaban seguridad en cada paso que daban, sonriendo mientras se envolvían en un aura de hermosa felicidad, como si estuvieran de nuevo en su propia índole, Gadea quería volver a sentir esa libertad natural de corretear por los bosques desnuda, disfrutar del encanto de su verdadero ser, de sentir como las alas del Ícaro florecían en sus dulces brazos mientras la delicadez y suavidad de la danza de las hierbas le acariciaba las piernas, de observar como la luz de poniente le deslumbraba y el propio lenguaje de las flores la llamaba, de sentir las suaves ondas de la brisa en el agua rozando su fértil vientre.

Tan pronto como lo pensó, llegaron a la orilla del hermoso lago que allí aguardaba, la luz lunar se filtraba en sus suaves y transparentes aguas y al pararse, el muchacho no percató en su pausa cegado por el momento y ambos rodaron lentamente por el compacto terreno. Mordred quedó encima de ella y Gadea le sonrió.

—Me encanta estar contigo, Mordred.

—Hacia tiempo que no disfrutaba tanto, Vivienne —pausó, observando la reacción de Gadea al decir su verdadero nombre, esta le sonrió y le dio a entender que lo aceptaba pues al fin y al cabo era fuente de sus raíces—. Es muy pronto para decirte esto pero, los momentos que hemos pasado, serán inolvidables, deseo que sean más —volvió a hacer una pausa, esta vez sus ojos se serenaron y Gadea pudo estudiar un atisbo de viveza en su mirada—, te deseo.

Los dos se miraron fijamente y Mordred al ver el semblante de la chica con su misma expresión se acercó delicadamente a su rostro, la ligera brisa que se había formado desapareció de repente cuando ambos se encontraron en un beso sintiendo como el fuego que llevaban dentro les abrazaba por completo. El tacto de sus labios les hizo vibrar de la emoción, sintieron los latidos desenfrenados del uno con el otro, la calidez de la unión del amor y la amistad. Gadea enredó con delicadeza sus dedos en el cabello ondulado con innumerables rizos de Mordred y este hizo lo mismo con ella mientras se dejaban llevar por el momento, haciendo que poco a poco se desprendieran los hábitos superiores junto con la capa pero no llegaron del todo pues Gadea le susurró al oído una frase que él mismo percató con sutileza:

—Mordred, no estoy preparada.

Y tan pronto como la oyó, la respetó, sujetándole las manos y rozándolas con sus labios carmesíes.

—Vivienne, siempre te respetaría —le explicó—. Esto ha sido muy bonito, es el primer beso que doy y nunca me arrepentiré de que hayas sido tú quien me lo haya dado.

—Yo tampoco me arrepentiré nunca, Mordred. —Su sonrisa volvió a calmar las pesadillas y los pensamientos que atormentaban al muchacho, era su esperanza, su luz en la noche, el despertar de su sustento.

Ambos volvieron al bosque y se acostaron de lado, pegados, en una pequeña estancia que allí residía, conformada por varias piedras que les protegía de la brisa nocturna, deseando que ese momento nunca acabara pero bien sabían que tenían que volver antes de las primas horas de la madrugada, aunque sin duda, nunca olvidarían este momento tan formidable que, juntos, habían vivido.

🤍 Este capítulo es muy especial para mí, hacía tiempo que lo estaba pensando pero no sacaba muchas ideas y bueno, hoy me animé y la verdad es que estoy muy orgullosa del resultado más que nada porque he puesto los dioses de la mitología arturiana para que os podáis adentrar más en su historia y en la de la Inglaterra remota que sin duda es fantástica en todos los sentidos y también de las costumbres que solían hacer los druidas y los britanos y es por ello que se lo dedico a esta gran belleza de persona SoyAgnethaMF pues le gusta muchísimo estos temas, ¡espero haber estado a la altura y que te haya transmitido esas emociones que da la fabulosa lectura!🤍

[Pido disculpas de antemano si hay algún error ortográfico o no hay coherencias en algunas frases, mañana sin falta corregiré el capítulo y lo miraré palabra por palabra.]

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