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𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑋𝑋𝐼𝐼 : 𝐸𝑙 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑑𝑟𝑎𝑔𝑜́𝑛

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˗ˏˋ ♞ 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝑁𝑇𝑌 𝑇𝑊𝑂 ˎˊ˗ ━━━━━ ♛
𝔒𝔫𝔠𝔢 𝔲𝔭𝔬𝔫 𝔞 𝔱𝔦𝔪𝔢... ❛ 𝔗𝔥𝔢 𝔡𝔯𝔞𝔤𝔬𝔫 𝔣𝔩𝔦𝔤𝔥𝔱 ❜

❛ 𝔇𝔲𝔯𝔞𝔫𝔱𝔢 𝔞𝔫̃𝔬𝔰 𝔢𝔩 𝔳𝔢𝔱𝔬 𝔡𝔢𝔩 𝔲𝔰𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔪𝔞𝔤𝔦𝔞
𝔥𝔞 𝔥𝔢𝔠𝔥𝔬 𝔮𝔲𝔢 𝔞𝔫𝔦𝔮𝔲𝔦𝔩𝔢𝔫 𝔞 𝔪𝔲𝔠𝔥𝔬𝔰 𝔡𝔢 𝔩𝔬𝔰 𝔡𝔯𝔞𝔤𝔬𝔫𝔢𝔰
𝔪𝔞́𝔰 𝔞𝔲́𝔫 𝔮𝔲𝔢𝔡𝔞𝔫 𝔶 𝔢𝔰𝔭𝔢𝔯𝔞𝔫 𝔲𝔫 𝔯𝔢𝔶
𝔮𝔲𝔢 𝔞𝔠𝔢𝔭𝔱𝔢 𝔢𝔩 𝔭𝔬𝔯𝔱𝔢𝔫𝔱𝔬 𝔶 𝔩𝔞 𝔡𝔦𝔳𝔦𝔫𝔦𝔡𝔞𝔡
𝔮𝔲𝔢 𝔞𝔤𝔲𝔞𝔯𝔡𝔞 𝔢𝔫 𝔢𝔩𝔩𝔞 ❜
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✠ ⎯⎯ 𝖂𝖗𝖎𝖙𝖙𝖊𝖓 𝖇𝖞 𝕭𝖗𝖎𝖓𝖆 ⎯⎯ ✠

📜 «𝄞» ¡Cuando veáis el símbolo de la
Clave de Sol
poned la música del vídeo!

—𝖃𝖃𝕴𝕴—

𝑳𝑨 𝑰𝑵𝑴𝑬𝑵𝑺𝑨 𝑭𝑹𝑶𝑵𝑫𝑨 𝑫𝑬 𝑻𝑨𝑵𝑰𝑵𝑮𝑼𝑬𝑺 —al sur de Logres— descansaba en quietud bajo un manto oscuro pero con haces de luces resplandecientes, iluminado por la Luna y los diminutos pero vehementes astros, tal era el silencio que solo se escuchaba el trotar de los caballos y los cautelosos coloquios de los jóvenes. Al llegar casi al límite de Logres, dando paso al gran mar del Sur —después de un pequeño viaje por el bosque—, Mordred le hizo una señal desde el caballo a Gadea para que le siguiera a una enorme cueva que allí, en los confines de la isla de Bretaña, residía.

Al entrar vieron que la entrada estaba conformada de una piedra resistente y antigua acompañada de varios filamentos de hiedra, en su interior había una oscuridad absoluta y no se podía ver cuán de extensa era, al estar a varios metros de la entrada, bajaron de los caballos y la mozuela se posicionó delante de Mordred en busca de explicaciones, cerrándole el paso.

—Tanto misterio abruma mi mente, ¡estamos en el límite de la isla y ahora me metes en una cueva oscura!

—Tranquila, ahora quiero que sigas a mi lado, cierres los ojos y mantengas la confianza en mí.

Gadea obedeció y dejó que Mordred le pusiera sus suaves manos encima de sus párpados delicadamente, tapándole la vista por completo mientras esta le daba la espalda, la chica le puso las suyas encima, ambos rieron por aquel contacto tan reconfortante, la humedad y el frío de la caverna desapareció por completo por la conexión cálida y la presencia próxima de ambos.

—Está todo oscuro, Mordred —murmuró la pelirroja aún con las manos del pelinegro tapando su vista, sus suaves palabras fueron como pequeños susurros acompañados por el silbido relajante de la brisa del exterior como el ulular de un búho en plena noche de invierno.

El chico quitó una de sus manos del rostro de Gadea y unos nuevos susurros de una voz varonil se escucharon, pronunciado el lenguaje secreto de la magia :

— «Tionndaidh air solas an dachaigh, tionndaidh air chimera, tionndaidh air dòchas ath-bhreith. Enciende la luz del hogar, enciende quimera, enciende la esperanza del renacer».

Y de repente apareció una llamarada de fuego flotando a una mínima distancia de su palma, haciendo que el pequeño destello poco a poco cobrará más fuerza y vigor, iluminando el paso a medida que avanzaban, Gadea sonrió por la calidez que estaba sintiendo.

—¿Mejor? —preguntó el muchacho.

—Sí, mucho mejor. No es que tenga miedo de la oscuridad pero estar dentro de una cueva a horas nocturnas estremece demasiado más estar contigo me hace sentir segura por alguna extraña razón.

Mordred esbozó una sonrisa silenciosa.

—Nunca dejaría que te pasara algo, eres una de las pocas personas con las que he hablado desde mi llegada a Camelot y después de haber perdido a casi toda mi familia, no podría soportar más perdidas.

—Espero que nunca sufras más de lo que ya lo has hecho, pero ahora, me tendrás a mí para lo que haga falta, no estarás solo —continuó ella aferrando la mano del chico firmemente.

—Lo sé, podrás contar conmigo también siempre que lo desees —pausó—, ahora, cuando te quite la mano no abras los ojos hasta que te lo diga.

La chica asintió, divertida.

Aún sentía el fuerte pecho del mozuelo y los latidos detrás de su cabeza pero también una respiración delante suya, ¿quizás había otro humano? Y de ser así, ¿quién era? Tantas preguntas atravesaron su mente que se vio tentada a rechazar las palabras del mozuelo pero intentó contenerse.

—Ábrelos —No bastó ni un segundo para que la muchacha los abriera y pudo comprobar que la criatura que estaba delante suya no era un humano, era un ser que muy pocas veces en los tiempos venideros no se veían, en la tenue pero potente luz que había invocado Mordred pudo observar unos enormes ojos color ámbar como la puesta en alba del Sol, como el renacer de los amaneceres, como la vida misma. Su pupila tenía una forma semejante a la de un arco, dispuesto a dispararte una flecha hacia el corazón de tanta belleza más se podía observar como esa criatura mágica estaba deseando salir, de poner rumbo a los confines de la tierra, de vivir la propia libertad pues no era un ser maligno, todo lo contrario, el miedo, el amor y la esperanza se podían reflejar en su mirada, la misma que no pudo evitar sonreír al ver a Gadea, la misma que sin decir nada deseaba vivir.

— «Solas aingil dùisg, solas nan diathan, soillsich sinn le do bhòidhchead. Despierta luz angelical, luz de los dioses, iluminanos con tu belleza».

Y con esas palabras del druida el haz de luz se convierto en miles de luminarias que iluminaron toda la inmensa cueva, tan grande que ni siquiera se podía ver el final, las estalactitas decoraban las paredes del fondo, su brillantina celestial se reflejaba en los charcos que depositaban en el suelo. Había muchas piedras con hiedra muy parecidas a las de la entrada pero en estas se podían ver como innumerables descripciones de la magia antigua estaban consignadas en cada una de ellas.

Gadea no podía creer lo que estaba viendo pero buena parte de ella sabía que era real, no era un sueño, era su sueño hecho realidad y el dragón como si pudiera leerle los pensamientos le respondió moviendo sus alas, formando una enorme figura angelical, una obra celestial, un portento creado por los mismísimos dioses. Sus escamas eran resistentes y duraderas depositadas de forma meticulosa en cada lado de su hermoso cuerpo con un color muy característico pues tenía una gran variedad de tonos variando entre el verde glauco y azul índigo, poseía unas grandes y fuertes patas que con tan solo un movimiento podía acabar con una fortaleza, una criatura con grandes dotes, una inteligencia y una sabiduría tan abismales que ni siquiera el mundo era capaz de visualizarla.

—Parece que le gustas. —Mordred no pudo evitar sonreír al ver a Gadea asombrada, no había articulado palabra alguna, ni siquiera un simple movimiento figuró en su cuerpo, no podía creérselo—. ¿Estás preparada para el viaje?

Un pensamiento apareció en la mente de la chica pero era imposible, no podían, ¿quería galopar con el dragón?

«No te preocupes, las palabras arcaicas que ves cifradas en estas piedras son hechizos potentes de la magia antigua, protegiendo a esta criatura de las acciones dañinas humanas, ocultándolo de ellos mismos pues es invisible en las personas que no tienen la sangre de dragón y, en todo caso, si desea ser visto por ellas es por su propia voluntad y confianza, te aseguro que el sitio adonde vamos es mágico, no habrá gente que nos aceche pues temen el lugar, creen que es un paraje de brujería, pero tan solo habita en él la esperanza de lo que algún día fue nuestro poder». —Mordred sin querer leyó la mente de Gadea y le habló a través de ella, sus palabras retumbaron en la mente de la chica, haciendo que volviera a la realidad.

Gadea le lanzó una mirada cómplice.

—Está bien —continuó la pelirroja, luego observó al dragón que no le quitaba la vista de encima y con su gran boca la empujó delicadamente hacia delante para animarla a que se subiera en su lomo, ambos sonrieron por la cortesía, desde luego que el afecto que tenía era tan grande como su corazón.

La muchacha posó suavemente sus yemas por la piel escamosa del dragón hasta llegar al lomo y Mordred la ayudó a subirse, esta vez, aceptó su apoyo y le agarró de la mano, Mordred se posicionó delante de ella mientras agarraba al dragón y Gadea posó sus palmas en los fuertes hombros del chico. Este giró a medias la cabeza hacia atrás para observarla y con firmeza y ansías de aventuras le preguntó :

—¿Estás lista?

—Creo que sí a no ser que me caiga y no me vuelvas a ver.

Mordred sonrió por aquellas palabras, sarcásticas hasta el final.

—No hay un creo que valga, no te dejaré caer, te lo volveré a repetir. —Su rostro emocionado como un muchachuelo no paraba de brillar, al mirarlo y al sentir el tacto de él y del dragón cualquier pensamiento de miedo se disolvió en la mente de Gadea—. ¿Estás preparada?

—Lo estoy.

—Guardaré el nombre del sitio al que iremos hasta que lo veas con tus propios ojos.

Gadea afirmó y con tan solo un gesto, el dragón empezó a blandir sus alas cual rayo cae al mar en una noche tormentosa, blandiendo todo su potencial y arte, iluminando con su belleza mientras una nube de polvo, tierra y aire aparecieron en derredor por el movimiento de sus alas y en cuestión de segundos ya habían salido de la gran cueva.

«𝄞» 𝑨𝑳 𝑽𝑶𝑳𝑨𝑹 𝑨 𝑳𝑶𝑴𝑶𝑺 𝑫𝑬𝑳 𝑫𝑹𝑨𝑮𝑶́𝑵, Gadea sintió como sus largos cabellos caracoleaban a su alrededor, la brisa acariciaba su juvenil rostro, la luna resplandecía en el cielo nocturno y estrellado, ahora más grande e intensa que nunca pues parecía que la podía tocar con las manos, que estaba a tan solo un pequeño paso de donde ellos residían, innumerables pensamientos y recuerdos le vinieron a la mente, la de veces que el anciano de sus sueños le contaba la historia, en su mente retornaban los recuerdos una y otra vez, deseando que estuviera ahí pues aunque sus rememoraciones no eran del todo nítidas sabía perfectamente que la sonrisa estaría rondándole en la cara, que sus facciones, las cuales veía a cada rato se rejuvenecían con tan solo una esperanza, que sus deseos más bonitos brillaban pues era la luna el portento de dicho milagro.

En ese lapso de tiempo quiso mirar las maravillas de su isla, Inglaterra para los anglosajones, Bretaña para los britanos y para los druidas, la tierra misma, un lugar donde poco a poco se abría paso la libertad del uso de la magia, de vivir en paz y en armonía, de poder ser quienes querían ser.

—¡Larga vida a Camelot! —La muchacha llevada por la exaltación del momento y la ilusión en sus ojos no pudo evitar decir la frase que ansiaba echarla a vuelo —el mozuelo la repitió con ella una vez más—, desde que había llegado al lugar un gran ímpetu rebosaba en su interior, puede que Arturo y Theobald les haya sacado en más de una ocasión de sus límites pero eran buenos muchachos, un gran rey y un formidable guerrero, contando con Morgana y Ginebra, ángeles honrados llenos de amor y pureza, la sabiduría que enfatizaba la mirada del pequeño Alistair, los consejos y las ganas de ayudar a los desamparados que poseían Merlín y Wallace.

Y por último, Mordred, el chico que poco a poco conseguía que un nuevo sentimiento jamás encontrado apareciera en el corazón de Gadea. Su sonrisa, su mirada..., eran demasiado buenas, idílicas de hecho, no había maldad en él tan solo tristeza de un pasado cruel, de muertes violentas pero la esperanza de volver a renacer y perder el miedo a catástrofes sin escribir estaba a punto de suceder.

Con la mirada hacia un lado en dirección opuesta a la luna observó a lo lejos como el castillo de Camelot se alzaba desde lo más alto de Logres, en el corazón del valle, su arquitectura a la luz lunar atrapó cada sentimiento de su ser, era perfecta, como si de una ilusión celestial se tratara, las banderas del gran dragón eran visibles por toda la fortaleza honrando la memoria del linaje Pendragon, sus majestuosas torres esquineras y las flanqueantes daban un aspecto inmortal al lugar, innumerables almenas conformaban la parte alta del castillo, sin duda una gloriosa fortificación para una gran familia y para el futuro rey de toda Inglaterra.

Sonrió inevitablemente al pensar en Arturo, ¿que diría al estar donde está ella? ¿A lomos de un enorme dragón? Mordred dio media vuelta atrás, sus profundos rizos se movían al son de la brisa y sus ojos de esmeraldas se iluminaban cada vez más observando de reojo a Gadea y al ver que estaba sonriendo, un sentimiento de bienestar cruzó su mente.

—¡Prepárate y aférrate fuerte a mí!

La mozuela obedeció y abrazó sus manos firmemente en el abdomen de Mordred, la calidez volvió a retomar su hogar pese a la brisa nocturna que se abría paso a medida que avanzaban.

Luego una sensación de vértigo le invadió por completo cuando el dragón en la parte más alta del cielo nocturno, batió sus alas y cogió fuerzas para bajar a una velocidad enorme hacia el mar del sur, las pequeñas nubes desaparecían por completo tras su paso, las estrellas antes tan cerca ahora cada vez se alejaban y daba paso al olor piélago, el olor puro de las aguas cristalinas. Estaban bajando a una velocidad vertiginosa, se aferró tanto a Mordred que ni siquiera se dio cuenta que poso su cabeza en su robusta espalda —ahora un manto pues la tela fina de su túnica era muy agradable al tacto— y cerró los ojos hasta que volvió a la normalidad y avanzó en línea recta, estaban a centímetros de las aguas y al recobrar su compostura miró su propio rostro en la superficie del agua y acarició suavemente con sus yemas el contacto de dicha divinidad, rozando su vitalidad, fría pero llena de energía.

Mordred se percató de ello y extendió su mano. Gadea para molestarlo cogió un puño, lo rebozó de agua y se lo echó en la cara, el se rió y compartió la misma acción. Poco a poco sus miedos, sus pesadillas desaparecían para reaparecer la esperanza y la alegría que tenía de niño, la misma que recobraba vida cuando su madre le contaba cuentos antes de irse a dormir sobre grandes dragones e innumerables reinos mágicos de Bretaña.

Los dos jóvenes desviaron su vista a pocos metros de distancia al ver como un gran cardumen de exocétidos —peces voladores—, volaban y danzaban por los alrededores, iluminando con su belleza y su arte por crear un mundo mejor, por dar vida al mar en los grandes tiempos nocturnos. Por deslumbrar con pequeños saltos hacia una nueva esperanza, un nuevo destino como lo hace un guerrero en la batalla cuando ansía obtener la libertad. Ambos compartieron una mirada de apego al ver tan prodigio natural, cuán obra armónica y producto solo de la naturaleza, la misma que en cuestión de segundos puede asombrarte, ante un chasquido de dedos, la misma que puede matarte sin un pestañeo.

Atravesaron grandes lares, infinito mar, corazón de Inglaterra para dar a una nueva tierra, un gran porvenir y no es más ni menos que Bretaña La Menor donde años remotos los britanos y los druidas vivían sin restricciones en el uso de la magia, donde danzaban bajo la luz de la luna admirados por la fulgurante luz de las llamaradas de sus cálidas hogueras. El antiguo hogar de Mordred.

El dragón se alzó con toda su fuerza por lo que obtuvieron una mejor visión de toda la isla. Era bella en todos los sentidos, abundaba tesoros de la madre tierra, innumerables bosques con distintos tamaños y tonalidades se formaban en ella en un manto blanquecino casi imperceptible de los primeros copos de nieve que habían caído y sobre todo, había una inmensa floresta, una en especial con el acompañamiento de un gran lago y que, por asombro de Gadea, la criatura alada se dirigía a él con paso certero.

—Vamos directos al bosque de Broceliande en Constans —hizo una pausa mientras se dirigía a ella nuevamente—, el lugar donde empezó todo.

🤍 ¡Hasta aquí el capítulo de hoy! Espero que os haya gustado, quiero dedicárselo a mi queridísima YoshiLu-Ellixyll , ¡disfrútalo, tus comentarios y votos me animan a continuar! Y tu forma de ser, tus obras...❤️, tienes mucho arte, no lo olvides nunca. A mi bella Nat black_arrows_1 ,adoras a Mordred y a Morgana como yo te adoro a ti, deseo que lo haya interpretado bien y no te haya defraudado, a la belleza de icarusvsun , te he extrañado, espero que podamos seguir hablando, ¡es un gusto charlar contigo! y esta muchacha llena de talento que se ha ganado mi amistad ¡a través de sus hermosos gustos y preciosas novelas! jussysprite

Y a todos los que me apoyan en la historia, animándome a escribir más capítulos, ¡sois unos amores! I love u'll. 🤍

[Pido disculpas de antemano si hay algún error ortográfico o no hay coherencias en algunas frases, mañana sin falta corregiré el capítulo y lo miraré palabra por palabra.]

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