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𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑋𝑋 : 𝐸𝑙 𝑜𝑟𝑖𝑔𝑒𝑛 𝑑𝑒𝑙 𝑓𝑖𝑟𝑚𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜

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˗ˏˋ ♞ 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝑁𝑇𝑌 ˎˊ˗ ━━━━━ ♛
𝔒𝔫𝔠𝔢 𝔲𝔭𝔬𝔫 𝔞 𝔱𝔦𝔪𝔢... ❛ 𝔗𝔥𝔢 𝔬𝔯𝔦𝔤𝔦𝔫 𝔬𝔣 𝔱𝔥𝔢 𝔣𝔦𝔯𝔪𝔞𝔪𝔢𝔫𝔱 ❜

❛ 𝔏𝔢𝔲𝔨𝔰𝔫𝔞 𝔮𝔲𝔢 𝔞𝔰𝔦́ 𝔰𝔢 𝔩𝔩𝔞𝔪𝔞𝔟𝔞,
𝔞𝔥𝔬𝔯𝔞 𝔢𝔰 𝔠𝔬𝔫𝔬𝔠𝔦𝔡𝔞 𝔠𝔬𝔪𝔬 𝔩𝔞 𝔏𝔲𝔫𝔞,
𝔢𝔩 𝔠𝔥𝔦𝔠𝔬 𝔢𝔩 𝔠𝔲𝔞𝔩 𝔩𝔢𝔰 𝔞𝔶𝔲𝔡𝔬́, 𝔰𝔢 𝔩𝔩𝔞𝔪𝔞𝔟𝔞 𝔖𝔬𝔩
𝔶 𝔩𝔞𝔰 𝔭𝔢𝔯𝔰𝔬𝔫𝔞𝔰, 𝔩𝔞𝔰 𝔢𝔰𝔱𝔯𝔢𝔩𝔩𝔞𝔰 ❜
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✠ ⎯⎯ 𝖂𝖗𝖎𝖙𝖙𝖊𝖓 𝖇𝖞 𝕭𝖗𝖎𝖓𝖆 ⎯⎯ ✠

📜 «𝄞» ¡Cuando veáis el símbolo de la
Clave de Sol
poned la música del vídeo!

—𝖃𝖃—

𝐴𝑁𝑇𝐸𝑆 𝐷𝐸 𝐼𝑅𝑆𝐸 𝐴 𝐷𝑂𝑅𝑀𝐼𝑅 𝑃𝑈𝐸𝑆 𝑌𝐴 𝐸𝑅𝐴𝑁 𝐻𝑂𝑅𝐴𝑆 𝑇𝐴𝑅𝐷𝐼́𝐴𝑆, Gadea quiso explorar un poco más el castillo, deseaba poder estar en lo más alto de este, poder ver toda Camelot a la luz de la luna y contemplar toda su hermosura. Tuvo que subir otra gran escalera con forma de caracol mientras posaba las yemas de sus dedos por las finas pero robustas paredes de la corte, su pelo ondulado brillaba a través de las luces que reflejaban las antorchas depositadas en las paredes a medida que subía más sus ondas danzaban por las brisas nocturnas que acechaban al acercarse a medida que se aproximaba a la parte más alta.

Al llegar y para su asombro, Alistair y Morgana residían en aquel mágico lugar acompañado de una mozuela, cuyo rostro era tan bello y puro como las rosas que florecían en los días de primavera, unos ojos color avellanos hermosos, simulando las hojas de los árboles ancestrales que habitaban en los bosques, poseía un largo cabello negro rizado y una preciosa sonrisa la cual reflejó cuando vio a Gadea pues ya le habían contado sobre ella. Su vestimenta era normal —muy similar a los ropajes de plebeyos—, pero se podía intuir que era una doncella de Morgana pues el trato que tenía con ella era inigualable, propio no solo en el ámbito profesional sino también afectivo como lo es una buena amistad.

—¡Gadea! —exclamó Alistair.

Luego se dirigió a la chica y la abrazó, esta hizo lo mismo con mucho cariño, sin duda, el niño se había ganado su corazón en muy poco tiempo. Por otra parte, Morgana y la otra muchacha observaron con una sonrisa mientras Gadea y Alistair se acercaban.

—Un gusto Gadea, mi nombre es Ginebra.

—El placer es mío, tienes un gran y bonito nombre —siguió Gadea—. ¿Eres de aquí? Nunca te había visto aunque claro está, que llegué hace poco.

—Sí, soy de aquí —le afirmó con una sonrisa—. Es cierto que llevas poco aquí pero no cabe la menor duda que has hecho cosas inolvidables.

—Si con eso te refieres a luchar con Arturo en medio de la plebe, simular una batalla con escobas en una taberna a tempranas horas del día y tirarle un cubo de agua fría por los suelos y que perdiera el equilibrio, me lo tomaré como un cumplido —dijo irónicamente mientras le guiñaba un ojo—. Ha sido muy divertido aunque yo también me he llevado mi parte.

—Estáis hecho tal para cual —continuó Morgana.

—Sinceramente lo has hecho bien, ya era hora que alguien le plantara cara a ese botarate —dijo entre risas Ginebra—. Arturo a veces es insoportable pero confío en que algún día cambiará y será el rey que estamos destinados a tener, aquel que traiga prosperidad al reino, aquel que nos aleje de las desdichas, aquel que obre con su corazón y no con sus deseos.

Todos afirmaron, mirando el horizonte, deseando que las palabras de Ginebra cobraran su propia realidad pero para que eso ocurriera sabían que todavía quedaba un camino por delante, un sendero vertiginoso cuyas piedras latosas se abalanzaban sin cesar, sin detenerse, rumbo a un destino equívoco.

Esa noche la Luna aún estaba en su máximo resplandor incluso en los aposentos del castillo del cual y a través de las ventanas se podía observar como sus diminutos y audaces brillos daban vida a un lugar mágico dentro de la corte. En el tejado, los cuatro jóvenes la miraban, la admiraban, hechizados de tanta belleza, de su misma pureza. Las praderas a lo lejos e iluminadas por la luz hacía que se triplicaran, que se vieran cerca como un reflejo que no podemos alcanzar pero que sabemos que está cerca, la vegetación adquirió un color blanquecino celestial y las flores danzaban con total delicadez, con las acaricias de la brisa nocturna que allí y en ese momento recitaba una canción, una sonata cuyos versos relajaban el alma. Las diminutas pero hermosas estrellas parpadeaban mientras formaban un coro en el cielo nocturno, despejado, libre de nubes, al descubierto, enseñando todas sus incógnitas y misterios, enseñando su hermosura.

—Gadea, ¿podríais contar otro cuento? —Finalmente Alistair rompió el silencio, haciendo que los tres se dirigieran a la mozuela, la cual deseaba contar uno, una historia cuyo origen no recuerda pero depositaba en su corazón desde que su memoria borró la identidad de la persona que se lo contó pero bien sabía que era el misterioso anciano de sus sueños.

—Os contaré una.

La muchacha volvió la vista hacia el cielo y la luna nuevamente y empezó a contarla, palabra tras palabra, hecho tras hecho, recuerdo tras recuerdo :

«𝄞» —La historia que os voy a contar ocurrió en un pasado muy lejano, de una chica que tenía miedo de dejar todo atrás, de poner rumbo a su nueva vida, a un nuevo renacer, se llamaba Leuksna, todos los días se preguntaba que iba ser de ella en un mundo lleno de guerras, de conflictos, de desigualdad. Su gente había empeorado por las distintas enfermedades que había, ella era la elegida, la elegida para cambiar el mundo de la devastación. Quiso avanzar pero no podía, el miedo la retenía hasta que un día decidió volar, dejar sus inseguridades atrás que no la dejaban continuar, desplegó sus alas y se liberó, ayudó a los desamparados, ofreció sus habilidades de combate para proteger a sus allegados. La cosa se torció cuando la situación en la que estaba empeoró, solo estaba ella para proteger a su villa, se agachó, el número de enemigos era enorme, la frontera estaba llena de ellos, cerró los ojos con las manos apretadas contra el suelo, volcó la vista hacia arriba y miró el frente, en su corazón habitaba el terror pero también la valentía que en ella residía desde el primer instante que llegó al mundo. Volvió a mirar pero esta vez no con pavor, en su mirada se reflejaba el honor y la gallardía así que sostuvo su espada en mano y puso la frente en su pomo, contempló como una fuerza en su interior emergía de ella y en ese momento y en sus honorables pensamientos le llegó los recuerdos de su infancia, de su familia, de sus amigos y de su pueblo, bastó para levantarse con fuerza, mirar hacia detrás y avanzar hacia delante y protegerlos con su vida si hacia falta, ellos estuvieron en su día, cuando lo necesitaba y ahora le tocaba a ella. —Gadea contaba la historia con cariño, se giró para ver los rostros de sus amigos y se percató de que Mordred la estaba escuchando y observando desde la puerta del tejado, a unos pasos de ella, admirado, ella lo observó, ambos compartieron una gran mirada y continuó sin apartarla—. Pero entonces, alguien apareció y le cogió de la mano, le ofreció su ayuda con una delicada sonrisa y una hermosa mirada, unos profundos ojos color esperanza cuyo sentimiento se recalcó en ambos, Leuksna contempló que se trataba de un chico cuya hermosura y pureza se reflejaba en todo su ser, su pelo rizado y negro era precioso más su sonrisa se asemejaba a la de un niño cuando corretea libremente por los campos en busca de todo tipo de aventuras, la misma que nunca tarda en desaparecer, la misma que en cuestión de instantes te puede enamorar pues ofrece una luz enorme que te llena de vitalidad. Le ofreció sustento y ayuda e incluso en cuestiones desiguales, lucharon hasta que la gente del poblado sacó fuerza y por algún motivo verlos florecer, verlos avanzar los motivó, se levantaron, se dirigieron a la pradera y defendieron su hogar, sus derechos, a sus seres queridos. Leuksna que así se llamaba, ahora es conocida como la Luna y el chico el cual les ayudó, se llamaba Sol y las personas, las estrellas, nos hace entender que en cualquier situación desfavorable podemos brillar, podemos ser quienes seamos ser porque nadie ni nada es motivo de que dejemos de hacer algo y que el miedo no nos hace cobardes, todo lo contrario y si luchamos por lo que queremos, por nuestros sueños y avanzamos pese a todo, siempre seremos recordados, nuestra alma, nuestra luz y todo nuestro ser brillará en el firmamento como lo hicieron en su día Leuksna, Sol y las estrellas y como podéis observar su luz nos fascina ahora y siempre, porque esta palabra es la base del sustento, la valentía y el honor, las acciones de nuestro corazón, cuando caigamos, la esencia que nos guía y todo nuestro resplandor —Gadea hizo una pausa, acercándose a Alistair, poniéndole la mano derecha en su pecho mientras que con la otra la dirigía al cielo— y cuando sea nuestro fin estaremos en el empíreo, formaremos parte de las estrellas y nunca dejaremos de brillar.

Tanto Morgana, como Ginebra y Alistair estaban asombrados, no tenían palabras que decir mucho menos de enterarse de la presencia de Mordred que aún observaba con firmeza y admiración a Gadea.

—¡Ha sido impresionante! ¡Muchas gracias! —exclamó Alistair—. Tengo que decir que tus historias son maravillosas, ¿os la han contado?

Recordó al anciano de sus sueños, la de veces que se la contaba, esa y muchas más, se llenó de nostalgia así como de tristeza, no podía aguantar más tanto misterio y de ser cierto que fuera real su paradero, ¿estaba vivo? Esa pregunta sin respuesta la destrozaba por dentro.

—Sí, pero no recuerdo quien fue.

—Pero...

Morgana lo interrumpió al ver que Gadea estaba poniéndose incómoda y afligida por lo que le dijo que ya era hora de irse a dormir pues ya se había hecho tarde tras contar la historia.

Gadea se lo agradeció con la mirada mientras se iban, Ginebra le sonrió y le agradeció por la historia, al mismo tiempo su admiración por ella crecía cada vez más.

—Buenas noches, Gadea, descansad y perdonadme por la pregunta, yo no quería haceros sentir mal.

—No es problema cariño, es normal preguntar, un chico listo como tú no pierde la oportunidad de conocer nuevos saberes —continuó la mozuela.

Alistair le dedicó una sonrisa y todos se dieron una despedida.

Morgana al pasar por la puerta se percató de que Mordred estaba allí y luego miró hacia Gadea que aún estaba afuera, mirando el paisaje por lo que sonrió, sin duda, pensaba que la historia tenía grandes sentimientos y la primera impresión que sintió la chica por el druida y, por otro lado, Mordred lo sabía. Cuando Gadea se quedó sola, este fue hacia ella.

—Una historia realmente bonita —le dijo, sonriéndole.

La chica se lo agradeció plácidamente.

Mordred la observó con cariño y posó sus antebrazos en los muros, admirando la hermosura del valle, al lado de Gadea.

—Ese chico, Sol, tiene las mismas características que yo —dijo finalmente, sus pensamientos cobraron voz.

La mozuela intentó mirar a otro lado para que el muchacho no se percatara de su asombro —cosa que inevitablemente no ocultó—, y con disimulo dijo :

—Es una pura coincidencia.

Y es que en realidad el físico del personaje de la historia que le había contado el anciano era así, se sentía avergonzada que en ese preciso instante apareciera Mordred pero al mismo tiempo emocionada de saber más cosas sobre su paradero aunque pensara que uno de los protagonistas del cuento se lo dedicaba a él mismo y en el fondo a medida que lo contaba recordaba la primera mirada que tuvieron ambos, el mismo día que se vieron en persona, el mismo día que le cogió en sus brazos para que no se cayera.

--La manera en la que lo contabas era preciosa, pude ver como todos te admiraban, tienes un gran talento, Gadea. —Luego se giró a ella y la observó—. Tienes algo especial, el hecho de que haya contactado contigo es porque el gran dragón me lo había dicho, me intuyó que debía volver a Camelot y ayudarte a destruir la amenaza que nos acecha a todos.

—¿El gran dragón? —preguntó ella, confusa.

—Ha contactado contigo, es esa voz que a veces te habla por las noches, algún día y cuando llegue el momento lo conocerás pero de momento basta con saber que nos aguarda una misión, una en la que sin duda estaré dispuesto a ayudar pues en mi infancia vine aquí y tanto Morgana como Arturo me salvaron, les debo un favor, ahora ve a descansar, debes de estar cansada.

—Lo estoy pero ¡botarate! Me has dejado con la duda y no podré dormir, por lo que sé, has estado aquí pero ¿qué pasó? ¿Arturo y Morgana saben de tus poderes? —continuó Gadea.

Mordred sonrió y le afirmó.

—Sí, me ayudaron a escapar, los sajones no querían a los druidas, los temían, los odian, incluso ahora y por eso, tuve que huir de mi hogar, buscando un refugio con mis allegados pero los atraparon y los únicos que quedábamos fui yo y mi padre, pero gracias a Arturo pude escapar pues me llevó a una zona segura y allí forjé una nueva vida, en Bretaña la menor y he estado residiendo con él en ese lugar desde ese entonces, y ahora tenía que cumplir con mi deber, mi padre está protegido por la magia que allí reside, es un lugar sagrado, principalmente hay britones, las personas que aceptan a los dioses antiguos y viven en la naturaleza así que me fui y así llegué hasta aquí para conocerte pero sabrás todo cuando llegue el momento más debo de decir que esta travesía ha sido extraña y cautivadora, he podido estar más en contacto con el gran dragón y gracias a él, contigo, de ahí a que pudimos compartir sueños a través de nuestro yo del pasado, es como una especie de ligamento que nos une, que nos forma para ser parte de algo en el futuro de Camelot —pausó con verecundo ademán—, ¿mañana te gustaría ir conmigo por la noche al bosque?

—Realmente es demasiada información, ahí tantas dudas, tantos misterios pero está bien, esperaré y en cuanto a lo otro...¿Yo? ¿Contigo? ¿Al bosque? ¿De noche? ¿A solas? —Sintió como sus mejillas se sonrojaban y Mordred lo reflejó en sus ojos.

—Tranquila —afirmó mientras una sonrisa se le dibujaba en su rostro juvenil—. Es para enseñarte una cosa pero no te diré nada, quiero que sea una sorpresa y tu primer paso para conocer lo que hay más allá de un reino.

Asombrada, la chica no pudo evitar poner los ojos como platos y agradecérselo, todavía recordaba lo que le había dicho Merlín sobre Mordred, que no confiara en él incluso quiso saber que frase escondía antes de que Wallace lo interrumpiera pero sabía que no hacía falta, era un buen muchacho, en sus acciones y manera de obrar se reflejaba.

Después de estas palabras volvieron al interior del castillo, ya hacía mucho frío y justo cuando Gadea iba a entrar a los aposentos de Morgana, Mordred le insinuó :

—La Luna y el Sol nunca pueden estar juntos.

Recordó la historia, la relación entre la hermosa Leuksna y el imponente Sol.

—Pero cuando lo hacen forma un espectáculo hermoso llamado selenelion, donde todos los seres vivos contemplan desde la Madre Tierra dicho portento, cuán admirados y asombrados de algo que se nos escapa y que no sabemos diferenciar entre la realidad e invención.

Mordred absorto por aquellas sabias palabras continuó :

—En los libros que me solía leer mi padre la unión entre el sol y la luna es como el yin y el yang –el bien y el mal— y muchas veces cuando el sol está cerca de la luna, juntos, forjando un destino, significa que el amor y la unión son poderosos.

—Puede ser, nunca lo sabremos con certeza o tal vez sí y Mordred, Leuksna..., era pelirroja como yo, ¿no te asusta que haya tanta casualidad?

—Es extraño pero intriga y al mismo tiempo confunde, ¿por qué no lo dijiste?

—Porque tenía miedo de que pensaran que era más que una casualidad, que pensaran que había encontrado sentimientos hacia ti y que lo reflejara así en la historia, pero Mordred, simplemente me la contaron así, en todo caso, cuenta conmigo para mañana, nos veremos a este tiempo en la entrada del portón.

Cerró la puerta sin esperar la respuesta del chico, se sentía mal por ello pero también tantos sentimientos y emociones la abrumaban por dentro. La muchacha no podía lidiar con esa afección nueva pues nunca había sentido atracción por alguien y desde luego, había despertado algo en ella que jamás había tenido, ese chico era todo un misterio, un enigma que poco a poco se abría paso en su corazón como también viceversa, una aflicción misteriosa que habitaba en lo más profundo de sus seres.

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