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𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑋𝑉𝐼𝐼 : 𝑅𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜

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˗ˏˋ ♞ 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑆𝐸𝑉𝐸𝑁𝑇𝐸𝐸𝑁 ˎˊ˗ ━━━━━ ♛
𝔒𝔫𝔠𝔢 𝔲𝔭𝔬𝔫 𝔞 𝔱𝔦𝔪𝔢... ❛ 𝔐𝔢𝔪𝔬𝔯𝔦𝔢𝔰 𝔣𝔯𝔬𝔪 𝔱𝔥𝔢 𝔭𝔞𝔰𝔱 ❜

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✠ ⎯⎯ 𝖂𝖗𝖎𝖙𝖙𝖊𝖓 𝖇𝖞 𝕭𝖗𝖎𝖓𝖆 ⎯⎯ ✠

—𝖃𝖁𝕴𝕴—

𝑳𝑶𝑺 𝑫𝑶𝑺 𝑱𝑶́𝑽𝑬𝑵𝑬𝑺 𝑷𝑨𝑺𝑨𝑹𝑶𝑵 por innumerables pasillos que conformaban la estancia del gran castillo. Sus pasadizos eran enormes, cada uno lleno de habitáculos, moradas y varias habitaciones para la estadía de caballeros de distintas casas honorables y en confianza con la Casa Real de Albion. Sus paredes estaban conformadas principalmente con grandes piedras pero en los lugares de mayor importancia, como la corte o la sala de Uther Pendragon así como sus aposentos estaban formadas de una madera proveniente de los bosques del norte, adiposa y vigorosa. Gadea quedó impresionada por los monumentos, armaduras y figuras de caballeros que hospedaban en los pasillos, no era la primera vez que entraba en el castillo pero sí de manera tranquila pues la última vez que tuvo la oportunidad de entrar fue para distraer a Arturo y Theobald por lo que apenas pudo presenciar dicho encanto.

Al subir por unas escaleras con forma de caracol, pudo observar por unas ventanas con forma de arco apuntado a Morgana practicar con la espada; llevaba puesta una pequeña armadura para protegerse y unos ropajes hechos con una tela suave pero firme, en la corte muy pocos tenían el privilegio de poder usar el arsenal real más se había ganado la confianza de la casa Pendragon. Su destreza con la espada y las armas a distancia era impresionante pues se movía con un ritmo vertiginoso y hacía movimientos tan elegantes como peligrosos propios de una cualificada guerrera. Gadea admirada no pudo evitar pararse en seco sin percatarse que Merlín había avanzado pero no tardó en darse cuenta que la chica no seguía sus pasos.

—Nos conocimos hace poco pero estoy seguro que te encantaría estar con ella, he visto como luchas y se nota que darías lo que sea para proteger tu reputación y a tus seres queridos —le dijo mientras se dirigía a ella para observar a Morgana.

—Lo sé pero nunca tendré la oportunidad de tener la confianza del rey y mucho menos formar parte de la caballería de la corte. —La muchacha no pudo evitar dejar tras de sí una sonrisa con mucho pesar.

—¿Y por qué no? Que seas una chica y no pertenezcas a una casa noble realmente no te lo impide —pausó mirándola, pensativo pero con una sonrisa—, cuando luchabas con Arturo vi en ti admiración, valentía y honor, muy pocos osan enfrentarse a él y tú lo has hecho, puede que haya acabado un poco mal...pero, estoy seguro que con el tiempo mejoraras en dichas habilidades y puede que incluso, llegues a superar a los actuales caballeros de Uther. Yo confío en ti y sé que tu también lo harás.

Las palabras de Merlín resonaron varias veces en la mente de Gadea, dándole esa confianza que le faltaba para posteriormente, devolverse una sonrisa pero esta vez, de esperanza.

El joven hechicero no pudo evitar preguntarle lo que se había preguntado a sí mismo desde que la vio luchar.

—¿Cómo has aprendido las habilidades? ¿Y las de magia?

La chica se asombró por aquellas palabras, sabía que no podía ocultarlo por mucho tiempo pero en la profunda mirada de los ojos intensos y grises de Merlín sabía que el joven era de confianza.

—Es difícil de explicar, en mi poblado nunca me han enseñado pues los que practicaban el arte del combate eran los mayores y que, por crudas experiencias del pasado se obligaron a sí mismos a aprender pero por alguna inexplicable razón, las habilidades que tengo son de mi niñez, lo extraño de todo es que... —hizo una pausa, mirando al suelo, sumida en sus pensamientos—, no recuerdo nada sobre ella, solo visiones en mis sueños, realmente al principio pensaba que eran tan solo eso, sueños, pero no al cabo de un tiempo cuando tuve muchísimas más y en todas salía el mismo anciano, en cada una de ellas lo veía, sonriéndome y enseñándome libros de lo que parecía ser de la historia de los druidas con varios hechizos, hablándome de las fuerzas arcanas y cuan peligrosas podían ser si la usamos para el mal, ayudándome a usar el arco y poder defenderme con las armas. También me enseñaba astronomía y sé que amaba estar con él en los vastos campos del hogar mirando las estrellas que resplandecían sobre nuestras cabezas, como también sé que es real y que no sé donde está, pero lo encontraré.

Merlín no pudo evitar sentir nostalgia sobre ello pues a él también le perseguía el mismo pasado solo que por el contrario, en su caso, lo recordaba todo.

—Mi madre murió cuando me dio a luz, a las afueras del poblado, ocurrió en una noche fría de lluvia y con luna llena, se llamaba Hunith, en su auxilio acudieron varios druidas, entre ellos, Heulwen, una sabia anciana que en ese tiempo, fue la matrona de mi madre...—pausó, su mirada estaba perdida en el firmamento claro que se ceñía en la mañana del reino de Camelot—, mi cuerpo estaba mal posicionado y las súplicas de mi madre para verme nacer y que esté a salvo eran inmensas por lo que uno de ellos sacó una hoz afilada y menuda mientras Heulwen le daba un brebaje a mi madre para que no sufriera...

—Merlín..., no debes continuar —le interrumpió Gadea al ver el sufrimiento en sus ojos.

—Debo de hacerlo, tu me has confiado tu pasado, ahora yo haré lo mismo, es lo justo —continuó—. Después de la incisión salí yo, lo único que recuerdo fueron sus últimas palabras mientras me miraba satisfecha de mi existencia en sus cálidos brazos, "Mi niño, mi pobre niño, ¿quién cuidará de ti?", esa frase, esa mirada..., las recuerdo como si hubiera sido ayer aunque siempre se recalca en mis sueños haciendo como si realmente estuviera a mi lado. Todo lo que te conté lo escuché cuando me escapaba a veces por la noches y así estar aventurándome por la naturaleza, me llamaban el hijo del bosque y a día de hoy aún no sé el por qué, pero como tú, lo descubriré. Lo descubriremos —rectificó—. Después de ello, me criaron los druidas, Heulwen fue como mi segunda madre, pero todos murieron, sus edades ya eran avanzadas más la sabiduría de cada uno de ellos recalca en cada estancia de los bosques hoy en día. Después, llegó Maelgwn, mi maestro, realmente gran parte de mi vida la pasé con él, era un anciano druida con una gran fortaleza, todo lo que sé se lo debo a él pero un día lo mataron mientras yo no estaba para protegerlo, a órdenes de un hombre que quería acabar conmigo por mis poderes y por haber guardado el secreto y mi paradero, su destino fue peor.

—Lo siento mucho, Merlín, algún día volverás a verlos, ten fe en ello.

—Lo sé —respondió con una sonrisa triste en la cara—, lo sé, ahora tengo a Wallace, el médico anciano de mayor confianza de la corte y de Uther, siempre que estoy con él me recuerda a los druidas que me cuidaron, cada palabra, cada acto que hace me llena de nostalgia, pero ahora estaré cuando más lo necesite y y si tengo que morir para protegerlo, sin duda lo haré.

—Eso es muy humilde de tu parte —continuó Gadea, apoyando la palma de la mano en el hombro izquierdo del chico, mientras se disponían a subir las inmensas escaleras, dirigiéndose a la estancia del hechicero—, pero por favor, no te sientas mal por lo que ocurrió, no fue culpa tuya, eras solo un niño. Además sabes que aquí estaremos nosotros para ayudarte, yo, Morgana, Arturo, Mordred,...

El rostro de Merlín se oscureció al oír el último nombre.

—Gadea...Sé que tu primera impresión de Mordred es buena pero no debes confiar en él.

—¿Qué? ¿Por qué? Es un buen chico y honorable, no lo conozco mucho, eso es cierto, pero en sus ojos pude ver que tiene buenas intenciones.

La mozuela quería contarle el sueño que tuvo la anterior noche con él y la comunicación que había tenido lugar entre los dos pero Merlín fue más rápido, no podía ocultar lo que le consumía por dentro.

—Mordred está destinado a...

Pero justo en ese preciso instante, una puerta se abrió, irrumpiendo de lleno en la conversación. El rostro de un anciano con barba blanca y un cabello tan resplandeciente como la nieve asomó en ella, Gadea quedó impresionada al verlo pues le recordaba al anciano de sus visiones.

—¡Merlín! ¿¡Cuántas veces te tengo que decir que recojas tu alcoba!? —exclamó mientras dirigió su mano hacia su oreja y la estiró hacía él— ¡A recoger de inmediato!

Merlín no pudo evitar sonrojarse al ver a Gadea con una sonrisa pícara por los despistes que tenía, por otro lado, el anciano volvió la vista hacia la chica y se disculpó por los modales.

—Perdóname muchacha, ¡pero este chico es un desastre! En cuanto limpie todo podrán volver a hablar, mi nombre es Wallace, un gusto. —Luego le sonrió amablemente y quitó la mano de una de las orejas de Merlín, que ahora estaba roja por el pellizco, este de su parte hizo un gesto un tal peculiar y con resignación pues no le gustaba mucho ordenar sus ropajes.

—Un placer, Wallace, mi nombre es Gadea —continuó, sonriéndole.

El anciano le regaló una mirada afable, la joven intentó con todas sus fuerzas no caer de nuevo en la nostalgia pero fue imposible, una vez más estaba perdida y con miles de preguntas sobre el paradero de la persona de sus visiones, luchando entre que era real y que no, luchando entre si podía seguir vivo o, por el contrario, haber tenido la mala suerte que tuvo el pobre de Maelgwn.

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