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07||𝙇𝙞𝙩𝙪𝙧𝙜𝙞𝙖

"Pasaban, la miraban
La miraban sin ver na'
Solita en el infierno
En el infierno está atrapa'..."


—TOKIO, JAPÓN
DICIEMBRE, 2020

El tener una vida en brazos era una sensación demasiado extraña cuando no estabas acostumbrado, para el antiguo Hinata era cosa sencilla; él había ayudado a su madre con los cuidados de Natsu y ya sabía cómo debía cuidar a un bebé, pero ahora eran al doble.

Sus mellizos necesitaban mucha, pero mucha atención, así que no dudo en aceptar la propuesta de Kageyama y tener una niñera que le ayudará a cuidarlos. Mitsuya se portó muy amable al darle más vacaciones de lo esperado para dedicarse a sus hijos, lo cierto es que en dos meses había hecho mucho. Sus niños eran demasiado hermosos; tenían el cabello rizado y azabache como el de su esposo, pero sus ojos eran marrones como los suyos.

—Amo que tengan tus ojos. —dijo Tobio.

— ¿Por qué? —Preguntó.

—Desde que nos conocimos he tenido cierta fascinación por ellos, siempre están llenos de determinación. No olvido el día en que nos vimos por primera vez, tus ojos ardían con un fuego arrasador, estabas dispuesto a derrotarme.

—Sigo estándolo —interrumpió al azabache—. Aún estoy dispuesto a derrotarte.

— ¿En qué se basará este nuevo reto? —Preguntó.

—No lo sé, podemos ver a quien prefieren nuestros hijos —se encogió de hombros como si no le diera importancia.

—Es obvio que ellos te prefieren a ti, eres su padre después de todo.

—También tú eres su padre.

—Estoy tan feliz —dijo de repente cambiando de tema—. Son nuestros hijos, tuyos, míos. Son bellísimos. Hikaru y Hiroko.

—Sí, son muy preciosos —susurró—. ¿Iras a entrenar? Iwaizumi- san debe estar molesto porque no has asistido mucho.

—Ellos comprenden, saben que somos padres primerizos y necesitaras ayuda. —mencionó tranquilo.

—No es necesario, no puedes faltar a tus entrenamientos, si sigues haciéndolo te meterás en problemas. —Tobio suspiró derrotado.

—Kikyo- san no podrá venir hoy.

—No es necesario que venga, llamare a Kenma, es capaz de dejar el trabajo y venir hasta acá. —sugirió con una sonrisa.

—De acuerdo, confío en Kenma y sé que podrá ayudarte en lo que necesites.

—Pues claro, es mi mejor amigo.

—Quizás debas llamar también a Suga- san, amenazo con derrumbar la casa si no lo llamábamos un día de estos. —Shouyo empezó a reírse y Tobio sintió que podía vivir de sólo escuchar esa risa—. Hace mucho que no sonreías.

—Me pregunto por qué será. —susurró—. Ve a entrenar, se te hará tarde.

—Claro. Nos vemos más tarde, te amo. —Besó la frente del pelirrojo y la de sus niños, ese par era su mayor tesoro y lo mejor que pudo haberle dado la vida. El contrario asintió ante lo que escuchó pero no respondió, no quería decir algo que no era verdad.

Minutos más tarde tenía al famoso Kodzuken entrando como si fuera su casa, Kenma tenía las llaves del departamento en Tokio por precaución. Ambos se sintieron felices con sólo verse, el mayor fue a ver a los niños que dormían en su cuna.

—Son tan hermosos —susurró.

—Ni parece que me diste dinero para inducirme el aborto —mencionó con burla.

—No sé de qué hablas. —Fingió demencia y Shouyo se echó a reír. En cuanto supo que iba a tener un bebé le ofreció dinero para pagar un degrado, cuando decidió tenerlos se encargó de preparar el baby shower—. Si iba a ser tío debía ser el mejor.

—Ya lo eres.

—¿Cómo estás? —preguntó.

—Bien, las cosas con Tobio van mejorando y...

—No me refiero a tu matrimonio. —Lo interrumpió—. Ya hablaste con Atsumu respecto al beso.

—Aún no entiendo como fue que te enteraste —se quejó.

—Es que él nos dijo —se burló el teñido—. No sabe guardar secretos y nos lo dijo a los tres.

—Es un idiota. —susurró.

—Un idiota que está enamorado de ti y del cual también lo estás tú . —Ambos sabían eso, al parecer todos sabían eso, todos menos él.

—¿De verdad lo crees? —Necesitaba oír esa respuesta.

—No lo creo, estoy seguro. —Bingo. La respuesta que necesitaba y no sabía que quería escuchar.

—¿Crees que sea tarde?

—Shouyo, nunca es tarde para volver a empezar.


Lo peor de los entrenamientos era ver al maldito hijo de puta que era Tobio, detestaba verlo tan feliz, él no merecía esa felicidad. Todos en la cancha lo felicitaban y le preguntaban por el estado de sus mellizos, ya habían pasado dos meses desde su nacimiento y todos lo seguían tratando como si acabara de dar a luz él mismo, todo porque era el único con hijos dentro el equipo nacional.

Terminó de ponerse la camiseta para entrenar y salió de los vestidores directo a la cancha, poco a poco empezaron a llegar los demás miembros y comenzaron los estiramientos previos a su entrenamiento.

—Entonces, Bokuto- san ¿Cuándo planeas tener hijos? —preguntó el jugador del equipo ruso.

—Cuando Daichi- san se le declare a la persona que ama. —Dijo el de cabellos bicolores.

—Sawamura- san está enamorado de alguien? —Preguntó Atsumu con curiosidad.

Bokuto sonrió ladinamente —Claro que lo está. Es más, no debería decirte a ti Tsum- Tsum, podrías decirle ya que es amigo tuyo. —El rubio frunció el ceño y entonces una frase llegó a su cabeza.

Fue emocionante el saberme enamorado de él. Siempre fui el que observaban, vi con fascinación el observar a alguien más. —El número once se permitió sonreír con demasiada felicidad.

—Dile a Sawamura- san que no se preocupe —eso llamó la atención del búho de ojos dorados—. Él será correspondido.

— ¿Cómo sabes eso, Tsum- Tsum? —Preguntó evidentemente feliz.

—Sólo lo sé. El amor siempre es así, te atrapa sin que te des cuenta.

—Descuida —habló el mayor—. Yo le haré llegar la noticia.

—Por cierto, Kageyama- kun —interrumpió el albino que jugaba para los Adlers—. ¿Cuándo conoceremos a tus hijos? —Golpe bajo para el rubio.

—Pronto. —Fácil y sencillo, fue su simple respuesta.

—Ansiamos ver a los bebés —seguía insistiendo el mayor—. Por Dios, hasta Atsumu- san los conoció y no es tan amigo tuyo. — ¡¿Es que la gaviota no podía cerrar el pico?! Kageyama miró al rubio molesto y este miró a Hoshiumi que empezaba a encogerse en su lugar por el repentino cambio de aura.

—Bueno, no los conocí como tal, en realidad eran unos bebés. —Comenzó a hablar Miya—. Pero estuve en el momento apropiado. De no haber asistido a Shouyo- kun quién sabe qué habría pasado.

—Y te agradezco eso. —Murmuró el azabache. No había rastro de hipocresía, de verdad agradecía la presencia del rubio en ese lugar donde Shouyo había ido a comer. O al menos eso le habían dicho.

—No tienes que hacerlo, Shouyo- kun es el mejor amigo de mi cuñado —dijo tranquilamente—. Si algo le hubiera pasado yo ya estaría muerto, Tadashi se encargaría de ello.

El entrenamiento procedió sin mayor reparo después de la conversación. Se hicieron jugadas maestras y se probaron nuevas armas, para Atsumu era sencillo colocar para todos; especialmente para Bokuto, Sakusa, Suna y Aran, ellos ya habían jugado en el mismo lado de la cancha.

Sus manos eran ágiles al momento de tocar el balón, sus colocaciones siempre fueron las mejores y eran poco valoradas al tener a Kageyama jugando en su misma posición, él conocía a la mayoría los miembros del equipo nacional, incluyendo al jugador de dos metros.

A veces se sentía como una sombra, aunque no le importaría serlo si Shouyo hubiera seguido jugando, él era un sol y mientras más brillante fuera su luz, más grande sería la sombra.

Como deseaba tenerlo junto a él, en cada aspecto de su vida, tenerlo siempre y hacerlo feliz ansiaba el sentir de sus labios en el único beso que se dieron aquel día, aún podía sentirlo, sentía su cuerpo vibrar y su corazón estallar en mil pedazo.

Lo extrañaba, lo añoraba, ansiaba poder amar libremente al pelirrojo. Pero ahora él estaba con alguien más.

Las horas en el gimnasio pasaban de forma lenta y lo hacían olvidar la trágica vida que le había dado el destino, una vida en la que no podía estar con el hombre que amaba, en la que no podrían tener hijos y no les enseñaría a jugar voleibol como sus padres. Una vida dónde sus sueños no tenían cabida.

Esperar a que Kageyama llegara era un infierno, a eso se había limitado su vida de casado, esperar a que el azabache llegara y lo ignorara por completo, era mejor que tener toda su atención buscándole un defecto. ¿Cómo no vio las señales antes? ¿Por qué hasta ahora se daba cuenta? Debajo de esa piel de humano y rostro de ángel se ocultaba una bestia, no, no había necesidad de ocultar se verdadera piel debajo de un rostro hermoso porque ese era precisamente su verdadera cara, después de todo él era un ángel caído del cielo y en palabras de la religión cuando un ángel era expulsado del paraíso fue por haber pecado.

¿Qué pecado estaría cometiendo Shouyo para vivir con él? ¿Acaso era un castigo por nacer doncel? Un grupo de fanáticos religiosos creían que los donceles eran cosa del demonio, pues a pesar de los años aun veían raro que dos hombres se amaran y aún más extraños que pudieran dar a luz a niños.

Esa obra era solamente exclusiva de las mujeres y ahora hasta ellas sufrían discriminación porque mágicamente todos querían un doncel, los veían como si de un trofeo se tratase.

Las horas pasaban y él no llegaba, quería huir, quería salir de ahí, quería escapar de su demonio con apariencia de ángel; de hermoso pelo negro y ojos oscuros con una marca en el alma que él no vio.

—Kenma. — El rubio salió del cuarto de huéspedes donde los niños dormían con él.

— ¿Pasa algo, Shouyo? —Pregunto el rubio.

—Debo salir a caminar. ¿Crees... poder...?

—Shouyo —lo interrumpió —. Descuida, yo me quedo con los mellizos — un suspiro salió de los labios del pelirrojo.

—Gracias, te lo agradezco mucho.

El joven adulto se colocó un abrigo marrón, se puso rápidamente sus zapatos y tomo su celular. Se sentía asfixiado y con ganas de abandonar su hogar, la garganta se le cerraba ante la incomodidad de vivir en ese lugar.

Camino por la acera hacia el parque más alejado de su casa. Tenía una sensación de que alguien lo miraba, la gente a su alrededor parecía aglomerarse a su alrededor, pasaban y lo miraban sin ver nada. Veían su belleza, veían su cuerpo, pero no veían su alma.

Ellos no conocían su cerebro como conocían su mente, no conocían su corazón como conocían su rostro. Él quería desaparecer, quería huir. No quería sufrir más, ya estaba cansado.

—De verdad lo siento — dijo en voz baja al hombre que empujo por su distracción—. Demonios...

Muchos pensaban que las altas horas de la noche eran usadas para dormir, la gente común hacía eso, pero habían olvidado un pequeño detalle. Nadie duerme en Tokio.

Su hermana le había dicho que nadie puede ayudarte a menos que quieras ser salvado, justo como ahora. Él quería ser salvado. Sentía que se ahogaba en una tormenta, pero no había nadie que lo salvara, entonces él tenía que salvarse a sí mismo.

Con ayuda de Miwa consiguió un psicólogo, pidió exclusivamente que las horas de las citas fueran de noche, así sería más sencillo asistir. Entonces se encontraba frente al consultorio, entro y pudo que ver que la recepcionista ya se había ido, lo cual era magnífico para él.

Toco la puerta y la mujer de aproximadamente cuarenta años abrió.

—Buenas noches —saludó el azabache.

—Kageyama Tobio. —Lo nombró la mujer—. Es un placer verlo. —Le permitió la entrada a la sala de consultas y pidió que tomara asiento en el sofá. Tobio tomó la situación con mucha confianza, se dejó caer en el sofá y admiró el techo blanco del cual colgaba un candelabro—. Cuando su hermana me llamó pensé que sería para otra cosa, no pensé que regresaría.

—No se puede huir de los fantasmas del pasado, ¿Verdad? —Preguntó. La doctora negó.

—No, pero pueden olvidarse para evitar ser perseguidos.

—Yo no puedo olvidar. Siempre están en mi mente. —Respondió en voz baja.

—¿Le parece si comenzamos? —Tobio asintió—. Dígame primero el motivo por el qué está aquí. ¿Qué ha sucedido?

—Yo... tengo problemas con mi esposo. —La doctora parpadeó sorprendida como si de un tic nervioso se tratase.

—Entiendo... así que al fin decidiste que te gustan los hombres. Me alegro mucho de eso. —Cuando Tobio era pequeño fue obligado a ir al psicólogo por su padre.

Ser el hijo varón de una familia tradicional traía demasiado peso a todos, pero más a él. Sus recuerdos de infancia no eran visibles en su mente, estaban sellados en una caja fuerte y aún así esa doctora sabía todo.

Sabía de la violencia en su casa, sabía la clase de amor con la que había sido criado, no conocía otro tipo de amor que no fuera violento porque siempre lo veía. Veía como su padre golpeaba a su madre por dar a luz a un niño homosexual, un niño que no le gustaban las mujeres.

Lo había ocultado tanto tiempo, el único que lo sabía era su abuelo. La gente solía preguntarse como un niño pequeño lo sabía, pero él ni siquiera se daba cuenta, sólo fue su mente la que un día dijo "No me gustan las niñas." Su abuelo lo comprendió y no dijo nada, sólo lo apoyo, le explico que había distintas formas del amor y que ninguna era mala, pero la sociedad se encargaba de juzgarla.

Él creció con dos tipos de amor; el de su padre y el de su abuelo. El primero estaba hecho a base de golpes y gritos, siempre rodeado de regaños, insultos que terminaban con un perdón y un simple abrazo para empezar nuevamente. El segundo le regalaba comida, curaba sus heridas y jugaba voleibol con él, le enseñó las posiciones del juego y maneras de entrenar correctamente, permitiéndole ver más allá de una simple oscuridad.

—Mi matrimonio se está yendo cuesta abajo —susurró —. Tengo miedo de convertirme en él.

—Hace tiempo hablamos de los tipos de amor, Kageyama- san, concluimos que ese no era uno. —Dijo la doctora.

—Mi abuelo me enseñó el correcto.

—¿Y lo estás replicando tú? —Preguntó. Él negó—. Hábleme de su esposo, Kageyama- san. —Una sonrisa apareció en los labios del azabache.

—Es como tener al mismo sol a mi lado. Lo conocí en la secundaria y nos reencontramos en preparatoria, estábamos en el equipo de voleibol. Él es un doncel, por eso tenemos dos hijos.

—Me alegro mucho por usted.

—Ellos son mi luz, todos ellos... pero no sé cómo tratarlos. —La mujer lo miró fijamente—. Todos los días me convierto en la persona que nunca quise ser. Voy perdiendo a todo lo amo, mi abuelo, mi madre, quizás pronto lo pierda a él.

—La condición de su madre no es culpa suya.

—¿Que esté en el psiquiátrico? Si, lo es.

—Usted era sólo un niño, sólo tenía doce años, no podía utilizar la fuerza con un adulto.

—Tengo miedo, no quiero ser como mi padre. —Su mirada estaba en el techo y seguía observando las luces del candelabro—. Shouyo... él me enseñó a creer en el amor romántico... con él sentí mucha felicidad, me enseñó a creer en mí mismo y en los demás, él me convirtió en lo que solía ser. Mi abuelo me dijo que si me volvía bueno conocería a muchas personas mejores que yo. Decidí aplicarlo en todo aspecto de mi vida... Estuve esperando por él toda mi vida.

»Y ahora ya no queda nada. La posesión que ejerzo sobre él nos está haciendo daño, tengo miedo de que me abandone, pero si sigo así sólo terminaré por alejarlo.

—¿Kageyama- san, ha intentado decirle todo esto a él? —Negó—. La terapia de pareja puede solucionar muchas cosas, incluso puede ayudarles a tomar una decisión.

—¿Una decisión? —Preguntó él.

—Los divorcios que se dan en estas crisis suelen acabar muy mal y más si hay niños de por medio.

—¿Cree que debo pedir el divorcio? —La mujer hizo un gesto extraño, como si dudara en darle la razón.

—Pueden darse un tiempo, ambos deben sanar heridas y si su matrimonio tiene solución puede consumarse, de no tenerla ¿A caso no es mejor amar en libertad? —Tobio pensó detalladamente la sugerencia.

—Hablaré con él, quizás vaya a golpearme por ser un idiota, pero no importa, puedo soportarlo. —La mujer asintió—. Yo sólo quiero que sepa cuanto lo amo, si amarlo es dejarlo ir puedo hacer eso.

El entrenamiento había durado mucho, estaba cansado necesitaba irse a despejar su mente, no quería volver a casa porque estaba seguro que su hermano y pareja estarían aprovechando la oportunidad dada por sus horarios y se estarían amando de manera poco educativa, y él no pensaba en escuchar eso, podría tener pesadillas.

Decidió que lo mejor sería ir al parque más cercano, necesitaba comida rápida porque tenía demasiada hambre, necesitaba olvidar. La presencia del pelirrojo se había alejado desde lo que sucedió en la camilla del hospital, llevaba años esperando un momento como ese y ahora por hacerlo había ahuyentado toda posibilidad de tener algo más con el joven adulto.

El viento soplaba en su nuca y hacia que sus nervios se crisparan, hasta cierto punto odiaba este tipo de clima, era de lo más acogedor tener con quien compartirlo, pero no, él no tenía a nadie o al menos no a la persona con la que quería compartir esos días.

Llevaba pensando mucho en los mellizos de Shouyo. Parecía una jugarreta del destino el que nacieran en su cumpleaños, siendo un par de gemelos muy bonitos. Debía admitirlo, eran muy bonitos, había visto fotos de ellos en el celular de su cuñado, pero solo pensaba que eran bellos porque se parecían a su sol.

Se ajustó la bufanda sobre su abrigo, tenía la mirada enfocada en mantenerse abrigado que no noto que su cuerpo choco con el de alguien más.

—De verdad lo siento — dijo en voz baja al hombre que empujo por su distracción—. Demonios...

— ¡Shouyo- kun! —Exclamo en cuanto vio al pelirrojo.

—Hola, Atsumu- san —lo saludo con las mejillas cubiertas de rubor, mismo que le contagio al rubio.

— ¿Cómo has estado, Shouyo- kun? No te he visto desde... — Se quedó callado, no lo había visto desde que se besaron.

—El nacimiento de mis hijos —a completo el más bajo.

— ¡Si, el nacimiento de tus mellizos! — Que la tierra se lo tragara, que vergüenza le daba estar frente a él y ver que ignoraba lo que ocurrió ese día—. ¿Cómo están los niños?

—Maravillosos, Hikaru y Hiroko crecen cada día más —respondió alegre.

—Me alegra tanto eso. Por cierto, que hermosos nombres escogieron.

—Significan "brillar" y "generosa".

— ¿No tuvieron problemas con el nombre de su niño? — pregunto el rubio.

—No, Hikaru es un nombre unisex —admitió el pelirrojo.

—Oye, Shouyo- kun —evadió el tema de los nombres de los niños—. ¿Quieres ir a cenar a mi departamento? —Las mejillas del menor volvieron a cubrirse de rubor, no esperaba ese tipo de propuesta de parte del rubio.

—Claro, me encantaría —y el rubio no esperaba una afirmativa de parte del pelirrojo.

Cuando la tienda estaba cerrada, la tarde de Osamu y Tadashi consistían en echarse en el sofá mientras miraban televisión. En la mente del antiguo teñido reinaba mucho el día que lo conoció.

Tenía el uniforme naranja y estaba practicando el recibir los balones que lanzaba su entrenador, por alguna razón el balón salió disparado de sus brazos y tuvo que ir corriendo tras él. Algo se movió dentro de él al verlo correr como un niño pequeño y se agito más al verlo hacer un saque flotante, maldijo esa habilidad suya, pero agradeció que fuera suya.

El año siguiente ahí estaba el nuevamente, ahora jugaba un poco más en la cancha, aunque en una posición distinta a la que el recordaba, de bloqueador central paso a opuesto. Seguía haciendo esos malditos saques flotantes, recibía mejor el balón, seguía siendo la Lanza del Karasuno.

No lo pensó dos veces en cuanto recordó a su hermano prometerle al pelirrojo que colocaría para él.

—¡Yamaguchi- kun! —gritó con todas sus fuerzas para llamar la atención del menor logrando encararlo frente a la red—. ¡Algún día prepararé onigiris para ti! —Y eso fue todo para que el menor cayera.

No se arrepentía de nada.

—Maldito seas, Atsumu —se quejó.

—¿Sucede algo? —Preguntó su novio.

—Quiere que le dejemos libre el departamento, al parecer vendrá con... Shouyo- kun. —Murmuró y un cojín se estrelló contra su cara.

—¡¿Y que estamos esperando?! —Preguntó su novio—. Huyamos de aquí, necesitan su espacio, es más no dormiremos aquí. —Osamu frunció el ceño.

— ¿Ja, y donde dormiremos? —Le preguntó.

—Tengo las llaves de un departamento vacío de Kuroo- san.

—Si está... —se quedó callado pensando—. ¡¿Desde cuando tienes las llaves de ese gato?!

—No preguntes y acepta por esta vez. —Al parecer su novio tuvo más experiencias que él en su juventud.

El rubio y el pelirrojo disfrutaron el ir caminando hasta el departamento del primero. ¿Cómo se le ocurrió invitarlo a cenar? Muy apenas podía hacer de comer, lo cierto es que Atsumu contrataba a quién le hiciera su comida en Osaka y en Tokyo era su hermano el encargado de alimentarlo, él sabía cocinar, pero su comida no tenía buen sabor.

El departamento estaba vacío, no había rastro de su hermano y cuñado, benditos sean ese par de enamorados.

—Shouyo- kun, ¿deseas algo particular para cenar? — «Estúpido», se regañó mentalmente al hacer esa pregunta ¡él no sabía cocinar!

—No gracias, lo que sea está bien. —Si una persona cualquiera le dijera eso le ofrecería galletas y una soda, pero Shouyo no era cualquier persona, él se merecía el mejor corte de carne o un salmón ahumado acompañado de la mejor cava de vino. No es que Atsumu no tuviera para eso, le sobraba para poder comprarle el mundo, ¡Sólo que no sabía cocinar!—. Atsumu- san —lo llamó el menor.

—¿Sucede algo?

—No sabes cocinar, ¿verdad? —Las mejillas del mayor estallaron el color rojo y hacía un intento inútil por cubrirlas.

—La verdad es que... no. —Admitió derrotado. Shouyo comenzó a reír con demasiada alegría, trasladando al rubio hace muchos años, exactamente cuando lo conoció.

—Fíjate en el siguiente. —Se repetía en su cabeza todos los días, lo cierto es que él sí se fijó en la siguiente acción, se fijó en las que se siguieron un año después, se fijó en las que siguieron después de su graduación y actualmente se seguía fijando en él.

—Lo hago, Shouyo- kun. —Murmuró lentamente.

—¿Dijiste algo? —Preguntó el pelirrojo desde el sofá donde estaba sentado.

—Shouyo. —Lo llamó por su nombre, sin usar honorífico, ni siquiera por su apellido sino por su nombre—. De verdad estoy enamorado de ti. —Y derrumbó la coraza del pelirrojo—. Todos estos años, he estado enamorado de ti, soñando con verte a los ojos y que me digas lo mismo.

—Atsumu...

—Déjame continuar por favor. —Pidió lentamente y se sentó a su lado—. Desde que te conocí tuve el presentimiento de que te quería conmigo siempre, he soñado con permanecer a tu lado y ser correspondido.

—No digas esas cosas...

—Shouyo. Use todos mis deseos de cumpleaños, cada 11:11 del reloj, los tréboles de cuatro hojas y las estrellas fugaces. —El pelirrojo ya había empezado a llorar sin darse cuenta—. Yo recé por esto...

—Estoy casado... —lo interrumpió.

—...Pero veo que tú no sientes lo mismo. —Shouyo dejó caer su mejilla en la cálida palma de Atsumu, se sentía reconfortado.

—No es que no te ame... lo hago... mucho —el rubio sonrió entre hipidos, por alguna razón él también había comenzado a llorar—. ¡Y no sé qué hacer con esto! Es doloroso no poder amarte como corresponde, quiero hacerlo... de verdad que si... pero no sé cómo... Atsumu, tú mereces a alguien mejor, estar conmigo sería como estar muerto en vida. No quiero arrastrarte a mi desastre.

—Sé que tienes amor en tu corazón y que te podría hacer feliz —el mayor recargó su frente a la suya—, pero si tienes que matarme vas a tener que hacerlo. Al menos moriré feliz, sabiendo que encontré amor verdadero, porque soy correspondido y eso es suficiente para mí. —El rubio limpió las lágrimas del pelirrojo frente a él. Se veía tan débil, tan pequeño, tan falta de amor y cuidado, se había olvidado completamente de sí mismo y convirtió a otros en su prioridad.

—¿Te han dicho que brillas con luz propia? —Preguntó haciendo reír al mayor.

—No tanto como brillas tú —acomodó los rizos pelirrojos detrás de su oreja—. Eres mi sol y estrellas.

—¿Por qué tuve que cometer muchos errores? —Le preguntó—. Me siento débil y atrapado. Siento que todos me miran, todos me ven como si conocieran mis pecados al casarme con alguien de apariencia de ángel.

—No sabías lo que sucedería.

—Si sabía, sólo que lo ignoré. —Interrumpió—. Su lenguaje de amor es incorrecto, no conoce de otros que no sean violencia.

—Shouyo...

—Dame tiempo... arreglare todo esto —dijo mirándolo a los ojos—. Arreglare todo para que podamos ser felices...

—El tiempo que creas necesario, te estaré esperaré.

El llegar a casa era volver a una prisión, Kenma se fue en cuanto llegó Kageyama y él llegó cinco minutos después, no hubo reclamos, no hubo peleas ni discusiones, ambos fueron a dormirse. Seguían durmiendo en la misma cama, dándose la espalda y con una larga almohada como división. Que irónico, se casaron porque no podían estar separados y ahora no querían estar juntos.

Shouyo notó como las ojeras de Kageyama se encontraban más pronunciadas, sus ojos rojos e hinchados debido a que casi no dormía.

—Shouyo... —el azabache pronuncio su nombre en voz baja y lenta.

—Kageyama —respondió en señal de que lo escuchaba.

—Te amo... —el pelirrojo no respondió—. Te amo tanto y haría cualquier cosa para que fueras feliz... incluso si esa felicidad no es conmigo...

—¿Qué estás diciendo? —No obtuvo respuesta, sólo una corta respiración, un murmullo demasiado bajo y comprendió todo.

Kageyama finalmente se había quedado dormido.


Hola a todos, ¿cómo están? Me agrada finalmente llegar con esta actualización y que me sigan leyendo, tarde poco más de un mes por asuntos con la universidad que me llevaron al límite.

Como pueden ver este capítulo es un punto clave y crucial, debo decir que la canción de este capítulo especialmente es de las más sensibles del álbum, ya que podemos ver como se siente la protagonista. Pareciera o no, pero cuando guardas un secreto hay la ligera sospecha de que todos lo saben, en este caso el secreto es la violencia que se vive dentro de su matrimonio. A su vez es cuando se da cuenta o conoce al amor se su vida y espera poder vivir junto a él. Por eso me gusta dejar las letras ya que todos podemos interpretar de distintas maneras.

Es el capítulo más largo hasta ahora y con el que lloré escribiéndolo. Muchas gracias por ser pacientes a aquellos que lean esto.

Nos vemos hasta la siguiente actualización. ❤️

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