05||𝙇𝙖𝙢𝙚𝙣𝙩𝙤
"Yo río por fuera
Y lloro por dentro."
—MARZO, 2020
ROMA, ITALIA
En el último mes todo se puso de cabeza debido a la ocasión en la que Atsumu estuvo en el departamento de ambos, esa noche fue la peor. Aún recordaba todo lo que le dijo.
—¿Qué hace aquí?— su voz oscura y rasposa fue una advertencia hecha y derecha.
—Buenas noches, Tobio- kun— saludó cortes para intentar aligerar el ambiente—. Me he cruzado con Shouyo- kun en la calle y decidí invitarlo a cenar— una pequeña mentira, pero eso él no lo sabría.
—¿En serio? ¿A cenar en nuestro departamento?— preguntó con burla. Atsumu sonrió.
—Si lo llevaba a un restaurante la prensa nos comería vivos— dijo tranquilo—. No pretendo dañar la reputación de Shouyo con notas amarillistas, tiene una carrera que cuidar.
—No sólo una carrera, un nombre— dijo el azabache—. Kageyama Shouyo.
—¿De verdad te importa tanto que se manche tu nombre?— el rubio se burló—. Y yo creyendo que te importaba tu esposo— susurró.
—¿Dijiste algo, idiota?
—¡Tobio! Mi amor— interrumpió el pequeño pelirrojo acercándose a los brazos del nombrado—. No me avisaste que vendrías a Japón, ¿ocurrió algo?
—Me llamaron de la Asociación de Deportes, al parecer los Olímpicos han sido retrasados— esa si que era noticia.
—¿Y por qué no me llamaron a mí?— preguntó Atsumu.
—Lo hicieron, pero jamás contestaste.
«Demonios.» Pensó el rubio.
—Supongo que estuviste muy ocupado— ¿Dónde estaba el santurrón que conoció en la concentración de Tokio? Había sido sustituido por una bestia.
—Si, un poco— admitió el rubio—. Shouyo- kun, creo que es mejor que retire a mi casa.
—Por supuesto, Atsumu- san. Fue un gusto encontrarme contigo— ambos sonrieron, aunque la sonrisa del pelirrojo comenzaba a temblar de desesperación y nervios.
El rubio se fue del departamento dejándolo con su esposo. El azabache estaba rojo de la ira contenida, ¿cómo era posible que su amado estuviera con alguien que no fuera un conocido en su departamento?
—¿Qué hacía Atsumu- san aquí?— preguntó.
—Lo invité a cenar— admitió—. Esta también es mi casa y Atsumu es mi amigo, puedo invitarlo si así lo deseo. Además no es el primero que ha venido aquí.
—Los demás no están obsesionados contigo— escupió despectivamente.
—¿Te estás escuchando acaso? Porque a mí me parece que el obsesionado aquí es otro— afirmó con molestia. Su brazo fue apresado por la gran mano del azabache atrayéndolo hacía sí.
—Yo soy tu esposo.
—Precisamente por eso— siseo lentamente—. ¿Quién te da el derecho de tratarme como si fuese un objeto? ¿Acaso firme un contrato de venta y no un acta de matrimonio? Dime, Tobio, ¡¿qué es lo qué pretendes lograr?!
—¡Cierra la boca!— el impacto del grito hubiera sido mejor de no ser porque se vio opacado por la palma derecha de su mano estrellándose en uno de los pómulos del pelirrojo. Tobio abrió sus ojos con asombro al ver como los dedos de su peque esposo fueron hasta su rojiza mejilla.
—Me golpeaste...— susurró.
—Shouyo... no, yo no...
—¡Te atreviste a golpearme!— sus voz se desgarró en ese momento que alzó la voz y puede que su voluntad nunca se haya visto tan fuerte—. Fuera de mi casa, no quiero verte.
—Shouyo.
—¡¿Qué estás esperando?! ¡Lárgate!— proclamó molesto. Al azabache no le quedó de otra hacer caso a la petición de su marido, no quería hacerlo molestar más y terminó por irse.
Estúpido. Estúpido. Estúpido. Estúpido y mil veces estúpido era todo lo que se repetía en su cabeza.
—¡KAGEYAMA! ¡ERES UN IDIOTA! — gritó mientras se quebraba en el suelo como nunca se había quebrado antes, y en su cabeza se preguntaba ¿quién era el hombre con el que se casó?
Ese día fue el inicio del derrumbe de todo.
Había regresado a Italia con la intención de hacer sus maletas y huir, pero se encontró con algo inesperado.
La casa había sido llenada de pétalos de rosa y velas con aroma a vainilla, música de fondo y un azabache pidiendo perdón. Y él como un tonto aceptó.
Fue feliz con eso, con una cena a la luz de luna, una caminata sobre la playa, un viaje a La Toscana, y paseando por góndolas en Viena. Al parecer el dinero si compraba la felicidad, y también la dignidad.
—No quiero discutir más, no podría hacerlo más— rogó el pelirrojo—. Por favor Tobio.
—Perdóname, perdón por todo, es sólo que no sé qué es lo que me pasa— dijo el de ojos azul naval.
—Lo sabes, y yo también lo sé— respondió Shouyo envuelto en las cobijas donde acaban de tener sexo—. Tobio, tienes miedo al abandono.— El azabache empezó a derramar lágrimas porque su esposo había dicho la verdad.
—Lo sé— susurró.
—Tenemos que mejorar eso.
—¿Tenemos?
—Si. Somos un equipo, Tobio. Nos pertenecemos el uno al otro, por lo tanto tu dolor es mío también.— Maldito y a la vez bendito el día en se abrió con él. Ese día en el que le mostró lo vulnerable que podía llegar a ser y él le prometió que lo ayudaría.
—Gracias— susurró.
¿Por qué debía pasarle todo eso? ¿Por qué a él?
—Maldito dolor de cabeza— musitó molesto.
Pero a pesar de todo, a él solo le tocaba sonreír.
—FEBRERO, 2020
TOKIO, JAPÓN
El listón y la gente adornaban el umbral, detrás de ese hermoso color rojo se encontraba la edificación de una persona que valía totalmente la pena, a su lado estaba un chico de cabellos verdosos y brillantes mejillas. El cielo se había detenido y ahora observaba con mucha atención.
Tal como Atsumu lo hacía.
El listón brillaba con la luz del sol, parecía que le indicaba el camino a casa, él sólo quería volver a su hogar, a donde su corazón se había quedado. Unos dedos tomaron el listón, sus oídos captaron el sonido de metal contra metal romper en el viento. El mundo se había detenido a observar cómo un bello listón rojo se dividía a partes desiguales, el viento guardó silencio en cuanto la navaja rasgó la suave tela emitiendo un sonido extraño.
Las tijeras habían cortado su camino y abierto uno nuevo.
—¡Bienvenidos a la nueva sucursal de Onigiri Miya!— la voz de su hermano quedó escondida entre todos los vítores y aplausos de quienes lo acompañaban, su perfecto novio estaba a su derecha con sus brazos rodeando los hombros mientras era rodeado por su cintura, no dejaba de besar los labios del moreno y él no dejaba de sonreír.
El fotógrafo captó ese momento especial en el que su hermano extendió su brazo izquierdo al cielo mientras gritaba de felicidad y la mirada de su cuñado se enfocaba en él con los ojos brillantes y las mejillas encendidas, algunos confetis habían caído en su rostro y parecían ser parte de sus pecas.
Atsumu quería eso, ser ovacionado por el hombre que amaba, estar juntos en las victorias de ambos. Ya había recreado la misma escena que vivió su hermano, sólo que a diferencia de unas tijeras era una medalla olímpica de oro mientras las gradas vitoreaban el nombre del rematador al que le había dado un pase, y ese nombre no era nada más y nada menos que el de Hinata Shouyo.
—Atsumu— la tranquila voz de Tadashi interrumpió las escenas que jamás ocurrirían—. ¿Te sientes bien?— preguntó.
—Si, si estoy mejor que bien— sonrió a su cuñado que seguía con la cara cubierta de brillantina plateada, negra y pequeños confetis de colores.
—Eres una buena persona, Atsumu, pero eres un mal mentiroso— regañó el de cabellos verdosos.
—Bueno, esa es una característica de las personas buenas como yo— su cuñado elevó una de sus cejas—. Lo siento, Tadashi— se disculpó suspirando.
—Descuida, no hay problema con eso— respondió—. Si algún día necesitas con quién hablar puedes hacerlo conmigo, no me molestaría en nada.
—Muchas gracias, Dashi— el de rostro con pecas asintió y después se alejó de él yendo directamente hasta su pareja.
¿Qué demonios le pasaba? Se supone que debería estar feliz porque su hermano abrió una nueva sucursal en Tokio, pero la verdad es que se encontraba triste. Le dolía pensar por que no fue él, por que no lo conoció antes.
—Atsumu— la voz de su antiguo capitán le crispó los nervios.
—¿Kita- san?— el nombrado estaba ahí de pie, tan tranquilo y con la espalda erguida en una postura perfecta—. ¿Qué haces aquí?— preguntó.
—Tu hermano ha abierto nueva sucursal, era obvio que vendría.— ¿Por qué tuvo que preguntar algo que ya sabía?
—Tienes razón, fue una pregunta muy estúpida.
—¿Sucede algo, Atsumu?— preguntó.
—No... bueno sí— Kita lo invitó a sentarse en una de las mesas más alejadas y tomaron las bebidas de cortesía que estaban dando en el lugar. Atsumu le contó todo lo que llevaba cargando y pensando desde las nacionales, el día de la boda a la cuál tuvo que ir obligado. Todo.
—Sabía que te habías enamorado de él— respondió sin rodeos. Una acción típica de él.
—¿Tan obvio fui?— preguntó.
—No, es sólo que no serías el primer zorro en verse atraído por un cuervo— ahora Atsumu estaba sorprendido, con los labios hechos una "O" para que después sus manos cubrieran su rostro.
—¿No me digas qué...?— Kita asintió con las mejillas sonrojadas—. ¿Quién y por qué se ha robado tu corazón?
—Sawamura- san— admitió—. Fue emocionante el saberme enamorado de él. Siempre fui el que observaban, vi con fascinación el observar a alguien más.
—¿Y por qué no están juntos?— preguntó con tristeza.
—A veces las cosas no son como uno quiere, pudimos nacer para conocernos, pero no para estar juntos— el rubio se sintió todavía más triste por escuchar eso de la boca de su antiguo capitán—. Decidí ser un amigo para él y en los momentos que no puede o se siente débil estoy para él, sin esperar ni recibir nada a cambio.
—¿Y él no desea estar contigo?— Shinsuke se encogió de hombros.
—No deseo preguntar todavía, pero en el fondo de mi cabeza anhelo que lo sepa— se sinceró—. Se que algún día estaremos juntos. Es igual contigo.
—¿En que lo es?
—No te alejes de él— tomó las manos del rubio entre las suyas—. Siempre se incondicional y no dejes que se pierda en el camino, para eso somos los amigos. Valora el proceso por encima de los resultados.
—Los resultados lo son todo— Kita sonrió, sabía que respondería eso.
—¿Y acaso no es el proceso lo que te llevará a enamorarlo?— le mente de Atsumu quedó en blanco ante tal pregunta—. Prométeme que estarás para él.
—Lo prometo— juró el rubio y desde luego que cumpliría con su palabra.
—MARZO, 2020
ROMA, ITALIA
Era extraño ver los estelares con su rostro, en todos lo mostraban con una sonrisa, su piel cubierta de encaje y su cuello siendo rodeado de pieles sintéticas. Anunciaba ropa deportiva, gala y ostentosa. Sus pasarelas eran las mejores y lo veías vistiendo ropa de alta costura, todo esto tenía algo en común.
Siempre estaba sonriendo, pero la verdadera pregunta era ¿Lo hacía de verdad?
¿Hace cuanto había dejado de disfrutar su trabajo? Era una respuesta sencilla; un mes. Desde hace un mes que dejó de amar lo que le gustaba, desde hace un mes que Kageyama le había dado el primer golpe.
Había tardado mucho en desvanecer la marca rojiza de su pómulo, él juró que jamás lo haría.
—Somos un equipo, Tobio. Nos pertenecemos el uno al otro, por lo tanto tu dolor es mío también.
Qué estúpido el creer que cambiaría. Él jamás lo haría.
No tenía ganas de levantarse de la cama, era su día libre así que debía aprovecharlo, especialmente cuando Tobio no estaba, esos días se sentían como paz. Y todo era su culpa, sabía que se molestaba y era celoso, pero él no pidió nacer como un doncel, era bien sabido que los donceles emanaban belleza y tentación para cualquier persona —cosa que aprovechaba en su carrera—, pero era su culpa estar ahí, el no huir y no lo hacía porque era un cobarde. Sin embargo había decidido salir desde temprano del departamento y estar todo el día a la calle.
Todas las noches desde el primer golpe lloraba y si llamaban por teléfono para saber su paradero les decía lo mismo; "Estoy bien." Pero no era verdad, y eso él lo sabía, los demás lo sabían, y él sabía que los demás lo sabían, pero había decidido ignorar todo. Se sentía patético de aguantar esos malos tratos y de conformarse con un perdón y un simple abrazo.
Intentaron ir a terapia, Tobio alegó que la psicóloga no sabía lo que decía, Shouyo dijo que por eso ella posee un título, después Tobio amenazó que no debía decir nada a la prensa.
¿Cuando aprendería? Se volvía sumiso cuando estaba con él y su esposo se volvía una bestia, incluido en el sexo. Dejaba marcas difíciles de esconder, mordidas, chupetones y moretones, todos ellos con la finalidad de darle validez a los anillos que portaba en su mano izquierda, en ese dedo anular donde se decía que se encontraba una vena que conectaba directamente al corazón. Lastima que su corazón ya no le pertenecía a él.
Antes sentía que serían Tobio y él contra el mundo, ahora parecía que la tierra se había unido a Kageyama en contra de él.
Jamás se lo diría a su esposo, pero a menudo se preguntaba ¿Cómo sería su vida si Kageyama no fuera tan celoso? ¿Cómo sería su vida si Kageyama se pareciera a Atsumu? Parecía una estupidez, pero le emocionaba que el rubio sonriera al verlo modelar y hacer gestos con sus labios para una pasarela, le emocionaba que se pusiera ropa y modelara junto a él. Anhelaba tener eso con Tobio, o quizás lo que anhelaba era la compañía del rubio.
No, eso no podía ser verdad, ¿o si? El rubio era su amigo, un amigo incondicional, siempre estaba para él y para lo que necesitaba. Le gustaba hablar por teléfono con él, le gustaba mensajearse por redes sociales aunque tuviera que borrar las conversaciones de su celular, lo cierto es que recordaba cada mensaje que el rubio le dejaba, todas las veces que lo escuchó, las veces que lo aconsejó y por alguna razón la necesidad nació. Necesitaba a alguien como él.
Lo necesitaba a él.
Y eso le daba miedo. Le asustaba sentirse como Tobio se sentía con él, no quería que el amor se hiciera necesidad para después volverse una obsesión. Porque él no era así, él no necesitaba una pieza para sentirse completo, él ya estaba completo y sólo quería compartir su camino con alguien.
Entró al departamento en un silencio absoluto para no perder la tranquilidad que había empezado a notar. Sin embargo todo se fue al caño porque el azabache ya estaba ahí.
—Hola, Tobio— susurró bajito y exhalando vapor, la primavera estaba cerca y eso hacía que los días fueran más fríos cuando debía ser al revés. Estúpidos cambios de clima.
—¿Donde estabas?— fue su primera pregunta.
—Salí a caminar— respondió sin importancia.
—Olvidaste tu celular y alguien te dejó un mensaje— dijo mostrando el aparato.
—No me había dado cuenta— admitió encogiéndose de hombros, Tobio tecleó algo en la pantalla y entonces se escuchó.
—Shouyo- kun, hola— era la voz de Atsumu—. Me preguntaba cuando sería tu próximo viaje a Japón, tengo días de descanso y se me ocurrió por que no ir a visitar a tu hermana, es gracioso porque la conocí hace poco, fue de visita al gimnasio. Es una niña muy linda, me recuerda mucho a ti, supe que podría jugar con profesionales. Bueno... llámame para confirmar. Nos vemos.
—¿Por qué Miya- san querría conocer a tu familia?— Estaba molesto, se escuchaba en su voz, podía sentir como los vellos de su piel se crispaban ante su timbre de voz—. ¿Por qué ni siquiera tienes registrado su número? Responde— sus manos apretaban sus mejillas impidiéndole hablar tan siquiera.
—Eso a ti no te importa— empujó sus dedos fuera de su rostro, alejándolo—. Él vive en Japón y Natsu también, obviamente se conocerían. Te recuerdo que mi hermana es candidata al equipo nacional femenino.
Los gritos no tardaron en llegar, cada vez eran más frecuentes, eran en el pan de cada día. Ya se había acostumbrado.
—¡Me molesta que me culpes de todo!— le gritó el pelirrojo.
—¡Es que la tienes!— reprendió el azabache.
—¡Es la misma que tienes tú!— exclamó—. Estamos cayendo, me siento como si fuera una pieza de domino y alguien me hubiese empujado, ¡La dinastía que quería contigo se empieza a desmoronar!
—Shouyo...
—¡Cállate y escúchame!— vociferó—. Yo quiero que estemos bien, quiero que derrumbemos todo, construyamos desde cero. Es sólo que... no somos lo que éramos antes y es cansado.
—¿Cansado?— preguntó con burla—. ¡¿Te parece cansado lo que tenemos?!
—¡¿Ves cómo no escuchas?! Eres un idiota.
—Shouyo.
—Tobio— interrumpió—. Eres un idiota.
—¡Deja de llamarme idiota!
—¿O qué? ¿Vas a golpearme? Es eso, ¿verdad? Tú de verdad piensas...— su vista se tornó borrosa, el mundo de repente daba vueltas y su mano fue a parar hasta su cabeza.
—Shouyo— la voz preocupada de Kageyama se escuchaba lejana—. Shouyo... mírame...— cada vez más lejana, temblaba a lo lejos... y entonces la tierra se quedó a oscuras.
(...)
La luminosidad de la habitación y las paredes en blanco le hicieron saber que no estaba en su casa, la aguja intravenosa de suero indicó que estaba en el hospital recibiendo atención médica.
—Magnífico, has despertado— una mujer con bata blanca entró a la habitación.
—¿Por qué estoy aquí?— preguntó.
—Espera un minuto, llamaré a tu esposo, ha estado muy preocupado— la mujer salió y en menos de cinco minutos regresó con el azabache detrás de ella.
—¡Shouyo!— la preocupación en su voz era evidente, incluso se dejó caer en la camilla del pelirrojo causándole ternura a la rubia que los atendía—. ¿Cómo está mi esposo, doctora?— preguntó Tobio en un italiano perfecto que Shouyo entendió muy poco.
—El señor Shouyo...
—Sorry, but I don't speak Italian, so I can't understand you.— habló Shouyo, Tobio sonrió.
—Gracias a Dios se hablar japonés— mencionó muy alegre la doctora—. Cómo les decía, el señor Shouyo ha presentado una crisis de estrés y ansiedad, lo que le provocó la recaída y por consecuencia el desmayo. Debido a su pésima alimentación tuvimos que suministrar vitaminas y suero por la deshidratación.
—Imposible, mi alimentación es lo que más respeto, debe de ser correcta— la doctora frunció el ceño—. Soy modelo, debo mantenerme en un peso constante, dependo al cien por ciento de mi apariencia.
—Me temo decir que su peso será todo menos constante.
—¿A qué se refiere?— preguntó Tobio.
—Señor Shouyo, dígame ¿hace cuanto tiempo que no le viene su periodo? Ustedes los donceles poseen uno, aunque sea menos presente que en las mujeres hay un mínimo de dos días cada mes o tres meses para los hombres.
—No lo sé, siempre soy muy irregular respecto a eso, ¿por qué?— la mujer sonrió alegre.
—Siempre me encantan dar estas noticias. Señores Kageyama, ustedes serán padres, el señor Shouyo tiene un mes de gestación.— parecía que el mundo se burlaba del pelirrojo, si piel se volvió más pálida de lo que era y ni siquiera sentía los labios del más alto recorriendo su rostro.
Era obvio como ocurrían estas cosas, pero no dejaba de preguntarse ¿Por qué a él?
—Shouyo, ¿escuchaste eso?— le preguntó Tobio.
—No puedo creerlo— susurró con dolor disimulado.
—Shouyo, seremos padres.— Y ahora la tierra había comenzado a llorar.
¡YA ERA HORA! Una disculpa por la demora, su servidora estudia de 3 a 10 de la noche en una universidad que la explota. Sin contar que la aplicación me borró varios escritos que tenía incluyendo este capítulo, ¡coraje que traigo atorado!
Aprovecho este rato libre que tengo y les dejo el capítulo de hoy, espero que les guste porque nos acercamos a lo mejor de la historia.
Sin más que decir los dejo y nos vemos hasta la siguiente actualización. Los quiero y gracias por leer. ❤️
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