04||𝘿𝙞𝙨𝙥𝙪𝙩𝙖
"Mucho más a mí me duele
De lo que a ti te está doliendo."
—DICIEMBRE, 2019
ROMA, ITALIA
Los meses siguieron de manera lenta, cada día era lo mismo. Las cenas y celebraciones pasaron a segundo plano, Shouyo sólo salía acompañado de su esposo, era muy raro que la gente los viera por separado y eso le fascinaba al público; los habían llamado la pareja perfecta porque les gustaba la manera que trabajaban, era un deportista alto de cuerpo atlético y guapo, y su adorable esposo de estatura baja, cuerpo agraciado y atractivo.
Las fiestas en las que Shouyo vestía diseños de Mitsuya eran la sensación en redes sociales y revistas, Tobio siempre terminaba molesto, excepto aquella vez.
El pelirrojo entró a la casa en la que vivían, iba cansado y sólo quería dormir, le había costado mucho conseguir el regalo perfecto para su flamante esposo y la tarde había finalizado dando paso a la noche. En su mente sólo había espacio para preparar la cena porque ese día festejaban dos cosas.
—Feliz aniversario— la voz de Tobio lo sorprendió en cuanto entró al comedor. La cena estaba en la mesa, había velas y pétalos de rosa regados por todas partes, música de fondo y él estaba vestido con una sencilla camisa blanca y pantalones azules.
—¿Tú hiciste todo esto?— preguntó sorprendido.
—Aproveché que no estuviste en toda la semana, tenías trabajo y yo no, lo vi necesario— sus hombros se alzaron en señal de suficiencia. El pelirrojo se acercó a la cocina y notó que había comida de más.
—¿Por qué hay más comida de lo normal?
—Me pareció bien invitar a los muchachos, así que llegan mañana.
—¿A celebrar nuestro aniversario?
—A celebrar navidad, Shouyo— tomó las mejillas del pelirrojo y las acarició con sus dedos—. Nuestro aniversario lo celebramos hoy, ¿no fue ese el motivo por que él decidimos casarnos en nochebuena?— era cierto, todo estuvo perfectamente planeado por los dos.
—Para celebrar dos fiestas en una— Tobio asintió—. Eres un tonto— chilló, las lágrimas ya empezaban a rodar por sus mejillas y es que siempre era un sensible frente a él.
—Shouyo, ¿por qué estás llorando?— le preguntó mientras limpiaba sus lágrimas y lo envolvía entre sus brazos.
—Porque eres un idiota— si, esa era la justificación que siempre usaba—. Me la viví toda la semana pensando en como celebrar nuestro aniversario y vines tú con una grandiosa cena y me arruinas mis planes.
—¿Hiciste planes?
—¡No, claro que no hice!— Tobio se burló de él—. Es sólo que si me hubieras dicho no hubiera estado estresado toda la semana.
—Si te hubiera dicho no hubiera sido sorpresa— bueno en eso tenía razón, pero aún así lo odiaba por no decirle—. ¿Ya podemos cenar? Me muero de hambre— Shouyo sonrió ante la insistencia.
Cenaron felices, sin preocupaciones, sin peleas ni discusiones. Sólo una pareja, un matrimonio que se amaba, por un momento a Shouyo le pareció que le regresaban al hombre del que se enamoró, aquel que fue a buscarlo hasta Brasil y le pidió matrimonio, aquel que respeto su decisión de no hablar hasta que fuera mejor que él en el voleibol. Aquel por el que abandonó sus sueños.
Esa noche se amaron, se hicieron suyos y se entregaron como nunca, había veces que olvidaban que Hinata tenía la capacidad de procrear vida y olvidaban los preservativos, pero confiaban en los métodos de protección y planificación familiar que usaba el pelirrojo, de igual manera Tobio lo cuidaba.
Estuvieron juntos hasta que sus cuerpos aguantaron, hasta altas horas de la noche y agradecían la lejanía de los vecinos porque Tobio no permitiría que oyeran los dulces gemidos de Shouyo, esos eran de él. Sólo el los podía provocar.
A la mañana siguiente fue mucha la vergüenza el que Sugawara los encontrara aún dormidos y desnudos, el mayor se excusó diciendo que Tobio le dijo dónde localizar el juego de llaves en caso de no estar, Daichi regañó a Suga por interrumpir en la casa y como respuesta obtuvo un golpe mientras gritaba un "Negatividad fuera."
El día de navidad estuvo lleno de risas y comida, Tanaka se burlaba de que Kageyama no sabía hacer pay de calabaza, Tsukishima le decía que era un mandilón que se dejaba mangonear por la reina y Kageyama le hacía burla porque al parecer lo encontraron pasado de copas con el bloqueador central de los EJP Raijin, el rubio causó una pelea contra el azabache que despertó al Suga caótico diciéndoles que se callaran.
Las risas de Shouyo estallaron y como efecto domino hizo reír a los demás, eran días buenos. Lo vívido junto a ellos siempre eran días buenos.
Hasta que Kageyama volvía a ser el mismo, no lo llevaba a fiestas y en los partidos jamás estaba solo, siempre había alguien que lo vigilaba. Al principio creyó que eran paparazzis los que lo seguían, después comenzó a sospechar que era su esposo el que los enviaba y terminó por confirmarlo con ayuda de Kenma y Kuroo.
—FEBRERO, 2020
TOKIO, JAPÓN
Todo parecía ir de mal en peor desde el incidente de la sesión fotográfica, los celos de su esposo comenzaron a hacerse más presentes, Tobio era un hombre voluble en cuanto a actitud se refería, ni siquiera el viaje que hicieron a Brasil junto con Kunimi y Kindaichi aplacó su ira. Era un idiota, un estúpido, cabeza dura e imbécil.
—Déjalo— Shouyo se atragantó con el café que bebía y comenzó a toser para llegar a estabilizarse.
—¿Qué?— preguntó con el ceño fruncido.
—Déjalo, te consigo al mejor abogado del mundo y le sacamos hasta lo que no— su mirada ámbar lucía expectante a la espera de su respuesta.
—No puedo hacer eso, Kenma— el de cabello lacio hizo una mueca de desagrado—. Es mi esposo, lo amo— una vez más esa mueca tan esperada—. Pienso que puedo hablar las cosas con él, dejarle claro que es lo que espero en este matrimonio.
—Eso debía estar claro desde el inicio— mencionó frunciendo su entrecejo—. Tu esposo es un idiota.
—Siempre ha sido así.
—Y por eso no debían casarse— dijo con ojos brillantes—. Te apuesto lo que quieras a Tsukishima ya tiene el acuerdo escrito.
—Aún no se titula.
—¿Y eso qué? Le digo a mi abogado que lo avale y ya, te libras de un idiota, tóxico y monstruo del voleibol— lo decía tan tranquilo, la voz de Kenma era como un susurro, pero su mirada estaba a la espera de que aceptara, sus ojos se lo decían.
—Kenma, no voy a divorciarme de mi esposo. Es todo— la voluntad del rubio no iba a menguar.
—No dejaré de insistir— le dijo con seguridad.
—Puedes ir haciendo tu club de fans, los necesitarás— mencionó con burla.
—Créeme que ya lo tengo— le dijo de la misma manera—. Tsukishima y yo somos los miembros fundadores, acabamos de añadir a Oikawa y también tenemos apoyo de Kuro.
—¿Por qué Kuroo- san los apoyaría?— preguntó desconcertado.
—Porque es divertido— el pelirrojo comenzó a reírse y el rubio sintió que la vida volvía a darle a su amigo, aquel que brillaba como el sol y poco a poco era engullido por una sombra.
—Tengo que irme, prometí que pasaría al estudio por una prueba de vestuario.
—Claro, no te preocupes— ambos se levantaron de la mesa y salieron de la cafetería después de pagar—. ¿Quieres que te lleve?
—No, puedo ir solo, además me haría bien caminar— Kenma aceptó y se acercó a la puerta del asiento trasero del vehículo.
—Nos vemos, Shouyo— le dijo sacudiendo su mano en un gesto de despedida y transportó al pelirrojo al día en que se conocieron.
—Si, nos vemos— contestó sonriente.
El caminar al estudio era necesario para pensar lo que sería de su vida, no debía admitirlo o quizás no le gustaba hacerlo, pero extrañaba el voleibol. A veces se preguntaba si el dejarlo fue la decisión correcta, amaba su carrera como modelo, era impresionante la cantidad de estelares con su rostro en las calles, o ver a los demás usando una prenda porque vieron que él la usó. Pero él no estaba satisfecho con su carrera.
No estaba satisfecho en esta vida.
Febrero seguía siendo un mes frío, por eso llevaba chaqueta marrón sobre su suéter terracota. Como odiaba el maldito invierno. Intento acomodar su bufanda pero un fuerte viento hizo que saliera volando por la acera en la que caminaba.
—Mierda, ¡vuelve aquí!— exclamó como si el pedazo de tela verde tuviera la voluntad de hacerle caso. Lastimosamente se detuvo en los pies de alguien—. Rayos. Disculpa eso es mío— y sus palabras se congelaron al ver a quién sostenía su bufanda.
Al borde del colapso es como se encontraba, maldita sea la hora en la que decidió hacerle caso a su hermano y venir a Tokio a pasar un fin de semana con él. ¿Por qué lo odiaba? Ah si, ¡El idiota no le dijo que su cuñado estaría con ellos! No lo mal entiendan, él no odiaba a Yamaguchi, de hecho pensaba que era mucho para su nefasto e idiota hermano, pero le daba envidia. Anhelaba una relación así.
Y por si fuera poco a su cuñado se le ocurrió llevar consigo una revista donde salía el hermoso pelirrojo del que estaba enamorado. Shouyo se veía perfecto en todos los sentidos. La portada de la revista era su amado cuervo y un hombre enorme de cabello rubio, llevaban un conjunto a juego cada uno. El rubio llevaba pantalón y camisa de cuello alto negro con una enorme y vistosa gabardina azul con estampado negro, rojo y blanco que simulaban pinceladas. Shouyo llevaba un traje de la misma tela con una camisa negra con un extraño cuello estampado en dorado y corbata blanca y negra como el chaleco que llevaba encima.
¡¿Cómo demonios lucía tan perfecto?!
—¿Podrías dejar de babear?— la voz de Osamu lo levantó de su trance.
—Cállate Samu— se molestó con él.
—Yo solo digo que si ensucias la revista de mi novio vas a pagársela— dio un sorbo a su taza de té y el rubio le hizo una mueca extraña.
—Eres un idiota, Samu.
—Y tú lo eres el doble. ¡Auch!— se quejó en cuanto sintió el pellizco que le dio su pareja.
—Amor, ¿podrías ir a pedirme un café?— le preguntó.
—Pero puedes pedírselo al mesero.
—¡Ve a la barra y tráeme un café!— ordenó.
—Si mi amor— el del rostro con pecas besó los labios del moreno antes de que se fuera por su pedido.
—Atsumu- san.
—Puedes llamarme Tsumu o sólo por mi nombre— Tadashi sonrió—. Somos familia después de todo.
—Atsumu. Quiero hablar contigo.
—¿Sobre qué?— preguntó.
—Creo que sabes muy bien sobre lo que quiero hablar— el rubio se atragantó con su taza de café—. Le hiciste una promesa a Shouyo hace casi seis años.
—No fue una promesa— Yamaguchi elevó sus cejas—. Fue solamente algo que dije por decir.
—Claro, y tu hermano dijo que prepararía onigiris para mí sólo por decir— ahora fue el turno del rubio de elevar sus cejas de la impresión, ¿dónde estaba la ternura de su cuñado?
—¡Eres un diablo disfrazado de ángel, Dashi! ¿Te han dicho eso?— el nombrado alzó sus hombros en respuesta y mostraba una sonrisa orgullosa.
—No olvides que Tsukishima es mi mejor amigo desde la infancia, también me vi involucrado con Kuroo- san y Oikawa- san.
—Ahora me preguntaré en qué aspecto se involucraron— murmuró sorprendido.
—Eso no te incumbe, lo que si te incumbe es Shouyo— otra vez ese nombre.
—Ni siquiera me recordó cuando nos reencontramos— suspiró—. No hay nada que salvar.
—Puede que si haya algo— ¿por qué todos le decían eso? Él ha se había resignado—. Puedes ser su amigo.
—No eres amigo de alguien a quién amas— contestó tajante.
—Pero si puedes amar a alguien que es tu amigo— maldita sea la hora en que su cuñado se fijo en su hermano—. Búscalo. Arregla las cosas, inicien una amistad.
—No es correcto...
—Traje tu café— la voz de Osamu interrumpió la plática entre los dos—. ¿Ocurrió algo?— preguntó.
—Nada en especial— le contestó su hermano—. Me tengo que ir.
—¿A donde irás?
—Tengo cosas que hacer, Samu— contestó sin importancia—. Disfruten que están juntos, que pueden estarlo— murmuró lo último para si mismo, se levantó de la mesa y salió del lugar a paso lento.
El clima de febrero le hacía recordar porque amaba los días fríos, era un excusa genial para poder usar ropa cómoda y lucir genial como la que llevaba puesta justo ahora; suéter de cuello de tortuga color ladrillo debajo de una gabardina camel y pantalones negros. Pero era el tipo de clima que le gustaría pasar con alguien a su lado, en cama y abrazados.
Malditos sean los frentes fríos.
Resguardó sus manos en los bolsillos de su gabardina y siguió caminando en la acera, no tenía idea a donde iba, sólo quería estar solo, el ver a Tadashi le recordaba a esas Nacionales donde lo conoció y el hecho de que jamás podría tenerlo. Que estúpido de su parte. Él, que se sentía perfecto y no hacía caso a lo que le dijeran los demás, se creyó Icarus y voló cerca del sol llegando a enamorarse de su brillante presencia, no hizo caso a las advertencias y cayó, pero el sol no lo seguiría porque después de todo el sol sólo le pertenece al cielo.
—¿Atsumu- san?— debía ser su imaginación el poder escuchar voz—. ¿De verdad eres tú?— enfocó su vista en el suelo y notó una bufanda verde manzana enredada en sus pies que no dudo en levantar prisa para entregársela al dueño que su mente confundía.
—Shouyo- kun— murmuró sin dudarlo. Su respuesta fue la sonrisa más brillante, ya había visto esa sonrisa antes.
—Te oí decir buena recepción— escuchó al otro lado de la cancha en la banca de los cuervos—. Entonces, fíjate en la siguiente— y una suave y brillante sonrisa fue el producto del número diez trayendo como resultado las sonrisas de los demás.
—Hace mucho que no te veo— su nariz y mejillas estaban rojas, su cabello lucía ligeramente aplastado por las orejeras que la adornaban.
—Shouyo- kun, estás temblando de frío— recordó la tela que llevaba entre sus manos y rodeó el cuello del menor con ella, la ajustó tanto como pudo, pero sin causar una asfixia—. Podrías resfriarte.— En su mente revivía siempre el tercer día de aquellas nacionales, tal suceso que los jugadores decidieron llamar La caída del sol y de la luna.
—Nunca me gustaron los días fríos— susurró—. Por cierto, ¿qué haces en Tokio, Atsumu- san?
—Eso debería preguntarte yo, ¿no estás viviendo en Italia?— quizás el tono en el que lo dijo no fue el mejor, pero estaba que hervía de rabia. Aún así Shouyo sonrió, era tan despistado que no notó el enojo y los celos.
—Vine a una prueba de vestuario con el diseñador que trabajo— el rubio asintió—. De hecho estoy por ir al estudio, no es muy alejado de aquí.
—Oh, ya veo— contestó serio—. Y... amm... ¿Tobio- kun está contigo?— por un momento el rostro de su sol se apagó para recomponerse después, fueron apenas unos segundos, pero él lo notó.
—No, él se quedó en Roma, no le interesa mucho mis sesiones— el rubio frunció el ceño.
—¡Que idiota!— los ojos de Hinata se ampliaron de asombro—. No, no quiero decir que sea un idiota aunque si lo sea, pero debería estar aquí, ¿cómo no va a interesarse en tu carrera? Tú vas a todos sus partidos, no es que vea todos sus partidos o este al pendiente de él, pero es una estupidez que tú lo apoyes y él no te apoye porque debe ser recíproco.
—Atsumu- san— susurró, pero el rubio no dejaba de parlotear.
—¡Y lo justo sería que él estuviera contigo como tú lo estás con él!
—¡Atsumu- san!— llamó más fuerte.
—Si yo fuera él estaría contigo siempre— el rubio calló abruptamente al darse cuenta de lo que dijo y el color rojo no tardó en arder en sus caras—. Quiero decir en tu trabajo... bueno digo que.
—Atsumu- san.
—¿Si, Shouyo?— le dijo asustado.
—¿Quieres acompañarme al estudio?— y el hilo de la cordura de Atsumu se había roto.
El estudio era fascinante desde el punto de vista de Atsumu, había estado en sesiones fotográficas para la publicidad del equipo, pero jamás en alguno de una revista de moda y eran totalmente diferentes.
Había carritos que servían para llevar cambios de ropa colgados en ganchos, un montón de paletas de maquillajes brochas.
Los fotógrafos lucían menos serios a lo que estaba acostumbrado, todos lucían atareados y quizás les hacía falta un tornillo.
—¡Shouyo!— escuchó que llamaron a su pequeño sol—. ¿Estás listo?
—¡Claro que si! ¿Dónde está Mitsuya- san?— preguntó el pelirrojo.
—Taka- chan está hablando por teléfono, creo que había problemas con el modelo de apoyo.
—¿No modelarás tú?— Hakkai negó.
—No me queda el vestuario, fue hecho para alguien más bajo que yo— el antiguo Hinata frunció el ceño—. Creo que se inspiró en las medidas de un antiguo amigo, no lo sé.
—Ahí viene— susurró.
—¿Taka- chan?
—Draken no vendrá— susurró frustrado—. Tiene asuntos que atender en el taller y— los ojos lavanda se quedaron mirando al rubio que no conocía—. ¿Quién eres tú?
—¡Ohh! Mitsuya- san, te presentó a mi amigo, Miya Atsumu— el rubio sonrió al escuchar la palabra amigo, sonaba a que lo dejaría cerca—. Atsumu- san es jugador profesional de voleibol y es fantástico.
—No has visto más de un juego mío, Shouyo- kun— dijo el rubio con rastros de decepción.
—No hace falta verlos para saber que eres fantástico, hablo por lo que vi hace ocho años y si eres tan insistente como creo, se que hiciste todo para mejorar y ahora eres más grandioso de lo que ya eras.— Ahora si podía estar en paz, el sólo tener a alguien —que no fueran los medios o su familia— diciéndole cosas buenas lo hacía sentir como si de verdad hubiese valido la pena todo el esfuerzo que tuvo que hacer.
—Si es tan sencillo y humilde como dices, no creo que le moleste ser mi modelo suplente.— ¿Qué? Atsumu dejó de prestar atención en cuanto Shouyo dijo lo grandioso que era y ahora no sabía que decían estos dos.
—Claro que no, ¿verdad Atsumu- san?
—No, no tengo problema— lo cierto es que no sabía ni que haría.
Lo obligaron a entrar a un vestidor y colocarse un traje demasiado excéntrico y algo exagerado para su gusto; era un traje de tres piezas de color negro como base y estampado en verde amarillento y rojo, en lugar de saco era una gabardina sobre la camiseta guinda y el chaleco, tenía piel aborregada alrededor de su cuello y por alguna razón le hacía parecer abrigado.
—Shouyo- kun, ¿no te parece que esto es algo...?— el pelirrojo llevaba puesto una prenda muy parecida a un kimono; de color negro estampado con flores rojas, cráneos grises y una cola de color morado con detalles de fuego y un sol dibujado.
—¿Sucede algo, Atsumu- san?— le preguntó.
—Nada— se quedó callado, observándolo—. Te ves muy bien.
—Gracias— dijo sonriente y un rubor en sus mejillas. Todo había empezado así, con esa maldita sonrisa.
—¡Todos, deprisa, muévanse y acomódense!— gritó el fotógrafo.
Toda la mañana se la pasaron tomándose fotos y lo que sería una prueba de vestuario terminó como sesión de fotos a última hora. Atsumu se divirtió mucho, la cámara lo adoraba y el vestuario le quedaba muy bien a los ojos de Shouyo.
Cuando llegó el momento de tomar las fotos donde ambos posarían juntos hubo más sonrisas de lo acostumbrado, ambos estaban felices, disfrutaban de la presencia del otro y a los ojos de Mitsuya su modelo parecía ser más feliz con el rubio a su lado.
(...)
Se despidieron de todos en el estudio y Atsumu agradeció por la oportunidad de poder modelar para el de cabellos lavanda, no cualquiera podía usar uno de sus diseños. Mitsuya lo invitó a seguir participando en sus sesiones y prometió hablar con su agente de publicidad para fijar fechas.
Saliendo del estudio caminaron juntos, era el día más feliz en la vida de Atsumu, podía estar mejor ahora que tenía a Shouyo a su lado. No importaba nada, no importaba su matrimonio, ni que jamás serían algo, le importaba su sonrisa, sus ganas de ver la vida y el cariño que le profesaba sería mayor.
—Atsumu- san— llamó al rubio.
—¿Sucede algo, Shouyo- kun?— preguntó.
—¿Quieres ir a cenar a mi departamento?— ahora si podría morir doblemente en paz.
(...)
El departamento que Shouyo poseía en Tokio era un lugar muy bonito y acogedor, las paredes estaban pintadas de un tono blanco con muebles en verde manzana y algunos en azul marino, causaban una sensación minimalista muy bonita.
El pelirrojo cocinaba con una facilidad extraordinaria, sólo había visto a su gemelo cocinar de esa manera, lo hacía ver tan sencillo. El arroz estaba en su punto y el lomo de cerdo empezaba a dorarse en el aceite. El rubio no quiso acercarse para evitar estorbarle al pelirrojo.
Las risas se escuchaban por todo el lugar, la felicidad rondaba en el aire y los dos jóvenes tenían las mejillas rojas y lágrima de tanto aguántese las risas que terminaban por escaparse.
—Hace mucho que no me reía así— dijo Shouyo—. Gracias, Atsumu- san.
—Gracias a ti por encontrarme, Shouyo- kun— ambos siguieron riéndose y disfrutando de la noche que había empezado a caer.
No se percataron de la llave que entró a la cerradura, no se dieron cuenta cuando giró y quito el cerrojo, no se dieron cuenta cuando la puerta se abrió.
—¿Qué hace Miya- san aquí?— fue la pregunta que Kageyama hizo y la que le arrebató el aire al pelirrojo.
¡Que vengan las buenas nuevas!
Espero que estén teniendo un buen día, yo aprovecho que tengo tiempos libres para publicar, después de tremenda vergüenza que pase ayer por no entrar a clases. Todo por no revisar el calendario y creer que entraba hasta el 30. 😭🤣
En fin les dejó el capítulo de hoy, espero que lo hayan disfrutado, creo que es el más largo hasta ahora. La canción es una de las que menos lírica tiene ya que es más música, pero es el comienzo a lo que se centra esta historia.
Muchas gracias por leer, nos vemos el siguiente capítulo. ❤️
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