
03||𝘾𝙚𝙡𝙤𝙨
"Me da miedo cuando sales sonriendo pa la calle, porque todos pueden ver los hoyuelitos que te salen."
—ROMA, ITALIA
ENERO, 2019
Un mes había pasado desde que los dos cuervos decidieran unir sus vidas para la eternidad, su luna de miel había sido fantástica para ambos. El hecho de decirle al mundo que ahora eran esposos era lo más genial del mundo, no los veían mal, en cambio tenían el apoyo de los medios. Como no iban a tenerlo; la noticia se había esparcido como pan caliente y rememoraban los recuerdos de sus maravillosas jugadas en sus días de preparatoria, todo Japón entró en estado de shock de saber que de ese matrimonio podían llegar niños con maravillosos genes y un extraño amor hacía el deporte.
Shouyo se miraba al espejo como si no se reconociera, tenía un hermoso brillo que le daba la seguridad de sentirse amado e inclusive envidiado por muchos. Levantó su mano y fijó su vista en los anillos que llevaba en su izquierda.
—Si sigues viéndolos de esa forma los vas a gastar.— la somnolienta voz de su esposo fue música para sus oídos, del tipo que causaba un cosquilleo en la boca del estómago y que le erizaba la piel.
—Siempre puedes comprarme uno nuevo, ¿no?— el pelinegro se acercó hasta abrazar la cintura del pelirrojo. Seguía siendo más bajo, y es que había una diferencia de estatura muy marcada —cosa que a ambos les fascinaba.—
—Todos los que quieras.— besó los labios del contrario. Amaba tenerlo así, entre su brazos besándolo todo el día, haciéndolo suyo todas las veces que él quería. Tenerlo como esposo porque así solamente sería suyo.
—Debo vestirme.— el antiguo Hinata se alejó de los brazos de su esposo y fue directamente hasta el armario a sacar la ropa que se pondría.
Un suspiro llamó la atención del pelinegro y enfocó su mirada en su esposo, estaba fascinado con la vista que les daba el departamento en el que se hospedaban desde hace un mes.
—¿Sucede algo?— le preguntó Kageyama.
—Nada en realidad —Tobio sintió que le mentía—. Es sólo que... me gusta este lugar, es demasiado hermoso.
—¿De verdad?— el de mayor edad asintió.
—Vivir en Brasil me hizo ver qué hay mucho en este mundo por explorar— suspiró como si estuviera derrotado—. No me mal entiendas, amo Japón y amaría verte jugar nuevamente en los olímpicos, pero... quiero explorar más lugares contigo.
—Entonces nos quedamos— Shouyo giró rápidamente su mirada hasta los ojos azul naval del pelinegro—. No quería decírtelo todavía porque no había tomado una decisión. Me han ofrecido un contrato para jugar aquí, en Italia.
—¡No es cierto!
—Es cierto, aún no aceptó pero— el pelirrojo saltó a sus brazos haciéndolo trastabillar y derrumbarse en la cama, llenaba su cara de besos hasta poder llegar a sus labios.
—¡Acepta, acepta, acepta!— chilló con emoción—. Jugar en las ligas internacionales es una de las más grandes oportunidades que pueden llegarte.
—Shouyo. Ahora estamos juntos, no quiero que por mis cuestiones de trabajo.
—¿No me escuchaste?— preguntó refunfuñando—. Acepta, quiero quedarme aquí, y si quieres quedarte aquí, nos quedemos aquí. Conseguir trabajo para mí no es nada difícil, lo sabes ¿verdad?— ¿cómo no iba a saberlo? Shouyo era uno de los mejores modelos de Japón y su popularidad había aumentado con su matrimonio, las agencias internacionales no dejaban de llamarlo y buscar que usara sus diseños.
—¿Estás seguro?— preguntó.
—Oye, no me importa el lugar donde estemos; Japón, Italia, Brasil e inclusive México o Argentina. No me importa— aferró sus manos a las mejillas del azabache—. Mientras estemos juntos, juntos seremos invencibles, tú y yo contra el mundo.
Suyo. Shouyo era de él y él era suyo, ambos se pertenecían el uno al otro, nada ni nadie podría cambiar eso.
—Está bien, nos quedaremos en Italia.— Shouyo chilló de emoción y llenó de besos su rostro, el correspondió como estaba seguro que lo haría. Estarían juntos, nadie cambiaría eso.
—OSAKA, JAPÓN
En ese mes ocurrieron muchas cosas. Mientras los recién casados estaban obviamente en su luna de miel, él estuvo entrenando como si no hubiera mañana, ayudaba a sus rematadores a probar cosas nuevas y a adaptarse mejor a los cambios que le gustaría hacer.
¿Tuvo problemas? unos cuantos. Sakusa no dejaba de quejarse que hacía pases mucho más altos de lo acostumbrado, Bokuto apenas y alcanzaba los pases extremos que le daba, pero aquel que lo sentó en la realidad fue Meian.
—¿Seguro que estás bien?— le preguntó un día en los vestidores.
—Claro que si Meian- san— mintió—. ¿Por qué no habría de estarlo?
—Porque no pareces el mismo— Atsumu parpadeó rápidamente—. Antes coordinábamos muy bien, en general somos muy buen equipo, pero ahora siento que no estás del todo en la cancha.
—Te aseguro que no tengo nada es sólo que.
—Meian, Atsumu. Nosotros ya nos vamos, ¿no quieren venir?— el libero rubio detuvo su monólogo, gracias al cielo o su vomito verbal iba a explotar.
—Adelántense ustedes— pidió el capitán de los BJ. Los demás hicieron caso y se fueron dejándolos solos—. Por favor, háblame con la verdad.
Y Atsumu no soportó más. El vomito verbal se desbordó de su boca y le contó todo.
Le explico quién era Shouyo, la emoción que sintió al verlo rematar por primera vez y como a pesar de ser tan pequeño su rango de salto era el de 333 centímetros. Un salto de envidia para muchos y una realidad para ese pequeño monstruo.
Le contó cómo fue que se enamoró, la promesa que le hizo ese día a sus diecisiete años, como fue que se enamoró más de él al verlo en su segundo año usando el número siete como su dorsal. Le contó que lo espero cinco años para poder verlo, como se enteró que se había ido a Brasil, como Bokuto le mandaba todos los días el calendario de fechas de las pruebas para formar parte de los Black Jackals. Le contó como las rechazó, como ni siquiera lo recordaba, como fue que se casó con otro que no era él.
Le contó todo y después lloró.
—¿Por qué no le dijiste lo que sentías?— preguntó con dejes de lastima.
—No lo sé— admitió, ese fue su primer error—. Quiero disculparme, Meian- san, quiero recrear esos pases que Shouyo sería capaz de rematar.
—Si es como lo describes no me queda duda, es un monstruo del voleibol— el rubio sonrió nostálgico—. Es igual a ti. Escúchame Atsumu, si ambos están destinados a estar juntos lo estarán, hoy o mañana y si no es esta vida lo será en la siguiente. Espero que se puedan encontrar alguna vez, te deseo lo mejor.
Los días siguientes a esa práctica fueron mejor, dejó de presionar tanto a sus compañeros y los aconsejaba para mejorar, todo parecía ir de maravilla hasta que su teléfono sonó y le llegó un mensaje de su hermano.
"Está de vuelta."
Yamaguchi había pasado a mudarse al departamento de su novio, le quedaba cerca de la universidad y en las tardes ayudaba en el negocio de Osamu, siempre fue bueno en la cocina y en cuanto su pareja se enteró no dudo en pedirle ayuda para expandir el menú del local. Seguía llevando el nombre de Onigiris Miya, pero ahora vendían diversos platillos.
Su vida era perfecta.
A excepción de las veces que su cuñado llegaba dispuesto a matar a su novio, como en esta ocasión.
—¡Samu!— llegó gritando al local, exactamente a las 8:30—. ¡Eres un idiota!
—¿Ahora qué quiere éste lunático?— preguntó Osamu con una mala cara.
—Mi amor— regañó el del rostro pecoso—. Sólo es tu hermano.
—Un lunático— dijo con ironía haciendo reír a Tadashi.
—¡Samu, idiota ven acá!— volvió a gritar. Tadashi salió de la cocina y fue hasta la barra a saludar a su cuñado.
—Atsumu- san.
—Ah, hola Dashi— saludó el rubio—. ¿Dónde está el imbécil de Samu?
—Está en la cocina y no lo llames imbécil, no lo es— Atsumu sonrió, no había duda de que ese chico amaba a su hermano.
El pelinegro salió de la cocina al recibidor del local y observó a dos de las personas que más amaba en el mundo. A Tadashi lo amaba abiertamente y lo gritaba al mundo y a su hermano lo hacía silenciosamente sin que nadie lo hiciera. —Gracias por defenderme amor— besó los labios del muchacho y ambos sonreían entre besos.
—Ustedes me dan diabetes— dijo asqueado el rubio y sólo recibió un golpe de su hermano.
—Cállate, no es mi culpa que permanezcas soltero— esta vez fue Osamu quién recibió un golpe de Tadashi.
—¿Cómo es eso de que está de vuelta?— preguntó Atsumu.
—Él... bueno, vino a dar noticias. Los del Karasuno nos reunimos y... dejarán Japón— la sonrisa de Atsumu se desvaneció de poco a poco, sabía que su cuñado no lo hacía para fastidiarlo, pero le dolía.
—Apuesto a que es noticia nacional. El gran Kageyama Tobio deja Japón para jugar en las ligas internacionales— sus brazos extendidos y el sarcasmo de su voz sólo hacían la broma más divertida. Jamás se escucharía a hablar bien a Miya Atsumu sobre Kageyama—. Que estupidez.
—No te molestes, Tsumu. Aún hay esperanza, recuerda que existe el divorcio— parecía que lo decía en broma, pero Osamu de verdad lo decía de corazón.
—Además, Shouyo vendrá un tiempo— habló Yamaguchi—. Acaba de firmar un contrato con Takashi Mitsuya, modelará para él.
—¿De verdad?— preguntó Atsumu ahogándose con su bebida. Yamaguchi asintió.
—Es un diseñador que apenas comienza en la industria de la moda, pero ya tiene mucho apoyo de la comunidad, sus diseños son espectaculares— alabó el de cabellos verdosos.
—Si Tadashi dice que lo son es porque lo son— le dio la razón Osamu. Su novio sonrió con las mejillas sonrojadas.
—Si eso es el caso, espero que le vaya bien— se merece todo lo bueno del mundo— y Atsumu esperaba ser lo mejor de su mundo.
—TOKIO, JAPÓN
SEIS MESES DESPUÉS
Luces, cámara acción. Siempre, todos los días eran lo mismo. Shouyo viajaba mucho, no, demasiado a Japón. Tobio entendía que era por asuntos de trabajo, pero sinceramente empezaba a molestarle.
—Tobio, cariño, sólo es trabajo— chillaba el pelirrojo dando saltitos frente a él.
—Siempre es por trabajo— le contestó aquella vez—. ¿Cuando parara?
—Acabo de firmar con Mitsuya- san, no puedo ponerme especial— dijo frunciendo el ceño.
—Eres el esposo de Kageyama Tobio; jugador nacional y de la Liga Italiana, puedes ponerte exigente.
—No, soy Hinata Shouyo; modelo y embajador de Bouncing Ball, soy amateur en esto del mundo de la moda y no puedo ponerme exigente— contestó empezando a molestarse—. Además, Mitsuya- san empieza a manejarse en la industria de la moda, debo aceptar sus condiciones para crecer.
Eso dijo hace seis meses y ahora era uno de los modelos más cotizados y los diseños de ese tal Mitsuya eran exclusivos. Y por eso estaba acompañando a su guapo esposo a una de las sesiones de la nueva colección.
—¡Estoy listo!— su amado pelirrojo lucía llamativo; llevaba puesto unos pantalones bombachos color negro que le llegaban a la cadera, una chaqueta de encaje negro que llegaba a sus pantorrillas, no llevaba camisa debajo así que estaba dejando visible su torso desnudo y esa fantástica V que sólo él podía admirar.
—Luces fantástico— le dijo un hombre aparentemente mayor a ellos. Tenía alborotado cabello en mechones lilas y negros, ojos lavanda tras unos anteojos, su ropa se veía sencilla y llevaba una cinta métrica alrededor de su cuello.
—Obviamente, tú lo creaste— ambos sonrieron y se fundieron en un abrazo.
—¿Dónde está Hakkai?— preguntó el diseñador.
—Estoy aquí— Kageyama fijó su vista en el hombre alto de cabello rubio casi a rapa con un diseño extraño en uno de los laterales, vestía unos pantalones bombachos negro con estampado gris que simulaba el soplar del viento al igual que su chaqueta de cuello alto y sin mangas—. ¿Podemos empezar?
—Por supuesto— habló el de cabello lila acomodándole un saco sobre los hombros—. Deja ajustarlo a tu chaqueta, quiero que tenga la apariencia de una capa.
—Cariño, espera aquí, por favor— Kageyama asintió mientras Shouyo se colocaba los aretes e iba corriendo en tacones directo donde debía posar.
La sesión transcurría de manera lenta y eso le incomodaba. El tal Hakkai estaba muy cerca de Shouyo demasiado cerca, sus hombros no se despegaban y aferraba su mano derecha tras la cintura de su esposo. Shouyo no sonreía, quizás ese era el estilo que se debía retratar, porque él mostraba un ápice de sonrisa mientras el de cabello a rapa mostraba una cara de odio como si quisiera matarte.
Shouyo se colocó frente a Hakkai con sus brazos enrollando su cuello y acariciando su nuca mientras que las manos del contrario aferraban la cintura y espalda baja del pelirrojo. Por simple curiosidad preguntó la estatura del modelo a uno de los asistentes y grande fue su sorpresa al ver que era de metro con noventa y tres, una diferencia de veinte centímetros comparados con la estatura de su esposo.
—Bien, ahora quiero que traigan el sofá— habló el fotógrafo—. Shouyo, te recostarás en el sofá y Hakkai estará sobre ti, subirá poco a poco. Quiero que proyecten una imagen de seriedad, deseo y tensión entre los dos, ¿de acuerdo?
—Sin problemas— dijo Hinata y Hakkai asintió.
—¿Te parece bien, Mitsuya?— le preguntó el fotógrafo al diseñador.
—Hagámoslo— respondió.
Hinata hizo caso a las indicaciones y se recostó en el sillón de terciopelo rojo, tenía su izquierda recostada a su lado y su derecha recargada en su cabeza mientras ésta descansaba en uno de los reposabrazos. Hakkai estaba en el suelo de espaldas, pero mirando a la cámara su mano derecha sostenía la izquierda de Hinta y mostraba una seriedad impresionante. Poco a poco se fue levantando hasta trepar en el sofá, su mirada se fue volviendo juguetona y traviesa al igual que la de su esposo.
Sus manos, sus pieles, sus labios. Estaban cerca, demasiado cerca. —De acuerdo es suficiente, detengan esto— exclamó Kageyama—. ¡Con una mierda detengan todo!
—¿Que demonios?— preguntó el rubio exaltado .
—Estás demasiado cerca.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste, estás demasiado cerca de mi esposo— su rostro mostraba la ira más pura, sus ojos oscurecidos destilaban odio y el monstruo de los celos dominaba su cuerpo.
—Me pagan por hacer esto— siseó el rubio—. Así como a ti te pagan por corretear y golpear un balón con tus manos, esta es mi profesión y deberías recordar que también es la de tu marido.
—¡Basta los dos!— la voz del pelirrojo atrajo la atención de los que estaban discutiendo—. Discúlpenme, debo hablar con Kageyama— Kageyama, no Tobio, no amor, no cariño. Lo llamó por su apellido. Hinata tomó y arrastró al azabache hasta uno de los rincones del estudio—. ¿Qué rayos te pasa, Bakayama?
—Ese imbécil te estaba tocando de más— le dijo con voz fría.
—Imposible, Hakkai- san no haría eso— dijo entre risas.
—Vi como te miraba, lo hacía con deseo como si quisiera follarte en ese mismo instante.
—¡Esa es la idea del escenario!— reclamó—. Escucha, Kageyama. Mitsuya- san ha trabajado mucho en esta colección, no pienso arruinarle la sesión con una de tus escenas de celos. ¿Quedó claro? Así que, decides controlarte o decides largarte.
—¿Me estás corriendo?— preguntó molesto.
—Quiero que te controles, es todo.
—Shouyo, ese hombre te desea— el pelirrojo comenzó a reírse más fuerte.
—Hay algo gracioso y algo tierno en este asunto. Hakkai- san es la pareja de Mitsuya- san, él se hizo modelo por el simple hecho de poder modelar lo que diseñaba el hombre que ama, han sido un equipo desde antes de que Mitsuya se empezara hacer conocido. Hizo suyos los sueños del hombre que ama, ¿por qué tú no pudiste?
—No sé de qué mierda hablas.
—No, si lo sabes— expresó molesto, sus ojos estaban fijos en los suyos y por un momento sintió frío alrededor de él—. Mi sueño era jugar y vencerte en la misma pista, pero también era jugar a tu lado para poder vencer al mundo. El tuyo era casarnos y formar una familia, ¿por qué yo si pude hacer mío tu sueño pero tú no pudiste? Sabías muy bien que juntos éramos invencibles... pero ya no lo somos, no lo somos Kageyama.
—Hinata... yo...
—¡¿Por qué está todo en pausa?!— una nueva voz se había colado en el estudio—. ¿Por qué no se están tomando las fotos?
—Buenas tardes, Hanma— saludó el diseñador.
El nuevo hombre era más alto que Hakkai, llevaba un traje de tres piezas color gris y líneas verticales plateadas, una camisa blanca y corbata a franjas diagonales azul y amarillo león. El fleco de su cabello caía hacía su izquierda y era de un extraño rubio con mechones negros, ojos dorados ocultos tras unas gafas circulares.
—Y bien, ¿Por qué todo está en pausa? ¿Acaso han terminado ya?— preguntó. Kageyama pudo notar los tatuajes de sus manos, le dió muy mala espina.
—Shuji Hanma— le susurró Hinata—. Es el dueño de la editorial que tiene la exclusiva de los diseños de Mitsuya, así que compórtate y no arruines nada.
—Hubo un contratiempo, no tienes que preocuparte— pidió Hakkai.
—¿Dónde está el modelo que te acompaña?— el rubio señaló tras la espalda del más alto que giró hasta donde le indicaron—. ¡Shouyo!— habló con retintín.
—Shuji- san, es un gusto poder conocerlo— el de manos tatuadas tomó las de Shouyo y las besó.
—Shouyo, ya te he dicho que no me gustan las formalidades, sólo llámame por mi nombre, estamos en confianza después de todo— sus dedos, sus asquerosos dedos seguían acariciando las manos de su esposo, el cuál se removía incómodo y sonreía hipócritamente.
—Aleja tus manos de mi esposo— escupió mirándolo con odio.
—No sabía que estuvieras casado. Shouyo nunca te mencionó— le dijo alegremente.
—Desde hace siete meses que lo estamos— era un estúpido si creía que se dejaría amedrentar—. Deberías saberlo, lleva mi apellido después de todo.
—Que curioso, en la industria utiliza su apellido de soltero— no tenía que preocuparse, él lo sabía, pero le dolía—. Debe ser más sencillo, así no habrá problema si algún día se divorcian.
—¿Qué fue lo qué...?
—¡Mi amor!— habló fuerte y claro, sus manos se aferraron a sus hombros y los recorrían lentamente—. Hanma- san sólo está jugando, él es demasiado bromista y muy llevado con las personas, ¿verdad, Hanma- san?
—Por supuesto— le dio la razón—. Me gusta romper el hielo siendo yo mismo. Shouyo por favor continúa con la sesión.
—Claro que si— el pelirrojo se alejó no sin antes besar los labios del azabache.
La sesión continuó justo donde la habían dejado, Hinata estaba en el sillón con Hakkai arriba suyo. Que estupidez. Él sólo quería irse de ese estúpido estudio, quería cubrir a su esposo y que nadie lo viera porque era suyo, su esposo, de él. Sólo una vez sintió unos celos como esos, fue en sus primeras nacionales y por las palabras de un estúpido engreído e idiota. Miya Atsumu.
—Tu esposo es de muy buen ver— le dijo Hanma en voz baja—. Si yo fuera tú lo encerraría en una caja de cristal para que nadie lo viera.
—No me digas qué eres un celoso de primera— le contestó con ironía.
—Dije si yo fuera tú— contraatacó—. Si Shouyo fuera mi esposo me encargaría de presumirlo, ¿De qué te sirve un trofeo tan valioso si no lo presumes? Pero cómo tú no eres yo, no te queda de otra más que encerrarlo por miedo a que lo roben. ¿O me equivoco?
Lo peor de todo es que no se equivocaba.
¡Les dejo el capítulo de hoy!
Moría por publicarlo, en lo personal es mi canción favorita del álbum y la razón por la que empecé a escribir este fic.
Los nombres que menciono son del anime Tokyo Revengers. Y por si no lo han visto les dejo las fotos de como lucen en el manga y en este fan art que es el más acertado que encontré.
«•|Takashi Mitsuya|•»
«•|Shiba Hakkai|•»
«•|Shuji Hanma|•»
Gracias por leer, nos vemos en la siguiente actualización. 💖
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