
01||𝘼𝙪𝙜𝙪𝙧𝙞𝙤
"Ese cristalito roto, yo sentí como crujía
Antes de caerse al suelo ya sabía que se rompía..."
Esa tarde-noche del mes de noviembre se llevaba a cabo uno de los mejores encuentros en el mundo del voleibol, los Adlers vs Black Jackals.
Es una pena que él tuviera que estar como espectador.
El evento dio inicio cuando ambos equipos mostraban sus alineaciones, su mirada fue a parar en el número 20 de los de camiseta blanca: el dueño de sus días, aquel de ojos azules y cabello azabache, su mejor amigo y también su más grande rival. Kageyama Tobio, su primer amor.
Desde que tuvo catorce años supo lo que le depararía el futuro.
—Su condición no es extraña, pero es muy poco común.— habló el hombre bata blanca.
—¿Qué quiere decir doctor?— preguntaba su amada madre.
—Hinata-kun es parte de una "evolución" en los seres humanos. En los últimos años se han visto casos registrados bajo el nombre "donceles", son hombres con la capacidad de procrear vida.— el doctor no lucía nervioso como otros hombres que alegaban eran una aberración.
—He escuchado de ellos.— susurraba su madre un tanto nerviosa. En su mente surcaba la idea de que su hijo sufriera por su condición.
—Menos del 5% de la población masculina presenta este tipo de condición. Es una maravilla que haya evolucionado un cuerpo de esta manera.— el doctor lucía emocionado—. Shouyo-kun, Hinata-san. Quiero que comprendan. Un doncel es un hombre con la capacidad de procrear vida, tiene órganos reproductores femeninos en su interior, pero en su exterior posee los masculinos, sin embargo estos son totalmente estériles, no contienen espermatozoides para fecundar un ovulo.
—¿Y eso no es raro?— preguntó Shouyo por primera vez—. ¿Quiere decir que no podré tener hijos con mujeres?
—Prácticamente. Pero esa será tu decisión, igual si deseas el no tenerlos. La maternidad será deseada o no será.— ¿quién diría que esa frase le ayudaría en el futuro?—. Shouyo-kun. Quiero que sepas que como tu doctor de cabecera puedes venir a mí a pedir consejos, si no puedo ayudarte te recomendaré colegas que puedan hacerlo. No debes temer a lo que eres y no dejarás que nadie se aproveche o te haga menos.
—¿Alguna consecuencia que traiga la condición de mi hijo?— preguntó la castaña.
—Está comprobado que los donceles muestran cuerpos de facciones similares a los de una mujer, piel tersa, cuerpos estilizados. Pero eso sólo es algunos casos, no todos son iguales.
—De acuerdo. Haré lo que sea para mantener la salud de mi hijo.— asintió la mujer.
Ese día se dio cuenta de que no todo sería color de rosa. Si quería una familia debía encontrar a un hombre dispuesto a quererlo tal y como era, que fuera de mente abierta puesto que los donceles no eran aceptados del todo. Al menos su población había crecido un poco, ya eran un 6%.
Gracias al cielo lo encontró en la preparatoria. Cuando estudio en el Karasuno conoció a aquel que consideraba su alma gemela, ¿quién se imaginaba que era el mismo que lo despreció en su último año de secundaria? No lo desprecio por ser un doncel, lo hizo por su capacidad de entrenamiento en el mundo del voleibol. Su doctor le decía siempre que los que eran como él tenían cierto brillo que los caracterizaba. Hubo preguntas y rumores ya que era el primero en años en verse en los pasillos de esa escuela, pero en cuanto el equipo lo supo se encargaron de callar esas voces que hablaban de más, lo cuidaban, no como un doncel, lo hacían como un grupo de amigos. Buena suerte la que le tocó.
Kageyama era muchas cosas para Hinata, pero la más importante es que ambos se consideraban almas gemelas. El azabache era celoso y ligeramente posesivo con el pelirrojo, lo demostró muchas veces en la cancha, especialmente en sus primeras nacionales. Las revistas de deportes —que se especializaban más en chismes— siempre hablaban del doncel del Karasuno. El equipo siempre pedía de favor que lo tratasen como un hombre y que lo llamaran por su nombre, si iba a ser conocido que fuera por su valor y destreza, no por su condición. Pero Kageyama era quién se molestaba más, no le gustaba que hablasen de él, no le gustaba que lo mirasen como si fuera un bicho raro. No le gustaba que vieran lo bello que era.
Le recordaba sus primeros campamentos cuando conocieron al doncel del Nekoma; Kozume Kenma, él y Hinata se conocían desde antes de esos campamentos y de su primer partido de práctica. Hinata estaba tan feliz de encontrar a alguien como él y tan distinto a la vez, después conoció a Akaashi Keiji del Fukurodani, ahí los cuervos comprobaron que los donceles si poseían ese brillo. La diferencia con el búho es que este era más alto de lo esperado y si bien su cuerpo era delicado mostraba una fiereza impecable.
Actualmente Hinata vivía feliz en Japón, no hace mucho vivía en Brasil entrenando volleyball de playa. La diferencia de ahora es que había dejado de hacerlo. ¿Por qué? No lo sabía con exactitud, solamente recordaba haber concluido sus dos años de entrenamiento en Latinoamérica y un día en la puerta del departamento que compartía con Pedro, lo vio tal y como lo recordaba, su cabello azabache lucía más largo, era tan alto que seguro ya pasaba el metro ochenta.
—Kageyama...— susurró entrecortado.
—Hinata idiota.— fue lo primero que le dijo antes de estrecharle en sus brazos y hablarle al oído—. Estabas tardando demasiado, así que vine por ti. Lamento no haberme despedido esa vez.
—No importa.— le contestó—. Tenías una práctica importante para los olímpicos. No iba a dejar que te la perdieras.
Kageyama no dejaba de acariciar las sonrojadas mejillas de su sol, eran tan suaves, ya no tan blancas debido a su bronceado, pero seguían hermosas y perfectas. No perdió detalle del cambio físico que hubo en la mandarina; su cuerpo lucía muy bien trabajado, una espalda ancha, brazos fuertes y piernas bien torneadas, su cintura parecía haber reducido y sus caderas se ensancharon.
—¡Bakayama!— su voz interrumpió sus pensamientos lascivos—. No me contestaste.
—¿Me repites la pregunta?— Hinata comenzó a reírse y Kageyama sintió que podía vivir de sólo escuchar esas notas de su voz.
—Te pregunté que si me extrañaste.— volvió a repetir con burla.
—No.— el pelirrojo hizo un tierno mohín en sus rosados labios y dio un sonoro golpe en los brazos del de menor edad.
—¿No?— preguntó con altanería—. Bueno, en ese ¿caso puedo pedirte algo?
—¿Qué es lo que quieres?— algo había en su tono de voz que lo hizo sentir deseoso del contrario.
—Bésame cómo si me hubieses extrañado.— no supo cuánto tiempo pasó después de decirle esa frase. Pero no fue consciente de cómo estaba con sus piernas aferradas a sus caderas sobre una cama.
El azabache disfrutaba tenerlo entre sus brazos, pero Hinata con una fuerza mayor a la que recordaba logró hacerlo girar sobre ésta, ahora estaba sentado a horcajadas sobre él, movía sus caderas en círculos y disfrutaba de las sensaciones brindadas por el contrario. El sentir de sus manos recorriendo su cuerpo, como subían y bajaban desde sus hombros hasta su trasero, como se introdujeron sus dedos en su interior, los gemidos que liberaban ambos al sentirse amados. Llevaba ese momento grabado en su alma.
Ahora ambos estaban en Japón y a él le tocaba presenciar el partido profesional desde las gradas. Kageyama lucía espléndido en ese uniforme color blanco.
—¡¿Viste ese pase?!— preguntó Yamaguchi emocionado—. El armador de los Black Jackals es muy bueno.— por supuesto que lo era, pero no tanto como su Tobio.
—Eso dices porque son familia.— soltó Yachi.
—Yamaguchi nunca pierde oportunidad de presumir a su cuñado.— se burló el rubio de lentes.
—Que mentiroso eres Tsukki, a ti también te presumo cada que puedo.— molestó el pecoso.
—Si ese es el caso, creo que Kageyama es mejor armador.— todos los ex miembros de los cuervos sonrieron cómplices—. No por nada van ganando.
—¿No reconoces al armador que compite contra el rey?— preguntó burlón Tsukishima.
—¿Debería?— preguntó Hinata.
—Jugamos contra él en las nacionales.— contestó Yamaguchi.
—Hinata, el armador de los Black Jackals es Miya Atsumu.— dijo Yachi como si de un secreto se tratase. Hinata no recordaba la cara de aquel chico.
El partido había terminado por darle la victoria a los Adlers, el equipo de su amado había ganado 3 a 1. Que orgulloso estaba de él y que enojado estaba consigo por no haberle ganado él.
Se disculpó con sus amigos y les dijo que iría al baño, llevaba aguantándose desde que inició el juego, Tsukishima se burló diciéndole que jamás perdería esa costumbre. Hinata fue corriendo a paso veloz hasta por fin encontrarlos. Una vez terminando sus necesidades salió dispuesto a buscar a Kageyama o a sus amigos, pero el destino tenía preparado otros planes.
—¿Shouyo-kun?— una voz suave lo llamó por su nombre, giró su rostro y se encontró con un hombre de cabellos teñidos de rubio, vestía el uniforme de los BJ, había jugado hace tan sólo unos momentos—. No puede ser, ¿de verdad eres tú? Hinata Shouyo.
—Am... perdón no logro recordar tu nombre.— respondió suavemente. La cara del rubio mostraba desilusión.
—Miya Atsumu. Fui jugador de Inarizaki cuando estaba en preparatoria.— fue como un incentivo el escuchar el equipo, la cara borrosa por fin había comenzado a tener dueño y el recuerdo de una promesa cumplida a medias venía de ese chico.
—Colocaré para ti un día de estos— le dijo en aquel juego—. Pero antes de eso... te derrotaré en las Inter high así que prepárate.
—¡¿Atsumu-san?!— preguntó ilusionado—. ¡Te recuerdo muy bien! Lamento haber sonado tan despectivo antes.
—No tienes que disculparte.— contestó sonriente—. Me alegra volver a verte Shouyo-kun, estuve esperando pacientemente por este momento.
—¿Eso es verdad?— preguntó sorprendido.
—Por supuesto que si.— admitió—. Eres uno de esos rematadores que dan ganas de darle todos los pases que quieran.
—Gracias por tus palabras.— la sonrisa de Atsumu le provocaba unos sonrojos que le darían envidia a cualquier fruta de color rojo. Esa hombre era demasiado atractivo y atrayente, entendía porque tenía tantas fanáticas en su juventud y aún más actualmente.
—Dime, Shouyo-kun, ¿a qué equipo debo mudarme para poder colocarte el balón?— esa descarada sonrisa no vaciló en ningún momento.
—¿Eh? Bueno yo...— Hinata aclaró su garganta para emitir lo que diría a continuación—. En realidad... yo ya no estoy jugando volleyball.
—¿Qué? ¿Por qué?— preguntó Atsumu—. Eres un gran jugador, apuesto lo que quieras a que de haber jugado conmigo en los Black Jackals habríamos ganado el día de hoy. Y no sólo hoy, sino en todos los partidos.
—Vaya... eso es amable de tu parte Atsumu-san, pero tienes grandes rematadores como Bokuto-san, él fue mi mentor en mis tiempos de preparatoria.
—Y te enseñó muy bien.— halagó.
—Gracias por pensar eso.— Hinata estaba sonrojado desde que el rubio apareció en ese pasillo cercano al baño.
—Shouyo-kun.— que bien sonaba su nombre en sus labios—. ¿Estás libre este fin de semana?
—Yo...
—Hinata.— la voz de cierto azabache interrumpió su respuesta—. Ya debemos irnos.
—¡Hola, Tobio-kun!— saludó Atsumu—. Interrumpiste mi conversación con Shouyo-kun.
—Me disculpó por eso Miya-san.— dijo sin ninguna pizca de arrepentimiento—. Debemos irnos ya, Hinata.
—Pero no le he respondido a Atsumu-san— la mueca de Kageyama hizo reír al rubio.
—Te recuerdo que tenemos planes.— acaricio una de las mejillas del contrario. Mierda, Hinata había olvidado esos planes.
—Lo lamento, Atsumu-san, pero tengo planes que atender este fin de semana.— se disculpó.
—No hay de que preocuparse, Shouyo-kun, en otra ocasión será.— sonrió con un ligero desagrado.
—Nosotros nos retiramos.— habló Kageyama—. Un placer jugar contra ti, Miya-san.
—Espero que nos podamos volver a ver.— esa frase detuvo los pasos de ambos cuervos—. Sería un placer jugar contigo Shouyo-kun, así podríamos vencer a Tobio-kun.— Hinata emitió una risa un tanto cohibida y ligeramente falsa.
—Estoy de acuerdo.— habló finalmente—. Sería un gusto para mí hacerlo.— la sonrisa que le dirigió Atsumu lo descolocó.
—Debemos irnos.— susurró Kageyama cerca de Hinata y así ambos partieron hasta alejarse del rubio.
Atsumu los vio partir juntos, tomados de la mano y a sus ojos, profundamente enamorados. Al menos eso parecía y esperaba que no.
—¡¿Ja, ese era Hinata?!— la escandalosa voz de Bokuto sonó a sus espaldas.
—¿Quién?— preguntó Sakusa.
—Hinata Shouyo.— respondió Bokuto con inmenso cariño—. La carnada del Karasuno, él y Kageyama formaban un dúo raro conocido en la preparatoria.
—Oh, el de ese ataque rápido.— recordó Kiyoomi.
—¡Y mi mejor discípulo!— se señaló orgulloso Bokuto, Atsumu sonrió.
—Si ese era.— respondió—. Hubiera deseado tenerlo en la cancha.
—Eso es imposible.— lo que dijo Bokuto llamó su atención—. Hinata trabaja como modelo y embajador de la empresa Bouncing Ball, también da clases particulares de idiomas, además de estudiar la universidad. Le va muy bien de hecho.
—¿Idiomas? ¿Cuántos habla?— preguntaba Sakusa.
—Además del japonés, tres y está certificado, por eso puede dar clases sin tener carrera terminada.— en definitiva Bokuto lucía demasiado orgulloso de su antiguo alumno.
—Me gustaría volver a verlo.— susurró Atsumu.
Fuera del gimnasio y una vez terminada la fiesta fue a pasar la noche con su hermano, a Osamu no le hizo gracia que su hermano se quedara pero le dio permiso solamente porque le contó lo sucedido con Hinata.
Para Atsumu fue un tanto incómodo, su hermano no le dijo que su novio pasaría la noche en casa, pero eso no le incomodaba o ponía nervioso, no. Lo que lo ponía nervioso es que su cuñado era amigo de Hinata, prácticamente eran familia, por Dios, ambos jugaban en el mismo equipo de preparatoria, por lo tanto eran parte de la familia disfuncional del Karasuno.
—Bien, ¿qué querías contarme?— le preguntó su hermano mientras le dejaba un plato con onigiris y un té de naranja con jengibre. Atsumu miraba a su hermano y después a Yamaguchi e iba cambiando su mirada del uno al otro.
—¿Viste a Hinata, verdad?— preguntó Yamaguchi. El rubio de quedó sin aire.
—No.— negó con voz ahogada. Tadashi sonrió.
—Si lo hizo.— le dijo a su pareja y Osamu comenzó a burlarse.
—¡No se burlen! Si lo vi. Fue muy extraño.— contestó entre pucheros.
—Ha cambiado mucho en estos últimos años, luce más bronceado.— comentó Yamaguchi.
—¿Qué esperabas amor? Recuerda que en Brasil hace demasiado sol.— mencionó Osamu.
—Nada ha cambiado.— interrumpió Atsumu—. Sigue siendo la misma sensación al verle, me conmueve el simple hecho de tenerlo cerca.
—Mi hermano lleva enamorado de Hinata desde que nos conocimos.— le dijo Osamu a Yamaguchi—. Quizás podrías ayudarnos.— eso si que llamo la atención de Atsumu.
—Am... no creo que eso sea posible.— dijo Tadashi nerviosamente.
—¿Por qué?— preguntaron ambos gemelos.
—Hinata... bueno... él va a casarse con Kageyama.
—¿Qué?— repitieron ambos.
—¿Él va a casarse?— preguntó Atsumu—. ¿Por qué? ¿Desde cuando?— había comenzado a alterarse.
—Atsumu, por favor cálmate.— le pidió su hermano.
—Es que no puedo creerlo, ¿por qué se casaría con él?
—Kageyama y Hinata son pareja desde mediados de la preparatoria.— confeso Yams—. No hace mucho hicieron oficial su compromiso. Pensé que lo sabrían.
—No, no lo sabíamos.— admitió Osamu.
—Bueno, esa es la verdad después de todo. Aunque no todos están de acuerdo.
—¿Quienes?— preguntó Atsumu.
—Kenma y Tsukishima.— dijo con voz tranquila.
—¿El rubio de lentes?— Tadashi asintió—. Que raro que no esté de acuerdo en algo así.
—Demasiado extraño. Pero de igual manera, Hinata y Kageyama se casarán antes de que finalice el año, en nochebuena exactamente.
Ahora si, la vida de Atsumu había comenzado a arruinarse.
Y buenos días tengan todos ustedes. Hoy les traigo una nueva fic que estaba en mi cabeza desde hace bastante tiempo sinceramente.
Esta historia tendrá drama y probablemente contenido sensible, están a tiempo de dejarlo si lo desean.
La historia está basada en el álbum "El mal querer" de la cantante Rosalía.
Les dejo la canción que corresponde al capítulo de hoy. Las actualizaciones serán un lentas porque le daré prioridad al otro fic.
Muchas gracias por leer.
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