𝓬𝓸𝓶𝓮 𝓪𝓷𝓭 𝓰𝓲𝓿𝓮 𝓶𝓮 𝔂𝓸𝓾𝓻 𝓵𝓸𝓿𝓮
Una vez le habían dicho casi con amargura que todo el mundo sufría decepciones en la vida, en ese momento no había entendido demasiado bien lo que le querían decir. Hasta que a sus catorce años se presentó como una alfa, y al fin entendió lo que era sufrir una gran decepción.
Había crecido pensando que sería una gran omega como lo era su madre, era consciente de las desventajas que se tenía al pertenecer a una casta catalogada como inferior, pero aún así quería ser una.
Nunca se había sentido como una alfa, en realidad, no quería imponerse ante a alguien ni ser un líder, no quería tener un omega y tener que cuidar de él. Quería tener un alfa, quería que la cuiden, quería vestirse con ropa bonita y ser suave sin que lo tomaran como sinónimo de debilidad.
Pero tenía que adaptarse a su realidad y fingir que le gustaba ser una alfa, prefería eso antes que sufrir por comentarios hirientes y miradas despectivas.
Sana quería ser una omega y le dolía cuando caía en cuenta de que jamás sería una.
Su alfa acompañaba sus sentimientos, más de una vez tuvo que luchar con el impulso de mostrar su cuello ante otros alfas más poderosos que ella, quería soltar fermonas para atraerlos y le resultaba estresante tener que reprimir todos sus impulsos. Tener un celo era una pesadilla para ella.
Lo cierto es que no seguía la normativa de querer un omega y anudar, no era para nada agresiva, sino todo lo contrario. Buscaba atención y cariño por parte de alguien que no podía brindárselo, el paso del tiempo lo había convertido en un ser retraído y tímido, era una completa solitaria. Y eso la había llevado a pasar sus celos sin compañía, ya que ni siquiera se atrevía a pedirle ayuda a un omega por miedo a lo que pensaría si la viera actuar así, porque tenía miedo de que la vieran como un bicho raro.
Los primeros años fueron los difíciles, todavía tenía que acomodarse a su casta y no sabía bien cómo controlar su cuerpo, mucho menos durante un celo. Poco a poco aprendió hacerlo, el cambio de adolescente a adulta la había ayudado. La gente solía verla raro cuando se enteraban que pasaba sus celos en solitario, pero era su vida y estaba bien así.
Conseguir un departamento solo para ella fue como una bendición, estaba cómoda ahí y podía ser ella misma, usando la ropa que le gustaba y haciendo lo que se le plazca, además de que ya no tendría que buscar un lugar para pasar su celo porque había omegas cerca.
Era bastante feliz.
Hasta que la renta del lugar aumentó y su sueldo no era lo suficiente para costear todos los gastos, así que inevitablemente tuvo que buscar un compañero de cuarto que la ayudara a pagar la renta. No estaba muy de acuerdo con la idea, pero era eso o mudarse y aquello no estaba en sus planes.
Ciertamente estaba algo asustada del compañero que le tocaría, solo esperaba que fuera alguien confiable y responsable. Jamás esperó lo que llegaría a su puerta.
Tzuyu era una alfa de cabellos color chocolate y portadora de los ojos verdes más bonitos que había visto en su vida. Decir que quedó un poco flechada por ella sería un eufemismo.
No solo era una compañera genial sino también una persona excepcional, era atenta, dulce y gentil. Por mucho que intentara parecía no encontrarle defecto alguno.
Y Sana se preguntaba si era real o era alguna especie de divinidad caída del cielo.
Era su culpa por ser prácticamente el prototipo de ser humano perfecto y enamorarla tan rápido que apenas fue capaz de darse cuenta.
♡
Sana suspiró, paseando su mirada por las distintas mantas que había en aquella tienda. La gente le daba sonrisas de ternura, pensando que estaba comprando mantas para el nido de su omega.
Pero lo cierto es que no había omega alguno. Compraba mantitas y almohadas para su propio nido.
Sí, su alfa se sentía segura haciendo nidos y durmiendo en ellos, en especial para pasar sus celos allí. Usaba una pequeña parte de su paga mensual para comprar y agregar más cosas a su pequeño lugar seguro, tal como lo estaba haciendo en ese momento.
Sabía que Tzuyu la miraba extrañada cuando cada mes llegaba llena de bolsas y subía a su habitación sin decir nada. Más de una vez le había dicho que estaba renovando su clóset y que era ropa que conseguía en oferta, parecía ser lo suficientemente convincente para que dejara el tema de lado.
Lo cierto es que Tzuyu jamás había pisado su habitación desde que se mudó a su departamento, no quería que viera su nido y terminara descubriendo que le gustaban los alfas. No parecía ese tipo de personas que juzgaban los gustos del resto, pero en caso de ser lo contrario, no soportaría que la mirara con asco o que se alejara de ella.
Jamás sería lo suficientemente valiente para confesar sus sentimientos.
El resto de la semana transcurrió de forma tranquila, exceptuando el caos que había en su cabeza. Estaba bastante estresada, sus horas en el trabajo habían aumentado y sus sentimientos por la otra alfa no la dejaban en paz.
Comenzaba a sentirse algo enferma y su lobo se sentía inquieta, ni siquiera lo había notado hasta esa tarde cuando llegó a casa y Tzuyu encontró una peculiaridad.
—Sana—llamó—¿Te encuentras bien?
—Lo estoy, ¿qué sucede?—cuestionó, inclinando la cabeza a un lado sin entender lo que pasaba.
—Es tu olor...—respondió dubitativa y eso la hizo fruncir el ceño.
Tzuyu estaba sorprendida, siempre había sentido curiosidad por saber a qué olía Sana, sabía que por su trabajo debía utilizar inhibidores de aroma así que nunca pudo descubrir el misterio.
El aroma intensificado a petricor y coco golpeó sus fosas nasales, la tenía absolutamente encantada. Quedaba bien con su personalidad, era un olor fuerte pero muy relajante y contenía ligeros toques más dulces que lo hacía completamente adictivo para su nariz.
Pero un olor tan fuerte solo podía significar una cosa.
—Sana, estás entrando en celo—murmuró con preocupación.
—Demonios—fue lo primero que se escapó de sus labios
—No se suponía que...
—¿Te has sentido estresada últimamente?—lo cortó—Lo más probable es que se haya adelantado.
La alfa escondió su rostro entre sus manos, soltando un suspiro frustrado, debió ser más atenta, tendría que haberse dado cuenta. Se sentía como una completa irresponsable.
Tzuyu nunca estaba en el departamento durante sus celos, se iba uno o dos días a un hotel para dejarla tranquila, pero debía avisarle para que pudiera conseguir un lugar. Eso no estaba sucediendo esa vez claramente.
—Oye, tranquila—murmuró, sintiendo el descontrol de emociones en el aire—Es algo normal, a cualquiera puede pasarle, estarás bien.
Sana lo entendía pero sabía que si bien en ese momento estaba tranquila, dentro de unas horas comenzaría a soltar fermonas en busca de alguien que pudiera complacerla, su lobo armaría más nidos para llamar a un alfa, una de ojos verdes y sonrisa con hoyuelos. No podía dejar que eso sucediera pero tampoco podía echar a Tzuyu así como si nada.
Las lágrimas comenzaron a escaparse de sus ojos sin quererlo, se sentía tan confundida y frustrada consigo misma que no pudo evitar llorar. El alfa de Tzuyu se alteró al verla en ese estado, sentía la necesidad de consolarla.
Con cuidado se sentó a su lado, temiendo asustarla. Pasó un brazo por sus hombros hasta envolverla en un abrazo, podía sentir cómo su cuerpo se sacudía a causa del llanto así que frotó suavemente su espalda e inconscientemente lo marcó con su aroma, intentando calmarla.
Al parecer eso tuvo efecto, ya que Sana se movió para quedar más cerca de su cuello y poder obtener más de su aroma, tabaco y menta. No entendía muy bien lo que estaba sucediendo pero de alguna forma se sentía correcto.
Se removieron varias veces hasta obtener una posición más cómoda, terminando con la alfa más pequeña en su regazo y con la nariz enterrada en su cuello.
Estaba nerviosa, pese a que se conocían hace varios meses jamás habían estado así de cerca, teniendo tanto contacto físico. Había notado que Sana era más tímida y apenas se acercaba lo suficiente pero ahora lucía completamente cómoda encerrada entre sus brazos.
Cuando sintió que ya se había calmado, lentamente creó un espacio entre ellas, lo suficientemente lejos para poder ver su rostro pero aún demasiado cerca como para besarla.
—¿Mejor?—preguntó, trazando formas imaginarias en su espalda, todavía no quería despegarse de su lado.
Obtuvo un pequeño asentimiento, podía notar lo avergonzada que estaba y cómo sus mejillas estaban pintadas por un suave rosa, no pudo encontrarla más adorable.
—¿Quieres que te lleve a tu habitación?—cuestionó suavemente.
—Yo...—dijo rápidamente —¿Podemos quedarnos aquí?
Entendió que quería quedarse con ella y no quiso admitir que eso la había emocionado.
—Nos quedaremos aquí si es lo que tú quieres—aceptó enseguida.
Permanecieron así por un largo tiempo, realmente no sabía cuánto, parecía que hubieran pasado horas. Notó cómo su respiración se había ralentizado, indicio de que se había quedado dormida y aunque no quería despertarla comenzaba a notar cómo su aroma se volvía más espeso.
Tendría que separarse porque su cuerpo estaba reaccionando ante ella y no quería incomodarla. Con cuidado se levantó, colocando las manos en sus manos en sus muslos para sostenerla y cargarla hasta su cuarto.
Sentía la nariz haciéndole cosquillas en su cuello, realmente parecía no querer abandonar ese lugar y ella no iba a impedirle quedarse ahí.
Con cuidado de no dejarla caer abrió la puerta, era la primera vez que veía la habitación de Sana. No era demasiado diferente a la suya, de tonalidades grises y con el aroma de la alfa flotando por el lugar. Pero había algo que captó toda su atención.
Había un nido.
Su corazón comenzó a acelerarse, no había otro aroma, no podía pertenecerle a alguien más, era de Sana.
La idea de ella eligiendo selectivamente mantas y otros objetos para su nido la hizo alterarse. Los omegas solían hacer nidos para llamar a sus alfas o para sus cachorros, que Sana hiciera uno solo podía significar algo de eso.
Ahora entendía que era lo que traía en esas bolsas cada mes, y por qué era completamente reacia a mostrar su habitación.
—Mi nido, no, no—comenzó a murmurar, removiéndose entre sus brazos.
—Shh—la tranquilizó, acariciando su cabello. —Todo está bien, te dejaré aquí y me iré.
—¡No! —exclamó— No te vayas, no me dejes.
Sus brazos se aferraron aún más a su cuello y las piernas reafirmaron su agarre a su cintura, solo podía escuchar una serie de seguidos "no me dejes".
Estaba en medio de un debate interno, su lobo le exigía quedarse y cuidar de aquella alfita que no parecía querer dejarla ir, pero su parte racional lo frenaba.
¿Qué pasaría si Sana se arrepentía?
¿Y si no la quería ver más? ¿Qué es lo que haría?
Había muchas cosas jugando en su contra pero esa vez no les haría caso, porque deseaba con todo su ser quedarse allí.
—Sana—llamó, completamente seria— Mírame.
Los ojos azules se enfocaron en su rostro, sus pupilas estaban dilatadas y sabía que aquellos serían los últimos momentos donde estaría plenamente consciente, antes de entrar de lleno a su celo.
—Necesito saber si estás completamente segura de que yo esté aquí, de que me dejes ayudarte— demandó, esta parte era muy importante— Quiero una respuesta clara.
—Sí, lo estoy—respondió. —Te quiero aquí.
Eso fue suficiente para ella. Tomó entre sus manos el rostro de la alfa, juntando sus labios en un beso desesperado. Estaba extasiada de la suavidad y dulzura que aquellos belfos tenían.
—¿Me dejas entrar a tu nido?—pronunció entre suspiros, obteniendo una respuesta afirmativa.
Con cuidado ambas se recostaron en la suavidad de las mantas que conformaban el nido, manteniendo un largo beso que les robaba el aliento.
Tzuyu podía escuchar cómo la respiración de Sana comenzaba a acelerarse, presionó besos en su garganta, no solo sintiendo su aroma sino también los acelerados latidos de su corazón.
Quitó la sudadera que estaba utilizando y posó su atención en los botones rosados de sus pechos, utilizando las yemas de sus dedos para presionarlos y sacarle jadeos a la alfa que estaba entre sus brazos.
Siguió, tomando el borde de los pantalones y la ropa interior, deslizándolos hasta sacarlos por completo. Dejándola completamente expuesto frente a ella. Ancló sus manos a sus caderas, sintiendo en sus palmas la suavidad de la tersa piel.
Quería todo de ella, quería besarla hasta dejarla sin aliento, dejar su aroma en cada pequeño espacio de su cuerpo, como si jamás hubieran estado separadas.
Quería hacerle sentir su nudo presionando contra su estómago, unirse como si fueran un solo cuerpo.
Llevó las piernas esbeltas hasta sus hombros, formando un sendero de besos en la parte interna de sus muslos, viendo las reacciones de su cuerpo ante su toque.
Podía sentir cómo su cuerpo temblaba ligeramente, no creía que fuera por su celo, tenía la idea de que la pequeña alfa era normalmente así de receptivo ante los estímulos.
Sujetó su mandíbula con firmeza, los ojos azules aturdidos se enfocaron en ella al instante. Su pulgar acarició los labios rojos y brillantes a causa de los besos que habían compartido anteriormente.
—Chupa—ordenó, su boca tomó sus dedos y los soltó una vez que estaban lo suficientemente húmedos. —Buena chica.
Sus manos volvieron a posarse en sus piernas hasta separarlas por completo, tentativamente introdujo un dedo en su entrada, viendo el cuerpo reaccionar ante la intromisión.
Continúo así, hasta que finalmente ya tenía tres dedos en su interior. Sintiendo cómo Sana iba relajándose hasta desplazar la molestia del estiramiento.
—¿Ya te sientes satisfecha, cariño?—se burló—¿O aún necesitas un nudo?
—Alfa—llamó, en un quejido lastimero.—Más... por favor.
Sonrió ante las súplicas, retirando los dedos de su interior para quitarse los restos de ropa que quedaban en su cuerpo, presionando su polla palpitante contra la entrada que rogaba por su nudo.
De una sola estocada se introdujo en su interior, soltando un gruñido ante la calidez que la rodeó de repente. Se enfocó en el rostro de Sana, en sus ojos azules luciendo perdidos, en sus mejillas rosadas y en los gemidos que se escapaban de sus labios rojos.
Algo dentro suyo se despertaba en ella al verla así, saber que era la causante de aquel aspecto tan encantador. La incitaba a no parar hasta verla completamente deshecha de placer.
Esperó un par de segundos antes de comenzar a moverse dentro de ella, pasando sus manos por la curva de su cintura, sintiendo el rápido vaivén que hacían sus costillas a causa de la agitación.
Tenía la necesidad de explorar su cuerpo, de apreciar cada una de las sensaciones que estaba teniendo. Pasó su mano desde el centro de su corazón hasta la parte baja de su abdomen, viendo cómo los músculos se contraían de los escalofríos generados por sus caricias.
Volvió a unir sus labios en un beso, ya no era suave ni dulce, sus bocas se unían e intentaban expresar lo que no podían decir con palabras.
Siguió embistiendo contra ella, queriendo escuchar esos bonitos gemidos salir de sus labios, seguir sintiendo su cuerpo casi febril entre sus manos.
—¿Te gusta esto, verdad?—gruñó—¿Te gusta tener a un alfa llenándote con su nudo?
Sana volvió a gemir, apenas pudiendo asentir de lo abrumada que estaba. Pero eso no fue suficiente para Tzuyu, así que tomó entre sus dedos su sedoso cabello y dió un suave pero firme tirón.
—Mírame cuando te hablo—demandó— Responde, Sana.
—Sí, sí... —respondió entre suspiros, haciendo un esfuerzo por encontrar su voz.
—¿Sí qué?—preguntó, aún manteniendo el agarre sobre su cabello.
—Sí, alfa.
Esta vez decidió probar otra cosa, tomó el cuerpo de Sana entre sus brazos para cambiarlas de posición, con ella sentada en la cama y con la alfa encima de ella.
Vió cómo los ojos azules rodaban hacia atrás, sentadas de esa forma las estocadas eran más profundas, más fuertes.
—Móntame, Sana—dijo, su voz sonando aún más ronca de la excitación que sentía. —Demuestra que te mereces mi nudo.
Con sus manos lo ayudó a guiar el movimiento de sus caderas, que rodaban de arriba a abajo y les sacaba gemidos a ambas de tanto placer que estaban sintiendo.
—Alfa, alfa, alfa—llamó, completamente perdida. Ni siquiera tuvo que decirlo, ella lo había captado.
—Córrete para mí, cariño—dijo, sintiendo que ella también estaba cerca de llegar.
Ambas obtuvieron su orgasmo al mismo tiempo, soltando el nombre de la otra, completamente extasiadas por la sensación de la liberación.
Su nudo finalmente estalló dentro de Sana, podía ver la sombra que creaba en la piel de su estómago, estaba seguro de que si posaba sus manos allí podría sentirlo.
Pero ahora lo único que quería es que su alfita se sintiera bien, sabía que el nudo dolía así que se encargaría de distraerla. Dejó besos en sus clavículas y subió hasta su cuello, dejando marcas que estarían moradas en un par de horas.
Besó repetidas veces sus mejillas y nariz, haciéndole soltar varias risitas tiernas, que sonaban como música para sus oídos.
No tenía suficiente de Sana, no creía que algún día lo tuviera. La alfa se escondió en su cuello, dejando besos aquí y allá, volviendo a rodar sus caderas, esta vez manteniendo un ritmo mucho más suave.
La excitación ya había bajado en gran medida, ahora simplemente disfrutaban el momento, de tenerse ahí la una a la otra, de poder sentirse como tanto lo habían anhelado.
Sana estaba feliz, no solo por unirse con la alfa que había querido desde hace tantos meses, sino también porque sentía que aquello era el pie para intentar algo.
Dejaría todo por estar con Tzuyu, haría a un lado sus miedos si eso significaba poder estar con ella.
Una vez que el nudo bajo, se acostó en el pecho de la alfa, no creía que su celo superara un día de duración, no con Tzuyu a su lado. Ahora tan solo quería dormir entre sus brazos.
Tzuyu dejó dulces besos en su frente y su cabello, dandole caricias en su cintura y caderas. Así, lentamente se fue durmiendo, con el compás que hacía el latido del corazón de su alfa.
Y con los recuerdos de esa noche grabados en su memoria para siempre.
La mañana siguiente todavía se sentía como un sueño, Tzuyu se despertó, encontrándose con el rostro dormido de Sana. Tomando ese momento para ella, para admirar cada una de sus bellas facciones.
Desde el cabello pegado a su frente, enmarcando su rostro, a los pómulos que brillaban con la luz de la habitación, luciendo completamente irresistibles. Hasta posarse finalmente en sus labios, que estaban ligeramente abiertos y que la incitaban a besarlos hasta el último de sus días.
Si no era amor lo que sentía por Sana, estaba muy cerca de serlo.
Lo que más le gustó fue cuando esos grandes y eléctricos ojos azules que le quitaban el aliento se abrieron para ella. Regalándole la más bella de las sonrisas, sintiéndose el ser más afortunado al poder tener a esa pequeña alfa para ella.
Aún estaban en el nido, que ahora tenía una mezcla de sus olores, pareciendo el lugar perfecto para ambas.
Se sonrieron la una a la otra, tenían muchas cosas que decirse pero en ese momento no hacía falta, sus miradas podían decir más que mil palabras.
Sana se había cuestionado muchas cosas en su vida, muchas veces se había preguntado si estaba bien ser así, sentirse así, pero ahora, no tenía ninguna duda de que en los brazos de Tzuyu había encontrado su hogar.
Y tenía la certeza de que se sería así para siempre.
©daffodilou
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