Reto: One
https://youtu.be/IZZKsyMJERk
REALIZADO POR aeduardo038
Un catorce y un sueño
Todo parecía ser mi culpa y mi carácter era un punto en contra. La extrañaba y no podía hacer nada para olvidarme de ella, ni siquiera beber servía. Recuerdo que la primera vez que vi a Ali —como a mí me gustaba decirle— restregué mis ojos para asegurarme de que no estaba soñando. Ella estaba tocando en el lugar, impresionantemente, además. Después de toda nuestra historia, se me hacía difícil no sentirme mal. Su belleza y el amor que le tenía no me ayudaban mucho a defenderme o no sentirme culpable.
La conocí unos días después de que descubriera a mi ex besándose con otro. Encima de todo, la muy descarada puso de excusa que no sabía que yo iba a estar ahí y que podía hacer lo que quisiera.
Ahora, estoy en el mismo punto en el que inicié. Quizá, mucho más deprimido que antes. Para ser sincero, Ali era mucho más linda e inteligente que mi ex. También, era muy buena escuchando y ayudando.
Ese baquetazo terminó el día que una sorpresa salió terriblemente mal. ¡Terminé humillándola, en vez de hacerla sentir especial! Sabía que yo no era la persona más ingeniosa del mundo, pero no creí que esa sorpresa me saldría al revés. Bueno, ¿para qué cuento?
Yo era el típico chico que aprovecha los viernes para relajarse, tomar un poco y bailar. Últimamente, estar en el bar no ayudaba nada y mis amigos solo hablan cosas sin sentido. Tampoco ayudaba que casi todos tuvieran una relación estable actualmente. Bailar solo me recordaba a sus dos pies izquierdos y cómo tocaba su cabello.
Ese día en el bar, vi a Ali llegar. Llevaba puestas sus sandalias y el abrigo que le había regalado. Podría haberle hablado y dejar las cosas llevar, pero preferí salir corriendo como todo un cobarde.
El día siguiente mi agente, Roger, me llamó. Quería decirme que tendría que lanzar una nueva canción, a no ser que quisiera que la gente empezara a hablar mal de mí. Los típicos comentarios sobre los chicos que solo lanzan un éxito, los amantes del bar y los poco talentosos. Sabía que Roger tenía razón, así que tenía que montarme en el barco de la composición.
Roger dijo que llamaría a una talentosa pianista y guitarrista para que mi canción tuviera la vibra ideal y que fuera tan popular como necesitábamos. En mi primer disco, había hecho un muy buen trabajo, pero mi talento musical se estaba quedando rezagado. El estilo que quería perseguir se estaba quedando en el olvido y no sabía cómo renovarlo.
Llegué el día siguiente lo más temprano que pude al estudio y Roger me indicó que la chica ya iba a llegar para ayudarme con la canción. Me ponía ansioso pensar que no podría tener un disco tan bueno como el primero, pero al menos, necesitaba intentarlo.
La persona asignada se había tardado en venir. Esperaba que fuera tan talentosa como impuntual. Yo nunca he sido la persona más responsable, pero sí impaciente.
—Llega tarde... —dije, tratando de poner autoridad.
Me detuve cuando la vi entrar. Su perfume era inconfundible, era la chica de la que había estado enamorado hacía unos meses y en la que seguía pensando.
—Hola, Ale. ¿Cómo has estado? —. Ella hablaba con tanta ternura, misma que en ese momento, me ponía nervioso y provocaba el querer gritar de arrepentimiento.
—Hola, Alisson. —Ponerme duro con ella era lo más difícil que había hecho—. Estoy bien, hasta donde cabe. ¿Y tú? ¿Está todo mejor? ¿O estás igual?
Era irónico que estuviera usando frases de su canción favorita, cuando llegué a odiar esa melodía. Quisiera o no, se había vuelto parte de mí.
—¡Me alegra verte! Estoy bien, gracias —. Casi me echaba a reír, luego de la publicación que había cargado en la red.
—Ah, ¿sí? —dije con ironía—. Creí que no, luego de la publicación en la que, evidentemente, me culpabas de todo.
—Lo siento, ese fue un arranque de impotencia. Creo que somos lo suficiente maduros para trabajar juntos.
¿En serio? ¿Éramos siquiera un poco maduros? Ella siempre dijo que había una vida y un amor. Cuando terminamos, dijo que ese amor se había acabado con la canción. Creo que nunca había recibido un golpe tan duro.
—Como sea, te asignaron mi disco por algo. Eso es lo que tenemos por hacer: trabajar.
No sabía qué tanto la había decepcionado, pero ella había dejado un irreparable agujero en mi corazón. Pero bueno, ya era demasiado tarde. Yo dejé que se fuera a Madrid y yo me quedé, nunca reproché.
¿Era un tonto por no querer hijos? ¿O por no querer ir a Barcelona? ¿O por no tomarme fotografías? No lo sé, solo sé que tantas diferencias marcan la diferencia. Quizá eso me iba a servir para la canción, aunque el pasado ya fuera pertenencia de la oscuridad.
—Perdóname, Ale. Sé que no pedías mucho, pero yo quería más.
Tenía razón, ella quería muchas cosas que yo no podía ofrecerle. Era sacrificar mis objetivos o a ella. No tuve tiempo de escoger, así que el destino escogió por mí.
—¿Sabes que quiero ahora? —dije con frialdad.
—¿Qué cosa? —dijo intrigada.
—Trabajar y hacer una canción. Es para lo que te trajeron, ¿no?
Ese día estaba tan tenso que todo lo que produje era realmente inútil. Destino, ¿primero me la quitas y luego, me la regresas? ¿Qué pasa contigo? El dichoso destino no me dejó nada después de la partida de Ali y ahora me está quitando hasta la nada.
Creí que éramos uno. Quizás lo éramos, pero un "uno" diferente. Me lastimaba que estuviera allí como si nada y no me le podía tirar y besarla como solía hacer antes. En vez de eso, decidí salir a fumar y olvidarme de todo un segundo.
—¿Sabes? No deberías estar fumando —dijo con un tono de dulzura. Era evidente que sabía que no tenía que hacerlo, pero no quería hacer nada para cambiarlo.
—¿Sabes? No deberías interrumpir a un fumador en su tiempo a solas —le dije, sabiendo que la excusa era más ridícula y sin fundamento que yo mismo.
—Siempre te dije que el amor era un templo, una ley suprema. Cumple esa ley contigo mismo, ¿quieres? —dijo, planeando su regreso al estudio con prisa.
Solo hice un gesto de decepción. Era imposible que no notara mi depresión, anhelo y mi ansiedad.
—Entra, debemos hablar más despacio, ¿sí? —dijo con un tono parecido al de mi madre cuando tenía catorce años.
Entré y quise hablar con ella y ver qué era lo que me podía decir.
¡Joder! Lo único que quería era sentir sus labios, tocar sus mejillas y sentir su aroma. En otras palabras, cumplir los sueños de cuando tenía catorce. Todo mi ser estaba queriendo sentirla. ¿Qué podía perder? Me acerqué bruscamente a sus labios y la besé. Creo que nunca había habido tanto deseo en mi ser.
Acerqué mis labios rápida, pero suavemente a los suyos. Acaricié su lengua y sentí cómo sus manos jugueteaban con todo mi cuerpo. Ella se sentó en mis piernas y sentí todo su ser. ¿Era normal sentir tanta pasión con alguien que te había hecho daño? ¿Sería posible olvidar todo eso? Era obvio que la química entre los dos no había muerto. Sus labios eran lo más dulce que había probado. De algo estaba seguro, ella realmente sabía besar y yo me lo estaba disfrutando. No quería despedirme de ese momento. Lastimosamente, fue más breve de lo que creí. Me dio un último pico y una última caricia y se separó de mí.
Pero ¡claro! Primero me llama y luego, me manda a gatear. Por mucho que la amara, sabía que ambos estábamos quebrados. Ni ella ni yo podíamos negar el deseo, pero no podíamos quedarnos ahí, sabiendo que no funcionábamos.
Parecía que éramos uno, que teníamos la misma sangre y estábamos en la misma vida y alma. Lastimosamente, esa sangre se dividió y era el dolor de cada uno; en vez de la unión de los dos.
Ali salió huyendo. La vi volar en su auto rojo, tan despampanante como sus labios. Ese vestido azul la hacía ver más atractiva y yo me estaba volviendo loco.
Intenté sostenerla del brazo y hablar con ella, pero solo se marchó. No sabía si sentirme contento por haberla sentido una vez más o más dolido porque no se había quedado. Algo era seguro, debía volver para seguir con la canción y ahí podría aclarar todo.
¿Seguro? Pues, por muy seguro que estuviera, Ali mandó a alguien más para seguir la canción. Él se llamaba Omar y aunque era muy capaz, no tenía una décima del talento de Ali.
Esa noche, volví al bar para ver si la encontraba. Como no miraba a nadie más que a su mejor amiga, me dirigí a ella.
—Hola, Flora. ¿Qué tal? ¿Sabes dónde puedo encontrar a Ali? —dije, y aunque nunca me agradó, era mi única opción.
—¡Idiota! Déjala en paz que no te controlas ni tú —gritó, para luego empujarme, asustando hasta al mesero.
No tuve más remedio que marcharme. ¿Qué podía hacer?
La melodía y los efectos de la canción estaban listos, pero a la letra le faltaba sentido. Con esa frustración, recordé que Ali me dijo que las mejores canciones reflejaban nuestros sentimientos y nuestra vida.
Uniendo el bar, con Ali y las anécdotas de algunos amigos, creé una muy realista y sincera canción. No tuve otra opción que ponerle "Todo me recuerda a A" a la canción. No sé qué tan objetivo sea el comentario, pero diría que esa canción era y sería la mejor de mi carrera. Al menos los números lo confirmaban. Luego de dos días, había llegado a dos millones de visualizaciones el video.
La canción pasó dieciocho semanas como número uno en el récord mundial. Eso solo podía significar algo bueno, no había suerte tan duradera como esa. En efecto, una productora quería la canción para una película. ¡La canción quedaba tan bien para la historia! Luego de varias revisiones, accedí y añadieron la canción al largometraje. Además, era una de aquellas películas que adoraba cuando tenía catorce.
La fama de la canción me había dado mucho reconocimiento entre todas las edades y mis canciones antiguas fueron mucho más escuchadas que antes. Todo eso, aunque ella no lo supiera, se lo debía a Ali. Aproveché ese reconocimiento para que alguien me ayudara a encontrarla. Resulta que ella no se había ido tan lejos de mí y estaba tocando el violín en una obra de teatro. Desde pequeño, había querido tocar el violín, pero nunca me fue posible.
Con la ayuda de esos contactos, me consiguieron una entrada especial para la obra en las primeras filas. Realmente fui solo por la esperanza de encontrarme con Ali, aunque la obra estaba hecha por grandes profesionales. Fue un muy buen espectáculo y el instrumento de Ali era lo más hermoso que había pasado por mis oídos. Sus ojos reflejaban mucha paz, pasión y armonía. Fue ahí cuando entendí que había sido un tonto. Había roto todas sus ilusiones por egoísta. A veces, se necesita encontrar un equilibrio por quien amas, no necesitas dejar todo.
Sabía que no hablaría conmigo, así que le pedí a uno de sus compañeros que le entregara una carta. Había sido lo más sincero posible, lo único que podía hacer era sentirme culpable y pedirle perdón. Estaba claro que luego de lo nuestro, ya no éramos los mismos, pero nos seguíamos necesitando. Nos tomamos uno al otro y eso nos dejó sin nada. Antes de conocernos, éramos solo dos personas corrientes. Era imposible que al vernos no nos convirtiéramos en uno, aunque termináramos como ninguno.
Fui a la habitación de mi hotel a ver un poco de televisión, comiendo helado de código depresivo. A pesar de que sabía que ella nunca me daría una nueva oportunidad, debía agradecer haberla visto una última vez.
Estaba tranquilamente viendo la televisión, cuando empezaron a tocar mi puerta alocadamente. No identificaba la voz. Estaba lo suficientemente mal para que quisieran robarme. No quería levantarme, así que estaba esperando a que se fuera. Luego de como media hora, llamé al servicio del hotel para que se llevaran a la alocada. Los encargados se disculparon por la puerta y llevaron a la chica a su habitación.
—¡Creí que habías sido sincero en tu carta! ¡Ahora me pides que me vaya! —oí a Ali gritar sollozando y supe que había metido la pata.
Tenía una oportunidad, misma que tiré por la ventana por ser un verdadero tonto. Aunque pedí el número de su habitación, era demasiado tarde y había defraudado al chico de catorce.
—¡Hijo! ¡Hijo! —reaccioné, oyendo gritos.
—¿Mamá? ¿Qué hora es?
—Suficientemente tarde, Adrián Alejandro. ¡Ni teniendo "One" como alarma te despiertas! ¡Lleva diez minutos sonando! ¡Llegarás muy tarde!
¿Habría sido casualidad ese sueño? ¿O ese era yo en quince años? ¿Se cumpliría mi sueño de convertirme en músico y tendría un desafortunado romance? ¿Podría ser yo, acaso, tan idiota? ¿Llegaría a odiar la canción que amaba como en el sueño? Algo era seguro: ese sueño y esa canción me decían que algo fuerte iba a pasarme. Solo quedaba estar preparado.
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