XXV
Mi voluntad de seguir marchando hacia adelante disminuyó seriamente en la semana desde que jodí las cosas con SeMi. No tenía ánimos de ir a trabajar, mucho menos de asistir a clases o seguir sudando en los entrenamientos cada mañana. No quería contestar el teléfono cuando Yeonwoo llamaba. No quería nada. Excepto a ella.
Pero eso no iba a suceder, así que seguí haciendo toda la mierda que ya no me importaba.
Con mi bolsa llena de ropa de ejercicio colgada sobre mi hombro, me arrastré hacia el complejo deportivo de la universidad para mi sesión con pesas. Bostezando, me froté con la mano la mandíbula. Acababa de doblar por el pasillo hacia el vestidor cuando alguien detrás de mí me llamó frenéticamente. Mirando alrededor, encontré a Jimin y Hoseok deslizándose por la esquina y corriendo hacia mí.
Con el ceño fruncido, pregunté—: ¿Jimin? ¿Qué haces aquí tan temprano?
—Hoseok me llamó —Jadeante al alcanzarme, me agarró del brazo y me tiró en la dirección opuesta de los vestuarios—. Tienes que venir con nosotros. Ahora.
No acostumbrado a que mi mejor amigo actuara tan perturbado, miré a Hobi; pero éste parecía como si fuera a cagarse en los pantalones en cualquier momento. La inquietud se agitó dentro de mí.
Me resistí al jalón de Jimin. —¿Qué está pasando?
—No tengo tiempo de explicarte —Me dio otro tirón, no muy gentilmente—, vamos.
Me condujeron a los sanitarios. Al momento en que Jimin se agachó para ver que todos los puestos estuvieran vacíos, Hoseok cruzó los brazos y apoyó la espalda contra la puerta para que nadie pudiera entrar. Su comportamiento hizo parecer que se preparaban para patearme el culo o algo así. Y si no los conociera mejor y confiara en estos chicos con algunos de los secretos más grandes de mi vida, podría haber estado preocupado.
Pero entonces me di cuenta; eran los dos únicos chicos del equipo que conocían mi único gran secreto. Ácido llenó mi estómago, agudo y doloroso.
Casi me doblé a la mitad mientras dejaba escapar un suspiro tembloroso. Mi bolsa de deporte se deslizó de mi hombro y se golpeó contra el suelo.
—¿Se Mi? —dije, sabiendo que esto no podía ser otra cosa.
Jimin se enderezó desde el último puesto y me miró por un momento antes de asentir—: Sí.
—Mierda —Cerré los ojos con fuerza y apoyé las manos sobre mis rodillas concentrándome en no vomitar por todo el lugar. —. ¿Qué tan malo es?
—Muy malo.
Alcé la vista y lo miré fijamente. Cuando no dijo nada, me dirigí a Hoseok. Salvo que, tampoco dijo nada, sólo asintió estando de acuerdo con Jimin.
Era demasiado malo
—¿Y bien? —pregunté; mi voz ronca por el miedo—. ¿Qué pasó?
Jimin se llevó las manos las manos en sus caderas desviando la mirada. —Alguien tomó una foto de ustedes dos juntos.
—¿Una foto? —repetí—. ¿Qué tipo de foto?
—¿De cuál crees? Estaban follando.
Casi me desmayé. Alcancé la pared para mantenerme estable y me aferré a ella como si se me fuera la vida en ello en tanto mi amigo seguía hablando.
—Al menos ahora sé que no tiene pezones perforados.
—¿Qué?
Al ver mi expresión mortal, se tambaleó hacia atrás y levantó las manos.
—Cálmate. Era una broma.
Mi respiración se volvió errática y mis manos se cerraron en puños a mis costados. —¿Dónde está la foto? ¿Qué es exactamente lo que muestra?
—Es sólo la mitad superior de su cuerpo. Se le ve a ella en el asiento delantero de un coche con la cabeza echada hacia atrás y sus tetas sobresalen como si estuviera en medio de un orgasmo. Tú fuiste recortado por completo, a excepción de tu brazo — Miró mi bíceps—. Y tu tatuaje.
—Maldita sea, no puede ser —¿Alguien nos vio esa noche? ¿Tomaron fotografías? ¿Quién se atrevería...? ¿Por qué alguien haría...? —. ¡Carajo! Me quedé mirando a Jimin con lo que sentí eran ojos inyectados en sangre—. ¿Cómo demonios sabes de esa foto? ¿La viste? ¿Quién la tomó? ¿Dónde...?
—El entrenador la colgó en el tablero principal de los vestidores. Todo el mundo la vio.
—¡¿Qué?!
¿La colgaron en un lugar público para que todos vean a SeMi en su momento de gloria? De ninguna jodida manera. Me encaminé hacia la puerta, sabía que Hoseok seguía bloqueándola, pero eso no me importó. Sus ojos se abrieron, aunque pareció prepararse para mi ataque.
—Muévete. —le ordené.
—No. Lo siento.
—Más te vale hacerte a un lado, Hoseok.
—Perdóname, Nam. No puedo dejarte hacerlo.
—¡Que te quites, joder!
Ambos chicos se estremecieron ante mi grito, pero nadie se movió.
—Nam...
—¡Vete a la mierda, Jimin! ¡Esto es tu puta culpa! Si te hubieses callado la boca nada de esto estaría pasando. Si Hoseok pudo deducir que se trataba de SeMi, ¿qué te hace pensar que el resto de los invitados no lo adivinó también? —Nuevamente me giré hacia la salida, y cuando el cuidador se cuadró ante mí, saqué el pecho también —No me hagas lastimarte, Hoseok. Te lo advierto.
—Tendrás que romperme las piernas porque no pienso moverme. —respondió, la lealtad brillando en su expresión.
Fue todo, incliné la cabeza y fui por ello atacándolo con mi hombro y todo mi peso. Jimin gritó mi nombre y chocó conmigo por detrás al tiempo que embestí contra Hoseok una vez más, lo que lo hizo gruñir un silbido de aire.
Ambos forcejearon contra mí, sujetando primero mis brazos y luego doblando mis rodillas hasta que estas cedieron.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —intentó preguntar Jimin entre maldiciones mientras él y nuestro tercero me tumbaron en el suelo inmovilizándome a pesar de mi resistencia, las sacudidas y mis rugidos de rabias.
—¡Voy a quitar esa puta foto!
Mi compañero de cuarto se sentó en mi espalda y el otro contuvo mis piernas.
—¿Estás loco? El entrenador la puso para conseguir una reacción de alguien. Descartándote a ti. No puedes ir a romperla y...
—¡Tengo que quitarla! ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a hacerle eso a ella? Necesito romper esa foto.
—¡Nam, maldición, cálmate! Lo haremos. Te lo prometo, la quitaremos. Solo... respira.
Dejé de luchar, pero los chicos siguieron sentados sobre mí por otro par de minutos antes decidir por medio de una mirada silenciosa y un asentimiento aflojar la presión, todavía manteniendo la cautela. Ya que fue claro que no traté de soltarme tan pronto como tuve una onza de capacidad para hacerlo, se quitaron de encima mío y saltaron atrás. Me quedé tendido en el suelo, jadeando y tratando de calmarme antes de sentarme y mirar a Jimin.
—La quiero quitar.
—La quitaremos —reconfirmó sus palabras; sus ojos fijos en los míos con una mirada de promesa pura que nunca le vi dar a nadie—. Te lo juro, quitaremos la foto. Pero no puedes acercarte a ella. Si el entrenador se entera que eres tú, estarás fuera del equipo y expulsado de la escuela.
—No me importa —Me levanté y sacudí la ropa—. Ella no debería ser puesta en exhibición así, como una especie de puta sucia. Ella no es...
—Lo sé —insistió con énfasis. —. Los dos sabemos eso. Pero que entres ahí así no ayudará a nadie. No te ayudará, ni a tus hermanos. Y tampoco a ella. Ya se ha ido, hombre.
—¿Ido? ¿Qué quieres decir con que se ha ido?
—¿Crees en serio que la dejarían quedarse en la escuela después de algo como eso? Además —desvió la mirada y murmuró la última parte—, hay un cartel encima de la foto.
—¿Un cartel? —Mi corazón se hundió. Habían etiquetado a mi mujer, al igual que lo ocurrido en ese libro Hawthorne. Todo su trabajo duro para lograr un puesto en esta maldita universidad se redujo a una gran A escarlata por mi culpa. Esto definitivamente no era la clase de A que siempre quise de ella. Probé la bilis y quería sacarla de mí. —¿Qué dice?
Jimin palideció sacudiendo la cabeza.
—¡¿Qué dice?!
Hoseok fue el que habló.
— "¿Quién quiere unirse a Lim Se Mi en dejar la Universidad Yonsei para siempre?"
—Voy a matarlo.
Me dirigí a la puerta. Esta vez me atraparon contra los malditos lavabos.
—¡Suéltenme! ¡No sean hijos de puta, suéltenme!
—¿Qué vas a hacer? ¿Aparecer allí y confesar, así puedes caer con ella? Solo te queda un año de escuela. Estás muy cerca de conseguir todo por lo que has trabajado tan duro. Y no te olvides de tu familia. Jesús, Namjoon. Tu familia.
—¿Qué esperas que haga entonces? ¿Qué tome el camino del cobarde y la deje caer por los dos? ¡Al diablo con eso!
—Piensa con el cerebro por un segundo. Nada de lo que puedas hacer la salvará.
Un gruñido escapó de mi garganta. Apreté los dientes y cerré los ojos forzándome a combatir la agonía, pero simplemente me siguió.
Jimin continuó con su sermón: —Pero todavía puedes salvar a Yeonwoo. Y a WooJin, y a Gunwoo. Ellos no hicieron nada malo y serán los que más sufran junto contigo si tiras todo tu futuro y le admites algo al entrenador.
Sus palabras penetraron mi rabia hasta que me di cuenta de lo que acababa de decir.
—¿Cómo diablos sabes acerca de ellos?
Su boca se abrió. Y luego se cerró. —Alguna vez mencionaste los nombres de tus hermanos.
—Pero nunca te he dicho... —Esto no tenía sentido—. No me jodas, ¿qué es lo que sabes?
Apretó los dientes pareciendo incómodo de repente y desvió la mirada. —No sé nada. Nunca me has dicho nada acerca de tu vida en casa, excepto esos nombres.
Negué con la cabeza. —Entonces, ¿por qué sigues mencionándolos?
—Ella me lo dijo, ¿de acuerdo?
Sin comprender en absoluto, solo parpadeé. —¿Qué?
—La Dra. Lim.
—¿SeMi? ¿Cuándo diablos hablaste con SeMi?
—Maldición —Siseó, luego apretó los ojos—. La noche que la atrapamos con ese tonto profesor de historia. Me envió un mensaje y me pidió que me asegurara que estuvieras allí, así los verías juntos. —Mi boca se abrió ante sus palabras. Giré la cabeza una y otra vez. Esto no tenía ningún sentido.—Cuando me desaparecí por un rato después del incidente, fui a verla para reprocharle por eso y exigirle saber por qué demonios te lo había hecho. Lo juro por mi madre, pensé que te quería allí para volver contigo. No sabía...
Ondeé mi mano callándolo. —¿Entonces por qué...? ¿Por qué ella quería que viera eso?
—Dijo... —Gruñó un sonido de irritación—, dijo que tenías que odiarla para que esto funcione.
No. De ninguna manera. Eso no sonaba bien. Mi corazón se hundió a mis tobillos cuando hice la pregunta temida.
—¿Para qué funcione?
—Hombre, entonces ella lo sabía. Creo que sabía sobre la foto. Creo que alguien quería chantajearla por una buena calificación. Y se negó.
Maldita seas, SeMi. Fue lo que pensé. Se sacrificó a sí misma. Y se aseguró de que yo permanecería a salvo. Manchas negras salpicaron mi visión y mis rodillas cedieron. Tanto Hoseok como Jimin me atraparon y me ayudaron a volver a una posición vertical. Moví la mandíbula, pero eso no alivió nada la angustia que fluía de mis extremidades.
—¿Dijo quién? —le pregunté con voz baja, pero racional y constante. Creo que engañé completamente a Jimin porque su agarre se aflojó mientras negaba con la cabeza.
—Se negó a decirlo.
No, ella no lo haría, ¿verdad? La terca mujer había hecho todo esto para protegerme; no le daría a él ninguna información que pudiera cambiar sus planes. Mi cabeza daba vueltas con todas las cosas que tenía que hacer, Jimin me miró directo a los ojos. Tragó saliva, pero no dijo nada. Por último, empujé rudamente en contra de él y Hoseok.
—¡Apártense de mí!
Los chicos me liberaron en ese mismo instante. Tropecé un poco por la pérdida repentina de sus manos restringiéndome. Luego me tomé un segundo para inhalar un aliento fresco y despejar mi cabeza mientras arreglaba mi ropa. Cuando sentí como si estuviera en mi propio cuerpo de nuevo, miré a los dos que me miraban con preocupación evidente.
—Gracias por el aviso. Pero... no puedo dejar que caiga sola. Empezamos esto juntos. Lo terminaremos juntos.
Mi mejor amigo hizo una mueca. —¿Cómo sabía que ibas a decir eso?
No trató de detenerme mientras acechaba a la puerta. Ambos chicos me persiguieron, pero los ignoré todo el camino a los vestuarios. Cuando entré, me detuve de un tirón viendo la multitud de estudiantes varones aullando y gritando mientras se agrupaban frente al tablero de mensajes.
Vi rojo. Unos cincuenta idiotas estaban a punto de morir hoy.
Pero entonces, Jimin me hizo a un lado y avanzó hacia adelante.
—¡Entrenador! — gritó— Pedazo cobarde de mierda. Quite esa imagen de mi chica y yo del maldito tablero.
Con su rugido haciendo eco por toda la habitación, Park Jimin se precipitó entre la multitud de chicos empujándolos lejos para llegar a la fotografía. Luego la arrancó y la rompió en pedazos.
El entrenador Chung apareció en la puerta de su oficina con su típico sujetapapeles en la mano. —¿Estás diciendo que eres tú el de foto, Park?
—Sí, señor, así es. ¿No podría notarlo por la mirada en su cara? Solo yo puedo dar tanto placer a una mujer.
Apreté los dientes y sacudí la cabeza. —Está mintiendo.
—No, los dos están mintiendo —dijo Hoseok desde mi lado—. Ese es mi brazo, entrenador.
—No me venga con eso —explotó Chung—. ¿Los tres han dormido con ella?
—¡No! —espeté, cabreado por completo. ¿Cómo se atreven a deshonrarla así?
—Pero todos lo juraremos —intervino Jimin rápidamente no dejándome defenderla—. Somos un equipo, y protegemos a nuestros compañeros.
—Sí —uno de mis defensores dio un paso adelante—. No queremos perder uno de los nuestros solo porque tuvo suerte con la profesora más sexy en el campus. Así que soy yo el de la foto. —Afirmó, aunque fue evidente que no era él. Su brazo era demasiado grueso como para pertenecer al de la persona en la foto.
—No, soy yo —gritó nuestro portero receptor desde su casillero. Puesto que su piel era más pálida que la de todos nosotros, mentía descaradamente.
Algunos otros se metieron para protegerme, y yo solo miraba alrededor de mí sin poder hacer nada. Ellos no iban a dejarme caer con el barco.
—¡Cierren la boca! —Con un rugido de disgusto, el entrenador se quitó la gorra y la tiró al suelo. Luego comenzó a pasearse por la habitación para finalmente murmurar en general—: Dejaré pasar esto únicamente por esta ocasión, solamente porque que no atrajo ninguna atención de los medios. Pero si escucho que uno de mis chicos duerme con un maestro, entrenador, o un maldito conserje en este campus, estará expulsado de mi equipo. No me importa si tengo que deshacerme de todos y cada uno de ustedes. ¡Esto termina ahora! —Entonces se marchó hecho una furia.
Al salir, los chicos aplaudieron y gritaron como si realmente hubieran logrado algo. Pero no gané nada. Se Mi aún había sido echada. Y sabía que esto iba a suceder, aunque haya tomado medidas para evitar que me atraparan con ella.
Me giré para gruñirle a Hoseok—: Ni siquiera tienes uno de esos malditos tatuajes.
Sonrió y se encogió de hombros. —Pero el entrenador no lo sabe.
Negué con la cabeza y aceché hacia la puerta.
—Oye, ¿a dónde vas? —Jimin corrió tras de mí.
Me volví para señalarlo con un dedo amenazador. —Detente. Puede que hayas evitado que confiese, pero no me vas a detener en esto. Tengo que encontrarla.
—Pero ¿qué pasa con el entrenamiento?
—¡Que se joda el entrenamiento!
Probé en su oficina primero. Salvo por un escritorio, computadora y estanterías desocupas, la habitación se hallaba completamente vacía. Pavor fuerte y frío se instaló en la boca de mi estómago mientras buscaba el mínimo rastro de su existencia. Pero hasta su pizarra de citas de libros se había ido.
¿Hace cuánto tiempo había sido despedida? No podría haber vaciado su oficina en pocos minutos.
Enfermo del estómago, busqué en los pasillos hasta que encontré el nombre en una puerta que buscaba. Abriéndola, irrumpí adentro haciendo que el Dr. Gong levantara la vista, sorprendido. Y para mi suerte, el rector de la universidad se encontraba con él.
—¡Kim Namjoon! ¿Qué te trae por aquí?
Estrechando los ojos, los miré amenazadoramente. ¿Cómo se atreven a actuar amables conmigo después de lo que hicieron con ella?
—Tiene que traer de vuelta a la Dra. Lim. Hoy. Es la mejor maestra que su departamento ha tenido.
Con la expresión congelada de ira, el rector deslizó su mirada sobre mí. Entonces sus ojos se abrieron mientras se detenían en mi tatuaje. Flexioné los músculos bajo este, cerrando las manos en puños a mis costados.
Así que el idiota finalmente se dio cuenta de quién era yo. Me alegro por él.
Frunciendo la boca con desagrado, me miró a la cara. —Lo siento, señor Kim, pero la Dra. Lim renunció. Ella no fue despedida. Me temo que no tenemos control sobre traerla de vuelta.
¿Renunció?
Parpadeé, genuinamente confundido por ese pedazo de información. Pero algo en la sonrisa de Gong Jeong me hizo saber que no había sido una renuncia voluntaria.
—No —le dije con los dientes apretados—. Creo que se fue por lo que la hicieron pasar. Y si creen que estaré de acuerdo con que la eche por mi relación con ella, entonces me subestima demasiado. En este momento podría patearles el culo sin un segundo de arrepentimiento.
Ambos hombres se echaron hacia atrás en su silla.
—¿Perdón?
—Tráiganla. De. Vuelta.
El ex jefe de SeMi enderezó la espalda. —Las amenazas no funcionan con nosotros, señor...
—La dejaré —dije en voz baja, acercándome—. Dejaré esta jodida universidad, me iré del equipo, estarán solos el próximo año. ¿Están preparados para renunciar a una oportunidad real en el campeonato... así como así?
Devolviéndome la mirada, tanto el rector, como el Dr. Gong se pusieron en pie. El primer mencionado mantuvo su voz igual de ominosamente baja.
—Usted deja esta universidad, y nosotros haremos de esto un escándalo público; nos aseguraremos de que cada canal de televisión en el país sepa por qué usted y su putita fueron expulsados de la Universidad Yonsei. Ella nunca encontrará otro trabajo en cualquier lugar de educación, y usted nunca será aceptado en otra universidad. Ambas vidas habrán terminado. —Hizo una pausa pesada, como dándome oportunidad se suplicar misericordia. Entonces agregó—: Solo inténtelo, Kim. Vamos. No tenemos ningún problema en destruirlo.
Estamos muy cerca del final. Solo me queda agradecerles por leer.
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