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XXIII

Pasaron cuatro agotadores, horribles, e increíblemente largos días. Y no vi a Namjoon ni una vez. Creo que él me torturaba a propósito. Sabía que mi fuerza de voluntad era nula y él probablemente era consciente de que inevitablemente tendría que verlo pronto.

Golpeé ligeramente mi barbilla con mis dedos, incapaz de concentrarme en mi trabajo mientras miraba con nostalgia el celular que había puesto en la esquina de mi escritorio. Cuando comencé a estirarme para tomarlo, pensando en enviarle un mensajito de texto, solo para saludarlo, me abofeteé a mí misma mentalmente y golpeé mis dedos en mi teclado.

No. Mala Se Mi.

Volví mi atención a la pantalla de mi ordenador en el que ingresaba las puntuaciones en el sistema de calificaciones, salvo que no pude concentrarme en una sola cosa. Justo entonces alguien se aclaró la garganta sacándome de mi desconcierto.

—¿Dra. Lim?

Alcé mi rostro de la pantalla de mi computadora para encontrarme a una bonita pelirroja de pie en la puerta de mi oficina. Me resultaba familiar, pero no sabía con seguridad donde la había visto antes. Girando mi silla para mirarla, esbocé una sonrisa, siempre emocionada cuando un estudiante me buscaba.

—¿Sí?

Se mordió el labio, luciendo un poco nerviosa. —Soy Kang SeulGi. Me gustaría hablar con usted acerca de mi nota.

—De acuerdo. Pasa —Puesto que ya estaba en el sistema, rápidamente escribí su nombre para sacar su archivo—. Estás en historia de la literatura, ¿cierto?

—Eso es correcto. —Ella entró y cerró la puerta detrás de sí. Me tomó por sorpresa porque los estudiantes normalmente no lo hacían cuando me reunía con ellos. Por lo general mantenían la puerta abierta o era yo la que la cerraba. Solo Namjoon la cerraba, que ella lo hiciera me hizo sentir inquieta, pero ignoré mis aprensiones y continué sonriendo.

Tan pronto como se sentó, su actitud cambió. Su timidez se desvaneció para ser reemplazada por una sonrisa de suficiencia. Confundida por la transformación, deslicé mi mirada sobre ella observando toda la imagen. Su cabello era una característica brillante, definitivamente un tinte de no tan buena calidad. Sus pechos parecían grandes, pero de nuevo, no era nada que un buen sujetador no ayudara a hacer. La mayor parte de ella se veía falso y mejorado.

—¿Cómo puedo ayudarte?

Cruzó las manos, precisamente, en su regazo, recordándome a uno de los movimientos de mi madre. —Bueno, para empezar, me gustaría un 95.

Para evitar rodar los ojos, asentí seriamente. —Ya veo. Bueno, parece que ahora tu porcentaje es 62. —Eché un vistazo rápido a la computadora, y sí, ella estaba apenas sobre el límite—. Todo lo que tienes que hacer es asistir a tus clases, entregar todas las tareas, trabajar muy duro y subirás la nota.

Eso pudo haber sido un poco arrogante de mi parte, pero ella también me daba una mirada muy arrogante. La niña mimada.

—En realidad —dijo, haciendo girar un mechón de su cabello alrededor de su dedo—. Eso no funciona para mí, porque no planeo asistir a otra de sus clases por el resto del semestre. Y seguro que no escribiré otro de sus malditos ensayos.

Hmm, me equivoqué. Niña mimada era un término muy suave para ella. Comencé a pensar que perra rabiosa le quedaba mejor. Continué sonriendo y levanté una ceja.

—¿Y esperas un 95 por eso?

Me sonrió. —Exactamente —Luego su mirada se tornó seria cuando se inclinó hacia adelante—. Oh, y una cosa más. Voy a necesitar que dejes de follar con Kim Namjoon mientras estás en ello.

Retrocedí en mi silla al tiempo que la sangre se drenó de mi cabeza.

—¿Perdona?

Con un pequeño resoplido, ella rodó los ojos.

—No tienes por qué seguir este estúpido juego conmigo. Lo sé todo. Verás, Namjoon me rechazó la semana pasada. Y a mí nadie me rechaza. Sabía que pasaba algo, así que... Lo seguí hasta que conseguí mi prueba. ¡Y tadá!

Ella sacó su teléfono celular girándolo para mostrarme la pantalla. Namjoon y yo nos encontrábamos en mi coche, acurrucados en el asiento del pasajero. Aún no habíamos llegado a la parte donde él destrozaba mi sostén, gracias a Dios, pero era más que evidente el tipo de relación que teníamos.

Preguntándome cómo diablos obtuvo tal buena foto con esa proximidad, levanté la mirada.

Seulgi sonrió y asintió. —Es hora de que me des una oportunidad con él.

Querido Dios, le gustaba. A ella le gustaba mi hombre.

Contando con el hecho de que no querría lastimarlo, le dije—: Si le muestras esa imagen a alguien, Namjoon también tendrá problemas. Después del escándalo con el equipo de atletismo el entrenador le dijo a todos los jugadores de fútbol que serían echados del equipo si se los atrapaba en una situación similar. Y ya que él tiene una beca deportiva, tendría que dejar esta universidad definitivamente. ¿De verdad quieres que eso le pase?

Seulgi guardó silencio. Oré para que fuera un engaño; incluso tomé una respiración de alivio. Pero luego ella contraatacó con—: Entonces supongo que tendré que mostrarles esta foto.

Se desplazó a una nueva imagen, y casi vomité.

El rostro de Namjoon no aparecía en esta foto. Era solo yo. Ya no llevaba mi sujetador, y yo tenía la cabeza hacia atrás, con el cabello derramado por mi espalda y mis pechos desnudos arqueados hacia el frente. La única parte de mi compañero era un fuerte brazo masculino envuelto alrededor de mi espalda. Yo me hallaba probablemente a mitad de mi orgasmo, y... De acuerdo, tuve que tragar un poco de vómito.

Esto era malo. Muy malo. ¿Cuántas fotos tenía esta chantajista?

—Nadie puede reconocerlo ahí porque su cara no aparece. Pero mira... justo ahí —Señaló el tatuaje—. Alrededor de una docena de chicos tienen el mismo tatuaje. Así que es más que obvio que estabas follando con un actual jugador del equipo de futbol, pero nadie podrá saber exactamente con cuál.

Mantuve mi expresión en blanco. Era lo único que podía hacer en un momento así. Digo, claro que podía saltar sobre la mesa para estrangularla hasta la muerte, y eso es lo que yo quería hacer. Pero eso no ayudaría Namjoon, a no ser que encontrara una manera de sacar un cadáver de mi oficina.

Maldita sea.

Después de aclararme la garganta discretamente, pregunté—: ¿Quieres el 95 o prefieres el 100?

Decidí darle a Se Mi algo de tiempo, no porque yo quisiera sino porque ella lo necesitaba. Lo malo era que siempre que ella tenía tiempo para razonar las cosas, decidía en nuestra contra. Pero confiaba en el hecho de que me echaría de menos. Porque seguro como el infierno que yo la extrañaba.

—Vamos, hombre. Me estás matando —Jimin se acercó a mi lado donde yo me hallaba sentado en la mesa junto a nuestra cocina de mala muerte con las tareas distribuidas en la superficie, y cerró de golpe el libro de texto que yo estaba leyendo—. Has estado trabajando o haciendo la tarea todo el puto fin de semana. Me estás volviendo loco.

Le envié una mirada y volví a abrir el libro, murmurando en voz baja porque el bastardo había perdido mi página. —Te lo dije, tengo que ponerme al día con esto. Vete.

Jimin volvió a cerrar el libro lentamente alzando las cejas en un desafío.

—No estás haciendo los deberes, estás haciendo pucheros porque ella te abandonó.

Apretando los dientes para mantener mi temperamento bajo control, gruñí entre dientes—: No me dejó.

Dijo específicamente la palabra "tiempo". Eso significaba que volveríamos a estar juntos... eventualmente. Un tiempo significaba que todavía había una oportunidad.

Cuando abrí el libro por tercera vez, mi compañero de cuarto lo alejó de la mesa y de mi alcance, manteniéndolo por encima de su cabeza como un niño abusivo de once años que le roba la muñeca a su hermana pequeña.

—Tú sigue diciéndote eso, amigo. Pero aun así saldremos esta noche.

Golpeé la parte superior de la mesa. —No quiero.

—Bueno, me estoy muriendo de hambre, y no hay comida en la nevera. Era tu turno para comprar comestibles. Así que me vas a llevar a comer. Tengo ganas de ir al Selva Negra, dicen que te dan cata de vinos.

Negué con la cabeza, sorprendido por su especificidad. Nunca ansiaba un cierto lugar. Diablos, el tipo nunca anhelaba cierto tipo de comida. Él era una de esas aspiradoras que comían lo que sea que le pusieras delante.

—¿Qué es esto? —le pregunté—. ¿Me estás pidiendo una cita?

Me guiñó un ojo y lanzó un beso. —Cómprame suficientes tragos, y quizá tengas suerte.

Con un bufido, me rendí y dejé que Jimin me sacara del apartamento. No se lo admitiría, pero era agradable tomar un poco de aire fresco. Me había escondido en mi habitación durante demasiados días, y salir a respirar por un minuto ayudó a aclarar mis ideas.

Encontramos un sitio de estacionamiento a una cuadra y cruzamos la calle hasta el restaurante llamado Selva Negra. Todavía molestándome por añorar a SeMi, mi amigo me golpeó el brazo tratando de sacarme de quicio. Pero lo ignoré la mayor parte.

No hasta que dijo—: Oh, mierda. —Lo miré y atrapé como lo amplio de sus ojos se iba.

—¿Qué? —Comencé a voltear para ver lo que miraba, pero él cogió mi brazo—. Nada. He cambiado de idea. La comida de aquí apesta. Vamos por ramen al 7Eleven u otra cosa.

Rodé los ojos. Que tan obvio podía ser un chico. Me giré nuevamente. Cuando trató físicamente de impedirme mirar, lo empujé y encaré el pequeño restaurante italiano.

Y ahí se encontraba ella.

Al cruzar de la calle, en frente de una amplia y abierta ventana de vidrio en una mesa para dos, estaba sentada SeMi con el Dr. Min. En lo que parecía una jodida cita.

—Hijo de puta. —Cuando salí de la acera para cruzar hacia ella, Jimin tomó mi brazo.

—Espérate. ¿Qué crees que estás haciendo?

Apreté la mandíbula. No podía apartar la mirada de mi mujer mientras ella tomaba un trago de la copa de vino y sonreía por algo que el idiota al otro lado de la mesa acababa de decirle. ¿Qué creía ella que estaba haciendo? Esa era la pregunta.

—Voy para allá —le dije a Jimin. Pero él me jaló de vuelta enojándome aún más.

—¿Estás loco? Si vas hacia allá y creas una escena como algún exnovio celoso, las personas se van a dar cuenta de que en realidad eres un exnovio celoso. ¿Quieres que te saquen del equipo? ¿Que ella pierda su trabajo?

Le lancé una mirada severa. Levantó sus cejas, y maldijo en voz baja. Sacando el teléfono del bolsillo, hice la siguiente mejor opción.

La llamé.

Pude notar el momento en que su línea comenzó a sonar. Se tensó y su cita hizo un gesto, tal vez diciéndole que le parecía bien que atendiera. Pero ella negó con la cabeza. Apreté mis dientes.

Cuando se fue al buzón de voz, gruñí—: Te veo. Veo con quien estás. Y no me gusta. ¿Cómo es mejor estar con un hombre comprometido, que salir con un estudiante?

Después de dejar ese mensaje, instantáneamente marqué su número de nuevo. Esta vez, ella se disculpó y se inclinó para comprobar el identificador. Cuando vio que era yo, metió su teléfono de nuevo en su cartera. Pude leer sus labios cuando le dijo que no era nadie importante.

Ácido corrió por mi estómago.

—Nadie importante, ¿eh? —Resoplé y tuve que apartar la mirada porque de repente mirarla dolía demasiado— ¿Le dijiste que no era nadie importante? Gracias. Muchas gracias. —Colgué porque después sabía que diría algo horrible, y no quería decirle nada feo a Se Mi. Solo quería que sacara la cabeza de su trasero y se alejara de ese idiota.

Pero, diablos, no podía aguantarlo. Bombardeé su jodido teléfono con mensaje tras mensaje, jodidamente cerca de acosarla, o a lo mejor esto era de plano un acoso. Maldición, no sabía. Le pregunté si se lo iba a follar, si engañar a la prometida de él la hacía sentir mejor consigo misma que tener una relación fiel y monógama conmigo, si siempre superaba a los hombres tan rápido como me había superado a mí. No sé todo lo que dije, pero no pude calmarme hasta que la vi tomar su cartera y pararse, probablemente encaminándose hacia el baño.

Tomando eso como mi señal para seguirla, salí de la acera nuevamente. Pero Park Jimin, maldito sea, no iba a dejarme acercarme al restaurante.

Gruñéndole hasta que me dio algo de espacio para respirar, caminé por la esquina de la calle, esperando hasta que ella fuese hacia el baño, o a donde quiera que haya ido, y pudiera responderme.

Pero no lo hizo.

Harto, dejé caer la bomba. Ya no iba a jugar. Con dedos tan temblorosos que tuve que borrar y reescribir el mensaje tres veces antes de presionar enviar, escribí:

KNJ: No hagas esto. Te amo, Se Mi. Déjalo y ven a afuera conmigo.

La ansiedad me hacía estremecerme desde mis pulmones. Ahora ella lo sabía. Acababa de desnudarle mi alma y me había hecho tan vulnerable como nunca. Solo una persona sin corazón ignoraría esto, y conocía a Se Mi. Era lo más lejano posible a una persona desalmada. Ella también me amaba. Solo tenía que dejar de escuchar a la razón y el decoro, y se daría cuenta de ello.

Otros cinco minutos pasaron. Cuando apareció junto a la mesa donde su cita seguía esperando, el aliento salió de mis pulmones. Esperaba totalmente que ella se disculpara con él y viniera hacia mí. Pero se acomodó su falda, levantándola un poco como una perfecta señorita y se sentó. Y su cita continuó.

No podía apartar la mirada. No podía parpadear. Todo dentro de mí se cayó a pedazos. Pasándome la mano sobre la boca, me giré hacia mi mejor amigo.

Sus ojos se hallaban ampliamente abiertos como... No sabía. ¿Impresión? ¿Temor? ¿Preocupación?

—¿Nam?

—A la mierda, vamos a emborracharnos.

Me palpitaba la cabeza. Cuando ingresé a mi apartamento a oscuras, mantuve las luces apagadas y recosté mi espalda contra la puerta delantera para calmar mi aliento.

La noche había ido exactamente como la había planeado, lo cual odiaba.

Min Sung Hyuk parecía ansioso por salir conmigo cuando lo llamé. No había siquiera tenido problema con aceptar que nos encontráramos allá.

Le pregunté sobre su prometida directamente, y dijo que se habían separado en febrero. Luego me compró algunos tragos, hablamos sobre las políticas de la universidad hasta que comenzaron las llamadas de teléfono y los mensajes. Supe inmediatamente que era Namjoon.

Cuando Min Sung Hyuk me dijo que no había problemas con que contestara, le resté importancia, tratando de parecer que era grosero contestar una llamada en una cita. Pero luego se hizo más difícil ignorar el teléfono porque seguía sonando e interrumpiendo. No sé en qué pensaba; mi cerebro obviamente no funcionaba bien porque debí tan solo haber apagado la cosa. Pero nunca era capaz de hacerlo porque inconscientemente siempre esperaba "la llamada" de mis padres.

Nunca sabré tampoco por qué me excusé para ir al baño. Pero lo hice. Y leí sus mensajes. Todos.

Me mató caminar de vuelta hacia Min Sung.

Tan discretamente como me era posible, vi a Namjoon afuera, mirándonos, y treinta segundos después de que arrastrara a su amigo para irse, me puse de pie, cancelando mi cita con el bastardo infiel.

Sacando mi teléfono de la cartera, dejé que el Prada cayera al suelo y abrí el último mensaje que me había enviado.

KNJ: No hagas esto. Te amo, Se Mi. Déjalo y ven a afuera conmigo.

Una y otra vez, lo releí, y dolía más cada vez que mi mirada pasaba sobre las palabras. Gimiendo, me llevé el puño a la boca y mordí mis nudillos. Pero eso no ayudó. Las lágrimas vinieron de cualquier forma.

Me deslicé hasta el piso y enterré la cara en mis rodillas al tiempo que punzadas de agonía me atravesaban el estómago. No tenía idea por cuanto tiempo estuve ahí sentada, tratando de consolarme y fallando, pero mis articulaciones estaban rígidas y mi cabeza atontada. Dolió aún más cuando alguien llamó a mi puerta haciendo que la vibración de ésta crujiera a través de mi espina.

Jadeé y me golpeé la boca con la mano, esperando que quien estuviera llamando no me hubiese escuchado. Respirando bruscamente, permanecí perfectamente inmóvil, esperado que se fuera sin intentar de nuevo. Pero treinta segundos después siguieron más golpes.

—Dra. Lim —gritó alguien—, sé que está ahí. ¡Diablos! Salga de ahí. ¡Ahora!

Un momento. Esa no era la voz de Namjoon. ¿Qué diablos?

Me puse de pie y eché un vistazo por la pantalla del intercomunicador. Park Jimin me miró, con sus manos en las caderas. Preocupada de que algo le hubiese pasado a Namjoon, luché para desbloquear el cerrojo y abrir la puerta.

Pero no dijo nada sobre su compañero. Apretando sus manos y moviéndolas erráticamente, gritó—: ¿Qué mierda?

Aclaré mi garganta, lamí mis labios secos y enderecé la espalda.

—¿Qué necesita, señor Jimin?

—Necesito que me diga qué diablos sucedió esta noche. Cuando me escribió pidiéndome que me asegurara de que Nam estuviese en cierto lugar a cierta hora... Joder, pensé que iba a tratar de volver con él. No a arrancarle el jodido corazón del maldito pecho.

Lágrimas se deslizaron por mis mejillas, no pude evitarlo. Agradecí que la luz fuera tenue y que él no pudiera ver mi cara, porque mi plan de no parecer afectada se estaba deshaciendo

—Me usó.

—Necesitaba que me odiara.

—Pues felicitaciones. La odia.

Me contraje de dolor, pero asentí. —Bien.

Con una risa dura, Jimin pasó sus dedos a través del cabello y se giró solo para regresar a mí.

—No puedo creerle. Estaba loco por usted. Él... ¡Maldición! Es que... Nunca más me pida que la ayude a lastimar a mi mejor amigo. Porque me rehúso.

—No te pedía que lo lastimaras, sino que me ayudaras a protegerlo.

—¿Protegerlo? ¿Protegerlo de qué?

No podía responder a eso si romperme. Mis dedos ya temblaban mucho, diciéndome que estaba al borde de un ataque de pánico. Con una sonrisa tiesa, me encontré con la mirada de Jimin.

—Creo que lo descubrirás pronto.

—¿Descubrirlo? —repitió, con los ojos amplios en alarma— ¿Descubrir qué? ¿Qué diablos está a punto de suceder?

—Nada que vaya a afectarte. Nada que vaya a afectar a Namjoon. Creo— Tragué saliva, y cruzando los dedos metafóricamente, tomé una respiración profunda—. Creo que está seguro.

—¿Usted cree? Ahora estoy enloquecido. ¿Qué sucede? ¿En qué lo metió?

—Nada. Estoy noventa por ciento segura de que esto no lo afectará para nada.

—Bueno, a menos que esté un ciento diez por ciento segura, entonces no estoy convencido. ¿Qué está pasando?

—Lo que sucede es que me rehúso a ser uno de eso profesores que le dan una nota a una estudiante que no se merece.

—¿De qué rayos está hablando?

Si yo no podía tener mis felices para siempre, entonces tampoco lo tendría la jodida Kang Seulgi.

—No voy a ceder bajo presiones, o demandas, o extorsión. Y eso es todo lo que necesitas saber. Aprecio tu preocupación por tu amigo, y me alegro de que Namjoon tenga a alguien tan leal y que lo cuide. Pero de verdad tienes que irte ahora.

—Joder —bufó—. Alguien sabe ¿no es así? Mierda. ¿Quién es? No puede ser ninguno de los chicos de Bangtan. Ellos nunca le harían eso a Nam. Solo dígame quien es. A lo mejor puedo hablar con él. Un momento, usted dijo una estudiante ¿no es así? ¿Quién es ella?

—No necesitas involucrarte más de lo que ya estás —Toqué su brazo—. Solo mantén a Namjoon fuera de esto. Y... Y si trata de hacer algo radical, por favor recuérdale a sus hermanos. No puede hacer que lo saquen de la Universidad Yonsei si quiere ayudar a su familia. Sus hermanos lo necesitan.

Ay, Chale :(( No puedo.

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