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XVII

No vi, hablé o escuché de Namjoon en cuatro días.

Luego de llevarme a casa desde el parque de diversiones, me acompañó hasta la puerta y me besó bajo la lámpara del pasillo comunal. Supongo que hablaba en serio cuando dijo que el siguiente paso dependía enteramente de mí, lo cual me asustó mucho.

Lo más inteligente era mantenerse alejada. Lo sabía, y mi cabeza se hallaba de acuerdo, pero mi cuerpo simplemente no lo entendía; no creo que mi corazón lo hubiese captado tampoco. Me pasé el domingo entero con el ojo pegado al teléfono por si alguien -Namjoon- llamaba. En el trabajo desvié mi atención cada vez que oí pasos fuera de mi oficina. Pero ni Namjoon ni ningún otro estudiante o profesor, en tal caso, se detuvo en mi puerta.

Hoy, sin embargo, sería el momento de enfrentarlo. Hoy lo vería. En clase. Así que cuando llegó la hora, casi que galopeé en mis tacones hacia el aula. Sabía que no podía decirle que quería empezar una relación, pero eso no significaba que no estuviese yo sufriendo un grave síndrome de abstinencia. Necesitaba a Namjoon para solucionarlo pronto.

Me preparaba mentalmente para lo inevitable cuando al subir por la escalera hacia el tercer piso del edificio, me lo encontré caminando de un lado al otro por lo ancho del pasillo todavía vació. Verlo hizo que todo dentro de mí se animara, sin embargo, por la forma en que trataba de acompasar su respiración y sus párpados caían cada tanto, supe que algo lo tenía de mal humor.

Él lucía...bueno, parecía ansioso y un poco fuera sí. Tenía el teléfono presionado a la oreja, completamente ajeno a todo. Me dirigí en su dirección para que me viera pasar y llamar su atención...

...Hasta que escuché lo que decía.

—Shh, cariño. Cálmate y dime qué sucede.

La preocupación en su voz y el apodo afectuoso que usó me hicieron detenerme. Una capa espesa de celos supo como a ácido en mi lengua. ¿Quién era "Cariño", y por qué parecía tan cercano a ella?

Entonces palideció y gruñó entre dientes—: ¿Embarazada? ¿Estás embarazada? ¿Cómo puedes...? ¿Me estás jodiendo?

Embarazada.

Mis oídos resonaron con un dolor para el que ni siquiera pude prepararme. ¿Namjoon embarazó a una chica? No podía... esto era...

No.

—Ahórratelo —escupió salvajemente en el teléfono—. No me interesa, ¿de acuerdo? Puedes pedir todas las disculpas que quieras, pero eso no va a cambiar el hecho de que vas a ser... ¡Maldita sea, ¿cómo vamos a mantener a un niño?! —Él empuñó la mano lanzando un golpe al aire —Deja de llorar... ¡Deja de llorar! ¡Tú te metiste en esto, y ahora los dos vamos a pagar! No puedo... —Suspiró cansado y masajeó su sien mientras inclinaba la cabeza hacia atrás— No puedo hablar de esto ahora, tengo que ir a clase. No... No... ¡No, maldita sea! —hizo una última pausa— Te llamaré más tarde.

Colgó y se metió el teléfono en el bolsillo. Echó un vistazo a su derecha como para asegurarse de que nadie lo hubiera oído por casualidad, pero no se molestó en mirar a la izquierda o me habría visto a mí inmóvil mirándolo con el corazón roto.

El dolor de saber que dejó embarazada a alguien me destrozó hasta que surgió la ira. Fue muy grosero con esa pobre chica. Ella estuvo llorando, disculpándose, y tal vez totalmente asustada; y él le gritó, la regañó, la hizo sentir como una mierda. Menudo idiota.

Sinceramente la decepción subió hasta mi garganta. No podía creer que me haya gustado ese hombre; peor aún, que estuve a punto de darle mi corazón pensando que era noble y bueno.

Apreté las manos en puños, queriendo pegarle y hacerle daño del mismo modo en que me lastimó. Diablos, del mismo modo en que le hizo daño a su "cariño".

Pero por ahora, yo tenía una clase que dar.

Tras caminar el resto del trayecto hasta mi aula de conferencia, puse la cartera en mi escritorio lo bastante fuerte para que un estudiante de la primera fila que se encontraba acostado con la cabeza en su mesa saltase y se sentara. Maldición, necesitaba calmarme antes de hacer algo estúpido.

Era más fácil decirlo que hacerlo, porque Namjoon entró en el salón un segundo después, despertando cada nervio en mi sistema. Le eché un vistazo y él encontró mi mirada. Se veía muy solemne, eso me hizo preguntarme si iba a confesarme todo, entonces sus labios temblaron como si tratara de obligarlos a sonreír por mí, y al no conseguir hacerlo, supe que se guardaría todo.

Al pasar, tiró una hoja de papel doblada hacia mí. Aterrizó perfectamente en mi maletín cerrado. Ni siquiera aminoró el paso mientras seguía en marcha encontrando un lugar en el fondo del salón.

Pensando que me iba a pedir un encuentro en algún lugar para decirme lo que acababa de suceder, cogí la nota con manos temblorosas y la desdoblé. Pero era solo otra cita para mi pizarra. Una alegre y feliz cita.

Fruncí el ceño haciendo notorio por la línea recta de mis labios que en efecto no todo estaba enderezado.

¿Cómo se atrevía? Después de lo que le acaba de hacerle a la otra chica, después de lo que acababa de enterarse... ¿Cómo es que todavía se atrevía a intentar algo conmigo? Bastardo horrible, malvado, despreciable e infiel.

La sangre seguía hirviendo por mis venas cuando abrí mi maletín y saqué la pila de papeles para revisarlos sin la menor idea de lo que miraba en realidad. Luego, con calma, me paré frente a la clase con las notas en mis manos al tiempo que veía asiento tras asiento irse llenando hasta que pareció que todo el mundo estuvo presente.

Namjoon se sentó en su silla, con los ojos cerrados y el rostro entre las manos mientras apoyaba los codos sobre el escritorio. Era más que obvio que la noticia de su paternidad le molestaba. Bueno, decidí que claramente no tenía suficiente de que preocuparse.

Metiendo mis notas de nuevo en el maletín, lo cerré y apoyé mis manos en la parte superior.

—En la obra La Letra Escarlata de Nathaniel Hawthorne —comencé, con la barbilla en alto—, la protagonista, Hester Prynne, tiene que llevar la letra A de color rojo en su ropa para mostrar a todos que cometió adulterio y tuvo un hijo fuera del matrimonio. Se convirtió en una marginada para el resto de su vida. Mientras que su amante, que cometió el mismo acto, quedó ileso porque ella se negó a nombrarlo. Pero a pesar de que vivió con su buena reputación, acabó volviéndose loco y murió a causa de la culpa. Señor Kim —levanté la voz y le lancé una dura mirada—, ¿qué cree que es peor?

Levantó la cabeza desde donde se encontraba, obviamente no prestó atención a nada de lo que acababa de decir.

Con los ojos llenos de tormentos, dijo con voz ronca—: ¿Qué? —Entonces miró a su alrededor, y se volvió hacia mí— Lo siento, ¿Qué?

La Letra Escarlata —le recordé—, Nathaniel Hawthorne. La mujer se acuesta con su ministro y queda embarazada. Es despreciada públicamente por tres horas, luego arrojada a la cárcel y obligada a llevar la letra A para mostrar su vergüenza a todos por el resto de su vida. O a su amante: el ministro local que ella se negó a acusar. Él sale con una reputación intachable, pero no puede soportar la culpa. Así que... ¿a qué personaje cree usted que le fue peor? ¿Prefiere que todos sepan lo que hizo y lo odien por ello, pero terminar con la conciencia tranquila? ¿O prefiere ocultarlo y dejar que se pudra, pero siempre estará preocupado de que se sepa, y avergonzado de saber que alguien ha pagado por el mismo delito que usted ha cometido?

Su rostro perdió todo el color cuando abrió la boca. Pero no tenía nada que decir. Se quedó mirándome fijo unos veinte segundos y el tormento llenó sus ojos, antes de que parpadeara rápidamente y sacudiera la cabeza.

—Yo... Yo pensé que hoy empezaríamos con las novelistas coreanas. Dijo que nos hablaría de Gong Ji Young.

A nuestro alrededor, la clase rio entre dientes, y mi cara se llenó de roja y caliente vergüenza.

Querido Dios. ¿Qué demonios hacía? Esto tenía que ser la cosa más poco profesional e inmadura que jamás había intentado. Si estaba molesta con Namjoon por algo, intentar desquitarme con él en el salón de clases era lo peor posible. Sintiéndome mal del estómago con mi propia falta de ética, aparté la vista y llevé la palma de mi mano a la boca mientras trataba de recuperar mi dignidad.

No funcionó. Respirando hondo, levanté mi cara tratando de no gritar.

—Muy bien, señor Kim —acredité con la voz ronca por la emoción. Asentí una vez—. Supongo que prestaba atención después de todo.

Aunque todos soltaron una risita divertida, Namjoon seguía mirándome como si lo hubiera traicionado.

Todavía demasiado inquieta para continuar la clase, agité mis manos. — Espero que todos tengan Nuestros años felices terminado a finales de la próxima semana. Hoy les voy a dar el resto de la hora para que se enfoquen en leer. Vamos a continuar nuestras discusiones en la clase del jueves.

Por un instante nadie se movió, como si pensaran que les tomaba el pelo. Yo no era uno de esos profesores que dejan la clase antes de tiempo, pero hoy, no había manera de que pudiera quedarme de pie aquí toda la hora.

Sin molestarme en esperarlos, tiré de mi maletín y fui a la salida. Detrás de mí, oí por fin que empezaron a recoger sus cosas, pero no esperé como solía hacerlo. Como el ministro de Hawthorne, tenía que nutrir mi propia culpa.

¿Qué demonios acababa de suceder?

Ya tenía un humor de mierda. La llamada que recibí puso mi mundo de cabeza.

Desperté esta mañana planeando ser el estudiante perfecto en la clase de SeMi, quizá ser un poco juguetón y lindo para que dejara de resistirse a mí. Incluso encontré la frase perfecta para hacerla sonreír. Pero luego se desató todo el infierno. Se necesitó todo de mí para siquiera mirarla en toda su imponente gloria mientras sentía como si mis entrañas estuvieran siendo levantadas a tirones hacia mis amígdalas.

Me nombró cuando yo deliberaba si debía ir a casa e intentar ayudar a arreglar algo del desastre que hizo mi hermana; porque, no puede ser, ¿cómo íbamos a criar a otro niño en ese lugar? Yeonwoo tendría dieciocho pronto. Tal vez podría traerla a Seúl conmigo; pero la idea de dejar a WooJin y Gunwoo solos me hacía encogerme.

Luego SeMi apareció. No tenía idea de qué había cambiado entre el sábado por la noche y esta mañana, pero esta no era la mujer de la que me despedí con un beso en el pasillo. Aquella había sido cálida, receptiva y capaz de ponerme de rodillas con solo su sonrisa. Pero ésta... no sé. Sin importar qué, iba a descubrir cuál era su maldito problema.

Mientras ella salía a toda prisa del salón tan pronto como nos dio permiso para marcharnos, agarré mis cosas y la perseguí.

—¡Oye! —grité. Pero todavía había demasiadas personas cerca. No podía asegurar si me ignoró por el bien del decoro o porque se encontraba muy enojada.

Apretando la mandíbula, la seguí. Llegó a la escalera que dirigía al siguiente piso donde se hallaban las oficinas. Dejamos a los estudiantes detrás y tan pronto como alcanzamos el descansillo, le agarré el brazo.

Se dio la vuelta, aniquilándome con sus ojos. Entonces le devolví la mirada y abrí de un tirón la primera puerta que vi. Terminó siendo un armario de suministros. Perfecto. La empujé dentro.

—¿Qué crees que estás haciendo? Deja de maltratarme.

Después de asegurarme que nos encontrábamos bien y bloquear la puerta, me moví lentamente. —Vamos a hablar sobre esto.

—¡Quítame las manos de encima! —chilló, retorciendo su codo para liberarlo de mi agarre.

—¿Qué pasa contigo? ¿Por qué estás de repente tan enojada? El sábado por la noche...

—¿Cómo te atreves a mencionar cualquier cosa del sábado? Eres un infeliz —Empujó mi pecho—. Incluso la idea de que entres en mi clase con tu notita coqueta solo minutos después de escuchar que vas a ser padre me repugna.

—¿Padre? —Di un paso atrás topándome con la puerta— ¿Qué dices?

—¡Sí! Padre —Sus ojos lanzaron dagas de odio antes de que se llenaran con dolor—. Te escuché hablando con esa pobre chica por teléfono, gritándole. ¿Cómo pudiste tratarla de ese modo? Eres tan responsable por esto como ella. ¡Mírate! No pareces tener un ápice de remordimiento o...

—Oye, detente ahí —Levanté las manos mirándola con furia—. Quizá deberías conocer todos los hechos antes de atacarme. En serio, tu fe en mí es increíble. No puedo creer que pensaras automáticamente que era mi hijo.

—Sonaste bastante seguro sobre que tendrías que hacerte cargo de eso, y fuiste muy insistente sobre cuánto iba a complicar tu vida. ¿Por qué no pensaría que es tuyo?

—Bueno, lamento decepcionarte, pero no estoy metido en el incesto. Era mi hermana de diecisiete años, Yeonwoo, y sí, me puse furioso al enterarme de que quedó embarazada. También estoy seguro de que el papi del bebé no va a estar allí para ella, así que tendré que ayudarla a hacerse cargo y esto hará nuestras vidas mucho más difíciles.

—¿Qué? —exhaló bruscamente. La disculpa se expuso en su mirada, pero no pidió perdón.

—En serio, SeMi —Clavando las manos en mi cabello, me giré lejos, pero ni siquiera podía dar un paso lejos de ella; el armario era tan pequeño para que me escapara. Me dieron náuseas—. No puedo creer que esté enamorándome tan profundamente de ti que estoy dispuesto a arriesgar la universidad, mi familia, mi futuro entero. Todo. Y todavía crees que soy capaz de jugar contigo y un niño. Quería intentar una relación comprometida sin ningún reparo—La ira me consumía; me di la vuelta hacia ella y apunté un dedo en su pecho. —. Pude incluso haber tenido sexo borracho con completas extrañas, pero nunca, ni una vez, he olvidado usar protección. Soy una follada segura, ¿entiendes? Y si llegara embarazar a una chica, ¡estoy seguro que no estaría diez minutos después enviándole notas de amor a mi maldita profesora! ¿Está perfectamente claro?

Sus ojos hermosos se veían tan grandes que podía leer cada pensamiento lleno de remordimientos dentro de ella.

—Sí —susurró. Luego su expresión se desplomó—. Lo lamento. Lo lamento, en serio. ¿Por qué sigo juzgándote mal?

—¡No lo sé, Se Mi! ¡No lo sé! No tienes que recordármelo, estoy al tanto de que esto entre nosotros está condenado al fracaso. Sé que nunca podremos... —Cerré los ojos y agaché la cabeza—. Tal vez no tengamos una oportunidad, pero no puedo dejar de pensar en ti. No puedo dejar de anhelar esa conexión que compartimos. Es tan...tan fuerte que he estado dispuesto a... Dios, haría cualquier cosa por partecitas de ti. Pero si es tan fácil para ti asumir que soy...

—¿Qué eres qué? —preguntó con voz temblorosa.

—SeMi, si no sientes lo mismo por mí...

—Lo hago. Siento lo mismo.

—¡Entonces pruébalo, maldita sea! Muéstrame que estoy arriesgando todo por un motivo que vale la pena. Porque enserio, justo ahora...

Labios cálidos se estrellaron contra los míos, interrumpiéndome. SeMi agarró mi cara y se elevó de puntillas presionándose contra mí y encajándonos juntos como dos mitades de un todo inseparable y perteneciente.

—Perdóname —arremetió con voz áspera contra mi boca entre besos—. Siento lo mismo. Exactamente lo mismo. Por favor. Por favor. Lo lamento. También siento lo mismo, solo estoy asustada.

—Yo también. —Literalmente temblaba de miedo, y algo de ira residual, mientras que también aumentaba la lujuria.

Por supuesto que ganó la lujuria. Alzándola en mis brazos, encajé nuestras bocas firmemente juntas.

Cada molécula de mi cuerpo entró en combustión. Tanto calor me consumió que mi cerebro se fundió y mi cuerpo se hizo cargo. O tal vez no se fundió por completo, pero definitivamente entré en modo hombre de las cavernas.

Mía.

Fue todo lo que pensé. Debía poseer.

Mis palabras no lograron convencerla, así que me sentí obligado a simplemente mostrarle a Lim SeMi cuánto me perturbaba. Cuán diferente era de todas las otras mujeres. De algún modo tenía que consolidar lo que habíamos comenzado para que supiera que esto no era meramente un error.

A medida que mis labios atacaron los suyos forzándolos a abrirse y dejarme entrar, a aceptar cada parte de mí, mis dedos aprisionaron su rostro negándose a dejarla ir. Me convertí en alguna clase de loco incapaz de conseguir suficiente. El hecho de que estuviera tan frenética por mí solo alimentaba la bestia.

La sangre bombeaba por mis venas como lava. Caliente y explosiva. Incapaz de controlar mis respiraciones entrecortadas, la hice retroceder en el pequeño espacio de pared al lado de la puerta cerrada. Pero eso no era suficiente para ninguno de nosotros. Ni cerca de suficiente. Subió encima de mí, aferrándose con sus piernas mientras las enrollaba alrededor de mi cintura.

Puse las caderas entre sus muslos y me aplasté duro contra ella. La forma en que jadeó y se arqueó en mí, echando la cabeza hacia atrás y tensándose en mis brazos mientras se mordía el labio fue tan malditamente caliente que casi me corrí en mis pantalones.

Hundiendo los dientes en la base de su cuello, embestí contra esa calidez en la que quería enterrarme. Sus dedos en mi cabello intentaron dejarme calvo. El dolor resultante fue tan erótico que gruñí y agarré su rodilla, abriéndola solo un poco más amplio.

Antes de que supiera completamente lo que hacía, mi palma se deslizó arriba por su piel desnuda hasta que tenía una mano bajo su falda. Maldita sea, me encantaba esta falda. Fue gloriosamente fácil encontrar mi camino dentro de la barrera de sus bragas tan pronto como me topé con algodón húmedo.

Se hallaba tan excitada. Tan mojada. Por mí.

—Namjoon —gimió retorciéndose, agarrando puñados de mi camisa y presionándome más cerca.

Introduje un dedo en ella, ambos dejamos salir un sonido de abandono sorprendido. Tuve que tomar aire, ahí entendí porque el respirar era una necesidad básica. Luego empujé otro dedo y, maldición, era tan placentero. Tan malditamente placentero.

SeMi golpeó la coronilla de su cabeza contra la pared y cerró los ojos con fuerza. Sus labios se abrieron mientras aquellos jadeos rápidos y superficiales explotaron de ella; cada aliento exhalaba placer. Le besé el cuello porque no podía resistirme a lo hermosa que se veía. Llámenme burdo vulgar, pero mientras mis dedos bombeaban más duro y más rápido, no supe si quería llorar o eyacular por el milagro ante mis ojos.

Eso es: Lim Se Mi era mi propio milagro.

Cuando mis labios acariciaron el arco de su oreja, pregunté—: ¿Sientes eso? ¿Sientes lo que hacemos juntos? Eso no es normal, Se Mi. Somos una fuerza de la naturaleza. Es el universo queriendo darnos un mensaje. ¿Cómo podemos seguir luchando contra esto? Cómo... Cielos. Quiero estar dentro de ti, necesito hacerlo con urgencia.

Ese pareció ser su punto de inflexión. Se estremeció y los músculos que abrazaban mis dedos se contrajeron. Chillando, se vino tan duro y rápido que me dejó pasmado. Le besé para amortiguar el sonido; mis dedos penetraron hasta que se empaparon y acalambraron. Me devolvió el beso, y siguió besándome hasta que quedé sin aliento y mareado.

Tan pronto como su cuerpo comenzó a calmarse, saqué mi mano y luché con el botón superior de mis vaqueros. Perdido por la lujuria, no pensé en el siguiente paso. Solo sabía que tenía que estar dentro de ella tan pronto como fuera posible o mis pantalones y yo íbamos a estar una situación bastante vergonzosa.

Cuando se apresuró a ayudarme, tanteando mi cremallera y totalmente de acuerdo con mi idea, le dejé hacerse cargo de esa parte para poder acunar su trasero en ambas manos y asegurarla un poco más arriba contra la pared. Sus piernas se abrieron, permitiéndome todo el acceso que necesitaba, y con su falda arrugada hasta la cintura, podía ver su entrepierna con las bragas todavía empujadas a un lado por mis dedos.

Mi boca se hizo agua cuando capté un vistazo fugaz, y mi miembro palpitó en su mano cuando la sacó de mis jeans

Necesitaba esto. La necesitaba a ella.

Sosteniéndome por la base, me guio hacia su entrada. Nuestras mejillas se rozaron mientras los dos bajamos la mirada para ver nuestros cuerpos unirse.

—Hazlo —susurró, sonando tan ansiosa como yo me sentía. Empujé hacia adelante.

Se encontraba tan en sintonía con la situación que se me permitió dar estocadas fluidas, fuertes y acompasadas. Sin embargo, al escucharla emitir un sonido agudo como si estuviera dolorida, levanté la cabeza de golpe para observarla morderse el labio y cerrar los ojos. Me pregunté si tal vez la herí, porque, bueno, era tan ceñida que parecía como si yo pudiera romperla.

En algún sitio en mi cabeza sabía que debía detenerme por algún motivo, quizá retirarme. En lugar de preguntarle si se sentía bien (¿Por qué no pregunté?), le besé el cabello y acaricié el lado de su mejilla mientras la sostenía con un brazo y me retiraba solo lo suficiente para volver a entrar.

—Tranquila—le dije.

De hecho, no me sentía seguro de que ella pudiera hacerlo. Esto era... esto era... intenso. Pero me convencí de creerlo, porque, maldición, parar no era una opción.

¿Creen que soy una basura de hombre?

Al bombear de nuevo, hizo otro sonido el cual no podía saber con seguridad si era dolor o placer. Trataba de ir tan lento como fuera posible, aunque tuve que seguir moviéndome debido a que no podía no moverme.

—Namjoon —susurró, agarrándome la cabeza y volviendo su rostro hacia mi cuello. Su aliento en mi garganta me hizo hincharme en su interior.

—¿Qué ocurre? ¿Duele?

—No. Dios, no —gimió—. Se siente muy bien. Solo... necesito... necesito... —La forma en que se aseguró a mi alrededor, a la vez que se contoneaba como si demandara más con su cuerpo, me hizo gruñir y moverme un poco más rápido—. Sí —dijo en un suspiro; más bien un jadeo de agradecimiento—. Más rápido. Más duro.

Luego me mordió. Maldición, me mordió, justo en la yugular. Desde ese momento en adelante, fui un hombre desahuciado.

La follé contra la pared, salvaje y primitivo, sin ternura o compasión. Cada embestida que propinaba fue plagada con una salvaje sed por más. Nos atacamos el uno al otro, tocando y besando, mordiendo y lamiendo. Acuné su seno en mi mano, y hundí los dientes en esa redondez, a través de su blusa porque no podía tomarme el tiempo para sacarle la ropa. Lo necesitaba todo, de inmediato.

A pesar de mi urgencia, SeMi atrapó mi cadera entre sus muslos y sus piernas se envolvieron a mi alrededor hasta que los extremos puntiagudos de sus tacones me apuñalaron el trasero cada vez que salía.

Cuando se vino por segunda vez, me encontraba allí, inundándola con todo lo que tenía. Se sentía tan bien que me enfundé tan profundo como pude. Tan pronto como terminé, casi perdí la conciencia. Hundiéndome contra ella enterré la nariz en su cabello y dejé que la pared fuera nuestro apoyo mientras me tomaba un momento para recuperar un poco de mi fuerza.

No me esperaba que fuera tan intenso.

—SeMi —susurré, tomándome unos segundos más para recuperar mi aliento. Sin energías, me acurruqué contra su cuerpo, inseguro de si trataba de darle consuelo o tomarlo yo. Solo sabía que me encantó compartir este momento con ella, me encantó acunarme en su calidez e inhalar su aroma.

Era tranquila y dócil, y tan suave en mis brazos, que creo que podría sostenerla así el resto de mi vida. Susurré su nombre porque necesitaba oírlo en voz alta. Entonces acuné su cara con una mano que no era del todo firme.

Quería decirle... tanto. Pero no existían palabras para expresar lo que acababa de hacerme, lo que acabábamos de hacer juntos. Ni siquiera podía compararse con lo que siempre imaginé.

Inclinando su cabeza hacia mí, SeMi besó mi palma, entonces apreté mi boca en su garganta. Cuando pasó los dedos por mi pelo en mi nuca, levanté mi cara.

—¿Estás bien?

Ahora sí pregunto. ¡Qué imbécil!

Si mi mente no hubiese ido al cielo y de regreso, podría haberme golpeado en la cabeza y disculpado por mi estupidez, pero SeMi solo se rio. El sonido salió disparado a través de mí haciendo que mi pene agotado pulsara con una última réplica en su interior.

Sus ojos vidriosos se abrieron, pero luego frotó su nariz con la mía e hizo un sonido satisfecho desde el fondo de su garganta.

—Estoy tan bien que creo podría vivir así para el resto de mi vida.

Sonreímos tontos y felices, nos besamos lenta y perezosamente, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Algo se aflojó en mi pecho. Todas las presiones, preocupaciones y desesperaciones en mi vida desaparecieron. Por primera vez en mucho tiempo, no me importaba nada más que este momento. SeMi se lo llevó todo.

Queriendo darle las gracias por eso deslicé mi lengua entre sus labios. Ella era todo. Todo lo que necesitaba. Y la forma en que se aferró a mí y me acarició, me hizo sentir tan querido como necesario.

La escuché suspirar mi nombre, y lo supe. Fue ahí que lo supe; haría lo que fuera humanamente posible por esta mujer.

No noté de inmediato cuando algo húmedo y caliente se deslizó por la parte interna de mi pierna. Me hallaba demasiado ocupado flotando en nuestra felicidad compartida, asombrado de que ella pareciera tan atontada como yo por nuestras acciones. Parpadeé un par de veces antes de darme cuenta...

No habíamos usado condón.

Y volvió la maldita realidad, pegándome con un puñetazo de "¿Qué mierda acabas de hacer?" en la cara.

—Carajo. —Tiro de mis caderas hacia atrás, saliendo de su interior.

Ella jadeó por la separación repentina. Sus ojos seguían nublados de pasión, vidriosos y suaves con una expresión llena de alegría y relajación. Entonces me miró, frunció el ceño con confusión.

—¿Qué pasa?

Oh, cielos. ¿Por dónde empezar?

¡Acabamos de pasar las 500 lecturas! Wow. Gracias, gracias, gracias.

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