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XI

Mi cabeza se sentía como si fuera a explotar.

Con un gemido, enterré la cara aún más en mi almohada para bloquear la luz que inundaba mi habitación. De la nada inhalé un nuevo olor, algo picante y masculino. Respiré profundo preguntándome en dónde se originó ese aroma encantador y qué hacía en mi almohada.

Hasta que recordé:

Kim Namjoon.

En mi coche. Trayéndome a casa.

Luego en mi cama. Besándome.

Manos...por todas partes, recorriendo nuestros cuerpos.

Querido Dios, besé a uno de mis alumnos y lo traje directo a mi dormitorio. Me arqueé debajo de él, rogándole que... No, no, no, no. Esto era malo. Era muy, muy malo.

Ya temiendo lo peor, me lancé en posición vertical abriendo los ojos y mirando hacia el otro lado de mi cama sabiendo que lo encontraría allí; pero cuando no hallé nada más que sábanas y una almohada aplastada, me sentí decepcionada. Y sí, descorazonada también.

Fue entonces que me di cuenta del vaso lleno de agua en la mesita de noche al lado de una botella de aspirina con una hojita de papel apoyada contra ellos. Gimiendo mientras mi dolor de cabeza rugía de nuevo a la vida, agarré la nota.

"Solo quería que supieras que no hiciste nada malo anoche, y no hay motivos para lamentar lo ocurrido, como sé que lo estás haciendo. Podríamos haber hecho mucho más, pero te respeto demasiado. Sé que lo correcto, tal vez, sería disculparme por no detenerte de inmediato cuando me besaste borracha. Pero no me arrepiento en absoluto. Fue increíble. En serio, no te preocupes. Todo va a estar bien. Cuídate. Bebe mucha agua y no tomes más de tres píldoras. Si necesitas algo, llámame.

KNJ"

Me quedé mirando el número de teléfono que garabateó en la parte inferior de la página. No podía creerlo, me había dejado una considerada carta. Sus palabras en realidad funcionaron. El pánico que había estado experimentando una fracción de segundo después de despertarme fue involuntariamente drenado de mi sistema.

No habíamos hecho nada tan malo después de todo. ¿O lo hicimos y él solo trataba de endulzarlo? No sabría decirlo, no podía recordar mucho de lo que había sucedido, pero Namjoon parecía pensar que estábamos bien, por lo que me negué a preocuparme.

Excepto que, durante todo el día, pequeñas piezas del rompecabezas de mi memoria volvían, recordándome algunas de las cosas que le dije...o hice. De verdad no podía creer que le apretara el brazo en el bar y le asegurara que muchas mujeres fantaseábamos con sus piernas imaginándolo teniendo relaciones sexuales. No importa cuán acabada estuviera, yo nunca diría...

Pero, Dios, lo hice, ¿verdad? Era tan horrible. ¿Cómo se suponía que volviera a mostrar mi cara en clase? ¿Cómo podría siquiera poner un pie en el campus?

Conforme el domingo avanzó, mantuve un ojo en el teléfono todo el tiempo solo esperando que algún administrador de la universidad llamara y me despidiera. Tiré por la ventana mi código de ética y moral, y escogí a uno de los más grandes mujeriegos en el campus para hacerlo. Me sentía horrorizada de mí misma.

Más o menos.

Porque en su mayoría, también me encontraba encantada de que Kim Namjoon, el chico que me ablandó con su ensayo de literatura y me confió sus más grandes secretos, me quisiera. Podría tener a cualquier chica del campus, más guapa, más joven y más a la moda, con una personalidad mucho más animada que la mía.

Espera. Namjoon podía tener a cualquier chica que quisiera. Así que ¿por qué me elegiría a mí? Yo no era gran cosa. Esto no tenía nada que ver con ese ensayo que escribió, ¿ o sí? Porque ahora tenía un seguro de que yo nunca contaría su secreto a la administración de la universidad. Podrían despedirme con seguridad si alguien se enteraba de que estuve por ahí con un estudiante. No había tal regulación para ellos. Solo para la facultad. Si llegara a pensar en decirle a alguien acerca de su falso promedio de notas de escuela secundaria, él podría agitar esto frente a mi cara; lo que me llevaría a ser expulsada con tanta seguridad como si hubiera tenido sexo con él.

Y el inteligente de Kim ni siquiera tuvo que rebajarse a estar por completo conmigo.

En serio, ¿era malo pensar eso? ¿Me sentía insultada porque no tomó ventaja de mí en mi estado de embriaguez? ¿Qué ocurría conmigo?

Tampoco es que él pareciera un bastardo conspirador que solo quería cubrir sus posibilidades. Era como si le importara. La nota que escribió fue dulce y preocupada, trató de ayudarme en mi culpabilidad. Sabía exactamente cómo me sentía, y me encantaba eso.

Aunque, ¿cualquier chico que quisiera un favor, no diría algo dulce y aparentaría estar preocupado de esa manera?

De acuerdo, tenía que dejar de pensar y preocuparme por esto. Me estaba volviendo loca, y todo lo que tenía eran especulaciones. No había hechos concretos para demostrar que cualquier parte de la noche anterior era genuina. O falsa.

Yo, una mujer soltera, estudiada e independiente fui a ese bar con la esperanza de conectar con alguien, tener una conversación decente, y si mis estrellas se encontraban alineadas, a lo mejor tenía una decente sesión de besos. Y la tuve. Realmente la tuve. Conseguí todo eso.

Solo que lo obtuve del hombre equivocado.

El universo debía de pensar que no tenía suficientes preocupaciones, porque recibí una llamada antes de que terminara el día. El ama de casa de mis padres me contactó por teléfono. Ella sabía que mi madre no hablaba conmigo, y justo por eso procuraba mantenerme al tanto en cada oportunidad que tenía arriesgándose a que mi progenitora no la descubriese.

Así que tuvo mucho sentido cuando dijo—: Tal vez me despidan por llamar si alguien se entera, pero pensé que debías saberlo. Tu padre desarrolló neumonía. Lo han ingresado al hospital esta mañana.

Siempre había tenido un estómago de hierro, pero todo el alcohol que bebí anoche de repente trataba de hacer una reaparición. Cuando sentí las náuseas, puse la mano sobre mi boca antes de bajarla para preguntar:

—¿Qué tan malo es? ¿Están dejando entrar visitantes?

—No, no. Por favor, no vengas. Si te presentas sabrán que te he llamado.

Cerré los ojos y apreté los dientes. Mis instintos me gritaban que saltara a mi coche y viera a mi padre. Pero no quería que mi nana perdiera su empleo.

—Te haré saber si algo cambia. —Su voz baja llenó mi oído antes de que la línea hiciera clic, terminando la llamada.

No podía sólo quedarme aquí sin hacer nada, pero ¿qué otra cosa podía hacer? ¿Y si mi padre moría antes de que lo viera otra vez? ¿Y si moría antes de decirme que me amaba?

Y...

...y sí...

¿Qué si no me amaba?

Llame al hospital para cerciorarme de que, en efecto, Lim Kwan Hoon estaba registrado como paciente y que la directora del hospital había restringido las visitas.

Cuando la alarma me despertó la mañana del lunes, me sentía peor de lo que me sentí con mi resaca la mañana anterior. Lo ocurrido con mi padre, mi incertidumbre laboral, y Kim Namjoon, iban a darme una úlcera, lo sabía.

Pero ni una sola arruga estropeó mi vestuario de trabajo. Mi chaqueta de traje era lo suficientemente floja como para esconder mi figura de chica, y mi falda fue del largo correcto para ser seria y profesional. Me veía de la misma manera que lo hacía todos los días antes de irme a trabajar, pero todavía tenía una sensación incómoda mientras hacía de mi coche al edificio de literatura y humanidades, la caminata de la vergüenza.

Todos los que me miraran sabrían exactamente donde tuve mi boca tan solo dos noches atrás. Mirarían mis ojos y verían mis manos deslizándose por el cabello de Namjoon. Abriría mi boca y mi voz reflejaría toda la culpa y vergüenza. Había besado a un estudiante, lo llevé a mi habitación, a mi cama. El solo pensarlo se sentía demasiado irreal. No era esa clase de persona. Nunca haría eso.

Sin embargo, lo hice.

Entendía por completo que toda la paranoia era simplemente eso; basura en mi cerebro que no podía sacar. Pero cuando me detuve frente al salón, me sentí completamente expuesta. Los ojos se volvieron hacia mí, y yo sabía, simplemente sabía, que veían todo. Que lo sabían todo. Cada vez que un par de estudiantes se inclinaban entre sí para susurrar de forma conspiradora, sabía que hablaban de lo que yo había hecho. Cada ruido inesperado me sobresaltaba.

Lo odiaba. Esto era demasiado drama. Mis músculos se encontraban tan tensos para cuando terminé la lección del día, que tomé un puñado de analgésicos tan pronto como me retiré a mi refugio. Dejando la puerta de mi oficina abierta, me desplomé en la silla detrás de mi escritorio y cerré los ojos, aliviada de que todo hubiera terminado. Sobreviví un día, y nadie parecía saber nada.

Y entonces alguien tocó el marco de mi puerta, provocándome una insuficiencia cardíaca.

Grité con un vergonzoso chillido de niña y salté.

—Lo siento. —Levantando las manos a modo de disculpa, Min Sung Hyuk entró en mi oficina. Sus ojos suplicaban perdón mientras se encogía—. Solo soy yo.

Me hundí en la silla, poniendo mi mano sobre mi corazón. Lo digo de verdad, necesitaba relajarme.

Sentándose al otro lado de mi escritorio, Min Sung respiró hondo antes de preguntar—: Entonces, ¿en cuántos problemas estoy, y qué puedo hacer para lograr que me perdones?

¿Eh? ¿Perdonarlo? —¿Por qué? —pregunté tontamente, antes de darme cuenta. Oh, Lo olvidé. La cita, por supuesto.

—¿Por el sábado? —me miró inquieto y se removió en la silla— No tienes que fingir que no fue un gran problema. Sé que fue imperdonablemente grosero no llamarte, pero surgió algo. ¿Qué puedo hacer para compensarte?

Yo ya me encontraba sacudiendo la cabeza y agitando mi mano antes de empezar a hablar.

—En serio, está bien —Quiero decir, tenía mi propia carga de culpabilidad por el momento. ¿Quién era yo para reprocharle algo a alguien más? —. Estoy segura de que tu... uh, situación era inevitable.

—Entonces... ¿me perdonas? ¿Así de fácil? —Arqueó una ceja y me dio una mirada desconfiada— ¿En serio?

Su perplejidad era adorable. Me eché a reír. —Si te hace sentir mejor, podría darte veinte latigazos, pero los látigos y las cadenas no son lo mío.

Cuando su mirada se calentó con interés, de repente me di cuenta del mal significado que tuvieron esas palabras. ¿por qué seguía diciendo cosas de mal gusto impulsivamente? Con la cabeza pesada por toda la sangre corriendo a mis mejillas, puse una mano sobre mi boca para amortiguar la exclamación—: Oh, Dios mío. Acabo de decir eso en voz alta, ¿no es así?

Riéndose con deleite, Min Sung me inspeccionó con un par de ojos marrones brillando con aprobación. —Yo no escuché nada, si no quieres que lo haga.

Aclarándome la garganta y aferrándome a la última pizca de dignidad, dejé caer mi mano y discretamente murmuré—: Gracias.

—¿Esto significa que podemos tratar de tener otra cita... pronto?

—Uh... Yo... Bueno, no estoy segura. Tú me plantaste y no me contactaste en dos días.

Sin embargo, mi travieso comentario del látigo debió darle un poco de confianza, porque apenas hizo una mueca. —Entonces te voy a dar un poco de tiempo para pensarlo. Así que... llámame cuando cambies de opinión.

No le respondí. Me dio un saludo y se volvió, saliendo de mi oficina. Me quedé mirando el lugar vacío en mi puerta por donde había desaparecido, mordiendo mi labio, sin saber si debía darle una segunda oportunidad o no. Nunca fui buena en el mundo de las citas, así que sería una opción ideal con la que salir. Pero me plantó. Me abandonó en un lugar donde terminé cometiendo el peor error de mi vida a causa de ello.

Claro, podía culpar de todo esto a el profesor Min, ¿no? Perfecto. Salvo que no, no, no podía. Yo era una de esas personas masoquistas que tomaba toda la culpa de todo lo que pasaba en mi vida. Me había metido en este lío sola y no podía culparlo. Idiota suertudo.

No creo estar en condiciones de ir a otra cita con él. Con toda la preocupación por mi padre, mi trabajo, y Namjoon, de ninguna manera sería capaz de concentrarme en Min Sung Hyuk si pasáramos más tiempo juntos.

—Por favor, no me digas que ese es el idiota que te plantó el sábado. ¿El Dr. MIn? ¿En serio?

Parpadeé, dándome cuenta de que miraba a una figura borrosa de pie en mi puerta.

Su voz me golpeó primero. Sabía exactamente quién había venido a mi oficina antes de que mi mirada se aclarara lo suficiente como para enfocarlo.

El verlo de pie en el umbral enloqueció mis nervios. Tambaleándome sobre mis pies, miré frenéticamente detrás de él esperando ver a al decano Gong cargando hacia mí para despedirme.

—¿Qué demonios está haciendo aquí? —susurré, en un tono demasiado culpable.

Entró y cerró la puerta, enviando mi corazón a chocar contra mis costillas en pánico, como un pájaro asustado y desesperado por escapar de su jaula. Hice un sonido de negación en la parte posterior de mi garganta, pero eso fue todo lo que pude manejar.

—Vine a hablar sobre lo que pasó...

Jadeé y aplasté mi mano sobre mi pecho agitado. No se atrevería. No aquí. No acerca de eso.

—...entre nosotros —continuó—, el sábado en la noche.

Me quedé mirándolo con ojos que se negaban a parpadear. Pero mi visión se volvió gris en los bordes. Dios, esperaba no desmayarme.

Espera, tal vez desmayarme ayudaría a evitar esta conversación. ¿Sería demasiado infantil contener la respiración en este momento?

—¿Cuáles son sus planes, señor Kim? ¿Chantajearme? ¿Amenazarme con decirle a la administración que me lancé a usted en mi estado de ebriedad si no le doy un puntaje perfecto?

—Espera... —Soltó una carcajada breve y dura— ¿Qué? — Pasándose los dedos por su cabello, soltó otro sonido cínico— Tú...Wow. De verdad crees que soy un gran imbécil, ¿no? Solo vine aquí para asegurarme de que estuvieras bien.

Dándome cuenta de inmediato que me había equivocado por la forma en que sus ojos brillaron -¿eso era dolor?-, me tragué mi vergüenza. De ninguna manera podría fingir esa emoción.

Bajando la mirada, contuve la respiración mientras la idea de hacerle daño me rasgaba. —Yo no... eso no es... usted no es...

—Respira —ordenó en voz baja.

Sorprendentemente lo hice, inhalé un poco de aire, mi cuerpo seguía inconscientemente sus órdenes. Cuando levanté la mirada, abrí la boca para disculparme por mis acusaciones, pero no salió nada.

—Así que, supongo que no estás bien.

—¡Por supuesto que no! Estaba borracha y me metí con uno de mis estudiantes.

Namjoon hizo lo peor que posiblemente podía hacer: Esbozó una sonrisa.

—Eres linda cuando estás en pánico.

—¡Namjoon! —grité, escandalizada por lo bien que se tomaba esto. Su actitud displicente solo me inquietaba más.

—Correcto —Volviéndose serio, asintió y se aclaró la garganta antes de dejar escapar un suspiro sin ganas—. Entonces, ¿qué vamos a hacer?

La forma en que dijo "vamos" suscitó una emoción que casi me hizo llorar. No creo que nadie nunca haya usado esa palabra conmigo. Ni un padre o amigo, ni... cualquier persona. Siempre había hecho todo por mi cuenta. Ser parte de un equipo, una pareja, era lo que siempre había querido. Pero ser parte de algo con él era un error.

—Lo mejor sería confesar. Por lo tanto, si quieres decirle al director lo que te hice, para que no haya secretos ni mentiras, yo... lo entenderé. Puedo ir contigo si lo deseas.

—Oye, oye ¿Qué haces? —Se puso delante de mí para bloquear mi camino a la puerta como si temiera que me lanzara por encima de él para ir a hablar con algún superior. Me recordó a un animal insignificante tratando de calmar a una temerosa criatura acorralada— No hay ninguna razón para hacer eso. Nadie nos vio. Nadie lo sabe. Y desde luego no tienes que hacer que te despidan por esto —Entrecerró los ojos—. Porque lo harían, ¿verdad?

—Sí. —Mi voz se quebró cuando traté de añadir—: Yo sería...

—Despedida —completó con un asentimiento decisivo. Cuando logré un rígido levantón de mueca, sus hombros cayeron. —Eso es lo que me temía.

—No podemos dejar que nadie se entere.

—Bien. Entonces, ¿qué vamos a hacer?

La mirada que me envió decía exactamente lo que quería hacer. El ardor que me atravesó cuando sus ojos viajaron por mi cuerpo hizo que cada parte hormigueara.

—¿Estás loco? —jadeé.

—Sí Creo que tal vez lo estoy. Solo un poco —Luego su mirada me recorrió otra vez—. O tal vez mucho.

No vamos a iniciar un romance ilícito, señor Kim.

—Claro que no —repitió, pero lo hizo más como una pregunta que una afirmación.

—¡No! Oh, Dios mío. Es... sería inmoral, peligroso, sórdido, y... y... y además, somos completamente incompatibles.

—¿Qué? —El último comentario lo hizo parpadear de nuevo a la realidad y fruncirme el ceño— ¿Crees que no funcionaríamos? Según lo que recuerdo somos muuuy buenos juntos.

—¡Basta!

—¿Con qué?

—Con... el coqueteo y las referencias. Vamos a olvidarnos de eso. ¿Recuerdas?

Pero él sonrió. —Si se supone que debo olvidar, entonces ¿cómo puedo recordarlo?

—Eres imposible. —Gruñí.

—Si me dejas, terminaría aquí lo que empezamos. Ahora mismo.

—¿Qué? —vacilé.

— Ya no estás ebria, y eso era lo único que me retenía. ¿No me dijiste que has soñado conmigo tomándote en este mismo escritorio?

El color se drenó de mi cara. —No lo hice. — ¿Lo hice?

—Oh, sí, lo hiciste. Con muchos detalles. —Se veía muy feliz de informar mi horrible comportamiento, y yo quería darle una bofetada y luego darle un beso y luego probablemente derribarlo en mi escritorio para que me tomara con esos detalles.

—No deberíamos estar hablando de esto. —Me alejé, enfrentando una pared de estanterías. No había ningún lugar a dónde ir. Tendría que rodearlo si quería escapar a través de la única puerta. Había una ventana, pero nos encontrábamos en la tercera planta.

Tal vez debía intentarlo de todos modos.

—Así que... supongo que eso significa que no vamos a hacer nada al respecto, ¿no?

—Tienes que irte. Esta conversación es... inadecuada.

—No veo cómo es peor que aceptar salir con un hombre que ya está comprometido para casarse.

¿Qué? —Giré el torso hacia él.

—El Dr. Min. —arqueó una ceja desafiante. — ¿Me estás diciendo que no sabes que ya tiene una prometida?

—¿Disculpa? ¿De qué hablas? Él no la tiene.

Ay, no. ¿Tenía prometida? No, de ser así la habría llevado con él al partido. ¿Verdad? ¿O era una de esas mujeres que no les gustaba el deporte?

—Le propuso matrimonio en una de las clases que tomé con él el semestre pasado. —La voz de Namjoon me trajo de nuevo al presente.

La decepción me invadió. Min Sung Hyuk había parecido tan prometedor. No me importaba que él no me interesara de la forma en la que lo hacía el estudiante irritante delante de mí, pero era... agradable, sencillo. Accesible. Bueno, aparte de toda la situación de abandonarme en un bar. Oh, mierda. Era un hijo de puta.

—Pero ¿por qué... por qué iba a invitarme a salir si está comprometido?

Namjoon se encogió de hombros, algo parecido al arrepentimiento destelló en sus ojos, como si se sintiera mal por iluminarme con la verdad.

—Tal vez pensó que lo sabías. Y no te importaba.

—Ay, no puede ser. —Giré de nuevo. ¿Podría alguien tomarme como ese tipo de persona?

—En serio, ¿por qué sigues girando para enfrentar la estantería?

Perfecto. Ahora Namjoon sabía de mi locura.

—Porque estoy buscando un libro. —Improvisé en el último momento.

Y ya sabes, ahora que pensaba en ello, había un libro que tenía que comprobar. Era una de esas segundas copias donde había hecho notas en los márgenes. Y si mente no fallaba, eran muy, muy buenas notas. Salvo que, estaba casi segura de que se encontraba escondido en una caja... en el estante superior.

Bueno. Había llegado hasta aquí. Bien podría seguir. Agarré la silla al otro lado de mi escritorio ya que no tenía ruedas y podría mantenerse firme.

—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó él mientras me subía.

—Pensé que te había pedido que te fueras. —Levantando los brazos, usé la punta de los dedos para mover la caja y sacarla de la estantería.

—Por el amor de Dios. Déjame bajar eso antes de que te hagas daño.

—Lo puse aquí; creo que puedo bajarlo. Y se supone que debes irte... como te lo pedí.

—No lo pediste. Lo exigiste.

—Así es.

—Se Mi... —Su voz sonaba llena de advertencia—. No lo hagas. Vas a hacerte daño. Mido uno ochenta y uno. Puedo llegar allí mucho más fácil que tú.

—Bueno, yo mido uno sesenta. ¿Cuál es el punto? Puedo alcanzarlo... —Carajo. Mis dedos apenas tocaban la superficie. Me levanté de puntillas y lo intenté de nuevo.

—No, no puedes. Déjame... ¡Se Mi!

—¡Deja de llamarme de manera informal! No es adecuado.

—Maldita sea, mujer. ¡Bájate! —Agarró mis caderas y me tiró hacia atrás justo cuando agarraba los bordes de la caja. Ésta salió volando de los estantes y se abrió, con todo su contenido lloviendo sobre nosotros dos.

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