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VIII

El club se encontraba más lleno de lo habitual. Con una toalla blanca sequé el sudor de mi frente mientras miraba el enjambre de cuerpos que inundaban el otro lado de la barra.

Se suponía que ésta era mi noche libre, pero desde que renunciaron los gemelos había estado atrapado detrás de la barra del Bangtan los últimos putos nueve días. Había planeado reunirme con Ji Yeon y su amiga Seulgi en la fiesta de los de cine de esta noche para ese tan esperado trío porque enserio que estaba atravesando un espantoso período de sequía. Tal vez fue eso lo que me hizo pensar en cosas sucias sobre mi profesora de literatura el otro día. Últimamente he pensado en ella justo antes de irme a dormir. Cuando mi cabeza se encontraba recostada en la almohada y mis ojos acababan de cerrarse, era cuando su imagen llegaba vacilante a mi subconsciente hasta que tenía oficialmente más de un sueño húmedo al respecto.

Seguía sin poder creer que casi la besé en su oficina ayer por la mañana. Tenía que ser lo más vergonzoso que jamás había hecho. Era imposible decir si ella se hizo la tonta después, o si honestamente no tenía ni idea de lo cerca que estuve de inclinarme y probar su boca. Agradecía que no hiciera un problema de eso. Pero añadía una razón más por la que realmente necesitaba encontrar pronto una mujer para una satisfactoria liberación. Excepto que Krystal, maldita sea, justo tuvo que llamarme para venir a trabajar. Con Jimin fuera de la ciudad visitando a su familia, y el chico nuevo, Jungkook, haciendo una cosa u otra con su novia, nos dejaba con Jin trabajando involuntariamente en nuestra noche libre.

—¿Qué te daremos, cariño? —preguntó Jin a la camarera cuando ella apoyó los codos contra la barra y tomó una respiración profunda como si también necesitara un merecido descanso.

—Necesito un ron doble con cola y dos tarros de cerveza. Y tomaré valium si tienes uno.

—Ah, no puede ser tan malo. —Jin se inclinó sobre el mostrador para masajear las sienes de la camarera mientras cogía un vaso para preparar su pedido.

Me reí entre dientes. —Deberías trabajar en la noche de mujeres por nosotros alguna vez. Entonces te escucharé hablar acerca de un mal turno.

Me lanzó una mirada sucia solo para cerrar los ojos y gemir cuando Jin tocó una zona sensible. Sacudiendo mi cabeza por la forma en que sin esfuerzo él siempre hacía suspirar a las chicas, puse el ron con cola en una servilleta de cóctel y serví las cervezas directo de la máquina.

Sosteniendo el asa de ambos tarros en una mano mientras limpiaba las gotas chorreantes, miré hacia hyung y la camarera justo cuando una mujer cruzó mi línea de visión entre las personas detrás de ellos. Apenas alcancé a ver su perfil, pero fue suficiente para estirar el cuello un poco más y tratar de verla de nuevo.

Ella usaba un vestido oscuro, sin espalda, cuya falda se ensanchaba desde su cintura y terminaba justo por encima de las rodillas. Sus delgados hombros eran color crema pálido y atractivos. Y su pelo... Wow, tan negro brilloso que de inmediato supuse que se sentiría como seda. La antes mencionada lo había peinado con raya a un lado y lo juntó en un rizo suelto, mientras que el otro lado lo dejó cayendo por su espalda.

Me encantaba cuando las mujeres hacían eso, dejando un lado todo misterioso y escondido bajo una recompensa de ricos rizos mientras que la otra mitad obsequiaba a la vista abierta la porción de carne desnuda. Siempre quise hacerlos a un lado e inclinar la cabeza para besar el punto del pulso sobre el cuello y sumergir mis dedos por la parte que fluía libre para acariciar lo que se ocultaba debajo. Lo mejor de ambos mundos. Y con esta dama que llevaba un vestido sin espalda, mi mente ya desenterraba visiones de cómo podría simplemente seguir besando, haciendo un camino hacia abajo.

Me estremecí por el repentino peso que ajustó mis pantalones, por lo que me apresuré a poner los tarros en la bandeja en espera al lado de Jin.

—Gracias, Namjoon —gritó la camarera mientras me alejaba. Ni siquiera le respondí cuando me incliné un poco más sobre la barra para escudriñar en la multitud.

Maldita sea. ¿Dónde había ido?

—Oye, ¿podemos conseguir un Screaming orgasm por aquí?

Rechinando los dientes, me giré a las tres chicas que me hacían señas. Todas se hallaban preciosamente vestidas, pero seguía tentado a buscar a la mujer con el vestido negro. Controlándome, sacudí la cabeza para liberarla y regresar a mis deberes.

Sonriendo amablemente a las tres, bajé el timbre de mi voz. —Claro que sí. ¿Quién quiere gritar primero?

Rieron y se inclinaron más cerca apoyándose en la barra para dejarme ver una delicada porción de piel debajo de las blusas.

La más atractiva rio. —Nos referíamos a la bebida.

—Oh, claro —Apoyé la mano en mi frente fingiendo vergüenza—. Tonto de mi parte. Por supuesto que se referían a eso. Bien, les traeré un par a cada una —Les guiñé un ojo—. Ya vuelvo.

Jin se acercó furtivamente a mi lado mientras preparaba la primera mezcla para ellas. —¿Seguro que puedes manejar a esas tres, compañero? —preguntó, insinuando el doble sentido cuando movió sus cejas, haciendo que los cristales de sus anteojos destellaran bajo las tenues luces del techo.

—Confía en mí. Puedo con esto.

Se rio entre dientes pero dio un paso atrás para ayudar a un tipo que se acercó para ordenar. Regresé con las chicas y les pasé sus bebidas. Pagaron en efectivo, y cuando metieron un par de billetes extra en mi tarro de propina, mi sonrisa se hizo un poco más ancha.

—Gracias.

—Oye, ¿no eres Kim Namjoon, el capitán del equipo de futbol de Yonsei? —La más alta del grupo finalmente tuvo el coraje de preguntar.

—Sip. Ese soy yo —Siempre encantado cuando alguien reconocía mi cara por algo bueno, apoyé los codos sobre la barra para inclinarme hacia ellas—. ¿Me han visto jugar?

Dos negaron con la cabeza, mientras que la tercera, no muy en voz baja, dijo—: Me encantaría verte jugar.

La sonrisa que le envié prácticamente decía: en cualquier momento, cariño; aunque sinceramente, mi mente todavía se hallaba en "Vestido negro".

—¿Cuándo sales de trabajar? —preguntó otra.

Abrí la boca para responder con una nueva frase pícara cuando vi a alguien acercarse a la barra y sentarse en un taburete al otro extremo. Mirando por encima casi tragué mi lengua cuando la vi. Su cabello oscuro magnífico caía sobre un hombro, y ese vestido negro brillaba con las luces del techo.

—Discúlpenme —murmuré y abandoné a las tres chicas universitarias para acercarme a mi dama misteriosa.

Nada me impediría que al menos obtuviera su número. Pero Jin se me adelantó yendo hacia ella. Agarré su brazo tirándolo hacia atrás, haciéndole perder el equilibrio.

—¿Qué demonios? —se quejó, tropezando contra mí.

—He cambiado de opinión. Puedes quedarte con las tres. La quiero a ella.

Rodó los ojos girando el cuerpo para mirar a la mujer que se hallaba ocupada con la cabeza inclinada buscando algo en su bolso de mano. Cuando él volvió a mirar hacia las chicas coquetas, una lenta sonrisa se extendió por su cara.

—Bueno; diablos, Nam, creo que es la primera vez que has preferido la calidad sobre la cantidad. Estoy impresionado.

—Solo ve a ocuparte de las otras. —Lo empujé hacia las tres que se seguían esperando en el bar.

Se mofó de mi fijación obvia con la mujer sola, pero obedeció, caminando lentamente hacia el trío.

Tomé una respiración profunda, un poco ansioso por la primera impresión que le daría, y caminé hacia ella. No notó mi aproximación, lo cual me dio un momento para planear mi estrategia.

Al final, me decidí por lo simple.

—¿Qué puedo hacer por ti? —pregunté poniendo mis manos en el borde de la barra flexionando mis brazos, porque sabía muy bien que al hacer eso, mis músculos se abultaban a través de mi polera. Dejé que mi sonrisa comenzara a extenderse al tiempo que ella alzaba su rostro. Las chicas siempre afirmaron que mi sonrisa les gustaba tanto como lo hacían mis piernas o brazos.

Ella levantó la vista, y contuve la respiración, esperando el momento en que nuestros ojos conectaran. Una sacudida pasó a través de mí. Esperé una cara bonita y vaya que no me decepcionó, pero la emoción desolada que vi en su par de ojos brillosos me tomó por sorpresa. Se hallaban muy abiertos y delineados con algo de maquillaje oscuro que la hacía lucir tan sexy como hermosa. Pero muy, muy triste. Mis instintos protectores se pusieron en marcha listos para destrozar a quien la había herido.

Entonces miré su boca. Sus labios maduros, comestibles, y con forma divina al igual que...

Espera un segundo.

—Santa mierda. —Me aparté, fijando mi mirada de nuevo en sus ojos y luego a su cara para obtener toda la imagen.

Conocía esos labios. Eran demasiado familiares, incluso cuando se separaron por la sorpresa.

—Ay, no.

La maldita mujer perfecta era mi maldita profesora.

Boquiabierto, no podría haber contenido mi asombro ni aunque lo intentara. —¿Dra. Lim?

¿Qué diablos? Esto no podía estar pasando. No podía estar pasando en absoluto. Había anhelado a una mujer que me ayudara a sacar de mi mente a mi maestra. ¿Y el universo me la envía usando un escotado y ceñido vestido negro? ¡Increíble!

Me hallaba cabreado de inmediato por dos razones: Uno, esto no me ayudaba a superar mi obsesión; y dos, la misteriosa mujer que podría haberme ayudado a hacerlo resultó ser tan prohibida como lo era ella, ¡porque eran la misma!

Al mismo tiempo que yo entrecerré los ojos y apreté los dientes, la doctora Lim SeMi aclaró su garganta.

—To... tomaré una cerveza.

Alto, ¿qué? —¿Qué?

Esta vez enderezó los hombros. —Cerveza. —volvió a carraspear— Por favor.

Lo siento, soplé una risa. Realmente tenía que hacerlo.

—Qué curioso, pensé que sería más del tipo que ordenaba vino tinto en una copa.

—No lo soy — dijo fuerte y claro haciendo notorio que no le agradó mi burla—. ¿Me traerás lo que he pedido o tengo que ir a otro lugar para una bebida?

Actué de inmediato.

—No hay necesidad de irse. Puedo traérsela. —De nuevo la travesura brotó de mí. Torcí mis labios en una sonrisa contenida haciendo que sus ojos se endurecieran—Identificación, por favor.

Indignada escrutó mi palma extendida. —¿Es una broma?

Sabía muy bien que mi expresión brillaba con malvado deleite cuando lentamente negué con la cabeza. —No, señora. No bromeo. El que los menores de edad consuman alcohol es un asunto serio, y nosotros aquí en Bangtan no permitimos ese tipo de actividad.

Murmurando en voz baja, furiosa, abrió el broche de su bolso para buscar en su interior. —Te estás desquitando con esto, ¿no es así?

—No tiene ni idea.

Finalmente empujó hacia mí su licencia de conducir, tomé el plástico entre mis dedos yendo directamente por el dato que más curiosidad me causaba.

Cuando lo encontré, mi mandíbula cayó abierta— Santa mierda, ¿acaba de cumplir treinta? —Levanté el rostro— ¿Cómo demonios es que tiene un doctorado a los treinta?

Ella suspiró, e impaciente quitó un poco de cabello de sus ojos. —Vamos a ver: Me gradué de la preparatoria a los dieciséis, obtuve mi licenciatura a los veintiuno, mi maestría a los veinticinco, luego tomé un descanso, por lo que acabé recibiendo mi doctorado como una de las mejores de mi clase hace seis meses. Suma todo, y eso me hace de... ya sabes, treinta.

Moviendo la cabeza lentamente hacia adelante y hacia atrás, me quedé atónito. —Bueno, mierda. ¿Graduada de la preparatoria a los dieciséis? Debí haber sabido que era una de esas extrañas niñas genio.

—También estoy sedienta. —Demasiado prepotente para mi gusto, se inclinó para arrebatar su identificación de mis manos. — ¿Qué hay de mi bebida?

—Por supuesto, profesora.

Yo mismo me asombré de lo despectivo de nuestras voces, pero tampoco es que puede evitarlo. Alguna vez en una película alguien dijo que la hostilidad electrizante entre dos personas era pura atracción sexual contenida. Por mi propio bien esperaba que no fuese cierto. Me giré hacia el dispensador de cerveza, cogí el tarro más limpio y brilloso y le serví. Me volví hacia ella.

—Tome.

—Gracias. —Me dio un asentimiento recio antes de tomar un tentativo sorbo.

Inmediatamente después pagó; y supe que esa era mi señal, pero yo...no sé, me quedé ahí viéndola beber. Quizá mi postura se cernía como si no pudiera esperar a que se fuera, esa no era mi intención, simplemente no podía obligar a mis ojos a despegarse de esa increíblemente atractiva mujer.

—No sabía que trabajabas aquí.

Su repentino intento de conversación provocó un cosquilleo en la boca de mi estómago.

—Eh... —Mis labios se torcieron con desprecio incluso aunque mis ojos siguieron devorándola— ¿Quiere decir que hubo algo que olvidé mencionar en mi tarea?

Sonrió a pesar de ello. —Aparentemente. Aunque en realidad escribiste que trabajabas en un bar para apoyar a tus hermanos, solo que no diste ningún nombre.

—Cierto. —Vi a su garganta tensarse al momento en que me atrapó supervisando el arrastre del tarro en su mano hacia su boca.

Terminó todo el contenido amargo sin hacer una sola pausa para respirar. Bajo el recipiente de vuelta a la barra y con el dorso de la mano se limpió los restos del líquido en sus labios.

—Entonces no sé por qué te sorprendes.

Tragué saliva con nerviosismo, porque juro que su mirada trató de seguir el ritmo del pulso que se marcaba en mi cuello. Lo aún más perspicaz era que su atención se desviaba a mis labios cuando sonreí. Si sus ojos tuvieran lengua, SeMI la habría pasado por mi boca y bajado hacia mi barbilla sobre mi garganta... y de regreso.

—No puedo creer que solo seas un par de años mayor que yo.

—¿Y sólo por eso y por el hecho de que no estamos en la universidad vas a dejar de hablarme con respeto?

Ignorando su petición de que me dirigiera a ella con formalidad, opté por mejor sonreírle para mostrarle mis hoyuelos. —Nadie lo creería jamás.

—¿Por qué? ¿De cuántos años me veo?

—Ese no es el punto.

El comentario la sorprendió tanto. —¿Entonces cuál es?

En clase te comportas como si tuvieras cincuenta. ¿Por qué? — Me empujé más cerca justo después de humedecer mis labios—Este vestido no combina con tus trajes aburridos.

Piel pálida sonrojada y ojos nerviosos brillaron con una emoción que no podía nombrar. Ella solo se limitó a regresarme la mirada. Estoy seguro de que el desafío allí le ordenó devolver el fuego y llegar a algún tipo de réplica.

—Debes encantar a todas las mujeres con ese tipo de halagos. —El sarcasmo brotó, pero me encantó. Así que me reí entre dientes.

—Apuesto a que tengo más sexo que usted. — Ahora incluso mis palabras la retaron a un duelo conmigo.

—No diría que eso es algo para presumir.

Si les soy sincero, esperaba que la fatua profesora se sintiese ofendida y me gritara por estar fuera de lugar con ese comentario poco respetuoso hacia mi maestra. Esa respuesta en su lugar no la vi venir.

Tan pronto como abrí la boca para refutar, llamó otro cliente. Ambos seguíamos sosteniendo nuestras miradas mientras yo levantaba una mano hacia la otra persona. Luego ella me sonrió ligeramente y yo, se la devolví gustoso. Ah, y también hice un escaneo rápido por su cuerpo.

—Sólo espere aquí. No se mueva, no hemos terminado.

Di media vuelta y fui a atender a mi siguiente cliente.

Justo entonces escuché la liberación de su resoplido contenido, Yo hice lo mismo.

Puff. Ésta sin duda iba a ser una larga noche.

*grita en chiquito*

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