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VI

El martes por la mañana entré a clase de literatura sintiéndome irascible y nervioso. Después de venir directamente desde el centro de copiado más cercano donde había impreso un documento rehecho de ocho páginas para la Dra. Lim, me sentía abierto en dos a carne viva.

Ella había exigido que hablara de mis sentimientos. Así que hablé. Puse mi alma en la estúpida tarea. Cavé dentro de mí y lo puse todo en el papel, descubriendo cosas que no me di cuenta incluso de haberlas sentido.

Sin decir una palabra a la mujer ya sentada detrás del escritorio mientras rebuscaba dentro de un maletín abierto, dejé las páginas grapadas en un lugar vacío, bocabajo. Después de acomodarme en mi silla miré en su dirección para verla observando el ensayo con curiosidad. Luego, sin darle la vuelta para leerlo, lo deslizó con cautela por la mesa y lo guardó en el bolsillo de malla dentro de la tapa de su maletín. Después cerró el pestillo, levantó su atención y comenzó la clase como si nada aplastante en la tierra hubiese acabado de suceder.

Dejé escapar un suspiro. Se terminó. Acabado. No tenía que volver a insistir con esa cosa estúpida y ridícula. No obstante, tamborilear mis dedos sobre mi muslo me estaba colmando la paciencia. No podía quitar mis ojos de ese maletín cerrado. Con la sangre corriendo por mis venas como un tren a exceso de velocidad, no conseguí librarme de este loco e inquieto sentimiento de pánico.

A mitad de la clase de repente me di cuenta de lo que había hecho: Dejé entrar a una mujer que me disgustaba a mis pensamientos más íntimos. Confesé todo para ella, todos mis miedos e inseguridades. Mis deseos y sueños más profundos; mi infancia jodida, todos los problemas de mis hermanos, y, además, el mayor de mis secretos.

Ahora ella sabría cuántas veces tuve que quedarme en casa para cuidar a los niños cuando mi madre nos dejaba por horas, días enteros, antes de volver solo para follarse a un desconocido en nuestro sofá. Sabría cuántas veces me había metido en problemas en la escuela por ser un miembro de la familia Kim. Sabría exactamente lo mal que pensaba de mí todo el mundo en mi ciudad natal.

Sabría... Ella lo sabría...

Mierda, ella podría romperme con todo el forraje que yo le había entregado en mano. ¿Qué demonios había hecho? ¿Qué pensé al escribir toda esa basura? Tan pronto como comencé, no pude evitarlo, perdí el control y escribí mis pensamientos, sentimientos y la vida familiar; simplemente seguí, incapaz de detenerme. Las palabras salieron de mí. Pero ahora... ahora...

Sudor frío se filtró por el centro de mi espalda. No oí ni una sola palabra de la conversación que me rodeaba. Solo podía mirar con sombría fatalidad a ese maletín negro. Tan pronto como acabó la clase una hora y media más tarde, me levanté de mi asiento decidido a rectificar esta situación. Corriendo a toda velocidad pasé a otros estudiantes para atraparla antes de que se fuera. Cuando la alcancé, apenas había reabierto su maletín para meter sus notas en el interior.

—¿Dra. Lim? —Totalmente sin aliento, mi voz la sobresaltó. Alzó la vista y tendí la mano con impaciencia— Acabo de recordar algo que me olvidé de poner en ese trabajo. Quiero recuperarlo.

Con una elevación de sus cejas, bufó. —¿Quiere preguntarme si Puede hacerlo, o es una orden?

Apenas me contuve de poner los ojos en blanco. Sin saberlo, la mujer tenía el poder para aplastarme esperando inofensivamente en su maletín, ¿y ella quería corregir mi puta gramática? Era de esperarse.

¿Puedo?

—Lo siento pero no. —Enviándome una sonrisa tensa, cerró su portafolios; el sonido hizo eco en mi pecho y endureció mis músculos con miedo.

¿No? ¿Qué quiso decir con no?

Cuando agarró el asa para salir de la habitación, la seguí. Pero ella no pareció darse cuenta por lo que la esquivé para bloquear la salida.

—Pero me olvidé de corregirlo. Deme un par de horas y se lo devolveré. Se lo juro.

Negó con la cabeza. —Es demasiado tarde, señor Kim. Ya le di más oportunidad que nadie en el grupo para mejorar la nota. Es la última vez que voy a aceptar nada para esta tarea.

—Entonces me quedo con el primer puntaje. —estallé más que frenético. ¿Qué pasaba conmigo? No podía aceptar el 72 inicial. Pero eso era mejor que dejar que ella leyera mi ensayo.

La Dra. Lim se detuvo. Cuando levantó la cabeza para arquear su maldita ceja otra vez, cedí, listo para arrodillarme.

—Estaba enfadado, ¿Sí? —El carraspeo en mi voz reveló mi desesperación, y lo odié. Pero seguí suplicando, necesitando recuperar mi trabajo más de lo que necesitaba mi próximo aliento— Usted me provocó y respondí en un acto reflejo. No era mi intención escribir todo eso. Así que —Le tendí la mano con cautela, como si me acercara a un animal salvaje acorralado y herido—... Déjeme hacerlo de nuevo. Una última vez. Por favor.

Ella me miró boquiabierta. Echando un vistazo a mi interesada palma, dijo—: Ahora sí que me siento obligada a conservar este ensayo solo para ver lo que ha escrito.

—Maldita sea —gruñí—. Devuélvame el maldito trabajo. ¡Es mío!

Sin pensarlo, traté de agarrar su maletín. Ella saltó lejos saliendo de mi alcance.

¡Señor Kim! ¿Qué cree que está haciendo?

Al darme cuenta de lo que acababa de ocurrir, me retiré, solo para poner mis temblorosos dedos en la boca y apretar los labios manteniendo el impulso instintivo de pedir disculpas.

Pero...en serio, tenía que ser el más arrebatado de todos. ¿En qué demonios pensaba? ¿Enfrentándola a las afueras de un salón de clases, mientras que pasaban cientos de estudiantes —testigos— a raudales?

Sacudí la cabeza y cerré los ojos, intentando recuperar mi sensatez.

Cálmate, Namjoon.

Cuando alcé mis pestañas, seguía mirándome con anchos ojos recelosos. Se veía una pizca de miedo en esas profundidades marrones, fue ahí que experimenté un recóndito pesar que ni siquiera podía nombrar. Abrí la boca para disculparme, pero una vez más, me detuve.

—Como quiera —murmuré, deslizándome un paso lejos.

Eran solo palabras. Las palabras no eran nada. Si ella trataba de hacer algo de esto, me gustaría simplemente encogerme de hombros y decir que me lo inventé. Solo palos y piedras pueden romperme, ¿verdad? No dejaría que su respuesta sin sentido a mis palabras me molestara.

Pero un miedo innato ya me había empapado. Me di la vuelta antes de que pudiera avergonzarme más. Aunque, mierda, esto probablemente me iba a romper. No solo le di el poder de aplastar mi espíritu a un nivel personal, sino que también le entregué una razón muy válida para que me echaran de la universidad de forma permanente.

(...)

Metí la pata. Abrí el ensayo de Kim Namjoon y lo leí en mi oficina.

La forma en que me había enfrentado para recuperarlo, para que no viera lo que escribió, me puso curiosa y me dejó demasiado agitada. Por un breve instante pensé que iba a luchar hasta el fin para recuperarlo. Parecía lo bastante desesperado para ello. Entonces su expresión se había despejado, y pareció tan conmocionado y horrorizado por sus acciones, que me preocupó que se echara a llorar. Lo peor era que si lo hubiera hecho, yo habría hecho algo igualmente horrible como abrazarlo. O darle su ensayo.

Gracias a Dios que no hice nada de eso. Porque una vez que empecé a leer su trabajo, no pude parar. Leer cada frase conmovedora y analizar el desarrollo de su vida era como ser testigo de un accidente de auto. Mi pecho ya dolía para el momento en que terminé la última línea. No se suponía que Kim Namjoon fuese esa clase de persona. No debía tener una infancia tan dura, o poseer cualidades rescatables, ni hacerme sentir ningún tipo de compasión por él.

No debía llegar a mi alma y agarrar mi corazón, ni provocarme estos sentimientos exactamente como acababa de hacer. Nadie debería ser capaz de hacer eso en ocho páginas. Pero él lo había hecho.

Mis mejillas aún temblaban por la conmoción luego de haber leído su crudo, increíble y bien escrito ensayo. Es posible que pudiera haber mentido. Podría haber inventado todo para cumplir con la asignación, pero teniendo en cuenta la forma en que reaccionó después de la clase, sabía que no fue así. Estos eran sus verdaderos pensamientos. Sus verdaderos sentimientos. Sus verdaderos actos.

Él había roto las reglas, cosas por las que normalmente yo habría estado indignada, pero lo hizo por la más noble razón. Su amor desesperado por sus hermanos le dio la determinación para llegar a donde hoy se encontraba.

Me estremecí, abrazando su ensayo contra mi pecho mientras secaba en mi cara la última de las lágrimas. Ojalá alguien me hubiera amado de la forma en que él amaba a sus hermanos y hermana.

Bueno, una cosa era cierta. Kim Namjoon había logrado lo imposible: Logró cambiar completamente mi punto de vista prejuicioso con respecto a él.

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Kim Namjoon – 1 / Lim SeMi – -100

¿Cómo andamos con la noticia del álbum de Jimin y el Tour de Agust-D? Yo, por si a alguien le interesa, me estoy tirando de los pelos porque esta vida universitaria no me deja trabajar a marchas forzadas para conseguir más dinero. Lloro.

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