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V

Me encanta el olor de las palomitas de maíz. Era el aroma prohibido de una juventud que nunca me permitían saborear. Sodas gasificadas también fueron un tabú en mi casa durante mi niñez.

Tan pronto como pagué mi combinación en el puesto, tuve que tomar un rápido sorbo de mi pajita y alzar un puñado de delicia salada directo de la cima del cubo. Un par de palomitas cayeron por los lados demasiado llenos y aterrizaron en el piso de concreto para mezclarse con las caídas de todas las compras anteriores. Me encantó. Era tan desastroso y despreocupado, algo que les habría dado un infarto a mis padres.

—Gracias —le sonreí a la chica que acababa de cobrarme. Al dar la vuelta casi me estrellé con dos chicas que esperaban en la fila detrás de mí.

—Tengo una clase de álgebra con él, y oh, dios mío, es tan...¡no sé! Es perfecto. — decía una de ellas, sin siquiera darse cuenta que yo necesitaba pasar.

—¿Verdad que sí? —La segunda chica se abanicó— Tendría los bebés de Kim Namjoon sin pensarlo.

Ay, por favooor. Rodando los ojos, murmuré un severo—: Permiso. —Me giré de lado para deslizarme entre ellas.

Esto estaba mal. ¿No estaba acaso equiparando sus comentarios sin filtro con mi acción de asistir precisamente al partido de práctica primaveral... dónde él, obviamente, estaría jugando?

No. Yo me encontraba allí porque en realidad amaba el fútbol, no porque tuviera un inesperado interés por ver a Kim Namjoon en pantalones cortos corriendo por todas partes pateando un balón. No, señor.

Apenas subí al área de las gradas me topé con la vista de un par de jugadores calentando en el campo, pero no sabía quiénes eran por sus números así que me concentré en encontrar mi asiento. Una vez instalada con las palomitas de maíz en el regazo, me bajé más la gorra en mi cabeza, esperando que me hubiera ocultado lo suficientemente bien. Ir de incógnito era también parte de la diversión. Ya que nunca me atreví a hacer nada que mis padres no hubieran aprobado cuando viví en casa, nunca tuve la emoción de escabullirme.

Aquí me sentía perfectamente bien por asistir a un partido que horrorizaría a Lee Hye-young y Lim Kwan Hoon. Y en realidad no tenía que esconderme, pero era divertido fingir. Además, ahora no quería ser reconocida como la Dra. Lim. Los estudiantes siempre se aproximaban con alguna clase de pregunta de una tarea, y en este momento, solo quería ser SeMi, una espectadora más. Las personas no solían reconocerme cuando usaba jeans y camisetas anchas. Así que fui con ello.

Levantando la cadera solo lo suficiente para jalar la lista que adquirí, y sacándola de mi bolsillo trasero, la desdoblé y de inmediato comprobé el nombre de quién-tú-sabes. Él era el número siete.

El siete se convirtió en mi nuevo número favorito.

Al ser único juego fuera de temporada, este partido de práctica sería sólo una exhibición. Así que me preparé para el espectáculo sintiéndome sorpresivamente joven y alegre.

Al ser criada por un CEO y una directora de hospital que me tuvieron en sus cuarenta y tantos, algunas veces me sentía como si nunca se me hubiese permitido tener una infancia. Esperaron que superara al resto; y habitualmente lo hice. Cuando comencé la escuela de inmediato me pusieron en clases superdotadas. Siempre fui más joven que todos mis compañeros y, aun así, se esperaba que actuara tan madura como ellos -si no es que más, debido a mi coeficiente intelectual-. Y ya que nunca nadie quiso relacionarse con la chica fenómeno y genio, jamás tuve ningún amigo que podría haberme enseñado cómo ser una niña normal.

De pronto, un grupo escandaloso de chicos en la sección siguiente soltaron carcajadas entre ellos. La verdad me tomaron por sorpresa. Eché un vistazo en su dirección y sonreí ante cuanta diversión tenían. Solo porque nunca nadie hizo amistad conmigo, no significaba que no observara los círculos sociales durante los años, ni anhelara ser bienvenida en uno. Así que miré, me asombré y lo envidié. Pero mientras lo hacía, el brillo en mi euforia se atenuó. Fue remplazada violentamente por la soledad que pululó.

El grupo escandaloso se volvió más ruidoso al tiempo que los chicos se empujaron e intercambiaron insultos amistosos, estableciendo una jerarquía de clases. Sinceramente, ¿cómo podrían los amigos ser tan malvados y decirse esos insultos, que yo no acusaría ni a mi peor enemigo, solo para sonreír y reír como si se hubieran dado el mejor cumplido?

—Te están molestando a ti también, ¿no? —me preguntó el hombre a mi lado, mientras echaba un vistazo y observaba mi expresión.

Parpadeé dirigiendo mi atención a él, sobresaltada de encontrarlo sonriéndome. Parecía estar en sus treinta y pocos. Usando pantalones sueltos y una camiseta apoyando a la universidad, podría ser cualquiera.

Señaló con la cabeza hacia la pandilla alborotadora.

—Parece que ésta es siempre mi suerte; quedó atascado en el grupo más revoltoso de idiotas inmaduros en el estadio entero.

Justo cuando dijo eso, cada chico de la tropa se puso de pie para ceder el paso a un trío de chicas lindas. Silbando y gritándoles, les lanzaron besos. Las estudiantes impresionadas se rieron nerviosas, pero siguieron caminando.

¿De verdad les había gustado que unos desconocidos, que ningún derecho tienen, les silbaran? Eso es acoso, damas y caballeros.

—¿Ves a lo que me refiero? —Mi compañero colocó el codo en la parte posterior del asiento vacío entre nosotros, lo cual lo hizo parecer de repente muy cerca—Idiotas. Juro que he reprobado al menos a la mitad de ellos.

Enderezándome más, me espabilé para prestarle atención. —¿Es profesor aquí?

Con un regio asentimiento, ofreció una mano. — Min Sung Hyuk. Soy profesor en el departamento de historia.

—¿Enserio? ¡Yo también! Acabo de comenzar este semestre, doy literatura.

La sorpresa reinó en sus rasgos antes de darme una sonrisa vacilante —¿Eres una adjunta licenciada?

—No. Estoy en el cuerpo docente. Igual que usted.

Habitualmente me molestaba cuando alguien me confundía con una estudiante o una simple asistente de profesor. Pero Min Sung Hyuk estaba siendo tan agradable que lo perdoné sin dudarlo.

De nuevo pareció sorprendido y confundido antes de que cambiara su expresión. —Oh. —Arrastró la palabra cuando el reconocimiento iluminó sus ojos— Tú eres la... —La mirada viajó sobre mi rostro y por mi cuerpo hasta que sus ojos se detuvieron en mi pecho, y asintió—. Sí, por supuesto que eres tú.

Aquellas cinco palabras murmuradas me confundieron. Por supuesto que yo era, ¿qué? ¿Hasta él escuchó que era la única profesora en el campus dispuesta a reprobar a Kim Namjoon? Quizás el Doctor Gong tenía razón; iba a tener una mala reputación si no...

—Su reputación la precede, Dra. Lim —Min Sung interrumpió mis pensamientos sonriendo con genuina cordialidad—. Todos hemos escuchado sobre el miembro más joven del cuerpo docente, pero ninguno de mi departamento había tenido el placer de conocerla aún. Estábamos comenzando a pensar que eras un mito.

Me abstuve de rodar los ojos ante su comentario trillado. —Puedo asegurarle que soy completamente real. Por favor, llámeme Se Mi.

—Se Mi —repitió; sus ojos adquirieron una clase de brillo intenso—. Un bello nombre para una bella mujer.

Me sonrojé de la cabeza a los pies insegura de cómo tomar un cumplido. Un poco me gustó, pero no me encontraba segura si se me permitía que me gustase.

Antes de que pudiera trastabillar con algún desganado agradecimiento, el presentador del juego interrumpió a través del altavoz dando inicio a los acontecimientos del día.

El profesor Min y yo regresamos nuestra atención al final del área donde posaba una pantalla gigante. Una serie de avances de dos segundos de varios jugadores fueron exhibidos por la pantalla, creando un monólogo estimulante del equipo como un todo. Cuando mostraron a Namjoon usando una camiseta del equipo con el número siete y un balón acunado en sus manos grandes, mi interior saltó con energía agitada.

—Se trata de ese momento en que todo se reduce a nada más que la unidad y determinación para tener éxito —dijo el presentador a la multitud, antes de que la cara de un nuevo jugador iluminara toda la pantalla.

Aún imaginando al número siete, fruncí los labios, recordando la otra palabra con "D" que él utilizó para describir este juego. No era motivación ni determinación, sino desesperación.

Todavía me preguntaba por qué dijo eso y a lo que se refería concretamente.

—Entonces, te gusta el fútbol, ¿no? —La voz de Min Sung llegó de sorpresa haciéndome saltar, y él reír, aprovechando para poner una mano en mi hombro para estabilizarme— Lo siento.

Moví la mano perdonándolo al instante. —Está bien. Me...me distraje. Pero, sí, siempre he disfrutado viéndolo. Al igual que el americano, es casi como un tablero de ajedrez, pero más... estimulante. Aunque claro, el contacto físico queda más restringido.

Al levantar la mirada para captar su reacción, decidí abruptamente que contacto físico y estimulo, podrían no haber sido la elección ideal de palabras. Volvió esa luz tenue en sus ojos que vi cuando dijo mi nombre.

Sus labios se torcieron con una sonrisa divertida.

—Me encanta cuando una mujer es estimulada por el fútbol. —Fue todo lo que dijo antes de que las personas en la multitud a nuestro alrededor volaran fuera de sus asientos y comenzaran a vitorear. Aparté mi atención de mi nuevo conocido y miré al campo para ver a todos los jugadores hacer su gran entrada. Inmediatamente me puse de pie como el resto.

No necesité mucho tiempo para encontrar el jugador número siete. Corrió cerca de la parte delantera de la línea llevando una cazadora marrón mientras que la mitad del equipo vestía de blanco. Contuve el aliento llevando mis nudillos a la boca, poniéndome en puntillas para poder mantener una visual constante de él.

—Con Namjoon en su último año, creo que vamos a tener campeonatos nacionales sin ningún problema —habló Min Sung en mi oído.

Por un momento olvidé que se encontraba allí. Le envié al profesor de historia una débil mueca. —¿Es tan bueno?

Su sonrisa fue deliberada y un poco coqueta. —Solo mira. Es el mejor jugador que esta escuela ha tenido.

Traté de no parecer demasiado intrigada. Pero no había manera de ocultar mi anticipación veinte minutos más tarde cuando el equipo de Namjoon tomó la ventaja del bajón y él corrió por la cancha. Con perfecta precisión, la llevó hacia otro jugador que lo flanqueaba por el campo. Su receptor no tuvo que frenar ni acelerar. Ni siquiera tuvo que bordear a nadie. Simplemente mantuvo su ritmo anticipando el pase y la pelota llegó a sus pies como imán.

—¿Vio eso? —murmuré asombrada. — Esos chicos son geniales. Fue un pase digno de copa mundial.

A mi lado, Min Sung gimió y luego se echó a reír mientras colocaba su mano sobre su corazón. —No mentías cuando dijiste que te gustaba el futbol, Dra. Lim.

Por un breve instante me sentí encantada de haber sido capaz de impresionarlo. Le devolví la sonrisa y recordé—: Es solo Se Mi.

—Cierto. SeMi. —Cuando su mirada volvió a calentarse de ese modo masculino, me mordí el interior del labio sin saber qué hacer con todo su interés.

A nuestro alrededor, el estadio se volvió loco. Puse mi atención en el campo justo a tiempo para ver al número siete esquivar al defensa contrario y saltar a la zona final, pateando y anotando.

—Oye, ¿qué haces el próximo sábado? —preguntó el hombre a mi lado, distrayéndome otra vez, y sorprendiéndome mucho— Porque me encantaría salir contigo.

Abrí la boca. —Emmm... —No podía creerlo. Vine aquí para disfrutar de ver a otro hombre, y acabé siendo invitada a salir por un compañero de trabajo. Sacudiendo la cabeza, porque todavía me sentía confundida por el hecho de que esto sucedió, farfullé—: ¿La administración no menosprecia ese tipo de cosas? Compañeros de trabajo... ¿socializando?

El profesor Min se encogió de hombros. —No somos exactamente compañeros de trabajo. Laboramos en departamentos diferentes. Además, hay un par de miembros de la facultad en el campus que están casados entre sí. La única política que estoy seguro que tienen sobre socializar, es entre profesores y alumnos.

Instintivamente miré hacia el número siete en el campo quien estaba siendo atacado por sus compañeros de equipo para felicitarlo.

—¿Entonces? ¿Qué dices?

Volviéndome a Min Sung, tomé una respiración profunda. Mi corazón dio un vuelco rápido en mi pecho incapaz de creer que en realidad iba a hacer esto.

—Está bien —acepté—. Sí. Creo que me gustaría.

—¿En serio? —Cuando asentí, respiró hondo y me envió una enorme sonrisa de alivio— Genial. Es una cita entonces.

Vaya. Una cita.

Una aclamación de la multitud llevó mi atención hacia el campo cuando el árbitro hizo sonar el silbato y el equipo de Kim trotó de vuelta a sus posiciones.

Sacudí la cabeza con desconcierto. No podía dejar de preguntarme qué es lo que haría el número siete si supiera que me había ayudado a organizar mi primera en cita dos años. Ya que me odiaba, estoy segura que este hecho lo haría molestar, así que sonreí aún más.

Genial. Se necesitó al hombre adecuado para hacerme pensar en él tan inapropiadamente como lo hice.

Marcador final:

Min Sung Hyuk -1 / Kim Nam Joon - 0

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