IV
Jimin holgazaneaba en la cocina cuando entré por la puerta principal de nuestro apartamento. Mientras la cerraba de una patada tras de mí, él apareció en la abertura junto al desayunador con los pies descalzos, sin camisa, y sus pantalones colgando de las caderas. Solo tuvo que ver mi cara para saber que pasaba algo.
Una petulante expresión lasciva se extendió por sus rasgos. —¿Cómo estuvo tu reunión con Lim?
Le di mi mejor mirada de jódete y dejé caer mi mochila en el suelo antes de desplomarme de espaldas en el sofá.
—Es como si acabara de tener una sesión introductoria con una psiquiatra. ¿Quién diría que la literatura es sobre sentimientos y emociones? Maldición.
Jimin se rio. —¿Va a dejarte reescribir el ensayo o qué?
—De hecho sí. Qué raro, ¿no? Pero solo porque su jefe tiene una obsesión conmigo o algo y la forzó a darme una segunda oportunidad.
—¿De verdad? ¿Tuviste que darle sexo oral para que eso pasara?
—¿Qué? —Deslizando un cojín que descansaba bajo mi cabeza, lo lancé hacia él tan fuerte como pude—Cierra la boca. Eres un imbécil vulgar.
Atrapó el cojín en su pecho e hizo un puchero. —También te amo, bebé. Oye, apuesto que si te ofrecieras a enseñarle a batear para nuestro equipo, cambiaría tu calificación a un 100 sin que tengas que preocuparte por escribir otro trabajo por el resto del semestre.
Decidí ignorarlo, o se pondría peor. Enfocando mi atención en el techo, noté una nueva mancha de humedad creciendo en la esquina. Genial. La peor parte era que no podía mencionarle la fuga a nuestro casero o aumentaría nuestra renta de nuevo, como lo hizo este invierno cuando le pedimos que arreglara el sistema de calefacción. "Las reparaciones no son gratis", había dicho.
—Oye, deja de fantasear con follar a la maestra, idiota — pateó mis pies del extremo del sofá al tiempo que pasaba hacia el corredor que llevaba a nuestras habitaciones separadas—. Es noche de chicas. Tenemos trabajo que hacer. Pido ser el primero en la ducha.
Gemí, habiendo olvidado completamente qué día era.
Cada jueves era noche de chicas en BANGTAN, el bar donde Jimin y yo trabajábamos. Eso significaba que solo los empleados varones teníamos que ir a laborar; y ya que los cinco chicos éramos barman, algunos de nosotros teníamos que cambiar y hacer de mesero por esa noche.
Mis propinas se elevaban cuando atendía mesas en las noches de chicas, pero maldición, las mujeres ebrias podrían ser exageradamente inquietas. No es que no me molestara una pequeña caricia traviesa de alumnas lindas. Pero después de un par de horas de eso, mi trasero empezaba a irritarse.
Y eso era solo de las mujeres que iban por la "puerta de atrás". Me vi forzado a usar un suspensorio hace un par de meses debido a todas las manos hambrientas que agarraban mis genitales.
Sí, era así de loco.
Ochenta minutos después, Jimin aparcó frente al club nocturno. Ambos vistiendo el reglamentario uniforme de Bangtan: camiseta negra con el logo en el pectoral y vaqueros. Nos tomamos un minuto para ver el silencioso edificio antes de salir de la camioneta; en una hora el lugar estaría a reventar y desaparecería la paz que teníamos ahora. Pero este trabajo también pagaba las cuentas y me ayudaba a enviar a casa algo de fondos extras a Yeonwoo de modo que ella pudiera pagar las de ellos, así que lo soportaría.
—¿Estás listo? —pregunté, abriendo la puerta.
Jimin rio. —Nací listo, hijo de puta.
Mientras me seguía a la entrada principal, sacudí la cabeza, preguntándome si este chico siquiera era capaz de no salir con una respuesta políticamente incorrecta a cualquier pregunta que alguna persona le hiciera. Después de deslizarnos dentro, busqué con la mirada en el interior a los otros tres empleados que se suponía trabajaban esta noche.
—¿Dónde están todos?
Con Jimin raramente éramos los primeros en llegar, y ni siquiera habíamos llegado temprano.
—Bueno, Jin hyung siempre llega tarde —dijo Jimin bajando una silla de la primera mesa que vio y poniéndola verticalmente—. Y los gemelos están... — Vio el lugar, se rascó la cabeza— ¿Dónde demonios están los gemelos?
Como respondiendo a su pregunta, la puerta de la oficina del gerente se abrió, y la hija mayor del dueño de Bangtan, Krystal, salió lentamente seguida de un desconocido: un chico de cabello oscuro, casi de la edad de mi amigo, y al menos mi misma altura y talla. Eso solo podría significar una cosa.
Nuevo empleado. Uno de los antiguos debió haber renunciado.
—Mierda —gruñó a mi compañero reflejando mis pensamientos antes de levantar la voz y gritar a través del bar vacío—. Oye, Krys. ¿Dónde están los hermanos fantásticos?
La mimada heredera nunca había sido fan de Park Jimin, así que le entrecerró una dura mirada amenazadora. —¿Dónde crees? Renunciaron. Tal vez ya no querían trabajar con tu inútil trasero. Aquí está su reemplazo. Que alguien le enseñe lo que debe hacer.
Con eso dio media vuelta y empezó a caminar de regreso a su oficina.
—Oye —gritó Jimin detrás de ella—. ¿Y qué hay del otro?
Krystal se detuvo a mirar sobre su hombro para arquear una intimidante ceja. —¿El otro qué?
—Este lugar va a estar lleno dentro de una hora, mujer. Necesitamos al menos cinco chicos trabajando esta noche, no tres y un despistado novato. ¿En serio vas a reemplazar ambos gemelos con este único imbécil?
El despistado y novato imbécil en cuestión le dedicó una mirada de reojo que parecía más entretenida que insultada por su comentario al tiempo que la hija del jefe siseó con exasperación.
—Ya lo hice. Así que enséñale a él lo que debe hacer. —Con eso, volvió a su oficina cerrando de un portazo dejándonos a los tres solos en el bar.
—Definitivamente me desea. —Jimun aspiró intencionadamente hacia la puerta cerrada mientras yo suspiraba y ponía las manos en mis caderas, haciendo entrar al chico nuevo.
Dios, no podía esperar a que el papá de Krys regresara a trabajar. Él tuvo una operación a corazón abierto recientemente, y ella había tomado el control mientras tanto. Pero si él no apuraba su trasero y se recobraba pronto, su bebé preciosa arruinaría completamente este club.
Inclinando mi cabeza en un saludo, dije—: Hola. ¿Cuál es tu nombre?
El chico nuevo metió las manos en sus bolsillos traseros y desvió su atención de Jimin para mirar en mi dirección.
—Jeon Jungkook.
Asentí. —Gusto en conocerte. ¿Has trabajado de barman antes?
Cuando Jungkook sacudió la cabeza, Jimin resopló y me golpeó en el estómago. —Todo tuyo, bebé.
Apartándose de nosotros, regresó a su trabajo de bajar las sillas de las mesas.
—Bien —grité—, entonces nosotros atendemos la barra; tú atiendes las mesas.
—¡Qué mierda! Haz que el nuevo atienda las mesas.
—Idiota, ¿quieres que renuncie en su primera noche?
Jimin se detuvo para estudiar a Jungkook de pies a cabeza. Luego asintió. —Sí. Con una cara bonita como la suya será acosado más allá de todo lo legal dentro de los primeros cinco minutos. Me ocuparé de las mesas. Pero solo por esta noche —Apuntó amenazadoramente al chico nuevo—. ¿Entendiste, novato?
Jungkook empezaba a parecer un poco alarmado. —¿De qué está hablando? Pensé que este era un bar normal.
Ajá. No había nada regular en Bangtan. Pero para tranquilizarlo, dije—: Lo es. Pero todos los jueves es noche de chicas, así que tal vez se ponga un poco loco. Las bebidas tienen un descuento del cincuenta por ciento para todas las mujeres que vengan, lo que significa que un montón de chicas ebrias y manoseadoras van a tratar de tener un pedazo de ti... toda la noche.
Un matiz verde inmediatamente cubrió su cara. —Grandioso — murmuró en voz baja.
Con una risa le di un codazo en el brazo. —Confía en mí, lo es. Ellas incluso dejan propinas. Pero en serio, querrás cuidar tu área. Te recomiendo usar un suspensorio cada jueves de hoy en adelante.
—Seguro. —Tragando saliva y mirando hacia la salida, Jungkook asintió.
—Tu acento es diferente —señalé mientras lo guiaba hacia la barra—.¿De dónde eres?
—Busan. Acabo de mudarme aquí.
—Amigo —Apareciendo de la nada, Jimin se dejó caer en un banquillo y puso los codos en la barra mientras le fruncía el ceño al nuevo—. Podríamos ser familia, vengo de ahí también. ¿Qué te trae por aquí?
Jungkook se encogió de hombros como si no fuera gran cosa. —Mi novia es de aquí. Ella quería regresar a casa.
—Espera, espera, espera. ¿Viajaste desde casi el otro lado del país por una chica? Eso es estúpido.
Pensé que Jungkook iba a saltar a través de la barra y estrangular a mi lamentable compañero de cuarto, así que me adelanté.
—Ignóralo —pedí—, se cayó de cabeza cuando era un bebé.
Mirándome, Jimin resopló. —Eso justifica la mitad de mi idiotez, pero al menos no me estoy acostando con mi maestra por una buena calificación.
—Lárgate —Apunté a su cara y le di una mirada mortal hasta que rodó los ojos y se alejó tranquilamente. Una vez que había dado media vuelta, no pude evitar dirigir una mirada preocupada hacia Jungkook—. No estoy...
Levantó las manos e hizo un gesto para tranquilizarme. —Oye, las mujeres mayores no son lo mío. Pero si tú...
—Ella no es mayor —siseé a la defensiva antes de poder detenerme—. Bueno... no tanto. Como sea, no estoy durmiendo con ninguna de mis maestras. Lo digo enserio. El tonto solo está hostigándome porque de alguna forma milagrosa mi estricta profesora me permitirá reescribir un trabajo. Es todo.
Demonios, soné muy a la defensiva, ¿verdad?
—Lim y Kim sentados en un árbol —cantó el niño de cinco años atrapado en el cachondo cuerpo de un hombre adulto desde el otro lado del cuarto—... BE-SÁN-DO-SE.
Lo callé al tomar un balón de fútbol de un estante detrás de la barra para posicionarlo en el suelo apuntando mi patada de lanzamiento hacia él. Cuando lo golpeé justo en la espalda, gruñó y cayó despatarrado en el suelo.
Jungkook silbó, claramente impresionado por mi habilidad. —Tiro de suerte.
—¿Suerte? —Giré la cabeza para mirar boquiabierto al chico nuevo—. Obviamente no tienes idea de quién soy.
—Uh...no —Sus cejas se arrugaron al tiempo que sacudía la cabeza—. ¿Quién eres?
—Novato, estás en presencia de una leyenda local. —Con una reverencia extensa, me presenté—: Kim Namjoon, defensa del equipo de fútbol soccer de la Universidad Yonsei.
—Oh, sí —Jungkook asintió con reconocimiento brillando en su mirada—. Apenas me transferí supe lo bien que lo ha estado haciendo el equipo este año. Estoy bastante seguro de que he escuchado tu nombre por todo el campus.
Con una carcajada orgullosa, grité hacia mi compañero de cuarto. —¿Escuchaste eso, Jimin? Incluso el novato ha oído de mí.
Mi amigo resopló. —Solo eres popular porque te hacemos lucir bien.
Reí y me volví de nuevo a Jungkook. —Ése es "Idiota", también conocido como Park Jimin. Es un centrocampista de segunda en el equipo.
—De segunda mi trasero. Hice más goles que tú esta temporada.
Ignorando a Jimin, le pregunté al nuevo—: ¿Cuánto sabes de mezclar tragos?
—Pues...—La triste sonrisa y el levantamiento de sus cejas me dijo que no sabía nada. Suspiré, ya listo para que la noche terminara.
—Bien, acabemos con esto. Te enseñaré, ven acá.
Le explicaba lo más sencillo, mostrándole cómo mezclar las más básicas de las bebidas y manejar la caja registradora cuando Kim SeokJin entró pavoneándose minutos antes de la hora de apertura, como siempre sin importarle su usual retraso. Dada su personalidad, él era mi compañero de trabajo favorito, pero maldición, a veces no llegaba sino hasta después de que abríamos.
—Es bueno de tu parte que por fin te nos unas —grité, arrojándole un delantal de forma que lo golpeó justo en la cara—. Tú atiendes el piso con Jimin esta noche. Los gemelos renunciaron. Este es el nuevo chico: Jeon Jungkook. Ahora empieza a trabajar.
Mi abrupto y corto discurso para ponerlo al día solo lo hizo sonreír.
—Respeta la jerarquía, mocoso, antes de que te dé una paliza y te vayas llorando como el cocodrilo que eres.
Toda mi cara se arrugó. ¿Un qué?
Así es, SeokJin usualmente nos confundía a todos con sus pésimos chistes de papá. De verdad, era abrumador. Pero su apuesto rostro lo compensaba todo. Ninguno estaríamos nunca a su altura. Supongo que las mujeres iban por la imagen del chico atractivo y misterioso. Si me preguntan, diría que él era lo más alejado de un verdadero chico malo como era posible para cualquier tipo.
Él se desgastaba con dos o más trabajos para mantenerse, además respetaba a las mujeres más que cualquiera que conociera. Siempre era el primero en saltar y patear traseros si algún idiota ebrio molestaba a una chica, y sabía qué decir para hacerlas felices. Simplemente amaba todo sobre las mujeres, y ellas amaban todo sobre él.
—¡Jin! ¡Mi hombre! —Jimin saltó hacia adelante, prácticamente tacleando al recién llegado—Gracias a Dios que no renunciaste también. Parece que tenemos el piso esta noche para nosotros solos. ¿Te pusiste el suspensorio?
Cuando cerró su mano en un puño y fue a golpear a Jin en el paquete, éste le golpeó la mano. —Oye, eso no es un juguete, princesa. Una suertuda señorita podría necesitar usarlo luego.
Jimin ladeó una sonrisa. —Sabes que te estás reservando para mí. —Él realmente lo atacó entonces, frotándole la pierna.
—Esta noche no, cariño —Con voz tranquila Jin lo empujó hacia atrás por la frente—. Tengo dolor de cabeza.
—Vamos, deja que te haga sentir bien.
Mientras ellos se alejaban aun bromeando de un lado a otro para abrir las puertas principales, Jungkook miró en mi dirección. —No bromeabas sobre lo del suspensorio, ¿verdad?
Reí. —No. No era broma.
Él palideció. —Eso era lo que me temía.
Media hora más tarde, ya nos encontrábamos abarrotados con chicas que sorbían sus bebidas elegantes a mitad de precio, y penes imbéciles esperando cosechar los beneficios. Vi al nuevo chico cobrar unas bebidas, sonriendo con inquietud a una clienta que le dio su número de teléfono junto con la tarjeta de crédito. Una vez que ella se dio la vuelta, él arrojó el pedazo de papel discretamente en el bote de basura.
Me le acerqué lentamente cuando estiró la mano hacia la boquilla equivocada para hacerle un Tom Collins a la próxima chica que era incapaz de apartar sus ojos de él y lo corregí en silencio, tomando su mano para que alcanzara la palanca del dispensador correcto.
—Eres bastante popular esta noche. Se supone que Jin y Jimin son los geniales aquí, pero cada mujer que viene al bar nos ignora para mirarte a ti.
Concentrando sus ojos en su labor, murmuró—: Ve por ellas, no estoy interesado.
Cuando estuve a punto de informarle que podía mandármelas la próxima vez que una chica quisiera darle su número, atisbé una cara familiar acercándose a la barra. Aliviado de saber que alguien estaba ahí para verme, y no a Jungkook, salté hacia adelante con una sonrisa lista.
—Ahí está mi fan favorita. —Me incliné a través de la barra para mirar de cerca a Sung Ji Yeon.
—Hola —dijo distraída, alejándose de inmediato de forma que pudiera estirar la cabeza y asomarse detrás de mí para darle un vistazo a Jungkook—. ¿Quién es el chico nuevo?
Cuando sus ojos brillaron con lujuria pura, rechiné los dientes y quemé a Jungkook con una mirada letal. Él simplemente sonrió como si estuviera divertido con mis celos. Su leve encogida de hombros parecía decir: Oye, ¿qué quieres que haga al respecto?
De ninguna forma iba a dejar ir a mi fan favorita. Así que me volví a Ji Yeon y mentí entre dientes—: Ese es "el loco Choi". Acaba de salir de la cárcel. Tiene dos hijos fuera del matrimonio.
Pero la mentira no pareció desalentarla en lo más mínimo. Siguió mirándolo e incluso revolvió su cabello antes de mover los dedos hacia él en un empalagoso saludo antes de presentarse.
Por favor. No pensaba que el chico era tan guapo, pero aparentemente era alguna maldita clase de afrodisíaco para las mujeres.
Sin embargo, la acosadora mirada de Ji pareció disgustarlo, porque añadió amablemente—: Tres niños. Tenemos a otro en camino.
Sonreí decidiendo que el muchacho podría ser agradable después de todo.
—¿Dónde está tu amiga esta noche? —le sonreí a Ji tomando su mano para jugar con sus dedos y traer su atención de vuelta a mí— ¿Sigue en pie lo de ese trío?
Ella finalmente apartó la mirada de Jungkook. —Oh, lo siento. Seulgi tenía clases de baile esta noche. Así que tendremos que hacerlo en otro momento. Pero sí, no te preocupes. Aún está de acuerdo con ello. Ha estado obsesionada contigo durante meses. Desde que los presenté en esa fiesta después del último partido, no deja de hablar de ti. Es tan molesto.
—Habla de mí, ¿eh? —Una sonrisa se extendió por mi cara alimentando un poco mi ego al saber que alguien todavía me prefería antes que al maldito Jeon Jungkook. Y su nombre era Seulgi. Lindo.
—Bueno, odio hacer sufrir a una chica. ¿Qué dices si conectamos en algún momento? Pronto.
—Seguro. —Su mirada volvió a Jungkook mientras seguía hablando—: ¿Irás a la fiesta de los de la facultad de cine?
—¿La del próximo fin de semana? —gemí— Me estás matando, Ji Yeon. Necesito algo antes de ese viernes.
Dejó escapar un enojado suspiro. —Bien, bien. Veré lo que puedo hacer.
—Eres la mejor. —La acerqué para un beso rápido en la mejilla—Gracias.
—Sí, sí. Solo asegúrate de llevar también a tu nuevo amigo a la fiesta.
Iba a decirle que no intentara nada con Jungkook, ya que él parecía unido a su novia, pero Jimin apareció por detrás de ella.
—¡Sung Ji Yeon! —exclamó al mismo tiempo que ponía el brazo alrededor de los hombros de la chica. —¿Ya estás lista para darme otro paseo?
Resoplando, ella se apartó de su abrazo y lo amenazó con la mirada. —Todavía no he perdido la razón, así que no. Jamás. Tócame otra vez y patearé tus pelotas hasta la garganta.
Mientras se alejaba, dejé escapar un bajo silbido y una mueca de dolor por solo pensar en ello. Jimin tenía algún tipo de talento, era el único hombre que conocía que podía molestar a la reina del sexo casual. Sung Ji Yeon nunca se enojaba con ningún tipo, por nada. Me hizo preguntarme qué demonios le había hecho para ofenderla. Por otra parte, era Jimin. Las posibilidades eran infinitas.
Después de verla alejarse, él se giró para sonreírme. —Me desea. Estaba preguntando por mí, ¿no?
—Entre coquetearme, mirar a Jungkook, y engancharme con una de sus amigas, no, tu nombre no salió ni una vez.
—Engancharte, ¿eh? ¿Quién es su amiga? ¿La doctora Lim?
—Lo juro, si no te callas, seré yo quien pateé tus pelotas hasta la garganta.
—Lo que sea, hombre. Sabes que deseas a tu profesora. —Entonces fue a tomar el lugar de Jungkook y comenzó a coquetear con un par de señoritas sentadas en la barra.
Lo curioso era que él solo se burlaba porque estaba seguro de que no me atraía. Ay, maldición. Debí haberle pedido a Ji Yeon el número de Seulgi. Necesitaba algo, cualquier cosa, lo que fuera con tal de eliminar los repentinos pensamientos de cierta profesora desaliñada de mi cabeza. Porque si esto continuaba, sin duda me encontraría en un tazón de mierda lleno de problemas.
Cuando llegó la hora de cerrar, puse a Jungkook en el turno de limpieza. Mientras fregaba la mesa, sonó su teléfono. Lo sacó del bolsillo y, lo juro, tan pronto como vio el identificador de llamadas en la pantalla, su cara se iluminó como un niño en la mañana de navidad.
—Si Yeon —respondió poniendo su voz toda ronca y privada, haciéndome saber que debía estar hablando con su chica. Metiendo el teléfono entre el hombro y la oreja para continuar su trabajo, se rio en respuesta a algo que le dijo ella—. Ha sido... interesante. Te contaré todo cuando llegue a casa. —Hubo una pausa. —¿Ah, sí? —Levantó las cejas, y solo podía imaginar lo que su novia le sugería hacer cuando apareciera por allí, porque todo se encendió en su rostro.
Por alguna razón no fui capaz de apartar la mirada cuando lo vi hablar con ella. Era tan extraño. Los chicos del equipo de fútbol que tenían novias oficiales nunca parecían felices cuando los llamaban para saber de ellos. Rara vez eran fieles a sus parejas y siempre tenían amoríos secretos con otras estudiantes. Me hacía preguntarme por qué siquiera se molestaban en tener una relación.
Ahora que lo pensaba, en mi vida no había crecido cerca de ninguna pareja monógama. Mi mamá rara vez llevó a casa al mismo tipo más de dos veces, y todos los matrimonios en nuestro barrio terminaron en divorcio o viudos. Así que, bien, era raro para mí ver a un chico hablando con su novia como si no quisiera hablar con nadie más en el mundo. Y también se veía tan malditamente feliz por eso. Era un poco dulce.
Cuando colgó, aún sonriendo, Jungkook guardó el teléfono y volvió a su trabajo luciendo como si acabara de ganar la copa del mundo o algo así.
—¿Quién era esa? —quiso saber Jimin cuando se acercó a la barra con un puñado de vasos que debían ser limpiados— ¿Te dieron los números de la lotería o qué?
—¿Hmm? —Jungkook se giró y lo miró— Era mi novia. Quería saber cómo iba mi primera noche.
Otra vez con la dulzura. Era un poco entrañable ver esa pura emoción iluminar su rostro cuando hablaba de ella. De repente me sentí muy curioso por las novias y la monogamia. Tal vez no era tan horrible como algunos de los chicos del equipo lo hacían parecer. Tal vez no sería el fin del mundo establecerse con una persona.
Quiero decir, nunca nadie me había llamado para ver cómo iba mi día. A nadie le había importado. Sabía que mis hermanos y hermana me amaban, pero nunca se comunicaron conmigo solo para tranquilizarme cuando me sentía nervioso antes de un partido, o una gran prueba, o incluso preguntarme cómo había salido algo. No es que yo los molestara con ese tipo de cosas tampoco; tenían sus propios problemas por los cuales preocuparse.
Pero tal vez, no lo sé, tal vez sería agradable si...
—No puede ser, novato, te tienen dominado. —mi mejor amigo resopló y se retiró de nuevo yendo a limpiar mesas mientras Jin barría el piso.
Me di la vuelta y terminé de contar los billetes en la caja registradora, ligeramente mortificado por mis propios pensamientos sobre desear algo más. Otro rápido vistazo a Jungkook, quien tatareaba alegremente (sí, tarareaba) en voz baja, me dijo exactamente el por qué. Él tenía algo bueno y confiable, algo que lo hacía feliz y alegraba todo su día. Ya tenía a alguien que probablemente conocía por dentro y por fuera, y que sin duda lo comprendía también a él. No tenía que fingir que le gustaban sus historias solo para sacarle la camiseta o actuar como un rudo deportista para mantener una fachada. Simplemente podía ser él mismo con ella, y disfrutar la vida.
Por primera vez en mi vida me puse celoso de alguien en una relación comprometida. Resultó bastante incómodo, pero no fui capaz de evitarlo. Jungkook se veía tan malditamente contento. Y yo quería algo así.
Lo quería para mí.
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