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III

Con la garganta seca mientras el ácido en mi estómago hacía saltos mortales, miré a través de los ojos entrecerrados de mi maestra de literatura y su intrigante estructura ósea.

Yo prefería a las castañas de hermoso cabello largo y suelto. Mi profesora mantenía su oscura cabellera hacia atrás, oculta en un apretado moño asegurado en la base de su cuello. Era un amante de los cuerpos altos y esbeltos que les gustaban mostrar sus piernas con reveladoras ropas modernas. Lim era demasiado pequeña, y quizá muy redondeada para mi gusto. O al menos me imaginaba que ella tenía rollitos que quería ocultar. ¿Por qué si no usaría ropa tres tallas más grandes para ella? Además, me gustaba la sensualidad que una mujer confiada y segura de sí misma puede proyectar. Lo digo de verdad, cualquier mujer que se sienta cómoda en su piel, sin importar nada, mucho menos su tipo de cuerpo, es capaz de detener el tráfico. Alguien que sabe usar lo que tiene y puede moverse con la cabeza en alto como si quisiera que cada chico en ochenta kilómetros a la redonda dejara lo que estuviera haciendo para mirarla boquiabierto cada vez que pase, era mi pura definición de sexy.

Lim SeMi no tenía un solo paso coqueto en su repertorio. Ella poseía la sensualidad de una monja.

—En realidad traté, ¿sabe? —solté de una.— Esa fue seguramente la mejor tarea que he escrito. Y no hice trampa como estoy seguro que hizo la mitad de la clase. Leí el libro, las notas de ayuda, los ensayos de muestra. Incluso vi la película. Hice todo el jodido trabajo.

Sentándose en silencio en la silla opuesta a mí, la Dra. Lim me dio una sonrisa tensa. —Y aun así se perdió el propósito de la tarea.

Bueno, mierda, ¿Eso cree? —Tal vez porque no entendí el maldito propósito. Usted es la maestra, ¿qué demonios quería que dijera?

—No era lo que yo quería que dijera; sino lo que usted necesitaba decir.

—¿Lo que yo necesitaba decir? —Soplé una risa. Esto tenía que ser una broma—¿Qué se supone que signifique eso?

—Eso quiere decir que no hizo lo que se le pidió. Quería que hiciera una correlación entre un personaje en la historia y usted. No hizo tal conexión. De hecho, no habló de usted en absoluto.

—Tal vez no sentí una conexión con un puñado de idiotas ricos Americanos en los veintes, lloriqueando sobre el amor perdido mientras ellos extendían el adulterio como si fuera un tipo de caramelo. ¿Cómo debía correlacionar algo cuando no hay nada para correlacionar?

Ella suspiró claramente decepcionada y me miró frustrada con el ceño fruncido. —Señor Kim, la literatura verdaderamente talentosa es de esa manera por alguna razón. Ésta siempre, siempre, encuentra un camino hacia cada persona que la lee. Toma un tema sobre la condición humana y la convierte en su pequeña perra.

Mis cejas se dispararon hasta la línea de mi cabello. ¿Qué demonios?

—¿Acaba de decir...?

—Sí —espetó—. Lo hice. Porque es verdad. Tome una palabra sobre los sentimientos o emociones y será capaz de encontrar el tema para él en El Gran Gatsby. Se lo prometo. —Cuando no hice más que mirarla boquiabierto, ella arqueó una curiosa ceja—. Tiene emociones, ¿no es cierto?

—Estoy teniendo algunas justo ahora. —Y ellas me estaban asustando porque si bien Lim no era del todo "atractiva" ante mis ojos, yo acababa de descubrir mi nueva cosa favorita: Ver su rosada boca formando malas palabras. Era como alguna enfermedad fea y humillante. Quería que lo hiciera otra vez.

Di perra otra vez. Por favor. Solo una vez más.

Pero no lo hizo.

—Bien. Déjeme suponer...—me estudió de arriba a abajo— Está sintiendo frustración. Ira. Odio.

—Uh... —Levanté una ceja. Cerca, pero no tanto.

—Eso está perfecto. Úselas para la tarea.

Al asentarse las palabras, fruncí el ceño. Algo caliente e interesado se derritió dentro de mí. Algo muy similar a la derrota.

—¿Cómo? —pregunté en voz baja.

— Si está frustrado, enojado y lleno de odio por mí, escriba sobre eso; manifieste por qué, luego encuentre la parte donde alguien en la historia comparta esos mismos sentimientos. Analice y explique por qué los experimentó. Haga los dos en uno. Golpéeme todo lo que quiera en papel, pero muéstreme esa correlación que quiero ver y le daré una mejor calificación.

Resoplé y sacudí la cabeza. De ninguna manera. De ninguna jodida manera. —No comprendo, ¿por qué tengo que escribir sobre mis malditos sentimientos?

—Así sabré que usted entiende la historia y lo que pasó.

—Bueno, no entendí la historia. Se lo dije. No tengo nada en común con...

—¡Sí lo tiene! —espetó, golpeando las palmas sobre la superficie de su escritorio antes de ponerse de pie y fulminarme con la mirada— Todos en el planeta tienen al menos una cosa en común con alguno de los personajes en esa historia. ¡Ahora vaya y pruébelo!

Furioso, solo la miré.

— De acuerdo — como si se hubiera dado por vencida con la pelea aspiró con pesadez. —¿Qué hay de esto? Haré su trabajo tan fácil como sea posible para usted.

Sí, solo atiende al idiota. Aparté la mirada, apretando mi mandíbula con rebelión.

—No necesito... —Maldición. Sí, lo necesitaba. Por eso estaba aquí, porque necesitaba ayuda.

—Le daré un tema para que use. Así que... escoja un tema. Cualquiera. ¿Codicia? ¿Poder? —Levantó las manos mientras se encogía de hombros— No lo sé. ¿Cómo se siente cada vez que juega al fútbol?

Mi cara se calentó con ira. —Oh, sí. Me gusta que mencione el fútbol después de decir codicia y poder— Inclinándome ominosamente sobre el escritorio para mirarla, me golpeé con el dedo índice en mi propio pecho—. ¿Usted piensa que todas las razones para estar en este campus es solo un viaje codicioso de egoísmo y poder? Bueno, no sabe una mierda, señorita. No me conoce en absoluto.

Se fue hacia atrás en su silla. Finalmente evitó mis ojos y su lengua salió para humedecerse los labios. En una voz mucho más calmada murmuró—: Lo siento si lo ofendí —Lo cual totalmente me conmocionó y me hizo retroceder un paso para hundirme en mi lugar y mirarla asombrado—. Pero sinceramente no tengo idea de lo que el fútbol es para usted, así que, ¿por qué no me lo cuenta? Una palabra. ¿Qué es ese deporte para usted?

Mi aliento se volvió dificultoso cuando bajé la vista hacia mi mano empuñada en mi regazo.

—Desesperación.

¿Por qué dije eso? Era la verdad cien por ciento pero ¿por qué le confesaría eso a ella?

Cuando me atreví a levantar la mirada, me sorprendí de encontrar que se veía igual de asombrada.

—Vaya —Carraspeó, sus ojos amplios del shock—. No esperaba que dijera eso.

—No es como que quise hacerlo.

—Aún así, tengo la sensación de que es lo más honesto que ha dicho desde que entró en mi oficina.

Siseando, me desplomé más en mi silla. —Entonces, ¿qué hago con el tema de desesperación?

Aparentemente menos contrariada, la Dra. Lim se inclinó hacia adelante, sus ojos iluminados con un brillo de entusiasmo.

—Sigue lo más fácil. Encuentre un momento de la historia donde alguien se sienta desesperado, al borde, como si nada estuviera bajo el control de él o ella. Explique por qué, entonces dígame cómo entiende esta emoción y cómo puede relacionarla al escuchar todas las razones por las que se siente o se ha sentido desesperado, al borde, y como que nada está bajo su control.

Eso debería ser fácil. Me sentía de esa manera casi todos los días. Con todo. Demonios, me estaba sintiendo así justo ahora, pero aun así...Era demasiado, la mujer podría también pedirme que le desnude mi alma.

Abriendo las pestañas, le disparé un fruncimiento de ceño— ¿Y no tiene ninguna aprensión sobre el hecho de que esta tarea es totalmente intrusiva e infringe en la privacidad de una persona?

—Ninguna en absoluto. —Su sonrisa brillante me atrapó fuera de guardia.

Qué extraño. La Dra. Lim Se Mi tenía una sonrisa vibrante. Eso me dejó sin aliento y tambaleante.

No quería que pasara, pero mis labios se curvaron en admiración reacia.

—Es un poco mala, profesora.

Eso pareció complacerla. Enderezó su espalda y se pavoneó. —Apuesto que acabo de impulsarlo a escribir el mejor jodido trabajo que jamás ha escrito.

Maldición, amaba la manera en que ella maldecía.

Esta vez me reí entre dientes. Me gustaba mucho cómo hoy seguía sorprendiéndome. Actuaba tan puritana y seria en clase, como si una mala palabra nunca hubiese dejado sus labios santos.

—Tal vez —murmuré, mirándola bajo una nueva luz—. Ya veremos. ¿Qué tan pronto lo necesita?

—Tan pronto como sea posible.

Con un suspiro me puse de pie—. De acuerdo, Dra. Lim. Tendrá el mejor maldito trabajo que jamás he escrito en sus manos tan pronto como sea posible.

—Excelente —También se levantó—. Eso es todo lo que pido.

Vamos. Ella era una cosita sarcástica. No quería que me gustara eso, pero sin duda ya lo hacía.

Titubeé ante el silencio incómodo que pasó entre nosotros. Si ella fuera un hombre, seguramente habría extendido mi mano y se la habría estrechado, agradeciéndole por la segunda oportunidad que me acababa de dar. Diablos, si fuera una mujer mayor, o tal vez otra mujer, podría haber hecho lo mismo. Pero con ella, justo entonces, se sentía... prohibido. Travieso.

Profesora dura y puritana o no, había algo sobre la suave curva de su rostro de porcelana con unas casi invisibles pecas espolvoreando sus mejillas que iban bien con esos labios llamativos.

Supe entonces, y de manera instintiva, que nunca debería tocarla.

Ella tuvo que haber sentido mi nerviosismo porque se removió y aclaró su garganta sin hacer contacto visual. —Bueno, asumo que eso es todo lo que necesita.

—Sí. —Con un simple bamboleo de la cabeza, murmuré—: Gracias. — Me giré, pero justo antes de dejar la pequeña habitación apiñada con estantes de libros, me detuve y miré hacia atrás—. Y estoy..., usted sabe, arrepentido por llamarla tirana más temprano.

—¿Qué? ¿Está rescindiendo de lo que podría ser el más lindo cumplido que he recibido de un estudiante en todo el semestre?

—Sí, lo estoy. Fue grosero e inmerecido. Y me disculpo.

En respuesta pestañeó mucho contra la parte superior de sus mejillas. Cuando una humedad brilló como un fino lustre sobre sus ojos, entré en pánico. No quería hacerla llorar.

Pero wow. ¿Quién sabía que podía en realidad hacer llorar a la dura e inexpresiva Dra. Lim? No debía ser ni de cerca tan dura como hacía creer allá fuera. Me hacía preguntarme cuan suave podía ponerse.

Lo cual estaba mal. Mal, mal, mal.

—Disculpa aceptada —murmuró con voz repuesta mientras hacía una señal hacia la puerta para hacerme saber que me hallaba excusado.

Dudando otro segundo, estudié sus delicados rasgos, aún maravillado de que fuera lo suficientemente mayor para ser profesora de universidad. Si no actuara tan arrogante y usara ropa tan desaliñada, probablemente la habría confundido con una estudiante de último año y ya habría coqueteado con ella para este momento. No me habría detenido de perseguirla tampoco, no hasta que se diera por vencida y me dejara tener un parte de ella, porque mi tipo o no, había algo que me atraía.

—¿Cuántos años tiene? —solté antes de poder detenerme.

Oh, oh. ¿Por qué había preguntado eso? No hacía ninguna diferencia la edad que tuviera mi maestra.

Levantando sus cejas con lo que era irritación o diversión, no podía saberlo bien, escupió—: No es de su incumbencia.

—Claro.

Ella apretó sus labios y entrecerró los ojos.

—Váyase antes de que le dé un castigo.

Me quedé sin aliento. —S-sí.

Era momento de salir de ahí. Ahora.

Feliz mitad de semana. Les quiero.

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