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II

No puedo decir que me sorprendió oír a Kim Namjoon llamarme arrogante y amargada tirana. Hubiera estado muy sorprendida si me hubiera defendido.

"Es una profesora increíble; he aprendido mucho de ella. Me siento como si su impacto en mi vida hubiera ayudado a mejorar la calidad de lo que soy como persona"

Sí, eso nunca iba a suceder.

Cuando Kim y su pequeño discípulo se dieron la vuelta debido a mi carraspeo, un sorpresivo calor bochornoso inundó mis miembros.

—Déjeme adivinar —murmuré con frialdad, o al menos en un tono que esperaba sonara glacialmente helado, como si no me importara su opinión. —. Usted está ligeramente molesto por la calificación que recibió en su ensayo.

Sus ojos alargados, casi como los de un dragón de cualquier novela de fantasía, se estrecharon duramente. —Tiene un gran talento, Dra. Lim. Es como si pudiera leer mi mente.

No parecía arrepentido por haber sido sorprendido atacándome. Ni avergonzado. Ni siquiera fingía sentir un ápice de remordimiento. Simplemente me miró enojado; me preguntaba si había sabido todo ese tiempo que yo había estado caminando detrás de él y quería que escuchara su insulto.

Junto a él, el jugador de fútbol que tenía introducción a la literatura conmigo se alejó un paso, disociándose a sí mismo de su amado compañero. Chico listo.

—Bueno, tal vez cuando reciba su doctorado, también aprenderá el arte de la telepatía, señor Atleta Estrella.

Sus iris brillaron con odio al tiempo que movía la mandíbula y apretaba los dientes. Los dos sabíamos que sus logros académicos nunca subirían tanto; no se encontraba aquí más que por el fútbol. De hecho, apuesto a que si comprobaba sus registros iba a encontrar algo parecido a bordado como su carrera. Pero Kim Namjoon era un luchador. Se negaba a recostarse y aceptar mis golpes verbales.

—Si recibir un doctorado me convierte en una mujer amargada que reprueba sin razón alguna a los hombres que no se lo merecen, entonces prefiero pasar. Gracias.

Manteniendo la barbilla alta, di un paso más cerca de él. —Como he dicho en clase, si tiene alguna pregunta acerca de su puntuación, siempre puede hablar conmigo al respecto. Estoy en mi oficina todos los días de tres a cinco, disponible para hablar con cualquier estudiante serio.

Por el disgusto en su mirada, sabía que nunca iría a cualquier lugar cerca de mi oficina. Gracias a Dios. Estar encerrada a solas con él me haría entrar en pánico, literalmente; un ataque de pánico a gran escala. Me recordaba demasiado a alguien de mi pasado. Lo peor era que Namjoon incluso me afectaba de la misma manera en que esa persona lo hacía inicialmente. Odiaba la forma en que sus ojos hacían que mi cuerpo se calentara con todo tipo de respuestas inapropiadas, y también la forma en que la curva de sus labios me hacía querer tocarlos con mi propia boca, preguntándome cómo se sentirían al estar presionados. Por encima de todo, detestaba nunca haber superado mi obsesión de la escuela al fijarme en el deportista líder.

Debe ser algo de la selección natural e interna que no podía controlar. La supervivencia del más apto me llevaba hacia el hombre más fuerte, saludable y atractivo que parecía más apropiado para la reproducción de la especie. El hecho real de que él fuera el mayor en edad de toda su generación tampoco ayudaba en lo absoluto.

—Tal vez lo haga —murmuró.

Y ¡Dios mío! Hasta su voz me hacía temblar. Hizo que algo bajo en mi abdomen se apretara y luego zumbara, como la vibración silenciosa de un timbre. ¡Ding dong! ¿Hay alguien en casa? ¿Quieres venir a jugar?

Argh, ¿por qué? ¿Acaso mi primer desastre con una estrella del fútbol durante mis años de estudiante no me enseñó nada? Era exactamente el tipo de persona del que necesitaba mantenerme lo más lejos posible. Además, se trataba de un alumno. No importaba que la diferencia de edad no fuera tanta, todo el asunto de la atracción era inmoral. Y yo siempre había sido ética. Profesional. Diablos, había salido del vientre en calma, sensible y ordenada. Seguí todas las reglas y políticas a la perfección. Nadie, y lo digo en serio, nadie, torcía mi mundo como lo hacían esos malditos chicos guapos del fútbol. Por esto exactamente me molestaban los que descontrolaban todo en mi interior.

—Entonces supongo que más tarde lo veré en mi oficina —desafié, para luego alejarme de él inmediatamente. Iba en la dirección equivocada pero no me importaba. Tenía que escapar.

Su burlón resoplido me siguió diciéndome que sabía que yo corría asustada. El arrogante pensaba que por ser un atleta merecía un el mundo a sus pies. Todos en la universidad lo trataban de esa manera, desde estudiantes hasta profesores e incluso el rector. Para ellos, Kim Namjoon no podía equivocarse. Para mí, él todavía no podía escribir un ensayo de literatura decente ni aunque su vida dependiera de ello.

Tomé mi almuerzo al exterior para calentarme bajo un roble al que el aire primaveral le ayudó a brotar una gran cantidad de pimpollos verdes entre sus ramas. Me gustaba cómo los rayos de sol se filtraban a través de ellas y echaban charcos cálidos de color en la hierba a mi alrededor. Cómoda junto al acogedor paraguas de la sombra y luz, saqué mi tableta para retomar la lectura de la historia que había empezado antes de venir hoy al trabajo. Como una anti romántica empedernida, actualmente devoraba todo lo que terminara en tragedia.

Dos capítulos, y medio sándwich más tarde, justo cuando decidí que la protagonista debería morir para que todo se solucionara, mi celular sonó desde el maletín que usaba como una mesa improvisada. Me demoré unos segundos en sacar la comida, migas y lector de libros electrónicos antes de que pudiera abrirlo y comprobar mi identificador de llamadas. Al ver el número de mi madre en la pantalla, se me tensó el estómago.

Me aclaré la garganta y respiré hondo antes de contestar. Puedo hacer esto. Puedo hacer esto. Puedo hacer esto.

—¿Hola?

—SeMi —Solo escuchar su voz frígida hizo que mi corazón retumbara con fuerza en una combinación de esperanza e intimidación—. Como sabes tu padre tuvo su último tratamiento esta mañana.

Tragando el trozo de pan repentinamente seco que estaba masticando, asentí. —Sí, yo... iba a llamar después de mi clase. ¿Cómo fue?

En los últimos dos años, la diabetes de mi padre había progresado tanto que acababa de terminar una temporada de seis semanas de terapia de oxígeno, visitando una cámara hiperbárica dos veces al día para recuperarse de una herida desagradable que tuvo en la pantorrilla. Si no se curaba después de su último tratamiento de esta mañana, el médico posiblemente insistiría en amputarle la pierna.

Así que...sí, ese era más o menos el panorama. Por lo que contuve el aliento y esperé a que mi madre me contara el pronóstico.

—Quieren extender su terapia otras dos semanas.

Exhalé una bocanada de aire.

—Eso es...eso es bueno, ¿cierto?

—¿En serio? —El tono de mi madre sugirió que yo era una "inútil egoísta malhumorada de porquería", como ella solía llamarme.

—Yo...

—¿Y cómo es esto bueno, Se Mi? La salud de tu padre sigue en riesgo, ¿y ti te alegra?

Me sonrojé. Incluso a los treinta, siendo independiente, teniendo mi propio apartamento y dando clases en una universidad de primera categoría, todavía le daba el poder para convertirme en una idiota llorona con una sola pregunta.

—No... —Tanteando ciegamente, usé la servilleta libre de migas para limpiarme la cara. Mis palmas comenzaron a sudar, así que las froté para que se secaran pronto— Yo me refería a...

—Deja de tartamudear. ¿Querías hacerte la graciosa? Esto no es algo para bromear.

—Pero no quise decir...—Maldita-sea. ¿Por qué las palabras para defenderme siempre me fallaban cuando atacaba la Dra. Lee Hye-young? Al final murmuré—: Tienes razón. Pido disculpas.

Ella resopló con irritación lejos de ser un indulto. —Sabía que estudiar esa basura de literatura te convertiría en una idiota vulgar. Debiste hacernos caso cuando te dijimos que te encaminaras hacia la administración corporativa. Algo razonable y que vale la pena.

Estudiar literatura había sido mi única gran rebelión, y mis padres nunca me perdonaron por ello. En pocas palabras, estuve tentada a apaciguarlos al entrar en finanzas o logística empresarial, pero nunca habría sido capaz de traicionar mi devoción por la escritura. Y la única cosa a la que no me sometí, los llevó a su desprecio eterno.

Si dependiera de mí, habría estado satisfecha con una licenciatura educación. Habría estado bien con compartir mi amor por las historias con niños de primer grado. Pero hice un programa de doctorado para apaciguar al CEO Lim y su mujer, la neurocirujana Lee. Sin embargo, no parecía importar lo que hiciera. Mis padres nunca habían estado "orgullosos" de mis logros. Nunca mostraron su aprobación. Siempre exigían algo más grande y mejor.

Pero su desaprobación constante se hacía agobiante. Por una vez, ojalá pudiera ser simplemente lo bastante buena ante sus ojos. Lamentablemente hoy no iba a ser ese día.

—Uno pensaría que con tu profesión serías capaz de dominar las palabras que salen de tu boca con un poco más de respeto y decoro.

—Una vez más, lo siento. Yo...

—Las disculpas son para los imperfectos, SeMi—Dejó escapar un suspiro de disgusto—. Te voy a poner al día con el pronóstico de tu padre cuando lo considere necesario.

Desconectó la línea antes de que pudiera decir una palabra más.

Un resoplido fue todo lo que salió de mí. No había un estimado para saber cuánto tiempo pasaría antes de que volviera a contactarme. Yo ya estaba al tanto de que no contestaría si intentaba llamar de nuevo para darle una disculpa elocuente que no sonara como la disculpa de una hija "imperfecta e idiota". Solo esperaba que ella fuera lo bastante misericordiosa para mantenerme actualizada acerca de mi padre.

Esta vez cuando levanté la servilleta, me limpié la base de las pestañas en lugar de mi boca. Tenía que dar otra clase en quince minutos; no quería aparecer con los ojos hinchados y húmedos. Si mis padres me habían enseñado algo, era que una imagen digna significaba todo. Después de guardar mis cosas, tirar el resto de mi almuerzo y sacudir las migajas de mi regazo, opté por regresar al departamento de literatura para terminar mis últimas dos clases del día.

La tarde pasó lentamente, y más de una vez, tuve que morderme el interior del labio para no pensar en la conversación que había tenido con mi madre. Las buenas noticias eran que eso desvió mi mente de un cierto cretino de ojos intensos que quería odiar. Aunque debí saber que él iba a encontrar una manera de entrar de nuevo en mi día. Después de todo, los cretinos de ojos intensos tenían el talento de hacer eso.

Por ahí de las tres entré en el santuario de mi oficina. Hice una pausa en el umbral y aspiré el aroma de los viejos libros que cubrían las paredes. Deslicé cuidadosamente mi maletín en el hueco entre el escritorio y la pared donde siempre lo guardo, y apoyé mi trasero en el cojín de la silla. Entonces y únicamente entonces, solté un pequeño gemido de placer.

Al mismo tiempo que eso ocurría, alguien golpeó a la puerta abierta de mi oficina. Por un breve instante mi corazón saltó en mi garganta. Si Kim Namjoon en realidad había aceptado mi invitación para hablar de su ensayo esta tarde, yo iba a tener una insuficiencia cardíaca.

Casi me desmayé de alivio cuando vi al jefe de área. Gracias a todos los cielos.

—Dr. Gong —Me puse de pie, alisando mi falda—. Por favor, entre.

—Dra. Lim —saludó con un movimiento de cabeza antes de ir directamente a su punto—. He oído que estás siendo dura con Kim Namjoon.

Ay no, tenía que ser una broma.

No estoy segura de qué era peor; que Kim Namjoon visitara mi oficina, o que lo hiciera alguien preocupado por Kim Namjoon.

Sacudiendo la cabeza, le ofrecí al Dr. Gong una sonrisa confundida y tensa. —¿Dónde ha oído eso?

—Su entrenador se contactó conmigo hoy.

Apreté los dientes. ¿Quién lo hubiera dicho?; el arrogante se quejó con alguien acerca de mí. ¿Por qué no me sorprendía?

La cara del viejo Gong Jeong mostraba desaprobación, y por desgracia, él ya tenía una de esas caras que parecían condenar sin ninguna ayuda. Con una nariz grande y plana, las arrugas del entrecejo permanentes y una papada carnosa que caía con una desaprobación rotunda; cuando él fruncía el ceño se veía completamente acusador.

Haciendo caso omiso de la necesidad de volver a mi asiento y empezar a pedir disculpas por mis errores, me obligué a dar un rígido asentimiento. Esto era por las deficiencias de ese chico, no las mías. Aun así, se sentía como si estuviera confesando un pecado cuando le contesté:

—Él no se está esforzando lo suficiente.

Dr. Gong se sentó en la silla frente a la mía dejándome inquieta delante de él. Fue algo bueno que siguiera su ejemplo porque lo que dijo luego dejó muy débil mis rodillas para permanecer en posición vertical.

—Tenía mis dudas cuando el consejo te contrató, señorita Lim. Alguien tan joven e inexperta... —Sacudió la cabeza y suspiró— Sabía que iba a causar problemas, pero la referencia que nos dio tu antigua profesora fue impecable. Ella habló tan bien de ti que yo esperaba, bueno, tu sabes, otra cosa. No estoy seguro de que entiendas muy bien la gravedad que tendría el reprobar a este estudiante. Estábamos invictos esta temporada hasta las eliminatorias, y es posible que todavía no lo veas, pero el soccer es la columna vertebral de esta universidad.

—Lo sé bien.

—No, no lo haces. Si el equipo consigue el campeonato divisional este año, nuestro poder de patrocinio se iría hasta el techo; lo que significa que si más estudiantes se interesan por nuestra universidad y toman cursos de...no sé, escritura creativa y entra más dinero, es una oportunidad para aumentos de sueldo. En esencia, si ayudas a este chico, te ayudas a ti misma y a todo el mundo en el campus. Él es la clave para una mejor universidad, SeMi. Buenas calificaciones son lo único que pueden mantenerlo aquí, y no vamos a arruinar su carrera deportiva solo por ser demasiado estrictos, ¿verdad?

Tuve que pellizcarme la pierna para abstenerme de resoplar en su cara. ¿Enserio? Un chico que escribió un ensayo desastroso, ¿era la clave de todo? Muy dramático, viejo.

Discurso dramático o no, mis pobres oídos resonaron de conmoción. Me di cuenta desde el primer día aquí que los deportes en el campus dominaban todo lo demás, pero me decepcionó oír al jefe de departamento hablar al respecto con tanta franqueza. ¿Qué hay de una calificación honesta? ¿La integridad? ¿La Educación?

—Entonces, ¿me dice que lo apruebe, sin importar que esté fallando?

—¡Por supuesto que no! Pero estoy seguro de que hay algo que puedes hacer para que no falle. Eres maestra. ¡Por el amor de Dios, enséñale al chico!

—¡Lo hago! Dr. Gong, él es...

—Bueno, es obvio que no lo estás haciendo bien si él no está mejorando. Tu clase es la única que está fallando. La pregunta es: ¿Por qué?

Quizá porque todos los profesores le aprobaban sin importar lo mal que lo hiciera en realidad. Puede que ya hayan recibido el mismo sermón que yo ahora.

—Yo... —Negué con la cabeza, mi cara se calentó a un nivel abrasador.

¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a culparme por esto? Ni siquiera podía defenderme. Al ser el miembro más nuevo de la universidad no podía ir a quejarme con nadie acerca de él sin poner en riesgo mi trabajo. Además, ¿a quién diablos conocía yo para quejarme por no compartir sus opiniones sesgadas?

Dios, odiaba nunca poder defenderme contra nadie.

—SeMi, estoy preocupado por ti.

Quería darle una bofetada. El idiota no se preocupaba por mí. Y no me gustaba su falsa táctica para hacerme entender. Me había cabreado el hecho de que cuestionara mis habilidades como maestra.

Cruzando las manos, se inclinó hacia delante. —No quiero que nadie te guarde rencor si es tu culpa que Namjoon se ve obligado a abandonar los estudios y por ende, al equipo. Después de unos años aquí, cuando trates de conseguir ser titular, necesitarás que los otros miembros de la facultad voten por ti. Ellos no lo harán si tú sola arruinas nuestra primera oportunidad en años para ganar un campeonato.

El hielo corrió por mis venas, pero hice lo mejor que sabía hacer: asentí en conforme humildad. —Entiendo.

—Bien. Esperaba que lo hicieras. Ahora me gustaría que tú...

Nos interrumpió un golpe en la puerta.

Genial. Me preguntaba quién podría ser ahora. Mi suposición era que la Parca venía a llevarse mi maldita alma. Cuando miré hacia la puerta, sin embargo, deseé que hubiese sido la Parca, porque al menos él podría haberme sacado de mi desdicha.

La presencia de Kim Namjoon sólo se añadía a la misma.

—Bueno —Pareciendo sorprendido, el Dr. Gong se puso de pie y sonrió con encanto al recién llegado—. Hola, muchacho. ¡Qué agradable sorpresa!

Puse los ojos en blanco, al instante me sonrojé cuando Namjoon me miró y atrapó mi respuesta inmadura al saludo lameculos del viejo manipulador.

—Disfruté mucho ese último partido contra la universidad nacional —le decía el superior—. Ese pase que le hiciste a Park Jimin al final, con el que metió el gol que ganó el juego, fue increíble. Juraba que iban a echarte.

Namjoon miró al hombre mayor durante un segundo. Luego me dirigió un vistazo rápido antes de volverse hacia el decano. —Bueno... me sacaron tan pronto como pateé el balón.

—Pero aun así lograste que tu compañero lo recibiera. Eso es todo lo que importaba. Qué gran talento tienes, hijo.

Namjoon asintió respetuosamente. —Gracias, señor. —Me miró de nuevo— ¿Es un mal momento?

—No, no —respondió Gong "el idiota" por mí—. Vamos, entra. Estoy seguro de que tú y la Dra. Lim tienen mucho de qué hablar. Así que los dejo.

Espera, ¿qué? ¿Tenemos de que hablar?

El decano me lanzó una mirada directa antes de encerrarme dentro de mi oficina. A solas. Con Kim Namjoon.

—¿Quién era ese tipo? —preguntó mi estudiante, alejándose de la puerta cerrada y enviándome una mirada perpleja.

Entrecerré los ojos preguntándome si de verdad no tenía idea de quién era el hombre o si trataba de jugar conmigo.

—Ese era el Dr. Gong Jeong hwan. Es el decano del departamento de literatura —Cuando Namjoon solo parpadeó, sin mostrar entendimiento, suspiré con impaciencia—. Es mi jefe.

—Oh. Entonces, ¿cómo sabía quién era yo?

—¿Acaso existe alguien en este lugar que no sepa quién es usted, señor Kim?

Sus fosas nasales se dilataron mientras respiraba. Podía verlo frenar su temperamento al tiempo que movía la mandíbula y se centraba en el teclado de mi escritorio. Su proceso calmante debió de haber funcionado, porque lo único que me dijo fue:

— De acuerdo —Entonces miró la silla que había abandonado el doctor, pero no se sentó—. Así que... he venido a hablar con usted acerca de mi último ensayo, si tiene un minuto —Me sonrió—; como dijo que yo debía hacer.

Asentí sin hacer contacto visual. —Bueno, al parecer debo hacerme tiempo para usted ya que mi jefe acaba de amenazar mi trabajo si no saca las notas mínimas por mi culpa.

—¿En...en serio? —parecía genuinamente sorprendido cuando echó un vistazo hacia la puerta donde había estado de pie el Dr. Gong. Confundido, se volvió—¿Por qué haría eso?

—¿Por qué cree usted que lo haría, señor pase impresionante?

Se sonrojó. Era difícil saber si el color abrillantado en su piel oliva se debía al shock, la culpa, la vergüenza, o qué; pero apretando los dientes, espetó—: Yo no fui a quejarme con nadie si eso es lo que está insinuando.

No importaba si lo hizo o no. De todas formas fui advertida. Ahora debía comportarme según las estúpidas reglas injustas del Hombre. Pero nadie dijo que no podía desquitar mi enfado con el estudiante al que me obligaban a aprobar.

—¿Sabe?, me parece irónico que usted sea el que realiza las mediocres tareas de escritura y yo sea la regañada por ello.

Si Kim Namjoon tuviera plumas, juro que se habrían erizado. Parecía tan ofendido que yo quería animar mi capacidad para hacerlo enfadar.

—Mire, no le pido un trato especial solo porque a su jefe parece gustarle la manera en que juego a la pelota.

—Sin embargo, a pesar de nuestros deseos, va a recibir ese trato.

—¿Sabe qué? Jódase. Usted me dijo que viniera aquí si necesitaba ayuda. Y aquí estoy. Pero es obvio que no quiere ayudarme, así que muchas gracias por hacernos perder el tiempo.

Cuando se dio la vuelta entré en pánico. Cabrear al decano durante mi primer semestre como profesora no sería un buen augurio para mi futuro. Tenía que calmar las erizadas plumas del chico. Ahora.

—Kim, siéntese.

—Ni lo sueñe.

Maldita sea, él y yo estaríamos jodidos si atravesaba esa puerta.

Apretando los dientes, me puse de pie—:¿Quiere aprobar mi clase o no?

Por último, se detuvo y miró hacia atrás. Cuando atrapé el destello de vulnerabilidad y orgullo terco en su expresión tensa, me ablandé. ¡¿Por qué?! ¿Por qué tiene que hacer algo así de humano? Las personas fuertes y obstinadas que muestran una debilidad siempre me derretían como el azúcar en el agua caliente.

—Siéntese —solté de nuevo en voz baja con tono de disculpa. Señalando a la silla, más tranquilamente añadí—: Por favor.

Con su quijada tensa cerró los ojos y murmuró algo incoherente antes de volver a cerrar la puerta y sentarse con una mirada petulante. Al tiempo que tamborileaba los dedos con impaciencia en su rodilla vestida con vaqueros, levantó una ceja, diciendo en silencio: ¿Y bien? Enséñeme ya.

No tenía idea de cómo iba a lograrlo, pero estaba decidida a hacer que Kim Namjoon se ganara el aprobado que me obligaban a darle. Sólo que, claro, tampoco se lo haría fácil.

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