I
Las náuseas se arremolinaron a través de mí mientras miraba la hoja en mi mano.
Ella me dio otro 72. Yo realmente lo había intentado. Planté mi trasero en una silla, concentré toda mi atención en la tarea y escribí las cinco páginas de mierda que eran requeridas. Tampoco hubo una sola línea plagiada en todo el ensayo.
¿Y todo fue por un mediocre 72?
—Increíble —siseé entre dientes.
—¿Dijo algo, señor Kim?
Levanté mi rostro de la nota en tinta azul en mi ensayo para encontrar un par de cejas oscuras arqueadas con petulante supremacía. Una mirada aguda me penetró desafiándome a cuestionar mi calificación.
Con la mandíbula apretada, negué con la cabeza; mi cuello tan rígido por la mentira que apenas podía moverlo.
—Nop —mi voz lo suficiente baja fue apenas audible—. No dije nada. —Ni una maldita cosa.
La Dra. Lim me miró por un segundo más de forma maliciosa. Sabía que la estrechez en mi expresión y dientes apretados solo alimentaban su ego, pero no podía evitarlo, como tampoco pude evitar la manera en la que mis ojos traidores trataron de vislumbrar la figura de su cuerpo cuando ella se dio la vuelta y continuó por entre la fila de escritorios para entregar el resto de los ensayos calificados. Afortunadamente, el dobladillo de su chaqueta desaliñada era lo demasiado -exageradamente- largo para cubrir la parte trasera de su falda; porque no estoy seguro de que en este momento pudiera apreciar en ella algo más que su soberbia.
Pero enserio, sé que no soy quién para opinar sobre la vestimenta de absolutamente nadie, salvo que, la situación de esta mujer era preocupante. Como una niña invadiendo el armario de sus abuelos para jugar a disfrazarse, ella vestía de enormes hombreras y mangas enrolladas hasta sus codos. Estuve tentado a decirle que llamaron los ochentas y querían recuperar su chaqueta. Eso probablemente ganaría unas risas burlonas de la clase; tal vez lograría que se ruborizara o alguna mierda que de seguro me haría sentir mejor por la manera en que me humilló. Ojo por ojo y todo eso. Pero mi mandíbula se negaba a aflojarse lo suficiente para formar palabras reales.
¿Cómo se atrevía a darme otro porcentaje por debajo del 80 después de todo lo que trabajé en su estúpida tarea? ¿Se daba cuenta de lo mucho que me esforcé? ¿de cuánto necesitaba una calificación decente?
—Psst. Oye, Nam —Park Jimin, mi centrocampista de primera línea favorito y compañero de habitación, se inclinó a través del pasillo para atraer mi atención—. ¿Cómo te fue?
Rodé los ojos con el símbolo universal de irritación de no preguntes. —¿A ti?
—Otro 69. Juro que Lim le tiene miedo a dar una nota superior a 80.
—Yo obtuve un 93. —Yoo Jeong Ahn, la mascota de la profesora, se dio vuelta en el asiento para sacudir alegremente su ensayo en nuestras caras.
Jimin se bufó en su dirección. —Eso es porque tienes tetas. Lo juro por Dios, Lim SeMi debe ser lesbiana. No le da un 90 a ninguno que tenga pene, sobre todo si está en el equipo de fútbol.
Me estremecí ante su réplica ofensiva preguntándome qué tanto faltará antes de que uno de sus estúpidos comentarios lo meta en problemas, incluso cuando silenciosamente me encontré de acuerdo en lo que dijo sobre la parte del fútbol. La señorita Lim Se Mi me trató como a un jugador tonto desde el momento en que descubrió que era el defensa del equipo universitario. Estaba completamente fuera de cuestión que era un deportista y bastante hábil académicamente. No era como si dejara de lado el trabajo por cosas mejores.
—Si alguien tiene preguntas sobre sus calificaciones, siéntanse libre de verme después de clases. —Su voz se alzó sobre las conversaciones que hacían eco alrededor de la habitación, lo que me hizo rodar los ojos.
Sí, claro. Apuesto a que podría verla por mi calificación. Si le cuestionaba su santa opinión, ella seguro convertiría mi 72 en una reprobatoria.
¿Qué demonios se supone que haga ahora?
Frotando el centro de mi frente cuando empezó un dolor de cabeza, traté de calmarme porque este no era el fin del mundo. Apenas era marzo. Aún tenía tiempo para arreglar mi calificación. Salvo, claro, que mi humor no cedía. Con cada ensayo que escribí en esta clase, me esforcé al doble, sólo para obtener la mitad de la calificación. Perdería mi beca si no lograba al menos un 8 en literatura americana moderna. Y necesitaba esta beca. Más que cualquier otra cosa.
—Dado que hemos terminado con El Gran Gatsby, iniciaremos con Las uvas de la Ira de Steinbeck. Quiero que todos lean las primeras cien hojas y cuenten cómo el tema de cambiar sus sueños es importante en el texto. Discutiremos sus descubrimientos la próxima vez que nos veamos.
Mientras ella hablaba sobre simbolismo y otras cosas escritas que no entendía, abrí el libro en la parte de atrás donde se hallaban las biografías para poder escanear los detalles de Steinbeck. Cuando me di cuenta que el buen y viejo John había nacido en 1902, me reí. ¿Qué parte de más de un siglo de antigüedad hacía de esto literatura moderna? ¡Jesús!
—...y con eso, espero que todos tengan un genial fin de semana —dijo la voz alegre de la Dra. Lim contra mis sienes ya retumbantes—. Nos vemos el próximo jueves.
¡Oh! Seguramente ella tendría un gran fin de semana. Estaba a punto de arruinar la vida de su estudiante menos favorito.
Mientras las personas a mi alrededor tomaban sus cosas, metí mi ensayo sin valor en las profundidades de mi mochila junto con mi libro de inglés, preguntándome por qué me molestaba en intentarlo. ¿A quién engañaba? No estaba hecho para graduarme de la universidad. Ya había desafiado al destino llegando hasta este punto.
"No eres nadie". Las voces de mis profesores de primaria y secundaria hicieron eco dentro de mí.
"Nunca ascenderás a nada, justo como la puta de tu mamá."
—Namjoon, hola. —La suave voz femenina que me sacó de mi pánico creciente me hizo sacudir la cabeza mientras me acercaba a la salida.
No puedo decir que me sentía decepcionado de encontrar a un par de fans del fútbol acercándose a mí, aunque no me di cuenta que compartía esta clase con estas dos señoritas. De hecho, me pregunté si incluso tomaban la clase de literatura americana moderna, o si se encontraban ahí simplemente para verme. No sería la primera vez que chicas al azar me siguieran a una clase que no tomaban. Eso como que venía con mi imagen.
—Te ves deprimido —Sung Ji Yeon pasó su mano suavemente por mi brazo mientras se presionaba a mi costado—. ¿Qué pasa?
Inclinándome contra ella, le di la bienvenida a toda la compasión que podía conseguir. —No logré la calificación que esperaba con mi ensayo.
—Oh, pobre cosita. —Sus dedos cosquilleaban mi codo, luego mi hombro. Cuando llegaron a la base de mi cuello donde tomó la parte trasera de mi cabeza, se balanceó más cerca—. ¿Quieres que mejore todo para ti con un beso?
Exhalando un suspiro triste, me encogí de hombros. —Supongo que podrías intentarlo.
Tocó mis labios con los suyos, y la dejé. Me encanta la sensación húmeda y cálida de todo lo que es femenino. Mi pelvis se sacudió con un zumbido agradable, tomé un lado de su rostro para continuar el contacto antes de que otro par de manos me tomaran y tiraran de mí.
—También quiero mejorar todo con un beso, oppa.
Ay, no. No esa palabra, por favor.
En fin, no soy de los que decepcionan a una señorita que pide besarme, así que me aparté de Ji Yeon para mirar a la segunda chica. Conocía su rostro pero no podía recordar su nombre. Una imagen borrosa en una celebración salvaje después de un partido me dijo que pude haberme enredado también con ella, pero no me encontraba seguro.
Curioso de si recordaba su beso, ya que era una especie de conocedor de besos y siempre podía recordar una boca notable, me incliné hacia la de los mechones teñidos de anaranjado y la dejé envolver los brazos alrededor de mi cuello antes de que metiera su lengua.
No aparecieron recuerdos agradables, pero ella era más entusiasta de lo que había sido Ji Yeon, haciéndome pensar que tal vez todavía no me había acostado con ella, pero probablemente quería que lo hiciera, de ahí la razón de que resumiera tan ávidamente sus logros orales.
Si yo fuera su maestro, ella no recibiría un 72.
Un fuerte carraspeo disparó un rayo de testosterona hacia mi pene, haciendo que cada terminal nerviosa que poseía crujiera como un alambre de electricidad vivo. Me alejé de la coqueta número dos, parpadeando de vuelta a la realidad; curioso por descubrir la fuente de ese extraño y atrayente sonido... hasta que miré hacia el podio del instructor.
La Dra. Lim nos miraba a los tres besándonos en su salón con los ojos entrecerrados y la boca fruncida con total desaprobación. La vista debió encoger mi excitación como una cubeta de agua fría justo en mi regazo, pero alarmantemente, verla mirándome besar a otras chicas solo me alimentó más.
No por primera vez me pregunté cuántos años tenía. El vinagre y la orina debían conservar realmente un cuerpo, porque no había forma de que ella pudiera ser más joven de lo que se veía. Definitivamente la abordaría si fuera una extraña que hubiera ido al bar en el que trabajaba. Sin una arruga a la vista, sus labios tenían la apariencia fresca e inexperta, haciéndolos ver jóvenes e increíblemente besables.
Lo que era un pensamiento inesperado e inquietante que quería borrar de mi cerebro con ácido y un cepillo de alambre. ¿Qué fenómeno pensaba así sobre su más detestable profesora? Aun así, esa boca carecía de las líneas de expresión que tendría una mujer mayor. Ella tenía que estar al principio de sus treinta, máximo.
—Discúlpenos. —Sonreí mientras enrollaba ambos brazos alrededor de Sung Ji Yeon y su amiga, y las escoltaba fuera de la sala de conferencias.
Lim podía ser como cualquier otro educador en mi vida que me dijo que era una mierda, pero aquí, en este mundo, yo era el rey, y necesitaba a mis fans para ayudarme a recordar eso. Las chicas rieron y se acurrucaron contra mí, más que dispuestas a complacer.
—¿Quieres venir a almorzar con nosotras? —preguntó Ji Yeon, frotando mi espalda, mientras su amiga pasaba su palma sobre mi pecho— Tenemos algo especialmente delicioso para ti.
Su compañera se rio disimuladamente debido al significado de doble sentido no tan disimulado. —Te gustan... los sándwiches... ¿no?
Oh, maldita sea. Un trío.
Me encontraba tentado. Quiero decir, ¿qué chico no lo estaría? Un par de horas bajo las sábanas con un par de hermosas mujeres sin ningún compromiso calmaría mis nervios, demasiado, pero...
Hice una mueca. —No debería. Tengo otra clase que no debo perder.
No podía permitirme reprobar un curso, menos dos.
—¿Estás seguro? —preguntó la teñida, ahora trazando un camino hacia abajo con sus dedos— Haríamos que valga la pena tu tiempo.
Tomé su mano para que no pudiera tentarme a cambiar de parecer justo cuando mi celular vibró en el bolsillo de mis vaqueros. Le ofrecí otra mueca de disculpa y me encogí de hombros.
—Lo siento. Pero... ¿otro día? —Por favor.
Su amplia sonrisa fue instantánea. —Por supuesto.
—Bien. Entonces las llamaré. —Sonriendo, les regalé un guiño coqueto. Ji Yeon entrelazó su brazo con el de su amiga mientras se marchaban.
Con un suspiro nostálgico, robé un momento para disfrutar de su andar mientras ciegamente sacaba mi teléfono. Contesté, incapaz de apartar mi mirada del sándwich que tuve que rechazar.
—¿Qué pasa? —Incluso mientras hablaba, mis ojos seguían esas caderas meneándose. Tal vez pueda encontrarme con ellas hoy más tarde porque en serio... ¿un trío?
—¿Namjoon? —La chica en el otro extremo de la línea se sorbió la nariz—WooJin está enfermo. No come ni sale de la cama. No sé qué hacer.
La alarma, gruesa e instantánea, rugió dentro de mí arrancando mis pensamientos del sexo de inmediato. —¿Qué sucede?
Coloqué un dedo en mi oído y di la espalda a la escalera para alejarme del ruido por el tránsito de estudiantes, aprovechando, claro, para buscar algo de privacidad.
—No lo sé. Tiene fiebre de cuarenta y dice que le duele la garganta.
Cerré los ojos al tiempo que me froté la cara. —¿Has llamado al doctor? ¿Ha bebido suficientes líquidos? ¿Dónde está mamá?
—No lo sé —Yeonwoo explotó en una ronda de sollozos—. No ha venido a casa en toda la semana. Woo Jin me rogó no ir a la escuela ayer y como aún no ha perdido este año, pensé que estaría bien. Pero hoy está peor y...
—De acuerdo, de acuerdo —Por costumbre, levanté mi mano para detenerla, a pesar de que sabía que no podía verme—. Va a estar bien. Solo cálmate. Probablemente tiene faringitis o algo así. Intenta hacer que tome algo de Tylenol y agua. Baja esa fiebre. Veré si el viejo Ryu lo puede recibir hoy en su clínica, si no, estate preparada para llevarlo al hospital.
—¡¿Al hospital?! —chilló horrorizada. —Pero...
—No te preocupes, veré cómo conseguir el dinero. Te llamo en un momento. —Le colgué a mi hermana antes de que pudiera apilar más mierda sobre mí.
Yeonwoo fue obligada a asumir una gran responsabilidad después de que me fui de casa, pero me hallaba haciendo todo en la universidad y buscando ser seleccionado por un equipo de la AFC por ellos, así podría cuidarla a ella y a nuestros dos hermanos menores.
Porque a nuestra madre seguro que le importaba una mierda.
Aliviado de haber guardado en mi teléfono el número del pediatra más altruista de todo el mundo después del año pasado cuando mi hermano se contagió de varicela, le marqué a la recepcionista -o más bien, su esposa- y me alegró que pudieran anotarlo para una revisión en la tarde.
Cuando llamé a mi hermana, sonaba más tranquila. —Gracias, Namjoon. Lamento haber enloquecido contigo. Yo solo...
—Oye, nada de disculpas. Sé cómo es eso, ¿recuerdas? Para eso estoy aquí. Solo hazme saber lo que dice el doctor. Oh, y espera, ¿tienes suficiente dinero para la cita o para la medicina? El señor Ryu no debería cobrarte mucho, pero aún así.
Suspiró. —Sí. Tengo... un poco guardado.
Hice una mueca. Por su tono reticente, supe que ella tendría que sacar de su escondite privado que seguramente ocultó de mamá. Eso era lo que siempre tuvo que hacer.
—¿Para qué ahorrabas?
—Para nada —murmuró.
—Yeonwoo. —La advertencia en mi voz la hizo suspirar de nuevo.
—Yo solo... hay un evento en la escuela. Habrá un festival, música, y Seo Changbin me pidió que fuera con él. Esperaba poder comprar un vestido nuevo.
—Espera, espera, espera. Un momento. ¿Chang qué? ¿Conozco a este chico? ¿Por qué nunca antes había escuchado sobre él? ¿Es tu novio o solo una cita para el festival?
—Namjoon. —Prácticamente podía escucharla rodando los ojos, pero no me importó. Me enojaba que esta fuera la primera vez que escuchaba de ella y un chico. No me gustaba la idea de ningún pene excitado olfateando alrededor de mi pura e inocente hermanita.
—Espera, ¿dijiste Seo Chang Bin? ¿Su padre no es el tipo del concesionario de autos?
—Sí —sopló en voz baja.
Los vellos en mi nuca se levantaron con preocupación. Sabía que mi hermana tenía casi diecinueve y era casi legalmente una adulta, pero aún era mi hermanita. Siempre lo sería. No quería que el hijo de un idiota rico pensara que ella ofrecía cosas gratis solo porque era la hija de Kim YeoJin.
—¿Él es...?
—Es lindo conmigo —recalcó—. Le gusto. Sé lo que estás pensando.
—¿Qué? ¿Que ningún odioso de mierda será nunca lo suficientemente bueno para mi hermana?
Se echó a reír. —Sí. Algo así.
—¿Qué hay de sus padres? —insistí, todavía sin gustarme la idea en lo más mínimo— ¿Están de acuerdo con todo esto? —Porque si la trataban con nada menos que respeto, explotaría. Simplemente explotaría.
Después de una pausa tranquila, Yeonwoo admitió—: No creo que lo sepan.
Gemí. —Yeon... —Su situación ya tenía escrito "problemas" por todas partes.
—No lo hagas —suplicó—. Por favor. Es solo un evento escolar. Él es agradable, y divertido, y sé que pasaríamos un buen rato. Eso es todo.
Eso no estaba ni siquiera cerca de ser "todo". Yo no nací ayer. Sabía que si algún imbécil de la escuela secundaria desafiaba a sus padres para llevar al festival cultural a la pobre chica del barrio, tenía que haber mucho más en juego. Estaba dispuesto a pedir prestado la camioneta de mi compañero de cuarto y conducir las cuatro horas hasta casa para patearle el trasero al niño rico Changbin.
Pero no quería que mi hermana estuviera triste. Quería que tuviera tanta diversión en su sometida y desesperanzada vida como fuera posible. Prohibirle asistir a un torpe festival improvisado no pondría una sonrisa en su rostro. Además, probablemente iría igual, y como me encontraba a más de trecientos kilómetros, la revoltosa tendría tiempo suficiente para ir y venir antes de yo llegar a su escuela a detenerla.
Frotando un lado de las sienes doloridas, me obligué a calmarme. Era mejor comportarme como amigo antes que el imbécil hermano mayor; de esa manera, recurriría a mí si se metía en problemas.
—Está bien. Está bien. Pero me harás saber si pasa algo, ¿verdad? —Maldita sea, era un blandengue.
—Por supuesto. —Me di cuenta que ella sonreía, lo que ayudó a aflojar el nudo en mi pecho.
Asentí y me volví hacia el campus, sin estar preparado para hacer frente a los obstáculos en mi propia vida, pero decidido a hacerlo de todos modos.
—También hazme saber cuánto tienes que gastar. Me aseguraré de que estés reembolsada antes del feriado. ¿De acuerdo?
—Está bien. Gracias. Eres el mejor hermano mayor, Namjoon.
Riéndome, me acerqué a la escalera. —Y no lo olvides: Cuida de WooJin por mí.
Sonreí mientras colgaba, a pesar de que un dolor pesado atravesó mi pecho. Hablar con uno de mis hermanos siempre me hacía echar de menos a casa.
Está bien, no echaba de menos al olor a humedad putrefacta de la pared o el hoyo en el techo del cuartucho en el que solía dormir cada noche, siempre preocupado por los tipos de problemas que mi madre podría traer a casa si es que se molestaba en volver; pero claro que extrañaba a los tres niños menores de edad que seguían atrapados allí.
Mi sonrisa vaciló.
Empujando hacia abajo la culpa consumiente y la sensación reiterada de que los había abandonado, me di cuenta de que olvidé preguntar por Gunwoo. En su anterior llamada telefónica de "¿qué tengo que hacer?", Yeonwoo estaba asustada por un par de rufianes que lo estaban intimidando en la escuela. Lo último que necesitaba era que nuestro hermano mediano quedara atrapado en una pelea, siendo marginado o severamente humillado. Quizá todo junto. Maldición.
—Oye, Kim. Espera.
Ante el grito, me estremecí, preguntándome qué catástrofe iba a atacar ahora. Mi horrible mal karma generalmente venía de tres en tres, y ya que necesitaba algo más para igualar la marca, me preparé para que el último elemento se pusiera en línea con el 72 en el ensayo y hermanos preocupantes.
Sin embargo, cuando me volví, lo único que encontré fue a Jung Hoseok, el alero del equipo, corriendo para alcanzarme. Me relajé.
—¿Qué pasa?
—Me preguntaba si ibas a la sesión de entrenamiento de esta noche o en la mañana.
Durante la temporada baja, el equipo de fútbol tenía sesiones obligatorias para entrenar en el gimnasio. Como trabajaba todas las noches en las que estaba disponible, por lo general optaba por los entrenamientos de la mañana antes de la clase. Solo me daba tres o cuatro horas de sueño en las noches en las que trabajaba, pero para mantener mi beca deportiva, el sueño se hallaba sobrevalorado. Tenía tres personas muy especiales que confiaban en que mantuviera todo en orden.
—Soy un pájaro madrugador, ¿no lo sabías? —Cuando mentí, le golpeé el hombro juguetonamente. Nunca fui madrugador. Odiaba las mañanas. Dormiría todos los días si pudiera.
—Genial. Yo también —Hoseok se rascó la nuca y miró hacia otro lado, dejándome saber que tenía algo más importante que preguntar—. Y esperaba que pudieras, si quieres, eh... mostrarme unas cuantas técnicas de lanzamiento.
Levanté las cejas. De acuerdo. ¿Este era el mal karma número tres?
—¿Qué? ¿Buscas robar mi posición?
A pesar de que una fisurita de temor y pánico me pilló desprevenido, sonreí y llevé mi brazo alrededor de su hombro para hacerle saber que bromeaba, aunque, sinceramente, no quería competencia. Ya tenía un segundo y un no tan buen tercer defensa babeando por mi lugar. Lo que era peor, Hoseok era jodidamente talentoso, y lo veía siendo un mejor defensa de campo que la posición que ocupaba ahora. Él no encajaba completamente como un ala exterior.
Mientras no sea mejor que yo, podía manejar esto.
Él se ruborizó y agachó la cabeza. —He jugado de defensa en la escuela secundaria —admitió.
—Oye, está bien —Le apreté el hombro para tranquilizarlo—. Tienes que hacer lo que sea mejor para ti. Quién sabe, si la Dra. Lim pretende seguir dándome notas de mierda, estoy a un paso de ser echado del equipo. Sin duda necesitaremos otro defensa entonces.
El chico parpadeó hasta que se dio cuenta de que bromeaba... o al menos un poco. Luego sonrió. —¿También tienes una clase con Lim? Hombre, ella es severa.
—Sí —concordé con entusiasmo—, una arrogante y muy amargada tirana.
No es que en realidad la considerara de esa manera. Era dura y se mantenía firme en el aula, lo cual respetaba. Pero era mucho más fácil echarle la culpa por mis notas horribles que admitir que simplemente no era lo suficientemente inteligente. Así que, sí. Vamos a llamarla de esa manera.
De cerca, alguien dejó escapar una tos sorprendida y discontinua.
Mierda. Por alguna razón, sabía que no iba a necesitar tres intentos para averiguar quién me había oído. Ya temiendo lo que iba a descubrir, miré a mi alrededor para centrarme en Lim Se Mi, que caminaba por el sendero justo detrás de nosotros.
De hecho, podía ver a mi 72% bajando a un 40% mientras su mirada pesada se dirigía hacia mí.
(Introduzca el karma número tres.)
¡Hola de nuevo!
Estoy suuuuuuúper feliz de traerles la segunda entrega de esta serie. Y nada más y nada menos que con NAMJOON!! ¡Dios! Enserio que no saben lo que les espera, este hombre va a alterar la química en sus cerebros; se los JURO.
Qué alegría que estén por acá, deseo disfruten mucho esta historia. Bye.
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