- 02
Al bajar del avión, con la mochila colgada al hombro y la maleta rodando detrás de mí, caminó por los pasillos del aeropuerto, siguiendo los carteles que me llevan hacia la zona de llegadas. A medida que avanzo, mi corazón late más rápido. No sé si es emoción, nervios o una mezcla de ambas.
Finalmente, llego a la puerta de desembarque. Apenas cruzo escucho unas voces comidas. Alzo la vista y veo a mis sobrinos corriendo hacia mí, con los brazos abiertos y enormes sonrisas en sus caras. Suelto la maleta y me agacho para abrazarlos, sintiendo el calor y la alegría que ellos me transmiten.
Detrás de los niños están Sergio y Pilar. Mi hermano me recibe con un fuerte abrazo, uno de esos que tantas veces nos hemos dado.
- Ya era hora de que vinieras a la capital, hermanita - me dice Sergio con una sonrisa.
Pilar, con la calidez que siempre le caracteriza, me abraza también.
- Estamos tan felices de tenerte aquí, Sheila - añade ella.
Mientras caminamos juntos hacia el coche, mis sobrinos no paran de hablar, están emocionados por la idea de que yo viva con ellos. Los escucho con una sonrisa en mi rostro, sintiéndome parte de esta nueva dinámica familiar. Sergio coge mi maleta y la mete en el maletero mientras Pilar me cuenta algunos planes que tiene para esta semana.
Subiendo al coche, miro por la ventana, observando las luces de Madrid a la distancia. De pronto, siento como todo encaja. He dejado atrás mi vida en Sevilla, pero en Madrid me espera una nueva aventura, rodeada de amor y de mi familia. Y eso, es lo que creo que necesito.
Me acomodo en el asiento trasero del coche mientras Sergio arranca y Pilar se gira hacia mí con una sonrisa. Los niños están a mi lado, hablando sin parar.
- Bueno, Sheila, ¿qué tal el vuelo? - pregunta Pilar, mirándome antes de que mi hermano ponga el coche en marcha.
- Tranquilo, aunque creo que me he quedado dormida un rato - respondo riéndome. Luego miro a mi hermano para preguntarle. - Oye, ¿cuántos kilómetros son hasta tu casa? Porque este aeropuerto parece más grande que Camas entero.
Sergio suelta una carcajada mientras toma una salida del aeropuerto.
- Bienvenida a Madrid, hermana. Prepárate, porque aquí todo es enorme y todo está lejos. Estará a media hora.
- Media hora, dice - interviene Pilar, rodando los ojos. - Eso es cuando no hay tráfico. Pero ya verás, Sheila, como te vas a acostumbrar rápido.
- Tía Sheila, ¿tú vas a vivir siempre con nosotros? - pregunta mi sobrino Sergio desde su asiento, mirándome con curiosidad.
Sonrío revolviéndole el pelo.
- Eso depende de lo que vosotros me dejéis. Espero no molestaros mucho.
- No te vayas nunca - grita Marco, casi saltando de su asiento. - Ahora podemos jugar todos los días.
- Ve preparándote, hermana - bromea Sergio desde el volante. - Estos tres no te van a dar tregua. Aunque ya sabes, si los cansas, yo te dejo el turno de noche para que se duerman.
- He venido preparada. Traigo juegos, paciencia y cuentos, creo.
Pilar se gira para mirar a mi hermano con una sonrisa.
- Creo que Sheila nos va a salvar la vida más de una vez.
- Bueno, yo solo espero que hayáis preparado mi cuarto - bromeo. - Porque si no, duermo en el sofá, pero aviso que me apunto a todas las películas nocturnas que hagáis.
Sergio se ríe y niega con la cabeza.
- Todo está listo, no te preocupes. Nos hemos encargado de que no te falte nada.
- Y yo he puesto un dibujo en tu puerta, tía Sheila - dice Alejandro. - Para que siempre sepas cuál es tu habitación.
Sonrío, algo emocionada, mientras los veo hablar con tanto entusiasmo. Entre risas y bromas, el coche sigue avanzado por las calles iluminadas de Madrid, y es entonces cuando sé que he llegado exactamente al lugar donde debo estar.
Cuando el coche se detiene frente a la casa, miro por la ventana y siento una mezcla de emoción y felicidad. La casa, que ya la he visitado muchas veces, es una completa preciosidad. Pilar es la primera en salir del coche, seguida por mis sobrinos que saltan de emoción.
- Venga, Sheila, entra, entra - grita Marco, corriendo hacia la puerta. - Tienes que ver la casa.
Sonrío algo confundida pero divertida por la energía de todos. Sergio y Pilar me ayudan a sacar las maletas del coche, y sin darme tiempo a organizarme, Sergio comienza a empujarme suavemente hacia el umbral de la puerta.
- Tenemos una sorpresa para ti - comenta mi hermano.
- Espera un momento, ¿qué sorpresa? - pregunto, con una mezcla de sorpresa y emoción.
- No te preocupes, ya la verás - responde Pilar, mientras los niños corren a mi alrededor, manteniendo el misterio.
Al entrar en la casa, apenas tengo tiempo de dejar mis maletas en el pasilllo antes de que nos vayamos de la casa.
- Ponte esto - me dice Sergio, sacando de detrás de su espalda una venda negra.
- ¿Perdón? ¿Cómo que me ponga eso? - pregunto confundida, mientras Pilar ríe.
- Es para la sorpresa. Confía en nosotros - añade Pilar, ayudándome a atarme la venda. - Pero tienes que prometerme que no harás trampa.
- ¿Me vais a secuestrar? - bromeo, mientras mi hermano me guía.
Dejo que me guíen de nuevo hasta el coche, intentando descifrar qué es lo que traman. Sentada en el asiento trasero, con los ojos vendados, escucho risas y murmullos.
- ¿Me vais a decir a dónde vamos o aún no?
- Calla ya y disfruta del trayecto - me responde mi hermano.
Después de unos minutos de trayecto, que se me hacen eternos, el coche se detiene. Siento como la brisa de la noche me roza la cara cuando me ayudan a bajar.
- Vale, ya hemos llegado - anuncia Pilar. - Pero aún no te puedes quitar la venda.
Escucho voces y risas a mi alrededor mientras me guían unos pasos más, hasta que mi hermano me detiene.
- Sheila, ya puedes quitarte la venda.
Cuando me la quito y mis ojos se acostumbran a la luz, abro la boca sorprendido. Estamos frente a la entrada de mi restaurante favorito de Madrid. Pero lo que más me sorprende no es el lugar, sino las personas que hay aquí. Toda la plantilla Del Real Madrid.
- ¡Bienvenida a Madrid, Sheila! - grita Lucas Vázquez desde el fondo.
Me giro para mirar a Sergio con incredulidad.
- ¿Cómo has organizado esto?
- Tengo mis contactos - responde , encogiéndose de hombros. - Sé que te encanta este restaurante y pensé que una bienvenida como esta sería inolvidable.
Los niños corren entre los jugadores, mientras Pilar me agarra del brazo y me lleva hacia la mesa. No puedo dejar de sonreír mientras me acerco a saludar uno por uno a los jugadores.
Esta noche estoy rodeada de mi familia y amigos en mi restaurante favorito. Me siento en casa, incluso en una ciudad que todavía estoy empezando a conocer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro