03| so do i look like her?
⁰⁰ how could i ever miss something that i've never had?
i would never judge you
cause everything worked out without him. ✩ ﹐
──⛓️💥. like him, tyler the creator ft lola young
EL FRÍO DE DICIEMBRE es traicionero, llega y te destruye cómo un camión, sin piedad ni remordimiento, es duro y doloroso. Solo hay una cosa que Rhea había descubierto hace poco que podía suavizar las cosas, el chocolate caliente de la señora Riley. La había conocido hace más o menos un año antes del cumpleaños número 18 de Simón.
—¿Así que tú eres Rhea? – había preguntado la señora Riley cuando la encontró sentada en el patio trasero de la casa de Simón. —Simón me ha contado maravillas de ti, entra anda aquí te vas a congelar esperando a Simón.
Hablaba como mamá con ese tono dulce y amable pero con la firmeza del hierro, el recuerdo era agridulce pero cuando ella se puso de pie y entró a la casa, el calor del hogar la abrazó y todo mal recuerdo se le fue cuando la señora Riley le ofreció un chocolate caliente, eran su especialidad y sus manos moradas del frío se alegraron ante la nueva sensación.
—Muchas gracias, señora Riley.
—No es nada jovencita.
Habían pasado más o menos cuatro años, Rhea no era buena contando el tiempo pero sabía que era cuatro años exactamente. El invierno marcaba no solo la llegada de la nostalgia navideña sino también un año más conociendo a Simón. Teniendo un amigo real. Es raro decirlo. Raro pensarlo.
¿Quien lo hubiera dicho? ¿Rhea Lynn la niña maldita teniendo amigos? Inesperado hasta para ella misma. Niñas como ella, niñas podridas desde el centro no merecen amigos, o eso dice papá y de vez en cuando Rhea también lo nota en la cara de Merelyn.
Los ojos dicen más que la boca.
Tomando un sorbo detrás de otro Rhea se regocijo en el rastro caliente que dejaba la bebida al bajar por su esófago. Dulce, como ninguna otra cosa que ella había probado nunca. Caliente como brazos que nunca la sostuvieron lo suficientemente fuerte como para que ella hoy lo recuerde.
—Veo que ya conoces a mamá – escucho a la voz conocida decir desde las escaleras que supuso Rhea daban hacia el piso de arriba donde probablemente estaban los cuartos.
Ella asintió con la cabeza sin dejar de tomar del chocolate caliente, viendo por el rabillo del ojo como Simón bajaba y tomaba una taza del chocolate caliente que le ofrecía su madre. Una situación lo más mundana y natural para algunos pero de lo más sagrada para alguien como Rhea.
Alguien que no conocía este tipo de normalidad, alguien que deseaba este tipo de normalidad con desbordante fervor en cada uno de sus latidos.
Al terminarse el chocolate caliente en tiempo récord Rhea colocó la taza en la mesa, debía de mantener una buena imagen, no podía parecer un perro hambriento en su primera vez conociendo a la mamá de Simón. Si el pudiera conocer a su madre no le gustaría que mamá pensara que el es alguien sin modales y ella tampoco quería dar esa mala impresión.
—¿Quieres más? – preguntó la señora Riley ya sirviéndole otra taza.
Pues en realidad sí quería más, estaba hambrienta, pero no podía dejar que fuera demasiado obvio.
—Si, un poco más estaría bien. – le sonrió a la señora Riley mientras tomaba la bebida calentita que le ofrecían en sus manos.
Simón notaba lo cómoda que estaba aquí, y le trajo calma el saber que cuando no estuviera aquí iba a existir alguien que cuidara de Rhea. Por lo menos no estaría sola en este infierno.
—Está muy bueno. – comentó Riley mientras colocaba la taza todavía con un poco de chocolate caliente en la mesa.
Rhea no entendía cómo era posible que un ser humano probara esta poison de felicidad y gloria y no quisiera embriagarse en ella, si dependiera de ella se bañaría en chocolate caliente todos los días.
Aquel día es hoy una linda memoria, también un poco agridulce pues Simón decidió arruinarlo todo algunos meses después. ¿Que fácil es irse, no? Hasta que las consecuencias te alcanzan y apuntan una pistola a tu cabeza, allí ya no es tan fácil y divertido.
Desaparecido, que falsedad, la gente en lugares así no simplemente desaparece, no, ellos o mueren o escapan, y sabía muy bien que el instinto de supervivencia de Simón era el de un puto león. No murió. El escapó, sin decirle nada a Rhea. Bye, Bye Londres y un apartamento compartido, Bye, Bye sueños de una vida mejor en la que se puede compartir la felicidad.
Bye, Bye Simón.
Aunque ella ni siquiera tuvo la oportunidad de despedirse. La traición del peor tipo, la que viene de aquel ser al cual tú le regalarías tu alma y vida si el te lo pidiera porque hasta esos puntos llega tu devoción y lealtad. Simón se había convertido en el nuevo Judas de Rhea. Había caído en una categoría casi tan baja como la de su padre aunque a él nadie podía superarlo, el era el mismísimo satan hecho persona, y peor, hecho "padre" aunque ya es claro que Rhea había dejado de llamarlo así por un largo tiempo y por múltiples motivos.
Desde la supuesta desaparición de Simón hasta los hechos que relataré a continuación habían transcurrido tan solo siete meses. Siete meses donde el rencor se mezcló con la violencia y la violencia se mezcló con la furia y la furia explotó.
La noche parecía infinita al igual que la oscuridad que arropaba la ausencia del sol, Rhea estaba despierta en el "porche" de la casa que en realidad era simplemente una silla al lado de la puerta.
—¿Que haces aquí tan tarde?
Merelyn apenas llegaba de quién sabe dónde, siempre llegaba más o menos a las dos de la mañana pero ese día se había tardado un poco más. Rhea no respondió pero si vio por el rabillo del ojo como Merelyn tomó la manija de la puerta para irla a abrir.
—Si yo fuera tú no entraría. – Le advirtió Rhea y vio como la mano de Merelyn se quedó congelada alrededor de la manija.
—¿Qué hiciste, Rhea?
—No hice nada que el no se mereciera.
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