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🎐 四 : ⁴ 🎐

Gon leía con atención las instrucciones que el médico le había entregado, Kumiko arreglaba una de las mesas para dejar las medicinas a mano y tener todo preparado para su amigo.

Por un momento el moreno dejo las hojas en la mesa suspirando, cansado. Le dolía la espalda y la cabeza, leer esto era agotador.

—Pedimos permiso para entrar, hemos traído el desayuno para la emperatriz—se escucho la voz de una de las sirvientas que desde hace un mes y medio había comenzado a ayudarlas solamente a traer el desayuno, comida y cena.

Kumiko camino a la puerta, la deslizó y tomo la bandeja que tenía la comida con la ayuda de Katsumi.

—Gracias—contesto la castaña.

—Fue un placer—respondió con una sonrisa, alejándose de la puerta.

—Tu desayuno a llegado—coloco las cosas en la mesa con cuidado, Gon asintio—¿Te sientes bien?

—Si, estoy mejor—le sonrió, sin embargo, el semblante preocupado de su amiga no desaparecio—¿Pasa algo?

—Estoy preocupada—contesto sirviendo agua en la taza del muchacho.

—Tranquila, el doctor Yamamoto es un genio con esto y logrará ayudarme. Verás que todo estará bien—sonrió con alegría, sus ojos brillaban. Era la misma sonrisa de siempre, esa que te decía que todo estaría bien, esa que te hacía confiar.

—Tienes razón—respondió con una sonrisa a medias y por primera vez Kumiko no confiaba del todo, su ser le decía que algo malo estaba pasando, algo incluso peor que la enfermedad—Su excelencia Tomoki pidió que le diéramos noticias sobre tu salud, ¿se las damos?

—Díganle que ya estoy mejor, que solo necesito reposo—viendo el asentimiento por parte de su amiga comenzó a comer. Al terminar bebió la medicina amarga junto al agua.

—¿Quieres más?—preguntó la castaña.

—No tengo mucha hambre—respondió apartando el plato vacío, la mirada de la castaña le hizo sentirse regañado—No me mires así.

—Debes comer, el médico dijo que ahora no puedes bajar de peso y lo has hecho—la postura de su amiga le recordaba a la de una madre con la cadera inclinada hacia un lado y los brazos cruzados a la altura de su pecho mirándole con desaprobación.

—Esta bien, mamá—hablo divertido, la chica rodó los ojos—Pero, solo un poquito más.

—Ire rápido a la cocina—la chica tomo la bandeja—Si necesitas algo las demás se quedarán contigo.

Viendo el asentimiento de su amigo salió de la habitación dando un suspiro y dejando caer su postura recta abrazando la bandeja hacia su pecho, Takeshi la miro de reojo sin dejar su posición recta.

—¿Estás bien?—preguntó con calma.

—Lo estoy—recupero su postura sin verlo, con elegancia camino hacia el pasillo que la llevaría a las escaleras.

Takeshi suspiro viéndola partir, no estaba bien; lo sabía con solo ver el temblor de sus manos o su mirada triste, podía engañar a miles de personas mostrar una actitud llena de calma incluso parecer fuerte e inquebrantable, pero, se olvidaba que a él no podía engañarlo. La conocía, sabía sus gustos por la música y las estrellas, sabía los gestos que hacía cuando algo le gustaba y también sabía cuándo algo le molestaba, cuando algo la ponía mal.

Tratar de engañarlo era una falta de tiempo. Raito llegó minutos después amarrandose su cabello en una coleta y con una mirada cansada.

—Raito cuida la puerta, vendré en un momento—hablo comenzando a caminar hacia el pasillo.

—¿Pasa algo?—el chico indagó.

—No, iré por agua—el pelinegro se perdió por el pasillo.

Raito frunció el ceño al ver que el jarrón del agua se encontraba a la mitad en la mesa de enfrente, aún con su desconcierto se quedó parado haciendo su trabajo.

La castaña había bajado las escaleras con la mirada perdida, su cabeza divaga en recuerdos que había esperado no volver a rememorar. El miedo de perder a Gon era tan abrumador que la asustaba, apretó la bandeja más hacia su pecho tratando de disipar esos pensamientos.

Gon estaría bien.

Gon se curaría.

Gon no... Moriría.

Trago saliva sosteniéndose de una de las paredes, las lágrimas acumuladas en sus ojos quería salir. Cuando menos lo pensó fue sostenida por la cintura, ni siquiera sabía que había tropezado.

—¿Acaso eres tonta?, fíjate por dónde caminas Kumiko—la voz de del pelinegro le hizo despertar del pequeño trance en el que se había sometido. Los ojos miel chocaron con los carbón, Takeshi la miro con preocupación.

Una vez la mujer pudo pararse bien, el soldado la llevo a una habitación cercana en la que sabía no había nadie. Al entrar la chica dejo la bandeja en una de las mesas de madera, masajeando su cien.

—¿Qué te pasa?—preguntó con preocupación.

—Es él —susurro, el chico se acercó a ella—Ella, la l-a emperatriz.

—Kumiko...—trato de hablar.

—Solo estoy preocupada, ju-jure protegerla, y ahora ella...—su voz se escuchaba entrecortada, temblorosa, aún cuando hablaba en susurros Yomagawa podía entender los sentimientos de su amiga.

—Y lo estás haciendo—se acercó aún más a ella, rodeándola con sus brazos, solía no ser cariñoso pero cuando la veía así, tan preocupada y rota no podía evitarlo. No podía evitar querer ayudarle para que esos sentimientos se alejaran de ella.

La chica al sentir los brazos de su amigo no dudo en aferrarse a él, soltar las lágrimas que ayer no pudo cuando escuchaba al médico hablar, cuando vio la desesperanza en la mirada de Gon. Se aferró a él mojando el kimono.

—Él estará bien, es fuerte—susurro en su oído, acercándola más a su cuerpo.

Unos segundos después la chica se fue alejando poco a poco, secando las lágrimas de sus ojos. Takeshi hizo que alzara su mirada poniendo sus dedos en mentón, le sonrió con dulzura y con sus dedos comenzó a esparcir sus lágrimas sobre sus mejillas.

—Nosotros estaremos para él, no te guardes las cosas para ti. Estoy aquí, puedes sostenerte en mi siempre que lo necesites—la chica sonrió abrazándolo de nuevo con fuerza.

—Gracias—susurro, alejándose de nuevo tomo la bandeja y una vez recuperada salió de la habitación con el chico detrás.

—Subire primero, ¿quieres que te ayude en algo?—preguntó antes de subir por completo.

—Estoy bien, adelántate—la chica comenzó a caminar hacia la gran cocina del palacio.

Su corazón latía con calma, se sentía mejor una vez que ya había llorado un poco. Paro en seco al escuchar una conversación algo alta de tono, camino con cuidado acercándose cada vez más a la entrada.

—¡No quiero volver a hacerlo!—escucho un leve grito, parecía no querer ser escuchada.

—Lo sé, pero debemos hacerlo si no queremos perder nuestro empleo—otra voz, hablaba con precaución.

—Lo que estamos haciendo está mal, ya, ya no puedo hacerlo—Kumiko frunció el ceño sin entender la voz de la mujer que parecía ser Azami, la sirvienta que le ayudaba con la comida de Gon se escuchaba cansada.

—Son órdenes, Azami—la otra mujer sentenció.

Kumiko decidió salir de su "escondite" al no escuchar nada más que respiraciones. Al entrar notó que efectivamente era Azami quién comenzó a ponerse nerviosa una vez que la vio dentro del lugar, Akina la otra sirvienta veía seria.

—Buenos días, señorita—hablo la chica con una sonrisa mal fingida.

—Buenos días—respondio entrando y yendo a las cazuelas llenas de comida.

—Azami no me dijo que vendría a servirle más a la emperatriz—escucho la voz de la otra mujer a unos centímetros detrás de ella.

—No, ella no lo sabía—respondió dejando la cuchara dentro de la olla.

—Si quiere podemos llevarlo nosotras, debe estar ocupada en otras cosas—Azami por fin hablo, su voz temblaba.

—No se preocupen—acomodo todo en la bandeja para luego tomarla—Estoy bien haciéndolo sola por hoy, tengan una linda tarde.

—Por supuesto—Azami sonrió amable. La otra chica la veía con seriedad y aún así llevaba una sonrisa a medias, Kumiko se sentía incómoda con esa mirada.

—Gracias de todas formas—con una sonrisa salió de la cocina con el ceño fruncido en sospecha, de nuevo aquella sensación llena de mal augurio surgió en su pecho.

Solo podía rezarle a todos los Dioses para que nada malo pasará. Tenía que confiar que nada pasaría.

Gon leía mientras esperaba la comida que sinceramente ya no quería, pero,  tenía que hacerle caso al médico. No podía bajar de peso, no más.

Unas inmensas ganas de llorar le invadieron, sus manos temblaban y el dolor en la cabeza había comenzado a aumentar, sentía su corazón palpitar con fuerza y con tanta fuerza que sentía que se le saldría en cualquier momento.

Dejo el libro en la mesa, sintiéndose de repente mareado, triste, enojado, con miedo, dolía.

Estaba mal.

—¿Pasa algo, príncipe?—la anciana Hekima se acercó a él con preocupación.

Príncipe, amaba tanto que lo llamarán con su antiguo título. Aún cuando les pidió que le llamarán por su nombre ellas no pudieron aceptarlo, pero, tampoco quería ser llamado como mujer en una habitación donde se suponía estaría solo. Juntos decidieron que se referirían a él con ese título.

—No, nada—un mareo nadamás, insignificante.

—¿Llamamos al médico?—esta vez Katsumi preguntó.

—No, no pasa nada. Es un mareo, nadamás—nego con la cabeza tomando el libro comenzando a leer de nuevo.

Pocos minutos la puerta fue abierta dejando ver a Kumiko junto a Killua.

Con solo ver al albino sabía que la jaqueca que tenía no se iría en un buen rato. Quería estar solo.

—¿Cómo te fue?—se dirigió a Killua, la castaña ya había entrado para dejar el plato frente a Gon quien con una sonrisa agradeció. Las cuatro mujeres salieron de la habitación, dándoles privacidad.

—Mejor de lo que espere—contesto sentandose frente a él.

—Me alegro—sonrio, mirando la comida sin mucho apetito.

—Comelo, debes hacerlo—el albino dijo mirándolo con reprimenda.

—No sabes lo mal que sabe la comida cuando ya no tienes hambre, ya no quiero—parecía un berrinche.

—Debes hacerlo, estás muy delgado—

—¿Y tú cómo sabes eso?, hace mucho tiempo que no pasas rato conmigo como para saberlo, Killua—reclamo llevándose la comida poco a poco a su boca.

—Gon, si de algo me acuerdo es de tu peso y creeme la última vez que te cargué parecias una pluma—contesto apoyando su codo sobre la mesa mientras en la palma de su mano recargaba su mejilla viendo al moreno.

—¿Te fue bien con Retz y Haruto?—indago pareciendo no tan curioso, aunque la verdad fuera otra.

—Bien, fue un viaje algo pesado—

—Ya veo—trago saliva—Supongo que fue lindo viajar junto a ella.

Aquello salió de sus labios sin pensarlo, quiso golpearse la cabeza, ahora mismo un pequeño desmayo no le vendría mal.

—¿Ah?—el albino lo miro confundo.

—Ya sabes, tu... La quieres mucho y un viaje junto a ella y obvio tu hermano debió ser divertido—se excuso sin mirarlo, dejando su vista en el plato a medio terminar.

—¿Supongo?—su corazón se podía romper en mil pedazos ahora y Killua seguiría preguntándose porque—Si te soy sincero me hubiera gustado que fueras.

—¿Así?—preguntó con una sonrisa difícil de contener.

—Estoy seguro que te hubiera encantado, tal vez tendrías ahora mismo inspiración para nuevas pinturas—sonrio al ver la tímida sonrisa del moreno—Eso me hace pensar, el día que se dió el anuncio de que no irías... Tu dijiste que eso jamás lo habías dicho.

—Porque no lo hice—respondio con seriedad, casi a la defensiva.

—A mi me dijeron lo contrario—se miraron—De verdad me extraño.

—Si bueno, tampoco veniste a preguntarme directamente—las miradas chocaron.

Gon odiaba estaba parte de si mismo, está que comenzó a salir después de conocer a Killua. No le gustaba sentirse tan enojado y triste, para luego sentirse como en una nube, sentir felicidad, tristeza, preocupación, decepción; era un mar de emociones, uno que no sabía controlar. Lleno de mareas altas, corrientes furiosas, a veces con pequeños tiempos de aguas pacíficas; era tan espontáneo, tan impredecible que cuando lo notaba la marea ya estaba alta... De nuevo.

Odiaba eso, odiaba no regresar a esos ríos tranquilos, esos que siempre seguían una emoción constante. ¿En qué momento se convirtió en esto?

¿En qué momento dejo de controlarse?

—Tienes razón—Killua suspiro, puso una postura recta, sus manos estaban sobre la mesa con sus dedos entrelazados—Y te pido una disculpa por eso.

—¿Por no venir?, ¿por alejarte así, de repente? Dime Killua, ¿por qué te estás disculpando?—dijo con enojo pintando cada palabra que salía de su boca.

—Gon—el albino lo miro con arrepentimiento e incluso con un poco de sorpresa—Una vez dijiste que si teníamos un matrimonio débil nuestro reinado también lo sería.

—Es falso—susurro.

—¿Qué?—el albino preguntó confundido.

—Es falso, nuestro matrimonio es falso. No soy tu esposo, solo somos dos personas a las que los obligaron a hacer una maldita ceremonia. ¡Una falsa!—alzo la voz, Killua lo miro de forma seria.

—¿Terminaste?—preguntó.

—No, por supuesto que no. ¿Crees que soy idiota?, esto no está funcionando Killua, nosotros no funcionamos, ni siquiera ahora como amigos—tal vez debería callarse, quería hacerlo—No funcionamos y nunca lo haremos tal vez sea lo mejor. Tu por tu lado y yo por el mío, tal y como lo has estado haciendo.

Cállate

Cállate

Cállate

Se alejara

Te dejará solo...

Cómo papá

—¡Eres un mentiroso!, ¡me dijiste que estarías conmigo!, ¡que me apoyarías!,¡que estaríamos juntos en esto!—grito levantándose mirándolo con rabia y tristeza, quería callarse, quería salir de ahí, quería regresar a casa—Me dijiste que no me dejarías solo.

—Gon cálmate...—el albino también se levantó preocupado por el moreno.

—Estoy muriendo—dijo, Killua trago saliva—Lo haré, moriré.

—No lo harás Gon...—fue interrumpido una vez más.

—Yo ví como mi padre poco a poco perdía fuerzas. Fue en cuestión de meses—las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos—Morire.

Gon no supo en que momento fue que se encontraba aferrado a Killua llorando como jamás lo había hecho, con los grandes brzos del chico rodeando su cuerpo y él ahí, sujetando el kimono con fuerza mojando la tela gris.

Había pequeñas palabras de aliento, estarás bien, lo siento, eres fuerte, saldrás de esto.

Tanto fue el cansancio y el estrés que de quedó dormido.

Ese día había soñado con sus padres, fue un sueño lindo.

—Necesito que siga con su investigación de forma secreta—el ojiazul sentenció al médico que lo veía de forma seria.

—Poe supuesto, majestad—acepto.

—Por nada del mundo el concejal se debe enterar de esto—estaba cansado, muy cansado—Y por favor, dígame de todos los avances que obtenga—el anciano de cabellos blancos asintio comprometido con su misión—Cualquier cosa que pida yo se la daré, si necesita ayuda puede buscar un aprendiz de su confianza.

—Entendido—el hombre asintio haciendo una reverencia.

—Gracias—sonrió saliendo del consultorio.

Tres semanas habían pasado desde el ataque de nervios que le dió a Gon, trataba de hacer su trabajo sin descuidar de él.

Estaba seguro que el moreno había caído en una depresión y los síntomas cada vez se hacían peores. No veía mejoría además tener al concejal al tanto con mentiras tampoco ayudaba mucho.

A veces trataba de que Gon saliera de la habitación que los sirvientes lo vieran en los pasillos, había pasado tiempo otra vez con Tomoki cosa que lo alegro un poco.

Haruto también había ido a verlo un par de veces.

En verdad estaba estresado y preocupado por el moreno. Verlo llorar por las noches entre sueños o simplemente durante el día era horrible. En cualquier momento los rumores que rondaban por el castillo se confirmarían.

La emperatriz había caído enferma de gravedad.

Holaaa ❤️

¿Cómo están?

Espero que les haya gustado jiji.

No saben cómo odio que wattpad cambie los malditos guiones 😩😩😩😩😩😩😩😩

Tengan una linda semana.

Nos leemos la siguiente actualización :3.

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