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— ¿Entonces así estará construido el palacio? —preguntó una vez más con una sonrisa.
— Exacto, ¿Te gusta? —el albino le pregunto con algo de temor; al final de cuentas este sería el hogar de ambos y... De los futuros descendientes.
— ¡Claro que me gusta!, que inteligente es mi querido esposo —la sonrisa burlona le hizo rodar los ojos, sin ver el destello de orgullo real que había en esos ojos avellana.
— Escucha yo sé que será bastante tedioso ir todos los días con esos kimonos y ese maquillaje —comenzo a hablar, se sentía mal porque nadie debería pretender algo que no es, sintió como la mano de Gon se colocaba sobre la suya, vio sus manos para luego mirarlo a él, una sonrisa cálida y tierna se asomaba en sus labios.
— No te preocupes, ya estoy acostumbrado, ¿no es así? —le miro tratando de hacerle creer que estaba bien. Debía estarlo.
— No, no estás acostumbrado, en tu hogar puedes ir como quieras, todos ahí saben que eres un hombre y jamás han hablado de ello, quiero lo mismo aquí —
— Killua, será muy difícil, no podemos confiar en nadie, ni mucho menos que sepan que soy realmente, eso... —el miedo se presentaba en esos ojos avellana.
— Lo sé, por eso estaba pensando en esto —lo miro con curiosidad —. Tendrás un lugar solo para ti, será resguardado por mis más fieles soldados así como los tuyos y por mi hermano.
— ¿Tu hermano? —le miro sorprendido.
— La junta concejal ya había pedido que mi hermano viviera aquí, para que sea mi mano derecha, y bueno sinceramente él está demasiado emocionado por conocerte —hablo con una sonrisa incomoda —. Además, por ello el palacio estará dividido en externo e interno, las únicas personas que sabrán de ti son las que estarán dentro del palacio interno y creeme que son las mismas que ya conocimos, y esas mismas no pueden darse el lujo de cometer una estupidez.
— ¿Entonces no tendré que usar esos kimonos apretados y horribles? —
— La mayor parte del tiempo, no —
— Pero los usaré —el ojiazul lo miro mal, aún así siguió con su voz firme —. Sé que hay gente que ya esperaba está "paz", sin embargo hay otra que no. Y no podemos no estar preparados —el albino frunció el ceño, Gon sonrió con ternura —. Pero, ¿por qué no ponemos dos días se reclusión?
— ¿Reclusión? —preguntó desconcertado.
— Porque no decimos que la emperatriz tiene que descansar durante dos días, por su salud claro o podemos inventar que da clases a los sirvientes del palacio —el muchacho lo veía con diversión.
— ¿Clases? —cuestiono con diversión.
— No me molestaría, podría hacerlo como Gon —
— Claro y que los niños hablen de que cuando la emperatriz no está en el palacio está Gon, un profesor —hablo con sarcasmo.
— No suena mal —rió
— Diremos que tus enfermedades requieren que estés ausente por un día y el otro simplemente diremos que te gusta pintar en completa soledad sin ser molestada —
— Me parece bien —sonrio
— Pero habrán guardias vigilando —lo señaló con advertencia.
Un puchero se formó en sus labios.
— Lo que diga mi querido esposo —la emoción regreso a sus ojos y ahí Killua supo que algo se le había ocurrido —. ¿Cómo es mi voz?
Killua lo miro confundido —. ¿Tu voz?, ¿a qué viene esa pregunta?
— Solo contesta —
— Es un poco grave pero no tanto como la mía, incluso algunas veces es muy fina, delgada pero cuando alzas la voz ahí si que es grave —
— He trabajado para hacerla más fina, el médico de mi hogar decía que mi voz sonaba como la de una mujer, mi madre... Tenía una que realmente pasaba como la de una mujer, el médico decía que era por nuestra condición —sus hombros se alzaron la tela resbalandose sobre ellos.
— ¿Por ser doncel? —
— Sip, pero la mía es una mezcla extraña pero si quiero puedo hacerla más delgada, aunque es cansado —
— ¿Lo harás? —
— Obviamente, estoy cansado de hablar en susurros y no será mucho tiempo. Solo lo necesario, o podemos decir que mi voz es grave ya de por sí, conocí a una sirviente que tenía una gran voz y no era nada femenina —el albino sabía que era lo que hacía: divagar, por alguna extraña razón siempre que Gon hablaba de algo se iba por las ramas y contaba algo completamente diferente a lo que inicio la conversación. Era algo que a Killua no le molestaba.
— Si lo quieres hacer, adelante —le dijo con voz suave.
Gon sonrió, la puerta fue tocada y un adelante se escuchó de parte de Killua.
— Buenos días majestades —la joven castaña reverencio a ambos, viendo el ceño fruncido de Gon —. Vengo a arreglar a su majestad.
— Oh, por supuesto, pasa por favor y deja de decirme majestad —el moreno la miro con rechazo.
— Es mi deber hablarle así —contesto empezando a sacar las finas telas de los baúles.
— Vamos Kumiko, estamos solos, no hay nadie aquí —el chico se levantó para ir con su amiga.
— Está su majestad Killua —dijo mirando de reojo al albino que los veía con una sonrisa divertida.
— No me digas majestad, todavía no soy emperador —al decir esa palabra fingió sentir escalofríos, haciendo que la castaña sonriera.
— ¿Y como quieren que los llame entonces? —
— ¿A mí?, Gon, obvio —respondio con las telas interiores resbalando sobre sus hombros.
— Killua está bien —respondio levantándose y caminar a lado de ambos. Miro a Gon y rodó los ojos.
— Pareces un niño chiquito, arregla esas telas —hablo acomodando la prenda tapando sus hombros y parte de su pecho al abrochar el botón que estaba ahí.
— Ni que me fuera ver alguien —dijo en voz baja con un puchero inconsciente.
— Está Kumiko aquí —respondio alejándose de él y tomando algunas hojas de la mesa.
— A ella no le importa —hablo con los brazos cruzados —. ¿A dónde vas?
— A hablar con los sirvientes, soldados, con los obreros, con los cocineros y con tu institutriz —deslizo la puerta —. Vendré por ti para el desayuno.
— Es un tonto —dijo el moreno sentándose en el suelo.
— Como digas, oye levántate —lo jalo del brazo para que se levantara —. Te necesito de pie.
El joven príncipe se levantó, dejando que su amiga colocará todas las telas sobre él, una por una. Siempre que sucedía esto, se sentía otra persona, una más reservada, sin alegría.
No le gustaba sentirse así, no le gustaba ponerse la piel de otra persona y fingir ser ella.
Kumiko lo sabía, entendía que para Gon era difícil fingir ser la mujer perfecta cuando ni siquiera era una; si ella podría entregar algo a cambio de la libertad de su amigo, lo haría; sin dudarlo.
Gon era hermoso, de ello no había duda. Era un doncel precioso, que podía pasar muy bien como una mujer, sus facciones suaves y pequeñas. Su cuerpo que a pesar de que si era más alto que una mujer promedio no lo era para un hombre, una pequeña cintura, piernas largas, clavículas definidas.
Por eso era tan fácil pasarlo con una mujer. Por ser tan andrógino.
Pinto sus labios, pintos sus ojos, sus mejillas, peino su gran cabello en un lindo pero simple peinado, colocó horquillas en forma de flores por todo su cabello... Y estaba lista.
Sayuri estaba lista, tan perfecta y digna de tomar el nombre de primer emperatriz.
— Odio verme así —fue lo único que mencionó al verse en el espejo, el leve toque en la puerta los hizo mirarla y con un asentimiento de cabeza Kumiko la deslizó un poco.
— Buenos días, vengo por órdenes de la princesa del norte Retz Akiyama, ella desea hablar con su majestad Sayuri en el jardín interior —la adolescente hizo una reverencia esperando una respuesta.
— Espera aquí —contesto la castaña, cerró la puerta y miro a su amigo que tenía los ojos llenos de curiosidad.
— Es la princesa Retz, quiere verte en el jardín interior —
— ¿Me puedo negar? —la mirada de su amiga le decía que no, suspiro preparándose —. Dile que si.
Ambas salieron de la habitación, la adolescente de unos 16 años de edad la miro con admiración.
— Buenos días, majestad. Mis cordiales saludos para usted, la princesa Retz Akiyama desea hablar con usted en el jardín interior —una vez más una reverencia perfecta.
— Vamos con ella —hablo, por primera vez en mucho tiempo siendo Sayuri, los ojos de Kumiko se abrieron en sorpresa sin embargo no hizo nada que los delatara, se había sorprendido al escucharlo.
No era como su voz normal, era diferente, más delgada. Se podía pasar perfecto con la voz de una mujer sin sospechar nada. Miro a la esquina del pasillo donde Takeshi se paraba viendo las interacciones con una mirada neutra, cuando notó que la sirviente guiaba a Gon con la princesa, la castaña hizo una seña para que los siguiera.
Cosa que obviamente entendió. Cómo no entendería a esa tonta con la que literalmente había crecido.
Ambos sirvientes caminaron detrás de Gon, haciendole saber que estaban con él. Poco después llegaron al que sería el jardín interior, aún estaban plantando las flores y árboles que en meses adornarían el lugar; a pesar de eso pequeños lugares ya estaban comenzando a florecer.
Cuando todo estuviera ya hecho, estaría hermoso.
Al salir, vio el kimono azul, digno de una princesa. Ella estaba dando órdenes a unos niños que se encargaban de plantar algunas semillas.
— Alteza, su majestad Sayuri —hablo.
La rubia volteo con una sonrisa de oreja a oreja.
— Por favor acérquese —dijo con respeto —. Niños pueden ir a adentro yo les avisaré cuando salir.
Kumiko y Takeshi salieron con Gon sin embargo este con la mirada les dijo que entrarán y esperarán.
— Es un placer poder, hablar contigo a solas —hablo con una sonrisa.
Gon sinceramente no sabía que esperar, quería confiar, pero eso sería una estupidez. Ella es el amor prohibido de Killua, por ella podría caer está supuesta paz; por ella.
— Así parece —respondió, sin fingir, ella sabía quién era.
— Realmente te ves ¿hermosa?, te quedan mucho mejor los kimonos que a mí —bromeo viendo hacia enfrente, Gon ya se había colocado alado de ella.
— No me gustan —contesto.
— Ni a mi —sonrio volteando a ver la mirada llena de inseguridad del moreno.
— ¿Para que querías hablar conmigo?, ¿ocurre algo? —
— Para nada, solo quería decirte que confiaras —ambos se miraron.
— ¿Confiar? —
— En mi, sé que no tienes motivos para hacerlo pero... Espero que lo hagas, yo jamás te lastimaría. Gon —aquel nombre en un susurro que solo ellos podrían escuchar.
— Eso lo sabré con el tiempo —su voz fue seria, buscaba algo dentro de esos ojos verdes que la delataran.
— Solo, estoy bastante sorprendía de como los enfrentaste a ellos y a Killua, eres... Increíble —la mirada de la chica no tenía malicia, ni siquiera su voz era con sarcasmo.
¿Debería confiar en ella?
¿Y que pasaba con lo que dijo su tía?
Aunque... Era mejor tenerla cerca, siempre dicen que a tus enemigos siempre los debes de tener cerca. ¿Ella era un enemigo?
— Gracias —respondio.
— Solo quiero que sepas que cualquier petición que ellos no puedan saber ni cumplir puedes decirmela a mi —tomo una de sus manos, Gon la miro —. Solo quiero que tú y Killua estén bien.
Y tal vez este pudo haber sido el primer fallo.
O fue el primer triunfo que Gon tuvo en ese palacio.
Confiar en Retz Akiyama.
La comida estaba siendo verdaderamente incómoda para la pareja joven que se encontraba en ella.
No era culpa de Gon verse linda como mujer también, pero esto era pasarse, ese tipo no dejaba de mirarla como un trozo de carne y los viejos de las familias nobles no paraban de hablar cosas sin sentido.
Buscando méritos y un lugar en el palacio.
Retz miraba a los hombres con repulsión, mientras sostenía los palillos y trataba de comer lo que en su plato había.
Por el pasillo unos pasos y varias voces se escucharon, al comedor entro un muchacho alto, fornido con una sonrisa amable en su agraciado rostro, cabellos albinos y largos hasta los hombros. Con ojos del mismo color de los de Killua.
— Un gusto verte, hermano —hablo Killua levantándose del cojín y yendo a saludar a su hermano mayor.
— Killua —hablo con cariño, Gon se levantó de igual forma viendo a ambos chicos. Bueno ser apuesto tal parecía que venía en los genes —. Tu debes ser mi cuñada.
El hombre se movió para saludar a Sayuri con respeto.
— Es un gusto, conocerte —le sonrió una vez que su manos se tocaron para luego mirar a los demás que estaban en la mesa.
— No me habías dicho que vendría tu hermano —hablo con su voz fingida en el oído del albino, haciendo que este se sorprendiera y lo mirara.
— Yo tampoco sabía que estaría aquí, cariño —le regalo una fingida sonrisa.
— Oh —se sentó de nuevo escuchando las voces de su cuñado y de las personas ahí.
— Es un gran alivio saber que la emperatriz es igual de hermosa que nuestros dos orgullos —un hombre hablo con vaso en mano y una gran sonrisa.
— Querrá decir que sus dos orgullos sean dignos de la belleza de nuestra emperatriz —hablo una anciana, haciendo que el moreno asintiera con una leve sonrisa viendo a Killua a su lado.
— Ambos son dignos de cada uno —un hombre de mediana edad hablo viendo a ambos con una sonrisa —. Los herederos que nos darán serán dichosos.
Ambos sonrieron, con incomodidad.
— Eso es lo que importa —respondio una mujer del norte —. Llevarán por un buen camino a esta nación.
Eso esperaban, Gon miro hacia abajo, Killua al verlo decidió tomar su mano por debajo de la mesa; el moreno al sentir la grande mano de su amigo se sintió seguro, dió un leve apretón que fue correspondido.
— Estoy seguro que mi hermano y mi cuñada, ya escucharon eso —el mayor hablo viendo a ambos y luego viendo a los demás —. Me parece que lo mejor es hablar de otra cosa, el palacio por ejemplo.
Ambos suspiraron. La plática se torno al rededor de ese tema, escuchaba los comentarios de los arquitectos que hicieron los planos y también escuchaba algunas sugerencias de Killua. Jamás le preguntaron a él.
— ¿Emperatriz? —escucho la voz de una de las esposas de los hombres que ahí estaban.
— ¿Disculpe?, no la escuché —miro a la mujer que le regalaba una sonrisa.
— Así que si habla —otro hombre hablo —. Había escuchado los rumores de que tal vez era muda.
— Pues ya vio que no lo soy —contesto con obviedad.
— Es un privilegio para nosotros escuchar su voz —la anciana del sur hablo con una sonrisa verdadera.
— ¿Y, por qué no hablaba, si este sirviente puede saberlo? —un hombre que se encontraba hasta el otro lado de la mesa había hablado por primera vez en toda la comida con una ceja alzada.
— Una enfermedad, en las cuerdas vocales —hablo con seguridad.
— Que curioso —hablo de nuevo —. El líder de la región sur jamás hablo de eso.
— ¿Por qué hablaría de un tema sin importancia? —
— Es importante, ¿que pasaría sin en realidad fuera muda? —lo preguntó como si fuera un problema grandísimo.
— Nada, simplemente tendrían que aprender a comunicarse conmigo y listo —respondio.
— Una emperatriz defectuosa no sería de utilidad, sería un desperdicio de tiempo. Sería inútil en todos los sentidos —dijo con repulsión, como si pensará que fuera estúpido, como si las personas que fueran mudas fueran idiotas, la sangre le hirvió. La mesa se quedó en silencio, Killua iba a hablar sin embargo Gon le ganó la palabra.
— Estaría muda no estúpida —la sorpresa se vió en los ojos de las personas sentadas ahí, el hermano de Killua abrió la boca, una sonrisa divertida luchaba con posarse en los labios de Retz. Aquel hombre, de facciones duras, cabellos largos y peinados hacia atrás, con una cicatriz que iba atravesando el ojo derecho la miro con una ceja alzada, esperando algo que claro que llegó —. Una persona muda no es defectuosa como usted las llama, siguen siendo personas con inteligencia y utilidad.
Killua lo miro con una sonrisa. Podrá tener esa otra piel, esa otra ropa, esa otra postura, esa otra voz, ese otro nombre, pero, seguía siendo Gon.
Era el mismo.
— Creo que hay mayores temas de los que hablar y atender que esta conversación —sentencio llevándose el vaso a sus labios.
— M-mi cuñada tiene razón —hablo el albino mayor —. Temas como el ejército, ese es un mejor tema.
— Pues adelante señores, con mucho gusto escucharemos sus propuestas —
Killua sonrió, apretó la mano de Gon que temblaba ligeramente, más sin embargo miro a todos ahí retomando la conversación.
Cuando la comida-junta termino y el cielo comenzó a poner azul, Gon pudo levantarse de la mesa. Vio que Killua hablaba con su hermano quienes se acercaban a él.
— Tu... ¡Estuviste increíble! —rió con gracia sorprendiendo a Gon —. Esa respuesta, te ganaste una buena mujer hermanito.
— Si, es una grandiosa mujer —sonrio con ironía.
— No pongas esa cara hermanito —luego dirigió su mirada a Gon que estaba pasmado con la actitud del hermano de su futuro esposo —. Y tu, no dudes en llamarme si este tonto te falta al respeto, aunque creo que no necesitaras mi ayuda, ya ví quien lleva las riendas de la relación.
— Hermano, yo creo que Sayuri quiere descansar —hablo con una sonrisa incomoda —. ¿No es así?
— Si, aunque... Nunca me menciono su nombre —contesto ignorando a Killua y viendo al hermano mayor.
— Es verdad, que maleducado de mi parte, Haruto Ashikaga a sus servicios, emperatriz —respondió con una gran sonrisa.
Holaaaa ❤️
¿Les gustó?
Me emocione y quise sacarlo antes xd, lo iba a subir hasta el jueves pero la emoción pudo conmigo.
Nos leemos la siguiente actu 💖
Bye bye ❤️
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