Ese es un hermoso propósito...

Encontrar en la música una razón para seguir viviendo.

A pesar de no poder oír...

Cualquiera lo hubiera considerado estúpido. Pero para Chuuya eran las palabras más bellas que jamás podría escuchar.

Al mirar en los ojos del castaño sintió que podía ver en lo profundidad de las estrellas en el cielo, el brillo que albergaba en sus orbes era hermoso.

Apenas conocía al profesor de literatura, pero sentía ya una enorme necesidad de no apartarse de él y descubrir en su compañía las maravillas de la vida de otra forma, sentía que a su lado podría mirar el mundo con una mayor intensidad.

Con mayor belleza.

Con la belleza que escondía dentro de sus hermosos ojos amarronados.

—Puedo enseñarte a tocar si lo deseas.

—¿Yo?... ¿Yo tocar? Realmente... Nunca lo pensé, me gustaría... Sí... Pero... Sería un poco problemático, tu sabes...

—Ludwig van Beethoven.

—¿Eh?...

—Posiblemente tus héroes sean distintos a los míos, debes admirar a Dickens o Goethe, tal vez. Pero mi héroe es Ludwig van Beethoven, posiblemente no sepas quién es ya que no muchos se dan el tiempo de investigar pero...

—Era sordo, ¿Verdad?

—Pero aún así compuso piezas extraordinarias.

—Pero... Yo no tengo ese tipo de talento, yo soy un simple profesor de literatura, y prefiero quedarme ahí.

—¿Estás seguro?

—Me gustaría muchísimo más escucharte, si no te molesta.

—Claro, pero no pienso desistir sobre darte clases, algún día vas a tocar muy bien, si no, no podría decirme maestro.

Ambos se sonrieron mutuamente, ignorando que al fondo sonaba la campana que anunciaba el fin del receso para el almuerzo.