01
YoonGi es arrastrado como un muñeco sin vida por toda la cancha de fútbol americano, dos chicos más altos y fuertes que él lo sostienen de los brazos mientras se burlan. La lluvia de la tarde había vuelto lodo la tierra y su ropa estaba completamente sucia, su pálido cuerpo lleno de múltiples moretones y sangre que brotaba de sus heridas.
—Hay que dejarlo aquí antes de que alguien nos vea.— señaló JungKook.
TaeHyung asintió —NamJoon solo dijo que nos divirtiéramos un rato con este idiota.— comentó, soltando a YoonGi y alejándose casi al instante.
JungKook, por otra parte, antes de irse, miró el cuerpo de YoonGi, se acuclilló a su lado y revisó que continuara respirando solamente por precaución.
—A la otra no seas tan estúpido, pensé que eras inteligente, pero si continúas así... NamJoon no dudará en asesinarte.— advirtió con burla.
—¡Vamos, JungKook! — gritó TaeHyung a la distancia.
—Voy.— respondió, corriendo para alcanzarlo.
Era solo un día más, uno normal para YoonGi, quien estaba completamente acostumbrado a ser tratado de esta enferma manera. Siempre siendo pisoteado por los más fuertes y populares. No había hecho nada malo, su único error había sido negarse a continuar haciendo las tareas de álgebra para los estúpidos jugadores de americano y por eso estaba allí.
NamJoon, el líder, al enterarse lo había llamado a la parte trasera de la universidad y al ver que no se retractaba de su decisión lo molió a golpes junto a sus amigos. Después de eso, les ordenó a TaeHyung y JungKook que lo trajeran aquí, que se divirtieran cuanto quisieran con él y no lo dejaran en paz hasta que empezase a caer la noche.
—¡Son unos idiotas!— escuchó la suave voz de JiMin a lo lejos —¿Cómo se les ocurre? Son unos animales.— insistió molesto.
TaeHyung y JungKook miraron con desconcierto al rubio, estaban seguros de que NamJoon jamás aprobaría que su novio estuviera allí.
JiMin al ver que no reaccionaron los empujó con fuerza y se abrió paso para correr hacia YoonGi, su pecho se retrae al ver su deplorable estado. No entiende por qué NamJoon tiene este comportamiento contra el chico si solo es una persona inocente, por más que le ha pedido que lo deje en paz, no lo hace.
—Diablos.— exclamó JiMin, mirándolo con pena —Déjame ayudarte.
Las temblorosas manos de JiMin lo sostuvieron de manera delicada, intentó ponerlo de pie, pero YoonGi no tenía ni la mínima fuerza para hacerlo. Le tomó del antebrazo y se lo colgó por el cuello, importándole poco ensuciarse. Lo llevó como pudo hacia los cambiadores de los jugadores y lo metió en las duchas.
—Lo lamento.— dijo JiMin, abriendo las llaves y revisando la temperatura.
YoonGi seguía a su lado, apenas comenzaba a reaccionar, su mirada estaba borrosa y solo logra ver a JiMin ahí. Sin embargo, también podía diferenciar que el chico estaba llorando, su voz sonaba rota y tenía los ojos llenos de lágrimas.
JiMin se limpió el rostro, se lo acomodó mejor y sin soltarlo se metió bajo el chorro de agua para empaparlos a ambos. Poco a poco, YoonGi se fue limpiando, el lodo y la sangre de sus prendas se fueron por la coladera.
—De verdad, lo siento.— insistió JiMin, mordiendo su labio inferior para acallar sus sollozos y es que se sentía culpable.
YoonGi parpadeó, intentó nuevamente mantenerse de pie para no ser una carga, pero sus rodillas temblaron y JiMin evitó que se fuera de cara contra el piso.
—Estás muy herido, deja que te ayude.
—N-no debes.— siseo YoonGi en un hilo de voz, temía que NamJoon la tomara contra JiMin si se enteraba de que ha estado ayudándole, otra vez.
NamJoon estaba loco, un obsesivo controlador y era bastante probable que tuviera una discusión nueva con JiMin por su culpa. Y dice nueva porque esto se ha repetido muchas veces, NamJoon lo golpeaba por cualquier motivo y luego JiMin se enteraba, venía a su rescate y peleaban por él.
YoonGi lo sabía, por algo es que, aunque no quisiera, se había terminado enamorando de JiMin, de su empatía y amabilidad. El chico era un ángel resplandeciente ante sus ojos, pero sabía que nunca sería correspondido. Muy a diferencia de él, era un chico popular, muy hermoso y por si fuese poco con novio, pero soñar no le costaba nada y mantenía sus sentimientos escondidos.
JiMin ignoró sus palabras, cerró ambas llaves y lo llevó hasta los casilleros para sentarlo en una banquilla mientras buscaba algunas toallas. Regresó y le colocó una sobre su cuerpo para taparlo y otra más sobre su cabello negro. Tomó la última entre sus manos y la restregó delicadamente para así poder secarlo.
—No tengo ropa para prestarte, tendrás que quedarte así.
—Estoy bien.— aseguró YoonGi, intentando tomar la toalla por sí mismo.
—No, yo lo hago.— dijo JiMin, evitando que la tomara —Debe doler.— agregó, tomándole suavemente por el mentón para verle los moretones.
YoonGi sintió su tacto y se estremeció, nadie se había preocupado por él antes, siempre había sido solamente JiMin. Cerró los ojos para deleitarse con las caricias que le da el menor sobre la piel lastimada y suspiro, alejándose a los segundos. No debe ser tan codicioso, no logrará nada más que herirse.
Pero YoonGi era un jodido masoquista, siempre mirando a JiMin a lo lejos, ya fuera por los pasillos o al lado de NamJoon. Nunca seria suyo y aun así no podía evitar sentir algo por él, era un idiota y amaba mucho a su ángel.
JiMin por su parte, no tenía idea de lo que YoonGi sentía. Se preocupaba por todos de esta manera, sobre todo cuando NamJoon estaba implicado. Sabía que su novio no era una mala persona, tenían casi dos años de relación y antes jamás lo había maltratado. De hecho, era alguien amable, atento y amoroso.
Sin embargo, cada vez que se trataba de YoonGi o algún chico inteligente que estuviese indefenso, lo tomaba como el objeto de sus burlas y maltratos. Eso no estaba bien, se lo decía cada que podía, pero NamJoon le daba la vuelta a las cosas. Luego lo trataba dulcemente, lo besaba y terminaban follando.
JiMin de alguna manera lograba que NamJoon después de sus encuentros sexuales dejara en paz a YoonGi, al menos una semana o dos, aunque eso estaba cambiando con el tiempo. Entre más intentaba alejar a NamJoon de YoonGi más se centraba en él y quizás era su error porque sin querer le daba motivos erróneos a su novio para herir al inocente chico.
NamJoon le gritaba en cada discusión que era una zorra, que de seguro lo engañaba con YoonGi y algunas veces incluso llegó a golpearlo por celos. JiMin estaba cansado de todo esto, quiso terminar su relación, pero NamJoon no era tonto y lo amenazó con matar a YoonGi si lo dejaba.
—Necesito... que no hagas más locuras, YoonGi.— le pidió JiMin, mirándole fijamente —No sé cuánto pueda mantener a NamJoon lejos de ti.
YoonGi sabía a lo que se refería, no era tonto, sabía que JiMin intentaba protegerlo a su manera y que había hecho muchas cosas para lograrlo. Por eso es que comenzaba a defenderse solo, negarse a las órdenes de NamJoon era el primer paso. No obstante, solo eso le había costado demasiado, se sentía inútil y no quería que JiMin siguiera teniendo problemas por él.
Claro que una cosa era querer y otra poder, YoonGi era débil físicamente, jamás podría contra todo un equipo de fútbol y mucho menos contra NamJoon.
—Disculpa ser una carga...— respondió por lo bajo, empuñando sus manos.
JiMin lo escuchó, quería decirle que no lo era, pero no quiere contradecirlo y mejor no le respondió con palabras, solamente le sonrió cálidamente y terminó de secarlo. Lo ayudó a pararse como antes y lo acompañó hasta la avenida para subirlo en un taxi, observó al vehículo alejarse a la distancia y negó para sí, esto es todo lo que podía hacer ahora.
YoonGi se mantuvo viendo por la ventana y mientras se dirigía a la soledad de su departamento no pudo evitar reprocharse ¿Por qué era tan débil? ¿Por qué no podía ser él quien defendiera a su ángel? Si pudiera cambiaría los papeles y sería el héroe, acabaría con NamJoon y haría feliz a JiMin.
De pronto todos sus pensamientos desaparecieron, en el cielo distinguía una brillante luz acercándose velozmente, casi como un meteorito. Quería creer que no era real, miró alrededor y el taxi se encontraba en el centro, el conductor estaba esperando el cambio de luz en el semáforo. Mucha gente estaba en las banquetas, todos miraban lo mismo que él y el pánico explotó al instante.
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