Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

19

El primer rayo de sol se filtró a través de las ventanas de papel cuando Liu Yi fue despertada bruscamente por el sonido de múltiples pasos acercándose a su habitación. Había pasado la mayor parte de la noche despierta, dando vueltas en la cama mientras procesaba todo lo que había ocurrido. La conversación con Zheng, la decisión de hacer oficial su compromiso, y sobre todo, la angustiante realidad de que Yulian seguía desaparecida.

Antes de que pudiera incorporarse completamente, su puerta se abrió de par en par y una procesión de sirvientas entró como una avalancha, lideradas por la elegante figura de la Dama Cheng.

—Mi señora—anunció la Dama Cheng—. Su Majestad ha ordenado que sea preparada inmediatamente. El tiempo apremia, querida.

Liu Yi parpadeó, aún desorientada por el despertar abrupto.

—¿Preparada para qué? ¿Y qué noticias hay de Yulian?

La expresión de la Dama Cheng se suavizó apenas perceptiblemente, y Liu Yi pudo ver un destello de preocupación maternal en sus ojos.

—Lamento no tener noticias de esa joven —respondió con un tono más suave mientras dirigía a las sirvientas con gestos precisos pero cuidadosos—. Pero mi orden inmediata es prepararla para el banquete imperial que tendrá lugar en una hora. Y permíteme decirle, mi señora, que será mejor que estemos a la altura de las circunstancias.

—¿Banquete? —Liu Yi se incorporó completamente, sintiendo cómo la realidad la golpeaba—. ¿Zheng organizó un banquete durante la noche? —Dijo con desconcierto ¿Podía este hombre ser más jodidamente egocéntrico he impredecible?

La Dama Cheng no respondió directamente, pero una sonrisa desconcertada cruzó sus labios, como si estuviera de acuerdo con el desconcierto  de Liu Yi, se güiro mientras hacía un gesto a las sirvientas.

—Con cuidado, muchachas —murmuró con firmeza—. Lady Liu Yi no es un maniquí. Tratadla con el respeto que merece la futura emperatriz.

Las sirvientas inmediatamente ajustaron su actitud, volviéndose más gentiles mientras ayudaban a Liu Yi a desvestirse.



Lo que siguió fue un torbellino de actividad que Liu Yi apenas pudo procesar. Las sirvientas trabajaban con eficiencia militar: unas prepararon un baño perfumado con esencias de jazmín, otras extendieron sobre la cama las ropas más elaboradas que Liu Yi había visto jamás.

Cuando la sentaron frente al espejo de bronce, Liu Yi observó cómo transformaban su apariencia con manos expertas. Su cabello albino, que siempre había considerado su característica más distintiva y problemática, fue peinado en un elaborado moño imperial adornado con horquillas de oro y jade. Sus labios fueron pintados de un rojo intenso como la sangre, un color que contrastaba dramáticamente con su piel pálida y sus ojos claros.

Pero fue cuando le pusieron las ropas que Liu Yi comprendió verdaderamente la magnitud de lo que estaba ocurriendo. La túnica era de seda roja como el fuego, acompañada de telas de tul, bordada con hilos de oro que formaban la figura de un fénix en vuelo, el animal sagrado que representaba a la emperatriz. El diseño era tan intrincado que cada pluma del ave mítica parecía moverse con la luz.

—El emperador eligió personalmente cada detalle —murmuró una de las sirvientas más jóvenes, claramente impresionada por la opulencia de las vestimentas.

La Dama Cheng sonrió con genuino afecto mientras ajustaba un pliegue de la túnica.

—Y tenía razón al hacerlo —comentó con satisfacción—. Estos colores realzan su belleza natural de manera perfecta, Lady Liu Yi. Su Majestad tiene buen ojo.

Hubo un momento de silencio cómplice entre las dos mujeres, y Liu Yi pudo percibir que bajo la fachada estricta de la Dama Cheng había una persona genuinamente preocupada por su bienestar.

Cuando finalmente terminaron, Liu Yi se miró en el espejo y apenas reconoció a la mujer que le devolvía la mirada. Ya no era la campesina que había llegado al palacio meses atrás, ella misma debía reconocer que hacia cambiado un montón en esos meses. Era algo completamente nuevo: una figura imperial, alguien que podría estar junto Zheng como su igual.

—Es hora —anunció la Dama Cheng con una sonrisa pequeña pero cálida—. Y déjeme decirle que nunca he visto a una mujer más hermosa que usted. Haga que Su Majestad se sienta orgulloso... aunque algo me dice que eso no será un problema para usted.

Las palabras, dichas con un tono casi maternal a pesar de su formalidad, le dieron a Liu Yi una confianza que no sabía que necesitaba.

El camino hacia el gran salón de banquetes se sintió como una marcha hacia el destino. Liu Yi podía escuchar el murmullo de voces incluso antes de llegar a las puertas dobles de madera. Las sirvientas la escoltaron en formación, como si fuera una procesión real, las órdenes del emperador habían sido claras: tratar a Liu Yi cómo si fuera el mismo.

Cuando las puertas se abrieron, Liu Yi se detuvo un momento, abrumada por la magnificencia del espectáculo que se desplegaba ante ella. El salón había sido transformado durante la noche en algo que parecía sacado de los cuentos de hadas. Cientos de velas iluminaban el espacio, sus llamas reflejándose en las superficies doradas y los espejos que adornaban las paredes. Las mesas estaban cubiertas con manteles de seda y vajillas de bronce, mientras que arreglos florales elaborados llenaban el aire con fragancias exóticas.

Pero lo que más la impresionó fue ver las caras de los invitados. Los ministros y nobles, claramente tomados por sorpresa por la convocatoria de última hora, lucían atuendos que, aunque lujosos, no alcanzaban el nivel de pompa que normalmente exhibían en eventos planeados. Algunos tenían expresiones de desconcierto apenas disimulado, otros de franca preocupación.

El momento en que Liu Yi cruzó el umbral, todo el salón se sumió en un silencio absoluto. Cientos de pares de ojos se posaron sobre ella, evaluando, juzgando, especulando. Podía sentir el peso de sus miradas como algo físico.

Pudo percibir cientos de reacciones diferentes, desde desconcierto hasta asombro, así como fascinación.

Desde la mesa principal, Zheng se puso de pie con una sonrisa radiante que iluminó todo su rostro. Vestía sus ropas imperiales completas, pero su actitud era relajada, casi juguetona, como si estuviera disfrutando enormemente del drama que estaba orquestando.

—¡Ah, ahí está mi invitada de honor! —exclamó con voz clara que resonó por todo el salón, su tono despreocupado pero cargado de afecto—. Mi señora, ven aquí. No seas tímida.

Su forma de hablar era tan casual, tan íntima en presencia de toda la corte, que Liu Yi sintió cómo las mejillas se le coloreaban. Pero también sintió algo más: la emoción de estar participando en algo que cambiaría todo para siempre.

Con pasos medidos pero firmes, se dirigió hacia la mesa principal, consciente de que cada movimiento estaba siendo analizado. Pudo ver las caras familiares entre la multitud: Li Xin, el mejor amigo del emperador y comandante de la guardia roja, la observaba con una sonrisa de aprobación y algo que podría haber sido orgullo. Era un hombre imponente, con el tipo de presencia que llenaba una habitación, conocido tanto por su lealtad inquebrantable a Zheng como por su reputación con las mujeres.

Junto a él estaba Mi La, la única mujer estratega de la guardia roja y una de las pocas amigas genuinas que Liu Yi había hecho en el palacio. Su expresión era de curiosidad mezclada con preocupación, y Liu Yi pudo ver cómo sus ojos se movían constantemente entre ella y Li Xin, como si estuviera evaluando algo. Mi La era conocida por su carácter fuerte y su mente brillante, características poco comunes en las mujeres de la corte, y Liu Yi había notado la tensión que existía entre ella y Li Xin, una danza compleja de atracción y frustración que ninguno de los dos parecía dispuesto a reconocer.

Pero fue la mirada de Lady Wang la que hizo que Liu Yi sintiera un escalofrío. Sentada en una posición prominente, Lady Wang lucía una sonrisa dulce y congratulatoria, pero sus ojos... sus ojos contenían una frialdad que podría haber helado el vino. Liu Yi sabía que Lady Wang estaba enamorada del emperador, era evidente que aún seguia manteniendo la esperanza de que algún día él la notaría de manera romántica. Su presencia aquí, en este momento, era como tener una serpiente venenosa en el jardín. Liu Yi, una vez más, no pudo evitar sentir lastima.

Cuando llegó a la mesa principal después de caminar por el salón con la cabeza alta, Zheng le extendió la mano con un gesto galante.

—Siéntate a mi lado,—dijo, señalando la silla que había sido colocada a su derecha, la posición reservada para una sola mujer.

El simbolismo no pasó desapercibido para nadie en el salón. Liu Yi pudo escuchar el murmullo colectivo de sorpresa y especulación que se elevó como una ola.

Podía sentir las miradas de todos en su espalda.

Una vez que estuvo sentada, Zheng se puso de pie nuevamente, levantando su copa de vino en un brindis. Su sonrisa era genuina, casi traviesa, como si estuviera a punto de contar el chiste más divertido del mundo.

—Queridos amigos, ministros, nobles de mi corte —comenzó, su voz llevando esa calidad despreocupada que lo caracterizaba, pero con un matiz de autoridad que recordaba a todos quién era realmente—. Sé que se preguntan por qué los he convocado con tan poca anticipación. Algunos de ustedes probablemente pensaron que era una emergencia del imperio.

Risas nerviosas se escucharon por el salón.

—Bueno, en cierto modo, lo es —continuó, dirigiendo un gesto lleno de afecto hacia Liu Yi—. Verán, ayer por la noche me di cuenta de algo importante. Me di cuenta de que la vida es demasiado corta para esperar el momento perfecto, y que cuando encuentras a alguien que hace que tu mundo tenga más sentido, que hace que incluso el peso de gobernar un imperio se sienta ligero... bueno, no debes dejar que esa persona se vaya.

El salón estaba ahora en completo silencio, cada persona pendiente de cada palabra.

—Liu Yi —dijo, volviéndose hacia ella con una sonrisa que era pura felicidad. Ella no pudo evitar sentir la piel de gallina al escuchar su nombre de sus labios, cosa poco común—, llegaste a mi palacio como una brisa fresca en un día de verano. Con tu inteligencia, tu coraje, tu forma única de ver el mundo, has traído luz a lugares que no sabía que estaban oscuros. Has desafiado mis ideas, has cuestionado mis decisiones, y has hecho que me convierta en un mejor emperador... y en un mejor hombre.

Liu Yi sintió que su corazón se aceleraba. A pesar de saber que esto era parte política, un juego, un espectáculo, aún así, había algo en la forma en que Zheng le hablaba que se sentía completamente genuino.

—Por eso —continuó él, su voz ahora más fuerte, más oficial, pero cargada de una emoción genuina—, es mi honor y mi alegría anunciar ante todos ustedes que Lady Liu Yi será mi emperatriz. La primera emperatriz de nuestro imperio unificado.

Su dirigió hacia Liu Yi con una intensidad que hizo que el aire mismo pareciera vibrar, la gente empezó cuchichear.

—Como hijo del Cielo, he sido bendecido con la responsabilidad de gobernar todo lo que está bajo él. Pero he descubierto que gobernar solo significa cargar con el peso del mundo en soledad. Mi señora no solo es inteligente, hermosa y valiente... ella es quien me ayudará a liberar el verdadero potencial de nuestro imperio. Juntos, no solo gobernaremos todo lo que está bajo el cielo, sino que lo transformaremos en algo que las generaciones futuras recordarán como la era dorada de la humanidad.

Levantó su copa más alto.

—¡Por la primera emperatriz de nuestro imperio unificado! ¡Por Liu Yi, quien ayudará a gobernar todo lo que está bajo el cielo!

El salón estalló en una mezcla de reacciones que Liu Yi pudo leer como un mapa de alianzas y enemistades. Li Xin aplaudía con genuina alegría, claramente emocionado por su amigo. Mi La parecía aliviada y orgullosa, sus ojos brillando con aprobación.

Pero hubo otros que no pudieron esconder su descontento. Algunos ministros intercambiaron miradas nerviosas, claramente preocupados por las implicaciones de tener a una campesina como primera emperatriz, destacaba entre ellos un hombre que se encontraba demasiado serio, intuía, por palabras de Zheng y de la dama Cheng que era el famoso ministro de finanzas, el padre de Lay Wang. A su alrededor varios nobles parecían haber tragado algo amargo, sus aplausos mecánicos y forzados.

Y Lady Wang... Liu Yi sintió un escalofrío al ver cómo el rostro de la mujer se había desfigurado por completo. La máscara de dulzura había caído, revelando una expresión de puro odio y desagrado que contorsionaba sus facciones de manera casi grotesca. Sus manos se mantenían inmóviles en su regazo, negándose a aplaudir, mientras sus ojos clavados en Liu Yi prometían venganza.

Zheng se inclinó hacia Liu Yi, su voz bajando a un murmullo que solo ella podía escuchar.

—¿Cómo me ha ido con mi primer discurso como tu futuro esposo? —preguntó con una sonrisa pícara—. ¿He estado a la altura de tus expectativas?

A pesar de toda la tensión, toda la política, todos los peligros que los rodeaban, Liu Yi no pudo evitar sonreír ante su descaro.

—No está mal para una primera vez —respondió en el mismo tono bajo—. Aunque espero que tengas mejores discursos preparados para la ceremonia real.

Zheng le dio una sonrisa, genuina y contagiosa, y por un momento, todo se sintió como si realmente fueran solo dos personas enamoradas celebrando su futuro juntos, en lugar de dos jugadores en un juego político que podría costarles la vida.

Pero incluso en ese momento de felicidad, Liu Yi no pudo olvidar que Yulian seguía desaparecida, que había enemigos en las sombras, y que Lady Wang la miraba como si ya estuviera planeando su funeral.

Fue entonces cuando, como si hubiera sentido su mirada, Lady Wang se puso de pie grácilmente y se acercó a la mesa principal. Su compostura había regresado como por arte de magia, aunque Liu Yi pudo notar la tensión en sus hombros y la forma forzada de su sonrisa.

—Su Majestad —dijo Lady Wang con voz melosa, haciendo una reverencia perfecta—. Permítame ser la primera en felicitar a nuestra... futura emperatriz.

La pausa antes de "futura emperatriz" fue sutil pero deliberada, cargada de veneno apenas perceptible.

Zheng, sin embargo, parecía completamente ajeno a la tensión, o quizás simplemente eligió ignorarla.

—Lady Wang, qué gentil de tu parte —respondió con su característica sonrisa despreocupada—. Estoy seguro de que Liu Yi y tú se llevarán maravillosamente. Después de todo, las mujeres fuertes deben apoyarse mutuamente, ¿no te parece?

La sonrisa de Lady Wang se tensó casi imperceptiblemente.

—Por supuesto, Su Majestad. Estoy... ansiosa por conocer mejor a Lady Liu Yi y aprender de su... sabiduría.

Liu Yi sintió el desafío implícito en esas palabras, pero antes de que pudiera responder, Zheng se inclinó hacia ella con esa sonrisa pícara que ya empezaba a conocer tan bien.

—Espero que cuides muy bien de mi mujer—Zheng tomo a Liu Yi de la cintura y dirijo un gran sonrisa a la mujer, el mensaje era claro, Liu Yi era su mujer, y si se atrevían a tocar algo que era suyo, debían atender a las comsevuencias—. Espero grandes cosas de usted, Lady Wang…

A pesar de toda la tensión, toda la política, todos los peligros que los rodeaban, Liu Yi no pudo evitar sonreír ante su mezcla de arrogancia y encanto.

La risa de Zheng resonó por el salón, estridente y contagiosa, Zheng tomo su mano bajo la mesa y por un momento, todo se sintió perfecto. Eran tan solo ella y él.

Pero Liu Yi aún podía sentir los ojos de Lady Wang sobre ellos, ardiendo con una intensidad que prometía que esta guerra apenas estaba comenzando.


Mientras tanto en otro lugar…varias horas antes.

Los primeros rayos del sol comenzaban a filtrarse entre las ramas del bosque cuando Mo Bai encontró a Xiaoyu junto al arroyo. La luz dorada del amanecer creaba un contraste extraño con la oscuridad que había dominado la noche, como si el mundo intentara renacer mientras ellos permanecían atrapados en las sombras de su pasado.

Xiaoyu estaba sentada en la misma roca, pero ahora su pipa humeaba suavemente entre sus dedos. No se sobresaltó cuando lo escuchó acercarse; era como si hubiera estado esperándolo.

—No han pasado ni cuatro horas desde nuestra conversación —murmuró sin voltear a verlo—. ¿Tan impaciente estás?

Mo Bai se detuvo a unos pasos de distancia, su expresión tan fría e impasible como siempre, pero algo en sus ojos había cambiado. Sin decir una palabra, se dejó caer de rodillas sobre la hierba húmeda por el rocío matutino.

Xiaoyu se volvió lentamente, y por primera vez en años, la sorpresa genuina cruzó por su rostro.

—Perdóname —su voz era baja, cada palabra llevaba el peso de años de arrepentimiento—. Por usarte. Por manipular tus sentimientos. Por hacerte creer que eras algo más que una fuente de información para mí.

La pipa se deslizó de entre los dedos de Xiaoyu, cayendo al suelo con un suave ruido.

—¿Qué… qué estás haciendo?

—Lo que debí haber hecho hace años —Mo Bai mantuvo su mirada fría, pero firme—. Reconocer que te traté como a una herramienta cuando eras una mujer que merecía respeto. Que abusé de tus sentimientos cuando tú me dabas tu confianza.

Por un momento, el rostro de Xiaoyu se transformó. La furia ardió en sus ojos terracota como fuego líquido.

—¡¿Ahora?! —se puso de pie bruscamente—. ¡¿Vienes a disculparte ahora, después de todos estos años de silencio?!

Su voz se elevó, quebrándose ligeramente.

—¡¿Sabes lo que fue despertar cada día preguntándome si realmente había significado algo para ti?! ¡¿Sabes lo que fue darme cuenta de que cada caricia, cada palabra, era solo parte de tu actuación?!

Mo Bai no se movió, recibiendo cada palabra con la misma expresión fría, pero sus ojos nunca se apartaron de los de ella.

—Sí, lo sé. Y sé que no tengo derecho a estar aquí.

La furia en el rostro de Xiaoyu comenzó a desvanecerse gradualmente, siendo reemplazada por algo mucho más devastador: una tristeza profunda, que había estado enterrada durante años.

Sus hombros se desplomaron y se sentó nuevamente en la roca, como si las fuerzas la hubieran abandonado.

—¿Por qué? —su voz ahora era apenas un susurro cargado de dolor—. ¿Por qué ahora, Mo Bai? ¿Por qué cuando ya había aprendido a vivir con el dolor?

Las primeras lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, pero no eran lágrimas de ira. Eran lágrimas de una herida que nunca había sanado completamente.

—Durante años me preguntaba qué había hecho mal. Si tal vez… si tal vez había sido demasiado ingenua, demasiado fácil de engañar. Me odiaba a mí misma por haberte amado cuando tú nunca me viste como algo más que un medio para conseguir lo que necesitabas.

Mo Bai sintió algo parecido a una puñalada en el pecho, pero mantuvo su compostura.

—No hiciste nada mal. La culpa fue completamente mía.

Xiaoyu soltó una risa amarga, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.

—¿Sabes lo peor de todo? Que incluso sabiendo lo que eras, lo que me hacías… una parte de mí seguía esperando que algún día regresaras. Que vinieras a decirme que había sido real, que al menos una pequeña parte había sido real.

El silencio se extendió entre ellos, roto solo por el suave murmullo del arroyo y el canto distante de los pájaros que anunciaban el nuevo día.

Finalmente, con movimientos lentos y cansados, Xiaoyu sacó un pergamino doblado de entre sus ropas. Lo miró por un momento antes de arrojarlo al suelo junto a Mo Bai.

—En el bosque cerca de la zona controlada por la reina madre hay una cabaña abandonada. Los documentos que necesitas están ahí. Los espías se reúnen cada dos días.

Mo Bai recogió el mapa, pero no se levantó.

—¿Por qué me ayudas?


Xiaoyu le dio la espalda, su voz cargada de una amargura que parecía haberla consumido por dentro.

—Porque tal vez… —su voz se quebró—. Porque tal vez, después de todo este tiempo, de todo el dolor que me causaste… tal vez aún te amo, Mo Bai. Y eso me duele más que cualquier cosa que hayas hecho.

Los rayos del sol iluminaron completamente el claro, pero la calidez de la luz parecía no poder tocar el frío que se había instalado entre ellos.

—Xiaoyu…

—No digas nada más —susurró ella, sin voltear—. Solo vete. Salva a esa nuña. Y después… después no vuelvas nunca más. No puedo seguir sangrando por ti.

Sus palabras flotaron en el aire matutino como una despedida final, mientras Mo Bai permanecía arrodillado, sosteniendo el mapa que podría salvar a Liu Yi, pero sintiendo que algo en él se había roto irremediablemente.



La tarde ya estaba avanzada cuando Mo Bai se alejó del arroyo donde había dejado a Xiaoyu. El mapa que ella le había dado se encontraba firmemente guardado en su túnica, pero su mente seguía procesando las palabras que habían quedado flotando en el aire como ecos dolorosos.

Sus pasos lo llevaron adentrándose en lo que sabía eran los territorios controlados por la reina madre, siguiendo las indicaciones del pergamino. El bosque se extendía mucho más de lo que había calculado inicialmente, y después de dos horas de exploración meticulosa por estas tierras remotas pero aún bajo su jurisdicción, su paciencia fue recompensada.

Entre la espesa vegetación y protegida por árboles centenarios, exactamente donde Xiaoyu había indicado en el mapa, una cabaña de madera se alzaba como si hubiera brotado del mismo bosque. A primera vista parecía completamente abandonada, con las paredes cubiertas de musgo y las ventanas empañadas por años de descuido.

Pero Mo Bai había aprendido a no confiar en las apariencias.

El barro alrededor de la entrada mostraba huellas frescas. El humo que salía de la chimenea era apenas visible, pero el olor a cenizas recientes llegaba hasta donde él se encontraba. Incluso podía detectar el aroma tenue de comida preparada no hace mucho tiempo.

Se acercó con la cautela que había perfeccionado durante sus años como la sombra más letal de la familia Mo, manteniéndose oculto entre las penumbras mientras se dirigía hacia una de las ventanas laterales. El cristal sucio le permitió vislumbrar el interior: una mesa desordenada con papeles dispersos, lo que claramente eran mapas extendidos, y varios objetos que no logró identificar completamente desde su posición.

La información estaba ahí, al alcance de sus manos. Solo necesitaba encontrar el momento adecuado para entrar.

Estaba evaluando las mejores opciones de entrada cuando el silencio del bosque se hizo pedazos por completo.

—¡HIJOS DE PUTA! ¡MALDITOS IDIOTAS! ¡LES VOY A CORTAR LOS HUEVOS Y SE LOS VOY A DAR DE COMER A LOS CERDOS!

Mo Bai se quedó completamente inmóvil. El grito había sido definitivamente femenino, pero el vocabulario... jamás había escuchado a una mujer usar ese lenguaje, ni siquiera en los peores tugurios donde solía buscar información. Su mano se movió instintivamente hacia su espada mientras evaluaba la situación.

El estruendo de ramas quebrándose y pisadas pesadas se acercaba rápidamente hacia el claro donde se encontraba la cabaña. Sin previo aviso, una figura femenina irrumpió corriendo como si su vida dependiera de ello, con el cabello castaño volando detrás de ella como una bandera de batalla.

La mujer estaba en un estado lamentable. Su ropa había sido rasgada en múltiples lugares, moretones decoraban sus brazos y rostro, y todo en ella gritaba que había estado en una pelea prolongada y violenta. Pero lo más impactante no era su apariencia golpeada, sino la expresión de furia absoluta que distorsionaba sus facciones.

Sin dudarlo ni un segundo, se lanzó directamente hacia Mo Bai y se refugió detrás de él, aferrándose a su capa con manos temblorosas de rabia más que de miedo.

—¡Oye, tú! —le gritó como si fueran conocidos de toda la vida—. ¡Tienes que ayudarme! ¡Esos desgraciados me secuestraron! ¡Llevaban dos días tratando de hacer cochinadas conmigo! ¡Son unos pervertidos asquerosos!

Mo Bai la miró por encima del hombro con la misma expresión impasible que había mantenido incluso durante su conversación con Xiaoyu esa mañana. Las emociones seguían demasiado cerca de la superficie, demasiado peligrosas.

—No es mi problema.

—¡¿Qué no es tu problema?! —la mujer protestó con indignación—. ¡Son unos salvajes! ¡Probablemente a ti también te hagan algo si te encuentran!

Mo Bai ya se disponía a desenredarse de la situación y continuar con su misión original cuando los perseguidores emergieron de entre los árboles. Cuatro hombres de complexión robusta, con características faciales distintivas y vestimenta que Mo Bai reconoció al instante.

Bárbaros del norte.

Los mismos que, según las informaciones de Xiaoyu, la reina madre estaba usando para sus planes.

El más alto, que por su postura parecía ser el líder, se adelantó con aire arrogante.

—Apártate, perro del imperio —gruñó en un chino rudimentario—. La mujer es nuestra. Es mi mujer, la necesitamos de vuelta.

—¡¿Tu mujer?! —gritó la mujer desde detrás de Mo Bai—. ¡Ni en tus sueños más enfermos, animal! ¡Prefiero morir antes que ser tu mujer!

Mo Bai observó la escena por un momento, y una pequeña sonrisa se curvó en sus labios. Algo entre diversión y anticipación. Después del encuentro doloroso con Xiaoyu, después de revolver todas las heridas de su pasado, tal vez un poco de violencia era exactamente lo que necesitaba.

—Creo que después de todo... —murmuró, soltando su capa— sí voy a ayudarte. Pero debes pagarme luego…

Los bárbaros se detuvieron a una distancia prudente, claramente evaluando si este hombre representaba una amenaza real. El líder dio un paso adelante con aire arrogante.

—Entrega a mi mujer ahora y tal vez te dejemos vivir.

La risa que brotó de Mo Bai fue un sonido escalofriante que hizo que hasta los pájaros dejaran de cantar. No era la risa de alguien divertido, sino la de un depredador que acababa de encontrar el entretenimiento perfecto. Era la risa del asesino que había sido, liberándose momentáneamente de las cadenas de arrepentimiento que había estado cargando toda la mañana.

—¿Sabes qué? —dijo mientras comenzaba a caminar hacia ellos con pasos lentos y deliberados—. Hacía mucho tiempo que no tenia una pelea real…

El primer bárbaro atacó sin más preámbulos, blandiendo un hacha de guerra con la confianza de quien había ganado muchas peleas por pura fuerza bruta. Pero Mo Bai se movió como si el tiempo se hubiera ralentizado para él, esquivando el golpe mortal por apenas unos centímetros antes de contraatacar con toda la precisión que había perfeccionado durante años.

Su golpe fue quirúrgicamente preciso, dirigido a un punto específico en el antebrazo del atacante. El sonido que siguió fue como el de una rama seca quebrándose, pero amplificado y con un eco que reverberó entre los árboles.

CRACK

El grito de agonía del bárbaro hizo que una bandada completa de cuervos saliera volando, pero Mo Bai apenas pareció notarlo. En cambio, había algo en su expresión que sugería que había encontrado el sonido... satisfactorio. Como si cada hueso roto fuera una pequeña liberación de la tensión que había estado acumulando desde el amanecer.

—Uno —contó Mo Bai con voz suave, casi cantarina.

Los otros tres atacaron simultáneamente, claramente esperando abrumar a Mo Bai con números. Pero fue como ver a un maestro artista trabajando con su medio favorito. Cada movimiento de Mo Bai era fluido, calculado, diseñado no solo para incapacitar sino para causar el máximo dolor posible sin matar.

Su siguiente víctima recibió una patada lateral perfectamente ejecutada directamente en la rótula. El sonido fue diferente esta vez, más como un chasquido húmedo seguido por un crujido que parecía resonar en los huesos de todos los presentes.

SNAP

—Dos —continuó contando, su sonrisa volviéndose más amplia con cada hueso que quebraba.

El tercer bárbaro trató de atacar por detrás, pero Mo Bai se giró con una gracia que desafiaba las leyes de la física y le aplicó una técnica de agarre que dislocó el hombro con un POP audible antes de proceder a quebrar dos costillas con golpes precisos que sonaron como castañuelas macabras.

—Tres —murmuró, claramente disfrutando cada momento, liberando toda la frustración y el dolor acumulado durante su encuentro matutino con Xiaoyu.

El último bárbaro, el líder, finalmente entendió que estaba enfrentando a algo completamente fuera de su liga. Trató de retroceder, pero Mo Bai ya estaba sobre él. Esta vez se tomó su tiempo, aplicando una serie de técnicas de control que fueron dislocando articulaciones una por una: muñeca, codo, hombro, hasta que el hombre cayó como un muñeco de trapo completamente funcional pero absolutamente incapacitado.

—Y cuatro —finalizó Mo Bai, sacudiéndose las manos como quien acaba de terminar una tarea doméstica particularmente satisfactoria.

Se volvió hacia la mujer, esperando ver la reacción típica que su demostración de brutalidad usualmente provocaba. Esperaba verla retroceder lentamente, con los ojos bajos, intimidada por lo que acababa de presenciar.

En cambio, la mujer lo miraba con los ojos más brillantes que había visto en años.

—¡Eso fue increíble! —gritó con una euforia que dejó a Mo Bai completamente desconcertado—. ¡¿Cómo hiciste eso?! ¡El sonido de los huesos rompiéndose fue tan satisfactorio! ¡Y la forma en que se retorcían cuando los golpeabas! ¡Nunca había visto nada igual!

Mo Bai parpadeó varias veces, su expresión de depredador satisfecho evaporándose y siendo reemplazada por una confusión genuina. En todos sus años como asesino, como la sombra más letal de su familia, como el hombre que había aterrorizado a enemigos experimentados, jamás había recibido una reacción como esta.

—¡¿Puedes hacer eso siempre que quieras?! —continuó la mujer, prácticamente rebotando de emoción mientras se acercaba a él—. ¡Esos canallas me tuvieron encerrada dos días enteros! ¡DOS DÍAS! ¡Y tú los destrozaste en menos de cinco minutos! ¡Es como magia pero más violenta!

Se detuvo frente a él, estudiando su rostro con una intensidad que parecía no verse afectada en absoluto por su reputación.

—¡Enséñame! ¡Especialmente esa cosa que hiciste con la rodilla del grandote! ¡Sonó como cuando pisas una nuez pero más... más crujiente! ¿Cómo supiste exactamente dónde golpear para que sonara así?

Mo Bai siguió mirándola con la misma expresión de total desconcierto. Esta mujer acababa de presenciar algo que había hecho huir a soldados veteranos gritando, y ella estaba... ¿entusiasmada?

—¿Quién eres? —logró preguntar finalmente.

La mujer se enderezó, como si acabara de recordar que existían las presentaciones.

—¡Ah, sí! ¡Soy Yulian! Trabajo en el mercado de telas cerca del palacio. Mi hermana pequeña es Mei Ling, ella es  dama personal allí. ¡Y estos desgraciados me secuestraron! ¡Pensé que eran solo unos pervertidos que querían aprovecharse de mí!

Mo Bai procesó la información. Conocía vagamente a Mei Ling, la sirvienta eficiente que atendía a Liu Yi. Esta mujer era absolutamente todo lo contrario a lo que él imaginaba que sería su hermana. Pero lo más importante era que había sido secuestrada... posiblemente como parte de los planes de la reina madre, aunque ella claramente no tenía idea del verdadero motivo.

Un gemido ahogado interrumpió sus pensamientos. Uno de los bárbaros había recuperado parcialmente la conciencia y estaba intentando arrastrarse hacia la seguridad de los árboles, dejando un rastro de sangre detrás.

Mo Bai se acercó con pasos deliberadamente lentos, su aura peligrosa regresando en su totalidad. Se detuvo junto al hombre herido y colocó su pie sobre la espalda del bárbaro, aplicando la presión suficiente para que el hombre gritara pero sin causar daño permanente.

—Vas a contarme exactamente por qué están aquí y quién los envió —su voz había adquirido un tono que había hecho confesar a hombres mucho más duros que este.

—¡La reina madre! —gritó el bárbaro sin dudarlo—. ¡Ella nos contrató! ¡Dijo que necesitáramos a la hermana de la sirvienta de la mujer que el emperador trajo al palacio! ¡Para presionar a la sirvienta y que nos diera información sobre los movimientos de esa mujer!

Mo Bai sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Liu Yi... iba a ser envenenada. Y Mei Ling, bajo la amenaza de que lastimaran a su hermana, ya había aceptado hacerlo.

Yulian, que había estado observando toda la escena con fascinación, de repente cambió su expresión a una de confusión total.

—¿Qué? ¿Mi hermana? ¿Para qué querrían presionar a Mei Ling? —su voz se volvió más aguda—. ¡¿Esto no era porque ustedes son unos pervertidos?!

Mo Bai aplicó un poco más de presión, lo suficiente para que el bárbaro gimiera.

—¿Qué información específica buscaban de la sirvienta?

—¡Era para chantajear a la sirvienta! ¡La reina madre dijo que si no cooperaba y envenenaba a la mujer, Liu Yi, le haríamos daño a su hermana! ¡La sirvienta ya aceptó hacerlo!

—¿Y qué información lograron sacarle a ella? —Mo Bai señaló hacia Yulian con un movimiento de cabeza.

El bárbaro soltó una risa amarga a pesar de su dolor.

—¡Nada! ¡Esa mujer es peor que un demonio! ¡Nos mordió, nos arañó, nos escupió, nos insultó durante dos días seguidos! ¡Y además no sabía nada de lo que queríamos!

Yulian seguía con expresión de absoluta confusión.

—¿Mujer del palacio? ¿Liu Yi? ¡Yo solo vendo telas! ¡No sé nada de concubinas ni emperatrices excepto que Mei Ling trabaja para una de ellas! ¡¿De qué hablan?!

Mo Bai quitó su pie de la espalda del bárbaro y se irguió. Ahora entendía el panorama completo: la reina madre había ordenado el secuestro de Yulian para chantajear a Mei Ling y forzarla a envenenar a Liu Yi. El plan ya estaba en marcha, y Yulian genuinamente no tenía idea de que su hermana había sido convertida en un arma.

—Tienes treinta segundos para tomar a tus compañeros y desaparecer de mi vista —dijo con voz completamente neutra—. Si vuelvo a verlos en territorio imperial, descubrirán cuántos huesos más puedo romper antes de que pierdan la conciencia.

Los cuatro bárbaros, ayudándose unos a otros debido a sus diversas heridas, se las arreglaron para ponerse en pie y comenzaron a alejarse tan rápido como sus huesos rotos se lo permitían. Sus gemidos de dolor se fueron desvaneciendo gradualmente entre los árboles.

Una vez que estuvieron completamente solos, Yulian se acercó a Mo Bai con expresión preocupada.

—Oye, ¿mi hermana está en peligro? No entiendo nada de lo que dijeron esos hombres, pero sonaba muy serio. ¿Qué es eso de envenenar a alguien?

Mo Bai la estudió por un momento. Yulian era completamente inocente en todo este asunto, pero su hermana ya había sido forzada a convertirse en una asesina para protegerla.

—Tu hermana ya está en peligro. Y también la persona a quien sirve.

Se volvió hacia la cabaña. Ahora que los bárbaros se habían ido, podía completar su misión original y quizás encontrar más información sobre los planes de la reina madre.

—Espera aquí —le ordenó a Yulian.

—¿Qué vas a hacer?

—Buscar respuestas. Tu secuestro era solo una parte de un plan mucho más grande.

Mo Bai se dirigió hacia la cabaña, sabiendo que dentro encontraría más piezas del rompecabezas. Pero ahora tenía una urgencia desesperante: tenía que llegar a Liu Yi antes de que Mei Ling cumpliera con el chantaje. Y también tenía que proteger a Yulian y encontrar una forma de liberar a su hermana de esta situación imposible.

Sus ojos entrenados escanearon cada rincón de la habitación en busca de información valiosa. La mesa estaba cubierta de papeles dispersos, mapas extendidos, y varios objetos que prometían contener los secretos que tanto necesitaba.

Se acercó a la mesa y comenzó su búsqueda meticulosa. El primer papel: una lista de suministros para la cocina del palacio. El segundo: un inventario de telas importadas. El tercero: cuentas de un mercader de especias.

Mo Bai frunció el ceño. Continuó revisando.

Horarios de guardias de rutina. Correspondencia sobre el precio del arroz. Un recibo por la reparación de una carreta.

Su frustración creció con cada documento inútil. Ya llevaba una hora completa revisando cada centímetro de la cabaña. Había examinado cada cajón, cada cofre, cada rincón polvoriento. Había golpeado las paredes buscando espacios huecos, revisado bajo las tablas sueltas del suelo, incluso había inspeccionado el techo en busca de algún escondite.

¿Dónde estaba la información importante? ¿Los planes secretos? ¿Las órdenes de la conspiración?

Una hora entera perdida. Como si toda la información realmente valiosa hubiera desaparecido en el aire.

El sonido de pasos interrumpió su concentración, seguido por un tropiezo y una maldición no muy femenina.

—¡Maldición! ¿Maldito escalón?

Mo Bai cerró los ojos y suspiró. Por supuesto que no iba a quedarse quieta.

La puerta se abrió y Yulian entró sacudiéndose el polvo de las ropas con movimientos enérgicos, su expresión mostrando una mezcla de irritación y curiosidad.

—Hace un frío del demonio ahí afuera —declaró, mirando a su alrededor con interés—. Y no me dijiste específicamente que no podía entrar.

Mo Bai no levantó la vista de los papeles.

—Te dije que esperaras afuera.

—Los enemigos ya no están, tú te encargaste de eso bastante bien —se acercó a la mesa, observando el desorden—. Esto parece el resultado de un tifón. ¿Encontraste algo útil en todo este caos?

La voz de Mo Bai se volvió cortante, una clara advertencia.

—No toques nada. Y mantente quieta.

Yulian alzó una ceja ante su tono, pero no se inmutó. En lugar de obedecerle, comenzó a moverse por la habitación con curiosidad evidente, aunque con más cuidado que antes.

—¿Siempre eres tan cordial? —preguntó con sarcasmo, examinando una mancha de tinta en un papel—. Esta forma parece un ave… no, más bien un pollo muy gordo.

Una vena comenzó a pulsarle en la frente a Mo Bai.

—Silencio.

—Mira este frasco —continuó ella, ignorando su orden mientras levantaba un pequeño recipiente—. Hay algo dentro que suena como piedrecitas. ¿Perlas? ¿Dientes? ¿Por qué alguien guardaría dientes?

—Déjalo.

—Y esta caja está sellada —siguió hablando mientras sacudía una caja de madera—. Definitivamente hay algo pesado adentro.

Mo Bai la miró con una expresión que había hecho temblar a asesinos experimentados. Ella le devolvió la mirada con una sonrisa desafiante y siguió curioseando.

—Este mapa tiene una marca… ¿tesoro enterrado?

—Rutas comerciales. La marca es una posada.

—Qué decepcionante —suspiró teatralmente—. Aunque las posadas siempre tienen historias interesantes. El posadero Chen tenía un gato que parecía entender cuando le hablabas. Muy inteligente para ser un animal.

Mo Bai respiró profundamente, contando hasta diez en tres idiomas diferentes.

—¿Siempre hablas tanto?

—Solo cuando estoy nerviosa. O curiosa. O cuando el silencio se vuelve incómodo —se encogió de hombros—. Desde que Mei Ling y yo quedamos solas, supongo que desarrollé la costumbre de llenar los silencios. ¿A ti te molesta?

Mo Bai no respondió, pero su expresión se suavizó casi imperceptiblemente.

Yulian cambió de tema abruptamente, como era su costumbre.

—Esa pelea de antes fue impresionante. Especialmente ese movimiento donde golpeaste al tipo más grande.

Comenzó a imitar los movimientos que había observado, pero sus gestos eran más controlados que antes, aunque aún carecían de la precisión marcial. Era evidente que había prestado atención a los detalles.

—Era algo así… —lanzó un puñetazo al aire con forma decente—. Y luego esto —ejecutó una patada lateral que, aunque descoordinada, mostraba que había entendido la mecánica básica.

Mo Bai la observó con curiosidad renovada. Sus movimientos eran toscos, pero había captado la esencia de lo que había visto.

—Y cuando le rompiste la pierna al grandulón —continuó, preparándose para otra demostración—. Fue algo como…

Ejecutó una patada lateral más amplia, poniendo más fuerza de la que había calculado.

Su pie impactó contra la pared con un sonido seco.

*CRASH*

Una sección completa de la pared se desplomó hacia adentro con estruendo, revelando que había sido una construcción falsa de madera delgada y barro seco. El polvo se alzó en nubes, haciendo que ambos tosieran.

El silencio que siguió fue absoluto.

Yulian se quedó mirando su propio pie con genuino asombro, claramente tan sorprendida como Mo Bai por lo que había sucedido.

—¿En serio hice eso? —murmuró, examinando la pared derruida—. No sabía que tenía tanta fuerza en las piernas.

Mo Bai se acercó lentamente al agujero. Detrás de la pared falsa había un espacio oculto que contenía una caja de madera pequeña y varios rollos de pergamino, claramente escondidos con cuidado.

Se quedó inmóvil por un momento, procesando la situación.

—¿Este era tu objetivo? —preguntó Yulian, su voz cargada de curiosidad genuina.

—Sí.

—¿En serio encontré por casualidad lo que habías estado buscando durante una hora?

Mo Bai la miró fijamente.

—…Sí. A caso…

—¿Cómo se me ocurrió que podría haber algo ahí? —preguntó, genuinamente confundida—. Solo estaba copiando tus movimientos. No tenía idea de que hubiera un escondite.

Mo Bai sacó cuidadosamente la caja del hueco mientras procesaba sus palabras.

—¿Fue… accidental?

—Completamente. Hubo un ves que tropecé y encontre la moneda de plata que habíamos perdido mi hermana y yo—se rió suavemente—. Tengo una extraña relación con la casualidad.

Mo Bai abrió la caja y encontró exactamente lo que necesitaba: cartas selladas, mapas detallados, documentos que claramente contenían la información que había estado buscando.

—¿Qué contienen? —preguntó ella, acercándose con curiosidad pero manteniendo cierta distancia respetuosa.

—Información importante.

—¿Del tipo que salva vidas?

—…Posiblemente.

Yulian sonrió, una expresión de satisfacción genuina iluminando su rostro.

—Entonces valió la pena romper la pared.

Mo Bai la estudió por un largo momento. Esta mujer había logrado en segundos lo que él no había conseguido en una hora de búsqueda meticulosa. Y lo había hecho por puro accidente.

—Tienes una habilidad… peculiar.

—¿Para romper cosas?

—Para encontrar lo que se necesita encontrar.

La sonrisa de Yulian se volvió más cálida.

—Supongo que es mi contribución al equipo.

—¿Equipo?

—Bueno, estamos juntos en esto, ¿no?

Mo Bai guardó cuidadosamente los documentos, considerando sus palabras. Cuando levantó la vista, su expresión había perdido parte de su frialdad habitual.

—…Por ahora.

—Me conformo con “por ahora” —dijo ella alegremente.

*GRRRROWL*

El sonido proveniente del estómago de Yulian rompió el momento. Ella se miró el vientre con resignación.

—Y ahí está mi estómago recordándome que no he comido desde esta mañana.

Mo Bai casi sonrió. Casi.

—Vámonos.

—¿Y tratarás de no molestarte tanto conmigo?

Mo Bai la miró mientras se dirigían hacia la salida.

—…Lo intentaré.

—Perfecto. Yo intentaré no romper nada más… aunque no puedo prometérselo.

Mientras salían de la cabaña, Mo Bai se dio cuenta de que su irritación inicial había dado paso a algo parecido a… ¿curiosidad? ¿Entretenimiento? Fuera lo que fuera, no lo encontraba completamente desagradable.

Lo cual, decidió, era información que guardaría para sí mismo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro