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15

El sol de la mañana bañaba el patio de entrenamiento cuando Liu Yi llegó, vestida con ropas sencillas y cómodas que le permitirían moverse con libertad. El maestro Huang ya estaba allí, aunque... estaba sentado en el suelo jugando con una mariposa que se había posado en su nariz.

-¡Ah! ¡Mi señora! -exclamó al verla, poniéndose de pie tan rápido que tropezó con sus propios pies y cayó de nuevo- ¡Lo siento! El suelo está... resbaloso.

El suelo estaba perfectamente seco.

-Buenos días, maestro Huang -saludó Liu Yi, conteniendo una sonrisa mientras observaba al joven sacudirse el polvo de su ropa.

-¡Sí! ¡Buenos días! -respondió él con entusiasmo, tropezando nuevamente con una piedra inexistente- He oído que su padre le enseñó artes marciales. ¿Le importaría mostrarme lo que sabe?

Liu Yi asintió, dirigiéndose hacia el estante de armas. Sus dedos se detuvieron sobre una lanza, el peso familiar del arma trayendo recuerdos de tardes entrenando con su padre. Cada movimiento que él le había enseñado estaba impregnado de respeto - respeto por el arma, por el arte, por la vida misma.

Con la lanza en mano, Liu Yi tomó posición en el centro del patio. Sus movimientos eran precisos y controlados, cada giro de la lanza calculado para desviar, para defender, para mantener a raya sin causar daño letal. Era la técnica que su padre le había enseñado - el arte de proteger sin destruir.

Fue entonces cuando notó el cambio.

El aire alrededor del maestro Huang se había transformado por completo. La torpeza había desaparecido, reemplazada por una presencia gélida que hizo que se le erizara la piel. Sus ojos, antes cálidos y despistados, ahora la observaban con una frialdad calculadora que parecía atravesarla.

-Deténgase -su voz había perdido todo rastro de calidez, convertida en un filo tan cortante como el acero.

Se acercó al estante de armas y tomó otra lanza. El cambio en su presencia era absoluto: donde antes había estado un joven torpe y amable, ahora se erguía un depredador.

-Sus movimientos son precisos -dijo, mientras empuñaba la lanza con una naturalidad inquietante-, pero carecen de algo esencial.

Sin previo aviso, realizó la misma secuencia que Liu Yi había mostrado, pero había algo fundamentalmente diferente. Donde ella había buscado puntos de presión para incapacitar, él apuntaba a puntos vitales. Donde ella había creado distancia para defender, él cerraba el espacio para matar. Era la misma forma, pero con una intención completamente opuesta.

-La lanza no fue creada para contener -su voz era tan fría como el metal que empuñaba-. Fue forjada para matar; toda arma fue diseñada para eso. Cada movimiento que realiza está diseñado para proteger, para defender, para mantener la distancia. Pero hay momentos en que la única defensa es un ataque letal.

Liu Yi sostuvo su mirada sin vacilar.

-Mi padre me enseñó que la verdadera maestría está en poder elegir no matar -respondió con firmeza-. La lanza puede ser un arma, pero en mis manos es una herramienta para proteger, no para destruir.

Una sonrisa carente de calidez curvó los labios del maestro Huang.

-¿Y cuando se enfrente a alguien que no comparta su misericordia? -se movió tan rápido que Liu Yi apenas pudo seguirlo, la punta de su lanza deteniéndose a un suspiro de su garganta- ¿Cuando su oponente busque su vida sin dudarlo? La compasión es admirable, pero en el campo de batalla puede ser mortal. ¿Y si por esa misericordia pierde algo valioso? -la mirada del maestro era profunda; Liu Yi no supo interpretar el sentimiento detrás de esa mirada.

-Si llega ese momento -respondió Liu Yi sin retroceder-, encontraré la manera de sobrevivir sin tener que convertirme en un asesino y... si llega el momento, tan solo tendría que asumir mi propia incapacidad de no poder proteger eso que es valioso para mí...

-Si hace eso... pasará toda su vida culpándose y arrepintiéndose...

Ella percibía que el maestro Huang hablaba por propia experiencia. ¿Qué había perdido exactamente este hombre que, a primera vista, resultaba alguien amable?

El maestro Huang mantuvo su posición por un momento más, sus ojos estudiando los de Liu Yi con intensidad. Luego, tan repentinamente como había aparecido, la frialdad se desvaneció de su rostro.

-¡Oh! ¡Mire! ¡Esa nube parece un conejito! -exclamó con su usual tono alegre, tropezando mientras guardaba la lanza; por un momento parecía que estaba avergonzado de sí mismo.

Liu Yi permaneció en su posición, procesando lo que acababa de ocurrir. El contraste entre el maestro Huang torpe y alegre y el guerrero letal que había vislumbrado era desconcertante. No sabía que una persona podía demostrar tal contraste en su personalidad, no sabía que una mirada podía esconder tanto dolor, aun si apenas conocía al hombre...

-Tiene un buen corazón, mi señora -dijo de repente el maestro Huang, su voz mezclando algo de su frialdad anterior con su calidez habitual-. Y su técnica es excepcional. Pero vendrán tiempos en que deberá decidir qué pesa más: su deseo de no matar o su necesidad de proteger lo que ama.

Se agachó para recoger una flor que había caído cerca de sus pies, aparentemente olvidando por completo la intensidad del momento anterior.

Liu Yi miró la lanza en sus manos, pensando en las lecciones de su padre, en su insistencia en la compasión incluso en el arte de la guerra, también en las enseñanzas de su madre sobre que toda vida tiene valor en este mundo y, por último, su labor como médico. Quizás el verdadero desafío no era elegir entre matar o no matar, sino encontrar la fuerza para mantener sus principios incluso cuando el mundo intentara quebrarlos, pero ¿realmente no se arrepentiría de mantener esos principios?

El maestro Huang seguía distraído con la flor, tarareando una melodía desafinada. Pero Liu Yi había visto lo que se ocultaba bajo esa fachada de inocencia, y se preguntó si algún día tendría que enfrentar la decisión que él había mencionado. Tal vez... esa misma decisión que probablemente él había tomado tiempo atrás...

Liu Yi devolvió la lanza al estante con movimientos deliberados, cada gesto una afirmación silenciosa de sus convicciones.

-Maestro Huang -dijo finalmente-, ¿por qué fingir ser alguien que no es?

El hombre, que ahora estaba intentando hacer equilibrio sobre un pie mientras perseguía con la mirada el vuelo de un pájaro, casi cayó de nuevo.

-¿Fingir? -sonrió con esa expresión despistada que ahora Liu Yi sabía era una máscara, o al menos eso creía- No sé de qué habla, mi señora. ¡Oh! ¿Es eso una mariposa azul?

Liu Yi se mantuvo firme.

-Lo que hay detrás de su actuación. ¿Por qué ocultar quién es realmente?

Por un instante, algo oscuro cruzó la mirada del maestro Huang, como una nube pasajera sobre el sol. Cuando habló, su voz era una mezcla extraña entre su tono juguetón habitual y aquella frialdad que había mostrado antes.

-A veces, mi señora, las personas ven lo que esperan ver. Un hombre torpe y despistado no representa una amenaza. Nadie vigila sus palabras frente a un tonto -sus ojos se encontraron con los de ella-. Y nadie espera que un bufón sepa dónde apuntar una lanza.

-¿Es todo una estrategia entonces? ¿Sus tropiezos, sus distracciones?

Huang se agachó para recoger una piedrecilla, jugando con ella entre sus dedos con una destreza que contradecía su supuesta torpeza.

-El mundo es un lugar peligroso, mi señora. Usted elige mostrar su fuerza a través de la compasión. Yo elijo ocultar la mía tras una sonrisa -lanzó la piedra al aire y la atrapó sin mirar-. Ambos son tipos de armadura.

Liu Yi reflexionó sobre sus palabras. Pensó en su padre, en cómo sus enseñanzas sobre la compasión no habían sido señal de debilidad sino de una fuerza más profunda.

-Pero al mostrarme su verdadera naturaleza hoy... ¿por qué?

El maestro Huang dejó caer su máscara por completo una vez más, su rostro adoptando aquella expresión seria que parecía transformarlo en otra persona.

-Porque será la compañera del emperador; necesitaba que entendiera que no todos los que sonríen son amigos, ni todos los que parecen torpes son inofensivos -su mirada se volvió distante-. Las lecciones más importantes rara vez vienen en la forma que esperamos. Ese hombre confía en usted, así que yo también lo haré; es así de sencillo.

Se levantó una brisa que hizo danzar las hojas caídas en el patio. Liu Yi observó cómo el viento jugaba con la ropa del maestro Huang, quien había vuelto a su papel de tonto adorable, ahora intentando atrapar hojas en el aire con movimientos exageradamente torpes.

-Una última pregunta, maestro -dijo Liu Yi-. ¿Cuál es su verdadero rostro? ¿El guerrero letal o el hombre despistado?

Huang sonrió, y esta vez su sonrisa parecía contener ambas facetas de su ser.

-¿Quién dice que no pueden ser ambos verdaderos, mi señora? -tropezó con sus propios pies mientras respondía-. A veces, las máscaras que usamos se vuelven tan parte de nosotros como nuestro verdadero rostro -dijo limpiando su ropa cuando se puso de pie-. En realidad sí soy bastante torpe -admitió con vergüenza.

Liu Yi asintió, comprendiendo que había recibido más de una lección ese día. Mientras el sol continuaba su ascenso, se preguntó cuántas otras verdades se ocultaban tras las apariencias en el palacio, y si ella estaba preparada para descubrirlas todas.

Liu Yi mantuvo un silencio prudente mientras observaba la figura que se acercaba por el corredor.

-Así que aquí está mi futura emperatriz, jugando con palos -comentó Zheng con una sonrisa traviesa.

-Son lanzas, no palos -corrigió Liu Yi-. Y no estaba jugando.

-Oh, lo sé -su sonrisa se amplió mientras se acercaba con pasos despreocupados-. Vi todo tu pequeño intercambio con Huang. Bastante entretenido, debo decir. Especialmente la parte donde fingió tropezar con el aire. Ese hombre tiene talento para la comedia.

-¿Lo sabías? ¿Sobre su verdadera naturaleza?

Zheng soltó una carcajada que hubiera escandalizado a cualquier cortesano.

-Por supuesto que lo sabía. ¿Por qué crees que lo elegí como tu maestro? -se sentó en el suelo sin ceremonias, palmeando el espacio a su lado como invitación- Ven, siéntate. Las futuras emperatrices también necesitan descansar.

Liu Yi se sentó junto a él, consciente de que cualquiera que los viera consideraría esto como una grave falta de protocolo.

-Vi tu forma con la lanza -continuó Zheng, su voz adoptando un tono más serio sin perder su calidez característica-. Tu padre te enseñó bien. Aunque... -su sonrisa brilló con diversión- me pregunto si fue sabio enseñarte a ser tan misericordiosa. Este palacio no es precisamente conocido por su compasión.

-¿Tú también vas a advertirme sobre los peligros de la bondad? -preguntó Liu Yi, arqueando una ceja.

-¿Yo? ¿Dar advertencias? -Zheng fingió indignación- Me ofendes. Solo soy un emperador excéntrico que disfruta viendo a su futura esposa agitar palos en el aire.

-Lanzas -corrigió ella nuevamente.

-Palos puntiagudos, entonces -concedió él con un guiño-. Pero hablando en serio... -su rostro adoptó una expresión más sobria- Tu compasión es una de las razones por las que te elegí. Este palacio tiene suficientes serpientes disfrazadas de dragones. Aun así, habrá momentos en los que tendrás que elegir... Una sola persona no puede salvar a todo el mundo... Incluso mi propio camino... tiene manchas de sangre.

Liu Yi lo observó con sorpresa.

-¿Zheng? -por un momento la espalda de ese hombre se sintió muy pesada, como si estuviera cargando el mundo en sus hombros. Liu Yi se mordió el labio inferior con fuerza; es verdad que la habían educado de determinada manera, y no era una persona de mente cerrada, estaba abierta a los cambios, aun así... ¿realmente sería capaz de matar si llegara el momento?

-¿Qué clase de emperador sería si fuera predecible? -sonrió Zheng- Además, he visto suficiente muerte y traición para llenar varias vidas. Tal vez sea hora de que alguien demuestre que hay otra manera de hacer las cosas -él llevó una mano a la cabeza de Liu Yi y la acarició con leves palmaditas-. Aun así... haré todo lo posible para que no tengas que enfrentar ninguna situación peligrosa... Tranquila...

El sonreía viendo a la nada, la tela sobrante de su venda ondeaba con el viento.

-Solo recuerda una cosa -su voz mezclaba afecto con advertencia-. Tu compasión es tu fortaleza, pero no dejes que otros la confundan con debilidad. A veces, la mejor manera de proteger lo que amas es hacer que otros teman lastimarlo.

-¿Es esa tu filosofía de vida? -preguntó ella, levantándose también.

Zheng sonrió, una sonrisa que contenía signos de algo más.

-Mi filosofía es hacer exactamente lo que quiero, cuando quiero, y hacer que parezca parte de algún plan maestro -le guiñó un ojo-. Hasta ahora ha funcionado bastante bien.

-Eres todo un caso. ¿Has sido así desde niño? -bromeó ella, pero al ver el semblante serio de él, comprendió que tal vez había mencionado un tema delicado.

-Cuando era niño, siempre sonreía para los demás -comenzó tras unos minutos de silencio-. Sonreía esperando la compasión y la aprobación de otros, esperando que me perdonaran por algo que no había hecho... Así fue mi vida hasta que una persona valiosa llegó... Y justamente por mi incapacidad de proteger a esa persona fue que la perdí... Pero aun así yo... -se detuvo, como si lo que fuera a decir resultara muy personal, tal vez muy doloroso...

-Está bien... No tienes que seguir contándome si no te sientes cómodo -dijo ella apoyando su cabeza en el hombro de él, admirando el paisaje de los jardines con la mirada perdida.

Él solo se quedó en silencio allí, simplemente calmando su corazón. ¿Por qué esta mujer tenía ese efecto en él? No lo sabía; estaba confundido y eso lo frustraba un poco. No era tonto, sabía que estaba comenzando a despertar sentimientos por esa mujer, pero eso también significaba ponerla en un peligro real, mucho más allá que aparentar amarla para que el consejo no molestara... Si alguien se enteraba de esto... ella podría ser un blanco directo de todo aquel que se oponía a él.

-Cuando mis padres murieron... realmente me quedé muy sola. Aunque los abuelos me dijeron inmediatamente que fuera a vivir con ellos, yo me negué, principalmente porque esa casa estaba llena de recuerdos. Para mí, mis padres aún no se habían ido; estaba en negación -ella empezó a jugar con sus dedos de forma nerviosa; no era normal para ella ser tan vulnerable, pero ya que él se había abierto un poco a ella, sentía que lo correcto era hacer lo mismo-. Aun así, cuando tú llegaste, esos tres meses fueron tan...

No sabía cómo decirlo, no sabía si ser tan obvia respecto a los sentimientos que tenía actualmente, porque sí, no iba a negarlo, no iba a ser como una tonta dama que se niega a aceptar lo obvio: ese hombre movía algo dentro de ella.

-Tu forma de ser me hizo sentir que simplemente no necesitaba nada más; en cierta medida me ayudaste a aceptar y superar un poco esa pérdida -ella miraba el suelo, aun con la cabeza apoyada en el hombro de Zheng-. Me hiciste sentir que no había nada malo conmigo aun si en el fondo creía que estaba fuera de lugar, como cuando me descubriste practicando en el patio. Creí que me juzgarías, pero tú solo me elogiaste y quisiste practicar conmigo... No sé si... si al decirte esto te ayude, pero eres una persona maravillosa.

Ella estaba sonrojada. Rápidamente vio cómo las manos de Zheng se movían y levantó la cabeza, solo para descubrir que él se había quitado la venda y la estaba mirando directamente a los ojos con una sonrisa tierna.

-Tú salvaste mi vida, y aun así te arrastré aquí, pidiéndote otro favor, cambiando tu vida y haciendo que entres en una guerra interna que no es tuya y aun así... -su expresión se distorsionó un poco, como si sintiera culpa o vergüenza- ¿Sabes que al principio quería utilizarte?

Liu Yi no pudo evitar perderse en sus ojos; esos ojos tenían algo especial, además de hermosos. Sus pestañas eran largas, sus ojos eran grandes y un poco caídos hacia abajo, pero esa misma forma les daba un aspecto aún más amable.

-Pero no lo hiciste, ¿verdad? Desde que llegué aquí tan solo me has dado cosas una tras otra; incluso me has dado educación. Zheng, eres más amable de lo que tú mismo imaginas.

Ella se incorporó y sin vergüenza alguna tomó las mejillas de él para luego darle un leve beso en la frente.

-Por eso mismo acepté este trato. Si tengo que casarme por compromiso, ¿qué mejor que casarse con alguien amable, rico y, sobre todo, con una linda cara?

La sonrisa de la mujer lo descolocó; rápidamente apartó la cara y se tapó la boca con una mano. No quería que ella lo viera así; se sentía tonto. Nunca su corazón había latido tan rápido, ni siquiera cuando se había enfrentado al Dios demonio.

-Lo siento, creo que me sobrepasé -ella rio de forma juguetona-. Aun así, ¿acaso el gran emperador está nervioso? -bromeó, pero al no obtener respuesta se alarmó un poco- ¿Espera? ¡En serio te puse nervioso!

Ella se sonrojó como tomate maduro. ¡Maldición, otra vez había sido impulsiva! Miró hacia todos lados buscando a alguien que pudiera haber visto la escena; su corazón casi se cayó al piso al ver a Mei Ling y a la dama Chen a lo lejos dándoles la espalda, como si de esa forma les pudieran dar un poco de privacidad.

-Ejem -Zheng se puso la venda rápidamente-. ¿Es hora de que te vayas, verdad? Yo tengo unos temas que atender también -se giró para marcharse, pero se detuvo, como si hubiera recordado algo importante.

-Por cierto, sobre Huang... -su tono se volvió más serio- Confío en él tanto como se puede confiar en alguien que es tan buen actor. Lo cual, viniendo de mí, es bastante.

-¿Eso debería tranquilizarme?

-Oh, no. Para nada -rio Zheng-. Pero hace la vida más interesante, ¿no crees?

Con esas palabras, se alejó tarareando una melodía, su figura imperial contrastando cómicamente con su comportamiento despreocupado. Liu Yi lo observó marcharse, reflexionando sobre cómo este hombre excéntrico y brillante había llegado a ser el gobernante más poderoso del reino.

El sol estaba en su cenit, y las sombras se habían reducido a pequeños charcos oscuros bajo los árboles. Las palabras de Zheng resonaban en su mente, mezclándose con las lecciones del día. Se llevó ambas manos a la cara; no comprendía cómo en presencia de ese hombre siempre lograba hacer cosas que la avergonzaban a sí misma.

-¿Ya acabó, mi señora? -Mei Ling la miró con una sonrisa cómplice.

-¡Conozco esa mirada! -Liu Yi se puso de pie- ¡No ha pasado nada, ¿de acuerdo?!

-Yo no he dicho lo contrario, mi señora -Mei Ling ocultó su risilla detrás de su manga.

Liu Yi bufó, pero no pudo pasar desapercibida la sonrisa pequeña que tenía la dama Chen.

-¡No es posible! -se exaltó- ¿Usted también?

La dama Chen tosió falsamente y luego giró el rostro fingiendo demencia.

-No sé de qué habla, mi señora...

Sin duda, Liu Yi debía empezar a tener en cuenta que ese palacio tenía ojos y oídos en todos lados...

...

Liu Yi regresaba a sus aposentos cuando unos pasos elegantes resonaron en el corredor. La dama Chen se irguió instintivamente, mientras Mei Ling se encogía levemente. El aire mismo pareció tensarse ante la llegada de una presencia que todas reconocían demasiado bien.

La luz de la tarde se filtraba por las ventanas del palacio, proyectando sombras alargadas que parecían danzar sobre los elaborados tapices. El aroma de las flores del jardín imperial se mezclaba con el persistente olor a incienso que siempre acompañaba a Lady Wang.

-Vaya, vaya -la voz de Lady Wang destilaba desdén-, la invitada del emperador practicando con armas. Qué... pintoresco.

Lady Wang avanzó, cada movimiento estudiado a la perfección. Sus ropas, de la más fina seda bordada con hilos de oro, susurraban contra el suelo de manera casi musical. El elaborado peinado, adornado con horquillas de jade y oro, resplandecía bajo la luz del atardecer. Su belleza era innegable, pero la arrogancia en su mirada la empañaba como una nube oscura empañaría la luna.

-Lady Wang -saludó Liu Yi con una reverencia-, siempre tan atenta a las actividades de los demás.

El sudor del entrenamiento aún brillaba en la frente de Liu Yi, y sus ropas sencillas contrastaban dramáticamente con el esplendor de Lady Wang. Sin embargo, había una dignidad natural en su porte que ninguna seda podría imitar.

-Alguien debe mantener el decoro en el palacio -respondió Wang, sus ojos evaluando críticamente la ropa de entrenamiento de Liu Yi. Sus dedos largos y elegantes jugaban nerviosamente con su abanico de marfil-. Aunque supongo que conceptos como "decoro" son... ajenos para alguien de tu origen.

Mei Ling se tensó visiblemente ante el insulto, sus pequeñas manos apretándose en puños temblorosos. La dama Chen mantuvo su expresión serena, aunque sus ojos, oscuros y penetrantes, revelaban su desaprobación. El aire entre las cuatro mujeres se volvió tan denso como la niebla en una mañana de invierno.

-El verdadero decoro, Lady Wang, reside en el corazón, no en las apariencias -respondió Liu Yi tranquilamente. Su voz era suave como la brisa de primavera, pero firme como el bambú.

-¿Ahora das lecciones de moral? -Lady Wang soltó una risa cruel que resonó en el corredor como el tintineo de cristales rotos.

El sol poniente proyectaba sombras cada vez más largas, y en la penumbra creciente, los rostros de las mujeres adquirían un aspecto casi fantasmal. Una sirvienta pasó apresuradamente por el corredor adyacente, ralentizando sus pasos al percibir la tensión en el aire, antes de desaparecer silenciosamente.

-Mi señora -la voz de la dama Chen, aunque respetuosa, tenía un filo de acero-, sugiero que midamos nuestras palabras. El emperador no apreciaría tales insinuaciones.

Por un momento, algo parecido al miedo cruzó el rostro de Lady Wang, como un relámpago en una noche oscura. Liu Yi observó con cierta lástima cómo la mujer luchaba por mantener su compostura, sus nudillos blancos alrededor del abanico.

Las sombras del corredor parecían moverse con vida propia, danzando sobre los rostros de las mujeres mientras el silencio se extendía como una telaraña. El distante sonido de las campanillas de viento del jardín imperial flotaba en el aire, proporcionando una melodía irónica a la tensa escena.

-Cuida tu lugar, dama Chen -respondió Wang finalmente, su voz temblando ligeramente-. Tu posición como matrona no te protegerá siempre, y tu... Veremos cuanto le dura el capricho al emperador.

Mei Ling, reuniendo un valor inusual, dio un paso adelante. Sus zapatillas bordadas producían un suave susurro contra el suelo pulido.

-M-mi señora Liu Yi no es ningún capricho -su voz temblaba pero era firme, como una hoja de otoño que se niega a caer-. Ella es...

-Mei Ling -interrumpió Liu Yi suavemente, notando el pánico en sus ojos. Su mano se extendió instintivamente para tocar el brazo de su amiga, un gesto de consuelo tan sutil como significativo.

Lady Wang las observó con desprecio, sus labios pintados curvándose en una mueca que afeaba sus rasgos perfectos. La luz mortecina del atardecer proyectaba sombras dramáticas sobre su rostro, acentuando la dureza de su expresión.

-Una plebeya, una matrona demasiado altiva y una criada tartamuda. Qué... encantador grupo -se abanicó delicadamente, el movimiento haciendo brillar los anillos en sus dedos-. Me pregunto qué dirá mi padre, el Ministro de Finanzas, cuando le cuente sobre estas... peculiares actividades.

El aire se volvió más pesado, cargado con el peso de la amenaza apenas velada. A lo lejos, el gong del templo comenzó a sonar, marcando la hora del crepúsculo. El sonido reverberaba por los pasillos del palacio, añadiendo una nota solemne al momento.

-Lady Wang -dijo Liu Yi con suavidad, su voz mezclándose con los ecos del gong-, espero que encuentre la paz que busca.

La expresión de Wang vaciló por un instante, como una máscara que amenaza con resquebrajarse. Sus ojos, normalmente fríos y calculadores, revelaron por un momento una profunda soledad antes de recomponerse.

-Guarda tu compasión para ti misma. La necesitarás -con esas palabras, se alejó por el corredor, el roce de sus ropas contra el suelo sonando como un suspiro de derrota.

El silencio que siguió fue denso como la niebla matutina. Las sombras se alargaban cada vez más, y las primeras estrellas comenzaban a asomarse por las ventanas del palacio. Cuando se quedaron solas, Mei Ling dejó escapar un suspiro tembloroso que había estado conteniendo.

-L-lo siento tanto, casi revelo... -sus palabras se desvanecieron en el aire como pétalos llevados por el viento.

-No te preocupes -Liu Yi le sonrió con afecto, la calidez de su expresión contrastando con la frialdad del encuentro anterior-. Tu intención de defenderme significa mucho.

La dama Chen permitió que una pequeña sonrisa suavizara sus facciones, las arrugas alrededor de sus ojos revelando una sabiduría nacida de años observando las intrigas del palacio.

-Esa mujer necesita una lección de humildad -murmuró, para luego toser discretamente y recuperar su expresión seria-. Aunque por supuesto, no sería apropiado que yo expresara tal opinión.

El aroma del jazmín comenzaba a flotar en el aire, reemplazando el persistente olor del incienso de Lady Wang.

-Vamos -dijo finalmente Liu Yi, su voz suave pero decidida-. Creo que todos necesitamos una taza de té después de esto.

Las tres mujeres se alejaron por el corredor, sus siluetas fundiéndose gradualmente con las sombras crecientes de la tarde.

...

El crepúsculo había caído, y Liu Yi miraba inconforme cómo habían quedado sus trazos en el pergamino. ¿Por qué su caligrafía era tan irregular? Sin más, arrugó el papel y suspiró, dejándolo a un lado para tomar otro y volver a iniciar desde cero.

-¿No debería parar ya, mi señora? -Mei Ling dejó una taza de té a su lado y unos pasteles de luna, que curiosamente se habían convertido en sus favoritos.

-El maestro me ordenó hacer esto para la siguiente clase. Si no puedo cumplir con algo tan sencillo como esto... el futuro será turbulento para mí -se lamentó, apoyando su frente en la pequeña mesita.

-He de reconocer, mi señora, que está más culta a la hora de hablar últimamente. Además, ha tenido una evolución significativa; está más madura -la dama Chen miraba a Liu Yi con una sonrisa complacida.

No es que ella hubiera cambiado la esencia de su conducta o su ser; simplemente, el estar allí, en ese palacio, le abría la puerta a muchas cosas nuevas. Considerando la posición en la que se encontraba, todo era algo nuevo por aprender y, sorprendentemente, le gustaba tanto lo que había por descubrir como lo que ya había descubierto. Su personalidad se iba apaciguando un poco; ya no tenía que maldecir a algún degenerado en la calle por hacer comentarios inapropiados a las chicas de su pueblo, ni regañar a los niños por sus travesuras, o pelearse con los soldados. Ahora que lo pensaba, su vida había sido muy caótica hasta ahora... Y aunque era muy probable que en el futuro lo fuera aún más, aquí había más momentos de paz.

Liu Yi tomó el pincel nuevamente, concentrándose en mantener la muñeca firme mientras trazaba los caracteres. La luz de las lámparas de aceite proyectaba sombras danzantes sobre el papel, y el aroma del té de jazmín flotaba en el aire, mezclándose con el olor a tinta.

-A veces extraño esos días -murmuró, sin dejar de escribir-. Cuando podía resolver los problemas con una buena reprimenda o, en el peor de los casos, con mis puños.

La dama Chen dejó escapar una suave risa.

Liu Yi apartó el pincel y observó su trabajo con ojo crítico. Los trazos aún no eran perfectos, pero había una mejora notable desde sus primeros intentos.

-Aquí las batallas son diferentes -comentó la dama Chen, sirviendo más té-. Las palabras son armas, y las sonrisas pueden ocultar veneno. Como bien lo demostró Lady Wang esta tarde.

El nombre hizo que Liu Yi frunciera el ceño, recordando el encuentro en el corredor.

-Lady Wang... -murmuró, pensativa- Hay algo en ella que me inquieta. No es solo arrogancia o desprecio. Es como si...

-¿Como si estuviera desesperada? -completó la dama Chen, sus ojos revelando años de observación en la corte-. Los más agresivos suelen ser los más asustados, mi señora.

Liu Yi asintió lentamente, recordando el destello de soledad que había visto en los ojos de Wang.

-El poder del Ministro de Finanzas ha estado menguando últimamente -añadió la dama Chen en voz baja-. Y con él, la influencia de su hija.

-Todos aquí parecen estar ocultando algo -reflexionó Liu Yi, volviendo a tomar el pincel-. El maestro Huang con su actuación, Lady Wang con sus amenazas, incluso... -se detuvo, pensando en Zheng y en cómo su aparente despreocupación ocultaba capas más profundas.

-Y sin embargo, mi señora sigue siendo genuina -observó Mei Ling con admiración-. Tal vez esa sea su mayor fortaleza.

Liu Yi sonrió, recordando las palabras de Zheng sobre su compasión.

-Bueno -dijo finalmente, estirando los brazos-, supongo que estos caracteres no se escribirán solos. Y prefiero enfrentarme al maestro Wei mañana con algo mejor que mostrar.

El silencio de la noche fue interrumpido abruptamente cuando la puerta se abrió de golpe, sobresaltando a las tres mujeres. Mi La, la formidable estratega de la Guardia Roja, apareció en el umbral, su figura normalmente imponente ahora tambaleante. Su rostro estaba enrojecido, y las lágrimas corrían libremente por sus mejillas mientras sostenía una jarra de vino casi vacía.

-¿¡Mi La!? -Mei Ling se levantó de un salto, alarmada por la intrusión.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, Mi La atravesó la habitación con pasos inestables y se lanzó sobre Liu Yi, abrazándola con fuerza.

-¡Es un idiota! -sollozó Mi La, su voz rasposa por el alcohol y el llanto-. ¡Ese imbécil de Li Xin! ¡¿Sabes lo que hizo hoy?! ¡Se pasó toda la tarde coqueteando con las hijas de los ministros! ¡Y cuando pasé por su lado ni siquiera me miró! ¡Solo dijo "Oh, Mi La, qué bueno que estás aquí, necesito que revises estos informes"!

Liu Yi, sorprendida por el repentino abrazo, intercambió una mirada de desconcierto con la dama Chen. El aroma a alcohol era intenso, y podía sentir cómo temblaba el cuerpo de la estratega.

-¡Y yo como una idiota revisando esos estúpidos informes mientras él seguía allí, riendo y bromeando con esas... esas... señoritas que no sabrían distinguir una espada de un palo! -continuó Mi La, apretando más el abrazo-. ¡Diez años! ¡Diez años a su lado y para él solo soy... solo soy...!

Su voz se quebró en un sollozo más fuerte. Liu Yi podía sentir las lágrimas empapando su ropa.

-¿Sabes qué es lo peor? -Mi La se apartó un poco, sus ojos brillantes por las lágrimas y el alcohol-. Hoy una de esas chicas le preguntó si estaba comprometido, ¿y sabes qué dijo? "¡Oh no, estoy esperando a la mujer perfecta!" ¡Y me miró! ¡ME MIRÓ! ¿Y sabes qué dijo después? "Mi La, ¿podrías traernos más té?" ¡Como si fuera una sirvienta cualquiera!

Liu Yi sintió una punzada de simpatía. El general Li Xin era conocido por su carisma y su naturaleza coqueta, pero también por ser completamente ajeno a los sentimientos de quienes lo rodeaban.

-Mi La... -comenzó Liu Yi con suavidad.

-¡No! -la interrumpió Mi La, tomando otro trago de la jarra-. ¡No me digas que debo ser paciente! ¡No me digas que debo entenderlo! ¡Es un idiota! ¡Un idiota que solo me ve como... como... su subordinada! ¡Ni siquiera me ve como una mujer!

Las lágrimas volvieron a caer con más fuerza.

-¿Sabes? El otro día me puse un vestido nuevo para la reunión del consejo militar... ¿Y sabes qué dijo? "Mi La, ¿no crees que esa ropa te dificultará montar a caballo?" -soltó una risa amarga-. ¡Como si no pudiera ser una guerrera y una mujer al mismo tiempo!

Liu Yi acarició suavemente la espalda de Mi La, mientras la dama Chen se acercaba discretamente con una taza de té para reemplazar el vino.

-A veces... -continuó Mi La en voz más baja, casi un susurro-. A veces desearía no ser tan buena en mi trabajo. Tal vez si fuera más como esas chicas que solo saben reír y verse bonitas... tal vez entonces él me vería...

-Entonces no serías tú -dijo Liu Yi con firmeza pero con dulzura-. Y no serías la Mi La que todos admiramos.

Mi La apoyó su cabeza en el hombro de Liu Yi, sus sollozos comenzando a calmarse.

-Es que duele tanto... -murmuró-. Verlo todos los días, entrenar a su lado, planear estrategias juntos... y saber que para él solo soy... solo soy Mi La, su subordinada...

La estratega se apartó de repente del abrazo, señalando a Liu Yi con un dedo acusador mientras se tambaleaba.

-¡Tú! -exclamó Mi La, sus ojos vidriosos enfocándose y desenfocándose-. ¡Tú deberías entenderme! ¡También estás enamorada de un idiota!

Liu Yi se atragantó con su propia saliva, mientras Mei Ling dejaba caer la bandeja de té que sostenía. La dama Chen tosió discretamente, ocultando una sonrisa tras su manga.

-¿Q-qué? No sé de qué... -comenzó Liu Yi, pero Mi La la interrumpió con una carcajada que sonó más como un sollozo.

-¡Por favor! ¡Todo el palacio lo sabe! -Mi La intentó dar un paso dramático pero tropezó, siendo atrapada por Liu Yi antes de caer-. La forma en que lo miras... ¡Es la misma forma en que yo miro al estúpido de Li Xin! ¡Solo que tu idiota es el emperador!

-Mi La, creo que deberías bajar la voz... -susurró Mei Ling, alarmada.

-¡NO! ¡Déjame hablar! -Mi La se enderezó, o al menos lo intentó-. Al menos... al menos Ying Zheng no anda por ahí coqueteando con medio palacio... ¡Pero es igual de denso! ¡Los dos son unos idiotas! -alzó la jarra de vino como si fuera a hacer un brindis-. ¡Por los hombres idiotas que no ven lo que tienen enfrente!

La jarra se deslizó de sus manos, pero la dama Chen la atrapó ágilmente antes de que se derramara.

-Sabes... -continuó Mi La, dejándose caer pesadamente sobre un cojín y arrastrando a Liu Yi con ella-. Al menos tú... tú tienes esperanza. Él te mira diferente... ¡Pero mi general! -rompió en llanto nuevamente-. ¡Mi general solo me ve como uno más de sus soldados! ¡Y ni siquiera soy el soldado favorito! ¡Ese es Wang Lei! ¡Y es un hombre! ¡Un HOMBRE!

Liu Yi, completamente roja por las declaraciones de Mi La, intentaba calmarla mientras la estratega continuaba su monólogo ebrio.

-¡Y sabes qué es lo peor! -Mi La se incorporó de repente, casi golpeando a Liu Yi en la cara-. ¡Lo peor es que sigo sus órdenes como una tonta! "Mi La, revisa estos informes", "Mi La, necesito el plan de entrenamiento para mañana", "Mi La, ¿por qué te pusiste vestido para el entrenamiento?"... ¡PORQUE SOY UNA MUJER, IDIOTA! -gritó lo último hacia la ventana, como si el general pudiera escucharla.

-Mi La, por favor... -Liu Yi intentó calmarla, pero la mujer ya estaba de pie nuevamente, tambaleándose peligrosamente.

-¡Debería renunciar! ¡Sí! ¡Eso haré! -declaró con determinación ebria-. Me iré a... a... ¡a las montañas! ¡Me haré ermitaña! ¡Y cuando el imperio esté en peligro y necesiten mi brillante mente estratégica... -se detuvo, parpadeando confundida-. Ah, ¿Por qué hay tres Liu Yi? -Mi La parpadeó repetidamente, como tratando de enfocar su vista-. No importa, ¡las tres son mis amigas ahora!

Se dejó caer pesadamente en el cojín, mirando la jarra vacía con tristeza.

-¡Ya sé! -exclamó de repente, golpeando su puño contra su palma-. ¡Si ese tonto no se da cuenta solo, entonces yo... yo...! -se levantó tambaleándose-. ¡Iré ahora mismo a decirle! ¡Le diré que lo amo desde hace diez años! ¡Que cada vez que sonríe mi corazón...! ¡Mi corazón hace "bum bum"!

Liu Yi se alarmó, levantándose rápidamente para detenerla.

-Mi La, espera, no creo que sea el mejor momento...

-¡No! ¡Es el momento perfecto! -intentó dar un paso decidido pero trastabilló-. Tengo el valor líquido necesario... Iré y le diré... le diré... -sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente-. ¡Le diré que es un idiota! ¡Pero que lo amo aunque sea un idiota!

-Mi La, escúchame -Liu Yi la tomó por los hombros, obligándola a sentarse nuevamente-. ¿No crees que sería mejor decírselo cuando estés... um... más sobria?

-¡No! ¡Porque cuando estoy sobria soy una cobarde! -Mi La se limpió las lágrimas con la manga-. Una cobarde que solo sabe hablar de estrategias y... y... ¡planes de guerra!

-¿Por qué no te quedas aquí esta noche? -sugirió Liu Yi con suavidad-. Podemos hablar más sobre esto y...

-¡Pero tengo que decirle! -protestó Mi La, aunque su voz sonaba cada vez más adormilada-. Tengo que decirle que cuando me mira... cuando me mira yo... -bostezó-. Yo me siento como... como si pudiera conquistar el mundo...

Liu Yi intercambió una mirada con la dama Chen, quien asintió comprensivamente.

-Y se lo dirás -aseguró Liu Yi, acomodando un cojín para Mi La-. Pero esta noche descansa aquí. Mañana pensaremos en una estrategia.

-¿Una estrategia? -los ojos de Mi La se iluminaron brevemente-. Sí... sí... soy buena con las estrategias... -murmuró, recostándose-. Pero soy mala siendo mujer... ¿Por qué no puede verme como ve a las otras? Yo también puedo ser bonita... yo también...

Su voz se fue apagando mientras sus ojos se cerraban lentamente. Liu Yi la cubrió con una manta, observando cómo la temible estratega de la Guardia Roja se quedaba dormida murmurando planes de batalla mezclado con declaraciones de amor.

-Mei Ling -susurró Liu Yi-, ¿podrías traer algo de agua y preparar remedios para mañana? Creo que nuestra invitada los necesitará.

La dama Chen observaba la escena con una mezcla de diversión y compasión.

-El amor hace tontos hasta a los más brillantes -comentó suavemente-. Aunque debo admitir que sus observaciones sobre usted y el emperador no estaban del todo desencaminadas.

Liu Yi se sonrojó intensamente, pero antes de que pudiera responder, Mi La murmuró en sueños:

-Estúpido Li Xin... con tu estúpida sonrisa...

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