13
Los pasillos del palacio imperial resonaban con los pasos firmes de Liu Yi mientras se dirigía a la sala de audiencias privada del emperador. El sol del atardecer se filtraba por las ventanas, proyectando sombras alargadas sobre los elaborados tapices que adornaban las paredes. Hacía ya 14 días que no lo veía; seguramente habría estado muy ocupado, pero aún así... ¡Ese idiota!
—Mi señora —murmuró Mei Ling a su lado—, tal vez deberíamos tomar el camino más largo.
Liu Yi ajustó inconscientemente el cuello de su túnica azul. —¿Por qué? Este es el camino más directo.
—Es que... —Mei Ling bajó la voz—. Por aquí suelen reunirse...
El sonido de risas delicadas y el frufrú de sedas costosas llegó desde el corredor adyacente, como si las palabras de Mei Ling las hubieran convocado. Un grupo de mujeres nobles emergió en la intersección del pasillo, todas vestidas con sedas de colores brillantes y elaborados peinados adornados con jade y oro.
Liu Yi nunca había visto tal despliegue de riqueza en personas reales. Sus túnicas probablemente costaban más que todo lo que ella había ganado en su vida como médico y, para ser sincera, por muy bonito que le pareciera todo eso... era un total desperdicio de dinero.
La que parecía ser la líder del grupo, una mujer alta con un vestido de seda carmesí y elaborados adornos de fénix en el cabello, se detuvo abruptamente al verla. Según tenía entendido —debido a las incesantes lecciones de la dama Cheng— esa clase de ropa y adornos solo podían representar a alguien: la emperatriz. Esa mujer era muy descarada para vestir así, aun si Zheng no la había elegido para tal puesto. Liu Yi no pudo evitar sentir pena. Los ojos de la mujer, pintados con cosméticos caros, la recorrieron de arriba abajo con desprecio apenas disimulado.
—Vaya —su voz era suave como la seda y afilada como una daga—. No sabía que permitían a la servidumbre transitar por estos pasillos.
Las otras damas rieron discretamente tras sus mangas. Liu Yi notó que todas la miraban como si fuera una mancha en el suelo de mármol pulido.
"Respira Liu Yi, ya has Tratado con perras antes, ellas no son un gran problema"
Se dijo a si misma.
—No soy servidumbre —respondió Liu Yi, manteniendo su voz neutral pero firme.
La mujer de rojo arqueó una ceja perfectamente delineada—. Ah, sí. He oído rumores sobre una... plebeya que fue traída al palacio, debes de ser tú ¿A caso das servicios especiales?.
—Por lo visto usted tiene mucha valentía para insultar a alguien que acaba de conocer... —una vena sobre salió en la frente de Liu Yi, esa mujer...
Un silencio tenso cayó sobre el grupo. La mujer de rojo entrecerró los ojos. Liu Yi solo la miraba en silencio, después de todo, esas mujeres estaban obstruyendo el paso; no tenía intención de iniciar una discusión a pesar de su evidente intento de intimidarla... bueno, al menos no quería llegar tan lejos cómo para formar un escándalo...
—Me llamo Lady Wang, hija del ministro de finanzas —su tono sugería que este era un dato que cualquier persona civilizada debería conocer—. Y tú... ¿tienes nombre?
—Liu Yi —respondió simplemente, sin añadir títulos ni florituras—. Y sí, tengo nombre, así como tengo cerebro propio y un tiempo valioso que usted está consumiendo ahora mismo. ¿Puede decir lo mismo, Lady Wang?
Las damas jadearon colectivamente, como si hubieran ensayado la reacción.
—¡Qué insolencia! —otra de las nobles dio un paso adelante—. ¿Cómo te atreves a hablarle así a Lady Wang? ¿Tienes idea de quiénes somos?
—No —Liu Yi sonrió con dulzura artificial—. Pero ustedes tampoco saben quién soy yo, y sin embargo, no han dudado en juzgarme. Qué curioso, ¿no?
—Típico de una plebeya —escupió Lady Wang—. Sin modales, sin refinamiento. ¿Y te atreves a caminar por estos pasillos como si tuvieras derecho?
—Tengo todo el derecho —Liu Yi dio un paso adelante, y aunque era más baja que Lady Wang, su presencia pareció llenar el espacio, estaban acabando con su paciencia—. El emperador me convocó personalmente.
Eso provocó otra ronda de murmullos sorprendidos.
—¿El emperador? —Lady Wang palideció ligeramente—. Imposible. Su Majestad está ocupado con asuntos importantes. Con la selección de su futura emperatriz.
—Entonces sugiero que no lo hagamos esperar —Liu Yi hizo una reverencia que era técnicamente correcta pero llevaba un toque de burla—. Después de todo, el tiempo de Su Majestad es precioso. No debería desperdiciarlo en... Cosas insignificantes —Los ojos de Liu Yi eran afilados, dando un aire intimidante y a la vez segura de si misma. Comenzó a caminar intentando dejar allí ese indeseado intercambio.
—¡Espera un momento! —Lady Wang se puso en su camino una vez más.
Las otras damas intercambiaron miradas conocedoras. Liu Yi podía escuchar los susurros apenas contenidos a su espalda: "esa mujer no es la que lo abrazó en público", "Dicen que él solo ríe cuando está con ella", "Una plebeya que se atreve a tocarlo" "Seguramente es un juguete del emperador".
—Lady Wang —respondió Liu Yi con una sonrisa tranquila pero con una creciente irritación—. Le dije que mi tiempo es precioso y no tengo intención de gastarlo en alguien como usted, que ha sido grosera desde nuestro primer encuentro. Y ustedes, dejen de decir tonterías, solo harán que se creen rumores sin sentido.
—¿Rumores? —Lady Wang agitó su abanico con fingida inocencia—. Oh, no, querida. Todos vimos cómo te arrojaste a los brazos de Su Majestad. Bastante... atrevido para alguien de tu posición.
—¿Mi posición? —Liu Yi arqueó una ceja, sus ojos grises brillando peligrosamente—. ¿Te refieres a la posición que me permite estar más cerca del emperador que cualquiera de ustedes?
Un silencio tenso cayó sobre el grupo. La sonrisa de Lady Wang vaciló.
—Deberías recordar tu lugar —siseó otra de las nobles—. El emperador puede encontrarte... entretenida ahora, pero pronto elegirá una emperatriz adecuada.
Liu Yi soltó una risa suave. —¿Adecuada? ¿Cómo ustedes, que tiemblan de miedo ante la idea de dirigirle la palabra sin permiso?
—¡Insolente! —Lady Wang dio un paso adelante—. Tu cabello puede ser tan blanco como la luna y tu cara podrá ser bonita, pero sigues siendo una plebeya que no conoce su lugar.
—Mi lugar —Liu Yi se irguió, su presencia llenando el pasillo—, es exactamente donde el emperador quiere que esté. Y a juzgar por su risa cuando estoy cerca, parece bastante satisfecho con eso.
Las nobles retrocedieron como si las hubiera abofeteado. La mención de la risa del emperador era un golpe particularmente efectivo; todos en el palacio sabían que Qin Shi Huang raramente mostraba ese lado de su personalidad cuando se trataba de mujeres, pues no había tenido ningún acercamiento a ninguna otra hasta ahora.
—El emperador está ocupado con asuntos importantes —Lady Wang intentó recuperar el control—. La selección de su futura emperatriz...
—Oh, sí —interrumpió Liu Yi con una sonrisa enigmática—. De hecho, me dirijo a verlo ahora mismo para discutir precisamente ese tema.
Las miradas de horror en sus rostros fueron casi cómicas.
—Mientes —susurró una de las damas.
—¿Por qué mentiría? —Liu Yi comenzó a caminar, pasando entre ellas—. Después de todo, como dijeron, soy solo una plebeya que no conoce su lugar.
Mientras se alejaba, su cabello blanco brillando como un faro en el pasillo oscurecido, los susurros estallaron tras ella:
"¿Crees que él realmente...?"
"Imposible, no se atrevería..."
"Pero dicen que cuando ella lo curó..."
"Su cabello, sus ojos... parece una aparición..."
Liu Yi miró las puntas de su cabello con un pequeño puchero mientras se alejaba con Mei Ling, maldición, a lo largo de su vida le había hecho muchos comentarios por su apariencia particular, pero aun así nunca la habían comparado con un fantasma. Se dio cuenta que su amiga estaba tensa hasta las cejas y temblaba levemente.
Solo cuando doblaron la esquina, Mei Ling permitió que sus hombros se relajaran ligeramente. —Mi señora —susurró—, creo que acaba de iniciar una guerra.
—Yo también lo creo —Liu Yi se miró las manos vendadas, ella también temblaba levemente—. Aun así... ¿lo hice bien, no? No me he dejado pisotear y parece que no me van a subestimar en el futuro...
Estaba nerviosa, ¡baya que estaba nerviosa! ¿¡Por qué le pasaban esas cosas a ella!?
—Mi señorita... tal vez... deba pensar mejor antes de hablar... —dijo Mei Ling, palmeando delicadamente la espalda de Liu Yi.
—Tal vez... —aunque la verdad... no estaba muy segura de eso. Si bien estaba nerviosa, se sintió bien tener la confianza y el respaldo para no ser pisoteada... Zheng... él era su respaldo, y como ella se había prometido a sí misma, se aseguraría de ser el suyo también.
Frente a las puertas de la sala de audiencias, Liu Yi respiró profundamente. Su exterior mostraba la confianza de alguien que había abrazado al emperador frente a toda la corte—Aun si ahora se moría de vergüenza por esa acción— , pero su interior temblaba como una gelatina.
—Mei Ling —dijo suavemente—, espérame aquí.
—Sí, mi señora —respondió su doncella con una sonrisa—. Muéstrele al emperador que no se equivocó al elegirla.
Liu Yi asintió y esperó a que las puertas se abrieran.
...
—Demoraste más de lo que pensé. ¿Qué te tomó tanto tiempo? —Zheng estaba sentado en el patio bajo un gazebo de piedra oscura; había un montón de flores y enredaderas dándole un toque especial a ese pequeño espacio.
—Solo tuve un contratiempo... —hizo una sonrisa sarcástica; sin duda, esa tal leydi busca pleitos la había dejado de un humor de perros.
—¿Ah? —Zheng hizo un gesto curioso, como si estuviera interesado en lo que ella pudiera decir.
—Nada importante —Liu Yi tomó un sorbo de té con un puchero; ya le daría su merecido a esa maleducada y mimada mujer. De tan solo pensar en su reacción cuando finalmente anuncien que ella sería la emperatriz, la primera madre de este Imperio, la Luna del Sol, tan solo pensar en su cara llena de envidia y descontento hacía que el corazón de Liu Yi se sintiera mejor.
—¿Estás segura? —Zheng le acercó un platito con dulce; los ojos de Liu Yi brillaron, sin duda, lo mejor de estar aquí en el palacio ¡era la comida!
—¡Sí! —ella dio el primer mordisco y sus mejillas se colorearon; sin duda, la comida era lo mejor—. Por cierto... ¿para qué me llamaste? Creí que estabas muy ocupado...
—Ah, sí... Pronto habrá más cambios en el Imperio, para que la unificación sea aún más sólida... Y también, con la construcción de la muralla... —rápidamente Zheng se dio cuenta que Liu Yi lo miraba con una expresión en blanco, como si lo oyera pero no lo escuchara—. ¿Acaso no te interesa?
—No es eso... Solo estaba pensando... ¿has implementado medidas de seguridad para la construcción de esa muralla? —volvió a dar un sorbo al té.?
—Sí —Liu Yi dejó la taza sobre la mesa y lo miró directamente—. Una construcción de esa magnitud requiere miles de trabajadores, ¿no? El clima en el norte es extremo, hay que considerar las enfermedades, los accidentes... —hizo una pausa, recordando los casos que había tratado en su aldea—. He visto lo que el trabajo excesivo puede hacerle al cuerpo humano.
—¿Medidas de seguridad?— dijo de forma curiosa.
Una sombra cruzó el rostro del emperador, aun así no quitaba su sonrisa. —La construcción de la muralla es necesaria para proteger nuestras fronteras.
—Lo sé —respondió ella con suavidad—. No cuestiono la necesidad, sino el método. Si los trabajadores mueren por agotamiento o enfermedad, ¿quién protegerá las fronteras entonces?
Zheng se reclinó en su asiento, estudiándola. El silencio se extendió entre ellos, roto solo por el suave tintineo de la porcelana cuando Liu Yi tomó otro dulce.
—Hablas como médico —dijo finalmente.
—Hablo como alguien que ha visto demasiadas muertes innecesarias —sus ojos grises se encontraron con los de él—. ¿La grandeza de un imperio no debería depender de su gente? ¿Que es un rey sin su pueblo? Te lo diré, solo un tonto con un título bonito.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Zheng. —¿Me estás dando una lección de gobierno?
—¿Funcionó? —Liu Yi le devolvió la sonrisa, aunque sus ojos permanecieron serios—. Porque tengo más consejos guardados.
El emperador soltó una suave risa, ese sonido que tanto había escandalizado a las nobles en el pasillo. —Eres única.
—. Además, ¿no me trajiste aquí precisamente por eso? Porque digo lo que pienso— respondió ella, alcanzando otro dulce, sentia una extraña satisfacción, realmente zheng la escuchaba, el escuchaba lo que ella tenía que decir...
Zheng la observó en silencio por un momento, su expresión indescifrable. —Entre otras razones —murmuró finalmente.
Liu Yi sintió que sus mejillas se calentaban ligeramente. Desvió la mirada hacia los jardines, donde las flores comenzaban a cerrarse con la llegada del atardecer. —Entonces... sobre esos cambios que mencionaste...
Zheng asintió, retomando su compostura de emperador. —La unificación requiere más que solo conquistas militares. Necesitamos un sistema unificado de escritura, de medidas, de moneda... —hizo una pausa, observando cómo Liu Yi había dejado de prestar atención a los dulces—. Y también necesitamos unificar el conocimiento médico.
Los ojos de Liu Yi se iluminaron. —¿Conocimiento médico?
—Cada reino tenía sus propias técnicas y remedios —continuó Zheng—. Algunos más efectivos que otros. Quiero recopilar todo ese conocimiento, organizarlo, estandarizarlo.
—Es... es una idea brillante —Liu Yi se inclinó hacia adelante, olvidando momentáneamente las formalidades, aunque no es como si ella fuera particularmente formal con Zheng—. ¡Piénsalo! Podríamos combinar las técnicas de acupuntura del sur con las hierbas medicinales del norte. Los ungüentos del este con...
Se detuvo al ver la sonrisa divertida de Zheng. —¿Qué?
—Nada —respondió él, pero su sonrisa persistió—. Solo pensaba que tomé la decisión correcta.
—¿Decisión? —Liu Yi ladeó la cabeza, confundida.
—Quiero que supervises este proyecto —Zheng la observó atentamente—. Como futura emperatriz, necesitarás un proyecto propio, algo que beneficie al imperio.
Liu Yi casi se atragantó con el té que estaba bebiendo. —¿Su-supervisar? ¿Yo? Pero... pero hay médicos más experimentados, más...
—¿Más qué? —la interrumpió Zheng—. ¿Más viejos? ¿Más tradicionales? Precisamente por eso te quiero a ti al frente. Necesito alguien que pueda ver más allá de todo, que pueda reconocer lo que funciona sin importar su origen, aun existen cenizas de los rencores pasados, alguien con prejuicios no me sirve.
Liu Yi se quedó en silencio, procesando sus palabras. La magnitud de la tarea la abrumaba, pero al mismo tiempo... Las posibilidades eran infinitas.
—Además —añadió Zheng con un toque de diversión en su voz—, me han dicho que cierta futura emperatriz acaba de tener un encuentro bastante... interesante con algunas damas de la corte.
Liu Yi se tensó. —entonces ya lo sabias... ¿Para que me lo preguntaste entonces? Tonto
—Las paredes del palacio tienen oídos —respondió simplemente—. Y las damas nobles tienen lenguas muy rápidas.
—Yo... —Liu Yi jugó nerviosamente con las mangas de su túnica—. No inicié nada, ellas...
—Lo sé —la interrumpió suavemente—. Y manejaste la situación... interesantemente. Pero necesitarás algo más que palabras afiladas para establecer tu posición en la corte. Un proyecto como este te dará la autoridad que necesitas.
Liu Yi lo miró fijamente, comprendiendo de repente. No era solo sobre unificar el conocimiento médico; era sobre darle un propósito, una función más allá de ser simplemente la esposa del emperador.
—Eres... bastante astuto, ¿sabes? —murmuró finalmente.
Zheng sonrió, esa sonrisa sincera que rara vez mostraba a otros. —Por eso soy el emperador.
—Y modesto también —añadió Liu Yi con sarcasmo, pero una sonrisa se formaba en sus labios.
El sol se había puesto casi por completo, tiñendo el cielo de tonos púrpura y dorado. Las primeras estrellas comenzaban a aparecer, y con ellas, las lámparas del jardín se encendían una a una.
—Sin embargo... —Liu Yi hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Si voy a hacer esto, si voy a ser emperatriz y liderar un proyecto de esta magnitud... necesito más educación.
Zheng arqueó una ceja, instándola a continuar.
—Mi conocimiento de medicina viene principalmente de la práctica y de lo que aprendí de mi madre —continuó ella, sus dedos jugando distraídamente con el borde de su taza—. Pero hay textos antiguos que nunca he podido estudiar, técnicas de otros reinos que solo he oído mencionar... Y no es solo la medicina —sus ojos grises se encontraron con él—. Una emperatriz debe saber de política, de historia, de protocolo...
—La dama Cheng te ha estado instruyendo en etiqueta —señaló Zheng.
Liu Yi soltó una risa suave. —Sí, y me ha enseñado que hay un mundo de diferencia entre saber hacer una reverencia y entender por qué se hace. No quiero ser solo una figura decorativa que sabe las formas correctas pero no comprende el significado detrás de ellas.
Se levantó y caminó hacia el borde del gazebo, observando las estrellas que ya brillaban con más intensidad. —Quiero entender. Todo. La historia detrás de cada tradición, la razón de cada protocolo, las baces de la economía, los fundamentos de la medicina antigua... Si voy a cambiar las cosas, primero necesito entender por qué son como son.
Zheng la observó en silencio por un momento, su rostro iluminado por las lámparas del jardín. —Eres consciente de que lo que pides llevará tiempo.
—Lo sé —se giró para mirarlo—. Pero prefiero tomarme ese tiempo ahora que cometer errores después por ignorancia. Una emperatriz que lidera un proyecto de unificación médica debe tener una base sólida, ¿no crees? Además, quiero ser una persona que pueda ayudarte de una forma más activa... No quiero ser rebajada o subestimada por otros.
Una sonrisa se dibujó lentamente en el rostro de Zheng. —¿Sabes por qué elegí casarme contigo?
La pregunta la tomó por sorpresa. —¿Por mi encantadora personalidad? —bromeó, aunque un leve rubor teñía sus mejillas.
—Porque piensas —respondió él, levantándose para unirse a ella en el borde del gazebo—. No te conformas con seguir el camino trazado. Cuestionas, analizas, buscas entender... —hizo una pausa—. El imperio necesita eso. Y yo necesitaba una aliada así...
Liu Yi sintió que su corazón se aceleraba ligeramente. —Entonces... ¿eso es un sí a mi petición de más educación?
—Eso es un sí a todo lo que necesites —respondió Zheng—. Tendrás acceso a la biblioteca imperial, a los mejores maestros, a todos los recursos que requieras.
—¿Incluso si algunos de esos recursos vienen de otros reinos? —preguntó ella, pensando en los textos médicos que había oído mencionar.
—Especialmente si vienen de otros reinos —asintió él—. Después de todo, estamos construyendo un imperio unificado. ¿Qué mejor manera de empezar que con el conocimiento?
Liu Yi sonrió, su mente ya corriendo con las posibilidades. —Gracias.
—No me agradezcas todavía —advirtió Zheng, aunque había un toque de diversión en su voz—. Los estudios de una futura emperatriz no son tarea fácil.
—¿Más difícil que tratar con Lady Wang y su séquito? —bromeó Liu Yi.
Zheng soltó una risa suave. —Quizás deberíamos incluir diplomacia en tu currículum.
—¿Eso fue un chiste, Su Majestad? —Liu Yi fingió sorpresa—. ¡El cielo debe estar cayéndose!
La risa de Liu Yi se vio interrumpida por un estruendo repentino. Por el jardín apareció un hombre alto vestido con ropas militares, corriendo mientras reía a carcajadas su peculiar cabello rojo sobresalía.
—¡Li Xin! ¡Vuelve aquí ahora mismo! —gritaba una mujer tras él, su uniforme militar impecable contrastando con su rostro enrojecido por la carrera—. ¡Tienes informes que revisar!
—¡Mi La, relájate! ¡Los informes pueden esperar! —respondió el hombre entre risas.
Detrás de ellos, un enorme perro negro corría con la lengua fuera, sus ladridos resonando en el jardín. Liu Yi se quedó paralizada.
—¿Daiyu? —susurró, reconociendo a su inseparable amigo.
El perro se detuvo en seco al escuchar su voz, sus orejas irguiéndose. Con un ladrido de alegría, abandonó la persecución y se lanzó hacia ella.
—¡Espera, no...! —pero era demasiado tarde. Daiyu la derribó, llenando su rostro de lengüetazos alegres—. ¡Para! ¡Me haces cosquillas!
Li Xin detuvo su carrera, observando la escena con curiosidad. —Oh, ¿esta es la famosa futura emperatriz? —se giró hacia Zheng con una sonrisa traviesa—. No me dijiste que el perro era de ella.
Mi La, que finalmente los había alcanzado, golpeó a Li Xin en la cabeza con un rollo de pergamino. —¡Muestra más respeto!
—¡Ay! ¡Mi La, eres tan violenta! —se quejó Li Xin, frotándose la cabeza—. El perro parecía triste, así que pensé en traerlo. Además las damas que lo estaban cuidando ya estaban desesperadas.
Liu Yi finalmente logró sentarse, con Daiyu aún moviendo la cola felizmente a su lado. Miró a Zheng, quien observaba todo con una expresión divertida.
—¿Tú sabías de esto? —preguntó, entrecerrando los ojos.
—Puede que haya ordenado traer a cierto perro al palacio —respondió Zheng con fingida inocencia—. Aunque no esperaba que Li Xin armara tanto escándalo al hacerlo.
—¡Oye! ¡El escándalo lo armó Mi La! —protestó Li Xin, ganándose otro golpe con el pergamino.
—¿¡Que yo armé el escándalo!? —Mi La apretó el pergamino en sus manos como si quisiera estrangularlo—. ¡Tuve que viajar 15 días hasta la ciudad natal de la señorita Liu Yi para buscar a Daiyu porque tú, pedazo de incompetente, estabas muy "ocupado" bebiendo con tus soldados!
—¡Era una reunión estratégica! —se defendió Li Xin, esquivando otro golpe.
—¿Reunión estratégica? ¡Te encontré dormido sobre la mesa de estrategias usando los mapas como almohada! —Mi La estaba roja de furia—. ¡Y cuando desperté esta mañana, Daiyu había destrozado mi tienda de campaña porque ALGUIEN olvidó alimentarlo!
Liu Yi observaba el intercambio mientras acariciaba a Daiyu, quien parecía bastante satisfecho consigo mismo.
—Bueno, bueno —Li Xin levantó las manos en señal de paz, aunque su sonrisa no ayudaba a su causa—. Al menos llegó sano y salvo, ¿no? Y mira qué feliz está con su dueña.
—¿Sano y salvo? —Mi La soltó una risa sarcástica—. ¡Se comió tres pares de mis botas durante el viaje! ¡TRES PARES! ¡Y esas eran botas militares!
—Tiene buen gusto —comentó Li Xin, guiñándole un ojo a Liu Yi—. Claramente prefiere el cuero de calidad.
—¡TÚ! —Mi La alzó el pergamino amenazadoramente—. ¡El emperador te dio UNA tarea! ¡UNA! ¡Traer al perro! ¡Y ni siquiera eso pudiste hacer bien!
—Técnicamente, el perro está aquí —señaló Li Xin—. Los detalles de cómo llegó son... insignificantes.
Zheng, que había estado observando todo con evidente diversión, finalmente intervino: —Mi La, ¿cuánto te debe Li Xin por las botas?
—¡Y por mi tienda! —añadió ella, fulminando a Li Xin con la mirada—. ¡Y por los 15 dias de viaje!
Liu Yi no pudo contener una risita, lo que atrajo la atención de todos. —Daiyu siempre ha tenido debilidad por el cuero —comentó, rascando las orejas del perro—. En casa solía robar los zapatos de mi abuelo...
Daiyu se liberó del abrazo de Liu Yi y avanzó hacia Zheng como si recién se hubiera percatado de la presencia del hombre, parándose en dos patas mientras movía la cola energéticamente. El emperador rio y le acarició la cabeza.
—Ha crecido bastante desde la última vez que lo vi en tu ciudad —comentó Zheng—. Ya no es el cachorro que solía dormir en tu regazo.
Sus palabras fueron interrumpidas por otro grito de Mi La.
—¡Y también rompiste mi arco favorito! ¡Lo dejaste afuera en la lluvia!
—¡Era un arco viejo de todos modos! —protestó Li Xin—. ¡Te conseguiré uno mejor!
Zheng suspiró, aunque la diversión no abandonaba su expresión. — permíteme presentarte formalmente. Esta es Mi La, una de nuestras mejores estrategas militares.
Mi La se enderezó inmediatamente, haciendo una reverencia perfecta a pesar de su evidente irritación, era una mujer hermosa de rasgos marcados, impecable cabello largo peinado en un semi recogido y unos ojos analíticos y fieros—Es un honor, señorita Liu Yi.
—Y este idiota incorregible es Li Xin, general del ejército imperial y... —Zheng hizo una pausa.
—¡Tu mejor amigo! —interrumpió Li Xin con una sonrisa brillante, esquivando otro golpe de Mi La—. ¡Es un placer conocerte finalmente, cuñada! Este ingrato de Zheng no dejaba de hablar de ti, pero se negaba a presentarnos formalmente.
Liu Yi parpadeó, sorprendida por la familiaridad con la que Li Xin trataba al emperador. —¿Cuñada?
—No le hagas caso —intervino Mi La un poco cansada, el maldito de Li Xin era escurridizo—. Se toma demasiadas libertades con todos.
—¡Oye! ¡Soy el mejor amigo del emperador! ¡Tengo derecho a llamar cuñada a mi futura cuñada!
Liu Yi miró a Zheng, quien parecía resignado pero divertido ante el comportamiento de su amigo.
—En realidad —intervino Li Xin, su sonrisa volviéndose nostálgica—, cuando este idiota fue nombrado príncipe de Qin, pensé que sería otro noble arrogante que no sabía nada de la vida real.
Liu Yi notó el cambio en la expresión de Zheng cuando Li Xin mencionó su primer encuentro.
—Lo llamaste "principito mimado" en tu primer encuentro —recordó Mi La, quien ahora se había sentado en el borde del gazebo, con Daiyu recostado a sus pies.
—¡Porque lo parecía! —se defendió Li Xin—. Pero luego... —miró a Zheng.
—Luego este idiota casi muere tratando de salvar a unos aldeanos durante una inundación —completó Zheng—. Y tuve que rescatarlo.
—¡Oye! ¡Yo te rescaté a ti!
—Los rescaté a ambos —corrigió Mi La secamente—. Mientras ustedes discutían sobre quién salvaría a quién, yo ya había evacuado a la mitad del pueblo.
Liu Yi miró con curiosidad a Mi La. —¿Ya eras parte del ejército entonces?
Mi La se tensó ligeramente. —No oficialmente. Me había cortado el cabello y me hacía pasar por hombre.
—La descubrimos durante la campaña contra Chu —explicó Li Xin—. O más bien, ella se descubrió sola cuando salvó toda una división con una estrategia brillante.
—El emperador podría haberme ejecutado por mentir —Mi La miró a Zheng con respeto—. En cambio, me nombró estratega principal.
—Solo un tonto descartaría el talento por algo tan irrelevante como el género —respondió Zheng simplemente.
Liu Yi sintió que su corazón se hinchaba de orgullo. Este era el hombre que ella comenzaba a admirar, uno que veía más allá de las convenciones cuando estas no tenían sentido.
—Li Xin y yo nos hicimos inseparables—explicó Zheng—. Estudiamos con los mismos maestros, entrenamos juntos...
—¡Y siempre le gané en el campo de tiro! —interrumpió Li Xin con orgullo.
—Porque hacías trampa —señaló Zheng.
—¡No era trampa! Era... estrategia creativa.
Mi La resopló. —Su estrategia creativa incluía distraer al emperador con comentarios sobre chicas bonitas.
—¡Funcionaba! —Li Xin sonrió a Liu Yi—. Aunque parece que ahora ya no necesita mis consejos sobre chicas bonitas, ¿eh?
—¿Eso dices para justificar que te dejaba ganar para no herir tu frajil orgullo? —Comentó con burla.
—Ya quisieras —Dijo LI Xin con una sonrisa, pero al ver cómo zheng no borraba su sonrisa confiada lo miro como eseptisismo— espera ¿en serio me dejabas ganar?
—¿No era obvio? —Mi La hizo un gesto de resignación.
Liu Yi sintió que sus mejillas se calentaban, mientras Daiyu se movía entre ellos, claramente feliz de tener tanta atención y ella, estaba feliz de ver lo bien que se lleven esos 3, eran un grupo de amigos interesantes.
—Por cierto —continuó Li Xin, ignorando el gesto de Burla de Zheng—, ¿es cierto que pusiste en su lugar a Lady Wang? La noticia se extendió por todo el palacio como fuego.
—¡General Li Xin! —regañó Mi La—. ¡No puedes preguntarle eso a la futura emperatriz!
—¿Por qué no? ¡Es mi cuñada! Además, Lady Wang necesitaba que alguien la bajara de su nube de jade y oro.
—Tú... —Mi La parecía lista para golpearlo nuevamente con el pergamino—. ¡Muestra algo de respeto por una vez en tu vida!
—El respeto se gana —Li Xin guiñó un ojo a Liu Yi—. Y según lo que he oído, nuestra futura emperatriz ya se lo ha ganado ¡la has puesto bien en su lugar!
...
Liu Yi yacía en su cama, encontrando consuelo en el calor que emanaba de Daiyu, el enorme perro que dormía plácidamente a su lado. Sus dedos se enterraban en el espeso pelaje del animal mientras reflexionaba sobre los acontecimientos del día. La ausencia de su fiel compañero durante su estadía en el palacio había dejado un vacío que solo ahora, con su regreso, podía dimensionar completamente.
La conversación con Mi La había traído noticias reconfortantes de su pueblo. La llegada del nuevo médico —un hombre de renombre que, según decían, trataba a todos por igual sin importar su estatus— había sido un movimiento astuto por parte del emperador. Liu Yi sonrió ante este pensamiento; era un alivio saber que su gente tendría acceso a atención médica de calidad. Las historias sobre la humildad y dedicación del doctor hacían que su corazón se sintiera más ligero.
Recordó con diversión el momento en que Daiyu conoció a Mei Ling. La escena se había desarrollado como un torbellino de alegría: el perro, incapaz de contener su entusiasmo, había derribado a la joven dama en un frenesí de lengüetazos y movimientos de cola. Para su sorpresa, Mei Ling no había mostrado el disgusto que cabría esperar de una dama de la corte; en cambio, sus ojos brillaron con genuina alegría mientras acariciaba al animal, estableciendo una conexión instantánea que hizo sonreír a Liu Yi.
La dama Cheng, por otro lado, había protagonizado un encuentro más peculiar. El contraste entre el intimidante semblante de la dama y la inicial audacia de Daiyu, seguida de su rápida retirada estratégica detrás de Mei Ling, había sido casi cómico. Sin embargo, el gesto posterior de la dama Cheng, proporcionando agua y comida al animal, revelaba una gentileza que su severa apariencia ocultaba.
Mientras acariciaba distraídamente las orejas de Daiyu, Liu Yi permitió que sus pensamientos vagaran hacia el proyecto que el emperador le había confiado. La responsabilidad pesaba sobre sus hombros como una carga preciosa; la ansiedad y la emoción se entremezclaban en su pecho como dos corrientes de agua convergiendo en un mismo río.
Este encargo no solo representaba una oportunidad para demostrar su valía, sino que también abría las puertas a una infinidad de cosas. Por primera vez desde su llegada al palacio, sentía que tenía un propósito más allá de las intrigas cortesanas. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras contemplaba las posibilidades que se extendían ante ella, tan vastas como el cielo nocturno que se vislumbraba a través de su ventana.
El suave ronquido de Daiyu la arrulló mientras sus párpados comenzaban a pesarle. Pronto, los pensamientos sobre proyectos y responsabilidades se desvanecieron, dando paso a un sueño tranquilo, protegido por la presencia reconfortante de su fiel compañero.
...
¡Aquí otro cap! Y como podemos ver en este hemos dado introducción a 2 personajes más, Mi La, una mujer poderosa que seguramente les caerá bien y por supuesto, en toda novela de este estilo tiene que haber una mujer fastidiosa que sea la causa de los dolores de cabeza de la protagonista.
Me gustaría saber... ¿Que les está pareciendo hasta ahora? ¿He logrado engancharlos con mi obra? Realmente me pone muy feliz cada vez que comentan, también amo contestar comentarios así que si gustan yo los responderé siempre que pueda!
Por otro lado su tonta escritora tenía un dibujo del capítulo 11 que iba a poner en el 12 pero se olvidó así que aquí se los dejó.
También en el 12 mencione que había un dibujo de Li Xin que no había terminado, bueno aquí les presentó a nuestro general!
Sin más me despido, gracias por tanto perdón por tan poco.
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