06
El hacha hendía la madera con un golpe seco. Zheng trabajaba con precisión, dividiendo los troncos en segmentos perfectos mientras Liu Yi lo observaba. Tal vez era insólito que un rey cortara la madera él mismo, pero era un rey y si le apetecía hacer aquello, pues lo haría.
-¡No deberías esforzarte tanto! -le recriminó ella, con su característico tono de preocupación y un regaño que ya era habitual.
Zheng no se detuvo. Con otro movimiento limpio, partió un tronco a la mitad.
-¡Momantai! -respondió con una sonrisa-. No lo haría si no me sintiera capaz. Además, cuando entrenamos, no pareces preocuparte tanto por mi esfuerzo.
Llevaban dos meses... dos meses compartiendo el mismo espacio. Liu Yi no sabía cuándo había comenzado a sentirse tan cómoda con su presencia. ¿Se había mal acostumbrado? Sí, lo había hecho. Se sentía tan cómoda al lado de ese hombre que no la juzgaba y que la ayudaba en lo que podía, que sin poder evitarlo se terminó por acostumbrar a él.
Su padre siempre le advirtió sobre confiar en desconocidos, pero Zheng había demostrado ser diferente. Era confiable, alguien que la apoyaba sin pretender cambiarla o dirigirla. Simplemente estaba ahí, como un aliado .
-Tu técnica... es interesante -murmuró ella, un ligero sonrojo tiñendo sus mejillas, desviando la mirada avergonzada.
Zheng soltó una carcajada.
-Momantai, mi dama. Es un placer enseñarte -cortó otro tronco con la misma precisión-. ¿Iremos al pueblo hoy?
La pregunta flotó en el aire. Liu Yi dudó. Tenía cosas que vender, pero un extraño sentimiento la recorría.
-No lo sé... -dijo ella, aún sin saber bien qué hacer, tenía cosas para vender, pero por alguna razón tenía un mal presentimiento.
Un escalofrío recorrió su espalda. Los presentimientos de Liu Yi nunca eran en vano. Desde niña, su padre le había enseñado a prestar atención a esas sensaciones, a ese sexto sentido que a veces susurraba advertencias. Tal como pasó el día que su madre murió, tal como pasó el día del accidente de su padre.
-No es nada -contestó con una sonrisa pequeña- creo que hoy iré sola, las cosas que tengo para vender son pocas.
Sí, su mal presentimiento era algo que no iba a ignorar, y si algo tenía que pasar... pues mejor que le pasara solo a ella, se dijo a sí misma. Al final de cuentas... tal vez ella iba a terminar siendo tan tonta como su madre, los genes tenían fuerza...
-¿Estás segura? -dijo él en un tono algo ambiguo, sin su habitual sonrisa.
-Sí, tú tranquilo -respondió con una sonrisa que intentó transmitirle seguridad.
Porque si algo tenía que pasar... solamente ella lidiaría con ello.
Tras unas horas, finalmente se fue de casa, despidiéndose de Zheng y de Daiyu, que no movía la cola como era habitual.
Cuando llegó al pueblo, la señora Nuo la esperaba como un huracán dispuesto a arrasarlo todo.
-¡Mi pequeña Yiyi! -la zarandeó-. ¿Es cierto que ese hombre es tu esposo? ¿Dónde lo conociste y por qué no nos habías dicho nada? Es más, ¡no has invitado a estos viejos a la boda!
Liu Yi no pudo evitar reír, siendo zarandeada por la anciana.
-Vieja metiche -la tomó por los hombros en un gesto que intentaba confortarla-. No es nada de lo que estás pensando.
El viejo Yichen intervino, su mano sobre la cabeza de la albina.
-Aún así... es preocupante, pequeña Yiyi -su voz sonaba genuinamente preocupada-. ¿Por esa razón no querías vivir con nosotros? ¿Por qué te has casado en secreto?
La culpa atravesó a Liu Yi. No quería mentirles. Esos viejos eran como su familia.
-Vieja Nuo, viejo Yichen -dijo de forma dulce-. Zheng es un paciente. Cielo santo, ustedes sí que son una pareja de entrometidos.
Se río, y de forma sorpresiva recibió un golpe en la cabeza de parte de la señora.
-Como siempre, eres tan bruta que no entiendes el corazón de estos viejos -le dijo la señora Nuo, con una mezcla de amor y exasperación.
-¡Eso duele, vieja bestia! -sus ojos lagrimearon un poco, la señora Nuo tenía la mano pesada.
-Al menos... ¿es guapo? -la anciana decidió ignorar la falta de respeto de Liu Yi, como la mayoría de las veces.
¿Guapo? Ella no lo sabía, Zheng siempre tenía la cara cubierta por esa venda, así que no podía decir con seguridad si era guapo.
-No lo sé -dijo mientras aún se sobaba la cabeza-, pero... él es alguien muy amable y con un gran sentido del honor y de lo que es justo.
La anciana Nuo y el viejo Yichen se miraron entre sí por unos segundos, luego la mujer suspiró.
-Niña, solo queremos que vivas feliz y en paz. A estos ancianos ya no les queda mucho tiempo, sería genial ver unos bisnietos -río ella, y Liu Yi la miró con ambigüedad.
-Estás loca, anciana -murmuró y recibió otro golpe.
-¡Empieza a respetar a tus mayores, niña! -dijo enojada como siempre.
El señor Yichen miraba a Liu Yi con ojos tristes pero a la vez orgullosos. Cuando esa niña se quedó sola, era como un cuerpo sin alma, tan solo moviéndose de forma rutinaria sin ninguna meta o propósito. ¿Acaso cuidar de aquel joven que se hacía llamar el esposo de su pequeña nieta le había dado una motivación? No lo sabía, no estaba en la extraña cabeza de Liu Yi, pero tal y como había dicho su esposa:
-Liu Yi, tan solo queremos que seas feliz. Si en algún momento tienes una preocupación o siquiera... si solamente te sientes sola, sabes que estamos aquí.
Liu Yi miró al hombre con ojos abiertos, luego sus mejillas tomaron color. El cariño de alguien... ese sentimiento era tan cálido, el saber que alguien se preocupa por ti, que está al pendiente de que no te pase nada.
-Sí, abuelo -dijo de la forma más dulce, evitando que sus ojos se lagrimearan. El señor Yichen era tan amable y considerado que no podía evitar no verlo como un abuelo.
-Tenlo en mente... cualquier cosa... no importa qué -la esposa se quejó por lo bajo, diciendo que estaba malcriando a la niña otra vez. Él tan solo río, y ella... ella sabía que tenía a alguien a quien acudir.
...
La noche había caído sobre el bosque como un manto de penumbras. Liu Yi apretaba el paso, ligeros, apenas haciendo ruido sobre el sendero cubierto de hojas secas mientras sostenía una lámpara de aceite. Algo en su interior le decía que no estaba sola. El crujir de las ramas a sus espaldas, el susurro de voces -apenas un murmullo- le erizaban la piel.
Sus sentidos estaban alerta. El mismo sexto sentido que le había salvado en otras ocasiones ahora le gritaba que el peligro estaba cerca. Los frascos que llevaba en su bolsa tintineaban suavemente con cada paso, un recordatorio de su reciente viaje al mercado.
A lo lejos, entre los árboles, podía escuchar risas y voces distorsionadas. Soldados. No, borrachos. Peor aún, soldados borrachos.
Se mordió el labio inferior con fuerza. Ella era fuerte, sí que lo era, pero no iba a poder si se juntaban en grupo, no tenía la fuerza para tratar con mucha gente a la vez.
De repente, una figura emergió del sendero haciendo que ella parara en seco. Song Wei. Un nombre que le provocaba un escalofrío de disgusto. Un soldado de mirada cruel, de esos que creían que el mundo estaba hecho a su medida, que las mujeres debían someterse a su voluntad.
-Vaya, vaya... -su voz era como el filo de un cuchillo oxidado-. Pero si es la mujerzuela Liu Yi.
Ella se detuvo en seco. No había miedo en sus ojos, solo una determinación que parecía tallada en piedra.
-Aléjate, Song Wei -su voz sonaba en un tono de advertencia, aun así ella no pudo ocultar cómo sus músculos se tensaban y cómo un sudor frío recorría su nuca.
Él dio un paso al frente, ella uno atrás. Su aliento apestaba a licor barato y a sudor rancio como siempre lo hacía. Detrás de él, los pasos de los otros soldados se acercaban, como una manada de perros hambrientos.
-¿Recuerdas cuando me rechazaste? -escupió las palabras-. ¿Recuerdas cuando tu noviecito me humilló delante de todos? -sus ojos brillaban con un odio que iba más allá de la simple venganza.
Liu Yi recordó. Había sido en el pueblo, hacía algunas semanas. Song Wei la había acosado, sus insinuaciones eran más órdenes que proposiciones. Zheng había intervenido, no con violencia, sino con una dignidad que había dejado a Song Wei más herido en su orgullo que en su cuerpo.
-No quiero problemas -respondió ella, buscando una salida con la mirada.
El bosque parecía cerrarse a su alrededor. Los árboles, antes testigos silenciosos, ahora parecían cómplices de la oscuridad que se acercaba.
-¿Problemas? -Song Wei soltó una carcajada que no llegó a sus ojos-. Tú los buscaste cuando me humillaste. Cuando ese extraño te defendió. ¿Crees que un hombre como él puede protegerte siempre? Una mujer que vive sola en el bosque de esta forma, es más digna de ser llamada una bruja que una médica.
El soldado la miró con malicia. Eso era una tontería, pero aún así, ya otras personas sospechaban que era una especie de chamán, cuando realmente ese estereotipo que tenían de ella estaba muy alejado de la realidad.
Los otros soldados se acercaban. Liu Yi podía olerlos: alcohol, sudor, y algo más primitivo. Algo que hacía que sus manos instintivamente se apretaran.
-Vete -su voz no tembló, pero sus manos sí-. No quiero lastimarte.
Song Wei se rio. Una risa que sonaba más como un ladrido.
-¿Lastimar? -dio otro paso-. Vas a aprender lo que significa rechazar a un hombre como yo. Haré que ningún hombre pueda fijarse en ti por el resto de tu vida y, al final, tan solo tendrás que venir a mí como la perra que eres -escupió con sorna.
La noche se cerraba. Los árboles parecían susurrar. Y Liu Yi, con la determinación de quién ha sobrevivido a cosas peores, se preparó para lo que vendría. Nunca pensó estar en este tipo de situación, pero tenía que ser fuerte, tenía que sobrevivir... La estaban esperando en casa...
Ah, qué bien sonaba pensar eso, alguien esperaba por ella...
La tensión era palpable como una capa de niebla espesa. Son Wei se acercaba, sus compañeros comenzaban a rodearla, sus risas ahogadas por el susurro de los árboles. Liu Yi calculaba sus posibilidades: cinco soldados, todos ebrios pero peligrosos, ella sola en medio del bosque.
-Dame lo que traes en esa bolsa -gruñó, extendiendo su mano manchada-. Y tal vez sea compasivo contigo.
Ella apretó los frascos. Eran hierbas medicinales, remedios que había hecho para Zheng, para el viejo Yichen, para la señora Nuo. Cada frasco representaba más que simple mercancía: representaba esperanza.
Un movimiento falso. Song Wei intentó agarrarla del brazo, pero Liu Yi fue más rápida. Retrocedió al mismo tiempo que él se acercó y tomó un palo largo que estaba al lado del camino, rezando en sus adentros que fuera resistente...
-Un paso más -advirtió-, y no responderé de mí.
Los soldados rieron. Una risa que sonaba como el crujir de huesos.
-Miren a la gatita con garras -se burló uno de ellos, dando un paso al frente.
Los árboles parecían observar. La noche, cómplice silenciosa, se hacía cada vez más oscura. La primera embestida llegó como una ola de borrachera y sudor. Un soldado, más grande que los demás, se lanzó contra Liu Yi con la torpeza de quien ha bebido demasiado. Ella dio un paso al lado, su cuerpo más ligero que un suspiro, esquivando el primer ataque con un movimiento que apenas removió el polvo del camino.
Los otros soldados rieron. Song Wei los animaba desde atrás, sus palabras más veneno que aliento.
-¡Inútiles, es sólo una mujer! ¡Atrápenla, perros! -gritó.
El segundo soldado fue más calculador. Se movió lateralmente, intentando cortarle el camino. Liu Yi recordó las lecciones de Zheng. "No luches contra la fuerza -le había dicho-, usa su propio impulso en tu beneficio".
Un paso lateral. Una media vuelta. El soldado avanzó y ella lo dejó pasar, su mano rozando el brazo del atacante, desviando su trayectoria. El hombre tropezó, cayendo sobre un montículo de hojas secas.
La duda la recorría como un escalofrío. ¿Podría realmente defenderse? Pero entonces algo cambió. Un tercer soldado se lanzó contra ella con un grito gutural.
Esta vez, Liu Yi no esquivó. Dejó que el atacante se acercara. En el último segundo, su pie encontró el punto exacto, su cadera giró, y el soldado salió disparado varios metros, cayendo pesadamente contra un árbol.
La sorpresa brilló en sus ojos. Comparados con Zheng, estos hombres eran lentos. Eran flojos. Eran débiles.
Una risa salió de sus labios. Rasgó el lado de su falda, liberando su movimiento. El palo que sostenía ahora no era un simple instrumento de defensa, sino una extensión de su voluntad.
Song Wei ya no reía. Sus ojos mostraban algo que Liu Yi reconoció inmediatamente: miedo.
-Vengan -les desafió-. Vengan todos.
La noche del bosque se convirtió en su aliada. Cada sombra, cada árbol, cada hoja seca parecía conspirar a su favor. Los soldados, antes cazadores, ahora se sentían acorralados.
Y Liu Yi, con la determinación de quien ha sido empujado hasta el límite, estaba lista para demostrarles el verdadero significado de la palabra "justicia".
...
La noche había dejado su marca. Liu Yi llegaba con la respiración entrecortada, el vestido manchado de tierra y algunos rasguños en los brazos. Sus pasos se hicieron más lentos al acercarse a la entrada de su hogar.
Un panorama inesperado la recibió.
Varios soldados yacían desparramados en el suelo. Algunos gimoteaban, otros permanecían completamente inmóviles. En medio de aquel caos, Zheng estaba sentado tranquilamente sobre uno de ellos, como si fuera el sillón más cómodo del mundo.
-Llegas tarde ¿te ha pasado algo? -dijo él, sin inmutarse, su voz sonando tan relajada como siempre.
Liu Yi no sabía si reír o preguntar. Su mirada recorría los cuerpos tendidos, luego se posó en Zheng. Él seguía con su venda característica, pero había algo diferente en su postura. Un aire de calma que contrastaba brutalmente con la escena de destrucción que la rodeaba.
-¿Qué... qué ha pasado aquí? -logró articular ella.
Zheng se encogió de hombros, un gesto tan típico de él que por un momento todo pareció normal.
-Digamos que tenían algunas intenciones que no me gustaron -respondió-. Especialmente cuando mencionaron tu nombre.
Un escalofrío recorrió la espalda de Liu Yi. Comprendía perfectamente lo que eso significaba.
El silencio se hizo denso como la niebla. Zheng se levantó, sacudiéndose el polvo de su ropa, mientras el soldado sobre el que había estado sentado gimoteaba patéticamente.
-Es hora de irme -dijo con una tranquilidad que contrastaba con la violencia de la escena.
Liu Yi sintió que el mundo se detenía. Sus palabras flotaban en el aire como una sentencia inevitable. Quería hablar, quería decirle que no se fuera, pero algo en su garganta se lo impedía.
Un momento de reflexión la atravesó como un rayo. Sabía que esto pasaría. Desde el principio, desde que Zheng llegó a su vida, había sentido que era un visitante. Alguien que no permanecería para siempre.
-Estos soldados -dijo Zheng, mirando a su alrededor- no volverán a molestarte.
El soldado que había servido de asiento para Zheng comenzó a sollozar.
-Por favor, ten piedad -suplicó-. No volveremos... no volveremos a acercarnos.
Zheng se güiro hacia el. Su presencia trasmitía un frío tan intenso que Liu Yi sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era la mirada de alguien acostumbrado al poder. De alguien que estaba más que preparado para implementar su propia justicia.
Con un movimiento limpio y preciso, lo pateó. El soldado salió volando varios metros, cayendo inconsciente entre los otros.
-No, no lo harán, por qué si me entero de qué le han puesto sus sucias manos encima, yo mismo los buscaré, y los mataré - Liu Yi no lo reconocía, tan acostumbrada al hombre que parecía un niño, ahora mismo tenía otra imagen de el.
Liu Yi tragó saliva. No era la primera vez que veía ese lado de Zheng, pero cada vez le resultaba más intimidante.
Zheng se acercó a ella con pasos decididos. La armadura de Qin brillaba bajo la luz de la Luna, reflejando destellos dorados y obsidiana. Cada movimiento era una declaración silenciosa de poder.
-¿Tienes que irte?-dijo Liu Yi en voz baja, incapaz de ocultar la tristeza que la embargaba.
La Luna, esa misma Luna que había sido testigo de su llegada y ahora de su partida, parecía observar la escena con un brillo inmutable.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Liu Yi pudo sentir el peso de su presencia, ese aura que lo envolvía como una segunda piel. Zheng tomo su mano y le entregó un colgante de jade tallado con la figura de un dragón serpenteante, con una delicadeza que contrastaba con la brutalidad que momentos antes había demostrado.
Liu Yi sintió el peso del jade en su palma, como si cargara el peso de una despedida. Sabía que este momento llegaría, pero ahora que estaba aquí, no pudo evitar sentir una opresión en el pecho.
-Si alguna vez tienes problemas -dijo con su voz tranquila-, muestra esto en el Palacio de Qin. Te ayudarán...
Sus ojos, parcialmente ocultos tras la venda, la miraron con una intensidad que traspasaba cualquier distancia física. Un brillo de algo indescifrable-¿gratitud, afecto, despedida?- atravesó su mirada.
-Gracias -murmuró- por estos dos meses que cuidaste de mí.
La palabra "gracias" sonó extraña en sus labios, como si no estuviera acostumbrado a expresar ese tipo de sentimiento. Liu Yi sintió que cada sílaba contenía más significado del que las palabras podían expresar.
Un momento de silencio se extendió entre ellos, denso como la niebla, cargado de todo lo no dicho. La figura de jade en su mano pesaba como un secreto, como una promesa, como un último recuerdo de algo que sabía que no volvería a ser igual.
Zheng dio un paso atrás. La Luna lo observaba marcharse, tal como lo había visto llegar aquella noche que parecía ya tan lejana.
Liu Yi se sentó en el suelo y una lágrima le recorrió la mejilla contra su voluntad, Daiyu, el adorable perro que ahora era su única Campania se hecho a su lado y lamio la mano.
Ella miró la figura de Jade y la apretó, después de todo, resulta que si era tan tonta como su madre.
...
3000 palabras 0-0, bueno hasta aquí el primer arco!! Que les ha parecido y que opinión de como se ha desarrollado su relación en esos 2 meses? He de recalcar que hasta ahora, no es nada románico, ninguno de los dos siente nada romántico por el otro. También el fic tiene muchos aspectos políticos y cosas de poder ¡Ya quiero llegar a esos arcos!
Bueno aclarando eso, les dejó unos dibujitos que hice :D
Que linda es mi niña!!!
Como dato curioso ella tiene 2 lunares.
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