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04


-No me iré aún, Teng. Confío en que Li Xin, Wang Ben y tú llevaréis a la victoria a nuestros hombres- Liu Yi percibía una voz lejana, medio dormida, resistiéndose a despertar mientras el alba se filtraba tímidamente.

-Pero Su Alteza- de repente, otra voz sonó y Liu Yi no pudo evitar agudizar el oído.

-Momantai, querido amigo. Según la mujer, el proceso de curación lleva aproximadamente dos meses o un mes y medio, dependiendo del paciente. Llevo aquí un mes; dentro de poco estaré curado y podré volver. ¡Ah, y felicidades por ser el primero en encontrarme! Cuando vuelva te daré una recompensa- rió él después de la última frase. La voz de Zheng sonaba firme, con autoridad... no era la voz burlona o suave a la que estaba acostumbrada.

Ella se sentó. Había estado durmiendo en una cama improvisada hecha al apilar varias mantas gruesas en el suelo. Su cama había sido tomada para que Zheng se pudiera recuperar bien. Se frotó los ojos, adormilada y despeinada, intentando dar sentido a los fragmentos de conversación que flotaban en su mente...

-Ah, estás despierta- Zheng entró en la casa, caminando despacio, esbozando esa sonrisa que tanto la desconcertaba. Una sonrisa vacía, como si sonreír fuera automático para él.

-Buenos días- lo observó, midiendo cada uno de sus movimientos-. ¿Con quién conversabas?

Un espasmo de inquietud cruzó fugazmente por Zheng. Un instante, apenas perceptible.

-Nadie. Solo sacaba al perro- la mentira resbaló de sus labios con una naturalidad que resultaba más escalofriante que reconfortante.

Liu Yi conocía ese juego. Lo había intentado descifrar antes, cuando indagó sobre el misterio que envolvía su rostro oculto. Ahora, había asimilado que no podía hurgar más allá de lo permitido, a pesar de que Zheng ya se lo había advertido desde el primer día allí.

-Está bien- su respuesta sonó más a rendición que a aceptación.

El can entró a la casa tras Zheng, una explosión de vitalidad que contrastaba con la tensión contenida. Se lanzó sobre ella, cubriendo su rostro de lengüetazos alegres, celebrando su recuperación -aunque aún no estaba del todo recuperado-.

-¡Oye, muchacho, espera! ¡Me vas a llenar de babas! ¡Pórtate bien! -dijo ella entre risas.

-¿Piensas nombrarlo? - El hombre se sentó en una silla cerca de Liu Yi, mirando en su dirección, sonrió.

-Yo... es que realmente no sé cómo ponerle, pero sin duda no puedo seguir llamándolo "muchacho" o "oye" o "perro".

Era muy obvio que Zheng quería que ella se distrajera de lo que había escuchado momentos atrás. Aun si había entendido menos de la mitad de la conversación, era sospechoso, pero ¡no! ¡No iba a indagar!

-¿Qué tal? ¡Daiyu! - Exclamó feliz el hombre, como si hubiera tenido una gran idea.

-¿Jade negro? - Ella miró al perro que tenía en su regazo, lo alzó con las manos y lo examinó, era peludo y de un color negro azabache muy oscuro- Pues... creo que es perfecto.

Ella le mostró una sonrisa entusiasmada a Zheng y luego dejó al perro en el suelo.

-¿Verdad que mi gusto es exquisito? -bromeó en un gesto de superioridad.

-Sí, sí, como digas, date la vuelta- le ordenó y este lo hizo sin chistar mientras, a sus espaldas, la mujer se cambiaba la ropa de dormir por su ropa del día a día-. Si te das la vuelta te mato- dijo muy seriamente-. Daiyu, vigílalo- expresó con una cara chistosa.

-Mi Lady, lo siento pero no eres mi tipo- comentó con superioridad-. Me gustan, ya sabes... las mujeres más elegantes y refinadas.

Ella le tiró una almohada.

-Una mujer refinada y delicada se hubiera puesto a gritar y entrado en pánico tras verte sangrando en su patio. Ya estarías muerto, tonto- terminó de ponerse su ropa y el perro giró en su entorno ladrando-. Vez, Daiyu me da la razón.

Él se giró en su dirección, y ella no supo qué decir.

-Supongo que tienes razón, mi dama- la sonrisa que tenía era diferente, una mezcla de agradecimiento y dulzura.

-¿Qué quieres desayunar? -cambió de tema rápidamente-. Quedan algunos bollos al vapor de ayer.

Dijo al aire yendo a la zona de la cocina.

-Está bien- Zheng se apresuró a que su ministro se fuera antes de que ella despertara. Aún así, parecía que ella había llegado a escuchar un poco de su conversación. No debía involucrarla de forma innecesaria...

-Oye, hoy... ¿Quieres acompañarme al pueblo? Si tienes miedo de que alguien te descubra... puedo darte algunas ropas de mi padre... Llevas aquí encerrado un mes y... bueno -la voz de Liu Yi se fue haciendo cada vez más baja.

Zheng entreabrió los labios un poco anonadado, sonaba... bien... Aun así, era peligroso seguir conviviendo con ella de esa manera, temía que, de forma inevitable, se iba a terminar por encariñar de la chica. Aun así... él era el hombre que se convertiría en emperador. ¡Él era un rey! Podía protegerla. Por una vez, después de mucho tiempo, Zheng sintió que no estaría mal tener una amiga.

-¡Hǎo! Eso suena bien- dijo jovial.

-¿Hǎo? -repitió curiosa con una sonrisa-. Me gusta esa palabra.

Zheng abrió los labios sorprendido, esa frase... había sido tan similar a la de su antigua cuidadora, aquella mujer que dio su vida por él...

-Sí... a mí igual- dijo bajando la mirada, se sentía cómodo... se sentía tan cómodo, que era preocupante. Esto era peligroso...

...

El mercado de Qi bullía bajo el sol de media mañana. Liu Yi caminaba con paso firme, consciente de la presencia de Zheng, quien caminaba a su lado. Llevaba su canasta llena de hierbas medicinales y además tenía una merienda humilde en el fondo.

Ella iba allí a trabajar además del paseo, por eso se detuvieron cerca de un puesto de hierbas medicinales. El vendedor, un hombre de mediana edad con aspecto de curandero improvisado, exponía sus productos con aire de experto.

-Mejunjes perfectos para toda dolencia -anunciaba-. Ungüentos que curan desde dolor de cabeza hasta heridas de guerra.

Eso llamó su atención y alzó una ceja. Su mirada recorrió los frascos con una mezcla de desprecio profesional y curiosidad.

-¿Puedo ver eso? -dijo, señalando un frasco de ungüento verde oscuro.

El vendedor se lo tendió, orgulloso. Liu Yi lo destapó, lo olió y luego lo observó contra la luz.

-¿Qué le parece, señora? -preguntó el vendedor con una sonrisa confiada.

-Una porquería -soltó ella sin rodeos-. Demasiada artemisa mal procesada. La preparación es un desastre. Este ungüento no solo no curará nada, probablemente infecte la herida.

Un silencio momentáneo cayó sobre el puesto, hasta que la risa de Zheng resonó de fondo. El vendedor se puso rojo.

-¿Y usted quién es para criticar? -respondió, molesto.

Liu Yi esbozó una sonrisa irónica. -Alguien que ha salvado más vidas con medicina que usted vendiendo estas falsas esperanzas.

Zheng, varios pasos atrás, observaba la escena. Tratando de no reír tan fuerte para no llamar la atención.

-Jovencita insolente -masculló el vendedor-. ¿Crees que sabes más que yo?

-No creo -respondió ella, cruzándose de brazos-. Estoy completamente segura. Debería denunciar su negocio por vender productos perjudiciales.

Para sorpresa de ambos, Zheng dio un paso al frente. -Ella es médica -dijo en voz baja pero con su característica sonrisa.

El vendedor pareció desinflar su furia. Liu Yi lo miró, sorprendida por la intervención.

-Necesito comprar algunas hierbas, pero sin duda no será en este lugar de mala muerte- ella tomó el brazo de Zheng y comenzó a caminar arrastrándolo un poco, teniendo en cuenta su herida- Tontos estafadores -murmuraba por lo bajo.

Ambos caminaron unos minutos hasta llegar al puesto de una mujer de mediana edad, allí Liu Yi entabló una charla amena con ella hasta que llegó el momento de pasar a los negocios.

-Ginseng silvestre, raíz de astragalo, y algo para las heridas de recuperación- Liu Yi habla con la vendedora de plantas, ella estaba haciendo un trueque, le daba plagas que ella cultivaba y que eran de gran demanda y a cambio, la vendedora le daba las que necesitara, claramente sin abusar. Mientras negociaba, su tono cambió. Profesional, preciso.

Zheng la observaba en silencio a un lado, de brazos cruzados, la verdad es que eso no le interesaba mucho.

-Esto es aburrido -murmuró por lo bajo.

-Listo -dijo ella, guardando las hierbas-. Vamos a buscar un lugar bonito para comer lo que traje ¿Zheng? -las manos de Liu Yi temblaron y apretó sus labios al darse cuenta de que Zheng ya no estaba detrás de ella-. ¡Maldición! ¿Dónde se metió este idiota?
...
"Aburrido", pensó, dejando que sus pies lo guiaran lejos de Liu Yi. No era una huida, era una exploración. Un rey no se pierde, simplemente encuentra nuevos territorios.

Sus pasos lo llevaron hacia los puestos más apartados, donde los rumores circulaban tan rápido como la seda. Un comerciante de jade discutía sobre las tensiones entre los estados de Qi y Qin. Un herrero comentaba sobre nuevos tipos de espadas. Un grupo de mercaderes susurraba sobre alianzas secretas.

Cosas cotidianas, suponía. Caminaba con las manos detrás de la espalda, en una postura que era tanto digna como relajada. A pesar de no ver por su venda, los aromas, sonidos y sensaciones del mercado llenaron sus sentidos. Parecía que esta zona de Qi era curiosamente pacífica.

Todo estaba bien hasta que logró escuchar el murmullo de unos guardias.

-Aún no saben nada -comentó por lo bajo uno de ellos.

-No es tan fácil encontrarlo, nadie ha visto su cara -dijo otro que parecía frustrado.

-¿No sería mejor rendirnos? Digo, han conquistado todos los otros estados. Si nos rendimos pacíficamente, tal vez la gente no sufra tanto.

-No es tan sencillo -respondió otro.

Zhang sonrió y se levantó un poco la venda. Esos soldados le caían bien, al menos sabían su lugar y, por sobre todo, se preocupaban por la gente. Pero rápidamente se arrepintió al ver a uno de los soldados con una herida en el brazo. Debido a su habilidad y su sinergia de espejo, esa herida se manifestó en él. Rápidamente se bajó la venda; si tenía más heridas, Liu Yi lo regañaría.

Continuó caminando por el mercado hasta que se topó con un puesto que vendía juguetes. Allí vio varios molinillos de viento y, con una sonrisa, tomó uno y lo sopló.

-Ah, ¿piensa llevarlo para sus hijos, buen señor? -un anciano adorable que estaba sentado junto con su mujer le dijo aquello con una sonrisa.

-No tengo hijos aún, buen hombre -sonrió él, buscando en sus ropas una pieza de plata y dejándola en las manos del señor-. Aun así, me lo llevaré.

Siguió caminando por el mercado, hasta que algo llamó su atención una vez más: una tienda de brochetas de carne. Sin pensarlo, se dirigió allí y compró unas cuantas, comenzando a campar otra vez. Aún no había probado bocado cuando vio a un grupito de niños que lo miraban con ojos brillantes. Parecía que tenían hambre.

Zheng suspiró y se dirigió al grupito. Eran tres niños: dos niños y una niña pequeña, con miradas hambrientas clavadas en las brochetas.

-¿Tienen hambre? -preguntó, alzando una de las brochetas.

Los niños asintieron, algo temerosos pero expectantes. Zheng les sonrió, esa sonrisa enigmática que Liu Yi conocía tan bien.

-Vengan -dijo, repartiendo las brochetas-. Hoy tienen suerte.

Los niños devoraron la comida con rapidez. El niño más grande, de unos diez años, lo miró con curiosidad.

-¿Eres un soldado? -preguntó la niña pequeña, limpiándose la grasa de la brocheta con el dorso de la mano.

-Algo parecido -sonrió Zheng-. Ustedes ¿pueden contarme cómo es vivir aquí?

La niña miró a sus compañeros. El niño mayor respondió: - Es un poco difícil los soldados de Qi son malos. Nos echan de las calles, nos quitan la comida.

-A veces nos golpean -añadió la niña pequeña con una naturalidad que hizo que Zheng frunciera levemente el ceño.

El niño mayor continuó: -Mi padre dice que nos tratan peor que animales. Que los soldados solo piensan en cobrar impuestos y maltratar al pueblo.

Zheng escuchaba, su sonrisa enigmática ocultando la verdadera atención que prestaba a cada palabra. Estaba recolectando información política, pero para los niños era solo una conversación con un extraño amable que les había regalado comida.

-¿Y qué más hacen? -preguntó, como quien no quiere la cosa.

-Pero no todos son malos- dijo rápidamente la niña, negando, y Zheng recordó a los 2 solados de antes que estaban preocupados por el pueblo.

Los niños comenzaron a contar historias. Cada detalle era un fragmento del rompecabezas político de Qi que Zheng estaba armando.

El mercado seguía bullendo a su alrededor, ajeno a la conversación que revelaba los entresijos de un reino al borde del colapso.

La niña pequeña miró a Zheng con sus ojos grandes y serios.

-Mi mamá dice que las mujeres no deben andar solas por las calles -explicó-. Dice que algunos soldados las toman para hacer cosas.

-¿Qué cosas? -preguntó el niño mayor.

La niña se encogió de hombros. -No sé. Dice que son cosas malas.

Zheng comprendió perfectamente. Su mandíbula se tenso por un instante, pero mantuvo su sonrisa enigmática. La inocencia de la niña contrastaba con la brutal realidad que sus palabras revelaban.

Un detalle más en su comprensión del estado de Qi. Los soldados no solo eran incompetentes, eran depredadores.

La niña pequeña miró a Zheng con una sonrisa.

-Pero como ya te dije, no todos los soldados son malos -dijo-. Algunos se preocupan por nosotros, pero cuando ayudan al pueblo, sus superiores los castigan.

-¿Los castigan? -preguntó Zheng, genuinamente interesado.

-Sí -asintió ella-. Mi hermano conoce a un soldado que comparte su comida con los niños de la calle. Pero cuando lo descubrieron, lo golpearon y lo enviaron a hacer trabajos sucios.

Zheng escuchaba, su expresión seria pero atenta. La inocencia de la niña revelaba una verdad más profunda sobre la corrupción en Qi.

Sacó una moneda de plata de su bolsillo y se la dio a los niños.

-Tomen -dijo-. Para su próxima comida.

Los niños se despidieron agradecidos.

-¡Gracias por la brocheta y el dinero, señor! -gritaron mientras se alejaban.

Zheng los observó marcharse, su mente ya procesando la información recopilada.

Ahora entendía por qué Liu Yi a veces llegaba de mal humor y con alguna herida... tal vez ella había tenido algún inconveniente. Ahora, por alguna razón, sentía que debía volver con ella.


...

¡Hola! Soy la escritora de "¿Ser tu emperatriz?". Bueno, originalmente este arco duraba solo 3 capítulos, pero con la tontería va a durar como 6. ¡Ay, no! Quiero meter más información y escenas, pero siento que los capítulos quedarían muy pesados si hago eso. ¿Qué prefieren ustedes? ¿Capítulos más largos o algo más moderado?

Por otro lado, estoy tan entusiasmada con esto que no paro de hacer dibujos de Liu Yi y con el bello Qin Shi Huang/Ying Zheng.

Aquí se los dejo porque quiero compartir mi fanatismo.

Bueno, en ralidad son escenas que pasan en mi cabeza, así que no lo relaciónen mucho con el libro ajjaja.



¿Spoiler? Nuestra querida Liu Yi una vez pase lo que todos sabemos que va a pasar ¡ame como diseñe esa ropa!

Bueno ya,


Aquí masomenos es como anda vestida siempre :D

Sin más me despido!!





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