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࣪ ٬ 𝟬𝟭. summer's end. ៹


━ ✩・*。☀ 𝓢𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑 𝓛𝐎𝐕𝐈𝐍 💗 。˚✩
001.┊ 𝗦𝗨𝗠𝗠𝗘𝗥'𝗦 𝗘𝗡𝗗.
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KAYA BENNETT estaba sentada en su habitación con sus amigos, Maisie Stenberg, Jaeden Ezra y Milo Jontel. Todos estaban entusiasmados, porque mañana empezaba los Mundiales de Quidditch, y los cuatro y sus familias iban a verlo juntos.

El verano había pasado demasiado rápido, en opinión de Kaya, y sus seis semanas de aventuras bajo el sol habían terminado en un abrir y cerrar de ojos.

Aunque Kaya estaba bastante decepcionada por lo rápido que había pasado el verano, aún le hacía ilusión ver a sus amigos del colegio, a los que sólo había visto dos veces ya que vivían muy lejos. La diversión veraniega aún no había terminado.

Las familias de todos habían comprado entradas para los Mundiales de Quidditch por separado, sin saber que sus amigos habían hecho lo mismo. Cuando Kaya se enteró, estaba tan emocionada que no pudo evitar la idea de ir a verlo todos juntos. Llevaba semanas insistiendo a su madre, Cherilyn Bennett, pidiéndole una y otra vez que sus amigos vinieran a quedarse con ellos y fueran al día siguiente a ver los Mundiales. A su madre no le entusiasmaba la idea, ya que tanto los jóvenes como sus familias formarían un grupo muy numeroso, pero se había cansado de la insistencia de Kaya y pensó que "cuantos más, mejor", así que finalmente cedió.

Kaya había quedado con sus amigos y sus familias para quedarse en su casa, para que les resultara más fácil ir todos juntos. Además, ella tenía la casa más grande de todo su grupo de amigos, así que habría sido el lugar más fácil para quedarse si iban a ir todos juntos.

Y así, con tres sacos de dormir para sus amigos colocados alrededor del cuarto de Kaya, los cuatro planearon un par de días muy emocionantes.

—Maldita sea, Milo —dijo Jaeden, mirando de arriba abajo su gran pila de mochilas y un baúl—. ¿Cuánto tiempo te vas a quedar?

—No tengo tanto —respondió él—. Sólo un par de cosas para hacer cuando estemos aburridos.

—¿Una de esas "par de cosas" es una versión masiva del ajedrez mágico, como el que usaron para guardar esa piedra en nuestro tercer año? Porque lo parece —dijo Kaya, enarcando una ceja.

—Sí, Milo, ni siquiera yo puedo empaquetar tanto para Hogwarts —Maisie se rió.

—Parece que te estés mudando de casa. Buena suerte con eso, K —señaló Jaeden.

Milo puso los ojos en blanco, y estaba a punto de tomar represalias, pero fueron interrumpidos por la madre de Kaya, llamando a la puerta.

—Muy bien, vosotros, vamos a salir a comer algo. ¿Queréis algo?

—Montones de helado —contestó Kaya.

—Me refería a algo que llene —dijo Cher—. Como, una comida.

Kaya se quedó mirando a su madre con cara de súplica. Sus amigos estaban sentados con pequeñas sonrisas en sus caras.

—Traeré pizza, para el té, entonces. Y tu enorme reserva de helado.

Kaya levantó las cejas, sorprendida, e inmediatamente sonrió. Hacía siglos que no comía helado.

—Gracias, mamá.

—Ah, Alfie viene con nosotros, así que estarás sola en casa.

Alfie era el hermano pequeño de once años de Kaya. Este año sería su primer año en Hogwarts, al igual que el hermano pequeño de Jaeden, Jeremy, y tras pasar muchos años enfurruñado viendo a su hermana subir al tren, no podía estar más emocionado.

Alfie y Jeremy compartían habitación y ya eran buenos amigos. Kaya y Jaeden habían conseguido que se encontraran un par de veces, sólo para que tuvieran una cara conocida con la que empezar Hogwarts. Y acabaron haciéndose muy buenos amigos.

Los cuatro intercambiaron miradas que preocuparon un poco a la madre de Kaya.

—No tardaremos mucho, así que no arméis jaleo, ni ensuciéis nada, por favor —dijo, mirando directamente a su hija, que aún sonreía por el hecho de que, por una vez, le habían permitido comer helado.

—Sí, sí —dijo ella—. De acuerdo. Hasta después.

Cherilyn se despidió con la mano antes de volver a bajar las escaleras. En cuanto oyeron cerrarse la puerta principal, los cuatro se levantaron inmediatamente y fueron a la cocina. Los dos únicos sangre pura del grupo, Maisie y Jaeden, empezaron a abrir los armarios y a rebuscar entre todos los productos muggles que pudieron encontrar. La casa de Kaya estaba formada por una combinación de cosas muggles y mágicas, ya que ella era mestiza. Su padre, Jack, era sangre pura, y su madre, Cherilyn, era muggle.

—Kaya, ¿qué es esta cosa "Marmite", es para humanos? —preguntó Jaeden, sosteniendo uno de los envases.

—No, es para extraterrestres, por eso lo guardamos en el armario de la cocina.

Jaeden y Maisie fruncieron el ceño.

—Claro que es para los putos humanos —Kaya suspiró, negando con la cabeza. Milo se rió.

—¿Qué haces con eso, entonces? —preguntó Maisie.

—Lo puedes comer en una tostada, creo que algunas personas lo ponen en su cocina —dijo Kaya—. Vamos a otro sitio, no hay nada de comida, por eso han salido todos nuestros padres. Y lo último que quiero es que Jaeden diga algo parecido a "échanos un trago" y entonces Milo lance un vaso por la habitación y lo estrelle contra la pared.

—No soy tan estúpido —replicó Milo.

—No eres estúpido, pero tienes absolutamente cero sentido común —dijo Maisie. Kaya y Jaeden asintieron.

—¿Qué es esto? —preguntó Jaeden.

—Es una radio.

—¿Qué hace?

—Pues... Sabes qué, no me voy a molestar en entrar en eso. Sería demasiado para ese cerebrito tuyo —dijo Kaya, dándole un golpecito en la cabeza a Jaeden. Él la miró divertido, antes de encogerse de hombros.

—¿Quién quiere echar una partidita al ajedrez mágico? —propuso Jaeden—. Espero que Milo haya traído uno, metido en su montaña de equipaje.

—Nah, déjalo. No pienso molestarme en sacarlo todo —dijo Milo, mientras volvían a subir las escaleras.

—Caray, ¿cuánto has traído para que te sea un esfuerzo sacar un juego de mesa? —preguntó Kaya. Milo no respondió.

Y así, tras salir por fin de la habitación de Kaya por primera vez en el día, el grupo aguantó unos cinco minutos, antes de volver a hibernar; Maisie encontrando un paquete de galletas medio vacío y trayéndolo consigo.

—Bueno, ¿qué habéis estado haciendo durante el verano? —preguntó Milo. Había pasado todo el verano en el extranjero, lo que ya se notaba en su aspecto. El pelo rubio de Milo se había aclarado con el sol, y su piel bronceada y clara dejaba ver muchas pecas. Maisie y Kaya se preguntaban a menudo por qué casi nadie estaba colado por él. Por supuesto, nunca se verían saliendo con él, eran como sus hermanas.

—Vinimos aquí y luego fuimos al pueblo —dijo Jaeden.

—¿Qué, vuestros padres os han dejado ir a Essex? ¿Por vuestra cuenta? —preguntó Milo.

—¡Síp! —respondió él.

—Sí, fue divertido —dijo Maisie.

—Incluso nos las arreglamos para ver muchos de los lugares de interés —contó Kaya—. Porque Jae hizo que estuviéramos totalmente perdidos.

—Me equivoqué de calle. Nos conduje por una calle equivocada, Kaya, y actúas como si hubiéramos acabado en la frontera con Gales.

—¡Estuvimos perdidos por años! —replicó Kaya.

—No lo estábamos —le susurró Maisie a Milo, mientras Jaeden y Kaya seguían discutiendo.

Pasaron unas horas. Cher y el resto del grupo de padres habían vuelto de sus compras hacía un par de horas, sorprendidos de encontrar el lugar algo ordenado, y eran las diez y media de la noche. Todos estaban en sus camas, asegurándose de dormir lo suficiente para estar listos al día siguiente. Pero Kaya y sus amigos estaban demasiado emocionados como para dormir pronto.

—¡Sólo digo! —dijo una muy cansada-pero-no-dispuesta-a-dormirse-Kaya, en medio de la conversación—. Mientras tú estabas fuera acosando a Alicia todo el verano, yo estaba practicando Quidditch, ¡lo que significa que tu equipo va a caer!

—Uno, no he estado acosando a Alicia, sólo es una amiga —replicó Jaeden, tumbando boca arriba y mirando al techo—. Y dos, ¡no has practicado en todo el verano! Aunque lo hubieras hecho, Slytherin seguiría ganando a Hufflepuff por goleada.

—Cállate, capullo, soy mucho mejor que

—Nah, aunque Jaeden no ha practicado, yo sí, K —interrumpió Milo. Él, a diferencia de todos los demás, estaba sentado erguido, apoyado contra la pared, aunque hecho un ovillo y envuelto en varias mantas—. Así que os ganaré a los dos.

—Tonterías. No puede ser peor que vuestro partido contra Ravenclaw.

—Ese partido fue injusto

El grupo de amigos siguió hablando de los equipos de sus casas, Maisie se unía y apoyaba a Kaya y al equipo de Hufflepuff de vez en cuando, mientras Milo luchaba por el equipo de Gryffindor y Jaeden por el de Slytherin, hasta que poco a poco, uno por uno, se fueron quedando dormidos.

—¡Despierta, caraculo!

Kaya fue despertada de su letargo por una almohada que le golpeaba la cara. La molesta voz de Jaeden se hizo cada vez más fuerte hasta que ella recuperó la conciencia, saludando a todos con un gran gruñido.

—¡No puedes llamarme de esa forma en mi propia casa! —espetó ella.

—Bueno, no es tu casa, ¿verdad? Es la de tu madre.

—Sí, ¿pero quién la convenció para que os dejara venir a todos aquí?

—Oh, dejadlo ya —dijo Maisie, limpiándose los ojos—. No puedo estar lidiando con discusiones a esta hora de la mañana.

—Muy bien —dijo Kaya, sentándose y empujando a Jaeden. Este resopló al aterrizar sobre la enorme mochila de Milo.

—¡Milo, quita tu mierda de mi lado de la habitación! —exclamó él.

—¡No es mierda, son cosas para hacer más tarde en lo que estamos en nuestra tienda y estemos aburridísimos!

—Jaeden, apenas hay sitio en la habitación para tu saco de dormir, y mucho menos hay un lado de ella designado para ti —dijo Kaya con el ceño fruncido.

Fueron interrumpidos por un pequeño golpe en la puerta, y el rostro de Cher apareció en el umbral.

—Buenos días a todos —saludó ella. Los cuatro murmuraron un "buenos días"—. Nos iremos dentro de una hora. Ya hay tostadas preparadas abajo, así que podéis ir a coméroslas cuando queráis.

—De acuerdo —Kaya asintió.

—Gracias, señora Bennett —dijo Maisie sonriendo educadamente.

Kaya salió de debajo de las sábanas y Milo, Maisie y Jaeden se levantaron y se estiraron. Jaeden bostezó.

—Entonces —empezó—. ¿Qué hacemos? ¿Vosotras dos os preparáis primero y Milo y yo desayunamos?

—Sí, está bien —contestó Kaya—. Podemos intercambiarnos dentro de unos, ¿cuánto, quince minutos?

—Me parece bien —dijo Milo. Los dos chicos salieron de la habitación, todavía con sus camisetas holgadas y sus pantalones cortos, a los que llamaban pijamas.

—¡No os comáis todas las tostadas! —gritó Maisie detrás de ellos.

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