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seis

𝓡𝓮𝓬𝓾𝓮𝓻𝓭𝓸𝓼 𝔂 𝓛𝓪𝓶𝓮𝓷𝓽𝓸𝓼

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La Haruno estaba en un bosque, a las afueras de la aldea, en donde las flores de los cerezos caían con tranquilidad al suelo boscoso, dejando fluir aquel sentimiento cálido y acogedor que siempre sentía cuando iba a aquel lugar desde que Gisei le había propuesto ser su pareja formalmente pero, ésta vez, en ese preciso momento, estaba siendo acompañada por su hija. Ambas miraban con un brillo en sus ojos aquel bello paisaje que tenían en frente, entre sus manos habían alguna que otra manta y una canasta con frutas y comida, sería un día de madre e hija en el lugar favorito de la mayor.

Sarada sentía el lugar como si fuera otro mundo, un reino en el que Gisei junto con Sakura reinaban. Suspiró relajada dejando las mantas en el suelo y acomodándolas con tranquilidad, sintiendo a su madre detrás suyo poniendo la canasta sobre una de las mantas.

Se sentó al frente de su madre y sacaron las comidas que habían traído para comenzar a degustarlas con serenidad, conversando de vez en cuando sobre la academia o algunas anécdotas divertidas que le sucedieron a ambas; pero la menor preguntó sobre el lugar, logrando que el aire se balanceara con delicadeza sobre ellas y una sonrisa tiñera el rostro blanquecino de la peli-rosa.

-Aquí me pidió ser su pareja.

Sarada achinó sus ojos al igual que miraba con atención a su alrededor, nunca hubiera pensado que la mujer seria, fuerte, inteligente y prodigio de Gisei sea tan cursi, de cierta manera. Agarró un dango con una sonrisa y movió su mano en un ademán, alentando a su madre a seguir contando.

-Su misión había durado una larga semana, pero solo le tomó unas horas hacer todo para que me pidiera ser su novia -sonrió de lado la mujer de hebras rosadas mientras alzaba su mirada al árbol de flores de cerezo que estaba a un costado suyo.

Gisei caminaba con rapidez aún su mochila y algunos rasguños en su rostro por toda la aldea, había terminado de darle el reporte a la Hokage y salió corriendo para preparar las cosas para pedirle ser su pareja a la Haruno. Tragó saliva entrando a la florería de los Yamanaka y le sonrió ligeramente a la amiga de su futura pareja, miró a los costados buscando alguna flor que iba a acorde con la situación.

-Gisei, hola -saludó la rubia acercándose a la enamorada y se puso a su costado, atenta a lo que iba a decir la mayor.

-Hola, Ino -le sonrió nuevamente-. ¿Tienes gardenias blancas?

-Uy, ¿ya le vas a pedir que sea tu novia? -preguntó la rubia caminando por el local en busca de esas flores que eran especiales para declararse.

-Así es, no quiero perder el tiempo -dijo mientras se rascaba la mejilla un poco apenada-. Que sea un ramo grande, por favor.

-A la orden, capitán -le guiñó el ojo y en pocos minutos ya tenía un gran ramo de gardenias blancas, se las pasó a la mayor y ésta la agarró con rapidez luego de darle el dinero-. ¿Puedo ayudar en algo?

-¿Podrías ayudarla a ponerla más bonita de lo que ya es?

Ino la miró con un puchero, deseando en tener alguna pareja como lo era Gisei y asintió.

-Pero no le digas nada, y que esté lista antes de las seis de la tarde -pidió la pelinegra retrocediendo para después marcharse a donde vivía junto con su abuela, seguramente le ayudaría en lo que tenía planeado en su mente-. ¡Abuela, ya llegué!

La mujer de avanzada edad salió de la cocina, mostrando su peinado corto y las hebras blancas junto con negras que portaba, su piel clara pero con leves manchas oscuras por su vejez, su baja estatura y su panza gordita marcada por la remera que estaba usando. Sus ojos oscuros ocultos por unos lentes y la sonrisa que mostraba solo hacía que un sentimientos cálido se apoderara de la menor.

-Ya llegaste y con flores, ¿a quién te me vas a declarar? -preguntó abrazando castamente a su nieta e ir de nuevo a la cocina para preparar comida.

-A Sakura.

-¿A la discípula de la Hokage? -la miró de reojo.

-Así es -asintió dejando el ramo sobre un florero con agua y comenzando a sacarse la mochila-. Aceptó mis sentimientos antes de que me vaya a la misión y le dije que le iba a pedir formalmente que sea mi novia cuando regrese.

-Ah, ¿no está muy pequeña esa niña?

-Abuela, ¿qué estás tratando de decir? -la miró con su ceño fruncido.

-Nada, solamente que aún no entiendo el cómo te gustan menores. Y parece que estás saliendo con una niña por la estatura que tienes y lo baja que es ella.

Gisei solo sonrió mientras negaba con la cabeza, solo le gustó Sakura desde que tenía doce, fue en la única persona que se fijó a pesar de que era dos años menor que ella. Pasaron unas horas y Sakura estaba vestida con un lindo vestido rojo que llegaba sus rodillas, sus cortas hebras rosadas estaban decoradas por una diadema blanca que tenían unos brillos del mismo color y en sus pies tenían sandalias ninjas pero con taco.

Miraba con confusión el pequeño pétalo rosado que estaba levitando frente suyo y recibió una patada en la espalda por parte de su amiga rubia.

-¡¿Qué te sucede, Ino cerda?!

-¡Sigue el pétalo, frente de marquesina!

Chistó la lengua y siguió a ese pétalo rosado con su ceño fruncido, aún no entendía el porqué estaba haciendo tal cosa y se asustó cuando notó que ya estaba saliendo de la aldea en dirección al bosque. Más pétalos rosados comenzaron a rodearla y empujarla para que se apure y pudo observar un gran árbol de flores de cerezo en el centro de un grande claro. Achinó sus ojos al identificar una figura salir del costado del árbol con un gran ramo de flores.

Sus mejillas se sonrojaron al saber quien era esa persona y miró a los costados buscando algún lugar para escapar.

-Hola, Sakura -sonrió Gisei.

-¡¿Ah?! -saltó en su lugar al notar que ya estaba frente a ella y tragó saliva pasando sus manos por su vestido de manera nerviosa-. ¿Cuándo llegaste? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué todo es tan lindo?

Cerró los ojos tratando de relajarse y no verse patética frente a la chica que le gustaba y sintió algo cálido posarse en su frente, abrió los ojos sorprendida al darse cuenta que Gisei estaba besando su frente.

-¡¿Q-Qué..?!

-Me gustas demasiado, Sakura -soltó sonrojada la fémina mayor alejándose unos pasos y entregándole el ramo de flores blancas-. Y me encantaría pasar el resto de mis días contigo, escuchando sobre las cosas que hiciste en tu entrenamiento con la Hokage, verte reír y sonreír, caminar tomadas de la mano, luchar mano a mano cuando nos toque misiones juntas, entrenar las dos hasta curarnos las heridas, crear nuevos recuerdos junto contigo, quiero estar a tu lado hasta que nuestros corazones dejen de latir.

-Gisei... -aplanó sus labios mientras que sus ojos picaban para soltar esas lágrimas por lo que estaba diciendo la pelinegra.

-Y por eso motivo te preguntaré algo -le sonrió de lado para luego suspirar para tomar el valor que se estaba escapando de su pecho-. ¿Quisieras ser mi novia?

Sarada chilló emocionada mientras su madre reía enternecida por la conducta que estaba mostrando la menor.

-¡¿Y?! ¡¿Qué pasó después?! -interrogó mirándola con un brillo en sus ojos negros.

Sakura sonrió con sus mejillas rojas.

-Le dije que sí.

Y Sarada volvió a chillar emocionada, contagiándole a su madre ese mismo sentimiento.

-Y ambas nos quedamos hasta que oscureció debajo de este mismo árbol -señaló el árbol inmenso que estaba a su costado y la menor no pudo evitar sonreír con alegría-. Me llevó a mi casa y se presentó ante mis padres y les prometió que me iba a cuidar hasta su último suspiro.

La Haruno sonrió débilmente bajando su mirada y mordió su labio para después bufar irónicamente, Gisei se había tomado muy en serio su promesa.

-¿La pasaste bien con ella, mamá? -Sarada preguntó dándole un sorbo a su jugo.

Sakura la miró, recordando los momentos felices que pasó junto con la pelinegra y asintió sintiendo una débil caricia en su mejilla.

-Junto con ella yo estaba en el paraíso.


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