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dos

𝓡𝓮𝓬𝓾𝓮𝓻𝓭𝓸𝓼 𝔂 𝓛𝓪𝓶𝓮𝓷𝓽𝓸𝓼

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Las manos de Sakura sostenían unos papeles que era parte de su día a día en el trabajo, suspiró dejando los archivos a un costado mientras masajeaba su sienes con cansancio. Giró en su silla mientras llevaba su mano a su fino collar y lo apretó con delicadeza, dejando que éste le transmitiera la tranquilidad que siempre encontraba en el objeto. La puerta fue tocada levemente y escondió el collar dentro de su ropa para posteriormente dar permiso a la persona para entrar.

Abrió sus ojos sorprendida al ver a Naruto charlando brevemente con Sarada. Los visitantes se sentaron en las dos sillas que estaban frente el escritorio de la médica y le sonrieron ligeramente.

—¿Qué hacen aquí?

—¡Hola, Sakura! —saludó el Hokage con una sonrisa y siendo correspondido por su compañera.

—Hola, mamá —dijo Sarada entregándole un bento—. Yo te traía el bento porque salí temprano de la escuela y sé que no comes en el hospital, y pues, eso. El Hokage vino de colado.

—¡Sarada! Me haces ver mal 'ttebayo —lloriqueó el de las marcas de bigotes haciendo suspirar a la peli-rosa.

—Gracias, hija —agradeció la fémina agarrando lo que le trajo su hija y dejándolo a un costado, luego lo comería.

Comenzaron a conversar un poco hasta que Sarada tocó un tema que puso sensibles a los mayores, quienes se vieron entre sí y voltearon a ver a la menor. La de hebras negras miró con confusión las caras de los dos y se rascó la mejilla, incómoda.

—¿Puedes repetir la pregunta, hija? Creo que no te escuché —sonrió nerviosa la fémina mayor.

—Si el Hokage conoció a Gisei —dijo lentamente la Uchiha removiéndose en el lugar.

Naruto bajó su mirada al escuchar el nombre de su mejor amiga y tragó saliva asintiendo la pregunta formulada de la pelinegra, logrando confundirla por su repentina actitud. 

—Ella era mi mejor amiga —musitó el rubio.

—¿Usted sabía que Gisei estaba enamorada de mi mamá?

«Claro que lo sabía bien.» Pensó con nostalgia y apretó sus puños, con impotencia.

—H-Hija, mejor hablemos de Gisei en la casa —exclamó con una sonrisa falsa a la hija de Sasuke—. ¿No deberías ir a ver a Boruto? Creí haber escuchado que tenías una salida con él y otros amigos.

Ambos mayores deseaban que la niña se vaya para poder desahogarse y sus deseos fueron correspondidos cuando la menor asintió musitando una despedida y salió de la oficina, dejándolos en un silencio incómodo y pesado. Naruto tragó saliva levantando su mirada y notando los ojos brillosos de su amiga, suspiró relajando sus músculos y puso su típica sonrisa, esperando que de esa manera el ambiente se calmara.

—Le contaste de Gisei —mencionó el rubio cruzándose de brazos.

—Ella me preguntó por su retrato hace unos días, y ha estado emocionada por ella —habló en voz baja desviando su mirada jade a la ventana que dejaba entrar los rayos del Sol—. No la culpes, no sabía que te costaba hablar de ella.

—¡Era mi mejor amiga! Hace meses que no escuchaba su nombre y que venga Sarada diciéndolo tranquilamente, como si su sola mención trajera recuerdos lindos, ¡vamos! ¡Hasta tú quieres que no la mencione más!

Dolor, eso era lo que sentía el rubio que había sido acogido por la pelinegra y la abuela de ésta cuando necesitaba una presencia cálida a su lado en la infancia. Dolor por los recuerdos que azotaban su mente cuando mencionaban su nombre, tanto dolor que hasta Kurama podía sentirlo.

—Lo siento, no quería sonar así —se disculpó con rapidez el rubio cubriendo su rostro con sus manos, por si la peli-rosa quería golpearlo pero solo escuchó sollozos, unos tristes y dolorosos sollozos—. ¿Sakura?

—La extraño demasiado.

Tragó saliva y dejó escapar esas lágrimas que contenía para mostrarse fuerte, pero terminó acompañando en el dolor que sentía Sakura, cada uno a su manera. Gisei había sido aquella mejor amiga y hermana mayor que Naruto había deseado tener, pero de una forma más sanguínea, pero que logró tener sin los lazos de sangre. La muchacha mayor que él estuvo en sus caídas y en sus momentos de levantarse, en las tristezas y en las felicidades, en las muertes y en las que no se habían ido.

Pero ella ya no estuvo ahí para felicitarlo cuando se casó, cuando tuvo dos hermosos hijos y tampoco cuando fue Hokage, no estaba ahí para verlo cumplir su más anhelado sueño.

Ya no estaba ahí.

—Pasaron dieciséis años y aún no podemos superarlo —exclamó sacándose las lágrimas el Uzumaki y suspirando para poder hacer que sus ojos no suelten esas dolorosas gotas saladas.

—Nunca podremos hacerlo, Naruto —tragó saliva la Haruno agarrando unos pañuelos y tendiéndoselo a su amigo rubio, y agarrando unos para ella.

Y tenía razón, ambos no iban a poder superar a aquella mujer de hebras negras y ojos marrones oscuros, de sonrisa apenada y ocelos que poseían un brillo inexplicable. Gisei nunca iba a poder ser superada. Ambos se vieron con los ojos rojos por las lágrimas y sonrieron temblorosamente para luego dejar, nuevamente, salir esas lágrimas que habían retenido por unos largos dieciséis años, hundiéndolos en ese basto mar blanco que contenían demasiadas memorias que solo hacían que su llanto se volviera más fuerte.

Era las aguas más dolorosas que habían tocado, pero eran masoquistas, porque aún así sintiendo aquel dolor arrasar sus pechos con violencia, ellos querían seguir recordándola. Sin temer a quedar en la deriva en ese mar, porque tenían en sus corazones el vivo recuerdo de aquella increíble y cálida mujer que se llamaba Gisei.



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