diez
𝓡𝓮𝓬𝓾𝓮𝓻𝓭𝓸𝓼 𝔂 𝓛𝓪𝓶𝓮𝓷𝓽𝓸𝓼
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La grieta en esa historia estaba cerrándose poco a poco, logrando que el alma rota de la Haruno comenzara a curarse con lentitud. Poco a poco estaba llegando al final de aquella historia que había vivido con aquella mujer de hebras negras y ojos marrones que desbordaban de emoción cuando estaban ambas juntas. Miró a la lejanía, queriendo adentrarse a esas brisas frescas que recorría la aldea y suspiró ladeando su cabeza al notar como su pequeño retoño se acercaba hacia ella con una ligera sonrisa en su rostro, una que le hacía recordar a su querida Gisei. Se preguntaba lo que la mayor estaría haciendo en esos momentos si es que estuviera con vida, seguramente abrazándola con cariño y esperando pacientemente a que Sarada llegase a casa para comenzar a escuchar lo que diría la menor con una sonrisa. Le gustaba imaginar una vida con la fémina, porque eso era lo único que podía hacer; imaginar.
—¿En qué piensas? —la miró con tranquilidad mientras ponía su habitual sonrisa.
—En que ya debo llegar al final de la historia —dijo. Puso su mejor cara para demostrar que ella estaba bien y que no le dolería contarlo, pero su hija tenía ese algo que poseía Gisei, el poder descifrar como se sentía.
—Podemos esperar —musitó comenzando a caminar por la casa, tratando de alejarse de esa posible historia y no caer en el mismo abismo en el que se encontraba su madre.
—No, ya es momento —exclamó sentándose en el sillón y largando una exhalación—. Era la Cuarta Guerra Ninja cuando me separaron de Gisei.
La Haruno respiraba pesadamente manteniendo su mano en el hombro de Obito, transfiriéndole chakra para que el mayor pudiese seguir yendo de dimensión en dimensión y así encontrar al Uchiha. Gisei tenía su ceño fruncido fijándose a los lados y no pudo evitar gruñir por el estado en que se encontraba su pareja, la miró y sin dudar abrazó su cintura para comenzar a darle del poco chakra que tenía para que la fémina pudiese seguir ayudando al mayor.
—¿Qué haces, Gisei? —preguntó dándole una mirada preocupada.
—¿Sabías lo linda que eres con esas marcas negras? Te hace ver muy poderosa —le sonrió tranquilamente, sin querer decirle que pronto todo acabaría—. Estoy comenzado a sentir que soy inferior a ustedes. Obito, espero que no te sientas incómodo.
—Tu sigue —habló el Uchiha concentrándose en su labor.
—Gisei, apártate —lamentablemente, la Haruno se dio cuenta de lo que ocurría y comenzó a intentar sacar la mano de su pareja para no recibir el chakra de la muchacha—. Hazlo, Gisei.
—Tu eres la más fuerte de las dos, debes seguir en batalla —musitó apretando más su agarre y tragando saliva, ella tenía debilidades como ninja y una de esas era la entrega de chakra y su querida peli-rosa—. ¿Sabes? Gracias por acompañarme durante estos años.
—¡Gisei, suéltame!
—Nunca creí que una linda chica como tú me hubiese aceptado, fui afortunada —siguió hablando mientras apoyaba su mentón en el hombro de la menor—. Me ayudaste en muchas cosas, cuando mi abuela falleció o en esos momentos en donde no sabía si seguir o estancarme en ese momento.
—Gisei, no...
Sakura lo único que podía hacer era mirar al frente con sus ojos cristalizados por las lágrimas, sabiendo que la mujer que la rodeaba se estaba despidiendo.
—Me hiciste sentir amada, querida, protegida, feliz y muchos sentimientos positivos —suspiró al ya no poder sostenerse de pie pero sacó fuerza y lo siguió estando, necesitaba aguantar un poco más—. ¿Te acuerdas cuándo por fin nos mudamos juntas? Tuvo que ser unas semanas después del ataque a Konoha. Ah,... ese fue un lindo momento.
—Gisei, vamos a salir de esta guerra —aseguró la Haruno asintiendo para sí misma—. Vamos a lograrlo, cariño.
—Perdóname, perdóname por todo —sollozó acercándose aún más a la fémina, rasgando con sus yemas la vestimenta oscura de la menor, sin querer irse pero su final ya había comenzado—. Perdóname por irme tan temprano, por abandonarte.
—¡No digas eso, Gisei! Ambas saldremos adelante, te lo prometo.
—Lamento tanto que mi sueño no pueda cumplirse, y posiblemente el tuyo también —su agarre comenzaba a ser débil y su respiración pausada—. Me hiciste la mujer más feliz del mundo, Sakura. Y odio tanto que deba dejarte sola por mi tonta condición, pero sigue por mí, forma una linda familia de la cual me aseguraré de cuidar. Busca una persona con la cual pasar el resto de tu vida, sigue pero no me olvides, siempre recuerda que aquella tonta mujer de nombre Gisei te cuidará.
—¡Basta, Gisei!
—Ten —le tendió un anillo fino de color blanco y que tenía una gema pequeña de dos colores, verde y rosado, que brillaban y la Haruno la agarró con su mano temblorosa—. Sé que no podré lograrlo, pero acepta el anillo con el que te iba a proponer matrimonio en unas semanas y perdóname por esto.
El agarre se aflojó y Sakura veía con lágrimas desbordando sus ojos el anillo sintiendo como algo detrás de ella caía al suelo y una cabeza reposaba en su espalda y, por último, escuchó el débil susurro de Gisei.
—Mi nombre significa sacrificio, y no dudaría en sacrificarme por ti, Sakura —Gisei sonrió un poco triste y sus manos cayeron a sus costados—. Te amo, linda.
—Te amo, Gisei
Y la sonrisa en Gisei perduró hasta el último latido de su corazón, mientras que un grito de dolor resonó por todo el sitio hasta llegar a los débiles sollozos de aquella mujer que, sin duda alguna, sintió como una parte de su alma se iba como la de Gisei.
—E-Ella... —Sakura veía un punto invisible de la larga pared, sintiendo como aquellas memorias tomaban posición de su mente y le mostraban nuevamente esa escena, solo esa escena que sabía que nunca podría olvidar—. Te amó hasta su último suspiro.
—Lo sé —susurró la mayor sacándose las lágrimas para ver su cuello en donde reposaba aquel anillo que, con tanto esmero, logró conseguir Gisei—. Luego, llegó el momento de curar los golpes de Sasuke y Naruto, pero lo que dolió más fue contarle de la muerte de Gisei a Naruto.
La Haruno tenía sus ojos rojos por las lágrimas que había liberado durante toda la batalla y también cuando quería retenerlas, su mirada baja estaba puesta en su labor mientras escuchaba las disculpas del rubio. No emitió ninguna palabra hasta que escuchó el nombre de aquella mujer salir de los belfos de Naruto.
—¡Tienes el anillo de Gisei 'ttebayo! ¿Al final te propuso matrimonio? —le interrogó Naruto y Sakura solo aplanó sus labios para asentir lentamente, viendo aquel hermoso anillo decorar su anular derecho con tristeza—. ¿Dónde está? Debo felicitarla.
—Naruto, ella no... está —habló rasposamente la única mujer del grupo.
—¿En serio? ¿A dónde se fue? —la miró con sus ojos brillando, él había sido el primero y el único en el que su mejor amiga había confiado para decirle sobre la propuesta de matrimonio. Pero al ver el silencio de su amiga peli-rosa, algo dentro suyo comenzó a doler—. ¿Sakura?
—Ella murió, Naruto.
—Mientes, ¡estás mintiendo! ¡Ella no pudo haber muerto! ¡Me prometió que yo sería el padrino de su boda y que comeríamos ramen en su despedida de soltera! ¡Ella no, Sakura! Ella no —sus ojos azules brillaron por las lágrimas y vio como Kakashi bajaba con el cuerpo inerte de Gisei entre sus brazos, y un grito desgarrador salió de la garganta del rubio—. ¡Mi hermana no! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué mi hermana?! ¿Por qué ella, Sakura?
—Naruto... —Sakura dejó de hacer su labor y sus lágrimas comenzaron a caer al suelo, escuchando los gritos que emitía el rubio y no pudo evitar seguirlo en esa desdicha.
—¡Kakashi-sensei, deje a Gisei! ¡Sé que están actuando! ¡Ya no es divertido 'ttebayo! —intentó pararse pero los golpes que tenía en su magullado cuerpo le impedía lograrlo, Kakashi se acercó con la mirada baja y dejó el cuerpo inerte de la muchacha a un lado de Naruto, para que la vea una última vez—. No, ella no debe estar muerta, ¿verdad, Sakura?
—Murió al pasarme de su chakra, ¡le dije que se detenga pero no me hizo caso! No quiero aceptarlo pero ella ya no está aquí, Naruto.
—¡Ella no! ¡¿Por qué?! ¡Primero el Sabio Pervertido y ahora mi hermana! Ella no...
—¿Qué era lo que tenía, Gisei? —preguntó Sarada bajando la mirada, sin creer el dolor que había pasado su madre y el Hokage ante la partida de ella.
—Era algo raro que casi nadie de los shinobis tenía, pero era que, cuando ella diera aunque sea un porciento de su chakra, inmediatamente el cuerpo al que le había dado su chakra comenzaría a absorberlo hasta que en ella no quedase nada, provocando su muerte.
—Mamá, ¿por eso no te casaste con Sasuke? —la Haruno asintió, nunca pudo verse a ella misma con otra persona que no sea Gisei y aún tenía la esperanza de que su amada aparezca y se casasen ambas, aunque siempre se repetía al final que eso nunca pasaría.
La Haruno exhaló y abrazó a su hija, sintiendo sus ojos pesados por el cansancio mental que estaba sintiendo y sonrió, ambas estarían bien porque Gisei las cuidaría.
—Mañana la vamos a visitar.
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