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17 | and the truth comes out


𝕮apítulo 𝕯iecisiete ☪
Y La Verdad Sale A La Luz

—PRUDENCE, TENGO QUE HABLAR CONTIGO —declara Selene, irrumpiendo en una de las muchas habitaciones de la Academia de Artes Ocultas. Prudence está de pie en un taburete, con un vestido blanco y dorado, y las otras hermanas Fatídicas se lo están ajustando. Entonces, Selene mira a las otras hermanas Fatídicas, moviéndose incómodamente—. A solas.

—Me estoy probando el vestido del Festín —señala Prudence.

—¿Te parece que me importa? —Selene levanta una ceja antes de señalar a Dorcas y Agatha—. Fuera. Necesito hablar con Prudence a solas.

Prudence pone los ojos en blanco y mira a sus hermanas antes de asentir. Salen apresuradamente de la habitación, cerrando la puerta tras ellas antes de que Prudence se ponga de brazos cruzados.

—Más vale que sea bueno.

—Creo que no se suponía que fueras elegida como Reina del Festín —informa Selene—. Tengo estos... estos sentimientos sobre ciertas cosas. Esos sentimientos me decían que debía ser Sabrina. Por eso estaba tan confundida cuando te eligieron a ti como Reina. Ahora creo que sé por qué.

—¿Por qué?

—Lady Blackwood lanzó un conjuro para asegurarse de que fueras elegida como Reina —dice Selene—. Nos quiere muertas a ti y a mí.

—Qué criatura tan blasfema eres —remarca Prudence con incredulidad.

—Me he dado cuenta de que mi padre te trata como a una hija —declara Selene, tras ver lo protector que es Faustus con Prudence—. ¿Y si realmente eres su hija? Eso nos convertiría en hermanas.

Prudence sigue desconcertada, pero Selene continúa.

—Quiero decir, tiene mucho sentido. Si lo fueras, Lady Blackwood te vería como una amenaza para la herencia de sus hijos.

—¿Has perdido completamente la cabeza? —pregunta Prudence, pero Selene se limita a encogerse de hombros.

—Puede. Pero ¿por qué si no iba a cuidar mi padre de ti?

—Porque es benévolo.

—Mal —Selene sacude la cabeza—. Si te legitimara, algún día podrías reclamar fácilmente la Iglesia de la Noche, esta academia, todo. Pero eso nos dejaría a mí y a los hijos de Lady Blackwood sin nada.

—Basta —exige Prudence, que no quiere oír ni una palabra más—. Ya basta.

—Si Lady Blackwood tiene la más mínima creencia de que eres mi hermana, ¿no le vendría genial que te sacrificaran en el Festín de los Festines? —sostiene Selene—. Mira, sé lo que parece. Pero Lady Blackwood acaba de estar en mi casa. No paraba de hablar de cómo tú y tus hermanas estáis conspirando contra sus bebés, y de que tenía que haceros daño antes de que se lo hiciérais a ella.

—¿Tienes la más mínima prueba? —pregunta Prudence con curiosidad—. ¿Aparte de la palabrería de Lady Blackwood?

—No, pero tengo una teoría —responde Selene, antes de levantar la mano—. También sé que mi madrastra era la que llevaba la urna. Habría sido muy fácil para ella amañarla. Además, está el hecho de que hace unos días fui maldecida. Pensé que habías sido tú, pero ¿y si fue Lady Blackwood?

Entonces da un paso más hacia Prudence.

—Mira, sé que tienes plena fé en que es la voluntad del Señor Oscuro y que todo va conforme a su plan. Pero yo creo que es la voluntad de una bruja loca y embarazada que quiere asegurarse de que sus hijos lo tengan todo.Te mataría delante de todo el aquelarre, y se saldría con la suya. Así que, al menos considera lo que estoy diciendo. Por favor.

—En el caso de... considerar esa fantasía tuya... ¿qué sugieres que hagamos, novia de la criada? —pregunta Prudence después de suspirar, haciendo que Selene esboce una pequeña sonrisa.

—La Reina del Festín se merece una última cena, ¿no?

—Padre Blackwood, Lady Blackwood —Sabrina los recibe unas horas más tarde cuando ellos, Selene, Prudence, Agatha y Dorcas se reúnen en la casa de los Spellman para la cena de esa noche. Pero poco saben Faustus y Constance que se trata de una trampa—. Por favor, pasen. Feliz Acción de... em... Festín de los Festines.

—Feliz Festín —dicen ambos mientras Sabrina los conduce al salón, donde Selene, las hermanas Fatídicas, Ambrose y Zelda se encuentran sentándose en la mesa.

—¡Vaya! —exclama Constance sonriendo al ver a Prudence—. Prudence, estás sensacional. Debes de sentirte–

—Eufórica, Lady Blackwood —la interrumpe Prudence—. Sí.

—¿Cenamos? —pregunta Sabrina antes de que ella, Faustus y Constance tomaran sus asientos.

—Permitidme —dice Faustus en voz alta una vez que todos están sentados en la mesa, haciendo que paren—. Gracias a la Reina Prudence por el sacrificio que hace esta noche... por el aquelarre.

Prudence asiente antes de que Constance se dirija a Zelda.

—¿Y dónde está su hermana Hilda?

—Dado que ha sido apartada, no me ha parecido oportuno que se uniera —Zelda se encoge de hombros.

—Además, está haciendo el postre —agrega Sabrina.

La cena transcurre sin problemas, y todos entablan una pequeña charla. Pero Sabrina, Selene y las hermanas Fatídicas están ansiosas, deseando que llegara la hora del postre, porque el postre es en realidad una tarta de la verdad. Una vez que Faustus y su esposa hayan comido un trozo, podrán sacarles la verdad.

—Y ahora, un detalle de mi tía Hilda, su tarta de mazapán con mantequilla, avellanas y grosellas —Sabrina sonríe, colocando cuidadosamente la tarta en el centro de la mesa.

—Mmm, parece deliciosa... —Constance admira la tarta—, pero quiero dejar hueco para luego —dice mirando hacia Prudence.

—No sea ridícula —Selene sacude la cabeza—. Al fin y al cabo, está comiendo por tres.

Entonces, Lady Blackwood mira a su marido.

—¿Faustus?

Todos le miran interrogativamente antes de que él se encogiera de hombros.

—¿Qué mejor momento para atiborrarse del Festín de los Festines?

—Oh, estoy de acuerdo —Sabrina asiente con una sonrisa mientras mira a Prudence, dirigiendo la mirada al Padre Blackwood—. Totalmente.

Sabrina y Selene cortan la tarta y reparten los trozos entre todos los presentes. Una vez que Faustus y Constance han comido su parte, Sabrina habla.

—Como nueva conversa, Padre Blackwood, tengo curiosidad, ¿por qué restauró el día del Festín después de prohibirlo mi padre?

—Al ser Sumo Sacerdote tras la muerte de Edward, el Señor Oscuro me reveló que debía recuperar nuestras tradiciones de hace siglos —Faustus frunce el ceño—. A veces, las viejas costumbres son las mejores.

—Qué revelación tan divina —comenta Constance, mientras Selene se mueve incómoda en su silla.

—Así que, ¿está disfrutando de este día del Festín, Lady Blackwood? —interviene Selene, picoteando su plato, pero haciendo un esfuerzo por no comer nada.

—Oh, estoy entusiasmada.

—Eso es genial —Selene asiente con entusiasmo, antes de dirigirse a Prudence—. Espero que hayas pasado un par de días estupendos. Te echaremos de menos —entonces mira hacia los demás—. ¿A que sí?

—En cuerpo y alma —Ambrose suspira y se esfuerza por no establecer contacto visual con Selene. No sabe qué decirle después de la otra noche—. Sobre todo en cuerpo.

—Te echaré mucho de menos —Dorcas deja escapar un sollozo ahogado.

—Y yo —añade Agatha.

—Yo no —admite Constance, siendo sorprendida por sus propias palabras.

—¿Y eso por qué? —exige Prudence.

—Eres una lacra y estaremos mejor sin ti —Constance jadea cuando las palabras salen de su boca, dándose cuenta inmediatamente de su error. Selene no puede evitar sonreír divertida, contenta de que su teoría no fuera tan descabellada.

—Constance, Prudence es nuestra reina —señala Faustus desconcertado.

—No, no es mi reina, es una bastarda —replica Constance con rabia, agarrándose la garganta—. Oh.

—¿Cuándo lanzó el último conjuro, Lady Blackwood?

—La noche del sorteo —Constance responde a la pregunta de Sabrina, preguntándose por qué no está mintiendo—. E-Encanté la urna para que Prudence fuera reina.

—¡Lo sabía! —la cara de Selene se ilumina antes de que levantara su copa de champán.

—¿Por qué hiciste eso? —susurra Faustus, mirando a su mujer con incredulidad.

—Porque todas estas golfas son tu descendencia —acusa Constance—. Porque tú mismo eres un golfo insaciable... y eso involucra a mis hijos.

Él parece consternado por sus palabras, y una vez que se le pasa el enfado, ella parece arrepentida.

—Lo siento, esposo. No entiendo por qué me estoy desahogando... así.

—Porque su reina ha pedido algo especial para su última cena —contesta Prudence.

—La tarta de la verdad —aclara Sabrina, incapaz de ocultar su sonrisa victoriosa mientras ella y Selene chocan los cinco—. Un bocado y ya no puedes mentir.

Faustus se muerde la lengua antes de fulminar con la mirada a su esposa.

—Constance, cómo te atreves a enmendar la voluntad del Señor Oscuro. ¿Tienes idea del escándalo, la blasfemia que has traído a la iglesia?

Constance se estremece cuando la copa que tiene su marido en la mano se hace añicos.

—Lo siento.

Prudence frunce el ceño ante la mujer antes de volverse hacia Faustus.

—¿Eres mi padre, entonces?

Faustus se queda boquiabierto mientras levanta una ceja, intentando evitar responder a la pregunta, pero ni siquiera él es más fuerte que la tarta.

—Lo soy.

—¿Y mi madre? —Prudence alza una ceja, con voz algo temblorosa.

—Muerta. Se lanzó al río porque no quería casarme con ella. Acababa de enterarme de que Emilia estaba embarazada de Selene, y quise casarme con ella. Emilia era el amor de mi vida.

—Ya veo —Prudence asiente sombríamente mientras Selene levanta una ceja, confundida.

—¿Y cómo murió mi madre? —pregunta ella.

—Emilia se suicidó —responde Faustus, con lágrimas en los ojos—. Se tiró de un puente. Pensé que sería más fácil para ti creer que murió de cáncer.

—Cómo te atreves —se mofa Selene al mismo tiempo que Dorcas y Agatha se pronuncian.

—¿También somos hijas suyas?

—¿Hmm? No, vosotras sois huérfanas —exclama Faustus, y Selene se vuelve hacia Prudence, sorprendida al ver que la chica está llorando.

—¿Prudence?

—Tenías razón, Selene —Prudence solloza, su voz sonando quebrada—. El Señor Oscuro no quiere que sea su reina.

Selene extiende su mano y aprieta la suya con delicadeza mientras Faustus mira a sus hijas inexpresivamente.

—El aquelarre... debe reunirse de inmediato. Para elegir a otra reina–

—Oh, demonios, no —Selene corta a su padre—. Si el Señor Oscuro quisiera de verdad que celebráramos el banquete, toda esta debacle no habría ocurrido. Si no prohibes el festín, todo lo que se ha revelado en esta mesa esta noche saldrá a la luz delante de todo el aquelarre.

—Pase lo que pase... quiero llevar el vestido —Prudence deja escapar un suspiro—. Y... sentarme en el trono de calaveras. ¿Es posible... Padre?

Faustus lo considera por un momento antes de asentir. Él y Constance se apresuran a despedirse, pero Selene lo atrapa antes de que pueda marcharse.

—Papá, hay algo más —informa Selene cautelosamente—. Constance no sólo atentó contra la vida de Prudence. También intentó maldecirme hace un par de días. Casi me quema la mano y luego casi mata a Prudence.

Los ojos de Faustus se abren de par en par al oír esto, y suelta un suspiro.

—Bien, ¿qué quieres que haga al respecto?

—Nada —Selene sonríe—. Todavía. Pero en cuanto esos bebés salgan de su estómago, quiero que arda por sus pecados.

—Llevo días sin comer —le cuenta una bruja llamada Mildred a Selene unas horas más tarde en el Festín de los Festines. Selene está sentada junto a Nick, sujetando su mano con firmeza, y Sabrina y Zelda están sentadas al otro lado de él. Prudence está sentada al frente de la iglesia en el trono de calaveras.

—¿Bien por ti? —contesta Selene con el ceño fruncido, sin saber muy bien qué responder. Las puertas de la iglesia se abren y Faustus y Constance caminan para ocupar sus puestos junto a Prudence.

Mientras lo hacen, Nick se inclina para susurrarle al oído a Selene.

—¿Podemos hablar después de esto?

—Sí —Selene asiente ligeramente, apretando suavemente su mano.

—Hermanos, hermanas, buenas e impías noches a todos —Faustus saluda a todo el aquelarre—. Cada año, el Festín de los Festines conmemora el sacrificio altruista que salvó al aquelarre. Sin embargo... esta noche, voy a tener que ser portador de funestas noticias. En un giro inesperado, por circunstancias que escapan por completo de nuestro control, Prudence Night... no podrá cumplir su deber como Reina del Festín.

Todo el aquelarre comienza a murmurar y Selene siente que se relaja. Pero entonces Mildred se pone en pie de un salto con rabia.

—¡Blasfemia! Tenemos un hambre voraz. ¡Queremos nuestro festín!

En respuesta, Faustus intenta calmarlos.

—¡Además! ¡Además! El Señor Oscuro me ha revelado... que este... año no va a haber—

Se queda callado cuando Mildred se pone delante de él, alzando un cuchillo sobre su cabeza.

—¡Freya vive! ¡Alabado sea Satán!

A continuación, se corta el cuello delante de todo el aquelarre. Selene se queda boquiabierta mientras la mujer cae al suelo, muerta y ensangrentada. Selene observa con ansiedad, queriendo creer que su aquelarre es capaz de hacerlo mejor y no convertirse en caníbales. Pero entonces todos se vuelven hacia Faustus, que se ha puesto blanco como una sábana.

—¡Salve Mildred! —grita Faustus—. ¡Reina del Festín!

—¡Salve Mildred! —exclama el aquelarre al unísono mientras Selene, Sabrina, Zelda y Nick observan todo con horror—. ¡Reina del Festín!

Los demás se apoderan entonces de varias armas y atacan el cuerpo de la mujer. Por encima de la conmoción, Selene hace contacto visual con su padre, esperando que haga algo para detener esto. Pero él no lo detiene, sino que se une a ellos.

Selene no puede soportar verlos, así que se excusa rápidamente del festín y corre de vuelta a la casa de los Spellman, esperando que el aire fresco la ayude con la ola de náuseas que la invade. Está tan confusa que ni siquiera se da cuenta de que Sabrina camina detrás de ella hasta que entra por la puerta principal tras ella.

—¿Selene? —Sabrina resopla, haciendo que la chica se detenga en su camino—. ¿Qué habría pasado si me hubieran elegido reina en vez de a Prudence? ¿Les habrías dejado hacerme lo que le han hecho a Mildred?

—No —susurra Selene, incapaz de creer que Sabrina piense que dejaría que eso pasara.

—¿Y de ser la voluntad del Señor Oscuro?

—Jamás dejaría que alguien te hiciera daño, Brina. Ni siquiera el Señor Oscuro. Siempre te protegeré.


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