16 | bastard children
𝕮apítulo 𝕯ieciséis ☪
Hijos Bastardos
—OH, MIERDA —susurra Selene al día siguiente mientras huye de su habitación. Se había despertado entre Nick y Ambrose, que estaban profundamente dormidos. Y a medida que los recuerdos de la noche anterior se agolpan en su cerebro, se da cuenta de lo que ha hecho. Hizo un trío con los dos chicos de los que está enamorada. Y no sabía qué decir a ninguno de ellos, así que después de ponerse un vestido, decidió salir corriendo a la habitación de Sabrina.
—Hola —saluda Sabrina una vez que Selene cierra la puerta con firmeza tras ella—. Espero que no te enfades, pero Prudence va a venir hoy a clase con nosotras-
—¡Eso me da absolutamente igual! —Selene corta a su amiga con los ojos muy abiertos—. ¡He cometido un grandísimo, y grave error!
—Vale, tranquilízate —exige Sabrina, sentando a Selene en su cama con suavidad. Toma asiento junto a ella, antes de enarcar una ceja—. ¿Qué te tiene tan alterada? Quiero decir, no puede ser tan malo...
—Anoche me acosté con Nick y Ambrose.
—¿Qué tú qué? —exclama Sabrina, cada vez más confundida—. Quiero decir, ¿cómo?
—Bueno, me colé en el alijo de vodka de tu tía, y luego me encontré con Prudence, Ambrose, Nick y las otras dos Hermanas Fatídicas enrollándose en el cuarto de Ambrose —explica Selene—. Me pidieron que me uniera a ellos, y lo hice. Una cosa llevó a la otra y... bueno, ya sabes el resto. Y entonces me desperté esta mañana, y no sabía qué hacer. Así que corrí a tu habitación.
—Eso... eso definitivamente no es bueno —admite Sabrina, dándole una palmadita en el hombro a Selene—. Pero ya sabes, podría ser peor. Al menos no engañaste a Nicholas. Los dos os habéis engañado con la misma persona al mismo tiempo, así que...
—Claro, porque eso me hace sentir mucho mejor-
Selene se detiene cuando Prudence abre de golpe la puerta del cuarto, con una brillante sonrisa en su cara.
—Vamos, criada y novia de la criada. Estoy lista para ir a atormentar a los chicos mortales.
—Prudence, estaba teniendo una conversación privada con Sabrina —señala Selene, con la voz tan fina como el hielo.
—Ya no —Prudence coge la mano de Selene y tira de la rubia rojiza fuera de la cama—. Soy la reina, y quiero ir a atormentar a los chicos mortales; así que eso es lo que haré.
Selene pone los ojos en blanco, pero sabe que tiene que hacer lo que le ha dicho. Así que ella, Sabrina y Prudence se dirigen al instituto Baxter y se encuentran con Harvey, Susie y Roz en la biblioteca.
—Chicos, esta es Prudence. Es la prima de Selene que ha venido por Acción de Gracias —informa Sabrina, señalando a Prudence. Luego comienza a presentar a los amigos mortales de ella y Selene—. Prudence, este es mi novio, Harvey. Y nuestras mejores amigas, Rosalind y Susie.
—Yo las llamo Roz y Su —comenta Selene, sentándose al lado de Susie.
—Encantada de conoceros —Prudence les sonríe antes de susurrarle a Sabrina—. Me prometiste chicos.
—Sí, pero quería que conocieras a amigos —responde Sabrina antes de sentarse junto a Harvey—. ¡Eh! ¿De qué estábais hablando?
—Ah, de mi antepasada Dorothea —comenta Susie, sorprendida por lo que ha descubierto sobre ella—. Fue una de las primeras colonas de Greendale, y una pirata que ayudó a unas mujeres que huían de la persecución religiosa en Escocia.
—¿Dorothea Putnam? —Prudence levanta una ceja curiosa—. La estudiamos en mi instituto. Una auténtica aliada para aquellas mujeres. Toda una heroína.
—Eso estoy viendo... —Susie sonríe mientras asiente con la cabeza.
—¿Tú has averiguado algo, Harvey? —le pregunta Roz al castaño.
—Sí, pero es un poco chungo —Harvey deja escapar un suspiro, moviéndose incómodo—. Los Kinkle se hicieron con las minas mediante una... expropiación. Echaron a la gente de las montañas y se las quedaron.
—¿Y eso qué significa? —pregunta Sabrina vacilante.
—"Echaron", quiere decir mataron. Y "quedaron", quiere decir robaron —aclara Prudence sumamente disgustada—. ¿Cuál decías que era tu apellido?
—Kinkle.
Selene conecta al instante los puntos, dándose cuenta de que Harvey desciende de una familia de cazadores de brujas. Prudence hace la misma conexión, pero está enfadada.
—Descendiente de los Von Kunkle. Esa "gente" a la que mataron tus antepasados eran brujas. Lo que convierte a tu familia en cazador...
Prudence se pone en pie, dando un paso amenazante hacia Harvey, pero Selene se apresura a acercarse a ella, murmurando un hechizo que debería calmarla un poco. Sabrina, por su parte, intenta arreglar el error de Prudence.
—Venga, Prudence, todo el mundo sabe que las brujas no existen.
—Tu familia cometió atrocidades, y se requiere una expiación con sangre —remarca Prudence, claramente más enfadada de lo que cualquier hechizo puede arreglar.
—¡Es coña! —exclama Sabrina—. ¡Está de coña!
—Espera, un momento —comienza Harvey, pero Sabrina se levanta de un salto y agarra la mano de Prudence.
—Voy a enseñarle el resto del instituto, ¡pero luego nos vemos! —Sabrina se ríe nerviosamente, tirando de Prudence hacia la salida de la biblioteca—. ¡Adiós!
Más tarde, esa misma noche, Selene está sentada en el sofá del salón de la casa de los Spellman cuando Zelda hace entrar a su madrastra precipitadamente en la habitación.
—Selene, gracias a Belcebú, necesito tu ayuda. Hilda está en esa ridícula librería, así que necesito que prepares una tetera de su infusión relajante. Una vez que hayas terminado, bájala.
Selene asiente y se dirige a la cocina para preparar el té lo más rápido posible. Una vez que ha terminado con él, se dirige al sótano, donde Zelda está tratando de calmar a Lady Blackwood.
—He empezado con los dolores de parto, y luego he visto la sangre —cuenta Lady Blackwood, sus manos se aferran a su estómago—. ¿Mis bebés están bien?
—Tranquilícese, Lady Blackwood. No pasa nada —resopla Zelda.
—No puedo perder a mis bebés —Lady Blackwood sacude la cabeza con temor—. Faustus nunca me lo perdonaría. No quiero fallarle.
Selene se detiene ante esas palabras, pillada con la guardia baja por la elección de palabras de la mujer. Pero en cuanto Zelda ve que Selene se detiene, su enfado aumenta.
—Tonterías, Lady Blackwood. No perderá a sus bebés. ¡Selene, sirve la maldita infusión!
—¡Ya está servida! —exclama Selene, entregándole a su madrastra la taza de té—. Aquí tienes.
—¿No será veneno? —Lady Blackwood solloza, aterrorizada de perder a sus bebés.
—¿Por qué iba a envenenarte? —pregunta Selene, confundida—. Es sólo manzanilla con una tintura relajante.
—Beba —insiste Zelda mientras la mujer baja la taza—. Hasta el fondo, eso es.
—¿Qué me pasa? —pregunta Lady Blackwood—. ¿Qué ocurre?
—Tiene la tensión inusualmente alta. Está sufriendo un ataque de pánico —responde Zelda con calma—. ¿Ha lanzado conjuros intensos hace poco? Puede afectar al embarazo.
—Sé que es peligroso, pero tenía que hacerlo —entonces Lady Blackwood se vuelve hacia su hijastra—. Tú me entiendes, ¿verdad?
—Eh, claro. Te entiendo.
—Tú sabes mejor que nadie cómo son todas —dice Lady Blackwood sonriendo a su hijastra—. Siempre murmurando, y conspirando, y... van a matar a mis bebés.
Selene toma la mano de su madrastra mientras la mira a las ojos.
—Nadie va a tocar a tus bebés. Nunca. ¿Quién crees que quiere hacerles daño?
—Las Hermanas Fatídicas —afirma Lady Blackwood mientras Zelda la ayuda a tumbarse—. Esas zorras. No dejaré que lo hagan. Mis niños van primero.
—¿Las huérfanas le desean algún mal? —pregunta Zelda, tan desconcertada como Selene.
—Esas tres, son unas buenas piezas... —Lady Blackwood pone los ojos en blanco, mientras Selene retira lentamente su mano de la de su madrastra—. Piensan quedarse lo que es de mis hijos. Son capaces de todo. Herirlos, maldecirlos. Así que tuve que herir yo antes. Si mato a una, las otras no serán... una amenaza.
Ante esto, Selene no puede evitar pensar en Prudence siendo elegida como reina. El dúo permanece en silencio mientras atiende a Lady Blackwood, pero una vez que ella se va, Selene y Zelda se dirigen a la cocina. Selene ya tiene una teoría formándose en su cabeza, y sabe que es una posibilidad remota, pero podría tener razón.
—Creo que mi madrastra cree que mi padre podría ser también el padre biológico de las Hermanas Fatídicas —admite Selene apresuradamente—. Es decir, mi padre tuvo amantes mientras estuvo casado con mi madre. He leído sobre ellas en sus diarios. ¿Y si una de sus amantes tuvo hijos que él nunca legitimó?
—Esos hijos serían una amenaza para los bebés de Lady Blackwood, porque los hijos de un sumo sacerdote, sean legítimos o no, pueden reclamar el título —responde Zelda.
—Entonces Lady Blackwood cree que las Hermanas Fatídicas quieren exigir mi herencia y la de sus bebés —los ojos de Selene se abrieron de par en par, antes de mirar su mano, que recientemente tenía marcas de quemaduras por toda ella a causa de la maldición—. Oh, Dios mío. Puede que quiera quitarme de en medio a mí también.
—¿Por qué pensarías eso?
—Hace un par de días, me echaron una maldición —señala Selene, frotándose la mano con nerviosismo—. Pensé que había sido Prudence, pero dijo que ella no lo había hecho. ¿Y si lo hizo mi madrastra?
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