12 | the sleep demon
𝕮apítulo 𝕯oce ☪
El Demonio Del Sueño
DESPUÉS DE LO SUCEDIDO, Nick deja a Selene en la casa de los Spellman, pero cuando llegan allí, Selene está muy cansada. Hilda, Zelda y Ambrose se asustaron al verla. Al principio, no se dieron cuenta de la maldición, pero enseguida vieron los moratones que empezaban a formarse en el cuello de Selene. Selene les asegura a los Spellman que está bien, pero entonces Nick les contó lo de la maldición. Hilda inmediatamente hizo que la chica se sumergiera durante una hora en un baño equipado para curar una maldición, y después de eso, le preparó una taza de té.
Como Hilda quería vigilar a Selene por si le pasaba algo, hizo que la rubia rojiza se quedara a dormir en su habitación compartida con Zelda. Poco tiempo después, Hilda y Zelda se encuentran leyendo mientras Selene intenta dormir. De forma repentina, Sabrina irrumpe en la habitación gritando.
En cuanto Selene oye gritar a Sabrina, se pone en alerta y salta inmediatamente de la cama junto a Hilda y Zelda. Las tres compartieron una mirada llena de preocupación por la rubia.
—¿Qué... qué pasa?
—He resuelto el rompecabezas, la Configuración de Aqueronte que me dio Nick —informa Sabrina, sin aliento ya que había corrido lo más rápido posible hacia la habitación—. Y he liberado a un demonio, y ahora anda suelto.
—¿Qué clase de demonio?
—¿Cómo? ¿En la casa?
—Y yo que sé —Sabrina niega con la cabeza, sin saber qué clase de demonio acaba de ver—, un demonio-demonio. Uno que da miedo.
—Vale, Brina, cálmate —exige Selene, palmeando suavemente los hombros de la rubia en un intento de calmarla—. Si el ente ha salido de la Configuración de Aqueronte, se le puede devolver a la Configuración. ¿Dónde está?
Los ojos de Sabrina se abrieron de par en par.
—Me la he dejado en mi habitación.
—¡Spellman! —grita una voz rasposa desde el pasillo, golpeando la puerta cerrada con bastante fuerza. Selene se apresura a apartar a Sabrina de ella, preocupada de que el demonio sea capaz de abrirla de un empujón.
—Sencillamente perfecto —Zelda resopla y se dirige a su armario—. Vamos.
A continuación, presiona su mano contra la pared, utilizando sus poderes para abrir un pasaje secreto que conduce a la planta baja.
—Seguidme. ¡Rápido!
Selene deja que los demás vayan delante de ella y, cuando pasa, cierra la puerta con firmeza tras ella. Una vez que salen al pasillo, el grupo baja corriendo las escaleras, deseosas de atrapar al demonio en la casa con todos ellos dentro.
Selene sella la puerta principal mientras las demás sellan cualquier otra entrada. Pero las chicas deben haber hecho mucho ruido, porque Ambrose sale de su habitación con curiosidad.
—Selene, ¿qué diablos pasa?
Antes de que Selene pueda responder, Sabrina, Hilda y Zelda se apresuran a entrar en la sala principal de la casa.
—No es el diablo, Ambrose, ¡sino un demonio! En la casa.
—¿Cómo que un demonio? Pero, ¿qué clase de demonio? —exige Ambrose, que rápidamente se preocupa.
—Sea de la clase que sea, tenemos nuestros protocolos —interrumpe Zelda—. Hay que sellar la casa para contener al ente, y evitar que salga al mundo, donde provocaría un irremediable caos
—Venga, vamos allá —Ambrose asiente con la cabeza mientras el grupo une sus manos, diciendo el hechizo al unísono.
—Ex spiritibus enim sie te aeries. Qui Omnipotentiam Tuam parcendo clavem ad. ¡Ostium ligate Diabolum hunc! Hoc captionem, et demonium ab grandus cincinno.
Entonces los Spellman escuchan una garra raspando la escalera de madera detrás de ellos y, lentamente, se giran para ver al demonio.
—Spellman. Sois su familia, ¿verdad? Los parientes de mi captor. Oléis a Spellman —el demonio mira a cada uno, pero se detiene en Selene, con una sonrisa siniestra en la cara—. Bueno, excepto tú. Hueles como tu madre, Selene Blackwood.
—Escucha, demonio —Zelda se aleja unos pasos del grupo con valentía—. La casa está sellada con un hechizo que solo nosotros conocemos. Si nos haces daño, no te irás jamás.
—¿Otra prisión? —se burla el demonio con rabia—. ¡No, no, no! Edward Spellman me encerró en el rompecabezas de Aqueronte 70 años. ¡No volveréis a enjaularme!
—¿Qué quieres, Aberrante? —pregunta Ambrose, rodeando con una mano la muñeca de Selene, empujándola suavemente detrás de él para protegerla.
—Primero, vengarme de la familia de Edward Spellman —responde el demonio.
—¿Tenías que preguntar? —le susurra Selene al moreno mientras rueda los ojos.
—Y luego, libertad, para llenar el mundo de mis sublimes pesadillas —continua el demonio.
El demonio mueve entonces su muñeca desfigurada y utiliza sus poderes para encender la radio. La canción Dream a Little Dream of Me comienza a llenar la habitación, y en cualquier otra situación, Selene la encontraría relajante.
—No entiendo —Sabrina sacude la cabeza, confundida—. ¿Pesadillas?
—Es un demonio del sueño —contesta Selene.
—Zelda, como nos duerma, estaremos a su merced —afirma Hilda, abrazando con fuerza por detrás a Sabrina.
—Gracias por decirme lo que ya sé, Hilda. Pero no te preocupes —asegura Zelda, sacando de un escritorio cercano una urna funeraria que parece tener cenizas dentro—, no tendrá oportunidad.
Levanta la urna por encima de su cabeza, dirigiéndola hacia el demonio.
—Turpis et infernis in terris pariunt. Adiuro vos tanem hoc graecas munus.
Mientras dice en voz alta el hechizo, el demonio grita y se convierte en cenizas rojas antes de ser absorbido por el jarrón. Una vez que cualquier rastro del demonio está en la urna, Zelda lo cierra, y se vuelve hacia Sabrina.
—Y así se atrapa a un demonio.
Hilda deja escapar un suspiro antes de empezar a dirigirse a la cocina, con los demás detrás de ella.
—Un buen té relajante nos ayudará a calmar los nervios.
Preparó té en una tetera y cuando terminó, Zelda y ella lo virtieron en tazas y se las entregaron a Sabrina, Selene y Ambrose. Luego, prepararon sus propias tazas de té y se unieron al trío en la mesa.
—Yo los tengo calmadísimos, hermana. Cosa que no se puede decir de vosotros —Zelda frunce el ceño ante el grupo, dando un sorbo a su taza de té—. Dando vueltas como pollos sin cabeza.
—Esto significa que el Padre Blackwood tendrá que admitirme en clase conjuración —declara Sabrina, sonriendo a Selene—. Bueno, he resuelto la Configuración.
—Y aprendido una valiosa lección, espero —comenta Zelda molesta, mientras las chicas más jóvenes chocan los cinco—. Nunca abras una caja mágica si no sabes qué contiene.
—Hay una cosa que no entiendo —Sabrina hace una pausa, pensando cuidadosamente sus siguientes palabras—. ¿Por qué mi padre confinaría a un demonio dentro de esa caja?
Hilda inhala bruscamente, encontrándose con los ojos de su sobrina.
—Es... es que tu padre sufría un insomnio espantoso. Decía que un demonio del sueño lo atormentaba.
—Durante años, pensé que hablaba metafóricamente, pero está claro que no —agrega Zelda antes de sonreír—. Aunque es evidente que consiguió vencerle.
—Pero él sabría que algún día resolverían la Configuración —señala Ambrose mientras Selene se levanta y se dirige a los muebles de la cocina, sacando una botella de dedalera de un gabinete. Después, vierte un par de onzas en un cuentagotas y las pone en su bebida. Una vez mezclada la sustancia en su té, vuelve a la mesa.
—O puede que no se imaginara que habría alguien tan hábil que resolviera su rompecabezas —contesta Zelda, haciendo sonreír a Selene y Sabrina.
—Mi madre era la clave —admite Sabrina.
—¿Perdona? —los ojos de Selene se disparan con curiosidad.
—Un dibujo de ella en un diario de Papá fue lo que me dio la pista —explica Sabrina, dando un sorbo a su propia taza de té.
—Los brujos no la resuelven, y una medio bruja sí —Hilda respira con los ojos muy abiertos—. Fíjate, qué maravilla. ¿Verdad que sí, Zeldi?
—Sí, es genial que la dualidad de Sabrina casi nos matara —Zelda frunce el entrecejo.
—Ya.
Cuando Selene se termina el té, empieza a sentir la ola de somnolencia que le produce la dedalera.
Selene se ríe y mira con orgullo a Sabrina.
—La verdad es que nos pusiste en vergüenza, Brina.
—Muy bien, creo que debería llevarte a la cama —declara Ambros después de suspirar. Toma con cautela la mano de la chica y la ayuda a ponerse en pie. Ella se opondría, pero ya empieza a sentirse mareada, así que deja que la guíe escaleras arriba hasta su habitación sin objetar.
Le quita los zapatos y los deja caer al suelo antes de llevarla a la cama. En cuanto su figura llega a la cama, Ambrose la envuelve con el edredón y le da un beso en la frente antes de irse.
Pero antes de que lo hiciera, Selene atrapa su mano.
—Quédate.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro