06 | we're being summoned
𝕮apítulo 𝕾eis ☪
Nos Están Citando
—¿SABES QUÉ ES ESTO? —pregunta Zelda al día siguiente mientras Selene y Sabrina entran en la cocina para encontrar a Zelda, Hilda y Ambrose esperándolas. Las chicas habían ido al instituto como siempre, pero les había parecido muy raro, o al menos a la rubia rojiza sí se lo pareció. Selene se sentía como el infierno todo el día, y no podía centrarse en ninguno de sus deberes. Ella sabe que habrá consecuencias por lo que pasó anoche, y no saber cuáles son, le aterroriza—. Te lo explico. Es una Citación Infernal.
—¿Una qué? —pregunta Sabrina confundida mientras Selene camina hacia la mayor de los Spellman y le quita la carta de la mano. Selene maldice mientras la lee, sabiendo que su padre va a intentar castigar a toda la familia Spellman.
—La hostia negra —los ojos de Selene se abren mientras se vuelve hacia Sabrina—. Están tratando de acusarte de Incumplimiento de Promesa.
—Prometiste firmar en el Libro de la Bestia del Señor Oscuro, y cuando huiste despavorida de tu bautismo oscuro, lo incumpliste —le grita Zelda furiosamente a su sobrina—. Humillaste a nuestro señor delante de todo el aquelarre, y ahora, te van a juzgar también delante de todo el aquelarre. Nunca, en toda mi vida, habían citado a un Spellman en el Tribunal de Brujería.
—No entiendo —Sabrina sacude su cabeza, agarrando la carta que sostenía Selene y escaneándola—. ¿Es que alguien me ha demandado?
—El Señor Oscuro —responde Hilda en voz baja—. E-Está decidido a llevarte por el Camino de la Noche.
—Lo he visto hoy, al Señor Oscuro —admite Sabrina, ganando la atención de Selene. Sabrina en ningún momento se lo contó—. Poseyó al Director Hawthorne y me amenazó.
—¿Lo has oído, hermana? ¿Te imaginas lo furioso que debe de estar? —se burla Zelda.
—Pues, no me importa. No quiero formar parte de su aquelarre, no quiero pisar la Academia de Artes Ocultas, y ten por seguro que no voy a ir a juicio.
Ante esto, Selene suspira, habiendo sido la única de las dos que leyó toda la carta.
—Sabrina, vas a tener que ir a juicio, porque si no vas, podrías enfrentarte a la pena de muerte. Al igual que Hilda, Zelda y yo... Nos juzgarán a las cuatro.
—Eso no puede ser —replica Sabrina, confundida.
—Zelda y yo somos tus tutoras legales, cielo —Hilda suspira, antes de mirar a Selene—. Y Selene siempre ha estado aquí para protegerte. Así que, a los ojos del Tribunal de Brujería tus acciones son nuestras acciones. Somos igual de culpables.
—Querrás decir inocentes —dice Sabrina, sin saber que el Tribunal de Brujería tiene creencias diferentes al tribunal mortal—. Hasta que se demuestre lo contrario.
—Según los mortales —habla Ambrose de manera sombría—. La ley de las brujas obliga a demostrar la inocencia.
Entonces Zelda sostiene un diente ensangrentado.
—Sabrina, ¿sabes qué es? Un diente de tu Tía Hilda. Nos han quitado nuestros poderes. Hasta que haya un veredicto, envejeceremos rápidamente y nos pudriremos. El juicio será a medianoche.
Selene hizo todo lo posible para encontrar a su padre antes del juicio, pero la había estado ignorando a propósito. Así que ahora, Selene se encuentra caminando hacia la Iglesia de la Noche con Sabrina, Hilda y Zelda. Las cuatro mujeres aguardaron ansiosamente su destino, sin saber qué pasará en el juicio.
Tan pronto como el grupo entra en la iglesia, todo el mundo las observaron. Faustus, que está en la parte delantera de la iglesia, cuando vio que Selene, Sabrina, Hilda y Zelda tomaron sus asientos, empezó a hablar.
—Nosotros, los profanos, nos hemos reunido en este Tribunal sacrílego para hacer justicia al Señor Oscuro. Se ha cometido un delito atroz contra nuestro salvador.
—Sabrina Spellman, comparece ante el Trío Infernal, culpable de incumplir su promesa, su compromiso, con el Señor Oscuro.
—Sabrina Spellman, en pie —exigen los Tres Infernales, y después de un momento, Sabrina hace lo que se le dice.
—Confirmada su culpabilidad, la acusada abandonará su vida mortal de inmediato, y cuando muera, arderá durante trescientos treinta y tres años en el averno, como solicita Su Eminencia —declara Faustus. La multitud empieza a hablar y aplaudir, pero aún así, Selene no puede apartar sus ojos de Sabrina, preguntándose si hay alguna forma de que pueda salvar a la chica Spellman.
—Acusada, ¿cómo se declara?
—Yo... Yo —comienza Sabrina, sin saber qué decir. Entonces las puertas de la iglesia se abren dando un fuerte golpe contra las paredes para revelar a un viejo, hombre mortal.
—Se declara no culpable —comenta él, entrando en la iglesia. Selene lo reconoce inmediatamente como el Sr. Webster, un mortal que defendió a las brujas en el Tribunal de Brujas cuando era más joven. Sin embargo, renunció después de que su hija fuera asesinada. Selene no puede evitar sentirse aliviada de que esté aquí, pero tiene curiosidad por saber por qué aparecía ahora.
—Señor Webster —Faustus saluda al hombre con suma molestia, soltando una sarcástica carcajada—. Le conocemos, y ni es bienvenido a este Tribunal, señor, y ni está invitado.
—Incorrecto, señor —Webster niega con su cabeza—. Donde esté mi cliente, estaré yo.
Ante esto, Selene y Zelda miran boquiabiertas a Sabrina.
—¿Cliente?
—Es mi abogado —Sabrina sonríe al señor mayor, haciendo que la multitud susurre. Eventualmente, sin embargo, el padre de Selene se las arregla para silenciarlos, y después de algunas deliberaciones con el señor Webster, da comienzo el juicio.
—¿Sabe qué es incumplir una promesa, señorita Spellman? —pregunta Faustus, sabiendo muy bien que ella lo sabe.
—Es cuando haces una promesa, y la rompes —responde Sabrina—. Cosa que yo, categóricamente, no he hecho.
—Suele aplicarse cuando un novio abandona a la novia con la que ha prometido casarse. Solo lo menciono, porque, bueno, ¿no es cierto que usted y el Señor Oscuro se cortejaron antes de su bautismo oscuro?
—¿"Cortejar"? ¿En qué sentido?
—¿No se adentró usted en el bosque con mi hija aquella noche, llevando un vestido de novia? La cuestión es que dejó patente que tenía intención de cumplir su promesa. Asistió a la ceremonia habiéndose comprometido pero, en el momento de la consumación, huyó. Incumplió su promesa. Eso es todo.
Faustus toma asiento mientras la gente insulta a Sabrina, y el Sr. Webster se pone de pie.
—Sabrina, miembros del Tribunal, ¿dónde están las pruebas tangibles? Si el bautismo debe considerarse una boda, ¿dónde está la partida de matrimonio? ¿Y los análisis de sangre que exigen este municipio? ¡Muéstrenme las firmas! Demonios, ¡muéstrenme al novio! Sin contrato. Ni promesa. No hay caso.
Después de haber terminado de hablar, vuelve a su asiento. Y Faustus considera lo que dice el Sr. Webster, antes de volverse a poner de pie.
—Sus herejías, voy a presentarles como prueba nuestro grimorio más impío, el Libro de la Bestia. Señorita Spellman, ¿sería tan amable de abrirlo por la página que he marcado? —Sabrina, hace lo que se le indica y mira con los ojos muy abiertos al Padre Blackwood. Ante esto, Faustus sonríe antes de señalar con el bastón en la página del libro—. ¿Podría leer, por favor, el nombre escrito... ahí? Dígalo alto y claro.
—Oh, mierda —maldice Selene, instantáneamente dándose cuenta de qué evidencia está hablando su padre. Hace unos años, Selene se había apoderado del Libro de la Bestia, y lo había revisado, buscando los nombres de sus ancestros. Encontró algunos de ellos, pero también se encontró con otro. El de Sabrina. Pero estaba escrito con una letra diferente a la de la rubia, y con una fecha de cuando ella solo tenía unos días de recién nacida.
—Pone, «Sabrina Spellman» —susurra ella con incredulidad—. Pero... No lo entiendo. La fecha es de unos días después de...
—Sus herejías, ¡¿de verdad hay que creerse que un bebé firmó en el Libro de la Bestia tres días después de nacer?! —grita Webster, acercándose a Sabrina y Faustus—. Es claramente un fraude, una falsificación.
Faustus pone los ojos en blanco antes de encontrar a la Spellman mayor en la audiencia.
—Llamo al estrado a Zelda Phiona Spellman.
—Zelda, ¿qué hiciste? —exclama Selene, soltando un jadeo, pero la mujer la ignora. Zelda está tan pálida como un fantasma mientras se dirige silenciosamente al estrado.
—Señorita Spellman, Zelda, háblenos de la fecha escrita aquí —Faustus apreta los labios y alza las cejas, señalando la fecha en el libro.
—Por supuesto, Su Excelencia —responde Zelda, la culpa escrita en toda su cara—. Yo... acompañé a mi hermano al bosque de Greendale. Llevaba en sus brazos a su hija recién nacida, Sabrina. Cuando llegamos a un claro, puso al bebé en un altar y... estampó su nombre en el Libro de la Bestia. Prometiendo su alma al Señor Oscuro.
Selene mira boquiabierta a la mujer antes de volverse lentamente hacia Hilda.
—¿Tú sabías algo de esto?
—No tenía ni maldita idea.
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